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BIBLIOTECA LIRICQ-DRAMATICA Y TEATRO CÓMICO

LA Wm A LA DIANA

ZARZUELA CÓMICA

EN UN ACTO Y TRES CUADROS

ORIGINAL DE

EL II, ESPADA í JUAN A. PASCUAL ZÜLÜETA

MÚSICA DEL MAESTRO

JOSÉ MARÍA ÁLVTRA

MADRID

ARREGUI Y ARÜBJ, EDITORES Federico de Madrazo (antes Greda), 15, bajo

I897

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DE LA RETRETA Á LA DIANA

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Esta obra es propiedad de sus autores, y nadie po- drá, sin su permiso, reimprimirla ni representarla en España y sus posesiones de Ultramar, ni en los países con los cuales haya celebrados ó se celebren en adelante tratados internacionales de propiedad intelectual.

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(¿ueda hecho el depósito que marca la ley.

DE LA RETRETA A LA DIANA

ZARZUELA CÓMICA

EN UN ACTO Y TRES CUADROS

ORIGINAL DE

II. ESPADA y JOAN A. PASCUAL ZULUETA

música del maestro

JOSÉ MARÍA ALVIRA

Estrenada en el TEATEO ESLAVA el 23 de Marzo de 1897

MADRID

E. Velaeco, Impresor, Marqués da Santa Ana. 20

Teléfono númiro ff/

1899

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University of North Carolina at Chapel Hill

http://archive.org/details/delaretretaladia1649alvi

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REPARTO

PERSONAJES

ACTORES

ENRIQUE Sea. Romebo..

PILAR Seta. Ulibebbi.

BRUNA... Sea. Banovio.

DEOGRACIAS Se. Caebeeas.

EL CORONEL Vázquez.

SARGENTO Asensio.

CABO » Es TELLÉS.

SOLDADO N.

VIGILANTA Sea. Toeees.

ALDEANA Blanco.

ALDEANO Se. Meliá.

Soldados, gente del pueblo, etc.

ACTO ÚNICO

crr^DHO :f tz z uve :s des, o

Uua plaza en el pueblo.— A la derechu, desde el primero al último términos, tapia del convento que ofrece un frente al público y uno de sus lados.— En este una puertecilla con cerrojo interior: la de la habitación de Deogracias, que se supone en un pabellón del jar- din, junto al convento.— En último término, calle. A la izquierda, ocupando los dos primeros términos, fachada de un caserón desti- nado á cuartel: puerta grande de amplias hojas. Farol sobre el arco de la puerta.— En los demás términos, bocacalles.— Al fondo telón de casas y horizonte. La acción empieza á la caída de la tarde.

ESCENA PRIMERA

SARGENTO LÓPEZ, ENRIQUE, grupos de militares y gente del pueblo

Sarg. ¡Por vida de Napoleón!... Ya son tres los

arrestos que he sufrido por culpa del niño del Coronel... ese maldito galopín, á quien su padre hizo sentar plaza para ver si sen- taba la cabeza. ¡Las espaldas le sentaría yo de buena gana, si no fuera por guardar las mías! ¡Eh, muchacho! ¡Soldado Hernández!

Enr. ¡A la orden! (Cuadrándose.)

Sarg. ¡Al demonio! (con viveza)

Enu. ¡En Seguida! (Dirigiéndose al foro.)

Sarg. Pero, ¿á dónde vas, condenado?

E\r. Pues á eso; al lado de aquella morena, que

tiene loquita á la guarnición. ¿No me manda

6Ü353

AKRKGUI V ARUEJ, EDITORES

usted al demonio? ¿No dice usted que son el diablo las mujeres?... Pues ya está expli- cado.

Sarg. Bromitas, ¿eh? Bueno, pues esta noche te

cambio el turno de guardia, y la haces de madrugada delante de esa puerta.

Enr. Acato la orden y la cumpliré... (con ironía.)

(Así como así lo diré al demandadero del convento para que lo sepa mi Pilar!... Si pu- diera verla y hablarla esta noche!... [Al ama- necer! ¡Al amanecer! (Muy contento.) ¡Oh, feli- cidad!)

SARG. (Reparando en la actitud de Enrique.) (¡Está visto,

este zascandil es un muñeco con falta de vergüenza y sobra de picardía!) Puedes re- tirarte. Enr. ¡A la orden, primero!

ESCENA II

DICHOS y DEOGRACIAS

Música

Ellos El señor demandadero

del convento, viene aquí. Ellas Ya está aquí nuestro cartero.

¿Traerá alguna para mí? Ellos ¡Ya lo veis, no se ha perdido!

¡Deogracias, bien llegado!

¡Deogracias, bien venido! Deog. ¡Muchas gracias, pueblo amado!

(Aparece por el último término de la derecha. Lleva, convenientemente tapada, la jaula de una codorniz. Pendiente del cuello una cartera de grandes dimen- siones.;

Ellas ¿Cuántas cartas tengo yo?

Deog. Claro estaque no lo sé.

Ellos Déme usted las mías.

Ellas No.

Yo primero. Ellos Déme usté.

DE LA RETRETA A LA DIANA

Deog. Ni las de esos ni las vuestras,

que íne vais á marear. ¡Qué impaciencia! «¡No, las míasl ¡No, las mías!» ¡A callar!

Ellas No se altere.

Ellos No se enfosque.

Ellas No nos niegue su perdón.

Ellos No se irrite.

Ellas No se amosque.

Deog. Pues silencio y atención.

(El Coro forma dos grupos: á la derecha las mujeres y a li izquierda los hombres.)

A una muchacha

de ojos de cielo,

traigo noticias

de su amador,

en tanto que ella

le da el camelo,

pues á la chita,

tiene otro amor;

que á un viejo verde

le echó el anzuelo,

y en dos tirones

pescó al señor,

y hoy se entretienen

moza y abuelo,

por los rincones

de un corredor. Ellos ¿Quién es la infame?

Descorra el velo. Deog Digo el pecado,

no el pecador.

A un soldadito, de su adorada traigo una esquela que es un primor, pero aunque viene muy perfumada, de nada sirve, que él le es traidor; pues á la sombra

10

ARREGUL Y ARUEJ, EDITORES

Ellas Deog. Todos

de una enramada

prestó á una dama

tan gran favor,

que desde entonces,

héroe y salvada,

buscan la sombra

del cenador.

¿Quién es el monstruo?

Descorra el velo.

