ITALIA-ESPAÑA
HANDBOÜND AT THE
UNIVERSITY OF TORONTO PRESS
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uA,vK h/u^c-i^íU ^'^
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PRESENTED TO
THE LIBRARY
BY PROFESSOR MILTON A. BUCHANAN
OF THE
DEPARTMENT OF ITALIAN AND SPANISH
1906-1946
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1). ^fARIANO JOSÉ I)K LARRA (FÍO-J^I^O)
iVlAlNUJtL CHAVES. V P=y
\i\ li Larra
(FÍGARO)
SU TIEMPO,-SU VIDA.-SUS OBRAS.
KSTIDIO lilSTOiUCO, P>10GR\FIC0, CUÍTICO
V 1)1 j^jocni xFíco.
SEYILL^ - 1898
IMl•lu•J^-TA dj: LiA Andalucía. -San Eloy, 53 Te/efü/ío numero 25
1|, ^t ^m\m t(i| Jevcií út^ U$ ^jwh'iúkm.
t^1Ii tcspetaCCc 6c\\ot ii aniujo:
(9C .MI c^ciaetoAiDaD DeGo en laatte fa paBCicacióiv íe este libio; á V. UwX DeDícaclo, puc\s ntá* c¡e una uet nvc anuncv á Itaxat' la bio* alafia DcC atan .salílíco e.spañoC ^. ^^Uatiano ^joAc c)e Xatta, \j- naá¿ De una nolicia In Gfioo láPica <xcí\ii incPulDa, en ¿u ricjui.Mma Inbliotcca íiictoía cncont taJa.s.
¿lln nueuo inolípo Df aaiaDfciiivicnlo fe tcnJtcx aceptando e.sicí DeDicalotia a^. c), e>.
'^//í^;^ ? íí^ Z G llaves .
oicviPícx, ^iiníoj 1898.
mmM^m^:
Kl nombre del grau satírico espnnol Don Mariano José de Larra, es de aquellos que no mueren nunca y que pasan de una en otra generación admirado por todas ellas.
Mucho se ha escrito, se ha comentado y elogiado aquel gran hombre; sin embargo aun no tenemos (que yo sepa) un esteuso estudio biográfico y crífico, que trate ampliamente del literato, de la personalidad y de la época en que vivió, con toda aquella importancia que merecen, cuando á otros que valieron mucho menos que él, se han dedicado volúmenes enteros, no escapándose á la diligencia de sus apologistas, ni siendo des- aprovechado por ellos, el menor detalle ni la más insignifi- cante circunstancia con el autor relacionado.
intentar esta empresa ha sido mi propósito al escribir este libro, que vana presunción sería decir que la he llevado á cabo, cuando bien se me alcanza, que ha de encontrar el lector no vulgar, más de un punto deficiente apesar de la buena volun- tad y la atención que he puesto en este trabajo, comenzado ha- ce tiempo con entusiasmo y seguido sin desmayo, por la admi- ración sentida hacia el primer crítico español del siglo X.IX.
Larra, es la figura más original, la que presenta un carácter más marcado, la que atrae con más inesplicable simpatía, de cuantas se agitan en el campo literario de España, en aquellos iiiíis, en que las con\uls¡ones políticas, los furores de una gue- rra civil y las luchas de ideas irreconciliables, transforman la nación v la reo-eneran on todos sus órdenes de vida.
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Aparece moJestameute el gran satírico, como adocenado |)oet:i cantando «La exposición de la industria española,» y «Los terremotos ocurridos en España» en interminables odas; brotan las primeras chispas de su ingenio peregrino en «El duende satírico,» en «El pobrecito hablador» y en sus anóni- mas revistas «El Correo de las damas; v desarrollándose luego en la novela «El Doncel» sus aptitudes de narrador; en los arreglos del «Roberto Dillon» y «El arte de conspirar, »sus con- diciones de autor dramático; y más tarde, cuando después de la muerte del último monarca absoluto, bríndanle con sus co- lumnas <^La Revista Española, >^ «El Observador,» «La Revis- ta Mensagero,» «El Español,» «F^l Redactor General» y «El Mundo,» desplega nse los grandes vuelos de su espíritu analítico, de su malignidad satírica, de su inagotable gracejo, bajo el cual, palpita siempre un fondo triste, un fondo amargo, reñejo fiel de su alma presa de tormentosas pasiones, agitada por el dolor y jamás tranquila
«Toda nuestra literatura picaresca — dice I^urell — renace en el ilustre autor del «Macías;» todo nuestro periodismo á la moderna, la crónica vibrante y despedidora de luminosas chis- pas, tiene su antecedente más glorioso en Larra; el pesimismo contemporáneo hállase igualmente contenido en Fígaro.»
Clarín ha dicho muy acertadamente: «Fígaro es mucho más moderno que la mayor parte de los escritores castellanos de su época; es más contemporáneo nuestro que algunos de su generación ó de la inmediata que viven ó acaban de morir...» Y en efecto: ¿quién se Mcuerda hoy, qué público lee los cien y cien artículos, de todos géneros que los periodistas coetáneos de Larra insertaban al mismo tiempo que él, en la «Abeja o ^El Álbum» «El Universal» «El Artista» ó «El Cínife?» Sin em- bargo vive y vivirán eternamente «El Castellano viejo,» «El
Ministerial,» «Las palabras» «El Hombre-globo,» «Nadie pase sin hablar al portero,» «La Noche-Buena, >> y tantos otros, continuamente reproducidos y hojeados siempre con delec- tación.
Juzgado con el mas alto elogio de la crítica ha sido el valer de Larra con escritor satírico y de costumbres, desde los qwe le trataron con la intimidad de Mesonero Romanos y Ferrer del Rio, hasta los que últimamente en determinadas circunstancias, han tenido que ocuparse de sus obras. Y si como autor dramá- tico y novelista, lo han discutido con mayor ó menor apasio- namiento, todos reconocen, al llegar al ingenio que trazó «La cuestión transparente,» «Vuelva usted mañana» ó «Las car- tas á su corresponsal en Parí?,» que ni entonces ni después, nadie le ha excedido en sal ática, en intención, cu atractivo poderoso, ni en el más sincero pesimismo, cual el de ningún otro, confirmado luego, por aquella trágica muerte á los vein- tiocho años de su agitada vida, á la que él llamaba, con acento triste, interminable cadena de males. En el arrebato de la pa- sión amorosa, pasión inextinguible, pasión devoradora, que se había apoderado de todos sus sentidos y que consumía su alma inflamada. Larra, coge con mano trémula la pistola del sui- cida y viene á aumentar la interminable lista de los que per- dida la esperanza de todo bien, se ahorran el espectáculo de la vida que, para ellos desgraciados, es un martirio, es una carga insoportable.
^i en las páginas que siguen he logrado presentar la figura del ilustre escritor, y evocar el cuadro de los dias en que corrió su agitada existencia, el libro tendrá de seguro quien lo aprecie en algo.
21 Junio 1898.
I.
El médico del hospital de Pasión. — Sus relaciones en el extrangero. — La invasión francesa. — El emigrado.- El h jo del doctor La- rra.- Su nacimiento, sus más cercan js }>arier tes. — líJstudios en Burdeos — La amnistia á los afrances \d( s. - B^egres- . - El cole- gio de S, Antonio Abad.— Algunas noticias de este c( ntro de en- señanza Estudios del joven Larra. -Recuerdos d colegio. — Primero i ensayos literarios Un invierno en Con lia. — Pala- bras de un autor.— El Colegio Imperial. -La reacción de 1823. —Cuadro luctuoso.- Documentos relativos á estudios.— Las cá tedras de Taquigrafía y de Economía Politica.— Más documen- tos.—Estudios en Valladolid. Suceso misterioso. — Lo quede él dicen dos amigos.- Algo que pudo ser.— Traslado á Valencia é ingreso posterior en los Reales Estudios. — Sus resultados.— Larra abandona las aulas.- Obtiene un empleo. — «La geogra- fía historial».— Una oda.— Recuerdo del rey neto.— La exposi- ción de 1827.— La oda de Larra y el concepto en que la tuvo su autor.— Una dedicatoria.
Entre lo8 doctores (¿iie de más crétlito ;L;ozabaii eii Madrid durante la primera década del si.úlo actual, es fama que podía contarse al doctor don Mariano de Larra y Langelot, natural de la coronada villa, persona ilus- trada y de bueníi. posición, que ejercía desde muclío tiempo el cargo de médico del Hospital de mujeres llamado. Hospital General de la Pasión, fundado hacia mitad de la décima sexta centuria.
Mantenía el doctor Larra, relaciones muy frecuentes C(»n algunos íiombres de ciencia eminentes, que residían en el extranjero y encontrábase en este número, el ilustre mahonés don Mateo José de Orfila, de quien era í^ran amigo y de quien dio á conocer mas tarde traduciéndola al castellano su célebre obra de Toxicología general que imprimióse en Madrid en 1H21. (J)
La invasión francesa de IfciOH, origen de tantas páginas de gloria en los 'lias de la guerra de la independencia, había de producir trastornos en la
vida del buen módico, como los produjo en la de todos los españoles por di- versas causas, y en efecto, habiendo aquél aceptado el cargo de médico de primera clase en el ejército del rey José I, al llegar los dias en que aban- donaron nuestra patria los invasores, vióse precisado á seguirlos en su fu- ga, pasando los Pirineos á principios de 1813, y llevando consigo á un su hijo, que apenas contaba cinco años, habido de su matrimonio con la seño- ra doña María de los Dolores Sánchez de Castro y Lasso de la Vega, natu- ral del pueblo de Villanueva de la Serena, en la provincia de Extrema- dura.
Aquél niño había venido al mando el dia 20 de Maj-o de 1809 y á las ocho y media de su mañana, en las habitaciones que en la Casa Moneda (calle de Segovia) ocupaba el padre del médico, don Antonio Crispín de Larra, Fiel-administrador de dicho establecimiento, y fué bautizada) en la parroquia de San Pedro, según las noticias que tengo por más auténti- cas. (2>)
En aquél lugar deslizáronse los dias de la primera infancia del niño al lado de sus padres, de su citado abuelo paterno, que le amaba entraña- blemente y rodeado de otras personas de la familia, como don iManuel Las- so déla Vega, Consejero de S. M. Superintendente de la Casa Moneda, y don Lorenzo Ijasso de la Vega, brigadier y director del Real colegio de Artillería de Barcelona.
Trasladóse como decía el doctor Larra á Francia. El j)uesto que des- empeñó durante siete meses en el Hospital de Burdeos, hízole detenerse en esta ciudad y dejando en un colegio de ella, al hijo, recorrió poblaciones tan importantes como Berlín, Strasburgo, Viena y Leipziz, volviendo á po- co al suelo francés, donde fijó su residencia en París, punto en que conta- ba con relaciones y elementos para ejercer la carrera y donde entre otras distinciones, recibió la de ser nombrado caballero de la orden de San Luis, habiéndolo sido antes de la de Leopoldo de Bélgica.
La amnistía que Fernando VII dio en 1818 en la que estaban compren- didos los que siguieron al gobierno intruso, trajo á la patria al afrancesa- do, que desde 1819 hasta 1821, fué médico del infante don Francisco, de ({uien logró captarse singular aprecio, como de él le dio muestras en no pocas ocasiones.
El colegial de Burdeos volvió también ala Península con el autor de sus dias, notándose en él no común precocidad, pues según cartas de fami- lia donde se consigna que á los tres años leía perfectamente, dícese tam- bién en otras de ellas, que á su regreso del extranjero hablaba y escribía francés, tan correctamente ó mejor que su nativa lengua;
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Era por eutuuecs el Seinliiario de las Escuelas Pías de íSaii AuLuüÍu Abad, centro de enseñanza que gozaba de noiubre. y á él acudían á ius- truirse los hijos de las mas distinguidas familias de la curte. Fundóse este colegio durante el reinado de Fernando VI, en 1755, estaba situado en espacioso edificio de la calle Hortaleza y como dato curioso, citaré que los alumnos pagaban la cantidad do diez reales diarios por su manuten- ción y estudios.
Allí matriculóse el joven Mariano José de Larra y conclu¡<la la pri- mera enseñanza en 1819, comenzó la segunda, con no poco aprovechamiento seguida, como se desprende, del siguiente certificado, cuya autorizada copia dice así:
— ícCertificanios los abajo firmados. ([])v. el caballero don Mariano de Larra y Sánchez do Castro, hijo de don Mariano de Larra y doña María de los Dolores Sánchez de Castro, seminarista que ha sido de este Real Colegio de Escuelas Pías de San Antonio Abad, ha estudiado en él los facultados de grarnítica castellana y latina, retórica, principios de poesía latina y castellana, ritos romanos, mitología, aritmética, álge- bra y g3oin.3ti'Í5 , • n aplicación y aprovechamiento, en cuyo tiempo ha sostenido lo.j e.xé]y. '•:s acostumbrados para pasar de una clase á otra, etc.; igualmente i> r loque toca á su conducta ha sido constantemente buena durante su residencia en dicho Seminario. -Y para que así conste, etc. — -Colegio de Escuelas i^ías He San Antonio Abad de Madrid, á o de Agosto de 1822. — Ambrosio .Romero de San Francisco, Vice-Rector. — Isidro Peña de la Concepción. Director y maestro de latinidad.— Eusta- quio Tónico de Jesús María. Vice-Secretario. >
Consérvanse algunas memorias de la permanencia de Larra en el Co- legio, donde dio princijdo su instrucción formal y por ellas sabemos, que á todo juego. prefería la distracción de la lectura, que rehuyendo la compañía de otros niños, alegres y bulliciosos, buscaba la de algunos de mas edad y de carácter mas pacífico, que solamente se permitía jugar al ajedrez con el hijo del conde de Robles y que nunca ó muy rara vez, ftié reprendido por sus )uaestros. como así lo aseguraba posteriormente uno de ellos, don Eustaquio Tónico, que murió á la avanzada edad de 98 años en la Casa y á quien se le oía con frecuencia recordaí" al ([uerido discípulo, ({ue así le llamaba eranciano.
- Era permitido á los colegiales de San Antonio Abad pasar á sus ca- sas dos veces por semana, jueves y domingos, y en aquellas horas trascu- rridas en el seno de la familia, el joven Mariano José de Larra, dio las [)rimeras muestras de sus aficiones literarias, pues tradujo al español de
_^ 14 —
una (ulieioii íVaiicey-a de la Iliada algunos fragmoutos de esta epopeya, y liay noticias de que también comenzó á traducir el Mentor de la Juven- tud y que trazó el borrador de un com])endio de gramática castellana, y un cuadro sinóptico de ella. ,
Poco ó nada valdrían estos escritos, cuando algún tiempo después hu autor, rompió las cuartillas y sold de ellos lia quedado un vago recuerdo sin datos, pero recuerdo digno siempre de consignarse, por ser las primi- tivas manifestaciones de un hombre (pie tanto había de brillar en las letras de su siglo.
El año de 1822 el doctor Larra y Langelot fué nombrado médico titu- lar del pueblo de Corella en la provincia de Navarra, situado á la margen del Rio Alama, á tres leguas de Tudela. Corella era por entonces población de unos i.fUt) habitantes y según escribía poco después don Sebastian Mi- ñano en elogio de aquel lugar «la hermosura y la disposición de la ciudad es digna de mucha alabanza y son acreedores á ellas sus naturales, por la laboriosidad é industria en que se dedican al cultivo de su abundante sue- lo (3j.»
A tal punto trasladóse j^ues don Mariano de Larra con su esposa y su hijo, quien suspendió durante el invierno de 1822. á 23 sus estudios oficia- les, si bien los siguió con más ahinco particularmente, tanto, que según don Cayetano Cortés «todas las noches las pasaba consagrado á la lectura y los ruegos de su madre le obligal>an solo á retirarse á dormir á una hora muy ít^•anzada...»
En aquellos meses, volvió á hacer algunos ensayos literarios, cosa de peco valer, como es de presumir, y cuando al fin de la primavera aban- donó la población navarra y regresó á la corte, trajo consigo no pocos escritos suyos que modestamente y casi con rubor ocultaba á los ojos de todos.
Catorce años había cumplido Larra, cuando deseando el autor de sus (lias siguiese una carrera que le asegurase brillante porvenir, le hizo in- gresar en el Colegio Lnperial de la Compañía de Jesús, donde comenzó el estudio de las inatemáticas, en Octubre de 182B.
Di as eran aquellos para España en los que he de detenerme un instan- te, pues sin duda alguna, los tristes sucesos que se verificaron, debieron herir vivamente la imaginación del joven estudiante, siendo tal vez la ba- se de sus futuras opiniones y el germen de las ideas que luego tan hermo- samente expresó con la pluma.
Cádiz, la culta Cádiz dentro de cuj'-as viejas murallas había nacido la liliertad en el Código de 1812, acababa de ver destruir el edificio cousti-.-
Micional. dundu cu ciijUnlla df>áiiiic</i(>ii. j>j-iii<-i|)hi a In rPHCfiou roli«¿^i<»sa y política más espantosa que ha presenciado nuestra patria, y de la qne es difícil hoy darse exacta cuenta.
Como hambrientas fieras cayeren los al>s(dutistas soIm t- iojs vnicidos U- Ijerales después de la publicación por el pérfido monarca de aquel mani- fiesto, fechado en el Puerto de Santa María el 1^ de Octubre de 1828, en el ijue dijo:«son nulos y de ningún valor todos los actos del gobierno llamado constitucional (de cualquier clase y condición que sean) que ha dominado á mis pueblos desde el dia 7 de Marzo de 18*20 hasta hoy... declarando co- mo declaro, que en toda esta época he carecido de liberfad, obligado A sancionar las leyes y á expedir las órdenes', decretos y reglamentos que t'ontra mi voluntad se decretaban y expedían por el mismo gobierno. ■>
Por mucho que se recarguen las tintas al pintar los horrores de a(pie- Ihi reacción sangrienta, por mucho que la pluma se esfuerce, no es fácil presentar á los ojos del lector en breve espacio, la realidad tei-ril)lo de aquellos acontecimientos. ■ ■ ■•.
Hablen las colecciones de la Gaceta, donde se dá cuenta diarinr-de la« \iciimas ahorcadas y fusiladas, donde se insertan aíiuellos tremendos fa- llos de las Comisiones Militares. \' donde se insulta con los más denigran- íes califif-arivos á b)s liberales: hablen aquellos Decretos y Reales Ordones por las que se suprimí n estudios, se cierran establecimientos que contri- Iniían á la cultura del país, se despoja de propiedades, se prohiben libroR y periódicos, se restituyen todas las cosns al estado en que se ejicontra- l^an al proclama.rse la Constitución, hablen, en fin. los doi'urneutos (pie se <tonservan en archivos públicos y particulares, las memorias, relaciones, cartas y noticias de los contem])oráneos. los o])jetos que gnai-dau coler- cionistas y museos y todo ello dirá más, muclio más (]Uo ruautn pueda la más valiente y desapasiouíula ])luma esciibir.
Época ignominiosa, manclia que afea y afeará eternamente los ana- les de la España del siglo XTX; afios teri'iblps aquellos eu quf era un cri- men pepsar, en que al ciudadano le estaba vedado euiitir ideas pnias y li- bres, en que se vivía á merced del capricho de un déspota, en que los ce- ladores V espías, recibían premios oficiales, y las turbas feroces robaban y asesinaban á las gentes, ó los gritos de viva la religión y viva el rey ab- soluto,y el patíbulo se alzaba á diario en todas las ciudades, para inmolar á los que no habían 1oo:rado (-iniorm- á oxtraujoros país.'s. abandonando la • 1 esdi ch ada patri a . . . .
Ingresó como decía más arriba don .Mariano José de Larra, en el colé- ..JM <ie .Tp<nít;.<. flniídí' i^í-m. Mn.-ci.'. Icistíi mediados Ao \H'2\ v del resultado
- í<í -
(le l(iK eRintlio.^ quf «larauro nei,^ mo.scs siiínió, dá pi'ueba ol siüiuiente do- f'iunenio que copiado á la letra dice:
<'0omo Secretario de los estudios del Colegio Imperial de la Compa- ñía de Jesús, certifico: que Don Mariano José de Tiarra, natural de Ma- drid, se matriculó y asistió con puntualidad y aprovechamiento á la cáte- dra de matemáticas de estye Colegio, estándola desempeñando don Mi- guel Dolz y que ^anó el curso que empezó en 18 de Octubre de 1823 y con- cluyó á fin de 1824, según todo consta de los libros de matrículas y cer- tificación original del mencionado profesor, etc. — Madrid 3 de Julio de 1824. — El Secretario, P. Diego de Harristori. —Visto Bueno. — Francisco Javiei- Ronzas. Director del Colegio Imperial hay un se- llo, i
Al mismo tiempo que las matemáticas, el aj^rovechado alumno, había cursado con lucimiento la asignatura de taquigrafía, que explicaba el pro- fesor don Francisco de Paula Martí, y la de Economía Política encar- gada á don José Antonio Ponzoa, en la cátedra establecida entonces en la calle del Turco, cátedra puesta al cuidado, la ])rimera }' fundada la se- gunda,por la real Sociedad Económica de Amigos del País, benéfico cuerpo que databa desde 1775, en los di as del ilustrado monarca Carlos ITI, á quien tantos beneficios debió Espaiia.
Acredita el resultado de los estudios de liOrra en aquella época, los dos certificados que le fueron expedidos y que á mi juicio merecen pu- tdicarse.
El primero cis orno sigue:
«D. Francisco de Paula Martí, de la Real Academia de San Fernando, Socio de mérito de la Real Sociedad Económica Matri-ens^j, catedrático de taquigrafía destinado por el Rey para la enseñanza pública de este ar- te en Madrid, Certifico: que en el curso de la Taquigrafía de mi cargo que dio principio el 1.'* de Septiembre de 3823. f<e matriculó don Mariano José de Larra, natural de Madrid, de i;") años de edad y que estudió la parte técnica de dicho arte, que concluyó el dia 2<) de Noyiembre del mismo año y continuóla práctica, que empezó el dia 1." de Febrero del mismo año y concluyó el curso en el último de Junio con aplicación y aproyecha- miento. — V para que conste, etc. Madrid 3 de Julio de 1824. — Francisco de Paula Martí, — Vicente Villanoya, Secretario.»
El segundo documento está concebido en estos términos: «Don José Antonio Ponzoa y Cebrián, Académico, etc., etc., y cate- drático de la Real de Economía política de esta corte, bajo la Real Socie- dad Econ«'>mica de la misma, certifico: que don M. J. de Larra, natural de
— 17 -
M.i.^i - ,.;. iM .11 iurnpo r.portniío parn osíY1(ii;ii' rl . nrso df Economía
Política de lii Ken! Cútedrit do vni onr¿;o, qno jtrincipii') en '1 de Noviembre «leí año pnixiirio pasado, y terminó en 15 de Junio del presente. Ha asisti- do con puntualidad á las lecciones 3^ ha estudiado con aprovechamiento el ii'atado completo de Economía, por la obra de Juan Bautista Say, que es (1 desio-nado por S. M. ])ara texto de la cátedra. — Y á lin, eto, etc. — Ma- drid 5/1'.^ Julio de IH'21. — José Antonio Ponzoa.— Visto Bueno. — Antonio Sandiiilo de Arias. Presidente de la clase mas antigua.»
Durante el otoño del citado año lie* 18'24, encontrábase ejerciendo su facultad el doctor Larra y Lan.^'elot, en la ciudad de Valladolid, y á ella arudi('i su hijo, decidido por entonces, á lo que parece, á seo;uir la carrera do leyes, por lo cual se matriculó en la Universidad vallisoletana, estu- diando en ella l(\o;ica. metafísica, aritmética. álo;ebra. ííeométría. í^rieí^o y botánica.
Pruébanlo asi estos documentos:
«O)mo substituto de la cátedra de ^-ríe^^'o y botánica de esta Universi- dad de Valladolid, certifico: que d(ni M. J. de Larra fué cursante en elltv, etc. etc. — Vallad(did 20 de Mayo de 1825.— Dr. José Hervás.— Visa- do: Rector.— Dr. Macho.»
«Como sustituto que soy de la cátedra de matemáticas y perteneciente al primer año de filosofía de esta Real Universidad de Valladolid, certifi- co: que don M. J. de Larra, cursante en ellas, níitural de Madrid, Diócesis de Toledo, ha asistido en clase de discípulo con exactitud, apli<^ación y a])rovccliamiento, desde principios del curso de 1824 á 1825. hasta el dia 20 do Mayo de este, estudiando .en ella las matemáticas puras, á saber: aritmética, álgebra, geometría. — Y para que conste, etc , <'tc. — Valla- (Idid 20 de M;l^■M <).. 1^25 --Bachiller— ^'^''^omoz. — Visado: Rector.— Doctor Macho.
«Don Pedro Alcántara Basante, Escribano' de 8. M., Vice-SeCretário- del (^^láustro de est.a Heal-Cnive-rsidad de Valladolid, certifico, doy fé.y verdadero testimonio^ que don J. M. de Larra, natui'al de Madrid, diócesis <lo Toledo, habiéndose matriculado en este genero-l estudio, tiene probado un curso que es ti de lógica, metafísica y matemáticas y lo gan(.'> de 1824 á 1825 como así resulta del acta de pruebít^ en corporaciones de cursos de la. referida facultad y folio etc.-, etc. Valladolid 27 de Noviembre de 1825.-- D. Pedro- Alcántara Basante. -Vice secretario. —Visto: Rector,Dr, Ma- cho.— Doctor Maestx'.o: Graciaj. . ArchivBCO»'>
He creído de interés la reproduGcionde estos y • los anteriores docií- menios, no solo poi* Jiaber pejima^uecido Juista ahora inéditos, ñno porque
3
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üi.t.-^iiaii cu giiiii línuví.t. «Ml\- üñort df lu villa do i,;ui... ,-'.i.i> l.i -i-i.- i. ri rápidamente; han pasado ha^sta aqiu' .sTis blógrai'o8.
Por cierto que la rnoyoría de ellos hablan al lle'^-ar .i »«sr;t ópo'-.t de rm Buceso misterioso que vino ', :;i';'air.eu gran manera en *;i c-íuílcu-v del ,}<'•- ven, hasta entonces ta . ~ r»l estudio y que de tan bellas cualida<h\s ha- bía dado muestras. ':■■-•■ n . ip+prio^o lo lie llamado y tal iicmbre morere. dada la manera que de ocn,' ir.o dt? él tiene un amit¡;o dr- T.arra, D, Caye- tano Cortés quien escribió ¿ ebty propósito.
'<'~lon este aconTcciiu'eniu su caráoler varió com]deiamen(o. de niau
estudioso y amante del saber, j.'oco confiado, vivo y ale^-ro como su edad i'equeria, se hizo sospechoso, trisi o y reflexivo como si fuera uu hombr?^ hecho, una persona muy allegada á nuestro crítico, pretendo que sus sen- timientos fueron tan proíundamente afectados que esta fué la primera vf/.- de su vida que le viú llorar sin cousuelo, y aun pretendo quo tle aquí vi- nieron todas sus desgracias. (4)'>
Excitan desde luego la curiosidad, e] caso del que nada puedo aF.adii- por la índole tan privada de el qive parece ser, pero teniendo en ruenta la persona de quien se trata, y habiéndola estudiado un poco, inclinóme desde luego, á la opinión emitida por don Antonio Ferrer del Rio, amigo también de Larra, y que dijo al tratar de este particular con muy buen sentido.
«Calculamos nosotros que á los diez y seis años toda la desventura qu*- puede oprimir á un mancebo no falto de medios de subsistencia, se reduce: llorar el desden, la inconstancia ó el desvío de una hermosa, o!)jpto do sus primeros amores: también concebimos que un lancf parecido á esir- produjera en Larra, no un cambio total de genio, sino un rápido desarrollo de su carácter sombrío, una terriblo explosión del volcan do sus pasio- nes. (5)
Breve hay qite ser en este punto, pero solo diré qu*- á ini prematuro amor contrariado fue la causa de la desventura que afligió al joven, hay qus reconocer la influencia deci.siva que tuvo en sit corazón. De qur- en el ardía estraño fuego, de que en él se agitaban de continuo deseos indoma- bles y vehemencias sin límites, hartas pruebas dio más tarde... ¿que mu- cho si la inteligencia estaba desarrollada por el' estudio y la aplicación que aquél desengaño despertara en el pecho dormidos sentimientos y pro- dujera sensaciones que jamás habían ys, de borrarse?
Por causas que se ignoran^ Larra pasó de Yalladolid á Valencia, don- de parece que estudió algunos rae»*?s, pero éstos no debieron ser muchos, pues en Octubre de 1B25 se encontraba de nuevo en la cóüte A donde había vuelto llamado por su padre, y á poco de la llegada se matriculó en las cá.
- 1§-
tedrae de los Reales Estudios d© Sau loidro, situados entonces en el mis- ]uo colegio Imperial de los jetíuitas que a*r más arriba dejé citado.
Tenían los Realeo Ej^tudios^ claseí* de historia y disciplina eclesió.yti- > a, metafísica y ílíoaofia moral, fí>iica experimental, lógica, lenguas he- breas, árabe y griega, humanidadeni y latinidad, y eran individuos de U compaüía de Jesúy, lof:» eucar,eadoH dn h enfíenanza desde su fundación en 1625.
Larra curbO la.-^ asiguaturab de íísíca y <iuimica de 1825 á 1826. seomi lo prueban estos dos certiñcadoB.
<Como Secretaria etc.. certifico: que don M. J. de Larra ; natural de esta Corte, se matriculó y aoistió con puntualidad y aprovechamiento á la '."átedra de física experimenta! de e.8tf> Colegio, estándola desempeñando el padre Ignacio Uomila y que habiendo 8Ído aprobado en segundos exá- menes, ganó el curtío que empezó en 18 de Octubre de 1825 y concluyó en iin de Junio del presente año, según to^o consta de los libros, etc.— Ma- diid 1.'' de Julio de 1826. — Luis de iSegura de la Compañía de Jesús. — Lído. — V.- B." José Gallardo.» ^Hay un sello con las armas y un letrero que dice Estudios Reales de Madrid.)
«Como Secretario etc., certiñco: que don Mariano José de Larra, na- tural de esta Corte, se matriculó y asistió con puntualidad y aprovecha- miento á la cátedra de lengua griega de este Colegio, estándola desempe- ñando el padre José üacjteller y habiendo sufrido exámenes generales y públicos con arreglo al nuevo plan de estudios: ganó el curso que empezó en 18 de Octubre de 1825 y conclmó en Junio de este presente ano, según todo consta de bjs libros de matrículas y certificación original etc. — Ma- drid 1?> de Junio do 1826. --Lui^( de Segura de la Cojn|iciñía de Jesút^ Se- rrptario. V.*» B.*» José Gallardo Rector.» 'Sello-.
En este año parece que terminaron los estudios unciales de Larra y sin que pueda asegurarse á que debieron su suspensión, es lo cierto que aban- donó para siempre las aulas y en los comienzos de 1827, algunos ami- ■ios de su padre proporcionáronle un empleo del gobierno, en cierta oficina, emjdeo que desempeñó como pudo y tardó poco en renunciar á él, que no liabra nacido íMertameiite aquella inteligencia, par?) aplicarse al rutinario ie.qiacho de expedientes, ni para sepultarse en la oscura dependencia de un ministerio ó un muni<*ipio. donde la vida se desliza en una monoto nía desesperante, donde cualquier necio envanecido gasta ínfulas de per- ón aje: donde el padrinazgo y la adulación dan lotí ascensos y donde todo ' nanto rodea es pobre, mezquino } adocenado..,
iVjodc aquellos etcritos hov perdidos qu« «1 joven Larra ^vazó. lle^'^ado .
de sua f\tick)!ies literarias .en.4,l ua(^ieo^.e:i,-(Uirauté -s'i 'pe-rmañeucia en:.el-. colegio, había vuelto en diver.sas ocasiones á ens¿t3'ar sas fuerzas, emprenr. diendo en 1826 un trabajo q iza superior á sus conocimientos de entonces, Tiibi'.jo qiití no llegó á ver la ''-z úb'ifH, y qu^^ hoy se conserva to'l^fvía
Fué este un libro titula-lf <iriM>j)^ rafia Historial española .rO) es-- crito en muy medianos versos, dividida por partes, donde cada una abar- ca la descripción de una pr-ovjiicia, coa sus lugares mas M'^taldo;, sus mo- numentos, tipos, liedlos principales de su historia, ftc,.
Nadie, que yo se[)a, baldado noticia de semejairté producción, cun'^ original aun existe, y así mismo tampoco be encontrado dato alguno en los biógrafos de otro trabajo que escribió poco después, el cual fué impreso en un folleto y tengo }jara mi, ser lo priiíM?ro que el joven Larra dio á luz. Titúlase Oda A la Kxpo^icion de la iiidiií^tria et^paíiola del ai\o 1827, [7) exposición que se verificó en Madrid por la iniciativa y actividarl del entonces ministro de Hacienda don Luis López Ballesteros, v que lla- mó no poco la atención de las gent-es, que desconocían aquí esta clase dn concursos tan extendidos hoy y que tan buona piitebu^ «fr.'c.vu dn la .;uirti ra de los pueblos.
Y á este pro|)ósito recuerd) que Mesonero Romanos réiata una anécdv»j.a muy curiosa sobre la tal exposición y que pinta la época con adniirMldf* pincelada. • :
«Celebrábase — dice — la exposición, en las estrechas y inez(juinus salas del conservatorio de artes (sitio en la calle del Turcoi y era tan pol)ro }' desconsoladora, que más que exposición pública, semejaba el interior »'• trastienda de algún buen almacén. Invitado... Fernando VU á visitarla oficialmente, presentóse un dia en ella^^^iendo recibido y acompañado en la visita por el ministro Ballesteros y el director don Juan López Peñal- ver, los cuales cuidaban de hacer presente al monarca los adelantamientos de nuestra naciente industria... Todo esto lo escuchaba Fernando con aire distraído y fijándose solo de vez en cuando en los objetos más hala- dles, hasta que llegados que fueron á las salas donde se ostentaban los te- jidos de las fabricaciones catalanas y redoblando entonces el ministro y director sus esfuerzos para llamar la atención sobre ollas, contestó desde- ñosamente.
— ¡Bah! Todas estas son cosas de mujeres.
Y precipitó su salida para Irse á dar uii paseo por el Retiro, dejando á Ballesteros y á Peñalver encogerse de hombros y dirigirse una mirada harto expresiva, que «iueria decu': j Qué rey! (^8,!^^
- il -
Cantó pntnsiasmado el joven Larra aquel certamen, ensalzando la j^roftperidacl do la nación, sus e«faerzo« par engrande^ersí^, la importancia de los irodiKtos q-ip presentaban las provincias, y los bienes que la paz bi- nhfch rn dt-r-^fimn sobre los pueblos cultos, industriosos y am^intes del tiab.j 'n:<' ! í)ri(juHí-e y elev;i, expresándose así en estas estrofas. ' ' '
....Todo corre y í^e afana, suda y vence
} a esparcen las artes industriosas
y á .-^'.1 voz obedecen los bosperios.
El val-'^nciar.o astuto, el de Cantabria,
el catalán constante,
el nob'e castellano, el fiel navarro,
el ftierto aragonés y astur fornido,
el oue bebe del Betis
y el que en torno incansable baña Tctis.
Oyese al lejos el golpear continuo
del hierro sobre el hierro y á Vulcano
en grueso yunque descargando el braz»»
tiznado hundir «1 hueeu pavimento.
La bulla en los talleres
anuncia los trabajuí> presn rudos,
y la limti, la rueda y el martillo
y id rechinar del huni»
Ib^iiaii de alcirre ruido .su (^onloruo. . .
Por esta muestra j)t>di*á couucer el lector el estilo de la oda do Larrn j h1 curte de ella, pin-u original ciertamente, y en la que no sobresale ningún arran«iu«, ni se encuentra ninguna nota reveladora del genio poético. Tra bajados son los verso.s: pocos de ellos corren con fluidez, la inesperieucia (jue algunos trozos acusa es bien clara, y el conjunto no pasa de ser algo afectado y un tanto premioso.
Pero ¿qué podía más exigirse á un joven de diez y seis años puco más cuyos gustos literarios se formaban entonces? La oda á la Exposición con los defectos y todo que en ella se encuentran, paróceuie por otra parte preferible á otias composiciones que al mismo asunto dedicaron por aque- llos dias, varius poetas de la corte, que tenían Cama y que entonces la jus- tificaron bien poco ciertamente.
Aiios después, Larra tuvo un recuerdu |iara sus versos de lb'J7 que dc- muestia cuan poco lus apreciaba, puea al ju¿i:ai un drama de Diai escri"
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bió. «...,. daremos al autor ua cjusejo qao ooBotros lo recibimos. ... á pro- pósito de uüa mala oda que. el demouiü tentó i pubjca»*.^^
Antes de terminar esto capitulo no quiero pasar en silencio nnn uota ^8Ímpática que aparece al íVeute del folleto que contipua la oda: La de- dicatoria. Quiso Larra dedicar á los autorefi du sus dias aquel a produc- ción primera que daba al público, y escribió estas cinceras fialsbras.
«—A mis Diay amados padres. — Muchos hombres uo son d^udcreri á loe que le dieron la vida, bíuo de una existencia > sobre la cual tal vez de- bieron llorar: felizmente yo no me encueiifro en este liútnero, y h\ vida es acaso el más psqueüo de los dones que os debí: inútil y aun gravosa me hubiera sido aquella sin estos: el amor á mi patria es de los primeros quo me habéis comunicado: por lu t-nuto creí de mi deber, ciifindo el amor á la patria me arrancó eu un momento 'lo entusiasmo algunos sonidos de la lira que tímido pulsé, acordarme de aquellas dos personas á quienes debo los sentimientos que la profeso, Otros mendigan la sombra de los polenta dos: yo no me contento cun tun poco: busco la de la virtud, y esta me bas- ta. En vuestro regazo aprendí á quererla y tal vez á prufesarla: en ella nació en mí el amor a mi suelo: justo es que recojáis las primicias de un fruto que habéis sembrado y que habréis visto nacer cuandr> un mismo te^ cho bacía de tres voluntades una sola. Recibid pues lo que de *jus<icia os deben mi agradecimiento y mi inextinguible cariño, insepprables t-utram bos de aquella sensibilidad du que me precio, que también habéis sabida' arraigar en mi corazón, y <}Uo estimo es el mayor do Ioh bitai leí-
dejar á \'. H, H. -llariaiio Joí*é de Larra.'