Digo el pecado,

no el pecador. Pues si á obscuras nos deja Deogracias, por la nueva, mil gracias, señor.

Ellas

El soldadito, ¿cuálo será?

Ellos

La pecadora, ¿cuál a será? Entre esos mozos Entre esas mozas

de fijo está. de fijo está.

Todos Ya se sabrá,

y lo que fuere, pues, sonará.

Hablado

Deog. Vamos á ver, ¿habrá hoy silencio?

Sold. l.o Como todos los días. A las nueve en punto,

yase sabe, ¡tararí!... (imitando et toque de silencio.)

Coro ¡Tararí! (Mem.)

Deog. Pero esta gente se ha vuelto loca... Se os

manda callar y me estropeáis el tímpano con el tararí

Sold. Como usté dijo si se tocaba á silencio... yo...

Deog. Tú, eres un animal. ¡A la cola!...

Sold. ¡Bueno, hombre, bueno!... (se pasa á último lu-

gar y todos le rechazan con gritos y voces: *Aqui no hay cola, fuera, etc.»)

DEOG. (Habrá estado ordenando la correspondencia, y al oir

las voces recoge la cartera, la jaula, etc., y va á re- tirarse.) ¡Ea, buenas noches!...

Todos ¡Las cartas, las cartas! (Rodeándole todos.)

Deog. Pues orden y á callar... (Reparte las cartas.)

DE LA RETRETA A LA DIANA

Emeterio. Cifuentes... Pascual Díaz, (van re- cogiéndolas y se retiran hacia el foro.) ¡Gracias á Dios! ¡Ya no queda ninguna!... ¡Ea, á reco- gerse!...

¿Y yo? ¿Y mi correspondencia? ¡Chist!... Aquí la tengo. Esta pertenece al buzón interior. ¡Como que es reservado!...

(Sacándola del pecho.)

¡Ay, qué alegría!... ¡Dame, dame!... Cuidado, señorito, que se van á enterar. No la lea usted aquí.

¡Qnita allá!... (Se relira.)

Carillo, carillo vas á pagar el porte... En fin,

á mi cuchitril. (El coro vuelve al proscenio y ro- dea á Deogracias.)

¿Y qué es eso que trae usté ahí envuelto? Para fisgonas, las mujeres. Esto es... esto es... (¿Qué les digo yo?...)

¿El qué, el qué?... (Acercándose mucho.)

JNo os lo digo, porque si os entero se malo- gran los efectos.

¡Ea, acabe, ó si no!... (vaá cogerlo.) ¡Quietas!... ¡Esto es una maravilla!... ¡Un gran encuentro! (Voy á reírme de ellos.)

(Descubre la jaula.)

¡Un pájaro!... ¡Una codorniz!...

¡De gran utilidad!... Oid. (Van á creerlo,

como si lo viera.)

música

Esta codorniz, señores, es un macho superior y ha prestado mil servicios en aquella población. Fué primero de una dama joven y rica á la par, desposada con un viejo por cuestión del vil metal. Este pájaro al marido le decía sin cesar, aludiendo á la señora: Ma-tala, ma-ta-la...

ARUEGU1 V ARUEJ, EDITORES

Todo porque con su primo, pues... ya saben lo demás. Coro Este pájaro al marido, etc.

Deog. La sobrina de don Lino,

un señor que morirá,

según opinión de todos

en olor de santidad,

se casó con Timoteo,

joven, rico y tonto á más,

y en la noche de la boda

se perdió la flor de azahar.

Timoteo la buscaba,

la buscaba con afán,

y la codorniz con sorna

bús-ca-la, bús-ca-la...

le decía al pobre novio,

que la flor no pudo hallar. Coro Timoteo la buscaba, etc.

Hablado

Deog. (Nada, que se lo han creido. ¡Inocentes!)

.Sarg. ¿Se ha enterao usté, niña? (a una en un grupo

la derecha.)

Una ¡Vaya!

Sarg. ¿Tiene usté novio?

Muchas ¡Vaya! Sarg. Vaj^a... que la ahorquen... (volviendo la espaid*

Uno Y diga usted, señor Deogracias, ¿se me1

con todo el mundo la codorniz? (En un gruí

á la izquierda.)

Deog. ¡Ya lo creo! No perdona ningún atrevimiei

to ilegal. Nada de trapícheos, ¿eh?

Todos ¿Y qué es eso?

Deog. Pues eso es--... Figúrate que Baltasara,

mujer, y Ambrosio, vamos que...

Ald.° ¡Cá, no señor, calunia, calunia!...

Deog. ¡Ah! Pero...

Ald.° íáí, señor, malas lenguas...

Deog. Bueno, pues es verdad...

Ald.o ¿Eh?

DE LA RETRETA A LA DIANA

13

|)eog. No, hombre, que te lo figures. Pues la co-

dorniz te da nueve golpes ó los que hagan falta y tú...

Lld.o La endilgo cuatrocientos a mi mujer.

}eog. Como plan curativo puede pasar. (Quedan en

grupo hablando bajo.)

¡Alma mía, y que pie tan chiquirritín! (a una- moza.)

Si no mirara USted. (Da una vuelta rápida.)

¡Y qué pocas hojas tiene ese libro! (señalando-

á las faldas )

Así se aprende antes la lección. ¿Quiere usté ser mi maestra? ¿Y la codorniz? ¡Bah!... Too eco es figurao. ¿Y los golpes? También figuraos.

No, si digo los que le puede dar mi padre.... Si le ve á usté hablando conmigo, de un garrotazo lo esloma; na más que pa avisarle- Corno primer aviso, ¿eh? (pausa.) Pues, hija^ me voy al corral sin aguardar al segundo. Ya lo sabéis; cuidado con ilegalizarse. (a ios-

del grupo.)

BueilO, bueno. (Retirándose.)

Oye, pues si es verdad, este, ese y y yo- estamos buenos. Se acabaron las escapato- rias. Hay que matar á la codorniz. ¡Eso!

¡Y escarmentar á Deogracias! ¡Eso! ¡Callarsus!... Aluego nos veremos. (Disuélvese-

el grupo primero. Oyese el toque de retreta. Los sol- dados entran en el cuartel, y las gentes del pueblo se- retiran en varias direcciones cantando el estribillo del «couplet.»)

AKREGUI Y ARUEJ, EDITORES

ESCENA lll

DEOGRACIAS y ENRIQUE

Enr. ¡Qué alegría tan grande! ¡ Deogracias, amig(

mío, mi padre! (Trae la carta en la mano.) DeOG. ¿Ellr (Mirando ccn Tecelo hacia el cuartel.)

Enr . No, hombre, no; si es á tí, puesto que te de

beré algún día la felicidad. Deog. No tanto, hermanito, no tanto. Mi reino nc

es de este mundo. Enr. ¡Bueno! (i Y mi Pilar? ¿Estará tan hermoss

como siempre, eh? Deog. ¡Ahí La señorita Pilar no es...

Enr. No es de tu reino, ya lo sé. Por eso se casará

conmigo; y si para ello fuera preciso pegarle

fuego al convento, se lo pegaría. Deog. ¡Ave María Purísima!

Enr. ¿Por quién no lo he echado todo á rodar?

(Zarandeándole por un brazo.)

Deog . Por muy poca cosa.

Enr. Tienes razón, capellán. Dispensad arrebato.

Probablemente tendremos que abandonar muy pronto el pueblo. Pues bien, prometo hacerte obispo si esta noche me facilitas la llave de esa puerta y avisas á Pilar que iré á verla.

Deog. Después de todo no es monja, ni siquiera

educanda. Su padre la dejó ahí mientras du raba la guerra, y las habitaciones que ocupa están separadas del resto del convento.

Enr. Cuando no sientas ningún ruido llegas hasta

aquí, yo estaré de guardia; paso, la veo, vuel- vo á los cinco minutos, y asunto concluido.

Deog. Pero...

Enr. Nada, nada; medítalo bien. O la llave, y al

año próximo eres obispo, ó tu negativa, y desde este instante te hago cardenal; cues- tión de dignidades.

Deog. Prefiero la más baja.

Enr. ¡Silencio, mi padre! Quieto, que nos han

Visto. (Le detiene.)

DE I. A RETRE'IA A LA "DIANA

15

ESCENA IV

DICHOS, EL CORONEL y EL SARGENTO á la puerta del cuartel. Deogracias y Enrique al lado oputsto. El primero procurando ocul- tarse junto a la tapia.

Cor. Mañana temprano abandonaremos este pue-

blo ¿Está usted enterado de todo?

Sarg. Sí, mi Coronel.

Cor. (viendo á Enrique.) ¿Qué haces aquí? Sar-

gento López, ¿por qué está este soldado fue- ra del cuartel después del toque de retreta?

Sarg. Lo ignoro, mi Coronel; pero aquel paisano

que anda tornando medidas á la tapia debe saberlo.

Cor. No había reparado... Acerqúese usted.

Deog. (¡Adiós mi ansiada mitra!)

Cor. Vamos, ¿qué hace usted aquí? ¿A qué ha

venido? ¿Quién es? ¿Cómo se llama?

DEOG. Deogracias, Señor. (Acercándose tímidamente.)

Cor. Bueno, á Dios sean dadas. ¿Que quién es

usted, pregunto?

Deog. Pues Deogracias, señor; me llamo Deogra-

cias.

Cor. ¡Ah, vamos! Como io dijo usted con ese aire

tímido de rapavelas, creí que saludaba. Ade- más, así no se llama nadie.

Deog . Pues aseguro á usted que en mi familia hace

siete generaciones que no falta un Deogra- cias. Por lo general, este ha sido el nombre del cabeza, nombre que hicieron ilustre aquellos varones, pues varios fueron canó- nigos, dos hubo mitrados, y uno, tan sabio como santo, murió en Filipinas el día de las bodas del jefe de una tribu asalvajada.

Savg. ¿Lo envenenaron en el festín?

Deog . Se lo comieron al natural.

Cor. ¿Y á nosotros qué nos importa? ¿Era eso lo

que le estaba usted contando á este soldado?

Enr. Era yo quien le contaba á él...

Deog. Justo; salió usted y se cortó. Por poco no lo ha oído todo.

10

ARREGUI Y AKUEJ, EDITORES

Cor. No quiero que á estas horas estén de confe-

rencia los soldados.

Sarg. Si no me canso de decirlo, mi Coronel. Que

no quiero grupos de más de una persona pol- las noches fuera del cuartel. Nada, que me parezco a Torres, el sargento de caballería, que encargaba todos los días á los soldados: «No me atéis tan corto al pesebre, no me saquéis al agua sin cabezada.» Pues ellos como si les hubiera dicho todo lo contrario. ¡Pobre Torres; Dios le tenga en su gloria!

Cor. ¿Ha muerto en la guerra?

Sarg. No, señor, de muerte natural.

Deog. (| Ya, de bruto!)

Cor. Pues nada, siga usted pareciéndose á Torres.

Lo principal es la ordenanza.

Enr. Descuide usted, mi '-argento, que no volveré

á sacarle al agua sin cabezada.

Deog. Ni le ataremos tan corto al pesebre.

Sarg. ¿Eh?

Cor. Basta. al cuartel. Y usted á la cama, (a

Enrique y Deogracias Enrique saluda y se dirige al cuartel. Deogracias á la puerta de la tapia.) Si le

vuelvo á encontrar aquí, le mandaré pren- der por sospechoso. (Comprendo que soy de- masiado severo con mi hijo, pero toda pre- caución es poca para evitar que haga una nueva calaverada.) Pero, ¿qué hacen ustedes

aquí? (A Enrique y Deogracias que se hacen señas durante el aparte anterior.) ENR. ¡A la orden! (Entra en el cuartel.)

Deog. Muy buenas noches, señor Coronel: usted

me manda.

COR. Ya lo Sé. (Con sequedad.)

Deog. Sí, señor, con franqueza. A me man-

da todo el mundo. (Abriendo la puerta de la tapia.)

Cor. Al infierno le mandaría yo al instante.

Deog. Es inútil que obedeciera (Estará lleno de

Coroneles.) (Entra.)

Sarg. Mi Coronel, este murciélago es ave de mal

agüero. Cor. Pues ojo.

DE LA RETRETA A LA DIANA

17

Sarg. |Ah! como yo le cace, ya le diré yo si ha de

atarme al pesebre corto ó largo. Cor. Vigilancia, mucha vigilancia.

SARG. ¡A la Orden! (Se retira al cuartel. I£l Coronel por la

derecha.)

ESCENA V

PILAR, BRUNA, luego EL SARGENTO

Bruna Vamos, señorita, vamos. Rato ha que sonó el toque de ánimas y en el convento se ha- brán recogido las madres y las hermanas.