E»tndioN no Negnitlo^.— DeoiHion i>or el cultivo «le lan letraii.— «El Dneiule Hatírieo.— OeaNion en que vio la luz.— Pa- blicacioiies de -lladriil en IHse8á9.- Folleto» y libro».— Pri me i'o«^ trabajo» en <Fil llnende. >~ l^a »n»pen»ion. — Larra vnclve A enltivar le poesía. -Lo» terremoto» de 18íá9.- Vna oda. — Un jnicio. ~KI dnqne de Fria» y nu tertulia literaria. — Persona» que á ella eonenrrieron.— Larra dá á eonoeer alguna» eoni|»o»íeione».~<'a»aniien- to de Larra. ~lJn romanee al duque de Fria».- Kl eomi- »ario de Crnxada Fernandey. tárela. - Proteeeion que l>arece pre»to á Larra.— Otro romanee.- \'er»o» Á algu- no» personaje» de aquel tiempo.- liO» poeta» de eirenn» tanda».— I na octava real y un »oneto. La corona poé- tica á lu línquesa de Frías.— Autore» que en ella cola boraron. — lia «Elegía» de Larra.— Rossini en llatlrid.- fin recuerdo del gran mri»ico.— I'n párrafo de Alareon. Ver»os perdido» de liarra. — Re»iimen del juicio de Larra como poeta
Dijo ya ruuio ijarra abandonó \o^ estníücs que liar^tíi entonces había Begnirlo, y oliteniendo un empleo, cnmn abandonó éste también, qnedanda en circunstancias bien extrañas sin haber conclui^.o carrera alguna, ni contur con fj.-rcicio que le asegurase e? porvenir Tenía entonces Ift anos, y animado tal vez con el éxito que en reducido é indulgente círculo de per- sonas, liabíii aícr.nzado la oda A la jFxpo»ieion al mÍ8mo tiempo que arrnstrado por vocación irresistible, decidió, bien en contra déla voluntad de su pudre, IttiiztrBe á escribir para el publico, sin cuidarse de volver á las aullas.
A tal determinación contribuycroa mu}- mncíio, algunos amigos jóve- nes como él, dados al cultivo de la poesía, con la cual soñaban adquirir imperecedero nombre y fama, que le?? sacase de aquella oscuridad eo qu© basta entonces sus nombres yacían eavueUos.
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í.oB triuní'oH lilerarlr>s, las i'p!a<viúneM y f-l i)i'e,sligio .|ue, estos suelen dar, atraen poderosameule y sedacon lan imaginaciones juveniles, hacien- do nacer en ellas, atan invencible de trabajo, actividad incansable y cuanto puede reunirse para lograr un fin. Por tal hemos visto en muchos hombres, que las mas famosas de sus obras se han ¡producido en l¡i primera época de la vida, porque entonces su imaginación conservalua todas las frescuras, la voluntad que ponían era de hierro, la atención en el trabajo grandísi- ma. No pocos ejemplos pudiera citar, pero por no extraviar el principal objeto no lo hago, y por [jasar ya á consignar que en el mes do Mayo de 1H28, Larra daba a luz el primer cuaderno de una obra peri<!»dica titulada t)\ llnende !satírÍ4M> del dia, cuyo lema eran las siguientes palabras de Bolieau: lie» HO|tí8e!^ dii leiii|iK Je eoiiipoMe iii^ii Ael (9t.
^;Eran aquellos dias apropósito para dar al público un periódico, y éste de sátira de costumbres? ¿Era aquella ocasión para que un novel escritor se distinguiese obteniendo el aplauso de numerosos lectores?... Ciertamen- te que no: la literatura y la prensa es[)ariola atravesaban en IS^S y 29 una crisis artictiva. Aplastada por la mano del despotismo, la libertad de emi- tir las ideas, y su pi ¡mido desde los comienzos de la reacción, todo papel periódico ¿qué podía hacer el joven Larra al dar comienzo á su vida de es- critor y periodista? ¿de qué le sería permitido tratar? ¿cómo desplegar su mucho ó poco ingenio en tan resbaladizo terreno?. .
Hojéense los papeles que veían la luz en Madrid (> (uera do la corte por aquellos dias, y se verá hasta donde estaba al hombre consentido ha- blar en ellos. (íiV FJ l'orreo literario y .'üercaiiiil llenaba sus pági- nas con insulsos trabajos de Peñalver y Rementeiin, ó con traducciones de Bretón de los Herreros y del célelüc Carnerero. El afinado tal enal es, que publicaba don Pedro Martínez resultaba lo inás anodino que puedo díirse, y la Gaceta que alguna vez so permitía insertar tal cual artículo literario, ó revista do paternidad francesa, cnm|>onían t^'^da la f-rensa de la capital de lasEapaíia, sin que por nadie, se pr-'C^rase '"lar ¡¡nonlso á esto valioso elemento de civilización, del t|iv»- uatur almenti' el absol-ttisnio era enemigo irreconciliable.
Pueff'no le iba en zaga á la prensa otro llenero de publicaciones por los •lias en que apareció FJ Duendo 8atfrieo. Así en los años 1828 y 29 es grande el número dé libros, folletos, cuadernos, hcjis luiuües y ridiculas, de infirao mérito, y algunos indignos do la rnás levo cstunucjon. Ea aquel matorral de impresos en tales meses, solo se encutntra de verdadero mérito producido por las prensas madrileñas, el primer tomo de la Colección de Homaneeros de don Agustín D^irán, la ]íoticia de los arqnitec-
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tos de Llaguno y Amirola con ilustraciones de Cean Bermudez, tal cual memoria de la Academia de la Historia, ó tal cual estudio que luego llegó á su terminación ... (11)
Acogió el público aquellos folletos do Larra con indiferencia al prin- cipio, pero luego comenzaron á llamar á no pocos la atención los artículos que llevaban el epígrafe de Cartas del l>nende y en los que se revelan los primeros rasgos de aquella inimitable pluma que había de trazar, las C-ai tas Á Aiidréi^ ^Kiporesas y las de Fíg^aro ú, sn correHponsal en París.
Salía á luz El l>neii(le Satírico sin dia lijo, incluíanse en cadn número diversas materias, algunas por completo agenas cá la índole del periódico, y no debió ser grande la tirada que del papel se hacía, á juzgar por lo rara que son hoy las colecciones de dicha publicación, qne alcanzó al número 5.
Era de presumir que el éxito de Kl Duende httbía de ir en au- mento, dando con él mayor voluntad al joven Larra y animándole á seguir el camino que había emprendido, pero no tardó en suceder \o que era fácil que en aquella desdichada época ocurriera.
A pesar de lo suave de la sátira, y del tino con que era manijada, á pesar lo embozadas que iban las alusiones á personas y cosas, á pesar de de las protestas continuas y de la habilidad desplegada para ocuparse de ciertos asuntos, no faltaron personas de valimiento que considerando nada menos que peligrosa la existencia del Duende, interpusiesen su i: flujo con el gobierno absolutista y éste, ordenó la suspensión del periódico cuan- do apenas llevaba año y por medio de vida; esto se hacía el mes de Agos- to de 1829.
Con tan menguada sueite, con resultado tan poco lisongero inauguró Larra su carrera de escritor, en la que se prometía ciertamente mejores éxitos y por la que ac?.baba de abandonar otra de verdaderos y positivos resultados.
Así no es extraño que tal vez desalentado de su primera tentativa, volviese á dedicarse al cultivo de la poesía y en el mismo año de 1829 im- primiese una nueva oda dedicada á los terremotos que acababan de ocu- rrir en las provincias de Valencia y Murcia, y escribiese también otras composiciones m verso de género ligero como letrillas, epigramas, roman- ces, etc., etc. (15Í).
A excepción de los versos del Iflacías y de El Conde Fernán iiionzalez fdrama nunca representado), todas las poesías que existen de Larra, fueron hechas por el tiempo de que voy haciendo referencia, y por
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tal aquí, deben juzgarse, teniendo siempre en cuenta que el autor no habí^ nacido cie^ tamente para expresar sus sentimientos en el bailo lenguaje de las Masas.
Fueron de gran importi;ncia y causaron no pocas víctimas los terremo- tos ocurricios en 21 de Marzo de 1829. Pueblos como Aimoradí, Rafal y Torrevieja, quedaron desti-uidos, y es muy útil para tomar idea de aquella catástrofe, repasar algunos folletos que por entonces se publicaron, donde se encuentran toda clase de detalles. (13).
Grande era entonces í 1 número de poetas de circunstancias, y no es extraño que se hr,lle número grande también, de elei^ías, odas, poemas, ro- mances, etc., dedicadoi.^ al r?unto, sin que ninguno de ellos (ó al menos de los que he visto), ofrezuan á la verdad mérito extraordinario, ni traspasen los limites de la medianía. ri4).
En ellos se encuentra también la composición de Larra, de la cual ten- go á la vista uno de los ya raros ejemplares. (15).
Consta la oda de 574 versos, y como muestra de ellos copiaré este frag- mento, donde se encuentra algo apreciable. El autor, pintando los horro res de la catástrofe, decía;
Gime el anciano sobre el yerto anciano,
llora el amigo el insepulto amigo.
El hijo pequeñuelo
tendiendo al pasajero débil mano,
pide el amparo y paternal consuelo
y el regazo materno, que enemigo
el volcan le robó: la casta esposa
del adorado dueño despartida
en el dolor sumida,
lenta fallece cual cortada rosa.
Como idumea palma que la cresta hacia el Olimpo con orgullo enhiesta, si el huracán furioso corre implacable y fiero, el seno fresco, hermoso, á la truncada compañera al punto vase el verdor lozano marchitando, y mustia muere la cerviz doblando.
El gallardo mancebo que anhelante al lecho intacto de escondidas flores
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sa pudorosa amante, virgen conduce en plácidos amores donde apurar espera los placeres, el abrasado pecho, encuentra solo tumba fatal con despiadado dolo.
No ya ornado de rosas, que en su lugar le ciñen lúgubres ramas de ciprés funesto, las sienes amorosas }• la estancia anhelada trocó en sepulcro con su amor y amada.
Congojosa en las ruinas tierna madre, el fruto de su amor entre sus brazos oprime con exánimes abrazos, y el hijuelo alimenta del resto infirme de su escasa vida, y de la sed fallece, y ya no alienta y grita, por el ámbito sonante retumba el eco de su voz no oida.
Muere, y el tierno infante en lágrimas inútiles deshecho sobre el cadáver gime, 3^ del exhausto pecho la muerte solo ponzoñosa esprime.
Tímida virgen temblorosa y pura aquí dudando entre el feroz amago al padre anciano que miedoso sigue lejos conduce del fatal extrago por incierto camino, á la merced vagando del destino.
Antígona piadosa el muro alzado de alta Tebas huyendo, así también un dia, al padre mutilado la horrorizada patria discurriendo de la sangrienta mano conducía.
Así también Eneas, de las llamas á la futura Roma libertando en la frigia ribera, el padre encanecido espaldudo á las naves condujera... >;
Al ocuparse de esta oda paréceme quo anduvo injusto Pérez Gal dos, cuando dijo en el tomo de sus Episodios Nacionales al trazar la figu- ra de Larra, «Por mucho tiempo fué objeto de risa y chacota, su oda á loa
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terremotos de Murcia, que es de lo peor fj[iie en nuestra lengua se ha es- crito....»
Trabajados son los versos de tal composición, recargada en sus princi- pales estrofas, de muchas referencias inútiles y sobradamente duros algu- nos trozos: pero do esto á merecer lo que dice el ilustre novelista va por cierto gran diferencia.
La oda de Larra no sería muy aplaudida, pero ella le hizo entablar relaciones que después le sirvieron, con algunas personas amantes de las letras, entre las que se contaba el Duque de Frias á cnya casa fué Larra presentado poi- un joven compañero suyo de estudios, don Ventura de la Vega, quien le animó en no pocas ocasiones á emprender trabajos litera- rios, de más importancia que los que hasta allí había hecho, reconociendo desde luego las grandes aptitudes de su amigo.
El Excmo. Sr. D. Bernardino Fernandez de Velazco, Duque de Frias, cu3^a ilustración y generosidad le hacían ser doblemente estimable, era muy dado á la poesía y escribió algunos sonetos y odas, como El llanto de un proscrito y A la muerte de Felipe II que fueron muy elogiados por sus contenipoi-áneos, habiéndose más tarde publicado sus obras completas por la Academia Española. (16)
Keunía el Du([ue en su casa de la calle Rejas, una agradable tertulia de hombres ilustres, ya por su alcurnia ó ya por sus talentos, y eran de ella concurrentes asiduos don Juan Nicasio Gfallego, don Alberto Lista, el insigne Quintana, Donoso Cortés, Arriaza, López Soler, don Ángel Saa- vedra, después Duque de Rivas y otros muchos cuyos nombres brillan en las páginas de la literatura española del siglo XIX.
Era costumbre entre los amigos del de Frias, leer en aquellas agrada- bles veladas algunos trabajos de los que salían de sus plumas, y siguiendo ésta, el joven Larra, dio allí á conocer su letrilla A un arroyo, su ana- creóntica El Beso, su soneto al concierto dado para socorrer á las vícti- mas del terremoto, y su romance dedicado al comisario general de Cruz- das don Manuel Fernandez Várela, poesías que á excepción de la última fueron escritas en 18"29.
La esmerada educación que Larra había recibido y lo no vulgar de sus conocimientos, permitíanle alternar dignamente en aquella tertulia, donde contó bien pronto con general aprecio, y donde era tratado con esa confianza y franqueza que reina entre personas distinguidas, franqueza y confianza que no traspasa jamás los límites de la cortesanía y el mutuo respeto.
En el mismo año i 829 realizó Larra uno de los actos mas importtiutes
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de la vida del hombre: el casamiento. En el mes de Agosto, y en la pa- rroquia de San Sebastian, dio su man j á la señorita doña Josefa Reto- ret 3' Velasco, objeto hacía algún tiempo de amores felices y correspon- didos.
No fué este enlace ali^u prematuro, muy á satisfacción del padre de Larra, pero el enamorado joven, decidió llevarlo á cabo y pidió al Duque de Frias apadrinase la boda, petición que acepto gustoso el Duque, dando una muestra más de la estima en que tenía á su contertulio.
Por cierto que la tal petición fué hecha en un largo romance, que demuestra, cuan distintos eran entonces los sentimientos de Larra á como después lo fueron, y cuan ageno parece de que en su pecho tuviesen cabi- da mas tarde aquellas tormentosas i)asiones que tanto le agitaron. (17)
Comienza el romance rogando al magnate deje por un momento sus solaces poéticos, y olvide el sentimiento cansado por la pérdida reciente de un amigo, y acuda á presidir el enlace, pues la prometida esposa aguarda con impaciencia el deseado momento. Siguen no pocos versos llenos de innecesarias figuras retóricas y de inútiles frases, continúa pro- metiéndose el autor que nada tendrá en adelante que temer contando con el amparo del Duque, y termina, esperando ventura eterna y pidiendo al padrino, que contraiga nuevo enlace y tenga numerosa descendencia que honre á la patria y honre el ilustre apellida» que lleve.
Domina en la composición toda, un estilo sin vigor, sin notas propias, más es curioso, ver que en ella el futuro autor de la sombría Noche Bue- na y del desesperado Dia de difuntos, exclamé entusiasmado:
...Ya la antorcha de Himeneo que amor á enceder acude al blando pecho de Silvia alegre á mis ojos luce. Ya las rosas pasageras del tálamo se descubren que la espina punzadora entre las hojas encubren:
Ya me brinda de Himeneo sintiendo alegre el numen del placer la ardiente copa para que ansioso la apure. Ya el amor que hacer eterno
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junta el lazo que hoh uue
la joven palma de Silvia
y Hu pecho restituye
y ya sobre el ara antigua
quiere el cielq^ que nos une
que amante y esposo á un tiempo
constancia eterna le jure...»
Casado ya Larra, dirii^ió una poesía á otro personaje de aquel tiempo, hombre de alta posición, de gran influencia en la corte, elevado á muy co- diciada dignidad eclesiástica, y que no sin motivo se le consideraba deci- dido protector de las letras y de las artes. Reñérome al Excmo. éllmo. se- ñor don Manuel Fernandez V'arela, del Consejo de S. M., Comisario Apos- tólico general de las tres gracias. Cruzada, Subsidio y Excusado, caballe- ro de la orden de Carlos 111, Accediano de Madrid, Dignidad de la iglesia metropolitana de Toledo, individuo de la Academia de la Historia, Vice- protector de la de San Fernando, Socio de la de San Carlos de Valencia, etc., etc., que no sé cuántos títulos y honores más llevaba el respetable se- ñor. Tuvo este ocasión de conocer al joven Larra por las relaciones que ya había adquirido y brindóle protección á lo que parece, sin que sea fácil precisar hasta donde llegó esta, (|ue se desprende, sin embargo, no fué poca cuando Larra le decía:
Acepta en humildes tonos
mi dulce ofrenda obsequiosa que mi corazón sincero de agradecido l)lasona.
Este romance dedicado á Fernandez Várela lleva al frente la fecha de 1." de Enero de 1830 con lo que parece indicar que fué escrito en celebra- ción de la fiesta onomástica del personaje.
No pasa la composición de que hablo de ser la obra de cualquier ado- cenado discípulo de Melendcz Valdés de los que tanto abundaban todavía.
Podían parecer tal vez exagerados los elogios que allí le dedican al comisario general de Cruzada y un tanto humilde el tono de la poesía en completo, pero teniendo en cueta el corte de los versos que entonces se de- dicaban á los personajes, la composición de Larra queda muy encima en tal punto ...
jCuáuto más escasas de elevación, cuánto más llenas de ridiculas ala-
— M -.
banzaB no son las dirijidaí? á los ministros López Ballesteros y González Salmón, Don José de Arjona, al Duque del Infantado, á Ceballos, etc., que existen impresas, sin que sea preciso hacer mención de las que iban en elo- gio de personas reales, y en las cuales, se llevaba hasta el último extremo por aquellos ramplones copleros del absolutismo, la humillación baja y ser- vil, qu í solo produce desden y risa á las personas di.^^nas.
Piacisameute con motivo del cuarto enlace de Fernando VII con la princesa María Cristina, verificado en Diciembre de 1829 se había por en- tonces despachado á su gusto, la turba de vates aduladores, entre los que sobresalieron por lo grotesco, los autores anónimos en su mayoría, de com- posiciones como La Perlita de Ñapóles, El Iris de Paz, La España Fe- liz por el amor, Gozos de Hesperia, La dicha de Fernando, y no pocas odas, epitalamios, seguidillas y trobos, cuyo recuerdo, con justicia está per- dido (18). Larra también, escribió una oda al casamiento del rey, oda que ha decir de un biógrafo «no se dio á luz por motivos particulares» y la cual me es desconocida.
El embarazo de la reina y el natalicio de la infanta heredera, dio también ocasión á no pocos cientos de este género de poesías, (19) entre las cuales corrió impresa una de nuestro autor, que no pudo sustraerse á aquella atmósfera y escribió esta por cierto bien infeliz octava.
— «Con motivo de hallarse en cinta nuestra muy amada reina D.*^ Ma- ría Cristina de Borbon.»
«Bastante tiempo ¡oh revi la refulgente antorcha de Himeneo ardiste en vano, y un sucesor al trono inútilmente esperó de tres reinas el hispano. 8í, salud á Cristina que explendento, vino á partir tu solio soberano que ella es Fernando la qwe al trono ibero dos veces le asegura un heredero.»
Y como si esto no fuera bastante, al mismo tiempo casi, y sobre el mis- rao asunto, imprimió el soneto que copio á continuación, tan duramente juzgado por entonces entre los amigos de Larra.
— «Con motivo de hallarse en cinta nuestra muy amable reina D/ Ma- ría Cristina de Borbon.»
«duarda ya el seno de Cristina hermosa vastago incierto de alta dinastía, y ya la patria conocer ansia de" quien ha de ser madre cariñosa.
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Tú, amor, que al pié del ara religiosa á los esposos enlazaste un dia, recuerda que el ibero te pedía directa sucesión larga y dichosa.
Y hoy, que anuncia el alegre clamoreo el don felice, que esperando queda sirve también al general deseo.
Tú, desde ahora, sobre el regio fruto vela incesante, porque España pueda rendirle pronto de tu fé tributo.
El dia 17 de Enero de 1830 falleció en Madrid la Excma. 8ra D.^ Ma- ría de la Piedad Roca de Togores, segunda esposa del duque de Frias,con quien había contraído matrimonio no hacía mucho tiempo, y deseando el procer, dedicar un tierno recuerdo á la compañera muerta en temprana ■edad, imprimió una hermosa corona, donde coleccionó diversas poesías á la ilustre difunta consagradas. (ííO)
En aquel libro aparecieron las firmas de Quintana, Lista, Arriaza, Ga- llego, Martínez de la Rosa, Soler, Tapia y otros ilustres poetas, harto ya conocidos y estimados, siendo algunas de las composiciones que allí dié- ronse á luz, tales como la Epístola de Martínez de la Rosa, el Romance de Lista y la Oda de Quintana, verdaderas joyas, 3^ modelos del estilo de sus autores.
¡Lástima que no sea dado decir lo mismo de la Elegía que allí insertó Larra y que va colocada en segundo lugar desde la página 13 á la 21!
Tornó á lucir, tornó la infausta aura de amarga adelfa y lívida enlutada, pálidas rosas al dormido mundo de su frente vertido y la alba nieve del Diciembre hela (la un débil rayo precursor teniendo... <S:
Así daba comienzo la tal Elegía, donde la crítica no encuentra oca- sión de alabar mucho. Cierto que algunos versos son armoniosos y algunas expresiones felices, pero toda ella en conjunto, es poco sentida, desmaya- d?t, y con exceso de artificio retórico, que en nada la favorece. Por mas que cueste algo confesarlo aquí, es lo cierto, que la composición de Larra, es de lo más endeble que en la famosa corona poética se insertó.
Ningún trabajo en prosa conozco del novel escritor, que pertenezca á los días en que me refiero. El cultivo de las musas era entonces su ocupa- ción favorita, estimulado por sus amigos de la tertulia del Duque de Frías,
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de la que sostenía el primogénito del conde de la Cortina, y de la de ]Fer- nandez Valera, Comisario de Cruzada, el cual dando una prueba más de lo que estimaba á Larra, lo invitó al soberbio banquete con que en Febrero de 1831, obsequió al ilustre Rossini, que había llegado á pasar una corta temporada en la corte, durante la cual, fué objeto de las mayores atencio- nes y muestras de admiración, por parte de aficionados al divino arte, que eran por entonces tan inteligentes como numerosos, entre la buena socie- dad madrileña.
Viejo ya el autor del Barbero de Sevilla, recordaba con singular complacencia su breve estancia en la capital de España. Pedro Antonio de Alarcon, oyó al mismo Rossini estas frases, que se apresuró á consignar en su libro de Madrid á Ñapóles.
« — ¡Oh la bella España! — dijo el maestro, al autor de El Sombrero de tres picos. — Yo estuve allá en 1831 en compañía de mi gran amigo el banquero Aguado, y nunca podré olvidar las atenciones de que fui objeto. Fernando VII y María Cristina, me obsequiaron mucho, y yo dediqué á es- ta una romanza titulada la Passagiata...
Todavía anda entre mis papeles, una real orden refrendada por el
ministro Ballesteros, en que se me concedía el uso de uniforme de maestro del conservatorio de María Cristina. ¡Bien me divertí allí una noche en que me dedicaron un concierto, todo compuesto de piezas de mis óperas! Qué lindas mujeres había entonces en España: ya estarán viejas como yo... Carnicer, mi pobre Carnicer á quien yo quería macho, y que era un gran artista dirigió el concierto... La grandeza me dio bailes y comidas y Vare- la, el buen Várela... el comisario de Cruzada me ofreció un banquete mu- sical suntuosísimo al que asistió medio Madrid. A aquél excelente hombre y aquella magnífica fiesta debió mi Stabat Mater que como ya sabe le de- diqué á Várela... (Ül)
Tengo noticias de que Larra escribió una poesía en elogio de Rossini, que parece no llegó á imprimirse y sobre la cual, nada puedo decir, por no haber dado en mis manos hasta ahora.
En cuanto llevo apuntado con algún detenimiento sobre los versos de Larra, paréceme que basta formar de él la opinión que, como poeta, ni lo- gró elevarse á gran altura, ni pasó de una medianía vulgar: en otros géne- ros es donde su genio, no había de conocer rivales.
Tan solo en algunos fragmentos del drama Maciafi (de que ya me ocu- paré), tuvo ocasión de mostrarse con fuego é inspiración poética, cosa fá- cil de atribuir, al sincero entusiasmo que sintió por el mal aventurado tro- vador gíillego, cuyas desgracias amorosas tuvieron cierta semejanza con
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las suyas, y cuya pasiuii violenta é imposible de vencer, parecíase también a aquella pasión que Larra vio nacer en su pecho.
Como para mejor claridad, y siguiendo el orden que me propongo dar á este libro, es preciso no hacer confusiones en ciertos puntos, que han de ser oportunamente tratados, suspendo la iniciada materia, para conti- nuar siguiendo paso á paso, las primeras excursiones de Larra al teatro con el arreglo de la comedia No más mostrador y la traducción del drama Roberto Dillon, y las primeras muestras de su gran genio satírico con la revista El pobrecito hablador.
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El cuarto enlace del rey.— Doña Amalia y doña Cristina.— Obra de esta princesa.— Los últimos tiempos de Fernando VII. - Vien- tos de tolerancia.— Juventud literpíia Eí Paru¿sillo.— Des- cripción del Curioso Parlante. — Gente nueva.— Larra en el Parnasillo.— Dos arreglos para el teatro 3n 1831 y 1832.— Larra retratado por Pérez Galdós.— Amigos y enemigos. -Más versos. — El Pobrecito Hablador.— Su mérito.— Larra tachado de plagiario.— Falsedad de este aserto -Algo acerca de los ar- ticules de El Pobrecito.— Dos sátiras en tercetos.— Manejos contra los escritos de Bachiller Munguia.— Suspensión del Po- brecito Hablador.— Don Clemente Diaz y su folleto. — Contesta- ción de Larra. — Valer de ambos escritos.— Las Reviitas Es- pañolas.—-Sus redactores. — El pseudónimo FÍGARO. — El primer artículo.— El correo de las damas. — La España m 1833.
En medio del temeroso cuadro que t)lrecía la España duiante los últimos años del reinado de Fernando VII, la figura de la primera napo- litana, que llena de juventud y belleza, vino á dar su mano al monarca, aparece con carácter en extremo simpático... ¡Qué diferencia entre ella y la esposa que anteriormente había ocu})ado el tálamo reall. Doña Amalia de Sajonia, mujer de menguada inteligencia, jamás le debió su pueblo un l)eneficio, ni jamás bu personalidad tras))asó los limites de lo vulgar y adocenado. Indiferente á cuantos males afligían ala nacirui, liizo un papel á veces bien triste cerca de su regio marido, y arrastrando su cuerpo enfermizo, pasó los años, visitando iglesias y monasterios, rechazando loa esplendores de la corte, y escribiendo á veces infelicísimos versos, que únicamente la adulación palaciega elogiaba, hasta estremos verdadera- mente ridículos. (J8SÍ'>
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Doña María Cristina, con .su afable carácter, su ilustración y la indul- gencia que mostraba por los oprimidos, se grangeó bien pronto el cariño de gran parte de los españoles, que la miraron como salvadora de las cala- midades-que sobre todos pesaban. Ella, con la amnistía, hizo volver á sus horrares multitud de emigrados, ella inclinó si- mpre á la benignidad y á la clemencia el ánimo de su esposo, tan dado á la crueldad, y á la perver- sión, ella protegió las artes, cuya decadencia era lamentable,}^ ella en fin, dio a] trono una sucesora, desbaratando las esperanzas del bando apostó- lico, que soñaba continuar su dominación odiosa y execrable.
¡Grande á la verdad fué el error de Cristina, cuando años después, ha- biendo recibido el apoyo de los liberales, para sostener el trono de su hija, volvióse contra ellos, y siguió el camino déla reacción, enagenándose las simpatías délas masas y haciendo que se convirtiera en desden ó rencor hacia ella, lo que había sido cariño y sincero entusiasmo!
No es posible negar, la benéfica influencia de la princesa napolitana, durante los cuatro años que duró su matrimonio con Fernando VII; Aquel rey de tan perversa condición y de tan malos instintos, hijo conspirador contra sus padres, ingrato con sus vasallos, falso y mudable para amigos y enemigos, y verdugo insaciable de los hombres libres, en los postreros dias de su existencia, cuando dolencias y padecimientos, originados de su género de vida, desordenada y viciosa, habíanle traído una vejez prematu- ra, sintióse en más de una ocasión, dominado por las gracias y el talento de su esposa, y aflojó un poco aquellas pesadas cadenas de la tiranía, con que tenía aherrojada á la nación generosa, que dio su sangre en la guerra con los franceses por ofrecerle el trono.
Bien sé que de 1880 á 1833, hubo dias verdaderamente terribles (^3), pero es lo cierto, que entonces también se dictaron algunas medidas que indicaban los primeros pasos del nuevo periodo de libertad, que iba á inau gurarse: entonces se abrieron las Universidades, cerradas por indicación de Calomarde, se fomentaron diversos ramos de la riqueza nacional, se permitió la publicación de algunos periódicos, se suprimieron las terribles Comisiones Militares, y la inspección de Voluntarios Realistas, sepa- ráronse de sus mandos algunas autoridades despóticas y sanguinarias, se suprimieron las purificaciones, dióse la ya citada amnistía, y tomáronse otras diversas medidas, que, por su carácter acabaron de exasperar á aque- llos defensores del estúpido infante don Carlos, que ansiaban la sangre liberal y pedían la abolición de toda medida, que indicase ilustración, pro- greso y libertad, enemigas irreconciliables de ese partido tenebroso, cuj^os odios jamás se aplacan, y que si hoy transije á duras penas con líi civiliza-
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cioii, «el dia que volviera á recobrar su domiuio se levantaría más poteute y aterrador que nunca», según dijo muy acertadamente don José de la Cruz, en la Revista de España.
Aprovechando, pues, aquellos favorables vientos de tolerancia, ani- mados de nobles propósitos y llenos de entusiasmo, los jóvenes que poco antes habían abandonado las aulas, y comenzaban á cultivar las letras, re- uniéronse expontáneamente, formando una tertulia que duró algunos años y que fué célebre en la corte, por los talentos que á ella acudieron, por la influencia que ejerció durante la revolución romántica, y por las importan- tes producciones que al calor de ella salieron áiuz.
Ya comprenderá el lector que me rehero al célebre Parnasillo, que en un oscuro rincón del café del Príncipe, tuvo su asiento de 1881 á 1H3Í), y por cierto, que después de haber con tanta tidelidad y maestría, descrito Mesonero Romanos aquella tertulia, de gente de letras, confieso que al te- ner aquí que ocuparme de ella, siento invencible escrúpulo, por lo que pu- dieran parecer mis menguadas líneas, al que recuerde los sabrosos y co- rrectos párrafos de El Curioso Parlante.
Este que asistió tantas noches al Parnasillo, nos ha dejado admirable descripción del lugar que creo apropósito trasladar aquí. «Era esta salita, (la del café) de escasa superíicie, estrecha y desigual, estaba... destituida de todo adorno, de lujo y comodidad. Una docena de mesas de pino pinta- das color de chocolate, con unas cuantas sillas de Vitoria, formaban su principal mobiliario, el resto lo completaban, una lámpara de caudiloues pendientes del techo, y en las paredes hasta media docena de los entonces apellidados quinquets del nombre de su inventor, cerrando el local unas sencillas puertas vidrieras con su ventilador de hojalata en la parte supe- rior. En el fondo de la salita y aprovechando el hueco de una escalera, se hallaba colocado el mezquino aparador, y á su inmediación había dos me- sas con su correspondiente dotación de sillas vitorianas. ()Í4)»
Por los dias de que voy tratando, ocupaban durante las tardes y en las primeras horas de la noche aquellas «mesas pintadas de color de chocolate y aquellas sillas de Vitoria» gran número de jóvenes, que de con- tinuo alborotaban, reian y charlaban recio entre el humo de los cigarros y entre sorbo y sorbo de café, enzarzándose con frecuencia en interminables discusiones, nacidas por lo general de la publicación de un libro ó un folle- to, del estreno de una comedia, de la aparición de un nuevo actor, ó de la poesía acabada de leer por un concurrente.
Aquellos jóvenes discutidores que usaban fraques de botón dorado, anchos corbatines, y pantalones celan, se dedicaban unos, al cultivo délas
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Musas, otros á la crítica de costumbres, estos á la novela, otros al teatro y aun algunos, á pesar de.su corta edad, mostraban decidida preferencia por los estudios históricos y filosóficos...
Bien conocidos son hoy los nombre;-! de los asistentes al Farnasillo, pues que se llamaban Bretón de los Herreros, Ventura de la Vega, Gil de Zarate, José Espronceda, Ferrer del Rio, Doncel, Roca de Togores, Miguel de los Santos, Estevanez Calderón, Sala^ y Quiroga, Flores, Patricio Es- cosura, Mesonero Romanos, Villalta, Madrazo, Alenza, &, &, y á estos hay que añadir otros muchos, que adquirieron notoria y justa celebridad más tarde, en las bellas artes, ©n la política, en el foro ó en los campos de ba- talla.
Desfilaron por el Parnasillo durante los años que estuvo constituido, cuantas personas ilustradas de la juventud, afanosas por alcanzar la glo- ria literaria, residían en la corte y cuando la fundación y rápida prosperi- dad del Ateneo y el Liceo, hizo perder su verdadero carácter á tan amena tertulia, duró aun mucho su recuerdo, agradabilísimo, para cuantos asistieron á ella y que llegados luego á la ancianidad, se complacieron siempre que hubo ocasión en evocarlos.
Don Mariano José de Larra asistía al Parnasillo en los dias en que comenzaba el apogeo de este, y el diario trato que allí sostuvo con los en- tusiastas y noveles literatos, sirvióle de poderoso estímulo para emprender con nuevos alientos el cultivo de las letras.
Así se debió, que á las indicaciones de don Juan Cfrimaldi, persona de reconocida autoridad en materias de teatros y «director ó autócrata» de El Príncipe, Larra arreglase á la escena española, una comedia francesa de Scribe y Leguvé, (autores muy en boga entonces) á la que dio por título No más mostrador (2i5) y fué estrenada por la Concepción Rodríguez, José (xarcía Luna, Pedro Mate, &, en el antiguo coliseo de la Cruz, la no- che del 29 de Abril de 1831 (5Í0) animándole el lisongero éxito por aquella producción obtenida, á comenzar la traducción del melodrama Roberto Di- llon ó el católico de Irlanda escrito por Víctor Ducange, traducción que una vez aprobada por Grimaldi, se representó en los comienzos de 18.32 en Príncipe. (27)
Al imprimir Larra estas dos obras, ocultó su nombre liajo el anagra- ma de Ramón de Arriala, que usó luego en otras ocasiones al dar piezas de teatro.
Si hemos de creer lo que apuntan algunos testigos en las reuniones del Parnasillo, distinguíase Larra «por su innata mordacidad que tan pocas simpatías le acarreaba» que dijo el autor de las Memorias de un
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setentón, deseando con ostaw frases retratar "el carácter de su amigo á quien trató con verdadera intimidad.
Entre a(|nellos grujios de literatos noveles que acudían al cafe, sin duda alguna, la personalidad de Larra (á pesar de su poca edad) debía distinguirse de modo especialisimo y que con ninguno tenía semejanza. Rasgos eran los suyos que acertó á pintar con verdadera intuición, Pérez (raidos en estos párrafos: «...Tan ntpidas — dice— eran las oscilaciones de su ánimo arrebatado en un vértigo de afecto vehemente, que no se podía distinguir en él, la risa del llanto ni el dudoso equívoco de la expresión sin- cera. Había en su tono y en su lenguaje un doble sentido que aterraba y
un epigramático gracejo que seducía afectaba á veces desprecio de su
nación, y la censuraba con acritud, quejándose de ella, como el prisionero que se queja de la estrechez incómoda de su jaula. Frecuentemente, des- pués de alborotar en un grupo del café, con palabras impetuosas ó morda- ces, se retiraba á un rincón rehusando toda compañía, ó despidiéndose á la francesa huía. Después de largas ausencias, tornaba á la pandilla con humor hipocondriaco. Daba su opinión sobre poesía y literatura con un aplomo y una originalidad de juicio ([ue pasmaba á todos. Ni Veguita (Ventura de la Vega) ni el tuerto autor de comedias (Bretón de los Herre- ros) tenían conocimiento por lo que sus maestros aquí le enseñaban, de aquel peregrino modo do juzgar, buscando el fonílo más bien que la for- ma...» ^¡5Í8'
Tal vez de una de aquellas disputas, cuyo origen se debieron á asun- tos literarios, tal vez de uno de aquellos bruscos arrebatos, de una de aquellas frases, con que Larra sabía señalar el lado ridículo de las cosas, nació la enemistad hacia él, de alguno de los que en el Parnasillo se re- unía; enemistad no olvidada á veces, y que más tarde le acarreó más de un «iisgusto, cuando otros sinsabores y profundos ])esares, agitaban su alma inflamada por desdichada pasión amorosa.
Continuaba por los di as en que voy hablando, escribiendo aun Larra, algunas composiciones tales, como La Flor de Gintia y Al dia 1." de Ma- yo nuevas muestras de sus escasas condiciones poéticas, cuando se le vio abandonar de pronto la lira, y lanzarse por nuevo camino, al que y^, le im- pulsaba su carácter, y su modo de ser. Aprovechando, pues, aquellos vien- tos de tolerancia que entonces corrían, gracias al sistema que se llamó des- potismo ilustrado, que capitaneaba el ministro Cea Bermudez, se propuso el joven literato dar á luz una publicación parecida á la que ya con tan dudoso éxito había ensayado en 1828.
Venciendo, pues, no pocas dificultades que se le oponían, interponien-
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do influencias de personas de valimento que le estimaban, después de cum- plir todos aquellos requisitos que las leyes despóticas de entonces orde- naban, en Agosto de 1832, Larra, dio al público el primer número de una serie de folletos cuyo título era £1 Pobrecito Hablador, revista de cos- tumbres, etc. etc., por el Bachiller Juan Pérez de Munguía, pseudóni- mo, con que ocultó su nombre, al mismo tiempo, que lo hacía con el de Andrés Niporesas, en el mismo lugar.
Imprimíase JKl Pobrecito en casa de Repullos, se daba al público sin dia fijo y constaba cada número á lo más de 25 páginas en 8.^ de buena im- presión. (JÍ9)
Algún trabajo de El Duende Ü^atírico, fué aquí reproducido por Larra, con notables variantes; otros como el artículo Robos decentes», no se ha incluido después en ninguna de las ediciones de sus obras, y otros como el Casarse pronto y mal, se han venido publicando con notables mutilaciones.
No ha faltado algún autor, que atento solo á trabajos posteriores que consolidaron la fama de Larra, haya mirado con desden, la mayoría délos escritos, que en esta revista de costumbres se dieron á luz, escritos en los que he de detenerme por su mérito, que lo tienen y mucho.
En las páginas de El Pobrecito Hablador aparecieron artículos como Vuelva usted mañana, El castellano viejo, El mundo todo es más- cara, Empeños y desempeños, El casarse pronto y mal. cuadros acaba- dísimos de costumbres, no tomados de escritos de Jouy y Courrier (30) (co- mo quiso Cánovas del Castillo, al establecer comparación entre Mesonero y Larra con D. Serañn Estevanez Calderón, El Solitario) sino copiados de la realidad, estudiados con espíritu observador y llenos de gracejo y de la más zazonada malicia.