Pilar ¡Qué impaciencial Tenemos permiso de la

madre superiora para ir á la novena. ¡Si pu- diera Verle! (Aproximándose al cuartel y mirando hacia el interior.)

Bruna Pero, señorita, ¿dónde va usted?

Sarg. ¿Manda usted algo, carita de mieles? (Apare-

ciendo el Sargento.)

Pilar No, señor, (con timidez.)

Bruna Quite usted allá, pozo de rancho. No se

hizo la miel para la boca del...

Sarg. No se destemple, seña Semlorum; que ni yo

estoy ayuno, ni aquí nos comemos los niños crudos ni las viejas en pergamino.

Bruna Daré parte al Coronel.

Sarg. Pues si se aviene á catarlo ya tié estómago

el Coronel. Usted perdone, y ande con Dios, palmito del cielo; y no se asome otra vez por aquí dentro, que hay peligro de escu- char la diana á las doce de la noche. ¡Como que cuando usted sale, sale el sol!

Bruna Silencio, ratón de cuadra. Vamos, vamos,

Señorita. (Pilar entra en el convento.)

Sarg. ¡Si no fuera uno soldado!...

Bruna ¡Qué falta de vergüenza! ¡Cómo están estos

conventos, digo, estos cuarteles! (Entran en el

convento.)

18 ARKKGUl Y AKUKI, EDITORES

ESCENA VI

Relevo do la guardia. Snleu del cuartel ENRIQUE, tres SOLDADOS y un CABO, se acercan al centinela, y después de simular la con- signa, Enrique queda en el puesto (ie aquél. Los soldados desapa- recen por la izquierda.

Enr. Al fin estoy solo. Dentro de poco dormirá

todo el pueblo. ¿Cumplirá mi encargo Deo- gracias? Pilar mía, de esta entrevista depen- de nuestra felicidad. (Vuelven el Cabo y Soldados figurando haber terminado el relevo y entran en el cuartel. Toque de silencio.)

Música

Ya se alejan... ya cierra la puerta...

preciso es que advierta

su ausencia á Pilar... Ya se escucha la voz del alerta

que el eco despierta

del valle al vibrar.

En sus ondas trasmítele el viento

mi voz, y mi aliento

y el alma con él, y ella sola recoge mi acento,

que duerme el convento,

que duerme el cuartel. ' Pronto en noches como ésta serenas,

de júbilo llenas

podranse adorar nuestras almas, que hoy velan ajenas

miradas, cadenas

que ansio quebrar. Bien pronto hasta el nido

de nuestros amores,

aromas de flores

las auras traerán;

y el suyo dejando

del bosque, señores,

DE I.A RETRETA A LA DIANA

alados cantores al nuestro vendrán. Ya estoy solo, la calle desierta y espera á tu puerta tu Enrique, Pilar; y ni turba el secreto, el alerta que el eco despierta del valle al vibrar.

En esta noche

juego la vida

si en la partida '

vencido so}r,

veré sin pena

llegar la muerte,

que vida y suerte

por ella doy.

ESCENA Vil

ENRIQUE, después DEOGRACIAS

Hablado

Enr. Parece que se acercan á la puerta. Debe ser

Deogracias. Sí, no cabe duda. Prudencia por

SI acaso. (Se retira hacia el cuartel y pasea con el fusil con gravedad cómica. Pauba.) Deogracias,

¿eres tú?

DEOG. (Bajando la voz y mirando con la puerta entreabierta

á derecha é izquierda sin atreverse á salir.) No, no

se acerque usted; pudiera vernos alguien.

(Al vor que Enrique va á acercarse.)

Enr. No tengas cuidado, duermen todos. Vamos,

hombre, Sal; no temas. (Deogracias avanza de- jando entreabierta la puerta con la llave puesta por dentro.)

Deog. Cuatro, nada menos que cuatro velas acabo

de encender á Nuestra Señora de las An- gustias, (pausa.) Me debe usted un escudo. Así me las pagan todos los cereros.

Enr. Bueno, ponías en la cuenta. Ahora vamos

á lo que importa.

20

ARREGU1 Y ARUEJ, EDITORES

Deog. Es que lo que importan las cuatro velas es

un escudo.

Enr. Toma dos y borra la deuda, (con impaciencia.)

¿Qué, la has visto? ¿Qué te ha dicho? Va- mos, hombre, habla, habla pronto.

Deog. . La he visto y ..

Enr. Estará muy hermosa, ¿verdad?

Deog. Yo no... no me fijo. .

Enr. ¿Acepta la entrevista que le propongo en

mi carta?

Deog. Sí, señor.

Enr. ¡Oh, qué alegría! Entonces no hay que per-

der Un minuto. Deogracias... (Llevándole al otro lado del proscenio.)

Deog. ¿Qué?

ENR. Ponte este Capote. (Quitándosele.)

Deog. No, si no tengo frío.

Enr. ¿Qué importa? póntelo.

Deog. Pero, señor, ¿qué intenta usted?

Enr. Ya lo verás. (Se quita el ros y se lo pone torcido á

Deogracias, y a su vez se pone el sombrero de este.)

Ya estás hecho todo un soldado, (coge el fu- sil y se lo pone en el brazo. Enrique se viste el balan- , drau y el gorro del demandadero.)

Deog. Pero...

Enr. Ni una palabra. Yo volveré en seguida.

Mientras tanto, eres el centinela. Deog. Pero considere usted que yo no sirvo para

esto. ¿Está en ti seguro? Enr. No tengas cuidado, que no se dispara. (Entra

en el convento y cierra con llave por dentro. Deogra- cias se acerca al cuartel y mira por la cerradura.)

ESCENA Vill

DEOGRACiAS

¡Se marchó! ¡Dios mío, ha cerrado la puerta! (Empujándola.') ¡Ya no hay remedio! Mañana me fusilan, (se oye dentro del convento la codor- niz.) ¡Virgen de las Angustias, la codorniz! ¿Qué pasará ahí dentro? Si insiste, se ente-

DE L\ RETRETA A LA DIANA

ÍL

ran y estamos perdidos. (Canta da nuevo con

más fuerza.) Calla, inocente, calla, que es- tás firmando mi sentencia. (La codorniz canta sin cesar.) ¡Calla, que renuncio á la mitra y á todo ¡Imposiblel ¡No hay esperanza! (se le

cae el fusil y se pone de rodillas.) ¡Fusiladol [Ma- ñana fusilado! (Murmura tiaa oración. La orquesta preludia eL número siguiente.)

MUTACIÓN

Telón corto. Pasillo de un convento. Puertas al foro, cerradas por una cortina oscura, y laterales. Farol ó lámpara suspendida del techo.

ESCENA IX

ENRIQUE, PILAR y BRUNA

Música

ENR. (Dentro.)

Cuando me veo de tu morada bajo el antiguo ventanal, siento en el alma una oleada de suave aroma tropical.

Pilar Cantos ignotos de honda armonía,

de voces dulces tenue rumor, conjunto ignaro de melodía en cuyas notas va el amor.

Enr. Yo con el mío vengo á buscarte,

ven y no tardes, mi Pilar, que está mi vida toda en amarte, y es triste cosa el esperar.

(Saliendo )

Aurora de mis dichas, ven mi alma á iluminar.

Pilar ¡Enriquel

Enr. ¡Sueño mío!

22

ARREGUI Y ARUEJ, EDITORES

Pilar

Enr.

Pilar

Enr.

Pilar

¡Mi Enrique!

I Mi Pilar! Como hoy nunca he sentido la fuerza de mi amor, por juego la vida. Yo más por tí, el honor. Como el valle se colora al sentir la luz del sol, con las tintas de la aurora que le inunda en su arrebol, así el pecho á la alegría ábrese tu rostro al ver que eres la estrella mía, que eres luz de mi ser.

De tus retinas

de honda mirada

tal me ha vencido

la seducción,

que por guardarla

no profanada,

sola llenas

mi corazón. Cual bajel que á toda vela presuroso cruza el mar, sigue la rizada estela que la quilla abrió al pasar. Así, Enrique, de tu acento fascinada voy en pos, que el amor que por siento sólo cede ante el de Dios.

Aun no tus frases .

hieren mi oído,

dentro del alma

las siento herir,

y luego á solas, ' cuando te has ido,

tus frases todas

torno á decir. (a dúo.) Proteja Dios

nuestro querer,

bendito amor,

bendita fe.

DE LA RETRETA A LA DIANA

25

Hablad»

Enr. ]Qué felicidadl ¡Juntos, siempre juntos!

Bruna Eso es, y pasarse la vida como dos pajaritos cantando dúos al amanecer.

Enr. [Ya! Había olvidado que usted sólo ha po-

dido cantar arias ó romanzas; un dúo con tenor, barítono ó bajo, jamás.

Bruna Con tenores ó barítonos no he tropezado; pero lo que es bajos, buenos bajos, siempre los he tenido.

Enr. Allá cuando Napoleón iba en mantillas. (Bru-

na vuelvo al foro.) Decías en tu carta que tu padre, el general Freiré, te autoriza á casar- te conmigo.

Pilar Justo: conque así sólo falta que obtengas

el permiso del tuyo.

Enr. Y Jo conseguiré.

Bruna ¡Jesús! (Baja al proscenio.)

Los dos ¿Qué sucede?

Bruna ¡Que estamos perdidos! ¡Vayase usted, vaya- se usted!

Enr. ¿Qué le ha dado?

Bruna ¡Que la codorniz nos delata! Si era preciso... ¡Sí, no hay duda, por ahí viene la vigilantal

Enr. Eso es peor.

Bruna ¡Pronto, pronto; escóndase aquí, que yo le avisaré cuando tenga que salir.

PlLAR . Sí, SÍ. (lintra Eurique primera derecha y cierra.)

Bruna. ¡Qué noche, señor, qué noche!

ESCENA X

DICHOS y la VIGILANTA

Víg ¡Como! ¿Ustedes tan temprano?...

Bruna Sí, hermana... Ahí verá usted... (Turbada.)

Vig. •, ¿Les ha ocurrido algo? Está muy pálida 1* señorita. ,-

Bruna; Sí, le dieron unos mareos... un desvaneci- miento... ¡De fijo, el calor!

34

ARREGUÍ Y ARUEJ, EDITORES

VlG.

Bruna Vig. Pilar Vig.

Bruna

Vig.

Bruna

Vig.

Bruna

Vig.

Bruna

Vig.

Enr. Vig.

Enr. Vig.

¡Pero si hace un frío horrible... y está tiri- tando! [Pobrecita! (Le coge las manos.)

Quise decir el calor... conque, transportada en la oración, rogaba por su padre. ¡Ah, sí... demasiado fervorosal No es bueno excederse, señorita.

No, no es nada... Cierta agitación... falta de sueño.

¡Ah, ya comprendo! La codorniz del señor demandadero, que les habrá despertado... Como á mí. ¡Cuánto se lo agradezco! Antes costábame gran trabajo, pero hoy en segui- da me levanté. Parece con su canto acompa- sado que me dice: «¡Hora es ya! ¡Hora es ya!»

(simulando el canto. Enrique asoma la cabeza. Bruna, que no cesa de mirar, le hace señas de que se esconda. La colocación es; Bruna, algo á la derecha, Pilar y la Vigilanta junto á la izquierda.) ¡No, todavía no! (A Enrique.)

¿Cómo, hermana, si han dado las cinco? Verdad; con el susto no hemos oído. ¡Ah! ¿Se han asustado al oir la codorniz? ¡Mucho, mucho! ¡Un canto tan dulce y tan discreto!

¡Lo que es eso! (Siempre mirando al cuarto donde está Enrique.)

¡Oh, no están ustedes bien!... No vuelvan á madrugar... La falta de costumbre... |Ea, á dormir otra vez, y buenas noches!... Yo las

acompañaré. (üirígeuse a la habitación derecha. En- rique en tanto recoge el balandrán y el gorro que dejó en el suelo, y dentro del cuarto se viste estas prendas y sale en el momento que la Vigilaata lo hace por la otra puerta ) ¡Vamos; por fin!

¡Calle, el Señor Deogracias! (Enrique vuelve la espalda, esquivando que pueda ser reconocido.) ¿A

usted también le ha despertado el pajarito? ¡Qué bien hizo en traerlo!... Pero, ¿qué bus- ca, hermano? ¿Se le ha perdido algo? Sí, la cabeza. (Bajo.)

¡Dios mío, un hombre!... ¡No es el demau- dadero!...

DE LA RETRETA. A. LA DIANA

Enr. (¿Será mujer Deogracias?) ¡Oiga, oiga, her-

mana!... (sigu-:éudoia á tientas.) Espere, escuche.