¿Qué importa que en el artículo ¿Quién es el público? tuviese por modelo un original francés que Larra no encubre, al llamarle «artí- culo mutilado ó refundido?» ¿Qué importa (]ue, posteriormente en La diligencia ó El duelo, tratase estos asuntos, bajo un aspecto semejan- te al que otro distinguido escritor extranjero lo había tratado?... No es se- rio tomar en cuenta la tacha de plagiario, á quien tenía la alteza de talento de Larra, demostrado una y mil veces, y á quien si tomaba por base un asunto de Courrier ó de Jouy era para ofrecerlo completamente original, adaptándolo á nuestras costumbres y tipos y más de una vez embellecién- dolo.
Que la índole de los trabajos del Pobrecito tuviera semejanza con este ó aquel folleto publicado anteriormente aun en España nada prueba para
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quitarle In notn de originalidad. Las Cartas del político machucho, las del Pobrecito holgazán, las del Compadre Zurriago y tantas otras sáti- ras en prosa, oonin aparecieron durante los años de 1S*20 á 23, pueden re- pasarse, y es seo;uro ({ue su lectura soporífera é insoportable, no la resiste hoy el más paciente lector... ;cuán distinto es lo qne ocurre con los donai- res del Bachiller Munguia!
Mucho de estimable hay en los cuadernos de El Pobrecito Hablador, y pasando de la lectura de lo escrito por Larra poco antes, á la de esta re- vista,nótase gran diferencia y cuan rápidamente se habían desarrollado en éLlas facultades de satírico y crítico. AquellasCartas á Andrés, desde las Batuecas» sapilcadas de alusiones, llenas de in.i>-eniosas frases, de chistes y donaires, no tienen solo este valor, sino que en ellos, vése en el fondo, un conocimiento ])i'áctico, una intuición admirable, y una alteza de miras, que aun no se han apreciado cuanto merecen.
Bajo la garra de hierro de la censura despótica, y la mirada suspicaz de los absolutistas, Ijarra, se atrevo á pintar el desastroso cuadro de la Es- paña oprimida por el gobierno reaccionario y cruel, la decadencia intelec- tual de la patria, su lamentable atraso, y sus miserias generales; y cuando toma por base la pregunta «¿No se lee porque no se escribe ó no se escribe porque no se lee?» cuando refiere el silencio de los batuecos, ó el estado de la adnrinistracion pública, ó el furor de la empleomanía, ó la ruina del bnen teatro, es su pluma aguda flecha, que se clava en el centro de todos aquellos vicios, de aquellos abusos y desaciertos, hiriéndolos con valentía y con forma desusada por entonces, entre nosotros.
Así, no es de extrañar, que la mano del censor, mutilase mas de uno de aquellas artículos <') hiciera en oti'os al autor poner notas «aclaratorias» que tratasen de extraviar en el ánimo de h\s lectores, las ideas del que es- cribía, ó contuviesen elogios 3' protestas de adhesión al gobierno. Tienen poi- otra pai-te los artículos de El Pobrecito Hablador, algo eterno y que es su maj'or encanto: el cuadro del convite en casa de Braulio, del Caste- llano viejo, se ve hoy mas de una vez, en esas casas «en que un convite es un acqntecimiento, y en que solo se pone la mesa decente para los convi- dados:» el infeliz y desacertado matrimonio de Augusto y Elena del Oa- sai'ge pronto y mal, se encuentra al paso hoj- como entonces, con harta frecuencia por desgracia; el calvario que recorre Mr. Sans-delais en Vnel%'a V. mañana, todos los que tiene de despachar un asunto en la corte, lo recorren, y \?í>: personas que viven como aquellas, presentadas en li^nipeños y llescmpeños, tienen iguales procedimientos, ahora que ayer. tu • . -. . * •....: ....;..»..-
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t..,. ni...-, ii... .:■, ■,..,:cijui y Sirte aíiwri los párrafos que yc>y á copiar; Tie- nen tanta actualidad en nuestros dias, como en 1831,
Tratando de los altos empleados, decía:
«...No liay cosa como tener oficina 3^ sueldo que corre siempre, ni maá ni menos que un rio. Se pone uno malo ó no so pone; no va á la ofici- na y corre la paga: lee uno allí de balde y al bra.sero la Oaeeta 5" el Correo y un cigarrillo tras otro, llega la hora de salir poco después de entrar. Si hay en casa un chitío de ocho años, se le hace meter la cabeza aunque no quiera ni sepa todavía 3^ hétele meritorio. ^;No sirve uno para el caso ó tiene un enemigo 3' le quitan de enmedio? Siempre queda un sueldecillo decente sino por lo que trabaja ahora, por lo que ha dejado de trabajar antes...» (Carta de Aiidr€*M al Bachiller, N. 10\..
Ocupándose del estado del teatro, apuntaba:
«¿Qué diremos de los actores? Si ven aprobado uu traje inexacto solo porque es ridículo, si 03^en aplaudir un modo de decir falso, solo porque es exajerado, si ven desconocida á cada paso tal ó cual belleza que se le escapa 3^ bulliciosamente coronado de aplausos, todo gesto innatural, lodo ademan grotesco, ¿á qué se han de fatigar en buscar por senderos tortuosos una reputación, primer premio que anhelan, que á mitcho menos costa y por cualquier camino se encuentran adquirida.., > Teatros N, 9.;
Y explicando sus opiniones escribía:
«¿Quién es mejor espauol? ¿El hipó'^rita que gi'ita, «todo lo soi«, no deis un paso para ganar el premio de la carrera porque vais delante» ó el que sinceramente dice á slis compatriotas: «Aun os queda que andar: la meta está lejos, caminad mas aprisa si queréis ser los primeros.» Aquél les impide marchar hacia el bien, persuadiéndole de r[vie lo tienen. El se- gundo mueve el único resorte, capaz de hacerlo llegar á él tarde ó tem- prano. ¿Quién pues de entrambos desea su felicidad? El último es el ver- dadero español...» (Conclusión N. Ki. )
Dos composiciones poéticas se publicaron en Kl Pobreelto Ha" blador: la Sátira contra los vicios ei» la eórte N." 2.^; y la Sátl ra contra los malos versos de circunstancias (N.^ 5.^*) Ambos es critos en tercetosmuv suj^eriores á cuentas odas, anacreónticas 3^ letrillas y romances había hecho hasta ent.;.nces Larra. Vense en ellas el corte clási- co de las antiguas epístolas morales, c^ue inmortalizaron á algunos de nuestros poetas, como Rioja ó Argensola: tienen trozos de expresión ro- busta, y solo es lástima que la construcción de algunos versos resulta du ra é inarmónica.
Por otra parte, ningún escri.i;jür se atrevió á expresarse de este modo
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en aquellos anos del gobierno tirano de Feruaiido VII y de sus míseros Rduladores y corifeos.
*.. ¿Qué haremos por acá los que i^uoramos el fraude, la lisonja y la mentira y loe q'ie por aquello do adulamos? Vibrai no sé para adular mi lira, ' ni aguantar supe nunca humillaciones; la voz entonces en mi labio espira. ¿Qué suerte haré yo aquí con mis renglones yo, que el hun>o jamás echo á ninguno del incienso vertido en mis borrones?»
«....Mal haya paia siempre el torpe suelo donde el picaro solo hace fortuna: donde vive el honrado en desconsuelo; Donde es culpa el saber; donde importuna la ciencia, y "iou'ie el genio perseguido ahogadoé mueren en su propia cuna; Donde no es otro mérito atendido íjue el oni; dondo al mísero atropella el coche de iiii bribón van»» y henchido; Donde en niillontH uad.l, (jor su estrella quien al pueblo les loba desangrado en un destino que le dio una bella; T)onde al ciento por ciento, da prestado, 8Ín que nadie lo mate, un usurero y vive rico, alegre y respetado: Donde el abate aquel farandulero que mudó de opinión, cual de camisa lleva su moza a! Prado de bracero; Donde marcha la faz bañada en risa el crimen descarado, alta la frente corrompiendo el terreno por do pisa...*
No es de extrañar que esta sátira, cduio la dedicada á los iiialoü!» \ersos de circanstaiiclas 'tan abundantes entonces,) fueran leidas y comentadas por los que formaban las camarillas de los políticos, autori- dades y altos empleados y considerando imposible de consentir, aquel es- píritu indepeúdient© del autor, comenzarán á poner en juego resortes, á
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fin de que el Fobrecito Hablador, quedase suprimido cuanto antes.. ¥ tan buen resultado dieron los manejos, que á partir del número 8, cada vez le fué haciéndose mas difícil á Larra, que la censura dejas3 correr sus fo- lletos, por lo cual, en una nota del N, 11 (Enero 1833), anunciaba «con el mayor dolor» la próxima suspensión de aquellos cuadernos, porque «sínto- mas alarmantes — decía — nos anuncian que el hablador padece de la len- gua;» en un párrafo del N. 13 (M trzo 1833) apuntaba, que «donde quiera que volvemos los pasos encontramos una pared insuperable, pared que fuera locura pretender derribar,» 3^ en el último número, que contiene la saladísima carta rehatando la muerte del Bachiller Hangaía, escribió, «tengo miedo y de miedo muero; lo cual no me dá vergüenza, así como hay otras cosas que tampoco se la dan á otros.»
Dejó pues de publicarse el Hablador en Marzo, y antes de decir al- go sobre las circunstancias críticas de la patria entonces, 3' de los sucesos de gran trascendencia en aquel año desarrollados, y cuya influencia fué decisiva en la carrera literaria de Larra, he de dar noticia de un crítico que salió á la muerta publicación, crítico infeliz, que instigado por los ene- migos dtíi joven escritor, vino hacer á la postre un papel de cierto ridículo. Impreso en el establecimiento de Burgos, circuló por Madrid un folle- to cuyo título era: La ratifico inania, sátira escrita en tercetos dirigida al Pobrecito Hablador, (íili y la cual era debida á la pluma de D. Clemente Diaz, medianísimo literato, que colaboró algunos años des- pués en JEl i^emanario Pintoresco. La menguada ocurrencia de Diaz, no dejó de tener quien la alabara y fué su producción aplaudida por algu- nos, pero Larra, contestó pronto al golpe, dando á luz otro folleto, en el que demostró de cuanto era capaz en trabajos de aquella índole, encabezan do su escrito con el donoso título de Carta panegírica de André* ^^iporesas, á un tal 1>. Clemente Dla%, gran poeta y literato. Toda la gracia, toda la malicia v toda la intención de esta carta, uo puedsn apreciarse á fondo sin haber leido los tercetos de Diaz, y con am- bos escritos delante, lel segundo hoy desconocido,) voy á intentar ponerlo de manifiesto.
Decía por ejemplo D. Clemente:
«....Y pues jamás tus tiros alcanzaron al famélico vate que lamenta lo mismo que cien otros lamentaron, ajuste con tu auxilio 3^0 esta cuenta que aunque no habito en deifica bohardilla letras tengo más gordas que mi renta...»
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A lo que contestaba Larra. «Sabe D. Clemente que el famélico vate no debe lamentarse <le lo que se lamentaron otros, sino que cada uno se lamente solo y de cosa distinta y antes de lamentarse, tenga buen cuidado de averiguar y saber, si se lamentó otro de aquello mismo, y sino no lamen- tarse. Si á su merced por ejemplo le salieran unos ladrones á robarle y le aporrearan, su merced que es vate f¿iinéIico, según parece, no debiera la- mentarse, más que le hubieran llenado de chichones el hocipital ó el fron tal, porque ni su merced sería el primer aporreado ni el primero que se ha lamentado de algún aporreo...»
Seguía D. Clemente en otro lugar:
«....No es arte el ¿e hacer versos aprobado como el de herrero, sastre ó licorista que deba en plata ó en cobre ser pagado, es parte del saber, en que el artista pide por sus sudores solo gloria, gloria no más. feliz si la conquista.»
Y replicaba Larra. «En lo que tiene razón es en decir que los poe- tas no han de buscar para vivir, sino gloria y yo estoy seguro de que t'^l no busca más que gloria, como se Keoba de ver en aquello, de regalarnos el folleto por dos reales cada ejemplar, que atendido su mérito es lo mismo que decir de balde;asíea-que la gloria debe ser para vuestra merced una es- pecie de maná; si bien yo tengo para mí que no ha de echar muchas car nescon lo que le ha valido su folleto; imagino que le ha de costar algunos dias el digerirla, pues tengoentendido que es aliniiento fuerte para es- tómagos tlacos.. Supuesto que D. Clemente cobra en laureles, ¿como cuán- to laurel veudrá á tener vuestra merced asinado en su casa?»
«. . Esos al gusto ya son desabridos Otros nuevos coged y nunca el oro deslumbre al escribir vuestro sentido más si os negó natura del tesoro, si del astro no habéis libia centella id á domar primero ardiente toro.»
Contestando Larra: aSabe el señor don Clemente, además, que todo el que no sea hombre de talento, debe domar toros, de donde se infiere, que todos los tontos deben ser vaqueros, y que la clase de vaqueros debiera
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-ser la más numerosa de la socieJa<], poique los más son tontos como vuestra merced sabe.»
No be de entresacar mas fragmentos ni de la desdichada coicposiciou de Diaz, ni de la carta de Larra; creo que basta con lo copiado, y más, cuando en las notas puede encontrar el lector la sátua del enemigo del Fobrecíto Hablador. (S*^\
A la terminación de éste no quedó Larra como á la terminación del -Dneiide, indeciso, y sin saber donde ejercitar los poderosos dotes de in- teligencia, pues ya desde Enero del mismo año de 1833, bahía entrada á formar parte de la redacción del periódico la Re»TÍsta Fiü^paftola, (an- tes Cartas Españolas), fundado por don José María de l^arnerero, per- sonaje muy conocido entre los escritores, poetas, y gente de teatro que por entonces residían en Madrid, los cuales le fueron acreedores en los comienzos de sus carreras, á más de un señalado servici-o. (33)
Formaban parte de la redacción de Revista, ó en ella colaboraron con frecuencia, don Manuel Bretón de los Herreros, don Serafín Estevanez Calderón, don Antonio Gil de Zarate, don Ventura de la Vega 3^ don Ra- món de Mesonero Romanos, que en sus columnas y en Enero de 1832 ha- bía comenzado á publicar una serie de artículos de costumbres, con el títu- lo de Panoratiia Matritciis*», firmados con el pseudónimo de El Ca- rioso Parlante.
Unía de tiempo atrás á Mesonero, con Larra, amistad y frecuente tra- to y á esto debióse que el primero, propusiese al segundo, ]>ara ocupar un puesto en la redacción del periódico. Hubo de &er presentado Larra á Car- nerero, que ya de nombre y de vista le conocía, si bien no parece, que le tuviera en niuj' buena opinión y estima literaria, pueo al comenzar la pu- blicación del Pobrecito, había dicho en las Cartas que el «Bachiller era un sastre literario que no carecía de habilidad pnra zurcir di(fstramente lo que cortó con acierto la tijera francesa »
Admitido, pues, Larra en la redacción, publicó su primer artículo en el N.^ 25 de JLa Revista del 15 de Enero de 1833, Mi nombre y mis propósitos, al que siguieron Representación de los celos infun- dados (N." 26, 1 Febrero i Vo quiero ser cómico tN/'34, I Marzo) y Ya soy re<lactor, trabajo este último, que Mesonero Romanos, dijo equivocado á lo que parece, ser el que priinerauíeute lUir^erto en el periódi- co con el pseudónimo de Fígaro, ijue halu'a de hacer inuioital. Y resulta evidente el pequeño yerro, del ilustre autor <le lab lleniorias de un se- tentón^ pue«, en el citado artículo de m nombre y mis propósitos, se lee:
«Desvanepiíias <le esta manefct mis dudas, qnedál>ame aun que elegir un nombre muy desconocido que no fuese el mió, por el cual supiese todo el mundo qiie era yo, el que estos artí<ínlos escribía; porque esto <Ie decir *yo SO}' fulano,* tiene el inconveniente de ser claro, entenderlo todo el mundo y tener visos de pedante, y aunque uno lo sea, bueno 3' rau}' bueno es no parecerlo. Dijome el amijtco que debía de llamarme Ffg^aro, nombre á la par sonoro y si £,ni i fijativo de mis hazañas, porque aunque no soy bar bero, ni de Sevilla, sv y como si lo fuera, charlatán, enredador y cuiit-so, además, si los hay. Me llamo, pues, Fig^niui.»
TuvlS cierta importancia en la tertulia de Kl PariiaHÍllo esto de adojJar Larra el pseudónimo de i'í|;aiMK jíies allí reunidos cierta uorhe Grimaldi, Estevanez falderon, Alcalá (-Jaliano, Mesonero, Rodrigo y otros amigos, púsose á discusión entre ellos, en qué nombre había de tii'mar sus trabajos el nuevo redactor.
«Discutiéronse varioM-- dít-e El Curioso - hasta «jue la autorizada vez de C+rimaldi pronunció el de Fígaro que adoptó Larra, con entusiasmo, á pesar de que yo expuse las razones, por las cuales no opinaba favorable- mente, hacia vin nombre de invención extranjera, lo que era á mi entender, tan impropio, como si á un periodista trances se le antojase tirmai- con el pñeudómimo de Sancho Panza.»
Deade 188:-5 á Ih^ó escribió Larra en la Revista Española, dando á luz en sus columnas sus artícnlos satíricos mas célebres com.» Los tres no son mas que dos El Siglo en blanco, El hombre propone, Por ahora, El hombre globo, ere , y tantos otros de ios *uales ya me ocuparé con al- guna detención mas adelanie.
En otro periódico del que hacru menñíui p(..;os biógrafos escribió Fí- garo, en el mismo año 1833. El Correo de las damas, Revista de modas, bellas artes, amena, literaria y teatros y que tenía por lema «Fornasis levita sarnper árnica fuit,» que comenzó en 81 de Julio y del que eran re- redactores D. Ventura d<^ la Vega.D. Salvador Bermvuiez de Castro y don Antonio María de Segovia, mas conocido poco después por el }»seudónimo de El Estudiante.
Larra v sus emigos ñrmaban en esta publicación con las iniciales de sus apellidos, siendo cuanto allí insertaron de poca importancia, inclu- yendo aun, la sección de Teatros, de que nuestro escritor estaba en- cargado y que lleva al pié una modesta L.
Los sucesos desarrollados en la Península en lb33, fueron de tal im- poriancia;influyeron de modo tal en todos los organismos de la nación, que en ello3 tendré de detenerme algún tanto. Vasto, vastísimo es el cuadro
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que se ofrece á nuestros ojos y al -recorrerlo siquiera eu sus partes mas principales, he de procurar hacerlo,. no apartándome mas que lo que ne- cesario sea del objeto de este libro.
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IV.
Los apostéleos. —Luchas palaciegas. -Sucesof* déla Granja. Ingra- titudes.—Los conspiradores. — La muerte del rey. El alza- miento carlista. González, y sus hijos. — Valdespina, D. San- tos Ladrón, Cuevillas y otros facciosos. Las tropas de la rei- na.—La época nueva - Larra entra en la lucha periodística. — Sus principios.— Dos párrafos. —Los articules de La Revista Española de 1833 á 1835. —Los políticos y la guerra civil.— El Estatuto Real. -Sátiras notables. -Su carácter. Artículos de costumbres.- Desarrollo de este género literario.— El Curioso Parlante, El Solitario, Abenamar.— El Estudiante.— Juicios de varios críticos.— Periódicos nuevos.— Sus redactores.
Incierto y nada lialagüeuo, presentábase el porvenir de E.si)aua en JS.'^o. Nubes sombrías llenaban el horJzon'> , anunciando (pie la tempestad estallaría bien pronto.
Aquel partido que tanta sangre había hecho dei'ramai-, desde los días vergonzosos de la invasión de Angulema, no contento con diez años de absoluto dominio, no contento con los atropellos, las arlntrnriedades y las infamias cometidas, ni con haber sacrificado á hombi'os como Riego, «El Empecinado» j De Pablo, Manzanares, Torrijos, etc., se agrupó en derre- dor del infante don Carlos, cre3'endo más seguro su porvenir que con el re}', y fraguaron la tenebrosa conjura, que en 1827, produjo la guerra de los agraviados en Cataluña, y en la cual todo fueron sombras y negru- ras, que tal vez, el traidor Bessiere, hubiera disi])ado.;i no st^dlíu- mis labios el plomo de los soldados del conde de España.
Muerta la reina Amalia, al conocer los fanáticos realistas puros, que el monarca se disponía á contraer ñúevo enhace. <*ou su i>r¡iiia laprin-
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cesa napolitana, y sospechando que de él, pudiera tener 3uce¡ior el Trono de España, alb'^rotárons^ en gran manera, y llevaron á tal punto sus arro- gancia?, que según se cuenta, el canónigo Ostolaza, tuvo el cinismo, de manifestar á Fernando VII, quo existían dudas, á cerca de la virtud, de aquella con quien iba á compartir el solio.
La lucha en Palacio, entre los jjartidarios del infante ambiciono, y los de la extranjera reina, comenzó desde que ésta sentóse en el trono, y al mismo tiempo, daban principio las conspiraciones, para impedir que ciñe- se algún dia la corona, la infanta nacida en 10 de Octubre de 1830.
Así fué como en la grave enfermedad del monarca en la Granja, lle- vóse á cabo aquella escena horrible, de la que fueron protagonistas el Du- que de la Alcudia, CalomardC; González y Peña, y de la que resultó, que Fernando, postrado en el lecho, y exánime, firmaba con su mano de mori- bundo, la revocación del acta del 29 de Mayo de 1829, y cedía la corona á sn hermano don Carlos.
Restablecido el monarca, contra lo que iodos esperaban, al deshacer la intriga de que había sido objeto, pudo convencerse, de la doblez y falsía de aquellos realistas, que le adulaban tanto, que á tanto le eran acreedo- res, y de las intenciones del liermano desleal, á quien su soberbia esposa impulsaba.
El mismo partido, que él, Fernando, liabía encumbrado y sostenido, revolvióse airado contra su persona, más y más cuando aquellos vientos de tolerancia, debidos ;c Oristiníi, hicieron revivir las esperanzas de los li- berales.
Conspiraban los apostólicos á toda prisa, repartiendo dinero, for- mando juntas y celebrando ocultas reuniones, mientras Cea Bermudez caminaba de iiii desacierto en otro y castigaba á ciegas lo mismo á sospe- chosos de carlistas, que de constitucionales
El rey en tanto, cada vez de mayor gravedad, hacía lemer un próximo fin, D. Carlos con su familia encontrábase en Portugal firme en no jurar á la infanta heredera, Cristina no conservaba otro apo}^^ para mantener en el trono á su hija que los hombres de ideas liberales, y en la conciencia de todos los r.spañoles estaba que al expirar Fernando, estailaría una gue- rra formidabUi y sangrienta.
Y así fuo en efecto, á las tres de la tarde del 29 de Septembre de 1833 moríael déspota, que tantas desventuras había acarreado á la nación, duran- te los 24 año.s de su reinado, iin qtie el pueblo que le idolatró en un tiem- po, tuviera para él más que frases de justa venganza, y hasta celebrara su muerte en cancioncillas y epigramas sangrientos y crueles í34^ Tres dias
después del sucé&o, ó sea el 2 de Octul>re. uü uaCUi'o ;»-lijaiiibUMdo! Je uo- rreoá. un vulgar <TOjizalez, en unión dt sus liijos se sublevaba en Talavera al grito de viva Carlos V, en Bilbao rompíit, ^1 motin el dia 5. al frente del cual, poníanse el marqués de Valdespina Batís y Zabala; en Logroño !^e alzaba D. Santos Ladrón, pasando á Xavarra, donde había aparecido una partida al mando de Ctievillas. y casi al mismo tiempo, so declaraban en favor del infante, Álava y Vitoria, en donde los carlistas encar.cela- btnj. publicaban bandos y edictos, detenían correos y diligen'ñasy llevaban á cabo otros excesos.
La guerra civil, que por siete anos había de emv>apar c-i-n sangre de sus hijos el sudo de España, la que había de reproducirse dos veces más V la que aun quieren encender de nuevo, algunos estúpidos Ilusos, había comenzado, y «uando alguien creyó que su duración iba á ser corta, por las victorias obtenidas contra la facción, por Lorenzo en Peñí cerrada, por Sarfield en Na arra. por Castañou en Hernani, por Isidro en Asturiae^ y por Benedicto en 3Iontes de Oca, unióse á los defensores del pretendiente. en el valle de Araquil, el hombre á quien iban á deber su organización mi- litar^ el que había de llevarlos á donde tal vez nunca pensaron llegar: ac t,e hombre era D. Tomás Zumalacárregni. .
¿Quién contendría ya la revolución, ni quién pudiera medir haí^tri donde llegaría su alcance? La lucha cruel, sin tregua, sin piedad alguna. había dado principio con la mayor violencia: en el campo luchaban los soldados cuerpo á cuerpo, en las ciudades luchaban las ideac
No S6 ha visto jamás transformación más rápida, cambio de aspecto de una nación más repentino, que el que se vio entonces. La España de fi- nes de 1833 es totalmente distinta á la España de fines de 1834,
El despertar de aquella época, se extendió á todo, y así se explica co- mo en las artes y en las letras, la revolución fué igualmente súbita, igual- mente tuvo ardientes partidarios, que la llevaron triunfante y dejaron eterna memoria de sus nombrex.
Testigo don Mariano José de Larra, de aquella transformación polí- tica y social, lleno de juventud, de energías de alma, dotado de una irna ginacion privilegiada y de todo un carácter, ¿cómo había de permanecer un momento indiferente á lo que á su alrededor ocurría? ¿cómo no había de lanzarse á la lucha y corno esta no había de ser en defensa de la li bertad?
Su pluma, arma poderosa á quien tanto temieran, su pluma que con un rasgo sabía llegar tan hondo, que con una frase, hacía caer en el mayor ri- dículo.no tuvo ya reposo- desde los últimos dias de 1833, y en el artículo po-
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lítico,on el folleto de ciroaustaucias, en el teatro y cnia novela, hizo en el brevísimo tiempo, lo quo muchos necesitan lar^^os aíios {¡ara llevar á cabo.
¿Pueden presentarse muchos ejemplos iguales al de Larra? Cier- tamente que no. Con altísima elevación de miras, con fuerza de cerebro privilegiado, y con entusiasmo sano y nobilísimo de hombre libre, expusí» en dos ocasiones sus principios en estos elocuentes pári-aí'os.
Queremos «religión pura (escribía al frente de una tra,duccion de La- mennais), fuente de toda moral y religión, como únicamente puede existir acompañada de la tolerancia y de la libertad de conciencia: libertad ci- vil; igualdad completa ante la ley: é igualdad, que abra la puerta á los cargos públicos, para los hombres todos, según su idoneidad y sin necesi- dad de otra aristocracia que la del talento, la virtud y el mérito; y li- bertad absoluta del pensamiento escrito. He aquí nuestre profesión de fé.»
Queremos «una literatura (decía en cierto artículo de Kl Ke>paftol,) hija de la esperiencia y de la historia, y faro por tanto del porvenir, es- tudiosa, analizadora, tilosóíica, jrrofunda, pensándolo todo, diciéndolo todo en prosa, en verso, al alcance de la multitud, ignorante aun, apostó- lica y de propaganda; enseñando verdades á aquellos á quienes interesa saberlas, mostrando al hombre no como debe ser, sino como es, para co- nocerle; literatura en fin, expresión toda déla ciencianle la época; del progreso intelectual del siglo.»
Quien así se expresaba en iquellos tiempos, quien de tal manera df*- cía ésto, á quienes tal vez, en todo su valor no lo comprenderían, bien puede explicarse, que con unos cientos de artículos breves, y sobre cir- cunstancias del momento, oscureciera á tantos nombres como en derredor suyo figuran.
Entró Larra en el periodismo con valentía y ánimo resuelto, atraj en- do rápidamente la atención de los políticos, cuyos acto¿ juzgaba, de los autores, cuyas obras sometía á su crítica y del público todo.
Sin descender á la diatriba, al insulto procaz, ala frase del pésimo gusto; sin emplear ese personalismo odioso, que á tantos censurables extre- mos se ha llevado, sin traspasar los limites de la más exquisita cultura. Larra, bosquejó el cuadro de la revolución política y literaria de su tiem- po, alzándose gallardamente entre ambas — como dice Ixart --y juzgán- dola-; al mismo tiempo.
Estudiando poco á poco, los ariiculos que Fígaro, fué publicando en La Revista Española, desde 1833, hasta Agosto de 1835, se vé el cuadro vi^ iente de la época, como nadie acertó á presentarlo.
Apenas se habían alzado los primeros facciosos, el donosísimo, Nadis
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pase sin hablar al portero, apaiH'ció «u la Revista iN.** 11(), 10 Novif m- l're 1888) y tiás é!, La planta nueva, y La Junta de Gastel O'Branco,
que aun Iiuy, uu }»iicileu leerse, üiu provocar la risa del. lector más adusto.
Conociendo el ianütismu. y l'uror de los absolutistas, su crecido núme- ro y los medios de que (lisy)oníi)u. comprendió desde un pi-incipio Larra, 1 i, importancia de la guerra ci\il } vio claras, las horrendas desdichas que traía á la patria, censurando ron acritud y energía, ó con agudas sáti- ras, las iiiíprevisiones del ministerio Cea Bermudezi,y las iudecisiouee, lue- go, del deMurtinez de la Rosa» que subió al poder en 15 de Enero de 1835) }>ara aplastar aquel monstruo del Norte, <iue en momentos pareció iba á devorar á la i niel i/ Esj)aíia.
Que el carlismo contal)a c)Uuu<'cs con todos los elementos j»ara triun- lar. rj^ue sus lionilrres p('ieal>an con decisión y coraje, que sus ramas se ex- tendían por todas partes, cosa era indudable, pero lo fué también, que ni los gobiernos de 1881 y 1885, hubiesen puesto su atención toda, en aquella guerra, si la política i como aquí siempre ocurrió) no hubiese producido des- uniones y discordias, si reconcentradas las fuerzas }• los alientos, que el pueblo liberal ofrecía, con empuje se hubiesen utilizado, ni la facción logra- ra adquirir el espantoso desarrollo que adquirió, ni la lucha sangrienta durara siete años, eiurante los cuales se sacrificaron tantas vidas, y se in- \ irtierou tantos millones de pesetas.
01)jet,o fué también de los tiros de Larra el Estatuto Keal, aquel cuer- ])o «aniico -moderno» como le llamaba, en principio saludado con júbilo P'ir el pu<'^l>lí',que esperó de él concesiones en sentido ampliamente liberal, y que no tardó en conAencerse, distaba mucho de satisfacer sus legítimas asjíiraciones. .
Los Proceres y Procuradores, aun reconociendo en muchos de ellos alto patriotií^mo. lé en sus ideales, y las mejores intenciones, no llegaron por cierto á popularizfjrse,y encontrándose las más de las veces, entre ele- mentos opuestos, á ambos hicieron resistencia, demostrando bien pronto lo poco que de ellos podía esperarse.
Duros fueron los ataques al Estatuto, á cambio de bien pocos elogios, y la obra de Martínez de la Eofsa. sucumbió para no volver á recobrar jamái 1h ^■¡dri.
Ya en la Cartas al bachiller su corresponsal desconocido, ya en la."^ de un liberal de acá á un liberal de allá ó en el Por ahora. La Ala- banza y La ventaja de las cosas á medio hacer, burlóse Fígaro de log
actos de aquellos hombres de gobierno, que no encontraban, solucionen pi- ra lc.5 conflictos' que surgían, ni conjuraban los p.eligrob, ni se decidían á
penetrar abiertamente por ei camino de la libertad.,. ¡Cuan ingeniosos y •.ert'éros son los golpes á aquellos }tolit!€Otí del justo medio, en artículos romo Los tres no son más que dos. Cuasi y La gran verdad descu bierta! ¡Cuánto podrán sienipro aj'Vpndfr aquellos escritores que se dedi- quen á la sátira política, en El Hombre-Globo, El ministerial y á Lo que no se puede decir, no se debe decir.
En todot< euanios he iiuniei-adu. ^c. n<>s prv.-stuta el Fígaro, valiente y kíclia<lor, á quien solo mueve su pluma el noble ileseo de ver curada á la patria. de tantos males como la ailigen. de romper viejos obstáculos. que se oponen á la pública felicidad, de arrollar á los que sin talentos, sin gran- deza, y sin títulos la sangran, la explotan y la empobrecen.
Larra, cuyo género de sátira tanto se ha combatido por los cri ticos torpes y mal intencionados, de quien se ha querido que se huya co- mo peligrosa para el lector, de quien han subsistido, aun después de lar- gos años, miserias y calumüias de sus personales enemigos, que siempre duele ver todavía que tenga eco. decía lo siguiente al hablar de ¿u propia sátira.
«Somos satíricos, porque queremos criticar abusos, porque quisiera mo3 contribuir con nuestras débiles fuerzas á la perfección posible de la sociedad á que tenemos la honra de pertenecer. Pero desliniiando siem- pre lo lícito de lo que nos es vedado, y estudiando sin cesar las costum- bres de nuestra época, no escribimos sin plan: no abrigamos una pasión dominante de criticarlo todo con razón ó sin ella: somos sumamente celo- sos de la opinión que puedan formar nuestros conciudadanos de nues- tro carácter: y en medio de los disgustos á que nos condena la dura obli- gación que nos hemos impuesto, cuyos peligros arrostramos sin restric- ción, el mayor pesar que podernos sentirles el de haber de lastimar á nadie con nuestras critican y sátiras; ni buscamos, ni evitamos la polémica; pero siempre evitaremos cuidadosamente, como hasta aquí lo hicimos, toda cuestión personal, toda alusión impropia del decoro del es :ritor pjúblico y del respeto debido á los demás hombres toda invasión en la vida privadn. todo cuanto no tenga relación con el interés general.,.* •••^ El tono melancólico, la sincerridad que demuestran las frases co- piadas, insertas en El Kspañol 2 de Marzo de 1836) dan á conocer al La- rra satírico", mucho mejor de cuanto de él se ha dicho, aun por aquellos, qué creyendo alabarlo, lo han querido presentar ccm.o enemigo de la so cieda'd, y como un atrabiliario censor de cuanto veia, No, no abrigaba Fí-- garó ¿pasión 'dominante de criticarlo todo.con razón ó ¿in ella» á semejan zñ, de muchos, que haii tomado el periódico y el libro, come salide]fc:>s de
innobles reneoi-rji, A'-mo bajos in3TrumenT».s <le j>esJínos iníiintop,. v de- ven- ganzas de la impotencia.
Si £^ran parte de los que han tenido el einisiao de llamai-í?t' j>cri<.<dic*ra.K satíricos, se hubieran mirado en su ejemplo, si Ion que cobardes, y: Ik^rxjiíí: de despecho, han emborronado las columnas de tanto pape-1,, propagando infames calumuias, hiriendo rcpuí aciones leí(iíimas, y man^diando perso- nalidades y cosas respetables, hubioríni sabido contenerse, don(b^ Larra, se contuvo, sus nombres, no estarían hoy tiui olvidados, ó no se Inibieran. atraído con justicia el odio ó el desprecio de los hombres dignos.
Jamás fué la sátira de Fígaro la del p-aizonoso tiaiditr, la d»-] que oo. za haciendo sufrir al confiado amigo, la del que oculta y ataca en la som bra; él hirió frente á frente, envolvía en las sales de sus chistes, sus agudos dardos, y cuando provocaba la risa en sus lectores, más «le una vez su co- razón lloraba los irremediables males que combaría y á él tanto afectal)an á veces...
«Démonos el parabién- decía en cieno iiM.bAJo pio- Jiaber tenido- nuu. ocasión más... de dar descanso á la péñola satírica que pur lo reojalar ma- nejamos, con más dolor nuestro, que de aquello^ mismos á ijuienes nos ve- mos en la triste precisión de lastimar...^
Desde la alteza de su genio, miraba Larra en Lomo ri(iyo,con. mirar que llegaba á lo hondo, y al burlarse de los desaciertos del político, del autor de comedias que pervertía el gusto, de los cómicos torpes y adocenados, de las ridiculeces sociales, y de las malas co^rambres, no era posible ha- llar en sus escritos, las palideces de Ei Curioso Parlante, las afectacio nea y los enmarañados arcaísmos de Kl Solitario, las exageraciones realis- tas de D. Antonio Flores, el monúl.uio aLÜdamieuto de Kl estudiante, las vaguedades de Abenaniar, y ianíos otrcts defectos de liulto, c.tmo icconoT ce la crítica, en aquellos escrit-n-es dt- c*.s(umbrf-s. f|Uc á h^ pai- de Figaro cultivaron con él el génej-c).
En la pintura de t¡]>os y escenas de la vida real, hechas en artículo.s, breves 'ciiyo origen extranjero no eniraré en analizar; se ha dicho, .yro . petido. que nunca triunfó nuestro autor, perreneciendo sus trabajos de .tal índole á un lugar de segunda lila. Menendez Pelay.» abundando en este, aserto, apuntó en sus adiciones á la obra de Leixner, Nuestro Siglo, que como articulista de costitmbres, lo encontr.tba < pobre de color y de estilo., inferior no solo á Estevanez Calderón, sino á Mesonero Romanos,», locual no es nada para como se expresó Cánovas. del Castillo, en Kl Solitario y su tiempo, que sobre tacharle de los mismos defectos, escribe, que Lai-ra. traduce, descubiertamente á Joüy y toma de áus obras. .tronos ain . decirio,-
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incurriendo on verdadoroH pla,£^iosj»eomo ya hice observar nntorlormente.
Sin embargo do e:^tas opinione?j. el aonstino Blanco y García, hacien- do más justicia á Fígaro, tra7.aba no há min'ho, estas lincas en su liitera- tura Rspañola del Siglo XIX.
«Ha.y qnien desconoce on í^arra el )»iator de coshnnljrcs, i'edncicndole á un simple escritor político de ina«^otablc venn y desenlado sin i^inal: pe- ro en realidad i'aé las dos cosas, y basta lijarse en la jtarle ípie dá en sus artículos á las ridiculeces sociales y lirerai-ias y á lo acertado del desem- peño en la mayoría de las ocasiones, para convencerse que no era la poli- tica la nota exclusiva de su inspiración. Xada se sush-ae de ella de cuanto podía fijarle por al«i,u}i motivo: lodo le recorre en ional íoríuna, desde los calaveras aíoi'hnmdos que lleo-an á captarse jas mas anheladas simpa- tías y El hombre globo.... desde los toscos modales de los que ñ? llaman artistas, hasta las impolíticas «lilacion del Vuelva V. mañana, y la hi- pocresía de la aira sociedad tan bien representada en El mundo iodo es máscara.» (•t5)
Léanse, (creo convenienre añadirs, las de.Tcripcione3 de los tipos que desfilan en Modos de vivir que no dan de vivir, en Las Gasas Nuevas y en La Tida de ^ladrid: ¿no está allí demostrada una observación fina, no despierran interés qite no decae, no encierran acertadísimas pincela- das que reproducen la realidad?