Vig. |Un hombre cerca de las habitaciones de la

señorita!... Voy á avisar ala superiora... Evi- taré el escándalo, (vase.)

Enr. Esto hecho. (Saltando por la ventana.)

MUTACIÓN

CTJA.DBO T IB S, O ZE JR O La misma decoración del cuadro primero

ESCENA XI

DEOGRACIAS, después ENRIQUE. Deogracias aparece en la misma situación que quedó al terminar el cuadro primero

Deog. ¡Hosanna, Dios clemente, hosannal (pausa.) Al fin cesó de acusarme la codorniz. ¡Ha cantado tanto! (cambiando de tono.) Esta situa- ción es insostenible... La llave está puesta.

(Mirando por !a cerradura de la puerta de la tapia.

Pausa.) Parece que alguien se acerca. Sí; es él sin duda, (cou alegría.) ¡Gracias á DiosI (ai

abrirse la puerta y salir Enrique.) ¡Pronto, déme USted mis ropas! (Murmullos de gente que llega.) Enk. ¡Alguien llega; no tenemos tiempo; quieto,

no te muevas. (Entra de nuevo en el convento, ce- rrando tras la puerta. Deogracias se acerca al cuar- tel tapándose la cara con el capotes)

SO ARREGUI Y ARUFJ,- EDITO KES

ESCENA XII

DEOGR ACIAS y CORO

Música

CabS. (Salen embozados en sendas capas por el último tér-

mino de la derecha y andando sigilosamente, recatán- dose con exageración.)

Vamos con cuidado, la ocasión llegó; no se nos malogre por imprevisión. Vengan los faroles, orientarse bien. Aquí está el convento.

(Alzan los faroles, señalando al convento.)

Allí está el cuartel.

(Giran á la izquierda, señalando al cuartel. Deogracias procura ocultarse cómicamente. Al compás de la mú- sica el coro avanza al proscenio, y en fila cerrada, pro- sigue el número.)

Tan luego amanezca, Deogracias saldrá del rezo á maitines la esquila á tocar; sobre él nos lanzamos, zurrárnosle allí, y el cuello torcemos

¡iris!,., á su codorniz.

,C .'...; (Giran rápidamente hacia la derecha, y con las mis-

mas actitudes que al comenzar, se retiran por el pri- mer término derecha.)

Vamos con cuidado, ; ,-,... etc., etc.

(Aparece por el foro izquierda el coro de señoras, que dice los primeros cuatro versos antes de bajar al pros- cenio, donde está Deogracias.)

Segundas Nuestros maridos,

¿dónde estarán?

DE LA RETRETA A LA DIANA

27

El centinela

nos lo dirá.

Deog.

|Si me conocen,

pobre de mí!

Primeras

Pronto de dudas

vais á salir.

Todas

Diga, soldado,

¿vio su mercé

pasar á un hombre

cerca de usté,

después de oirse

la codorniz?

Decg.

Yo no nada.

Yo nada vi.

Todas

¿Pues de qué sirve (Rodeándole.)

que guardia dé?

¿De qué ese chisme? (por el fusil.)

¿De qué, de qué?

Deog.

Vaísme entre todas

á marear;

suelten mis ropas,

no tiren más,

que entre sus manos

van á morir

chupa y capote

y hasta el fusil.

Todas

(Acosando á Deogracias.)

Diga, diga

lo que sepa.

Cuente, cuente

sin tardar,

que por algo,

tan doliente

se oyó al pájaro

cantar.

Deog.

Dejen, dejen

í

que prosiga

en cumplir

mi obligación.

¿Cómo quieren

que les diga

que no entiendo

su canción?

2S

ARREGUI Y ARUEJ, EDITORES

Todas

Deog.

Todas Deog.

Todas

Deog. Todas Deog.

Le habrán ellos prevenido, y repite la lección... ¡So tunante! ¡So perdido! ¡So granuja! ¡So bribón! ¡Si no canta, las orejas en mis manos va á dejar! ¡Nunca, nunca! ¡Largo, viejas! ¡Largo, brujasl ¡A fregar! ¡Volveremos! ¡Fuera, pronto! ¡A zurrarle sin piedad! ¡Largo, brujas! ¡Flaco, tonto! ¡Feas, viejas! ¡Despejad!

(coge d fusil por el cañón y describe un círculo. El coro huye en todas direcciones.)

Hablado

Deog. Por fin se fueron y sin conocerme, gracias al

capote y á mi serenidad; sobre todo á mi se- renidad... Con el capote... (Pausa. Se dirige á la puerta del cuartel.) ¿Qué pasará aquí dentro? (Mira por la cerradura.) ¡Madre de las Angustias! En aquel cuarto hay luz. (Pausa.) ¿Eh? El Sargento ha dicho: «¡Caballo en puerta!» ¿Me habrán visto? (pausa.) ¡Caracoles! Aquel soldado está pelando á Merlín, el gallo de la hermana tornera. ¡Y yo que lo engordaba para Nochebuena!... ¡Enrique, Enrique! (con- tinúa mirando por ia cerradura.) Nada, no responde nadie.

Voz (Dentro.) Cabo de guardia la hora.

DE LA RETRETA A LA DIANA

29

Deog. ¡Madre, el relevo! ; Ellos son! ¡Se aproximan!

¡Dios mío, ya salen! ¿Qué hago? ¡Ah, ya sé! No puedo más. He apurado el cáliz hasta

las heces. (Deja el fusil en el suelo boca abajo, muy cerca de la pared del cuartel. Cuelga el capote en la culata y le pone el ros. Ha de resultar de esto un mo- nigote lo más cómico posible. Usa vez terminado se dirige á la tapia del convento y trepa por ella traba- josamente, á tiempo que sale del cuartel el Cabo con cuatro soldados.)

ESCENA XIV

Salen del cuartel el CABO y cuatro soldados. Se acercan al muñeco'

creyéndole el centinela . DEOGRACIAS en la tapia procuraudo-

ocullarse

Deog. Cabo

Deog.

Cabo Deog.

Sarg. Cabo

Sarg.

Deog. Sarg. Deog. Sarg. Deog. Sarg.

¡Uy, la hermana tornera! ¿Seré desgraciado?

Pero, ¿qué es esto? (Zarandeándole.) ¡Eh, tul ¿Te has dormido? (Le empuja con fuerza y cae todo al suelo. Los soldados y el cabo retroceden asus- tados.)