En Los l^al ave a'as* por ejemplo, so encuentra retratado el <,^ala- vera-tcmeríln, con una ojracia y una verdad, que pocos han superado. Aquél mozo qtie dispara la cerl)atana al descuidado transeúnte, al faruli- Uo del escarolero ó al fanal de la confitería, que abraza al descouccido en mitad de la calle, qtie á media noche tira de las narices, al mancebo de la botica, ó desvela al pacífico vecino, existía, entonces en abundancia en la corte y ha exi.stido hasta hace poco. T.arr.t 1» cojieció, trató y vivió run- chas veces con él. y fio-nrando en la célebre Pai't'i<la dol Trn^no, to- mó parte en sus «hazaiías,) calaveradas biillici..sas, en el t' nido inocen- tes, hasta llegar como cuenta el ¿general Fernand^^z de Córdova, á que <vUna noche con un culto de almazarrón de que se había provisto, y una brocha, embadurnó toda la caja amarilla del cabriolé del Duque de Alba'j que á la puerta de una casa esj^eraba con oíros coclies, no ])udiendo reco- nocerle el mismo Duque, cuando salió, por más que al despertar el coche- ro le asegurase que era aquel su jiropio vehículo.» (HOj
Entre otros periódicos que comenzaron ú ver la luz en 1H34, tales co- mo El Siglo (37) que tuvo corta vida, y en el que escribieron Espron- ceda, Pastor Diaz y Ros de Glano; El Eeo tiei í^oiiiei'cio, redactado
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por don Joaquín M. López, don Fermín Caballero, don Florencio Pan'e- fio y otros, Lia Abeja que dirigió Pacheco y en la que trabajaron, don Juan Bautista Alonso, Roca de Togores, Bretón de los Herreros, Do- noso Cortes, ete. etc ; se dio al público bajo la dirección de don Antonio Alcalá Galiano, El Observador, «diario político y liberal,» cuyo pri- mer número lleva la fecha de 15 de Julio del citado año, terminando en el mes de Abril de 1835. (38)
Larra, fué llamado á redactar en este periódico, y como de los artícu- los que en él insertó, ya me he ocupado, pasaré á tratar de su novela El Doncel de 1>. Kiiriqae, El Doliente «historia caballerezca del siglo XV» que impresa por Reullés se, dio á la estampa, formando parte de la Colección de novelas históricas originales españolas, que tan pingües ganancias rindieron al editor Delgado.
V
Oceadeiicia de la novela en los comienzo» del sislo actnal. ~~ Tradacciones.— IVIor de Fuentes, nadraniany.MarqaeK ,y Kspejo y sns novelas oriíg^i nales.— La novela histérica de Walter ^ícott.— Su éxito en Kspaña.— López í^oier y sas continuadores.— ^Kovelas extranjeras y españolas hasta 1833.— dovelas románticas.— JLa colección de Del- gado.—''El Doncel de D. Enrique el Doliente**.— Prefe- rencia de Larra por lacias. — El critico y el poeta.— Jjo dicela historia sobre el doncel gallego.— Como lo pre- sentó Larra.— Los protagonistas de la novela.— Los de más personajes. — Desarrollo de la acción. Opinión de un critico.— Éxito de la obra de Larra.— ]\ovelas que siguieron al Doncel. — Lo que produjo á su autor.— Edi- ciones posteriores.— Algo de la novela española.
Árbol fecuudísimo en nuestra literatura, fué el género novelesco eu' los siglos XVI y XVII, pero en los comienzos del actual, hallábase tan po- bre y raquítico, que mal pudiera el vulgo de aquella generación, formarse idea de lo que en un tiempo' fué. - '•
Cuantas novelas corrían en España eran d*^ -v.^^ros extranjeros, fa mosos algunos, dándose el público por satisfecho, cónleer una y otrjl Veí, traducciones más ó menos esmeradas, de Clara Harlowe, Atalav'^tt- blo y Virginia, Kené, Corina, & y sin contar con otras obras origi- nales que la l^erafína, de Mor de Fuentes, El Engaño fellx de Madrá- many y Calatayud, la Anastasia del presbítero Márquez y Espejo, y otras cuantas no menos que éstas, olvidadas j'a hace mucho tiempo. (39)
El éxito de la novela histórica de Walter Scott, fué rápido y decisivo en la península, así como las producciones de sus imitadores extranjeros, y esto se explica fácilmente, atendiendo á que modificad-os los gustos, por
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los trastornos políticos, de las dos primeras décadas de la actual centuria, buscábase ya on la lectura de entretenimiento, algo que conmoviera, y emo- cionara, instruyendo á la par, y se apartase por completo, de aquellas lan- guideces y monotonías de los escritos, que hasta poco antes con general aplauso habían corrido.
Cuéntase como el primero de los que entre nosotros cultivaron con for- tuna el género do Walter Scott, a don Ramón López Soler, que dio "á luz antes de 1830 iios Bandos ile Castilla ó el caballero del cisne, y luego, otros libros de la misma índole, muy ensalzados entonces por los críticos.
Del mismo tiempo, ó del inmediato á la publicación de López Soler, son ya muchas las novelas que se encuentran en España, y aunque siguen te- niendo superioridad infinitas las traducciones, y arreglos, las hay hasta cierto punto originales y de algún mérito, contándose entre las extranjeras María de Courtenay (Madrid 1829), D. Quijote con faldas (Madrid 1829), Cecilia, «novela helveciana» (Madrid 1830,) Adelina ó la Abadía de la Selva, (Madrid 1830,) Gómez Arias ó los moros de las Alpujarras (Ma- drid 1831,) escrita en inglés por Trueba y Cossio y entre las españolas La doncella de Misolonghi de D. Estanislao de Cosca Bayo, (Valencia 1830,) Sofia y Enrique de D.* Vicenta Maturana de Gutiérrez (Cádiz 3829.) La Torre gótica de D Isidoro Villarroya (Valencia 1831) Los Españoles náu- fragos, de D. Segundo Martínez de Robles, (Madrid 1831,) El Conde de Gandespina, de D. Patricio de la Escosura (Madrid 1833) y el Tancredo en Asia, de D. Juan Cortada. (40)
Pertenecen todas estas novelas al género romántico, que arrogante- mente iba á invadir de allí á poco todo el campo de nuestra literatura, y no he de detenerme en el estudio de ellas, por creerlo fuera de lugar y ser á más tarea ya rematada por los críticos, que han analizado ampliamente aquel periodo; más conviene hacer constar, que de la publicación de tales libros, arrancó el renacimiento de la novela contemporánea, tan lejos hoy de lo que fué en sus principios.
Creciendo en lectores y panegeristas dominó pronto con imperio abso- luto el romanticismo en la novela, quedando de 1834 á 1840 pocos escritores de cuenta que no hicieran un ensayo en el género, aunque sus condiciones y aptitudes fueran las más contrarias, á salir airosos de la empresa.
En el primero de los citados años cofuenzó á ver la luz una Colec- ción de novelas históricas orig;inales españolas, publicadas por D. Manuel Delgado «famoso editor que hizo su fortuna á costa de todos los ni^enios de aquella época,» ó impresas en el establecimiento de Repullos,
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siendo la primera de la tal colección, la titulada JBl primogénito de Al- bnrqaerqae, original de López Soler qae ocultaba su nombre (según Blanco García) con el pseudónimo de «D. Gregorio Pérez de Miranda,» y la segunda El Doncel de J>. Enrique el «oliente, debida á la plu- ma de D. Mariano José de Larra. (41)
El resucitar este la memoria del infortunado trovador gallego, no fué hijo del capricho ó de la casualidad, fué algo de más cuenta, algo más profundo, pues la triste historia amorosa del infeliz doncel, le atraía pode- rosamente, y le inspiraba esa predilección, con que se mira cuanto tiene alguna semejanza con las propias desdichas.
Porque Fígaro, (y hasta ahora nada he apuntado en el transcur- so de este libro,) el FígAro, articulista político, el burlador délas ridicu- leces sociales, el que parecía en su continua broma indiferente á todo, él que provocaba de continuo la risa de sus lectores; era detrás de todo esto, un infeliz, un alma abrasada por la pasión, un corazón ardiente, donde ha- bía crecido y del que se había apoderado, uno de esos afectos vehementí- simos, que jamás sienten los seres vulgares y que por cada instante de su- prema dicha, proporcionan horas interminables, de angustias, de torturas y de dolores indecibles.
Macías, joven poeta de superior inteligencia, leco de amor por una mujer casada, ¿qué había de ser en la pluma de Larra, también joven, también dotado de genio, y presa también de una pasión invencible por una f)f?rso;i , cuyo nombre á otro estaba unido y á quien ataban inrompi- bles laz: c?. .
Con harta brevedad suele contarnos la historia la vida del protagonista de la novela de Larra: con ligeras variantes el relato que nos ha trasmiti- do, es el siguiente:
«Macías, natural del Padrón, pueblo de Galicia, servía al Marqués de Villena en calidad de paje ó escudero. Enamoróse de una doncella de la servidumbre del Maestre sin que éste lo supiera. Fué correspondido tier- namente, pero guardando uno y otro amante el secreto. Ausente Macías, casó el Marqués á la dama, con un caballero: cuando aquél regresó deses- perándole los celoi»: pero sabedor de que la recien casada le amaba con la misma constancia, continuó alimentando su pasión en cartas, versos y co- loquios, hasta llegar todo á noticia del marido, que se quejó al Marqués. Este reprendió á Macías aunque en vaide, su imprudencia: su amor con los obstáculo? era ím\(\\ vez más poderoso y violento.
Entonces A Maestre, comprendiendo el peligro si llegaban á verse los dos rivales, le mandó llevar preso á Arjonilla, provincia de Jaén: ni con
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esto aquietóse el ánimo del apasion ado Macíus: en la cárcbl cantaba su amor y hacía versos para que los entregasen á su amada. Sabedor do esto el marido, armóse, montó á caballo, fuese á Arjonilla, y llegándose á la cárcel, vio á Macías y le oyó lamentarse de sus infortunados amores: ar- diendo entonces en ira, le arrojó la lanza y atravesándole el pocho, dejóle allí muerto y huyó y se pasó al Jvey moro de Granada. El suceso causó honda sensación y produjo gran ruido... EIl cadáver de Macías fué llevado con gran pompa en hombros de los caballeros y escuderos más nobles de la coniarca, y enterrado en la iglesia de Santa Catalina de Arjonilla... casi todos los poetas contemporáneos lamentaron los amores y triste íin de Ma- cías.» (4?í)
Tal es el reíalo de la historia, tomada aquí, de la que insertó D. José Fernandez Espino, siguiendo al P. Sarmiento, Larra fraguó la trama de su libro, sobre los des personajes princijjales; el trovador y Elvira su ama. da, alterando la forma del desgraciado íin del doncel, á quien no hizo mo- rir á manos del vengativo esposo de la señora de sus pensamientos, sino por un desgraciado accidente, de gran efecto dramático y á la vista de la mu- jer querida. Tienen desde luego los dos tipos enamorados, singular realce que los distingue de tcdos los demás, cuando el novelista los pone á los ojos del lector. Son dos caracteres definidos perfectamente, dos tempera- mentos exaltados, que el escritor/ha estudiado con verdadero cariño, antes de trasladarlos al papel, y tan fiostenidas están siempre, de tal manera responden en todo el curso de la narración á lo que deben ser, que en nin- guno de los momentos dejan de interesar, y mantener al lector, excitado-
El Macías de Larra, lleno ds vida, dotado de un cuerpo arrogante, de un corazón generoso 3' de un valor no desmentido, alienta solo para la pa- sión amorosa, que inílama su pecho, que derrite su alma. Ella, se denuncia en su actos, influye en todas sus ideas, le tiene por completo sometido á su imperio (como ocurre si so quiere de veras,) y cuando habla, son sus frases, expontáneas, sentidas, expresión del fuego que le devora.
En el lenguaje de Macías, hay como en el de todos los amantes quo sufren, rugidos de fiera y ternuras exquisitas, euergías sobrenaturales y desfallecimientos angustiosos, trasportes de la más loca alegría y lamen- tos de la más inconsolable pena, imprudencias extremas, y explosiones tremendas, que jamás comprenderá el lector, que pase Li vista por aquellas páginas, sin haber sufrido y gozado fuera de las almas vulgares.
Elvira, dentro del ambiente que se mueve, no está pintada con menor verdad, con menor acierto feliz. Sujeta por el deber, y por el im- pulso llevada, que le arrastra á faltar á aquél; unida á un hombre en ma-
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trimonio, que solo temor le inspira, y enamorada ciegamente de quien no puede sor su legítimo duefio, lucha de continuo con su corazón, y con su cabeza, resultando siempre en la lucha vencida, por el primero. La íigura del apasionado y tierno doncel, le llena por completo el alma, su nombre la conmueve y le agita, en su presencia, en vano hace esfuerzos por dominar las emociones que le turban, y no tarda en rendirse á sus plantas, y enloquecerlo, con ternuras do mujer apasionada y con severi- dades inspiradas por el estrecho deber.
Véase como describe Larra á la amada del Doncel: «Ayudábala (á dona María de Albornoz).... á pasar las jirimeras horas de la noche, otra mujer todavía mas sencilla en su traje y poco mas ó me- nos de la misma edad. Todo lo que la primera llevaba á la segunda en dig- nidad y riqueza, llevaba la segunda á la primera en gracia y hermosura. Tez blanca y mas suave á la vista que la misma seda, estatura ni alta ni pequeña, pié proporcionado á sus dimensiones, garganta disculpa del atrevimiento, y fisonomía llena de alma y de expresión. Su cabello brilla- ba como el ébano; sus ojos sin ser negros, tenían toda la expresión y fiere- za de tales, sus demás facciones mas que por una extraordinaria pulidez, se distinguían por su regularidad, y sus proporciones marcadas, y eran lo que un dibujante llamaría en el dia académicas ó de estudio. Sus labios al- go gruesos, daban á su boca cierta expresión amorosa y de voluptuosidad, á que nunca pueden pretender los labios delgados y sutiles; y sus sonrisas frecuentes, llenas de encanto y de dulzura, manifestaban que no ignoraba cnanto valor tenían las dos filas de blancosy menudos dientes, que en ca- da una de ellas francamente descubría. Cierta suave palidez, indicio de que su alma había sentido 3'a los primeros tiros del pesar y de la tris- teza, al paso que hacía resaltar sus vagas sonrisas, interesaba y rendía á todo el que teníala desgraciado verla una vez parasu eterno tormento...»
¿No parece leyendo detenidamente esta pintura física de Elvira, que el autor no hizo el retrato á capricho, y que tuvo presente rasgos de al- guien que le interesaba y tal vez «para su eterno tormento?»
¿No parece también conociendo la funesta pasión que Larra abrigó en su pecho, que envenenó su existencia y causó su muerte, que habla el mismo, al poner en boca de Hacías, estas sinceras palabras, de una expre- sión aterradora?
«....Si fui imprudente, lo confieso, tu tuviste la culpa. ¿Por qué no me inspirastes una de esas débiles pasiones, un amor pasajero, de esos que es dado al hombre di.simular, de esos que no se asoman á los ojos, que no hu- blan de continuo en la lengua <lel amante, de esos que pasan y se acaban,
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y dan lugar á otros? ¡Ay! tú lo ignoras, Elvira. Hay un amor tirano: hay un amor que mala; un amor que destruye y anonada como el rayo, el cora- zón donde cae; que rompe y aniquila la existencia; y que es tf.n fácil de encerrar, en fin, en lo profundo del pecho, como os fó ??' ncerritr en una vasija esos rayos del sol que nos alumbra.» (Capítulo XXVIL)
Aunque toda la atención de los lectores recae, sobre Matías y Elvira, los demás personajes, que intervienen en la acción de la obra, no por ello resultan, como en tantas otras novelas del corte de la de Larra, figuras sin salientes, que se mueven á compás, que aparecen ó desaparecen, cuando al autor les place, sin motivo alguno que lo justifique, y que sobre estar confusamente trazadas, ningún rasgo presentan para poder interesar, ni ninguna huella dejan en la imaginación de los que leen.
Aquel Don Enrique de Aragón, marqués de Villena, tio del rey de Castilla que tan señalado lugar ocupa en la historia literaria de su tiempo, está pintado con singular colorido y con rasgos, de verdadero artista. Su ambición desmedida, la iuícua farsa que pone en práctica para deshacerse de su esposa, doña María de Albornoz y obtener el Maestrazgo, su doblez ante el monarca, cuando la misteriosa enlutada pide justicia, 3' la intriga que fragua con el judío, hasta encerrar en el castillo de Arjonilla, al des- venturado doncel, le dan un tinte sombrío, que si se aparta algo de la rea- lidad histórica, favorece en mucho la acción de la obra literaria. (43)
Fernán Pérez de Vadillo, el esposo de Elvira, servidor fiel del mar- qués de Villena, aunque á veces reprueba sus actos, se destaca también con luz propia, y ofrece el tipo del hidalgo, severo y cortés, entero y no falto de valor, que al convencerse plenamente, de que su mujer ama á otro hombre, aparta con justicia todo rasgo de clemencia, para la infiel, y no tiene más aspiración, que saciaj^su odio franco^con la sangre de quien ha turbado la paz y reposo de su hogar.
El rey don Enrique, harto más débil de cuerpo, que de carácter, su físi- co; el viejo judío Abenzarsal, todo intiiga y tramoya, astuto, para em- baucar con sus art':s de hechicería; la noble D.'^ Mafia de Albornoz, tan desdichada como buena; el caballeroso don Luis de Guzman, el montero Hernando inseparable de su querido perro Brabonel, el juglar Ferrus, cu- ya mano al soltar las cadenas del rastrillo fatal, causa la muerte de Don- cel, Jaime, el pajecillo travieso, Peransurez, y todos los otros persona- jes que en la acción intervienen, llenan perfectamente sus lugares, y con- siguen hacer que la acción no decaiga por un momento.
Bien meditado el plan de ella, y distribuidas con gran acierto las esce- nas, aunque el objeto principal á veces parece interrumpido, nunca se
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pierde, pues al enlazarlo de nuevo el autor, lo hace de modo que el lector queda brevemente impuesto de las situaciones, y hecho cargo con rapidez de las vicisitudes de los personajes.
Hay en El Doncel capítulos dignos de la pluma de nuestros mejores novelistas. Aquel en que Elvira obtiene del paje el anillo de Hacías, cuya combinación de piedras le delatan sus amor; (capitulo VII) el otro en que Hernán Pérez, es burlado al interrumpir el diálogo amoroso de los prota- gonistas, (capítulo XXVII), y, el de la reñida lucha, entre el esposo y el trovador, que sigue al encuentro de ambos en el laboratorio de Abenzar- sal, (capítulo XXII), prueba este aserto.
¡Qué fuego y expontaneidad de la pasión palpitan en aquellos diálogos entre Elvira y Macías! ¡Qaó gracia y donaire en la descripción de la posa- da de Arjonilla y el cuento del moro que habitó el castillo, y quo «enqui- liostraba á las doncellas» para vengarse de los desdenes amorosos de Ze- lindaja, á quien al cabo hizo su víctima! ¡Qué interés en la sorpresa de Fe- rrus y el alcaide, por los finjidos frailes! ¡Qué fuego, qué colorido trágico, en la muerte del enamorado doncel, al abandonar la prisión, perseguido por sus enemigos, y ante los ojos de la mujer que le idolatra!
No sé por qué razón hasta aquí los biógrafos de Larra, apenas, si se han detenido al nombrar su novela, haciendo el que más de ella, cua- tro palabras de tibio elogio ó tachándola de lánguida y descolorida de algo asi, como una de esas obras soporíferas é insoportables, engendros de la exageración y delirio romántico, que á tantos extravíos condujo. Parece como qae los que han mencionado á El JHoiicel, lo han hecho, por solo citar la obra y por deferencia al nombre de su autor.
Don José Blanco y García, ha sido el primero (que yo sepa) que se ha fijado con algún detenimiento en lo que la obra vale, si bien su juicio no puede ser muy estenso, dado el libro en que va incluido.
Llámale el citado crítico lo mejor que se publicó en la colección Repu- llés y añade: «El modelo de Larra no fué Walter Scott á lo menos exclusi- vamente,antes parece haber dado la preferencia á Dumasy á otros autores franceses aficionados á las grandes catástrofes de la historia y á los dra- mas íntimos del alma, y para eso buscó un asunto en que desbordara la pasión y chocaran violentamente les efectos y los intereses, sin detenerse ante la apología franca del pecado. Condiciones psicológicas bien extra- ñas le hicieron mirar con predilección y simpatías las aventuras de aquel infortunado trovador, héroes de las leyendas poi ulares y encarnación de los amores imposibles; Macías. ..y en el que creyó ha'lar una imagen de sí mismo, de sus luchas, desvarios y contradiciones. Hay en novela mucho
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más calor y nervio que en el drama (Hacíais) y si bien en los principios es desatada y monótona la narración, va subiendo do tono progresiva- mente hasta la altura de lo patético.
Los que la califican de lánguida sin distinciones ni atenuante, ó no la han saludado ó no son capaces de avalorar aquél fraseo tan natural, tan conciso y desafectado en que se comunican sus sentimientos las dos aman- tes; la insistencia de Macías, el desmayo, los paliativos, y el rendirse á discrepcion de Elvira al apartarse abiertamente de su deber. Todo esto debe censurarse en el terreno de la moral y, si se quiere en el de la li- teratura; pero ¿cómo llamar languidez á lo que es frenesí de la pasión?.... Sin darse cuenta de ello obedeció Larra á muy encontrados impulsos, no todos procedentes del arte y de sus diversas teorías, y de aquí, cierto eclecticismo de que no saca gran partido, pero que pudiera ser fe- cundo á no ir enlazado con substanciales defectos. No es extraño que el infelicísimo autor, al describir escenas, y lugares, se acordase tanto de sí mismo, haciendo reflejar á sus personajes lo que con tanta vehemencia sentía, ni que su novela, sin dejar de serlo, fuese al mismo tiempo, uña confesión íntima y dulorosa, conservando entre otros el interés autobio- gráfico. Si los reyes de la sátira, desde Aristófanes y Luciano, hasta Swift y Voltaire, han ignorado por lo común el poder del sentimiento, Fígaro, merece contarse entre las excepciones de la regla, ó lo menos por esta obra »
¡Y cuan cierto es esto! ¿Quién creerá repasando El Doncel, que el au- tor de aquél libro, era el que á diario movía la risa de número considerable de lectores, ridiculizando sin escrúpulos á los hombres y las cosas de su tiempo? El que solo por esto lo conociera, ¿no había de sorprenderse bas- tante al verlo conmover las más delicadas fibras del corazón, y cautivar al lector, con delicadezas de un pecho enamorado?
El éxito de la obra de Larra fué inmediato, y sin duda contribuyó á que otros autores se decidieran á seguir su huella, publicando poco des- pués D. José Espronceda Sancho de Saldaña ó El Castellano de Cue- Uar (1834), D. José García de Villalta El Golpe en vago «cuento de la dé- cima octava, centuria» (1835), D. Patricio de la Escosura, Ni Rey ni Ro- que, (1835), D. Juan Cortada, El Rapto de D.* Almodis, (1836), y otros autores de menos en anta, infinidad de leyendas, episodios históricos y na- rraciorr^s, que yacen sepultctdas c^: 1-^- clumnas de los periódicos litera- rios y en los rincone> ae las bibliotecas. (44)
Produjo El Doncel á Larra según mis noticias 4.800 reales, y de la obra se han publicado á más de la j^rimera ediccion citada una en 1838
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impresa también por liepullés, otra subrepticia en Barcelona, el mismo año, otra en 1852 en dos tomos con un prólogo de D. Luis Mariano de Larra, hijo de Fígaro y láminas de Urrabieta y dos más, que no conozco, en fecha posterior, de Méjico y Puerto Rico. .Además s-" ''^ ' ': ■'.■-'do on las ediciones de las Obras Completas do Larra d^ Mad París (1856 y 1870) y Barcelona (1845 y 1886), ilustrada t.ai lucuna con magníficos dibujos de D. José Luis Pellicer.
Es la novela, de lo que ha sufrido más transformación desde la mitad de nuestro siglo, pero aunque ella sea tan distinta en el dia, de lo que fué en tiempo del romanticismo, quedan sin embargo, como quedan de todas las escuelas literarias cuando pasan, un reducido número de obras, que vie- nen á salvarse del naufragio, y sostenerse, sean cuales sean, los gustos que imperen, porque en ellas hay algo que víví el mámente y que eter- namente se apieciará, aunque vaya rev :sc''¡~ de este ó del otr^ 'o- paje.
Algo así le jasa á El Dcncel; en lectura tengo para mí cju^ nunca se- ría abandonada 'ompletameite, que nunca dejará de producir impresión en aquellos que sepan estimar las obras literarias, animadas por el fuego de la pasión, y que á un hermoso arranque de sentimiento debieron la existencia.
De las distintas faces que ha tenido la novela en España durante el siglo XIX, pocas son tan dignas de ser extensamente estudiadas, como la primera época, en que dominó en ella el gusto romántico, no tan solo por lo que produjo, sino también por la larga huella que dejó transformándose, y que fué seguida después, hasta tiempo mu}^ cercano al presente, en que se sobrepuso y triunfó en toda línea la novela de análisis, del 3studio del «documento humano», la que reproduce el cuadro fotográfico de la reali- dad, y nada oculta á los ojos del lector, la que abandona el enmarañado argumento, y la fatigosa intriga, la que penetra en fin, en el corazón de los personajes, y es reproducción exacta de la vida, con sus íntimas lu- chas^ sus grandezas y sus miserias. La desmedida afición despertada en el público de aquellos dias por las lecturas novelescas, el poco escrúpulo de muchos escritores, y las facilidades materiales en los medios de publi- cación, hicieron que en corto número de años, se inundara España de libros voluminosos, que en muchos casos se habían hecho, sin plan, ni detenido estudio, amontonando con espantoso desorden, personages y escenas, y llenos de falsas pinturas, de inverosímiles sucesos y de errores históricos. ¡Y fué gran lástima que el género que en un principio, pro- ducía obras del arte y del seutiíaiento, que había comenzado por enri-
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quecerse con El Doncel, El golpe en vago ó El señor de Bembibre, lle- gase tan rápidamente á abortar, LtSi Hija de un jornalero, Gontran el Bastardo ó La ^^ota de sangre!
Digno sí, de un estudio y de habilísima mano, es el período primero de nuestra novela romántica, que aunque con todo su sabor transpirenaico 7 con todo el reflejo de imitación que le han recargado, tiene mucho de propio, btllo y artístico.
VI.
Los teatros según Fernandez de Córdova. — Obras aplaudidas.— Ac- trices y actores.— La Cruz y el Principe.— El furor filarmónico. —Comedias y Dramas.— Traducciones y arreglos. — Estreno de No mas Mostrador.— Sus personages. — Roberto Dillon ó el Ca- tólico de Irlanda.— Don Juan de Austria. — Felipe y otras tra- ducciones de Larra.— El drama romántico.— Primeras tentati- vas.—Macias.— Lo que de él dijo su autor.— El estreno.— Sus personajes.— Sus argumentos.— Dramas que le siguieron.— Don Alvaro.— El Trovador.— Triunfo del romanticismo en el teatro. —El arte de conspirar.— Un párrafo de Cañete.— Tu amor ó la muert»3. — Un drama no representado.— Kl conde Fernán Gon- zález.
«Los que ahora lean estas páginas acostumbrados al lujo y al confort moderno no podrán figurarse... lo que eran aquellas construcciones que llamábamos teatros en la primera mitad de este siglo. Luces macilentas de aceite que lo dejaban todo en la penumbra y despedían un olor insoporta- ble. Palcos estrechísimos, mal pintados, mal decorados y pésimamente amueblados, á los cuales no podían asistir las damas con vestidos media- namente ricos, por temor de mancharlos de polvo y aceite; una cazuela, destinada exclusivamente á las señoras, con solo bancos de madera sin respaldo, sobre los cuales cada una pendía almohadones traidos expresa- mente de su casa; lunetas de tafilete, rotas, mugrientas y desvencijadas; emanaciones pestilentes procedentes de las galerías contígnAs; densa y constante atmó.sf'era de humo; frió en el invierno hasta el punto que los espectadores asistían cuidadosamente envueltos en sus capas; oalor asfi- xiante en verano por la falta de ventilación conveniente; empleados y aco- iiiodadores grosero^ que había que tratar á bí^stonazos hartas yeces y ca»
— To- mo complemento de este cuadro, un público medianamente culto todavía^ cuyas manifestaciones eran violentísimas siempre...»
Así pinta el general Fernandez de Cordova con singular acierto los tea- tros de Madrid en los tiempos en que vivía Larra, cuando eran aplaudidas La pata de Cabra de Grimaldi, El día más feliz de la vida de Gil de Za- rate, El pobre pretendiente de Carnerero, El Edipo de Martinez de la Rosa, los primeros arreglos de Ventura de la Vega, y las diez ó doce co- medias porque solo era conocido Bretón de los Herreros. Era entonces cuando pisaban las tablas Concepción Rodríguez y Joaquina Baus, Gar- cía Luna, Mate, Latorre y el saladísimo Guzman; (45) cuando remata- ban las obras con bailes nacionales que jamás cansaban al público, y cuan- do á lo más se prolongaban los espectáculos hasta las once de la noche.
Dos teatros había abiertos en Madrid, los dos famosos por su historia y los dos reedificados durante la primera mitad del siglo XVIII. En el de la Cruz, que era el primero (1737) representábanse «con más frecuencia las comedias antiguas españolas, las óperas bufas de poco aparato y rara vez tragedias y dramas;» el segundo, que era el del Príncipe, (1775,) lla- maba la atención por su decorado y vestuario, que para entonces era una maravilla, y en él tenían su centro, las obras de gran espectáculo, así lí- ricas como dramáticas. (46)
Del teatro de Oriente que había de ser un dia magnífico teatro Real, solo existía el proyecto, y las obras interminables comenzadas de tiempo atrás, no ciertamente con gran impulso.
El público «escogido» que diríamos hoy, los lechuguinos del Viltimo figurín, las niñas sensibles de teces pálidas, los hombres de mundo y los que se preciaban de buen gusto y estimadores de lo bello, daban desde luego la preferencia á la ópera, siendo escuchada una y cien veces la Clara de Koseniberg de Ricci, Jnlieta y Romeo de Vaccay, el inmortal Barbero de Rossini, Tebaldo é Isolina, £1 Cruzado en Cj^ip- to: (47) mientras la gente de letras, hacían esfuerzos por atraer la aten- ción con comedias y. dramas, frenéticamente aplaudidos estos últimos y por el vulgo, cuando tenían por títulos el lloiiasterio abaiHloiiado ó la Maldición, l^a Qninta de I*alíz%i ó los Aistesinos d« Floren- cia, Átala ó los Amores de dos Salvages y tantas otras completa- mente desconocidas, no ya para la presente generación, sino para la que inmediatamente sucedió á aquella. (48)
Traducciones, arreglos y refundiciones de obras en prosa y verso no faltaban ciertamente en los teatros, que ni la abundancia de ingenios ori- ginales era mucha,, ni la masa general del vulgo que ocupaba sillones, .ter*
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tulias, galerías y cazuelas, preocupábase gran cosa en averiguar, cual era el origen de quien le entretenía y proporcionaba horas de esparci- mlonto.
Sobresale oiitre aquellos arreglos, uno del que he de tratar aquí, re- presentado por vez primera en el teatro de la Cruz en 29 de Abril de 1831, titulado So más iiiostrafloi*,y debido á la pluma de D. Mariano José de Larra, que aunque al imprimir el libro llamóle «comedia original», te- nía su procedencia, en una muy celebrada en París, de Eugenio Enrique Scribe, autor popularísimo entonces, y que con pasmosa fecundidad surtía de piezas de todos géneros á los teatros de la capital de Fran- cia. (49)
La buena acogida que tuvo No más mostrador, fué en verdad justi- ficada, pues ciertamente no abundaban mucho, en la escena de entonces, comedias como aquella, que siendo de paternidad extranjera, llegaran tan acertadamente á presentarse á la española.
Sus personajes tienen vida, acción, movimiento. Doña Bibiana y Ju* lia, D. Deogracias, Bernardo y El Conde de Verde-Sauco, parecen tipos enteramente nuestros, pues no conservan nada, de ese sabor transpire- naico, que en vano intentan hacer desaparecer, la mayoría de los arregla- dores y traductores, que por acá ha tenido el teatro.
El interés que no decae, y que desde los primeros momentos se des- pierta, lo altamente cómico de algunas situaciones, (ejemplos, las escenas VIII y IX del acto segundo, y la III del tercero), la rapidez del desenla- ce, y la pintura de los caracteres, hacen de No másmostrador, una pro- ducción apreciabilísima, que es lástima no se represente hoy algunas ve- ces, pues de seguro sería escuchada con gran satisfacción por el público.
Otra obra de más vuelos dio Larra á las tablas al siguiente año, esto es, en 1832, no arreglada, sino traducida del francés, y fué el «melodrama de grande espectáculo», original de Víctor Ducange (50) titulado Rober- to Dillon ó el católico de Irlanda, en cinco actos y en prosa, prosa mucho más esmerada, que la de su primer ensayo dramático, que el mismo Larra había criticado, al decir en el número 5 de El Pobrecito Hablador. «No hace mucho tiempo que vimos en la representación de una comedia titula- da No más mostrador, la frase siguiente: — Si el ridículo que nos hemos echado encima no nos hace morir— (Kscena IV acto V) y en muchas par- tes,vemos continuamente repetido este galicismo. ¿Qué cosa es un «ridícu- lo que se echa uno encima?» ¿Se usa en castellano como sustantivo la voz ridículo, ni quiere decir nada usado de esta manera? Si los jóvenes que se dedican á la literatura,estudiasen más nuestros poetas ajitiguos, en vez de
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traducir tanto y tan mal, sabrían mejor su lengua, se aficionarían más á ella, no la embutirían de expresiones exóticas, no necesarias y serían más «elosos del honor nacional.»
Estrenóse Roberto Dillon en el coliseo de El Principe, y fué tan franco su éxito, que durante largos meses se mantuvo en el cartel, y no tardó en representarse en las principal<is capitales de provincias, por los actores de mejor nombre.
Feliz fué la idea de Larra, al traducir aquel drama de grandes efec- tos, pues el enamorado Patricio, que se suicida por no ser apóstata á su religión, Roberto, su padre, que muere inocente, y el traidor Dermod,eran personajes, que dados los gustos iel público de entonces, habían de ser de la mejor manera acogidos.
El mismo acierto presidió también en la traducción de D. Juan de Austria ó la Vocación, comedia en cinco actos, original de Ducange, que se estrenó en el Príncipe en 1834, y de la que fueron muchos los elogios hechos en los periódicos madrileños. (51)
Obra original, llamóse también como se dijo de No mas mostrador, á otro arreglo representado en 1833, titulado Felipe, bella comedia en dos actos, cuyo argumento interesante y desarrollado con suma discreción, supo Larra hacerlo, doblemente digno de estima, refundiéndolo á nuestro teatro, adaptándolo á nuestras costumbres y dándole á los personajes fi- sonomía española.. (52)
Pero no me detendré en hablar de otras traducciones y arreglos de Figaro, tales como El arte de conspirar, Tn desafio, Partir á tiempo, y ¡Tu amor ó la muerte!, por dar aquí preferente atención á su drama Macias, y deber las obras citadas, necesariamente figurar en segundo orden.
El drama romántico, puede decirse que no triunfó abiertamente en la escena española, hasta que en 1835 apareció esa creación hermosísima que se llama Don Alvaro ó la Fuerza del sino, pero poco antes, prece- diéronle dos obras, que si no podían incluirse abiertamente en la nueva escuela, eran los mas avanzados pasos hacia ella, que hasta entonces aquí, se habían dado. Refiérome á la Conjuración de Venecia, «año 1310, dra- ma histórico en cinco actos» de don Francisco Martínez de la Rosa, estre- nado en Abril de 1834 y á el Macias, drama también histórico, en cinco actos y en verso, de don Mariano José de Larra, representado en el Prín- cipe el 24 de Septiembre del citado año.
Aun no había acabado de saborear el público la lectura de El Doncel, cuando Larra, llevado de su preferencia por el apasionado trovador de la
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corte de Enrique IIT, lo hacía jirotaojonista déla mas aplaudidít y popular de sus obras teatrales, y como si no le pareciera suficiente, cuanto de él había dicho en el libro, quiso hacer resaltar mas y mas sn ñgura", presen- tándolo sobre las tablas, para que entusiasmase y conmoviera al vulojo.
«Nunca he podido explicarme dice — Meriendez Pelayo — en su Antolo-^ gía de poetas líricos, (tomoIV), esta singular atracción y fatídico prestigio ■ que atraía á Larra, hacia la figura del Doncel. ¿Qué misteriosas afinida- des podía haber fuera de la pasión amorosa, entre el alma sencilla del tro- vador gallego del siglo XV, y el negro humorismi que fermentaba eji el espíritu turbulento de Larra, convirtiendo en hiél para su autor, liíista los donaires de su pluma? Pero es lo cierto que la predilección existi('), y que si se descompone en dos mitades, el genio de Larra, Fígaro, será la crí- tica y la sátira y Macias la pasión y la locura de amor.»
Ninguna afinidad efectivamente existe entre Alacias y Larra, estu- diados literariamente, pero como ya dije en el anterior capítulo, los amo- res desgraciados del doncel, su pasión violenta é invencible, fué tan solo la causa de aquella preferencia de nuestro autor, no encubierta, y ma.s claramante demostrada tal vez, en el drama, que en la novela, si bien ésta excede en mérito y es mas digna de aprecio que aquél.
No decidido Larra por el género romántico, aunque las obras de Víc- tor Hugo, Dumas y Ducange, le eran harto conocidas, solo dio á su pro- ducción el nombre de «drama histórico» y en aquellas Dos palabras que le puso al frente escribió:
«... ¿Qué es... Macias? ¿Qué se propuso hacer el autor? Macias es un hombre que ama y nada más. Su nombre, su lamentable vida pertenecen al historiador; sus pasiones al poeta. Pintará Macias como imaginé que. pudo ó debió ser, desarrollar los sentimientos que experimentaría en el frenesí de su loca pa-sion, y retratar á un hombre, eso fué' él objeto de mi i Irania. Quien busque en él el sello de una escuela, quien le invente un nombre para clasificarle se equivocará. ¿Para qué há menester un nom- bre? ¡Ojalá no se equivoque también, quien busque en Macías, alguna es- cena interesante, tal cual sentimiento arrancado al corazón, y un amor medianamente expresado...»
Conservando en toda su fuerza la pasión de los protagonistas. Larra tuvo que hacer necesariamente alteraciones. algunas notables, al trasladar el argumento del libro al teatro.
En el drama, figura por ejemplo un personaje que no se encuentra en la novela, Nuñp Hernández, padre de Elvira: el escudero de Macías se Ha ma Fortun, v la amada del doncel, tiepe.una ducüa nombrada Beatriz, ti^
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po á la vertlad de poco Haliente. üe cuantas figuras .se muevon en las pá- ginas de libro, solo utilizó Ijarra, cinco^ á saber, Maclas, y Elvira, D. En- rique de Villona, Fernán Pérez de Vadillo y Rui Pero, camarero de don Enrique, ^ue unidos á los tres tipo?? quo creó, fuéronlo suficientes á de- senvolver el argumento, con las reformas necesarias.
Aparece eu los comienzos de el drama soltera Elvira; su padre la lia prometido á Fernán Pérez, y éste llega cumplido el plazo, a verificar su enlace; hacen creer á la doncella, que Macías á quien amaba, ha contraí- do matrimonio con otra mujer, y ella ciega de dolor y de celos, se decide á dar su mano ol hidalgo Vadillo. Celebrada la boda, preséntase Macías, y Inego, llevado de la pasión que inflama su pecho y sin temor ú los obs- táculos, consigue penetrar hasta la cámara de la mujer que idolatra, á quien logra hablar y donde es sorprendido por el esposo, y por el mar- qués de Villeníi.
Este encierra á Macías en una torre de su palacio de Andújar, allí vá Elvira secretamente á avisarle que Fernán Pérez, le prepara una embosca- da para asesinarlo, y que aun es tiempo de que se salve, pero el doncel, lo- co de amor, se niega á abandonar la prisión, si no le acompaiia su amada, en cuyos momentos, oyóse el rumor de los quo vienen con Vadillo á come- ter el críínen. Sale Macías á su encuentro y es herido de muerte, visto lo cual por Elvira, arrebata una daga que su amante conserva en la mano y se traspasa con ella el pecho, expirando sobre su cadáver.
Tal es el desarrollo del drama. En él sobresalen como en la novela, los diálogos entre los dos amantes, y la pintura que cada uno de su culpable pasión hace; en esto úllimo, es en lo que hay fuego, y verdaderos rasgos felicísimos, que no abundan en el resto de la composición.
Así por ejemplo, son bellísimos los versos con quo Elvira defiende al Doncel, cuando Xuíio, por apartarla de su pasión le llama <mal trovador ó simple aventurero, > (escenn IV^ acto I.^
Elvira.— Eso nu.— Si os place nunca, nunca me llamará su esposa, ni cumpliaa veré jamás tan plácida esperanza pero al menos sed justo: sus virtudes su ingenio, su valor, sus altos hechos no despreciéis señor, ¿dónde están muchos que á Macías se igualen ó parezcan? De clima en clima, vos, de gente engente buscadlos que le imiten solamente.
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Su ardimiento? ¿Vos mi amo, uo lo visteis ua un año poco más en Tordesillae los premios del torneo arrebatando cuando el rey don Enrique ol nacimiento celebraba del principe? ¿Cuál oti^o más sortijas cogió, cogió mas cañas? ¿Quién supo más bizarro en la carrera hacer astillas la robusta lanza? ¿Quién á sus botes resistió? ¿Quién tuvo el animoso bruto gobernando más destreza y donaire? Pero Niño ;el mismo Pero Niño, vino al suelo del arzón arrancado á su embestida y la arena besó! ¿Pedisle hazañas? el Algarbe las diga, que aun las llora; y el campo de Baeza donde escritas su espada las dejó con sangre mora. Y en fin, su ingenio, si el ingenio vale, vos mas que yo lo conoce'is; vos mismo (;on él fuisteis también cuando Vi llena á Aragón le llevó donde hizo alarde, en el dialecto lemoain, del suyo donde los juegos mereció de Flora el premio y la corona, que á mis plantas vino á ofrecer después ¡Cuántas cantigas de él corren en la corte y que la afrenta de los ingenios son, y de las damas el contento y placer! ¿Y ese es decidme, ese el mal Trovador y aventurero ese el simple soldado? Padre mió. si eso no es ser cumplido caballero si eso es ser villano, yo .villano á los nobles mas nobles le prefiero.»
Hay en estas estrofas donde Elvira habla de su amado, todo ose en- tusiasmo, 3^ colorido, que sin darse apenas cuenta, saben imprimir los labios, cuando se ocupan del ser elegido del corazón, y no se ve esto menos en las palabras de Macías, al disculpar su presencia ante su señor el mar- qués de Vi llena en el acto II (excena XI.)
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Macias.. — -Perdona si á la orden tuya, no di obediencia debida porque e« quitarme la vida mandar que de Andújar hu3'^a. Aquí esítá Elvira señor y aquí como caballero mi juramento primero me llamaba y el amor. No presumas que es nacido de alguna leve añcion; no, que es veraz mi pasión y nadie igual la ha sentido Muchas veces por vencella la ausencia y tiempo imploraba: raás donde quiera que estaba . allí Elvira, allí mi bella. Ni alcanzaba libertad, • por más que, libre, la huía, solo á ella en el campo vía, solo á ella en la ciudad. A Elvira hablaba en el sueño despierto á Elvira también; y ni conozco otro bien
ni soy de no amarla dueño
Harto hice en privarme un año
de su vista: y si de aquí
apartado padecí
ausencia tan en mi daño
Quise poner de mi parte
la razón y el sufrimiento,
para con más ardimentos
venir después á implorarte. &»
La escena IV del acto tercero, y las dos que le siguen es lo iiiejor del dranla, y por ella puede verse qiu no es obra tan «helada y hecha á com pás» como ha escrito algún autor.
-Los primeros intérpretes del drama fueron Concepción Rodríguez (JEI vira), Carlos Latorre(Macias)Pedro Mate(D. JKnrique de Villena),;
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y del desempeño de los papeles, decía lo que sigue El Kco del Co- mercio, al dar cuenta del estreno en su número 149 de 26 de Sep- tiembre.
«También los recibieron (los aplausos) los actores que hicieron cuanto estuvo de su parte aunque alguno de ellos, no fuese el más apropósito para el papel que desempeñaba como clSr. Mate coya voz no tiene la fuerza que requería la ira del maestre de Oalatr^va. La Sra. Concepción Rodnguez;:Te8*' citó como siempre la admiración y el entusiasmo de los espectadores, y solo por el deseo de que en ella no se halle nada que reparable sea, nos atreve- mos á indicarla que acaso no convendría, tanta celeridad, tanta rapidez en la recitación de algnnos versos. El Sr. Latorre y los demás actores, se esmeraron como tienen por costumbre y contirmaron la opinión de que justamente gozan.» (53)
Tuvo Macías una época en que se representó bastante, y que pro- dujo entusiasmo en el público, contribuyendo á esto mucho, el gran actor D. Jí sé Valero, que lo interpretó admirablemente, en aquellos años en que se encontraba en todo el apogeo de sus facultades y de su gloria.
Sin embargo, la producción de Larra, pasó á segunda fila, cuando el y;r'dn triunfo del romanticismo en el teatro, cuando el duque de Rivas dio su D. Alvaro i22 Marzo 1835) como ya dije y en pos de él se atrajeron la atención toda, Blanca de Korboii (7 Junio 1885^ üe Gil Zarate, FÁ Trovador d Marzo 1836) de García Gutieriez y liOS Amantes de Teruel (19 Enero 1837^ Hartzenbuch. (54)
Estas cuatro hermosísimas creaciones, joyas inapreciables de la dra- mática española del siglo XIX, que bastarían solo haber hecho inmor- tales los nombres de sus autores (si por otros títulos no lo fuesen) descue- llan arrogantes, sobre cuanto produjo el teatro romántico en nuestra patria; ellas serán siempre admiradas y enaltecidas, y siempre que aparezcan en la escena el indiano desdichadísimo, la infeliz esposa de D. Pedro de (bas- tilla; el gallardo Manrique y la pareja turolense, que está eternamente ñaostrando la grandeza sublime del amor, la unión inseparable de dos almas gemelas, producirán el mismo efecto, conmoverán lo mismo á los corazo- nes que sepan sentir, que les conmovieron en aquellos dias, en que el po- der de genio y el sentimiento les dio vida.
Imprimió Larra sn drama Maclas en los comienzos en 1835, en casa de Repullos (55) y le produjo entonces solo «mil reales, por derecho de impre- sión y propiedad perpetua en provincias» como consta de las apuntaciones que tengo presentes.
Inauguró nuestro autor el citado aüo, dando ^ la escena de la Cruz, 151
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arte de conspirar (56) cjuiedia eu ciuco actos que tradujo como él sabía hacerlo, y publicó, ccultaudo de nuevo au uombre, uou el anagrama de Ra- món Arríala.
A propósito del estreno de esta obra, he de citar aquí un interesante párrafo que encuentro en un artículo que dedicado al autor Joaquín Arjo- na, publicó don Manuel Cañete, el famoso crítico de teatro, en el Alma- naque de la Ilustración Kspañola y Americana «para ti año 1887» (Madrid 1887) y que me parece ha de aer leido con gusto.
«... Uno de los autores dramáticos —dice Cañete- que estaban enton- ces más en boga, cuyas producciones apenas, estrenadas eu París pasaban traducidas á los demás teatros europeos, era el sucesor de Picard, el céle- bre Eugenio Scribe... La primera tal vez de las obras que ingenio tan ce- lebrado y tan popular en todas partes, abandonó el carácter ligero y entre- tenido de sus primitivas producciones para emprender nuevo rumbo, diri- giéndose á esferas más altas y de mayor trascendencia, fué la comedia en cinco actos titulada Bertrand et Ratón. Sátira política no al jaiodo de las groserísimas personales que ahora bosteza en España la literatura indus- trial, sino compuesta con sumo arte y iinura. La comedia de Scribe, estre- nada el 14 de Noviembre de 1833, en el teatro parisién genuinamente con- servador de las tradiciones clásicas, tuvo un éxito en alto grado satisfac- torio para el autor, l^legado á Madrid, logró la fortuna de caer en manos del más ingenioso de nuestros críticos, del celebrado autor del Macias..... y á 17 de Enero de 1835, se estrenó traducida discretamente por él, en el teatro de la Cruz. El éxito que alcanzó en esta corte con el título de El arte de conspirar, fué tan estrepitoso y brillante como el que obtuvo eo París. Debióse principalmente al singular acierto con que interpretó el papel de Bertrán de Rantzan (uno de los dos protagonistas de la obra) el célebre primer actor don José García Luna, á quien poco después tuve ocasión de verla interpretar en Sevilla. En Granada se representó tam- bién el año siguiente con extraordinario aplauso, debido más que á nadie á Joaquín Arjona, que en el difícil y animado papel de Juanillo (el Ratón de la comedia francesa,) logró arrebatar el entusiasmo del público.»
Poco hay que añadir á las palabras copiadas, El arte de conspirar, es sin duda, una de las mejores y más acabadas obras de Eugenio Scribe,- y la traducción de Larra, la mejor que hizo de obras francesas, incluso la del Roberto Dillon ó el católico de Irlanda, que ya mencionó al princi- pio de este capítulo.
No daba la pluma de Figaro reposo, y apenas estrenada la comedia anterior vertió al castellano en los primeros meses del mismo año 1835
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otra producción de Scribr», ni hion de nvu'lia raeiiojn importancia, y á la que dio el títuio de Partir á tiempo. (57)
Esta traducción, la que después hizo de ¡Tu amor ó la muerte! (58) comedia en un acto y en proaa» ''ISBG) y el arreglo d<}l drama en tred ac- tos (59) Un desafio ó dos horas de favor (1836), completan el teatro de Larra, casi olvidado hoy, y por cierto con harta injusticia.
La afición que nuestro autor demostró siempre por el cultivo de la es- cena, los conocimientos que del arte tení^, su excelente gusto y su gran talento, tal vez le hubieran hecho conseguir uno de los primeros puestos entre los dramáticos que más han sobresalido en la actual centuria, si su existencia no hul)iera tenido tan corto término. ¿Quién sabe lo que pudie- ra haber sido aquella obra de la que solo tenía escritas algunos fragmen- tos á su muerte, y do la que pensaba hacer protagonista al inmortal Que- vedo?...
Un drama histórico, original, en cinco actos y en verso, dejó inédito Larra, que no vio la luz hasta 1886 en la edición de sus obras completas, publicr.das en Barcelona, y del que me he de ocupar teminando con el de hablar del autor dramático.
Titúlase la obra El Conde Fernán González y La Exención de Gas- tilla, 60) y figuran en ella, á más del protagonista, otros personajes his- tóricos como Sancho I de León llamado «el Gordo», su madre doña Teresa, reina viuda de Xavarra y su hermana doña Sancha mujer del conde.
Fernán González, el famosísimo castellano del siglo XI, á cuyas ha- zañas que se igualan con las del Cid, fué consagrado uno de los primitivos monumentos de nuestra lengua, es sin duda personaje á propósito para haber sacado de él gran partido en el f^atro, pero, leyendo el drama de Larra, hay que confesar que este, no supo hacerlo, si bien no faltan en su producción aisladas bellezas.
Falta al drama, aquella vida, inspirada por el fuego de la pasión que animó á Macias, y ni las arrogancias del liéroe, el amor de su esposa, ni el odio de doña Teresa, consiguen interesar un punto ni conmover, aun en las escenas más culminantes.
La obra está bnsada en uno de los principales períodos de la vida del conde, cuyo relato hace un historiador en esta forma:
«D.** Teresa, reina viuda, de Navarra, queriendo vengar la muerte de su padre Sancho Abarea, indujo á Fernán González con suaves y engaño- sas palabras, á que tomara por esposo á su hermana Sancha, á lin de atraerla á Pamplona y allí prenderle, de acuerdo con el rey García. Mar. chó el conde y sin conocer su delito, se vio encarcelado hasta que su pro-
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metida le [proporcionó la í'iic^a y hu}-*') con él á Bar<?os, donde veritic^aron su matrimonio. El rey de Navarra salió inmediatamente para Castilla, re- suelto á prender vivo ó muerto al Conde; pero sucedió lo contrario, pues él quedó preso, y trascurrió un año antes de que Fernán González aplaca- do por las lágrimas de su esposa y los ruegos de los demás prínci-j^es de- volviese la libertad al níivarro. No desistió de su venganza doña Teresa, antes bien, persuadió á Sancho á qae llamase al castellano con pretesto de
celebrar cortes generales y le prendiera. Así se hizo Sabedora de lo
ocurrido la condesa doña Sancha, emprendió un viaje diciendo que se proponía visitar el sepulcro de Santiago. A su paso por León, obtuvo per- miso para acompañar á su marido toda'una noche en la cárcel, y al rayar el dia, puso sus vestidos al Conde, salió éste disfrazado sin que la guardia descubriera el cambio, quedó en su lugar doña Sancha vestida de hombre y cuando le pareció que su marido se hallaba en lugar seguro, escribió al rey uña carta descubriendo el engaño. Sancho el Craso, pasado el enojo de los primeros momentos, alabó el valor de su tia y dispuso que le devol- viesen á Fernán González, con grande acompañamiento.»
Dio comienzo Larra á su drama en los momentos en que don Sancho se disponía recibir al Conde para celebrar las cortes en León. La madre del monarca doña Teresa, desde que aparece en escena, dá á conocer su odio al protagonista, proponiendo al privado del rey Ñuño Ansurez que le ayu- de en el plan que fragua para asesinar á Fernán González, mas negándose íiquél á sus deseos, logra convencer á su hijo da que el bravo castellano es traidor é intenta quitarle la corona «sea para él, sea para Ordoño el Malo.» Cuando es mayor el enojo de don Sancho I contra el conde, pre- séntase éste y después de un violento diálogo que sostienen ambos, es preso y encerrado en el Alcázar. Aparece en el acto tercero doña Sancha que viene á pedir la libertad de su marido, y. al escuchar luego oculta,- que el monarca intenta nada menos que sacar los ojos á Fernán González, y encerrarlo en el monasterio de San Vicente, se arroja á sus pies de- mandando clemencia para el valeroso guerrero que tantas victorias ha alcanzado y tantos servicios lleva hechos. .
La vengativa doña Teresa acude en aquellos momentos para alejar del rey toda benignidad, pero no puede impedir que conceda á su hermana la gracia de visitar al prisionero. Verifícase la entrevista de los dos espo- sos en el cuarto acto, fugándose el conde como la historia cuenta, pero de allí á poco, llega el rey, á quien ]io tarda doña Teresa en contar lo ocurrí-; do y que Fernán González al frente de los castellanos, que le aclaman, se- dispone al asalto de León. Mas aplacado, luego don Sancho y convencido
— Bi- dé las inicuas intricras (le su madre, la reconviene duramente en el acto quinto y último, mas doña Teresa, viéndose perdida, y sabedora de que ha triunfado en la pelea, ei de Castilla, se apodera de su hermana doña Sancha, ([ue quedó presa, hácele creer que su esposo ha sido derr(>tado y muerto, y oblígala, á beber un veneno, ó traspasarse el pecho con una daga: pero en el momento, en que la engañada señora va á apurar la co- pa, se oye fuera gran estrépito y entra de repente Fernán González, segui- do de sus leales vasallos que le aclaman, dando noticias de su triunfo, y de que el rey D. Sancho, á quien tiene prisionero, por no poder satisfacer la antigua deuda que con él tenía contrai.bi., del pago de un caballo y un azor \61) ha declaro exento á los castellanos, del homenage que tri- butaban á León y Oviedo.
No sé cómo resultaría el drama de Larra sobre l,as tablas, ni hasta donde pudiera llegar el partido que sacaran de él buenos actores, pero es fácil pre.->umir, que nunca hubiese llegado ha liacerse popular, ni aun á ser muy aplaudido de los públicos.
La versificación el El Conde Fernán González es pobre en conjunto y descuidada, si l)ien esto, es disculpable, atendiendo á que pronto se nota que ella, carece de esas correcciones y moditícacioues últimas, que segura- mente, les hubiera hecho Larra, al llevar sn drama á la escena, ('» ilarlo á la imprenta.
El diálogo entre el protagonista y el rey en el acto segundo, (escena IX) el que D, Sancho I y su madre, sostienen en el acto quinto (escena III) y ei monólogo de Fernán Gronzalez en la prisión, al comenzar el cuarto (escena I) parécenme los trozos mejor versificados de la ftbra y que tienen á más cierto sabor, que recuerda algo nuestro teatro antiguo.
Véase pues, el citado monólogo, con el que pongo fin á este ca- pítulo.
Fernán González. —¡Oh rigor de mi desdicha! cruel fortuna ¿por qué ves con ojos envidiosos mi ya malogrado bien? ;Ah! D.^ Sancha, mi esposa, ora donde quier que entes, tu la humillación no sabes en que tu esposo se vé, que á saberla, tu vieras mis cadenas á romper.
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tlty D. k^ancho ¿quién creyera tan villano procedorr. . . aunque en tratarme alevoso comprendo que hiciste bien; pues que ¿que muclio que los hombres den muentra cl^ po';a fé «i hasta la suerte lae pone tropiezo, ante los pies? ;y que allí yo me cayeral iqué no pudiera, vender mi libertad á más precio I
¿Por qué con vida quedé si de lavar mi deshonra, gran Dios no me das poder? tú sabe?? que es la venganza de Sancho, injusta y cruel, que yo soy el agraviado por más que él diga <jue él es.
En el campo yo á su abuelo cuerpo á cuerpo le maté; no traidor en mi palacio sino riñendo con él
vil.
El primer tomo de la colección de artí^^ulcs tíe Fígaro — ^^Trabajos en La Prevista de Enero á Abril de 18J5. -Larra abandona á Ma- drid.—Pasiones del hombre. — Viaje por Exlremadura,— Ar- ticiüos dedicados á esta provincia. — Una sanana en Portugal. —De Lisboa á Londr-ís.-- Larra en Bélgica. —Su paso por va- rias poblaciones. —Su estancia en París, El barca de Taylor. —La obra editada porTayJor y Nodier. TJn libro c a francés so- bre España, de Larra.- Carta al editor Delgado. — Lo que ga- naba Fiearo en el extranjero. —Veinte diat; en Ipr^z.- Vuel- ta á París. Larra en Burdeos. —Estreno de la comedia Me voy de Madrid. Enemistad de Bretón con Larra.- Palabras de Ferrer del Rio. -Larra regresa á la península.— Como se
Sasaben los Pirineos en el invierno de 1835. -Llegada á Ma- rii.— «El Español» y áus redactores. — Importancia de este ne- riódicü. — Rápida ojeada ala España de los comienzos de ISáS.
— «Fígaro. Colección de arlículot; «Iramáticos, literarios, políticos }• (le costumbrt'S. publicados eu los anos 18B2, 1883;y J8:M en el «Pobrecito Hablador», la «llevislu Española» v «El Observador», por don Mariano Jobo de Larra.»
Así rezaba en la portada de un pequeiio volumen, de poco más de VJo páginas que á mediados del mes de Febreru de 1835 se puso á la venta en la tienda del lil.»rero Esoaniilla. situada en un reducido local de la calle Carretas. '6»;
En este libro había, reunido Larra, veintitrés artículos de diversas materias y de los que se había liocho más lamosos entre lot« muchos que llevaba publicados, desechando buen número de ellos «...qua al escribirse — decía el autor —con destino á un periódico, obra que nace y muere en el mismo dia. lleval»an •^'■d ev sn iii¡<ino <d.i«^to» el castigo de ^'" p'»Cfi imp'»^'- ;ta,ucia.'> ..;..:....
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La popularidad que en Madrid y en las provincias gozaba el nom- bre de Fígaro, hizo que este libro fuese recibido con la mayor complacen- cia y buenas pruebas fueron de ello, los elogios que le dedicó la prensa y el crecido número (para aquel tiempo) de suscritores que adquirieron la obra, llegando como consta en las listas V tener en la corto más do 196, y pasar de 30 en algunas capitales como Barcelona y Cádiz. (03)
Así al darse á luz el segundo tomo en el mes de Marzo, que llevaba 33 artículos, cuatro de ellos, no publicados aun hasta entonces, decía la Gaceta en su número del 23 de Abril: «...La favorable acogida que ha me- recido al público esta obra, ha estimulado al editor á publicur un tercer tomo que contendrá varios artículos inéditos del mismo autor. (C-l)
A estos tres tomos se aiíadieron otros dos más. de igual tamaíio y-fóí- ma, que se imprimieron en 1837, después de muerto el-aiitor, y los quo componen la primera colección de los artículos de Larra, que han*servido de base para las ediciones sucesivas, que son rn uy numerosas, y de las cuales ya me ocuparé más adelante.
TiOs tres tomos publicados en 1835, son ya- á la verdad escasos v de seguro merecen el aprecio de los bibliófilos, que han logrado hacerse le ellos.
. Continuaba Larra colaborando en la Revista Española por los dias e»i que comenzó á publicar su colección de artículos, y en este p«riódico dejando por algunos momentos los asuntos políticos, insertó de Enero v Abril de 1835 escritos de literatura y costumbres y tales, como I^a Socie- dad, (16 Enero) Un reo de muerte, (30 Marzo) Poesías de D. Juan B. Alonso (14 de Febrero) y Una primera representación (3 Abril).
Este fué el último artículo que Fígaro escribió aquel año en su pa- tr a, pues el 12 del citado 'mes, abandonaba la Corte con dirección á Extre- madara para dirijirse á Portugal".
¿Cuáles fueron los motivos c'e este ^iaje...? Don Cayetano Cortés nos ]"^ dice en estas palabras: «De resultas de todos los digustos y sinsabores que sufrió hacia tiempo, trató Fígaro de dejar á la España y hacer una excursión al extranjero, canto por distraer su ánimo como por estudiai' h^-s paises sobre cu3^a civilización se iba modelando la nuestra sucesivauíííiífce^.''
IjOs disgustos y sinsabores que le abrumaban, hicieron á Larra para consolarse de ellos abandonar la patria. ¡Cuan profundo debieron ser estos conocida las circunstancias porque atravesaba!
Discreto me veo obligado á ser siempre que el curso de esta biografía me lleva á apartarme del escritor y hablar del hombre, pero es tanfoi -lo que de éste último se ha dicho, se ha hablado por los biógrafos con" tanta
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claridad de sus pasiones y de sus extravíos, que puede servirme de discul- pa lo que pueda decir eu estos párrafos y en otros siguieutet* y que tal vez no parecieran á algnu lector muy oportunos.
Había aquella pasión amorosa que abrasaba el alma de nuestro autor, adquirido proporciones extraor lin uñas, ocupándola toda produciendo alteraciones en su carácter, y nianieniendo continuamente su espíritu en agitación profunda, y en profunda lucha.
No hay más espantoso abismo que un amor culpable cuando avasalla el corazón del hombre, que se aparta de lo vulgar; no h^' más angustiosa tristeza que las contrariedades de un cariño verdadero, cuando lleva en sí la perdición y la desgracia.... De error, en error, dp uua equivocación fu- nesta en otra de más trascendencia, vase precipitando el amador infeliz, ciego, á cuanto á su alrededor ocurre, sin darse cuenta de su situación \ erdadera, ni de los resultados deplorables que tienen sus actos.
Zozobr-8. continua en el pecho, inquietud que todo lo turba, temores de algo desconocido, inspirados por la cuipa;y aun en la misma-corresponden- cia. del ser amado, en los mismos goces de la pasión colmada, la ausencia de .esa tranquilida^d, de ese reposo plácido del amor legítimo, que se desli- za sin negruras, sin ocultarse en sombras, desembarazado y libre aun sin que tenga la sanción de las leyes.
Vencido Lítrra por aquel amor doblemente ilegítimo, impetuoso, lum- l're todo él. Dama d^^vorante que abrasaba su pecho, ¿qué mucho que ol- vidara sus deberes de esposo y padre, que mu 'ho que se dejara urrasirar por un camino de perdición. sin que liada le detuviera? Pero ¡ah! ({ue para él. la dicha no existia en el mundo, su corazón no podía gozar de felicidad üi en el amor mismo, que debía ser su gloria suprema, y por un instante de placer le proporcionaba horas interminables de dolores y sufrimientos,
Rondado por ellos, ansiando algún reposo para su alma, Larra, em^ prendió un largo viaje, que tai vf^z era preferible la ausencia del ser querido, con todas sus durezas, la soledad y el alejamiento con todas sus torturas, la })rivaci()ii de las expansiones del ])echo enamorado, en quien ha de responderle, que aquellas in<iuietudes, que aquella exaltación conti- nua, que l;i ui^'taciou ;> (piedla, nunca calmada de su espíritu turbulento...
El domingo 12 de Abril salió Larra de Madrid como ya dije, en com- pañía de su mtimo amigo don Jo.^.é Ncgrete, conde de Campo- Alange (65) joven ilustrado y valiente, que había de encontrar muerte gloriosa en el sitio de Bilbao y á quien Ff{(B.ro, había de consagrar uno de sus mas hermoso^ trabajos; el dia 15 llegaba á Mérida, y en dicho punto permane- ció dos di as.viwtando los principales monumentos, dándole- motivo eBta
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visita,' para escribir los interesantes artículos que publicó luego en KiA Hevista Espnñola (números 83 y 91 de 22 y 80 de Mayo) sobr,e las an- tigüedades de la fauíosa colonia romaua. Fruto t'íiuibien de su» observa- GTones en los puntos de Extremad iira, que recorrió de paso, fueroio los artículos' InipréHioiieH de un Tía je y La Caza, escritos cuándo ya encontraba en el extranjero, y que encierran no pocas curiosidades»
Después de detenerse Larra, en una de las posesiones del do Campo- Alange algunos días, pasó á Badajoz, donde permaneció cinco, y al ama- necer del lunes 27 de Abril, dejaba la capital «^xtrem*nla, no tardando en pisar el territorio portuí^ucs.
¡Y qué sentidas y hermosa.^ fueron las IVa&os que dedicó ai mo- mento de su salida de la patria!... «Tendí — decía — por última ve'¿ la vista sobre la Extremadura es))aiiola: mil recuerdos personales me asal taron: una sonrisa de indignación y de desprecio quiso desplegar mis la-^ Hios, pero sentí oprimirse mi corazón y una lágrima asomó á mis ojos. Un minuto después la patria quedaba atrás y arre^»atado con la velocidad del viento, como si hubiese temido que un reííto de antiguo afecto mal pa^a do le detuviera ó le hicierr vacilar en su determinación, espatriado corría l'os campos de Portugal. Entonces el escritor de cottumbres no observabn, el hombroora solo el que sentía.»
. Visitó I jarra. 0|)orto y Lif<i»oa, dondo pasó ociuj di as, y el 17 dt x-ia^» o '•e embarcaba en la ca})ital del reino lusitano con rumbo ó Irglaterra, llegado á Jjondres el 2t> del mismo mes, pero no siendo ¿u ánimo detener- se grantiémpo enlas poblaciones que recorría, el 7 lie. Junio salió para Bélgica, permaneciendo breves dias en iMiukerke, y luego en Iprez, la antigua capital tlnmenca de los célebres togidos de encajes, en Oamijra}- en Lilie y en Flandes oriental, donde visitó (rante, Alost. Lokerou y otros nuntus, descansando en Bruselas, hasta el 11 de Agosto en que se dirigió á Pnris.
A las diez días de permanencia en la e'iudad de Sena, había Fígaro contraído relaciones con los más ilustres literatos de Erancia, merced á su amistad con el barón de Taylor,que á decir de un biógrafo, «le hizo objeto de las mayores atenciones, y le aconijiaiió á las rettniones y á. loy estable- cimientos dignos de ser visitados.» • •
Así tuvo ocasión de trctar á Víctor Hugo y Alcjaiidr» Dumas lo; pon- tífices de la escuela romántica, cuyas ol>nis admiraba F^n'opa, así pudo apreciar d.j cerca el gran movimiento intelectiipl de la nación vecina, y a ci en fin, fué solicitado. para escribir enjengua franceda.un libro del.qn* tasta aljor;8. no -liajisto quedéíi.uDticiíis ¡oé .biógr¿ifo6 de Wrra,.; . , .
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■ Nada m^ part-re lun iuteresantf' y curioso sobro esto, como oopittraqui un fragmento de ia raría que nuestro autor escribió por entonces al- editor don Manuel Delgado, ¡arta inédita hasta ahora, que lleva la fecha de 20 de Aerosto y en la cual se lee: j j^t¿Xío. *- ^^■14W/>.-s i^ ' :> S'¿/ f- 1 1 •
«...La razón de por qne no escribi-'' más deprisa para España, es la siguiente: Al llegar á esta me he relacionado con las notabilidades del pai.s. El barón de Taylor y Chari.-^s Xodier, editores de varias obras do viajes por ei mundo, tratan de publicar un viaje pintoresco por España, el cual saldrá min en breve cu 150 entr(<;as on fóli»» «sur papior velen»: cada hoja lleva una maí^uílica lámina orabada on luí^latorra } numerosos ador- nos-y viñetas con vistas de los principales monumentos y anrigürdades españolas. Les faltaba el texto y creyeron (]ue na<iie se lo podía dar mejor que yo que conozco mejor que ellos España, y que escribo aeerca de sus teatros, literatura y costumbres liace tanto tiempo. Les he hecho, pues^ el texto, y como este trabajo debía ser en francés, V. puede calcular que no m? habrá ocu]>ado poco. TiO acabo en e.stc momento: se reduce á unos GO pliegos de papel con la descripción de los principales pueblos de Espa- ña, sus monumenios antiguos y moderiios y t^l estado actual de nuestras costumbres: un apperen sobro nuestra literatura y nuestro teatro, de.sde principios del sigh' hasta el dia, 6:. &. ¿Sabe V. cuánto so me ha .pagado por este trabajo de un mes hech.» con dos escribientes y poniendo á mi dis- posición todos los libros que he pedido á la Biblioteca Keal? 3.000 francos: y no porque fue lo (pie yo pedí, habiéndído dejado á ini arbitrio y me lo han traído á mi casa y me lian colmadlo de ob.'^<Mpiios y line/as al misino tiempo. Con e.stc motivo he tenido ocasión de hacer conocer en Frant^ia y p<n- consiguiente en toda Europa los n<>mbn-s d.omasiado obscuros como todas nuestras cosas, de vais amigos. Puede V. poner esto en conooimiento dí^ Bretón, de Vega y vlemás ])or si les puedo servir ili> satisfacción Va comprenderá que como español y como amigo habré tratado de dar todo el realce posible á nuestras cosas y á ellos mismos. Habiendo gustado esta ensayo de mis fuerzas en francés, .se me ha propuesto si quiero escribir al- gunos artículos en la obra periódica titulada. Tableau de la peninsulo que se está publicando. He acei)tado: se pagan á IIXJ iVancos el pliego de impresión. Como ahora toda la atención de Europa está lija en España, un español que escribe correctamente en francés cosas de España, es un te.sor ro para ellos, que no conocen sino imperfectamente nuestro país y á mí no uio ca\isa molestia, puesto que el francés fué mi primera lengua.. .,»
La iraportünte obra de que habla Larra, titúlase Voyage pittoreíi<« que en FiSpaña, en Portugal, et sur la cote d'Afrique de Tánger á Ter
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touan: figura al frente de ella el nombre del barón de Taylor; forma tres bermosoíí tomos en folio, el primero de texto y los dos siguientes ron lá- minas y breves explicaciones de ella. Que yo sepa, el presente libro no se La traducido aun al español y como podrá ver el lector en los apéndices de este va un fragmento de los que me lian parecido más curiosos. (06)
Continuó Larra en París los meses le Agosto y Setiembre, y el martes 27 de Octubre salió otra vez para Iprez, más á poco de su llegada cayó enfermo, pasando aquejado de la dolencia veinte dias, y apenas convale- ciente volvió á París en 17 de Noviembre, deteniéndose allí hasta el 5 de Diciembre en que se dirigió á Burcb^os.
Tenía esta importante población para Larra muy dulces recuerdos de su infancia, pues á ella, como ya trate en lugar oportuno, había .llegado con su padre á la edad de cinco años, permaneciendo en un colegio donde estuvo hasta 1818 y cumplidos los once de su edad. Las memorias de los dias felices de la niñez en que ningún pesar aflige el pecho, y en que solo ocupan la imaginación infantiles ideas, debieron resucitarse con gran fuerza en la mente de Larra, y al visitar aquel centi'o de enseñanza, donde comenzó á recibir la instrucción primera, al recorrer aquellos lugares por donde lleno de inocencia y de pura alegría, había visto deslizarse tran- quilas las horas, honda tristeza afligiría su corazón, comparando aquel pa- sado, con su presente, rn que tantos posaras le abi-umaban. y tnn violen- tas pasiones le combatían.
Porque desgraciadamente, ni los meses trascurridos desde su mar- cha de Madrid, ni la \ aiiedad del mando que había visto ante sus ojos, ni la ausencia de la mujer amada, habían conseguido calmar su espíritu, y darlo el reposo que inutilmeiite pretendió buscar.
Las simpatías que Burdeos le inspiraba, h- hizo det-nci'se allí poco más de una semana, y cuando ya se disponía ú regresar á la patria, una noticia bastante desagradable llegó hasta él. por carta que le enviaba un amigo.
Supo que el lunes 21 de Diciembre se había esirenado en el teatro de la Cruz, tina comedia en tres actos y verso titulada Me voy ile lladrid, (67) en la cual, el autor, pretendía retratarle á él lá Larra, i presentándo- lo como seductor de una mujer casada, de carácter altanero y despótico, de desordenada vida y malas costumbres, que acosado por enemigos y deu- dores, huía de la corte después de sufrir afrentas y sonrojos. Esta come- dia que desde luego había producido el efecto que so intentó buscar, era debida á la pluma de don Manuel Bretón de los Herreros, cuyo nonLbre ya papular X famoso daba más^resonancia á \» obríi estrenada.. '\ft^) ; . , .
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Dos escritores que eiitouce.s vivían y que estaban en contacto con to- (lo.s loH hombres de letras d^ Madrid, don Mariano Koca de Togores, después marqués de Molins, y don Antonio Ferrer del Río, lian tratado con alguna extensión del estreno de la comedia Me voy <le Madrid, y del incidente á que dio lugar, cuando regresó del extranjero Fígaro, incidente del que ya me ocuparé en su tiempo. Baste por ahora con de<'ir. que el segundo de los citados, puso estas palabras en su Oalería do la literatnra. en las que se aprecia claramente su escasa buena fé.
«Representada la comedia Me voy de Madrid con buen éxito— di- ce Ferrer del Rio — y repetidas diversas noches, ocasionó un disgusto entre Bretón y Lari'a. Hallábase éste en el extranjero, allí tuvo noticias íie que Bretón le había retratado en el protagonista de su comedia, y de la misma opinión participaban muchos; nadie podía creer que no hubiera tenido pre- sente á Larra al bosquejar un carácter con el cual se le advertían tantos puntos de semejanza: si lo adoptó por tipo ó no con resentimiento, lo igno- ramos.»
¿Qué motivos pudo tener el ilustre autor de Marcela para llevar al teatro aquella obra, donde de tal manera se intentaba presentar á quien sobre ser su amigo, era un hombre de gran talento y no ciertamente de las condiciones que quería atribuirle...?
8i como ha dicho algujio, la enemistad de Bretón de los Herreros con Fígaro, tuvo por origen el artículo que éste escribió en La Revista Espa- ñola(l Abril 1834) hablando de la comedia Un novio para la niña. en ver- dad que la conducta de aquél fué harto injusta y censurable, pues en se- mejante artículo nada hay que pueda ofender ni molestar. Las indicacio- nes que al autor se hacen están expresadas con toda la delicadeza posi- ble, y los elogios, no escasean en algunos párrafos. Allí se anali/a la pro- ducción imparcialmente, sin que se descubra el menor deseo de rebajarla; el crítico repite más de una vez que es amigo del poeta, y que su nombre ha adquido con justicia fama que todos reconocen. Y últimamente, aquello de decir, que con asunto que á otro no hubiera dado para una sola come- dia á él le había dado para tres; ;es quizá una injuria bastante á encen- der la ira hasta el punto de lanzarse al terreno á que acudió Bretón de los Herreros?
No quiero entrar á ocuparme aquí con detalles de la comedia Me voy de Madrid, por honor al nombre de su autor, que en este asunto quedaría de seguro en lugar no muy envidiable, pues si intentó en ella como todos los amigos dicen retratar á Larra, en aquel calavera perdido, y vulgar, si quiso herir al compañero, con traidoras armas, si por cuestiones v diapu-
ras literarias, llevó su rencor hasta el pnnro de tal oIh-h. es indudable (pir solo un momento de ofuscación, pudo arrastrarlo, y ral vez chismes y cuentos de falsos amigos (que tanto abundan entre los escritores"), le mo- vió á apelar á tan censurable venganza.