«¡Confíteor Deo Omnipotente!...» (con voz dé- bil y en actitud de orar. Sigue hablando entre dientas.)

¡Sargento de guardia! ¡Sargento de guardia!

«¡Mea culpa, mea CUlpa!...» (Dándose golpes da pecho.)

¿Qué pasa? ¿Quién grita? (Saliendo de prisa.) El soldado que estaba aquí de centinela ha abandonado su puesto; Mire usté esas pren- das.

¡Por vida de Napoleón' Cuando coja al cul- pable lo hago polvo. «¡Ego sum pul vis!...» ¡Lo achicharro! «¡Cénis!...»

¡Ño queda de él ni rastro! «¡NihilL.»

A ver, muchacho, en seguida á casa del Co- ronel. Que no se detenga. (El soldado marcha, de prisa por la derecha.)

30

ARREGUI Y ARUEJ, EDITORES

Cabo ¡Primero!... En esa tapia hay un bulto, (vien-

do d Deograeias.)

Deog. Llegó mi hora.

Sarg. (Acercándose) Si es un hombre... ¡Eh, buen

amigo! ¿Va usted muy lejos?

Deog. A buscar nidos.

Sarg. Abajo.

Deog. No, que me voy á caer.

Sarg. Me parece que sí... ¡El demandadero! (ai ba-

jar cae de espaldas. Le ayudan á levantarse y queda de rodillas delante del sargento.)

Deog. ¡Por Dios, señor sargento, que soy inocentel

Sarg. Al fin caiste en mis redes. Bien le decía yo

al Coronel. Levanta, levanta pronto, mo- chuelo. (Se levanta.)

Deog. Piedad, señor de López.

Sarg. Aunque me llamases don López, no la ten-

dría. Miren el beato Deograeias á qué horas anda por las tapias del convento.

Deog. Créame usté, yo no he hecho nada malo. La

fatalidad, solo la fatalidad.

Sarg. Luego lo veremos. Al calabozo con él.

Cabo Primero, aquí no hay calabozo.

Sarg. No me acordaba... Bueno, pues... ¡Ah, sí;

eso es!... A la cuadra con él. En los pesebres

habrá algún ronzal. (Los soldados y el Cabo se lo llevan entre súplicas y protestas.) Atarle bien para

que no se escape, y corto, ¿eh? muy corto... (con satisfacción.) Me las paga de una vez.

ESCENA XV

EL SARGENTO y EL CORONEL seguido del SOLDADO que fué en su busca

Cor. Sarg.

Cor. Sarg.

¿Qué pasa, sargento?... ¿Es grave? (intran- quilo.)

Y tanto. Enrique, su hijo, abandonó el puesto de centinela. Al relevar hemos en- contrado esas prendas... ¿Y él? No lo sé, pero hay un cómplice.

DE LA RETRETA A LA DIANA ti

Cor. ¿Quién?

Sarg. El del convento.

Cor. ¿Dónde está?

Sarg. En la cuadra.

Cor. Voy allá. Cada uno á su puesto. Recoge

todo eso... | Hoy arde Troya!... (Entran en ei

cuartel. Pausa en la acción.)

Música

(Durante los primerea compases de este número Enri- que sale sigilosamente del convento y se va por la derecha. Durante el preludio en la orquesta amanece basta quedar la escena á toda luz.)

Enr. A ver á mi padre cuanto antes. Se lo diré

todo... (Mutis. Oyese la esquila de la capilla, tocar el «Ángelus», etc., etc.)

Música

SeÑ* (Dentro.)

El Ángelus anuncia de la campana el son. ¡Salve, oh, soberana Madre del SeñorI

Cab, (Dentro.)

Ya asoma por Oriente del nuevo día el sol, y alegre sus faenas comienza el labrador.

ESCENA XVI

EL CORONEL y DEOGRACIAS, cogido por una oreja Hablado

Cor. ¡Venga usted acá, buena piezal... ¿Es cierto

cuanto acaba de decirme, ó se trata de un nuevo enredo para despistarme y huir de mi cólera.

32

ARREGUI Y ARUEJ, EDITORES

Deog. ]Uy, cólera! Señor, yo solo miento cuando

entrego la cuenta de lo recaudado en el ce- pillo de las ánimas, y entonces, tampoco; es que suelo equivocarme.

Cor. ¿Padece usted de equivocaciones? ¿Tam-

bién eso?...

Deog. No, no es eso. Flaqueza de memoria sola-

mente, ¿sabe usted? Algún cero que se me suele quedar olvidado al final de una cifra. Total, un cero; ya ve usted, nada.

Cor. Con efecto, no puede ser menos. Pero mi

hijo, ¿dice usted que mi hijo Enrique debe estar ahí dentro?...

DEOG. No, no Señor. (Precipitadamente.)

Cor. ¿Cómo se entiende?

Deog. Que no debe estar, pero que está. (Así estu-

viera yo á cien leguas de tus bigotes.)

Cor. ¿Y usted se compromete á traerlo á mi pre-

sencia?

Deog. Según y conforme. La cosa es dificililla.

Traerla, menos mal, pero llegar hasta él...

Cor. No hay más remedio: dos caminos tiene

usted. O le trae a mi presencia sin que se entere nadie, y se evita el escándalo, por lo cual le recompensaré largamente, ó no le trae, y entonces le castigo con mayor lar- gueza. (Simula la acción de un puntapié.)

Deog. (Sí, con largueza, de cuarenta pulgadas de

bota militar.) Cor. ¿Acepta usted? Pues á cumplir su promesa,

señor aleluya. Deog. (Llamarme así, cuando debo tener cara de

Miserere.) Voy, voy al momento, (ei Coronel se

acerca al cuartel y queda hablando con alguien que

se supone dentro.) ¿Y cómo me las arreglo yo ahora para sacarlo sin dar sospechas? ¡El muchacho jugando al escondite por los rin- cones del caserón! ¡Vaya un papel el mío!

Cor. . ¿Todavía aquí?

DEOG. ¡Ah, Señor Coronel! (Va á la puerta de la tapia y

so la encuentra cerrada.)

Cor . ¿Qué ocurre?

Deog. i Una contrariedad!

DE LA RETRETA A LA DIANA

33

Cor.

Deog.

Cor.

Deog.

Cor.

Deog.

Cor.

Deog. Cor.

Deog.

Cor.

Deog.

Cor.

Deug.

Cok.

Deog.

Cor.

Deog.

Cor. Deog.

Cor.

Deog.