Desgraciadamente ha existido y existe entre los hombres de letras, un niimero regularmente considerable de sugetos, que dándolas de «aficio- nados,» se mezclan en sus polémicas, se entrometen en sus reuniones, se l^ermiten con ellos todas las libertades y confianzas, á títulos de amigos imparciales, y que á la verdad únicamente se ocupan en traer y llevar rencillas de unos en otros, en formar embrollos, en provocar disputas, y en herir el amor propio de éste ó aquél, para darse el gusto de presenciar miserias y propagar luego, entre el vulgo, la soberbia de éste, las debili- dades de aquél, y la insuficiencia del de más allá... ¡Quién sabe si algunos de estos zánganos, con sus frases insidiosas, con sus calumnias ó sus cu- chufletas, haría turbar el natural pacífico de Bretón de los Herreros y le moviera á trazar el Me voy de Madrid!
Poco mas de una semana j;ermancció Larra en Burdeos y al cabo de ella .tomó el camino para España, llegando á la frontera en los últimos dias de Diciembre. Y no dejan de ser curiosos estos datos que nos dá el mismo, acerca de su viaje, que retratan el estado de aquellos tiempos.
«..v.Yíneme pues por Oleron — decía en su carta Fígaro de vuelta — á dojij^e^ n;0Íí CJífíOlegar por entre tantos gendarmes, como andan por la frontera ^defendiendo el paso á los carlistas para la facción. Como yo no tengo traza de príncipe, ni me parezco á don Ckírlos, ni á don Sebastian, como no tjenia conmigo ni armamento ni municiones, ni caballos, me costó mucho trabajo introducirme en España. Los Pirineos, esos montes que no existen desde la cuádruple alianza, esas barreras que allanó para siempre entre Francia y España nuestro ministerio del justo medio, se pasan sin embargo á caballo, en un mulo. «'» por mejor decir on compañía de un mulo, á lo cual llaman diligencia de Zaragoza á Oleron, sin que yó haya podido dar con la verdadera causa de esta dominación en dos lar- gos dias que <}on -dicho mulo viví, solo con él en aquellos vericuetos, con- siderándole yo á él y considerándome .él á mí. Era tanto el hielo, y tan malo el paso, que no sé decirte (|uien llevaba á quien.» (El Español 5 Enero 1836.)
Expirabíi el año 1885, cuando Larra llegó á Madrid, y apenas llega- do encontró una publicación que acababa de fundarse, que le ofreció sus columnas para tratar en ellas de política y literatura.
• JEra este periódico El Español, (70) diario fundado con grandes ele-
meiitüt*. que liabía comeiizadu á ver la luz en 1.^ de Noviembre de 18B5, (jue dirijía dou Andrés Borrego, y del que eran redactores don Joaquín Francisco Pacheco, don Manuel Hernández, don Juan Esteban Izaga, Rios Rosas, González Bravo, García, Villalta, Donoso Cortés y otros que luego • K-uparon puestos eminentes en el partido moderado.
Durante los meses que había permanecido Larra en el exti'aujero, ha- liíaiise desarrollado en la Península sucesos de gran importancia, y la si- tuación era bien distinta á la que dejó al partir.
Al niinisterio de Marti nez de la Rosa, había sucedido el del Conde de Toreno (7 Junio á 14 de Setiembre} y si aquél cayó del poder por su falta de valor para acometer las reformas que la España necesitaba, éste cayó por haberse revelado contra él, la nación entera, que desobedeciendo su autoridad, formó Juntas en cada provincia para gobernarse.
Durante el mando de Toreno. murió Zumalacárregui (15 Junio; alma de la facción, y se consiguieron victorias tan importantes sobre las tropas leí pretendiente, cumo la alcanzada en los campos de Mendigorría. 16 de Julio). Es seguro que si entonces el gobierno hubiera aprovechado las circunstancias, la guerra tal vez, pudiera haberse tenido por acabada.
En aquellos meses del verano de 1835, fué cuando el pueblo entero se iiiüó amenazador y terrible contra un enemigo, del que hasta entonces no habían querido defenderlo aquellos gobiernos liberales: este enemigo eran las comunidades religiosas. El convento, era el foco más vivo del carlis- mo, allí se organizaban las fuerzas, se disponían los armamentos, se jun- taban los conspiradores y se recogía el dinero que liabía de repartirse á inanes llenas entre la facción. El pueblo que vertía su sangre por defender el trono de Isaliel II, que se sacriticaba por conseguir ertriantVde la mo- narquía constitucional, cayó sobre los frailes, iracundo, sin que n'hda lo- grara ya detenerle.
Zaragoza primero, Reus y Tarragona después, y á pocu Beicclonu. Valencia y las principales capitales, fueron teatro de escenas violentas y excesos sin niimero. Baste solo recordar los sucesos de la capital del Prin- cipado,en los dias 25 de Julio al í> de Agosto. (71) para convencerse de la fuerza de aquel alzamiento popular.
Formadas las Juntas, en Andalucía, Aragón. Cataluña, i^, procedió* se á la incautación de los conventos y á la ejecución de medidas amplia mente liberales, y en tales circunstancias, cuando mayor era el estado de excitación de los ánimos, cuando la guerra ardía de una punta á otra de la Penínsiila, subió al gobierno el hombre más revuluciouario. que la na- ción ha tenido, el que llevó 4 cabo la obra de más trascendencia, el más
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honrado d« uuestius políticos, y el más calumniado y aborrecido por los reaccionarios: D. Juan Alvarez de Mendizábal.
Formó está el ministerio con personas de tan reconocidas ideas libe- rales, como don Manuel García Herrero, don Ramón Gil de la Cuadra, don Alvaro Gómez Becerra, el conde de Almodóvar, don José Ramón Rodil, don José María Chacón, don Martin de los Heros y don Joaquín Díaz Ca- neja; expuso francamente su programa de gobierno, á María Cristina, en una célebre exposicien, y dio principio «á la época de su mando por medio de una serie de decretos encaminados todos á satisfacer las legítimas exi- gencias de la opinión liberal, con el fin de desarmar el brazo de la revolu- ción, que amagaba ya descargar un rudo golpe» como dice acertadamente un historiador.
Pocas veces ha sido acogido con más entusiasmo en España la subida al poder de un político como lo fué cuando Mendizábal: el pueblo crej-ó en él ciegamente, aplaudió sus actos, y cuando los Estatutos le concedieron por una gran mayoría el «voto de confianza» ('21 Diciembre 1835) pudo creer, que disponía de una fuerza moral, no igualada hasta entonces, en los gobiernos que le habían antecedido.
Cumplida la primera parte de su programa con la nueva organización de la Milicia Urbana, la amplitud á la libertad de imprenta, el llamamien- to al servicio de las aimas de todos los españoles viudos, sin hijos, de diez y ocho á cuarenta años, la suspensión de todos los conventos que su- bían al número de 3,14U, y la reunión de cortes, para formar una nueva ley electoral, que modificase notablemente el Estatuto, los elementos mo- derados comenzaron á revolverse contra Mendizábal, y tomando cuerpo la oposición en pocos meses, con la conducta de don Francisco Javier Istu- riz, de Antonio Alcalá Galiano y del Duque de Rivas, todos avanza- dos liberales hasta entonces, y hasta entonces amigos decididos y admira- dores de Mendizábal, que de súbito se le pusiera enfrente, vióse aquél gran político estrechado por la fuerza de poderosos elementos y privado de la confianza de la reina Cristina, inclinada ya desde aquel punto á se- guir las ideas moderadas.
El partido monárquico constitucional quedó entonces dividido para siempre y al formarse el ministerio (7^) presidido por por Isturiz.en 15 de Mayo de 1836, comenzó la Jucha, que después había de causar tantos tras tornos al país, acarrear tantas desgracias y costar tanta sangre.
La guerra civil siguió en los primeros dos meses de 1836 casi como en los últimos del año anterior La toma de Guentería por los carlistas, el combate de Arlaban, la derrota d« Tenorio en la Mancha, la expedición
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del caiióuigo Baianero en (niaOalajara. y la victoria obtenida por la co- liunua de Buil sobre Cabrera á quien no tardó en desbaratar Palarea en Valen ::ia, fueron los sucesos más importante?? y que he creido conveniente citar, para completar así. la rápida ojeada á la España de aquellos dias
con que cierra este cajiítulo.
VIH
Las cartas de El Español. -Su éxito.- Se publican sueltas. —Por qué se suspendieron. — Un folleto político de Larra.-- -Otro folleto de £spronceda.~~La traducción de las Palabras de un creyen- te.—Más sobre el ministerio Isturiz— Elecciones.- Larra dipu- tado por Avila. — Es presentado á María Cristina.— La revolu- ción de la Granja en Agosto de 1836. — Sucesos de importan- cia.—Desengaño político de Fígaro. — Vuelta á la literatura. - Larra y Bretón de los Herreros— Un banquete literario.— Fíga- ro entra en la redacción de «El Redactor General >> y «El Mun- do.— Un contrato curioso. — «La revista 9fensaj ero.»— Artículos publicados en estos periódicos de Octubre á Diciembre de 1836. --Crítica literaria.— El día de difuntos.— La Noche-Buena.— Pesares del hombre.— Anécdotas tristes.
El Español fiel día .'> de Enero de 18rJo insertíiba con el título de Fígaro de vuelta, «carta á nn amigo residente en París, > el primero de lina serie de artículos que Tiar-ra se propuso S3guir en dicho periódico vol- \iendo á cultivar la sátira política que durante un buen tiempo había abandonado. La segunda carta se publicó en HO de Enero y el .H de Abril la tercera y última, pues el autor, vióse en la necesidad de suspenderlas ú raiz de la subida al poder del ministerio presidido por D. Francisco .Ja- vier Isturiz,
Por la intención maligna, las sales y agudezas qu:; contienen, y el es- tilo correcto y amenísimo, son estas tres carhas modelos de literatura satí- rica y tanto fué el éxito que alcanzaron, que I.nrra cediendo alas peticio- nes de muchos, las publicó luego sueltas en tres folletos, hoy bastante raros (73) poniendo al frente de la primera, titulada Fígaro de vuelta, esta ño- ra que á titulo de curiosidad copió:
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«Ksta jdviincia caira vi<'» la luz ol ') de Eiioio pusudo. es (kcii'. Iiace más (le tres meses, en El Español é inmediatamente después de liaber le- gresado su autor del extranjero No se le oculta á éste que el principal mérito de semejante publicación, de circunstancias, es la oportunidad y temeroso de que el poco mérito de esta carta no pudiera resistir al examen de la crítica, leida aisladamente mucho tiempo después; se guardó muy bien de reimprimirla, cuando trató de seguir dando á luz otras tantas car- tas Por eso han sido tantas las solicitudes de las personas que no han lei- do en El Español, ó que no han podido adquirir á el despacho de aquél periódico, por haberse agotado la colección, que el autor no ha dudado un momento en sacrificar su amor propio en favor de los numerosos com- pradores que tanto lo honran, manifestando deseos de hacerse con sus dé-' biles producciones. Esta es la única razón que ha tenido para reimpri- mirla "y publicada suelta.»
¡Lástima en estas tres notabilísimas cartas político-satiricas se vea á Fígaro unido á los enemigos de Mendizábal, atacar duramente su go- bierno I
Y no se crea que Larra, al encontrarse en la oposición, lo estaba por- que.sus ideas fuesen moderadas y no desease sinceramente la libertad, no; él, que pedía reformas completas en el país, el que reclamaba la supre- sión de todos los antiguos abusos, la desaparición de todas las trabas que se oponían á un rápido progreso, el que tanto había abogado por la liber- tad de imprenta, por la igualdad ante la ley, por el triunfo de las ideas democráticas, en manera alguna podía confundirse con aquellos liberales tibios ó asustadizos, y con aquellos reaccionarios encubiertos, que levanta- ron la campaña contra el ministerio Mendizábal y formando, cada vez ma- yor admósfera en contra suya, poniendo á cada paso mas obstáculos y creando mas dificultades, diariamente, le hicieron abandonar el poder, sin que pudiera sin embargo impedir la realización del comienzo de su obra.
En manera alguna podía ser tenido Larra por un amigo de los ele- mentos retrógados, pero él, que no estaba decidido aun, por ningún partido, político, que miraba aun con altura superior los graves asuntos que en- tonces pesaban sobre España, y que tenía suficiente independencia para emitir sus ideas, mal podría callar, en momentos como aquellos lo eran, donde tantos exageraciones se cometían, y tan inflamados estaban las lu- chas políticas.
Así fué, que sí para el ministerio Mendizábal tuvo censuras, las tuvo también para el ministerio Istuiz, cuando pudo conocer la falsa situación en que este se hallaba, divorciado de la opinión del país, y sin fuerzas pa-
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ra dirigir la marcha déla revolución. Pero El T^pañol era ministerial, y don Andrés Borrego, se negó á publicar el cuarto artículo, en que Larra seguía su correspondencia con el «amigo residente en París,» dando mo- tivo, á que nuestro autor, insertara en G de Marzo, una carta dirigida al director y en la qne escribió estos párrafos que copio y que dan á conocer claramente sus ideas.
«....Independiente siempre — dice— en mis opiniones, sin pertenecer á ningún partido de los que miserablemente nos dividen, no ambicionando ni de un ministerio ni de otro, ninguna especie de destino, no tratando de figurar por ningún estilo, estoy escribiendo hace años y no tuve nunca mas objeto qne el de contribuir en lo poco que pudiera al bien de mi país, tra- tando de agradar al mayor número posible de lectores; para conseguirlo creí que no debía defender mas que la verdad, y la razón, creí que debía combatir con las armas que me siento aficionado á manejar, cuanto en mi conciencia fuese incompleto, malo, injusto ó ridículo.»
Y mas adelante añadía:
«Si El Español es ministerial, usted me permitirá que sin que se al- tere en nada el aprecio que le profeso, sacuda desde este momento toda mancomunidad de responsabilidad política, 5^ si no lo es, espero que ex- plícitamente me lo manifestará , »
«....En el ministerio Mendizábal he criticado cuanto me lia parecido criticable y de ello no me retracto, cualquiera que sea el partido ó la popu- laridad que pueda tener en su favor y los medios que ponga en práctica en el dia para hacer la oposición, y lo mismo pienso hacer ahora en el actual, cualquiera que sea la fuerza que como gobierno tenga en su favor, porque si hay quien pueda tener miedo á los alborotos^ á las multas y á la cárcel , yo no me siento con miedo anadie.»
Ignoro lo que ocurriría entre Larra y Borrego, después de la publica- ción de la carta, algunos de cuyos párrafos van copiados, pero desde en- tonces, los artículos do sátira política, fueron suspendidos por su autor, quien únicamente trató en las columnas de El Español de asuntos de costumbres y de crítica literaria.
En una sola ocasión escribió por entonces Larra de política, en serio, y esta ocasión merece hacerse notar. Entre los folletos y papeles que por aquellos dias de la primera mitad del año IS'óG se dieron á luz combatien- do al gobierno de Mendizábal, ya inspirados por los elementos conserva- dores, ya por los avanzados en extremo, aparecieron dos, el primero de los cuales llevaba al frente el nombre de don Mariano José de Larra y el se- gundo el de don José do Espronceda.
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Titúlase el primero La España desde Fernando VII hasta Mendizá-
bal (74), y aunque s i verdadero autor era el francés Caries Didier, al ser traducido al castellano por Fígaro, lo reformó tan notablemente, que puede decirse que es casi todo obra suya. El segundo lleva por epígrafe El Mi- nisterio Mendizábal (75) y aunque abarcaba un cuadro menos extenso, no por eso era menos violento en su ataque y suelto en su forma.
En el folleto arreglado por Larra, del que él decía «que como reseña histórica, su verdad la haría acreedor á ocupar un lugar distinguido entre los documentos que la historia se serviría algún dia para redactar nuestra gloriosa revolución» se encuentra un bien trazado cuadro á grandes rasgos de los principales sucesos desarrollados en España desde el casamiento del rey con la princesa María Cristina. Allí se recorren las alternativas de las primeras conspiraciones carlistas y los manejos de la camarilla del Pre- tendiente, las desgraciadas tentativas de los liberales y la tibia política de Cea Bermudez; allí se analiza el Estatuto, y la actitud de Martinez de la Rosa, durante los meses de su gobierno, se presentan las figuras de los más notables oradores de las cámaras, y después de juzgar al gobierno de Toreno, y detenerse algún tanto en las vicisitudes de la guerra civil, y en los acontecimientos de que fueron teatro algunas provincias, se termi- na con la subida al poder de Mendizábal y recargando la pintura de su po- sición difícil, ya amenazada por aquellos dias.
El folleto de lispronceda, que nunca he visto citado por sus biógrafos, tís una violento ataque contra el gran hacendista, es un fuerte artículo de oposición, escrito á correr de la pluma y donde se refleja aquél carácter apasionado y aquellas exageraciones del gran poeta Su lenguaje es fácil y rico, y las frases conque concluye le retratan admirablemente y están en consonancia con sus actos de entonces.
«...Hagan las Cortes —escribe — una ley electoral y popular y ensaye en fin esa juventud cuyo patrimonio son las épocas de revolución y turbu- lencia. Esa juventud que llena de esperanzas no debe titubear en arrojarse, iluminada de talento, por los sombríos senderos del porvenir, aboliendo de una vez tanta práctica antigua, tanto abuso, tanto cadáver resucitado co- mo atrasa, entorpece y corrompe la socieded. No se tenga por una petu- lancia este deseo que debe hacer latir todos los corazones y arrebatar la imaginación de los jóvenes, no, porque, un siglo de renovación pertenece, sin duda á la juventud.»
¡Cuánto no se ha dicho luego esto mismo en tonos diversos, yes en los momentos presentes de verdadera actualidad!
Poco tiempo después de dar á luz el folleto de Caries Didier, hizo La-
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rra la traducción do otra obra do luuclios más vuelos, que había causado general admiración y que S3 debía al abate Hugo Felicitas Robert do La- mennais, el eminente filósofo francés, que como dice un autor «proclamó todas las libertades en su forma más absoluta, bajo el amparo de la iglesia, y ésta fué la primera que le rechazó.»
La obra esoojida por nuestro autor para vulgarizarla en España fué El dogma de los hombres libres. «Palabras de un creyente» {7H) y el prólogo que al frente de ella escribió «en cual vierte doctrinas que no re- chazarían los más ardientes apóstoles de la democracia moderna» que dijo Cortés, es uno de los más hermosos trabajos serios que produjo su pluma.
¿Qué he de decir de libro tan conocido como el de Lamennais, ni á qu¿ apartarme de mi objeto principal, hablando del filósofo, cuyos escritos cau- saron tantas controversias y tuvieron tan ardientes defensores como enco- nados enemigos? La traducción de Larra es superior á todo encomio y á cuantas después del texto se han hecho, y el citado prólogo, página bri- llantísima que honrará siempre el nombre de su autor...
El camino que por entonces emprendió Fígaro, me hace que para seguirlo, tenga que dejar de hablar de sus escritos, un breve espacio. Su carrera política iba á comenzar entonces, como su vida iba á ser brevísi- ma, y su fracaso, coincidiendo fatalmente con terrible desengaño, habían de causar honda perturbación en su espíritu, que no lograría ya de sere- narse.
Estudiando con alguna atención la historia política de aquellos dias claramente se ve que el gobierno moderado presidido por Isturiz, que des- de el 15 de Mayo ocupaba el poder, se había hecho impopular, y que sus medidas de rigor en algunos puntos, el intento que demostró de hacer frente á las reformas ya comenzadas, y el poco acierto con que empezó á dirijir los asuntos de la guerra, le atrajeron una oposición formidable, que dada la exaltación de las pasiones políticas de entonces, y el estado del pueblo no había de detenerse en apelar si preciso fuera á los medios vio- lentos para no derribarle.
Disueltas las cortes el 22 del citado Mayo, convocáronse las nuevas pa- ra el 25 de Agosto, verificando las elecciones conforme á la nueva ley, en los primeros dias del último de los meses apuntados; en ellas salió elegido diputado por la provincia de Avila, D. Mariano José de Larra, que obtuvo 477 votos, contra 254 de D. Juan Martin Carraraolino y 29 de D. José Su- noza según consta del acta de la elección cuya copia tengo á la vista. (77)
Larra era pues, llamado á ocupar un sitio en la representación nacio- nal, á los 27 años, cuando su nombre de escritor era generalmente aplau-
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dido y todo debiera soiireirlc oii la vida. Envidiable sería ciertamente pa- ra muchos el porvenir qus se presentaba á nuestro autor, pues seguramen- te estaba destinado á ocuparf elevados puestos y conseguir una verdadera personalidad en política, quien dotado de gran talento, sin haberse cansado en bajas luchas, ni haber apelado a medios reprobables, de esos á que tan- tos apelan y que manchan luego por siempre la historia de su vida pública. Y era de presumir, que cuando algunos años más de experiencia, dieran á Larra más práctica^ 3' conociese á fondo los asuntos de gobierno, cuando los sucesos en que tuvieso que intervenir le sirvieran de saludable ense- ñanza, cuando desaparecieran en él algunas exageraciones de las que no podía menos de participar, quien tan independiente hasta entonces se ha- bía mostrado, su clarísima inteligencia, su carácter, entero y su reconoci- do patriotismo puesto al servicio de la nación, había de ser de grandísimo provecho para el bien general.
Más nada de esto quiso la suerte que se realizara: el día 9 de Agosto era Larra elegido diputado y en la noche del 12 estallaba en la Granja el motin de los sargentos, que proclamaban la Constitución de 1812, y obli- gaba á Cristina firmar el docreto de su publicación. Varias poblaciones andaluzas se sublevaban á poco por el código gaditano, el ministerio ístu- riz caía del poder aborrecido por el pueblo y en Madrid ocurrían sucesos tan sangrientos como lamentables.
El mismo dia 15 en que fué asesinado cobardemente el que hasta en- tonces había sido capitán general de Castilla la Nueva, D. Vicente Quesa- \la, marqués de Moncayo, se formaba el ministerio presidido por D. José Alaría Calatrava, (78) y el 17 regresaba la reina y sus hijas de la Gran- ja, en medio de las aclamaciones de los liberales.
«Gravísimas eran las circunstancia3 — escribe D. Fernando Garrido, en que los liberales volvieran al poder en 1836. La guerra civil estaba desencadenada y en su apogeo En Jadraque, casi á las puertas de Ma- drid, el cabecilla Gómez derrotó é hizo prisionero al general López. La insubordinación se había enseñoreado de los ejércitos liberales, especial- mente del del Norte, el erario estaba exhausto y los moderados vencidos abusando ie la libertad de la prensa, alarmando á todo el mundo con sus presagios de anarquía y de violación social y de atropellos y desmanes que no se realizaron, aumentaban la confusión natural el dia siguiente de una revolución vencedora. Pero la autoridad moral del nuevo ministerio bastó para deparar situación tan precaria y el pueblo con su sensatez probó una vez más que el orden, lejos de ser incompatible con la libertad solo con ella puede tener bases sólidas y seguras*.
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El fracaso político en qiio Larra S(j viú cuviiülto al coiu^iiz.ir su ca- rrera, hizo singular efecto en su áoiin^ exaltado ya por otros motivos. Aquellos sucesos por los cuales na llegó á tomar asienta en las Cortes impresionáronle vivamente, y creyendo que sin necesidad do la revolución hubiese tenido el país los provechosos adelantos y las liborta'des que nece- sitaba, sin nuevos trastornos, con diñó la insurrección amargamente.
No es fácil hacerse cargo de el efecto que en Fígaro produjo aquel repentino movimiento de la opinión liberal: él creyó hallar en el aturdi- miento de la vida pública, en los cuidados y atenciones que su cargo de diputado había de traerle, olvido tal vez, para sus incurables padecimien- tos, y al encontrarse de nuevo, con el obstáculo poderoso que cortaba su carrera, no quiso mirar lo porvenir con entusiasma da joven, no quiso es- perar al mañana, que había de brindarle ancho campo á sus ambiciones; toda la tristeza de su alma, todo el negro humorismo de su espíritu, vino á caer desde entonces en sus escritos, sin que procurara ya disimularlo.
Poco sensible fué, en opinión de muchos para la política, el que Larra no figurase en ella, que los hombres como él, con rarísimas excepciones se han distinguido al par en las letras y en el gobierno, y si algo han he<'.ho el escritor, ha oscurecido siempre al político. «La gloria de los destinos públicos — ha escrito Cañete — la roputacion política pasa con las cir- cunstancias aun en los mas eminentes hombres de Estado. ¿Quién se acuerda ya de que Petrarca fué un negociador y un estadista? ¿Quién une al nombre de Ariosto su carácter de embajador en Venecia? ¿De qué lo sirve á Milton haber sido secretario de Cronwel? ¿Quién sabrá que Cha- teaubriand ha sido ministro, y Lamartine diputado?»
Fué lo cierto que Larra, despechado por su desengaño político, volvió los ojos á la literatura, comenzando desde Setiembre de 183G á publicar gran número de artículos casi escluslvamento de crítica literaria, y antes de ocuparme de ellos, he de volver á tratar de Bretón de los Herreros y Fígaro á propósito de un suceso ocurrido por aquellos meses y que vino á poner fin á la enemistad entre ambos escritores
Ya se vio como tuvo noticias nuestro autor, hallándose en Burdeos del estrena de la comedia ÜI*? voy de Madrid «cuando regresó á la corte — habla Ferrer del Rio — Larra no saludaba á Bretón y éste imitaba su con- ducta: habían trascurrido semanas y sus mutuos íunigos no avanzaban un solo paso que á la reconciliación condujese.. . Dirigía á la sazón los tea- tros de Madrid el inolvidable Griíkildi, amigo y consejero de todos los poetas; había sido por aquel carnaval (183()) uno de los empresarios de Oriente; dispuso en uno de sus salones un convite á que asistieron el ba-
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ron Taylor, Carnerero, Vega y otras personas de letras: Bretón y Larra figuraban como héroes de la fiesta, ni se liicióron nn saludo ni se cruzaron sus miradas. Clrinaldi los colocó en opuestos lados, empezó la comida y durante toda ella giró la conversación sobre asuntos indiferentes: al llegar la hora de los postres y del Champaña, se propuso un brindis, y Ventura de la Vega dijo con su simpático acento.
«El odio y recor insano
del corazón úe deseche,
el vate es del vate hermano,
si hay (paien alargue una mano
yo se que habrá quien la estreche.»
Como si obedeciera á magnético infiujo, se puso en pié Larra, y tendió su mano. Bretón con lágrimas en los ojos, improvisó la siguiente quin- tilla:
«No aguardaré á que comiences, quédese el furor odioso para enemigo vascuences. Yo te vencí recoroso
Se estrechaban después fraternalmente, y vertían tierno llanto, y llo- raban Grimaldi, Taylor, Carnerero, Vega y lloraban todos. Al concluir tan cordial escena se repetían los brindis con sabrosos vinos.»
El marqués de Molins que también narró esta escena con gran exten- sión, cuenta que él inició los brindis, y con ligeros variantes reproduce los versos improvisados por Vega y Bretón, á como nos lo dio á conocer antes Ferrer del Rio. No quiero hacer mención de los que se dice que improvi- só Larra, por no parecerme que fué cosa cierta, en momentos como aque- llo, semejante ocurrencia. (79)
El Mundo «diario del pueblo» fundado por don Santos López Pere- grin, (Abenamar) que había comenzado á ver la luz en Junio de 1836 y El Redactor General, cuyo lema era «Isabel II gobierno representativo y libertad legal» que apareció en 15 de Noviembre del mismo año, fueran las dos publicaciones que acogieron los últimos trabajos de Larra en unión de El Español.
Redactaba entre otros JKl Hundo, don Antonio Mj^ría Segovia, ta»
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conocido por el psoiidónimo de El Estudiante, don José López Penal ver, el director que fué en 1827 de la exposición de la industria española cele- brada en Madrid, don Ramón Sánchez, don Manuel Valdés, &, y hablan- do Zorrilla en sus Recuerdos del tiempo viejo, de este diario, dice que era uno de «los mejor escritos que en Madrid se han publicado.»
Una misma empresa habíase hecho cargo de El Mundo y del Redac- tor General, cuando Larra entró á colaborar en ellos, y dá prueba de la importancia que nuestro autor tenía, y de lo que se estimaba su pluma, el contrato que firmado por él y por don Tomás Jordán, en nombre de la em- presa, extendieron en 28 de Noviembre de 1836, contrato curiosísimo y hasta ahora inédito, que puede el lector ver íntegro en las notas. (80)
Consta el documento de las condiciones siguientes: Por la primera y segunda se compromete Larra escribir seis artículos al mes para El Re- dactor General, con el pseudónimo de Figaro y dos con firma ó sin ella, y un artículo por semana para El Mundo; se dice en la tercera, que la empresa buscaría «sujeto responsable que firmara los artículos», en la cuarta, que los trabajos se habían de publicar en el folletin, sin erratas y con letra clara y en la quinta, que se le había de abonar el sueldo «de 40.000 reales al año, pagados mensualmente, á saber: 3G.000 por los artí- culos que procure á El Redactor General y 4.000 por los que dé á Rl Slundo». En la sexta y séptima se lee, que la empresa daría á Larra dos ejemplares de cada periódico y un billete de entrada en las Cortes «en la tribuna de los taquígrafos si puede ser» y en la octava y última que el contrato comenzaba á regir desde 1.^ de Diciembre y que antes de ser res- cindido, tendría cada una de las partes que «avisar á la otra con un mes alo menos de anticipación.»
Hoy que tan menguados son los beneficios que un periódico rinde, que el trabajo del periodista está tan mal pagado, que apenas le basta para cu- brir sus necesidades más perentorias, hoy que con raras excepciones ape- nas se encuentra quien medianamente pague un artícub, ¿no parece cosa fabulosa esto, de que en 183G hubiese una empresa, que abonase á Larra 40.000 reales al año por doce artículos mensuales?...
Entonces no había diarios de información, que hiciesen tres ó cuatro ediciones de miles de ejemplares, ni «repórter*,» que informaran al público de cosas que la mitad no le importa saber, pero un periódico fundado con bases sólidas^ era una fuerza que hoy se desconoce; la palabra escrita en sus columnas, era creída por la mayoría y de la redacción se pasaba á ocupar los más altos puestos...
En La Revista-. ^lensajero y El Español, Fué donde Larra dio á luz
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ao_[uella serie de críticas literarias que acabaron de cimentar su fama y en El Redactor y El Mundo, aquellos artículps de sátira política que al leerse en el dia tan honda impresión dejan 4^ ánimo.
De esta época son los juicios sobre los dramas, Hernani de Victor Hugo, Antony, Catalina Howar y Margarita de Borgoña de Alejan- dro Dumas, sobre los libros Memorias del principe de la Paz, y Horas de invierno, de Ochoa, y de esta época son también, El dia de Difuntos y La Noche Buena de 1836.
¿Qué crítico no ha elogiado lo que Larra escribió analizando aquellas piííducciones de los dos grandes dramáticos franceses?
¿Qué biógrafo no ha repetido y copiado frases y párrafos enteros de t?n notjibles trabajos? ¿Qué he de enseñar al lector, con hacer resaltar una ve>. más sus méritos por todos conocidos?
Menos atención han parado muchos en otros artículos que por estos di s insertó Larra, y en ellos más me parece oportuno detenerme, que no en 'os que ya han recibido la sanción de todos, y cuyas bellezas se han mostrado en una y mil ocasiones.
Tienen á más estos trabajos que Figaro escribía en las últimos meses dci 183G, un gran interés, porque atentamente estudiándolos, se conoce al hombre, y el estado tristísimo á que su pasión amorosa, (aquella pasión que él mismo dijo á un amigo «que le había gangrenado el alma») le había conducido.
Achaca D. Cayetano Cortés al desengaño político que sufrió Larra con la revolución de la Granja, casi toda la culpa de aquel corte sombrío, do aquella honda amargura, y pesimismo desconsolador, que se nota en sus i)roducciones; si otros sufrimientos no hubieran venido por entonces á llenar su alma de pesares, seguramente no hubiera sido por él, tan lamen- tado el fracaso de su comenzada vida pública, y no hubiera visto con tan negros colores, aquel estado de cosas, adivinando tal vez con sereno juicio la próxima solución de muchos conflictos pendientes.
¿Pero qué podía exigirse de un hombre que todo lo había sacrifica- do al amor de una mujer, y que veía do súbito que este amor, dejaba de ser correspondido, y que aquellos lazos que jamás pensó se romperían, iban á faltarles?
¿Cómo no había de influir en todo su ser, como no había de reflejar- se en sus escritos la lucha espantosa que se levantaría en su corazón ciego de amor?
Negros, imposibles de esplicar debieran ser los dias de Larra, en que en vano pugnaba por seguir sus culpables relaciones, por hacer que
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aquella hermosa le abandonase matando la última esperanza, en el bien único que para él existía y en la tierra.
¡Cuesta tanto renunciar al amor de una mujer, cuando se la quiere de veras y se le ha debido algún tiempo la felicidad! ¡Es tan duro al hombre, el hacerse de repente á su ausencia, el estar privado de sus frases cariño- sas, y apasionadas, y el dejar de ser objeto de sus cuidados, y de sus aten- ciones! ¡Se sufren tantos dolores y tantas angustias, hasta convencerse de que ella no responde ya á la mirada tierna, con otra, al suspiro arrancado del corazón con otro ig;ual suspiro, al beso de fuego, con el beso que antes quemó la mejilla, al apretado abrazo, con el abrazo que oprimía el cuello y confundía las dos almas en una sola!...
Mientras la hermosa, ha olvidado por completo sus juramentos, las promesas expontáneas de correspondencia que hizo, las sensaciones que agitaron mi pecho, y la intensidad de los placeres gozados; mientras en ella es todo indiferencia, todo recuerdo importuno, t^do desden injusti- hcado, ¿qué tormentos no apura el amador infeliz, que creyó por siempre ser amado, que imaginó no dejar jamás de ser dueño de aquél corazón, que cifró su ventura en continuar la posesión de los encantos que tuvo por suyos?
Algo sí, parece que muere muy hondo cuando el desengaño de un amor vehementísimo, de estos que derriten y consumen sin piedad, hace caer la venda que cegaba, y hace salir del mundo de ilusiones, de íntimas dichas en que se vivía. Y cuando este amor ha hecho cometer los mayores extravíos, cuando por conservarlo, se ha destruido un hogar, se ha roto con todo los deberes que la sociedad impone, y no se ha retrocedido, por no exponerse á perderlo, ni ante el sacrificio de lo más caro, ¿qué podrá expresar, el golpe espantoso, que experimenta el hombre, de inteligencia superior, al convencerse de que ya no es querido, por quien le arrastró al abismo, y que ya no le es dado recuperar lo que perdió, ni- encontrar sal- vación para él, consuelo para sus espantosas desgracias...?
En El dia de Difuntos de 1836, «Fígaro en el cementerio» artículo que vio la luz en El Español (2 de Noviembre) descubrió Larra toda su si- tuación desesperada, en estas palabras con que concluye:
«Quise refugiarme en mi propio corazón, lleno no há mucho de vida, de ilusiones, de deseos... ¡Santo cielo! También otro cementerio. Mi cora- zón no es más que otro sepulcro. ¿Qué dice? Leamos. ¿Quién ha muerto en él? ¡Espantoso letrero! --Aquí yace la esperanza .... — ¡Silencio, Silen- cio!»
El hombre que esto escribe, como lo escribía él, era imposible que
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ociütase^ya sus amarguras y sus pesares, era imposible que quisiera encu- brir á los ojos del público el infierno que ardía en su alma. Así de allí á |)oco se expresaba de este modo en la Noche-Buena (Revista Mensajero, 2(j de Diciembre.) «...La mayor desgracia que á un hombre le puede ocu- rrir, es que una mujer le diga que lo quiere. Si no la cree es un tormento, y si la cree... ¡Bien aventurado aquel á quien la mujer dice — no quiero — porque ese á lo menos oye la verdad!» Así en fin, decía en el artículo de- dicado á Los Amantes de Teruel, (22 Enero 1837) «...las penas y las pasiones han llenado mas cementerios que los médicos y los necios... el amor mata, aunque no mate á todo el mundo....»
El citado artículo de La Noche-Buena es quizás en el que Larra de- mostró mas claramente su corazón desgarrado. Es un grito espantoso de dolor, im gemido de angustia sin nombre, un lamento prolongado de los padecimientos morales que sufría y para los que no había remedio en la tierra. ^
¿Quién no conoce el citado artículo? ¿Quién no ha leido aquellas fra- ses aterradoras, con que el criado borracho, presenta á Fígaro en las ti- nieblas de su habitación, el cuadro de su vida, de enamorado, de escritor, de político ambicioso, de hombre de mundo?
Todo lo recorre aquella «voz del infierno» para aumentar hasta lo increíble la desesperación del infeliz, todo lo mas querido del hombre, to- do lo que mas se ansia, es destruido sin piedad, con lógica terrible, para la cual no hay argumento.
— «¡Ténme lástima literato — 'decía el asturiano. — Yo estoy ebrio de vino, es verdad, pero tú lo estás de deseos y de impotencia!» Aquí se vé condensada toda la idea del artículo, aquí está señalado por el autor todo su espantoso sufrimiento... ¡Sí, ebrio de deseos, ebrio de impotencia esta- ba él, de deseos insaciables, que nunca se veían colmados de impotencia, que le era imposible dominar!
Aquel estado pues de excitación en que Larra vivía, era conocido por todos los amigos que le trataban y en vano fué cuanto algunos hicieron por sacarle de él. En vano fueron las solicitudes de estos, las amistosas reconvenciones de los otros. Larra, dice uno de ellos «estaba sordo á toda reflexión juiciosa, y el extravío de sus palabras, la incoherencia de sus actos, hacían ya á muchos presumir una catástrofe no lejana.» A este pro- pósito he de recordar una anécdota que refiere don Salvador López Guija- rro en Li semblanza de Fígaro que publicó en La Ilustración Artística del 11 de Marzo de 1895, (número 689.)
«...Yo puedo contar... lo que hace mucho tiempo me refirió un grande
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amigo del insigne Larra, que hoy ya no existe. Hé aquí el breve é inte- resante relato que no he olvidado nunca y que recuerdo como si lo hubiera oido ayer:
«Larra y yo — me dijo el señor M... departiendo íntimamente conmigo en cierta velada del Ateneo —éramos amigos de la infancia, y habíamos estudiado juntos y teníamos los mismos gustos literarios y las mismas ideas progresivas en política, y nos llamábamos con secreto orgullo doceañistas, porque entonces todavía no se estilaba llamarse librepensadores, y tenía- mos el mismo afán noble, de ver entrar á torrentes en nuestra atrasadísima tierra la luz, de la civilización transpirenaica, y nos queríamos, en fin, fra- ternalmente, y lo que es más, nos lo habíamos probado repetidamente... Una noche de verjino, de aquellos veranos madrileños, no desiertos como los de ahora, de aquellos veranos que el Madrid acomodado y el inteligente y laborioso, pasaban lesignados en la villa, sin agua, sin árboles y sin pa- seos, nos hallábamos sentados en sendas sil'ps, (que todavía no eran de hierro) del Prado. El mundo conocido pasaba y repasaba ante nosotros, sin que Mariano, presa de profunda obsercion en sí mismo, lo notase, y sin que yo, que algún tiempo le veía en igual preocupación alarmante, en igual amenazadora taciturnidad, diese tampoco la menos importancia á cuanto nos rodeaba. Pero yo sabía que la causa de aquel profundo mutismo era una inmensa pena, una ardiente agonía de aquel alma donde nada podía ser pequeño, ni pasajero, y mucho menos un amor de la peor especie, un amor terrible, imposible. Mi cariño de hermano me hacía presentir el cruel desenlace trágico que aquél gran padecer tuvo, y contra el cual se revela- ba instintivamente mi afecto. Y en aquél instante, decidí hablar al amigo del alma con la ruda franqueza que el contagio de su desesperación me aconsejaba, acordé aplicar á la herida de aquél noble corazón despedazado el hierro candente de mi propia indignación cariñosa, y le hablé, le inter- pelé repentina y despiadadamente, diciéndole en estas ó parecidas frases, que el espectáculo de su anonadamiento mataba y destruía de un golpe toda mi antigua y persistente fé en su elevación moral, que me había en- señado á tenerle por un ídolo.
— ¿Qué quieres decir? — pregunta Mariano saliendo ríe su estupor.
— Quiero decir contesté, que estoy próximo á creerte un simple qui- dan, de^la especie de Adán. Quiero decir que la contemplación del que tantas tienen por un genio, por un coloso, por un gran espíritu y por un gran carácter, convertido en miserable enfermo moral, sin voluntad, sin fuerzas, sin respeto á sí mismo, y todo por el arte de una pasionceja melo- dramática; ese espectáculo á que me haces asistir ha empezado por darme
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ira y acabará ])or darme náuseas. ¡Cómo! ¿Eres tú, que tantos mundos lle- vas en tu cerebro, quien reduce el mundo entero á una infausta personilla incapaz de comprenderte? ¿Eres tú que á tanto puedes aspirar, tú que tan- tas grandezas de pensamientos y de sentimiento atesoras quien se declara vencido en un tropiezo de callejero, de aventurero vulgar? ¿Eres tú en fin, tú á quien sonríen unísonos la vida, la juventud, la gloria, la estimación general, quien á todo eso renuncia, por haber caido en las redes de un tor- pe deseo insaciables? ¿Eres tú? .
— Mira — me interrumpió alzando su noble frente altiva y fijando en mí sus expresivos ojos: — no te canses, no prosigas el sermón inútil, y óyeme. Muchas vemos pensado y dicho juntos y conformes que el Quijote es el li- bro de los libros, el mejor, el más admirable de todos. Muchas veces hemos convenido en que esa generosísima creación de su protagonista debe ser- vir de ideal perpetuo á la humanidad para amar el deber, la virtud y el sacrificio. Muchas veces hemos llegado á pensar que don Quijote es la fi- gura de un Cristo con yelmo ¡Qué lástima que tuviera la locura especial é incurable de sus leídas y soñadas magias caballerescas! Pues bien, yo seré todo lo grande hombre, todo lo Quijote que tú quieras, pero también tengo mi locura en esta pasión que me ha gangrenado el alma; ya sabes que la gangrena no se cura afortunadamente. Con que déjame en paz.»
Venga ahora el lector á recorrer conmigo la última página de la vida de Larra, pero antes apuntaré que por los días á que me voy refiriendo, otro de sus amigos, el conde Torrejon, mayordomo de Palacio, presentó á Fígaro á María Cristina, pues la reina, conocedora de su nombre y fama, deseó conocerle personalmente.
IX.
Rasgos y perfiles de un retrato. -Notas de carácter.— Mala volun- tad de algunos biógrafos de Larra.— Palabras de un periódi- co.— Lo que dice D. Arturo Vela. — El conde de Campo Alan- je.— Su muerte.— El articulo de «Figaro »— Sus palabras.— El estreno de «Los amantes de Teruel.»— La critica de Larra. —Párrafo de ella. — El último articulo.— Los primeros dias de Febrero de 1837.— Horas tristes.— Un drama en proyecto. — Trabajos comenzados. — Una visita á Mesonero Romanos.— Un paseo con Roca de Togares. —Entrevista borrascosa. — Muerte de Larra.— Detalles curiosos.— La primera noticia en la prensa.— Efecto que causó en Madrid el suicidio de «Figa- ro.»—l,os amigos de liarra.— Partida de defunción.— Solem- nidad que se trató de dar al entierro de «Figaro.»— Celebra- ción de éste.— Discursos en el Cementerio.— Aparición de Zorrilla.
Era Larra de pequeña estatura y complexión sana: la cabeza grande y proporcionadas las demás estremidades Su color moreno tirando á ver- doso y el cabello muy negro, abundante y fino. Abultado el rostro y la frente ancha y despejada, elevándose en lo alto de ella un promontorio de cabello que él cuidaba mucho con los dedos de mantener enhiesto. Las cejas separadas, y los ojos de párpados carnosos y de largas pestañas, te- nían las pupilas grandes y de mirar melancólico. La nariz recta y larga, partido el bigote, cuyas puntas lacias y caidas cubrían las comisuras de los labios que eran gruesos y colgantes, particularmente el inferior que no parecía sino querer tocar las barbas. Eran estas rizadas y espesas y corrían á lo largo de la mandíbula inferior, dejando libre las mejillas. Su cuello era corto y encerrado dentro del gran corbatín de raso y del ter- ciopelo del ajustado frac, le hacía parecer mas corto aún.
• Vestía Larra con elegancia; su traje nada tenía que envidiar al del mas acicalado «petrimetre,» y era aseado y pulcro á su persona. Su acción
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libre y desembarazada, sus modales de la mas exquisita cortesanía, y su hablar rápido 3- oportuno. Tenía singular predilección por todo lo elegan- te y de buen gusto, y daba preferencia decidida á cuanto en sus (caprichos imponía la moda. Sus exigencias en este punto no tenían término, y cuanto encontraba deficiente, mezquino ó incómodo, era por él censurado sin pie- dad. Comparaba en su conversación frecuentemente nuestras cosas, con las que había visto en los paises por donde había viajado, y esta compa- ración para lo de acá, siempre desventajosa, dábale motivo á finas burlas y á frases llenas de intención y malicia.
Sentía admiración sincera y entusiasta por la nación francesa, su historia, sus hombres, su colosal desenvolvimiento, eran objeto siempre de sus alabanzas .. «Escribir en París — decía — es escribir para la humani- dad, dar á conocer un nombre á Francia, es hacer que lo conozca el mundo entero.» Tenían muchos á Larra por orgulloso, pero no lo era en el fondo, únicamente había, que la superioridad de su inteligencia, le hacía parecer para los necios, como hombre muy pagado de sí mismo y muy dado á sobresalir y distinguirse, donde quiera que estaba.
Cuéntanse algunas anécdotas (8!) de él, que le pintan como dotado de un amor propio hasta la exajeracion, pero hay que tener presente en mu- cho de lo que acerca de su carácter se ha dicho, que sus enemigos fueron numerosos, y que estos á raiz de su muerte, se cuidaron lo bastante en re- cargar los defectos de nuestro autor, en forma de que pudieran fácilmente ser creídos por la posteridad.
No trátate yo de desmentir los defectos que pudo tener, ni de atenuar los errores lamentables en que se precipitó, pero no deja de parecerme harto injusto, que mientras para otros escritores coetáneos de Fígaro, solo hallan tenido sus biógrafos y apologistas, discreciones y miramientos, para él, todo hállla sido recriminaciones é imprudencias, á las que nunca se pue- deestar autorizado, y al mismo tiempo falta completa de respeto á su nom- bre que tanto valía y á su memoria digna siempre de ser conservada.
¡Cuántos más merecedores de censuras, más llenos de defectos que Larra, han pasado por gracia de sus elogiadores, como modelos de virtudes, y como dechado de perfecciones que estuviera muy lejos de tener!
«La envidia— decía el periódico Cervantes y Velazquez en 1839— clavó harto frecuentemente su ponzoñoso diente en la existencia del que po- nía al descubierto las flaquezas de la sociedad... ¡Se ha hablado tanto de
Larra! Se ha censurado tanto hoy nos complacemos en dar un solemne
mentís á sus detractores, á los que sin conocerle han supuesto y afirmado anécdotas ridiculas, encaminadas á destruir su fama, á los que no sabiendo
— ni —
imitar su gracia, han remedatlo su maldacidad, á los que no atreviéndose á tachar sus obras... han tachado su conducta privada.»
«Se ha dicho que Larra — escribe D Arturo Vela — fué un malvado: esto es un error y una injusticia, Larra, no obstante sus estravíos, será siempre digno del más alto respeto, y en vez de execrarle, se le debe com- padecer. Reales ó aparentes sus desgracias le hicieron llevar en su alma un infierno desencadenado. Si no pudo ó no supo contener sus impetuosas pasiones, y no vio el mundo sino por el prisma de sus amarguras y de su descreimiento, cúlpese á la perturbación de su espíritu, pero no se diga que su corazón estaba corrompido y su genio degradado por natural pre- cocidad, porque semejante aserto carece de todo valor lógico y es además poco cristiano.»
En los primeros dias de Enero de 1837 entre los artículos que publi- caba Larra en El Mundo y El Español, insertó dos en los que he de de- tenerme algún tanto.
Fué el primero el consagrado á la memoria del conde de Campo-Alan- je, y el segundo el juicio del estreno del drama de Hartzenbuch, Los amantes de Teruel.
Ya apunté en el capítulo VII, la grande amistad que unía á Fígaro con el Excmo. Sr. D. José Negrete, Conde de Campo-Alanje, amistad no desmentida por ambas partes y estrechada por frecuente trato y por afinidad en gustos é inclinaciones.
Campo-Alanje era joven de no común ilustración y adornado de bellí- simas prendas de carácter. Había nacido en Corral de Almaguez en 1812, había seguido la carrera de las armas y era muy aficionado á las letras que cultivó en diversas ocasiones con regular fortuna.
Decidido partidario de las ideas liberales, acudió entusiasmado á de- fender en el Norte la causa de Isabel II y tomó parte en reñidas accio- nes, distinguiéndose por su inteligencia y su valor ante el enemigo.
El di a 5 de Diciembre de 1836, en uno de los ataques dados á los car- listas, que tenían puesto sitio á Bilbao, fué mortalmente herido el joven conde, y paréceme oportuno reprod K'ir aquí estos detalles de su muerte que se encuentran en el parte de la acción, dado por el general Espartero y fechado en Portugalete á 12 del citado mes y año:
«... En este momento— dice — cayó herido el teniente coronel conde de Campo-Alanje, ayudante de plana mayor general, cuya muerte ha sido llorada por todo el ejército. Este malogrado joven, arrastrado por su biza- rría y ambicionando participar de la gloria que iba á cubrirsQ la mencio- nada primera compañía de la Guardia, so unió á ella, y en el momento
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que ofrecía un premio al granadero que primero llegase al enemigo, reci- bió un balazo debajo del hombro derecho, que ha privado á la patria de uno de sus más generosos defensores, por cuya acción le conferí sobre el mismo terreno en que se había distinguido el empleo de coronel de milicias y faltaría ciertamente á mi deber si no hiciese el debido homenaje á las virtudes que distinguían á tan benemérito oficial, en cuyas últimas dispo- siciones se advierten sus sentimientos generosos en favor del soldado, pues por ellas consigna el producto de sus caballos y monturas para alivio de los heridos en las últimas funciones y el de sus efectos de lujo y de vajilla para el de los demás que hubiese en el ejército »
Poco más de trascurrido un mes del día de la muerte de Campo-Alan- je, el domingo 15 de Enero de 1837, celebráronse hn Santo Tomás, suntuo- sas exequias, por el alma del desgraciado joven, y en El Español del si- guiente dia, insertaba Larra con tal motivo^ uno de sus más sentidos artí- culos, que por estar escrito en circunstancias como la que entonces atrave- saba, lo hacen ser de los que más aprecio merecen. ¡Qué profunda tristeza respiran aquellas líneas! ¡Qué honda amargura se nota en aquellos pá- rrafos con que Larra nos cuenta á grande rasgo la vida de su amigo y las prendas que le adornaban! ¡Qué fácilmente se aprecia que el que trazaba aquel artículo necrológico, estaba herido también de muerte, y no tardaría en seguir á la tumba al que lloraba!
«... Ha muerto — dice Fígaro — el joven noble y generoso y ha muerto creyendo: la suerte ha sido injusta con nosotros, los que le hemos perdido con nosotros cruel; ¡con él misericordiosa! En la vida le esperaba el des- engaño: ¡la fortuna le ha ofrecido ante de la muerte! Eso es morir vivien- do todavía; pero ¡ay de los que le lloran, que entre ellos hay muchos á quienes no es dado elegir, y que entre la muerte y el desengaño tienen antes que pasar por aquello, que esos viven muertos y le envidian!»
El hombre que tal escribía, estaba sin duda en vísperas de una espan- tosa catástrofe: el corazón que envidiaba al joven muerto, porque no había pasado por el desengaño antes de morir, tendría que desaparecer pronto de la lista de los Vivos. El artículo de Larra á la muerte de Campo- Alan- je, no se escribe más que cuando el alma destrozada, cuando rendida una existencia por los desengaños y los sufrimientos, únicamente se ansia el eterno descanso...
Apenas habían trascurrido cinco dias de la publicación de aquél artí- culo, un acontecimiento bien diferentíjí, daba motivo á Larra 'para otro trabajo, en el que había de reflejar su estado de ánimo y sus lúgubres ideas.
A beneficio del primer actor don Carlos Latorre, se estrenaba el 19 dé Enero en el coliseo del Príncipe, un drama con cinco actos, en prosa y verso, cuyo autor era hasta allí casi desconocido; ol título de la obra (M-a Los amantes de Teruel, que más de una vez hal)ían dado toma á nn^s- rros poetas ])ara leyendas y cuentos. (H^)
¡Qué impresión tan profunda debió hacer en el ánimo de Fígaro a«[uél hermosísimo drama! El, ciego de amor, y en momentos en que la mu- jer amada le sumía en la desesperación más profnndn. ¡qiu' no deb¡('> sen- tir, al ver tan admirablemente expresada a([uella terrible desgracia amo- rosa de Isabel de ¡Sogura y de Diego Marsilla!
Su artículo, reputado por uno de los mejores artículos do crítica que se ha hecho en. España, citado mil veces, y mil veces elogiado después, demuestra la huella que en el corazón de Larra, doj(') la vista de osa joya inestimable de nuestro teatro moderno.
Nada expresa tanto esto como las siguientes lincas, uun que termina • í artículo, y en las que no pudo por menos de dejar traslucir, claramente una vez más su estado de ánimo,
«...8i oyese repetir á sus oidos (el autor del drama; un cargo vulgar (|ue á los nuestros ha llegado y que ni mentar hemos querido .. si oyese decir que el final de su obra es inverosímil, que el amor no mata á nadie, puede responder que es un hecho consignado en la historia; que los cadá- veres se conservan en Teruel, y la posibilidad en los corazones sensibles; que las penas y las pasiones han llenado más cementerios que los médicos y los locos; qtie el amor mata (aunqtie no mata á todo el mun«io) como ma- tan la ambición y la envidia; que más de una mala nueva al sei- recibida ha matado á personas robustas instantáneamente y como un rayo: y aun será mejor en nuestro entender, que á ese cargo no responda, por- que el que no lleve en stt corazón la respuesta, no comprenderá ninguna. Las teorías, las doctrinas, los sistemas se explican: los sentimientos se sienten.»
Este fué el último artículo de crítica seria que hizo Fígaro, el que escribió después, hablando del estreno de dos obras traducidas del francés, Todo por mi padre y La posadera rusa, ambas de escaso mérito, está hecho con toda la ligereza y chiste que él sabía hacerlos, cuando trataba de poner en ridículo cualquiera de aquellas producciones, infelices con que los traductores sin gusto, abastecían nuestra escena. y que pocas veces lle- gaban á arraigar en el pid:)lico.
Había comenzado el mes de Febrero y niiignu inov.. articulo de La- rra aparecía en las cohtmnas de El Español de El Mundo, ni de La Re-
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vista Mensajero, la cxi.sieiKMa del gran sauíicu t«Muo;i ¡i su termino que ito podía hacerse esperar mucho.
Al llegar á estos últimos dias de Larra, limítanse á decir sus bió- grafos, que solicitó tener una entrevista con su amada á fin de hacerla cambiar de actitud, y con nuevas protestas y juramentos de eterno cari- ño, decidirla á continuar aquellas relaciones interrumpidas, sin las cuales no creía posible la existencia.
El desdichado amador, escribía una y otra vez á la mujer adorada, pidiéndole el hablar á solas con ella. Olvidaba en su delirio por la que le había hecho feliz, para desdeñarle luego, que el amor muerto en el corazón de una mujer no nace más, que cuando en una hermosa entra la frialdad y el desvío, son inútiles las protestas, los juramentos arrancados (1(4 alma, las frases llenas de fuego y sincera pasión, que brotan del pecho, é inútiles cuantos esfuerzos podía hacer por resucitar, en aquel corazón, la llanni que ardió un dia, que le enloqueció por completo, y que no le con- sintió meditar sus actos, temer los deberes que atropellaba, medir los obstáculos que vencía... El gran satírico, el escritor jovial que tanto ha- cía reir ai público, atravesaba en aquellos jorimeros dias de Febrero una crisis espantosa, cuya solución no podía on manera alguna prolongarse.
Veíase por entonces á Larra vagar muchas horas por el Prado, sin cuidarse de los rigores de la temperatura de aquel invierno, que fué de los más crudos; eniíontrábasele algunas veces por los rincones de un café, sin compañía de nadie, silencioso y taciturno, .acudía yá pocas noches á ocupar las lunetas de la Cruz y el Príncipe, y cuando lo hacía, rehusa- ba la conversación de los amigos y conocidos: apenas si visitaba las re- dacciones de El Español y El Mundo, donde tanto le estimaban todos, y apenas si se le veía asistir á las agradables reuniones, que daban el emba- jador inglés sir Willers, madama Buschenthal y el duque de Abrantes, las cuales había frecuentado mucho hasta allí, en unión de todos los hombres de talento j que tan distinguidas familias complacíanse en jnntnr en sus casas.
Nada había ya que sacase á Larra de aquel mar de negruras en que estaba sumida su alma; imposible era devolver la paz á aquel corazón quemado por las pasio-nes, devolver la razón á aquel turbado espíritu, calmar la fiebre que consumía aquel alma, alegrar aquella vida que él llamaba «interminable cadena de males que tocaba ya á su último es- labón »
.«Nosotros — había escrito en la crítica del Antony— reconocemos los primeros el influjo de las pasiones: desgraciadamente no nos es lícito ig-
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llorarlo.» Entonces conocería mas que nunca cuan por su des<;raci;i no iji^noraba el influjo de la pasión: ella le había conducido á el estado aquel del que no podía librarse yá. Pasión de amor había influido en todo su ser, pero no de amor dulce y sereno, no del amor tranquilo y apacible, alecto nacido de justa inclinación, sino de amor que al)rasa y destruye el alma de amor, donde no existe el sosiego, que consume y quema por dentro. Era amor sí, pero era el amor de las inquietudes y de las zozobras, de las noches en vela, del temor continuo, del malestar profundo á todas horas, el amor en fin, de los deseos inextinguibles, de las ansias jamás satisfe- chas, de la fiebre nunca vencida.....
Por los dias á que me voy refiriendo, comenzó á trabajar Larra vn una obra que hacía tiem;>o tenía grandes deseos de llevar á cabo. Era es- ta un drama del cual sería protagonista el inmortal Quevedo, á quien ima- ginó poner en escena bajo aspecto distinto que el vulgo conocía áestegrun escritor, gloria de España. ..Desgraciadamente Larra solo llegó á trazar el plan de la obra, y á escribir algunas escenas de los dos primeros actos, y según cuentan Mesonero Romanos y el marqués de Molins,los solicitó nues- tro autor, para que fueran colaboradores de su obra.
El Curioso parlante negóse á ello «por mi poca inclinación —dice — á los trabajos colectivos,» pero D. Mariano Roca de Togores, acei)tó gustoso la propuesta, y según sus palabras, sacó las obras del gran Quevedo de la Academia, y las envió á casa de Larra para estudiarlas juntos, y dar co- mienzo al trabajo, del cual parece que Fígaro se prometía mucho... «Hu- biera sido sin duda interesante — ha escrito, con razón un biógrafo — oir hablar á uno de los ]>rimeros escritores del siglo XVÍI por boca del primer >;'-tíiico español de nuestros dias.»
Nada he de apuntar de los dos actos que se dice llegó á terminar La- rra de su drama en. comienzo, pues me es desconocido esté manuscrito, que (1 marqués de Moliiis conservaba en 1885, y cuyo paradero ignoro. (83^
A un libro del que solo nos ha dejado fragmentos, dedicaba taml)ien |H.r entonces Fígaro su atención. Era este un Diccionario de Sinónimos, cuyos apuntes se dieron á luz por vez primera en la edición que de sus obras se hizo en Barcelona en 188G. Este trabajo hubiera sido sin duda de gran mérito ha haberse terminado, pues conociendo como su autor conocía nuestro idioma, sus juicios serían de bastante autoridad y de frecuente consulta. (84)
Poco después de muerto Fígaro, en el mismo aíio de 1837, se public»'» un folleto debido á su pluma, y en el cual se leía en una nota de los edito- res que aquella era «la última producción original de su célebre autor..-
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Titúlase el lolleto Ni por esas. «Verdadera coiitestacioii de Andrés á Fí- garo»y es su texto una donosísima sátira en forma de carta de aquellas co- mo las de El Español, en las que no tuvo ni después ha tenido rivales. (85) No creo, á pesar de lo que reza en la nota, que esta carta fuera escrita por Larra en los últimos dias de su breve existencia, y opino pw* diversas razones, que se escribió antes de 1887, permaneciendo inédita, hasta que á poco de fallecido, se dio á )uz, llamándole último escrito suyo, como re- clamo editoriíil. Fuera ó no asíj la citada carta es notable por más de un concepto, y con justicia figura en la colección de sus escritos satíricos desde las primeras ediciones.
Aquel vehemente deseo que llenaba el alma de Larra, aquella
entrevista tan suplicada, y tantas veces pedida con la mujer amada, se realizó al cabo el 13 de Febrero de 1837, "dia infausto para las letras espa- ñolas. La desdeiiosa beldad, consintió al fin, en hablar con el hombre que tan ciegamente la adoraba, y que sin la correspondencia de su cariñ'o no le era dado soportar la vida, pero no acudió á verle para dejarse vencer cier- tamente por sus frases, no acudió para darle siquiera una esperanza de nueva ventura, ni calmar su delirio con unas dulces palabras de consueh» al menos, acudió para desengañarle por completo, para llevar hasta el colmo la desesperación del infeliz escritor, con su indiferencia y su des- vío, fosa (j[ue no pudo imaginar ciertamente.
Fué lunes aquel 13 de Febrero, y en su mañana presentóse Larra en casa de Mesonero Romanos, (calle Angosta de San Bernardo), quien ha escrito de tal escena con el amigo estas palabras:
«El dia 13 de Febrero — dice — me hacía una de sus frecuentes visitas, el ingenioso Fígaro, que siempre me manifestó decidida inclinación, y en esta, como en todas nuestras entrevistas, giró la conversación sobre mate- rias literarias, y sobre nuestros propios escritos, asomando siempre en las palabras de Larra aquel exceptismo que le dominaba, y en sus labios aquella sarcástica soni'isa ([ue nunca pudo echar de sí, y que yo procuraba en vano combatir C014 mis ^^i'oma^ festivas y ini halagüeña persuasión: aquel dia, empero, le hallé más templado que de costumbre, y animado, además, hablándome del proj^ecto de un drama que tenía ya l)Osque}ado, en que quería presentar en la escena al inmortal Quevedo, y hasta me in- vitó á su colaboración, que yo rehusé, por mi poca inclinación á los tralni- jos colectivos; pero en ninguna de sus palabras pude vislumbrar la más le- ve preocupación extraña, y hubiérale instado, como en otros dias, á que- darse á almorzar comingo, si ya no lo hubiera hecho por ser pasada la hora »
,ís-'
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Débense á Mesonero Romanos y ul marqués de Molius, las noticias que tenemos de las últimas horas de Larra, pues después ds lo que he co- piado del primero, el segundo en su hermoso artículo, El último paseo de Fígaro, reproduce el diáloíijo que sostuvo aquella misma tarde con el au- tor del Maclas, cuando juntos paseaban por el Prado, sin cuidarse de lo desapacible de la temperatura.
En las palabras que Molins copia. Larra parece despedirse de cuan- iM tiene alrededor, se le está viendo al borde del sepulcro. Nada como aquéllas palabras retratan el estado do Larra en los instantes que antece-' dieron á su muerte... Al separarse de su amigo le estrechó febrilmente la mano, y á sus últimas frases de agria reconvención por su conducta, le
<l¡in:
Usted me conoce: voy á ver si alguien me ama todavía.
Habitaba Larra en un cuarto segundo de la calle de Santa Clara nú- mero H, y como hacía tiempo se enconti'aba separado de su esposa, y de sus j)adres y [)arientes, solo tenía en su compañía unos criados, admitien- il<» los domingos en su casa á cada uno de sus hijos, á quienes sentaba á la mesa. Tres había tenido de su matrimonio: el mayor varón, nacido en 17 de Diciembre de 1880 y dos hembras, la menor de las cuales, niña á la sa- zón de tres años, se encontraba en la casa del autor de sus dias el 13 de Febrero.
Veía Larra desde su hribitacion, impaciente y febril, caer la tarde de aquel dia tristísimo para él, cuando llegó á su presencia la mujer (|ueri- da... ¿Quién podrá narrar la escena que entre ambos se desarrolló? ;Quién podrá pintar las angustias del chistoso Fígaro, al ver que ni sus palabras de fuego, ni sus juramentos, ni sus súplicas, lograban vencer el desvío de aquella mujer, y hacerla desistir do. la otprn;i. spnai-acion (jue pedía des- pués de cinco años de relaciones.
«Todos los esfuerzos del amanti; — ha dicho UorLÓs— se estrellaron an- te la resolución impasible de la mujer, que acabó por exaltarle con su in- diferencia y enardecerle hasta el último punto con su. despego.»
Cuando Larra quedó solo, nada vio en torno suyo, el momento terrible < ra llegado para él. . Corrió al tocador, sacó con trémula mano de los ca- 1 'ues del mueble, una de las dos pistolas que en él había, y colocándose an- te el espejo, dis])aró contra sí... ¡Un momento después el gran satírico no existía yai
Mientras éste expiraba, la mujer que había sido el motivo de aquella catástrofe, apenas había atravesado el umbral de la casa número .S do la calle de Santa Clara. Eran las ocho v media de la noche...
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El ruido de la detoiíacioii fué tomado por los sirvientes de Larra, por la caida de algún objeto, y pasada una hora, la liija del escritor, llegó lias- ^..i el despacho para des]:edírse de su padre, más viendo á éste en tierra y sin que respondiera á sus palal)ras, creyó en su inocencia, que por estar enrojado no quería contestarle, y así lo manifestó á los criados; cuando en- traron estos en la habitación, triste fué el cuadro que se ofreció á sus ojos.
Los mnebles estaban en desorden; sobre el velador había un quinqué encendido y algunos periódicos y manuscritos revueltos; los cristales de uno de los balcones estaban rotos, y delante del tocador yacía Fígaro en el suelo, rígido, inmóvil, vestido de gran etiqueta, y con los brazos exten- didos. Aquellos ojos rasgados y llenos de malicia estaban cerrados para siempre: aquellos labios descoloridos, medio ocultos bajo el lacio bigote, conservaban aun la última sonrisa sarcástica y amarga; por aquellas mo- renas mejillas, parecía que resbalaba una postrera lágrima preñada de ho- rror y desesperación; el cab3llo negro como ala de cuervo, caía en guede- jas sobre la helada frente, y cerca del oido, se notaba un pequeño agujero por donde penetró el plomo que cortó en flor aquella existencia que tanta gloria i)udiera haber dado á la patria.
El Diario de Avisos que por entonces veía la luz en Madrid, publica- ba estas líneas, en su número del martes lo de Febrero, y que eran leídas con general sorpresa, causando la mayor sensación,
. «Se nos ha asegurado que D. Mariano Larra o! Fígaro español se ha suicidado en la madrugada de hoy de un pistoletazo.»
Esta lacónica noticia corrió bien pronto de boca en boca, y aquella sociedad romántica y sensible que simpatizaba en todo lo trágico, se conmovió hondamente al saberla, y la hizo tema de todas las conversado-' nes del dia. Los corrillos noticieros ele la Puerta del Hol, de la calle de l;i Montera y del Parnasillo, formaban los más extraños comentarios sobi-c el fatal suceso, atribuyéndolo unos á causas políticas, otros á un rapto de enagenacion mental, y no faltaba tampoco quienes revistiéndolo de todo aparato romántico y misterioso — como dice un autor — hablase de citas nocturnas con cierta dama, de cartas en mal hora reclamadas, de jura- mentos no cumplidos y de esperanzas desvanecidas para siempre.
Los muchos amigos y admiradores del autor de El Doncel y no pocos de sus adversarios que entonces se juntaron nobles y generosas, impre- sionados hondamente con la desgracia, reuniéronse en la mañana del l-f de Febrero, y acordaron costear el entierro de Larra por suscripción, y dar al acto de la conducción de su cadáver á la última morada, gran solemni- dad, no solo por honra del ilustre muerto, sino porque siendo aquel el pri
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lucr suiciila., it (iuicu .se iba á dar srpuliuia en ci rt-m.-.n n n. r.uúli.-t.j des- terrando añejas preof-upaciones, los elementos liberales y las personas ilustradas, querían liacer nna pública manifestación de sus ideas
Xo lejos de la casa de Larra, á la salida de calle de Santa Clara, exis- 1 \;i la iglesia parroquial de Santiago y San Juan Bautista, y á las bóvedas del templo, fué llevado el cadáver, que permaneció expuesto descae la tarde del día 14 á la del 15, siendo intinito el número de personas importantes, de escritores, poetas, artistas, políticos, ^', que acudieron allí á conten]- plar al desgraciado escritor.
Zorrilla recordando su visita á Santiago con D. Miguel de los Santos Alvarez y D. Joaquín Massard, escribe: «Bajamos cá la bóveda, contempla- mos el muerto, á quien yo veía por primera vez, á todo nuestro despacio, admirándonos la casi imperceptible huella que había dejado junto á su oreja derecha la bala que le dio muerte. Cortóle Alvarez un mechón de cabello y volvimos á la biblioteca, bajo Isf impresión indefinible que de- ja))aen nosotros la vista de tal cadáver y el relato de tal suceso.»
En el archivo de la parroquia de Santiago, (libro XII de Difuntos fo- lie» lO'i vuelto,) se conserva la partida dv. defunción de Larra, importante documento que hasta ahora no creo se halla publicado, y que según la co- pia certiñcada que tengo á la vista dice así:
«En la Real Iglesia Parroquial de Santiagi» \ .^uii Juau Bautista de t >ra muy Heroica Villa y Corte de Madrid, en (juince dias del mes de Fe- brero del año de mil ochocientos treinta y siete, se enterró en ano de los nichos del cementerio extramuros de la Puerta do Fuencarral, el cadáver de D. Mariano José de Larra, de estado casado con D.'"^ Josefa Retoret, vecino y natural que fué de esta Corte, liijo de D. Mariano y de D.'^ Dolo- res Sánchez, mi feligrés, que vivía calle de Sta. Clara casa de b:iños, nú- mero tres nuevo, cuarto segundo. No tenía hecha disposición alguna tes- tamentaria, y declarado que fué el abintestato, el Sr. D. Benito Se- rrano y Aliaga, juez de primera instancia, remitió á esta Parroquia un oficio con fecha catorce del referido mes y año en el que mandaba, que el cadáver del dicho don Mariano José de Larra, á la mayor brevedad, fuese extraído, y sepultado en el Campo Santo, en inteligencia que se ha suicidado de un tiro de pistola, en la noche anterior á las ocho y media, á la edad de veinte y siete años; cuyo oficio queda en el Archivo de esta Pa- rroquia. No pagaron derechos algunos á esta Fábrijca, por no haberle he- rbó entierro alguno; y lo firmé Yo el Teniente Mayor de cura de ella, fe- cha ut supra. — D. Isidoro Ulpiano Sotomayor. — Hay una rúbrica. Rns- pado — mi feligrés que — vale.»
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La tarde de el citado dia 15, el templo de Santiago y sus alrededores estaban llenos de enlutados; al dar las cuatro, el féretro que encerraba los restos de Fígaro, fué colocado en un carro fúnebre, y se organizó la comi- tiva, que se puso en marcha, recorriendo la calle de Santiago, calle Ma- yor, Puerta del Sol, calle de la Montera y de Fuencarral, á la puerta del mismo nombre, donde estaba uno de los dos cementerios generales que existían entonces en Madrid.
Abrían la marcha de la comitiva, los pobres de San Bernardino. con cirios en las manos, seguía la carroza con el ataúd, sobre el que se habían depositiido algunas coronas de laurel y siemprevivas, con varios ejempla- res de El Doncel, El Pobrecito Hablador y el Maclas, etc., y divididos en dos ñlas, marchaba el duelo silencioso y con el mayor orden.
Imposible sería mencionar cuantas personas lo formaban, baste solo para tener idea, recordar, que entre los asistentes se veían á Martínez de la Rosa, al Conde de las Navíis, al de Torrejon y de la Cortina, á Me- sonero Romanos, sir Willers, Cortés, Villalta, Fernandez de Córdova (don Fernando), López Penal ver. Romero Larrañaga, García Gutiérrez, Pastor Diaz, Roca de Togores, los hermanos Madrazo,Hartzenbuch, Alva- rez, Segovia, López Peregrin, el pintor Alenza, Diaz (don José María), Fe- rrer del Rio, Salas y Quiroga, Aygual de Izco, López úlon Joaquín M. i Bretón de los Herreros, Vega, Gil y Carrasco, Carnerero, Romea, Lato- rre, Grimaldi, Delgado, el famoso editor, los directores y redactores de todos los periódicos de Madrid, y las mas importantes personalidades de las ciencias, las letras 3" la política.
Serían próximamente las cinco cuando la fúnebre comitiva llegó al cementerio de la Puerta de Fuencarral; en el primero de los seis patios de que constalia. hallál)ase dispuesto en la pared y cerca del suelo, el nicho que había de guar«iar los restos del gran satíi'ico. Más antes de proceder á la inhumación, colocóse la caja en el suelo y fu3 a))ierta. para que los amigos vieran por última vez, al que se había de ellos separado para siem- pre. Todos se apiñaron alrededor del féreti'o. todos se descul)rieron, y to- das, las miradas se clavaron en aquella víctima del amor no coi-respondido. Don Nicomedes Pastor Diaz, nos ha dejado en sentidas frases, un recuerdo de la impresión qne en el concurso hizo la vista del cadáver de Larra. «En aquel momento — escribe — nuestros corazones vibraban de un modo qne no se puede hacer comprender á los que no lo sientan, que los mismos que le hayan sentido le habrán ya olvidado, porque de los vuelos del alma, de los arrebatos del entusiasmo, ni se forma idea, ni queda memo- ria; pues en ellos el espíritu está en otra región, vive en otro mundo; los
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objetos linco!' ¡mpi-osioiio^í divorsas de las qne prodnr-en oii el estado nor- mal de la vida, el alma ve elai-os los misterios, (') cree. ])orf{ne lo siente, lo que tal vez no puede eom])render.
Se ve entonces á sí misma, se desprende y se remonta del suelo: cono- ce, vé; palpa, que ella no es el barro de la tierra, que otro mundo la perte- nece; y se eleva á él, y desde su altura, como el áo-uila que vé el suelo y mira al sol, sondea la inmensidad del tiempo y del espacio y se encuentra en la presencia de la divinidad, que en meJio del espacio, y do la inmensi- dad preside. Entonces no se puede usar del lenguaje del mundo, y el alma siente la necesidad de otra forma, para comunicar lo qu3 pasa en su seno. Tal era entonces nuestra situación. No era amistad lo (iiio sentíamos: no era la contemplación profunda de aquella muerte desastrosa, de aquella vida cortada en flor, la vista de aquel cementerio, la inauguración de aque- lla tumba, la serenidad del cielo que nos cubría, la voz elocuontc d(d ami- go que hablaba: no era nada de esto, ó más que todo est"), ó todo esto're- unido, para elevarnos á aquel estado de inexplicable magnetismo, en (pie rn una situación vivamente sentida por muchos, parece (pie sf ¡(viidau.t - dos á sostenerse en las nubes. ;AhI Pero nuestro entusiasmo era de doloi-, 3^ llorábamos, (sábenlo el cielo y aquellas tumbas^ y al quorer dirigir la voz á la sombra de nuestro amigo, pedíamos al cielo, el lenguaje de la tris- te inspiración qna nos dominaba, y buscábamos en derredor de nosotros un intérprete de nuestra aflicción, un acento que reprodujoi-a toda nuestra tristeza, una voz donde en común concierto sonasen a coi-des la ; notas de rodos nuestros suspiros.»
En aquellos momentos, adelant(')se de la primeía tila de enlutadas, don Mariano Roca de Togores, y colocándose cerca del féretro, extendií) les brazos, y alzando la voz, pronunci(í algunas elocuentes IVases. en elogio del infeliz amigo, y terminó diciendí»:
— «p]ste hombre, señores, que á todos ha hecho reir, muere víctima de su melancolía: este escritor que parecía tan festivo y tan indiferente á to- do, muere suicida y (piizá de amor. Pues que nos hemos engañado mientras viviíj, procuremos conocerle mejor después de muerto: celebremos sus es- critos, compadezcamos sus obras, y esos dos nombres que en la lápida s verán grabados, se explicarán, y discul[)arán mutuamente: uno es Fígaro, el otro Mariano José de Larra
Tom(') la palabra después el conde de las Navas, d elocuente orador que tan reñidas polvmicas sostenía en las Cortes, y después de trazar á grandes razgos los episodios más importantes de la l)rev(^ y agitada oxis- tencia del amigo muerto, concluvó del modo siguiente:
II]
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— v.Ki^ta corona ijue depositamos aquí es la primera que en nuestros dias se consagra al talento: esta es la ])rimera vez, que se declara en tono muy alto que el genio en la sociedad, es un poder ran grande como el cpu' los hombres han constituido.»
Después del Conde de las Navas, habló don Jacinto Salas y Qiiij'oga, leyó un soneto don Manuel Alberto Benito, 3- pronunció taml>ien elocuen- tes frases, un literato bien conocido entonces: don José María Diaz...
Fué entonces, cuando un muchacho, casi un niño, de pequeña estatu- ra, rostro pálido y larga melena, hasta aquel punto desconocido, que da- ría mucha gloria á la poesía española, se adelantó tímidamente, y sacando de la cartera unos versos, comenzó á leer la composición cuyo título decía: A la desgraciada memoria del joven literato Mariano José de Larra.