Cor.

Decg.

Cor.

Deog. Enr.

Cor' Deog.

¿Cuál?

Que la puerta está cerrada. Se abre.

Claro, se abre cuando se tiene con qué. ¿Pues no está siempre en su poder la llave? Porque lo está no lo está. Que á no haberla tenido no me la hubiera quitado. Entre usted por la puerta principal. A estas horas, ¿con qué pretexto? Pues salte usted la tapia, señor excusas (in- comodado.)

¡Ah! ¡Eso sí... eso sí!... ¡Gran idea! (Ahora 'me las vas á pagar.) Pues andando.

No, á gatas, porque de otro modo... Arriba, con dos mil de á caballo. Si llamase usted á un soldado. ¡Imposible! Nadie debe enterarse de esto. Un medio me ocurre. '- ■•"

Hable usted.

(Me pondré a distancia por si acaso.) Señor, si usted se dignase ayudarme...

¿Cómo Se entiende? (Avanzando un poco.) Pues así. (Simulando acción de subir.) Un empu-

joncito, nada más que un empujoncito sua- ve, y... (¡Se decide, Se decide!) (Frotándose las manos en actitud alegre, de espaldas al Coronel.) (Habrá que ayudarle.) ¿Qué demonios hace usted?

E'uerzas, señor. Me preparo al asalto. Ea, acabemos de una vez. No, por aquí no, por aquí no... Tengo, ten- go... (indicando que tijne cosquillas.) (Sin hacerle caso; le empuja para subir por la parte de

la tapia que da al público.) ¡Arriba! ¡Arriba!

(Otra vez la hermana tornera.)

(Por la derecha.) Mi padre ha venido al cuartel.

¿Sabrá algo? Veamos. (Entra en él.)

¿Acaba usted, ó le tiro?

¡Eh! ¡Que me mato! ¡Que me mato!

34 ARREGU1 Y ARUEJ, EDITORES

ESCENA XVII

DICHOS, EL SARGENTO

Sarg. Mi Coronel, Enrique ha parecido.

COR. ¿Cómo? (Suelta á Deogracias, que queda suspendido

por los brazos.)

Sarg. Digo que ha parecido. Le cogí y lo tengo

encerrado.

Cor. ¿En el cuartel Enrique? Entonces, ¿este tu-

nante?... (Tira de él y lo hace caer.) |Ahl [Rapa- velas! [Ahora verás, ahora verás! Pronto arre- glaremos cuentas. (Sí, es el medio mejor.) Voy á dar parte de todo á la superiora, y si las cosas no se ponen en claro mando que te fusilen. López. Usted me responde de este

granuja. (Va:e derecha.)

ESCENA XVIII

DEOGRACIAS y SARGENTO

Deog. Señor Sargento, ¿cree usted que me fusila-

rán? Después de todo, no es para tanto. Sarg. En la milicia no se juega.

Deog. Es decir, ¿que me pegarán un tiro?

Sarg. [Cuatro! ¡Cuatro! (indicando con ios dedos.)

Deog. Siempre es un consuelo.

CaüO (Sale precipitadamente del cuartel.) Primero, el

soldado Hernández ha roto á golpes la puer- ta de su encierro. Dice que quiere ver á su padre el Coronel, (vase.)

Sarg. Detenedle, allá voy yo. (vase.)

Deog. ¡Me dejan solo! ¡Qué ocasión para huir! (vase

por la izquierda mirando á todos lados.)

DE LA RETRETA A LA DIANA

ESCENA XIX

Oyense voces de mujeres qne se aproximan rápidamente. DEOGRA- CÍAS sale perseguido por ellas por la izquierda

Deog. ¡Por este lado, imposible! ¡Las arpías de an-

tes! ¡Fugite! Muj. ¡Eh! Señor Deogracias, señor demandadero,

aguarde Un pOCO. (Los hombres que esperaban antes dentro traen á Deogracias poco menos que á bra- zo partido.)

Uno ¡Ya caíste, bribón! ¡No te escapas, no! ¿Dón-

de está la codorniz, grandísimo pillo?

ESCENA ULTIMA

DICHOS, EL CORONEL, BRUNA y PILAR por la puerta de la tapia SARGENTO y ENRIQUE por la dtd cuartel.

Cor. Esté usted tranquila, señorita; todo se hará

á medida de sus: deseos, que son los míos. Que venga Enrique, (ai sargento.)

Pil. ¡Pobre Deogracias! No tengas cuidado, ya no

te fusilan, (Risueña.)

Deog. ¿De ve... ras?

Cor. Sí.

Deog. ¿Y me puedo... mover?

Cor. verás.

DeOG. Gracias, Señor, (intenta abrazarle, pero se retira y

cae en brazos de Bruna.

Enr. Pilar con mi padre ¡qué alegría! Luego...

Cor. Sí; te casarás con ella cuando ganes tus ga-

lones de oficial. Ahora, en marcha.

Bruna Eso es; ellos felices y á nosotros nada.

Sarg. Seña espárragos, quedan ahí unos escobo-

nes que para ir por los aires, ¡pintiparados!

Deog. ¿Y á mí, después de mi calvario?

Enr. Sí; el mejor premio ó el mayor castigo.

36 ARREGUI Y ARUEJ, EDITORES

Música

Todos Si es que la obra te ha gustado

y la sancionaste ya, danos pronto una palmada, dá-nos-la, dá-nos la, que todos te lo pedimos con muchísima ansiedad.

UN

Los autores dan pública muestra de su re- conocimiento á la prensa singularmente á los periódicos El Globo, La. Época, El Nacional, El País, Nuevo Mundo y al distinguido colabora- dor de El Cantábrico de Santander D. E. Ro- dríguez Solís, los cuales trataron con cariñosa consideración este trabajo y cuyas adverten- cias tuvieron en cuenta los autores para la se- gunda y sucesivas representaciones.

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DE LOS EJEMPLARES PERTENECIENTES Á ESTA GALERÍA

MADRID

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Pueden también hacerse los pedidos de ejemplar©.* directamente á esta Casa Editorial, acompañando su im porte en letras de fácil cobro, siii o yo requisito no serárt servidos.

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En casa de los representantes de esta Galería. Lisboa: Juan M. Valle, Rúa Nova, do Carmo, 45 y 47.1 Habana: Sres. Loychate, tsaenz y Comp.*, Oíicios, fí| Buenos Aires: Landeirc. y Comp.a, Libertad, 16.