...Pero ¿qué he de poder decir yo que pueda compararse con lo que el mismo desconocido de entonces, escribió muchos años después, cuando en la plenitud de su gloria, no había español que ignorase su nombre?
Oigamos á don José Zorrilla, en sus Recuerdos del tiempo viejo: «Iba ya por fin á cerrarse la caja para dar tierra al cadáver, cuando Joa- quín Massard metióse entre los que presidían la ceremonia, advii'tióles
de que aun había otros versos que leer, y como me había llevado por delan- te, hizome audazmente llegar hasta la primera fila, púsome entre las ma- nos la desde entonces famosa cartera del capitán, y hálleme 3^-) repentina é inconscientemente á la vera del muerto y cara á cara con los vivos. El si- lencio era absoluto: el público, el más aproj-ósito y mejor preparado: la es- cena solemne y la ocasión sin par. Tenía yo entonces una voz juvenil fresca y argentinamente timbrada y una manera nunca oida de recitar y rompí á
leer pero según iba leyendo aquellos mis tan mal hilvanados versos,
iba leyendo en los semblantes de los que absortos me rodeaban el asombro que mi aparición y mi voz les causaba.... y se me embargó la voz y se me arrasaron los ojos de lágrimas y Roca de Togores, janto á quien me halla- ba, concluyó de leer mis versos Cuando volviendo de aquel éxtasis
aparté el pañuelo de mis ojos, el pobre de Larra, había ya entrado en el so- no de la madre tierra y la multitud de amigos y conocidos que me abraza- ban no tuvieron gran dificultad en explicar quien era el hijo de un Magis- trado tan conocido en Madrid como mi padre.» (86)
El asombro y el entusiasmo que en los concurrentes al entierro de La- rra causó la aparición de Zorrilla, varias veces lo han contado algunos asis- tentes al acto, como Mesonero, Cortés, Pastor Diaz y Fernandez de Córdo- va. El poeta que entró en el recinto de la muerte desconocido de todos, salía rodeado de amigos y admiradores que le tendían las manos v le felici-
tnhíin calurosamente. Küca de Togores le cundujo en un coche á Genieys, lu mejor fonda do la corto, donde fué ul).sequ¡ado expléndidamfiute; los fun- i adores del Parnasillo le daban lue^ío un puesto eu la famosa tertuliu. los -ocios del liiceo le acogían con entusiasmo, Espronceda (que por estai- v)\- lermo no asistió al entierro) deseó conocerle, y le tuvo singular aprecio v en el mismo año 18>>7, se publicaba el primer tomo de sus poesías. <ii\a i'dicion se agotó en dos semanas.
De este modo se dio á conocer el poeta más español de nuestro siglo, el autor de Don Juan Tenorio, el vate de las tradiciones y de los recuer- dos de glorias pasadas, cuj^o nombre se admirará por cuantas generaci»»- iies sucedan á aquella • ii <('('■ \i\¡/. y -<• f.inmo\-i.') tantas vecfs < -i-i -uw
(Jon la trágica muerte de D. Mariano José de Larra, este libro toca á su término: ni he de repetir lo ya dicho en las páginas anteriores elogian- do de nuevo los méritos del escritor, ni he de hacer resumen alguno, que me parece innecesario, dado el plan que en este estudio he seguido. Las noticias y detalles que aquí pueda echar de menos el lector, más apropósi- to me ha parecí''" rol-u-.n-hw ^m. !>.< i.ot;w v apéndircv;. donde lia de en- contrarlas.
Terminaré pues diciendo que los amigos de Fígaro, á más de su entie- rro y sepultura costearan «oi cst;!. una hínlda, iH7i iloude (^rallaron la ins- cripción siguiente:
La AMISTAD) Á LA MEMORIA DE D. MaKIAXO JuSÉ DE LAKRA
MuERiD i:i- 1.-) DE Febrero de 1h:37
A I.OS •_>? AÑ<»Í=* 1>K Kf» M»
R. P. L
— 124 —
La |.>reusa toda de Madfid dedic() sentidas frases en sns columnas al desírraeiado escritor y no monos la de provincias. El conde de las Navas en El Mundo I 17 Febrero'), D.Jacinto Salas y Quiro,i>;a en La Revista Española (15 Febrero^, la Gaceta (4 de Mayo), Las Musas (1.") Julio y líO Agosto) publicaron notabbis artículos y poesías, cuya lectura tan curiosa como interesante me ha parecido oportuno ofrecerla en lui>;ar apropósito.
Los restos de Lan'a so trasladaron en 1844 al cementerio de San Ni- colás, donde lioy oxistou en uu modesto nicho del ¡Jrimer patio, ,ii;alería de la dereclia, lila 1." N. 7*.)-2. Onando se ordenó el derril)o del cementerio del Norte, se peiist'» cu Ih-var los iH'stos de Larra á sitio donde no hubiera de moverse ya ninu^a, y |)ara ello se reunieron poetas, autores y periodistas, y por suscripción se arbitraron recursos para diclio objeto. Se hizo mayor- domo de la Sacramental de San Nicolás al hijo de Fígaro, que á la sazón contaba 18 años, y éste cedió por escritura, su enterramiento á su ilustre padre, que ocupó desde entonces el nicho, donde hoy se encuentra en el de San Nicolás, (puerta de Atocha), cementerio que como ei que está uni- do á él (Sacramental de San Sebastian) están llamados á desaparecer ])or ocupar ya terrenos del ferrocarril de Madrid.
Los periódicos de la corte del año 1S44, que existen en la Hibliotccu Xacional, dan detalles muy (curiosos de la ceremonia de la traslación de los i'cstos del gran satírico, que se llevó á cabo con toda la solemnidad posible. De sns obras se han hecho desde JH40 hasta hoy. numerosas ediciones, algunas de ellas como la de l8S(í, de no ])oco valer, pero aun jio tenemos una edición crítica, completa y digna del nombre de su autor, que honraría á quien acometiese la empresa de darla á luz. (88)
El nombre de don Mariano José de Larra, Fígaro, es inmortal, y sus escritos serán admirados eternamente. Larra es una personalidad que con ninguno puede confundirse, y leer sns obras es traer á la imaginación un período glorioso de nuestra historia: es evocar el recuerdo de los san- grientos episodios del Norte, de las memorables sesiones de los Estauíen- tos, de las tertulias del Parnasíllo, de las veladas del Liceo, de las representaciones en la Cruz y el Príncipe, de la lucha entre clásicos y románticos. Es dar nueva vida á iinos años en los que la nación florecía y en los que surgieron poetas como Espronceda, I^astor Diaz 3^ el duque de llivas; políticos como Isturiz, Mendizábal y Pacheco; historiadores conu» Bofarull y Toreno, músicos como Clomis y Cuyas: autores dramáticos como Hartzenbuch, Gil de Zái-ate y Bretón de los Herreros: oradores como López, Olózaga y Burgos; generales como Espartero y Córdova: actores como Romea, Caprara y Latorre; periodistas como Borrego y Lor&uzaua;
— 12o —
pintores como Aleiiza y Rivera, y víetiiiuis como Torrijos, De Pablo y Leoii.
¡Ojalá en la¿ pág-iuas de este libru encuentre el lector medianamente retratada la ftgura del primer escritor satírico del siglo XIX, y un eco de la época en que vivió, época de ideales, de agitaciones profundas, de ra- dicales innovaciones, época á la «i'i'' f;nito debe la nuestra y íjue á p(!sar de cuanto se ha diclio, ni es conocida lo bastante, ni se ha estudiado con la amplitud y el detenimiento <[ue merecenl
JHOH
NOTAS,
(I) El Doctor Don Mariano de Larra y Langelot, después de su re- greso de Francia en 1818, 3^ de haber desempeña io el cargo de médico del infante don Francisco hasta 1821, ejerció en Valladolid, fué médico titu- lar de Corella, primero, (1823) y de Cáceres, Aranda del Duro y Navalcar- nero, provincia de Madrid, donde se encontraba al ocurrir el fallecimiento de su hijo único, don Mariano José de Larra, en 1837,
Murió el Doctor Larra en 1841. A más de la Toxicología, de OrfUa, tradujo otras obras de medicina, y aun existen varias fórmulas con su apellido en la Farmacopea.
Su esposa D.'*^ Dolores Sánchez de Castro y Loso de la Vego, natural de Villanueva de la Serena en Extremadura, falleció en Madrid el año de 1855.
Como varios de los documentos y datos' que van insertos en este libro, me han sido facilitados por el aplaudido autor, don Luis Mariano deLariTi, hijo de Fígaro, me complazco en darle aquí por su i)ondad, públicas gra- cias.
(¡2) Las diligencias que he practicado para encontrar la jjanida de bauti.smo de don Mariano José de Larra, me han resultado hasta ahora inútiles. L^n ilustrado amigo mió, que tuvo la bondad de emprender la bús- queda del dcci mentó por las parroquias de Madrid, me decía lo siguiente; --« ,. M 'j até íA San Pedro y díjorae el capellán que la parroquia, y por consiguionte í I archivo lo habían trasladado á la Virgen de la Paloma y allí me encaminé... El cura y yo loimoc; todns las incripciones hechas en
— l-is —
1809 y no encoiiTrnmos ú Larra, no siendo i'xii-uñn, piios al libro le laltan muchas hojas, quizá correspondientes al mes que nació Fígaro... Knton- ces me ocurrió, que se bautizara el ^ran satírico en otra parroquia que no fuese la suya, y recorrí, la Almudena, San Isidro y Santa Cruz, empero en ninguna he encontrado nada»...
Aunque todos los bióp^rafos de T^arra dicen que nació el dia 24 de iMarzo y el mismo autor, en su artículo La Noche-Buena de 1836, escri- ))e... «si tuviera que probarlo diría que on dia 24 nací» yo señalo como fe- cha exacta del nacimiento el dia 2(3, ateniéndome á los apuntes manuscri- tos que me envió don Luis Mariano de Larra. Algún tiempo después me dijo en Madrid, dicho señor, que una copia antigua que poseía de la parti- da de bautimo de su padre, la fué sustraída con otros papeles y efectos que le robaron de su casa de Yaldemoi-o.
Sin embargo de lo expuesto, no dudo que algún investigador curioso, encuentre algún dia este importante documento, que siento bastante no po- der insertar aquí.
Deben existir copias en el expediente de matrimonio de Larra, «'> en el de sus estudios, pero esto requiere larga y difícil búsqueda que otros llevarán á cabo con más fortuna.
(3) — Diccionario-Geográfico-Estadistico de España y Portugal, dedicado al Rey Nuestro Señor, por el doctor don Sebastian de Miñano, Li- divíduo de la Real Academia de la Historia y de la Sociedad Geográfica de París (Lema de Plinio)— Con Real Permiso — Madrid: Imprenta de Pie- rart-Peralta, Plazuela del Cordón N. 1.^ Imprenta de Moreno, 1826-1829.
Diez tomos en 4 "y uno de suplemento: papel hilo, buena impresión. Contiene la obra Tomo I — Ante portada — Portada— Xota de la propiedad — Dedicatoria al Rey — Prólogos-Explicación de las abreviaiuras— (25 pá- ginas)— Introducción LXVII páginas — Diccionario: De las letras A. B. á
B. A. R. (408 páginas)— Tomo II— Advertencias do^ autor de B. A. R. á
C. A. S. (492)— Tomo III—Advertencia: De las letras C. A. S. á E. S. P. (40(1 p.)— Tomo IV— Advertencia: De las letras E. S. P. á H. O. G. (464 páginas)— Tomo Y— Advertencia: De las letras H. O. C. á M. E. M. (470; —Tomo YI— Advertencia: De las letras M. E. N. á P. E. S. (518 p )— To- mo YII— Advertencia: De las letras P. E. S. á S. A. N. (494 páginas) — Tomo YIII — Advertencia: Do las letras S. A. N. á T. O. R. (486 páginas) —Tomo IX— Advertencia: De las letras T. O. R. á Y. I. LL. (486 p.)— Tomo X— Advertencia: De las letras Y. I. L á Z. U. Z. (III páginas) — Lista de Suscritores (34 páginas)— Tomo XI — Suplemento— Advertencia
— 1-29 —
— Erratas do la introducción — Suplemento — 528 páginas — (En los XI to- mos van incluidas algunas láminas plegadas, representando planos y ma- pas de puntos de España) — Tomo 3.'* — Corolla,
(4) Vida de D. Mariano José de Larra, vulgarmente conocido por el pseudónimo de Figaro, por D. Cayetano Cortés. —(Obras completas de Larra, Madrid 1843. Imprenta de Yenes. — 5 tomos.) Esta biografía figura también en varias ediciones posteriores.
(5) Galería de la Literatura Española, por D. A. Ferrer del Rio (adorno). Establecimiento tipográfico de D. José P Mellado, Madrid, 1846. (Esta inscripción va dentro de una orla de adorno).
Un volumen en 4.^': regular papel é impresión: adornado con varios retratos délos escritores biografiados dibujados en litografía. IV. — 320 pá- ginas. Contiene: Portada. Nota. Biografías de Quintana, Lista, Nicasio Gallego, Burgos, el conde de Toreno, Martínez de la Rosa, el duque de Rivas, Gil y Zarate, Bretón de los Herreros, Mesonero Romanos, Hart- zenbuch. Vega, Escosura, Psicheco, Larra, Espronceda, García Gutié- rrez, Zorrilla y Rodríguez Rubí. «Complemento de la Galería de la Lite- ratura» — Poetas líricos: Juan M. Mauri, el duque de Frías, Gertrudis Gómez de Avellanedo, Juan Donoso Cortés, Juan de la Pezuela, Nicome- des Pastor Díaz, Juan B. Alonso, Gregorio Romeio ívarrañaga. Ramón de Campoamor.
Poetas dramáticos: Valladares y Doncel, José Mai-¡a D¡a/. Miguel Agustín Príncipe, Ensebio Asquerino, Manuel Cañete. Aurcliano Fernan- dez Guerra, Luís Clona.
Historiadores: P]-.'>^pr>rn Brifín-idl. EngeiMM 'I'n pía, José Amador de los Ríos
Críticos: Agustín Duran, Fray Gerundio, Enrique Gil, Galu'íel Gar- cía Tassara, Antonio María Segovía, R. Navarrete.
Novelistas: José Mor de Fuentes, Gabím Tejado, Xavarro Vílloslada, Muñoz Maldonado.
Escritores satíricos: Bai-tnlomé José Gallardo. Juan Martinez Viller- gas, Juan Pérez Calvo.
En el último párrafo de la página 320 so apuntan lüs nombres de Gerónimo de la Escosura, marqués de Tabuerniga, Roca de Togores, B«r- mudez de Castro, Romea, Miguel de los Santos Alvarez, Agustín Azcona, barón de Biguezal, Rodríguez Zapata y otros escritores.
Este ir.teresante libro tiene una á manera de segunda parte titulada
17
— 130
«Alljnni lirorai'it") ospanol» (Establcciinioiito tipogrúíion do Mclladc^, Ma- drid, ISIG; un tomo en 4/*, H20 pá<;'iiias), eu el caal liay reunidos y)oesías y artieulos de los literatos biografiados en la «Galería do Ijiteratiira».
¡O) Geografía historial española, por D. Mariano José do Larra. Dos cuadernos en 4.": de unas 80Ü hojas: (manuscrito).
Este trabajo inédito de Larra lo conserva hoy su hijo D. Luis Maria- no. La «Geografía historial española» está escrita en verso, y dividida por partes, formando cada una. una provincia con descripción de lugares, ti- pos, monumentos, 6L'., (^\
(7) Oda á la Exposición de la Industria Española del año 1827.
—Madrid, 1827: imprenta de D. M. de Burgos.
Folleto en 8.^ menor, en rústica: buena impresión: Ifí páginas: cu- bierta de color. Contiene: Portada. — Dedicatoria «A mi mu}^ amados pa- dres», firmada por el autor, Mariano José de Larra. — Oda.
Este es el primer trabajo que conozco impreso de Larra.
No figura, esta oda en la colección de sus versos, que aparece en la edición de «Obras completas» de Barcelona (188G) y paréceme el folleto cu- 3'0 ejemplar poseo, de l)astante rareza.
La oda íntegra que no creo se haya impreso desde 1829, es hoy des- conocida, y como verdadera curiosidad, la reproduzco en los apéndices.
(H) Memoria de un setentón, natural y vecino de Madrid.—
Obras completas de don Ramón de Mesonero Romanos. — Nueva edi- ción corregida y aumentada con notas. — Madrid. Oficinas de «La Ilus- tración Española y Americana,» calle de Carretas número 12, princi- pal: MDCCCLXXXI —Es propiedad. — 1881. Imprenta, estereotipia y galvanoplastia de Arriban y Compañía, (sucesores de Rivadeneyra), im- presores de Cámara de S. M.
Ocho tomos en 8.*^ mayor, encuadernados en pasta: papel fino: letra redonda: ilustrados con el retrato del autor, grabado en acero por Maura, y con algunas vistas del antiguo Madrid. — Contiene: «Panorama matri- tense.— Escenas matritenses. — El antiguo Madrid.— Tipos y caracteres. — Recuer-dos de viaje. — Memorias de un setentón.»
(O) El Duende satírico del dia lo publica de su parte Mariano J. de Larra.' — (Lema).^ — Primero en la imprenta de J. Collado, en la de L. Amarita y en la do Repullés por último. — Comenzó en Marzo de 1828. —
— im ^
Terminó en A<4'osto de 18'2ü. — 8e puI)licaron 5 núniero.s. Salía á luz sin dia fijo, en cuadernos de 1(5 ó mas páginas: en <S.^ menor: papel hilo, regular impresión.
Don Eugenio Hartzenbuch en su «Bil)liografía do periódicos madrile- íios» cita con harta brevedad «Ei Duende,» no siendo por cierto más am- l)lias, las noticias que dá sobre esta publicación don Dionisio Hidalgo, en su «Diccionario general de Bibliografía española» (pág. 'JoG t. 5/*) En curiosa nota que me fué facilitada por don Luis M. de Larra, hijo del ilustrado autor, se dice:
«El Duende, se suspendió al aín:» y medio de su publicación, porque algunas personas de valimiento que se creían satirizadas en. él, interpusie- ron su influjo* con el Gobierno, que mandó suspender dicha jniblicacion. Iso existen de ella colecciones ni en la Biblioteca Nacional de Madrid, donde se han buscado repetidas veces...»
El señor Marqués de Jerez de los Caballeros posee en ¡Sevilla algunos números de El Duende, entre los cuales es el más curioso el o." que lleva la fecha de Mayo de 1828, y forma un folleto en 8.", menor de 44 pá-' ginas.
Contiene. — Portada. — Corridas de toros (artículo donde so hace una ligera reseña de esta fiesta y so incluyen las conocidas quintillas de don Nicolás Fernandez de Moratin). — Oda á Pedro Eomero (de Moratiu). — El Toreador Nuevo (cuento de Calderón de la Barca). — Correspondencia del Duende (artículo de Larra, firmado Ei Duende.)
(10) Correo Literario y MercantiL— Madrid: Imprenta de P. Xi- menez de Haró.— Comenzó el 14 de Julio de 1828. — Término en 3 de No- viembre de 1838.— Fueron redactores don iVlanuel Bretón de los Herreros, don José María Carnerero, don Juan López Peñalver, don Mariano Re- mentería y Fica.
— El mundo tal cual es ó todos locos. — Por don Pedro López Martí- nez,— Madrid: Imprenta de los hijos de don J. Martínez Dávila, 1828- 1829. — Véase el libro «Bibliografía de Periódicos Madrileños,» por don Eugenio Hartzenbuch.
(II; Noticias de los arquitectos y arquitectura en España,
desde su restauración, por el Excmo. Sr. D. Eugenio Llaguno y Amirola. — Ilustrada y acrecentada con notas adicionales y documentos, por don Juan Agustín Cean Bermudez, censor de la Real Academia de la Histo- ria, consiliario de la de San Fernando é individuo de otras de Bella
— 132 —
Artes. — De órdeu de S, M.: Madrid. — Eii la luipreuta Real: ario 18*29.
Cuatro tomos en 4.": papel hilo: buena impresión: el primer tomo de 380 páginas y XL de prólogo y discurso preliminar: el segundo, 41(> pági- nas; el tercero, 440 y el cuarto 428.
Los tomos tienen notas en el texto, adiciones á los capítulos y do- cumentos, notas, catálogo é índice.
—Colección de Romances castellanos anteriores al siglo XVII. — Madrid 1828-1832. =Librería de Cuesta, frente á los Cavacliuelos. Cinco tomos en 4/' menor: papel liiJo, cu rústica.
(Tomo I.) — Romancero de romances moriscos, compuesto de todos los de esta clase que contiene el Romancero general, iuipreso en 1G14, por don Agustín Duran (Madrid.) Imprenta de don León Amarita*. Año 1828. — Se hallará en la librería de Cuesta, frente á San Felipe el Real: 248 páginas: Prologo: Romauces: índice Alfabético.
(Tomo II) — lloman(;ero de romances doctrinales, oratorios, festivos, jocosos, satíricos y burlescos; sacados de varias colecciones generales y de obras de diversos poetas de los siglos XV, XVI y XVII por don Agustín Duran (adorno). Madrid: Impronta de D. L. Amarita. — Año 1828. — Se ha- llará con el Romancero de romances moriscos en la librería de Cuesta frente á San Felipe el Keal. — 32,S páginas. — Ante portada. — Portada.— Advertencia. — Romances — índice alfabético.
(Tomo III) — Cancionero y romancero de coplas y canciones de artes menor, letras, letrillas, romances^ eaiitos }• glosas anteriores al siglo XVIII, ¡Dertenecientes á los géneros doctrinal, amatorio, jocoso, satíri- co, 8¿., por don Agustín Duran (adorno). — Madrid, imprenta de don Ense- bio Aguado, 1821).— X. — 270 páginas, uua de erratas y la última en blan- co.— Ante-portada. — Portada. — Advertencias. — Romances. — Dos índices. —Fe de erratas.
(Tomos IV y \ ) —Romancero de romances caballerescos é históricos anteriores al siglo XVIII que contiene los de amor, los de la Tabla Re- donda, los de Cario Magno y los Doce Pares, los de Bernardo del Carpió, del Cid Campeador, de los Infantes de Lara, &., ordenados y recopilados por don Agustín Duran (primera y segunda parte). Madrid: imprenta de don Eusebio Aguado, 1832. — Ante-portada. — Portada. — Advertencias — Discurso preliminar.— Notas. — Apéndice. — Romances.— índices. — Erra tas. — XLII. — 224 páginas (parte I). — Romances. — índice. — 247 páginas y la última en blanco (parte II).
\líí) La única colección de versos de Larra que conozco, es la publi-
cada eu la edición de sus obras completas, hecha en Barcelona (Montaner y Simón, editores, IHBG). Las composiciones que contiene son las si- í^^iiientes:
«Soneto á un mal artista ([ue se atrevió á hacer el busto de doña Ma- ri(¿uita Zabala de Ortiz después de su fallecimiento. — Epigrama al esposo (le doña Mariquita Zabala, habieud ) miindado hacer un busto de esta se- ñora, después de &u muerte aun artista que lo hizo torpemente — Epigra- ma repentino á un clavel improvisado. — Anacreóntica. — Anacreóntica. — Epigrama. — Oda. — Letrilla. — Oda. — Epigrama á un mal poema titulado
< Las miserias del hombre». — Letrilla anacreóntica —Letrilla. — Oda — Oda. — l^a Hor de Cintia. — Al terremoto de 182ÍJ. — E)pígramas. — Soneto al
< oncierto dado por las bellas de Mantua en la platería de Martínez, para socorro de los desgraciados del terremoto. — Anacreóntica: El beso. — Ro- mance al Excmo. Sr. Duque de Frias pidiéndole sea padrino de su boda. — Al Excmo. Sr. D. Manuel Fernandez Várela. — A una hermosa que dio en hacer buenos versos — Octava con motivo de hallarse en cinta doña María Cristina de Borbon — Al dia 1." de Mayo.»
Faltan en esta colección, el romance al casamiento de Fernando Vil, el soneto á María Cristina, la oda «A la Exposición de la Industria Espa- jiola en 1827,» la elegía á la muerte de la Duquesa de Frias, el romance titulado «Recuerdos», (1835), composiciones las últimas, que puede ver el lector en el Apéndice de este libro.
(13) En la «Gaceta» de Madrid de los días .'U de Marzo y 4 de Abril de 1829 se encuentran noticias detalladas de los daños causados en los pueblos de Murcia por el terremoto: de la segunda citada copiaré esta re- lación que me parece de curiosidad el reproducirla:
<Ori huela. — Asolada la torre del convento de la Trinidad enteramen- te, y quebrantada su iglesia, la parroquia de Santa Justa, convento de re- ligiosas de San Juan, y una de las torres de San Agustín también quebran- tada: 7 personas muertas y 4 heridas.
Guardamar. — Casas totalmente destruidas 557: idem la iglesia, la er- ñiita de Santa Lucía, la fortaleza donde se hallaba la artillería, los restos de las murallas y castillos, dos hornos, dos molinos harineros, dos alma- cenes, tres molinos de aceite y el puente principal del rio bastante que- brantado: 4 personas muertas y 25 bestias y algunos edificios.
Rafal. — Asolado todo el pueblo con su iglesia, y aunque quedan en pié, están absolutamente quebrantados; gran porción de heridos y un muerto.
Daya Nueva. — Asolado todo el [ni^blo con su iglesia, de cuyas ruinas se lian extraído 8 muertos.
Puebla de Rocamora. — Asol.ido t'tdí. el pueblo y caseríos de la huerta habiendo muerto solo 2 bestias.
A^igastro. — Asolado con su iglesia y las casas que quedan en pié que- brantadas.
GTranja. — Asolada la torre de la iglesia, y está inutilizada con muchas casas.
Formentera. — Enteramente asolada cun los edificios de su huerta y campo: 8 muertos y 3 gravemente heridos.
Dolores. — Un edificio derruido, todo lo demás enteramente (juebran- tado: personas muertas 4.
San Fulgencio. — Asolada la iglesia con muchas casas y entre ellas la de la administración.
Benajazar. — Enteramente asolada con sus edificios de campo y huer- ta, habiendo quedado bajo sus ruinas gi'an parte de Jos vecinos, cuyo nú- mero no puede saberse en muchos dias, hasta que puedan irse extrayendo de entre ellas.
San Felipe Neri. — Asoladas algunas casas y inutilizada su iglesia: en dicha jurisdicción se han abierto 1 40 bocas, de las cuales, han salido gran porción de agua y de arenas de varios colores, causando la novedad de ha- berse secado los simenteros y plantas que ha regado dicha agua.
Almoradi.— Asolado enteramente con su iglesia y convento, igualmen- te todos los edificios de su huerta y campo, y totalmente quebrantado el puente principal del rio; resultado hasta el dia 280 cadáveres, quedando aun por extraer, los que yacen en varias plazas y calles, que no han podi- do descubrirse, á pesar de las incesantes diligencias que se practican, á causa de las muchas ruinas que sobre sí tienen de los mayores edificios de dicho pueblo: heridos gravemente, de los que la mayor parte j^erecieron, 130; bestias muertas 250.
Rojales.— Asolada su iglesia con muchas casas, y abierta en cuatro casccs la torre; resultando 21 personas muertas; idem gravemente heri- dos 10: asoladas las casas de su huerta y campo, habiéndose abierto varios respiraderos, por los que han salido arena de color de plomo, con un hedor pestífero, que ha secado cuanto ha tenido contacto con ella.
Benijofar. — Asolada su iglesia y gran parte de casa con la de su huer- ta y campo: quedando quebrantadas las demás.
La Mata y Torrevieja. — Asolados enteramente, sin quedar ningún edificio en pie: habiendo quedado bajo sus ruinas un gran número de sus
- 13:) -
vecinos, cuyo detall no pned^ dnrse en muelio^ días: otro de sns victimas lo lia sido el cura párroco, contando hasta el número de 57, en sola la no- che del dia 28 del actual.
Algorfa. — Asolada sutí casas. En todos los dichos pueblos es incalcu- lable la pérdida de metálico, ft'ranos, enseres y demás efectos, que se con- servaban en sus edificios.
(Gaceta de Madrid. Sábado 4 de Abril dé 1820. — Número 41, pági- na 1(í;í.
(14^ Los terremotos de Orihuela ó Enrique y Florentina: His- toria trágica, adornada con una lámina, y un mapita de la situación geo- gráfica de los pueblos que más ó menos se han arruinado en el terremoto del 21 de Marzo de 1829 (viñeta) Valencia: Librería de Cabrerizo— 1829 — Al final) Valencia: Oficina de José Ferrer de Orga.
Un volumen 8.*^, papel hilo buena impresión. — Contiene: (Lámina gra- bada representando una escena del terremoto.) — El editor. — Exposición dirigida á S. M. por el ilustrísimo señor Obispo de Orihuela. — Extracto del parte dirigido por el Ayuntamiento de la que fué villa de Almoradí al Real acuerdo de Valencia. — Estado pasado á S. M. de las víctimas y desgracias del terremoto. — Relación de las desgracias, etc. etc — Detalles de una carta de Murcia acerca de las desgracias ocurridas. — Otros docu- mentos.— Enrique y Florentina. Historia trágica. — (Mapa plegado de los lugares del terremoto.) — Observaciones que se tendrán presentes al reco- rrer ios pueblos del mapita que acompañamos.
— «Verdadera relación en que se declaran los trabajos y ruinas, oca- sionados por los terremotos que se han ocasionado en el reino de Valencia y pueblos que se nombran...» por un vecino de Madrid, llamado Pablo Án- gulo.— Madrid, Imprenta, calle Valverde, 1829.— Un pliego en 4.*^
— «Poema dirigido á excitar la sensibilidad española en favor de los desgraciados pueblos arruinados por el temblor de tierra sufrido en Iof reinos de Valencia y Murcia, etc.», su autoi- D, J. L. J.— Madrid. Impren- ta de Ion E. Martinez, 1829.— Folleto en 8.«
— «Canto elegiaco á los terremotos.» — Madrid. Imprenta, calle Val- verde, 1829.— Un pliego en 4."
— «Relación de las desgracias ocurridas en ios reinos de Valencia y Murcia.» — Madrid i829 — L^n pliego en 8.*^, papel hilo, ocho páginas.
— «Noticia abreviada de los estragos producidos por los terremotos en el mes de Marzo de 1829.» — Madrid. Imprenta de E. Martinez, 1829. — Un pliego en 4."', papel hilo.
- i;í(í —
(15) A los terremotos ocurridos en España en 1829. — Oda. -(Le- ma. Urbis anti(£ue roeitmueto.s domina tu per anno,s... I crudelis ubique. | Lactus ubique pavor et plurima mortis imago. — Virgilio: Eneida lib. II.) — Madrid. — Imprenta de don Ensebio Aguado, impresor de la Real Casa — 1829.
Folleto en 4.", papel hilo, buena impresión, 22 páginas y una hoja en ))lanco al ñnal.
Consta la composición de 574 versos y el nombre del autor (Mariano José de Larra) va al pie de la dedicatoria.
(Ifí) Obras poéticas del Excmo. Sr. D. Bernardino Fernandez de Velasco, Duque de Frías, publicadas á espensas de sus herederos por la Academia Española de que fué individuo. — Madrid, Imprenta y Encua- demación de M. Rivadeneira, calle Madera 8; 1857. — Un tomo en folio de Lili. — .30f} páginas. — Prólogo del Marqués de Molins.
(17) Al Excmo. Sr. Duque de Frias, pidiéndole sea padrino de su boda.
(fragmento.)
Deja la templada lira por más que sus ecos dulces el sagrado coro Aonío con célico asombro escuche.
Tú en quien la fortuna amiga con admiración reúne los laureles de Helicona, de la cuna al claro lustre:
Deja que mi tosca musa el funesto llanto enjngu» que cabe el perdido ami por tus mejillas discurre,
Que si ya la yerta losa sus tristes despojos cubre, basta que sobre ellos tierno una lágrima tributes.
Ya la antorcha de Himeneo que amor á encender acude del blando pecho de Silvia
iifo
- 137 —
alegre á mis ojos luce.
Ya las rosas pasajeras del tálamo se descubren, que la espina punzadora entre las hojas encubre.
Que ¡ay triste! el ardor del pecho y el volcan que le consume, marchitando su frescura, ni le dejara que duren.
Así, á mirar el capullo rasga el sol la espesa nube, y hasta el cáliz por gozarle sus vivos rayos conduce.
Ni vé que su mismo fuego presto su beldad destruye y que donde el goce empieza el placer allí sucumbe.
Ya me brinda de Himeneo sonriendo alegre el numen del placer la ardiente copa para que ansioso la apure.
Ya el amor que hacer eterno jura el lazo que nos jante, la joven palma de Silvia á su templo restituye.
Y ya sobre el ara antigua quiere el cielo que nos une que amante y esposo á un tiempo constancia eterna le jure. Mas no la vid amorosa al cielo enlazada sube, sin que del olmo robusto la alta firmeza la ayude. Ni jamás el nido pone con la compañera dulce el amante pajarillo sin que ante el bosque cruce y de la pomposa encina la sombra amiga procure
18
— iBs -^
y amparado se cobije bajo la hojosa techumbre.
No es mucho que antes que el cielo nuestros destinos anude, porque á mi enlace presidas, á tu amistad me refugie.
Tú me deja cuando Silvia ruborosa el «sí» pronuncie y haga mis dichas etern;is en el lazo indisoluble.
Que oiga á tu sombra seguro cuanto la Fama divulgue, y de sus ruidosos ecos contigo á la par me burle.
¿Que á mi sus débiles voces, por más que á mi oreja zumben como á tu amparo me acoja y Padrino te salude?
Agosto 1829
(18) En la imposibilidad de citar aquí todos los versos que dedi- caron los poetas de 1829 y 1830 al casamiento del rey Fernando con Doña Cristina, únicamente daré n-oticias de varios de los mas curiosos, copiando algunas de las papeletas que tengo hechas, en mi obra inédita Décadas Bibliográficas (1820-1840) que tal vez en tiempo no lejano verá la luz.
— Enhorabuena á los Ileyes Nuestros Señores por la celebridad de su Glorioso enlace. Dando mil felicitaciones á la Reyna Nuestra Señora, Sol de la Italia y gloria de la tierra del júbilo y alegría que ha causado á los corazones de todos los fieles amantes de S. S. M. M. (Al final.) Con licen- cia. Madrid; imprenta de Ortega y Compañía, 1829.
Un pliego en 8.®: papel hilo; 40 páginas regular impresión. Contiene lina canción con estribillo. — «El encuentro de Fernando con sii amable es- posa» (Décima). — «A la real familia de los Borbones» (Décima). Redon- dillas.
— Cristina ó primera aclamación de las Musas Españolas en el nuevo enlace del Rey Nuestro Señor con la Señora Infanta de Ñapóles Doña María Cristina de Borbon. — Canto epitalámico. — Madrid, en la imprenta Real, año de 1829.
— 139 —
Un cuaderno enS.^ mayor; papel hilo; buena impresión; 12 páginas, una con notas v la última en blanco.
Comienza;
Y termina;
«No uiui vtjz «ola, iluminando el cielo, ráfagas de carmin vierte la aurora: que cuantas linda en el nocturno velo tanto le ras^a ale<rre vencedora &.»
«Así la fama con su etérea tropa al Ebro, al Tajo, al Betis lo publica y que á la España colmarás de bienes si le haces tantos como gracias tiene.»
— Cristina. Canción epitalámica al feliz enlace de S. M. C. el señor don Fernando VII con la serenísima señora doña María Cristina de Bor- bon por don Manuel Josef Quintana. — De orden de S. M. — Madrid: en la Imprenta Real.— Reimpreso en Londres por don M. Calero y Portocarrero. 17 Frederick, Pk-ice Goswell Road 1829.
Un folleto en 8 ^ menor: buen papel y esmerada impresión: 23 páginas y la última en blanco. Contiene: Anteportada — Portada.— Al Rey Nues- tro Señor. — Lema.— Canción. •
—Epitalamio: La Real Academia de Buenas Letras de Sevilla, en el venturoso matrimonio de los señores don Fernando YII y doña María Cris- tina de Borbon, reyes católicos de España y de sus Indias. Lo que escri- bió por su comisión el académico supernumerario don Manuel de Vos y Silva Meneses, Capitán de infantería y alférez de la antigua Guardia Real. — Con licencia: Sevilla.— Imprenta de Padrino, 1829.
Un pliego en 8.": papel hilo, buena impresión. Contiene una oda en veintinueve estrofas, que empieza así:
«Levanta lira mia alta canción al estrellado cielo cual águila que guía el vaporoso vuelo y se remonta al sol huyendo el vuelo,..»
Y termina:
«... A tí en tanto descienda grata fecundida augusta esposa y el santo cielo atienda mi súplica ardorosa y tu amor preste prole numerosa.»
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— El Templo de Himeneo. Melodrama mitolóí>;ico alegórico en honor del augusto enlace de nuestro amado soberano don Fernando VII con la Serma. Sra. Infanta de las Dos Sicilias D.'^ María Cristina de Borbon, es- crita por D. Manuel Bretón de los Herreros. — Madrid, 1829. — Imprenta de I. Sancha.
Folleto en 8.*^ papel hilo, 38 páginas
— Relación de la entrada en la M. H. V. de Madrid de Nuestra Au- gusta Reina y Señora doña María Cristina de Borbon y de sus serenísimos padres los poderosos Reyes de las Dos Sicilias. Con expresión de los arcos, monumentos, adornos, colgaduras, iluminaciones, festejos y danzas, con que se han celebrado los desposorios de tan alta Princesa y el Rey Nues- tro Señor Don Fernando VII— por don M. N y R., don J. S. M — con li- cencia: Madrid. Imprenta de don Eusebio Aguado — 1829. — Se hallará en la librería de Matute, calle de las Carretas.
Un folleto en 4.^: papel hilo, regular impresión, 38 páginas Contie- ne.— Introducción. — Entrada de SS. MM. y AA. — Monumentos, adornos, etc. — Festejos y danzas. =Piezas poéticas.
— Epitalamio al matrimonio Augusto de Fernando y María Cristina. Nuestres amados soberanos por don Joaquín de la Escalera, entre los ar- cades Elpino Menalio. — Con Real Permiso. — Madrid: Imprenta de don Eusebio Aguado: impresor de Cámara de S. M. 1829.
. Un cuaderno en folio: buen papel, esmerada impresión, 11 páginas y la última en blanco. — Cubierta de color. — Contiene. — Anteportada. — Por- tada.— Epitalamio.
Comienza.
Iberos, terminad esos sollozos que á las crueles Parcas lisonjean. y bendecid al cielo que pió se mostró y os dio consuelo.
Y termina.
...Y Fernando y Cristina se idolatren y el fruto de su unión felice ser; y á su nación querida den á cada momento nueva vida. Así el Rey de los Reyes les dispense largas edades con su salud continúa y las satisfacciones gocen de dominar los corazones.
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— Canción ó versos dedicados á la bien venida de la Rema Nuestra Señora Doña María Cristina de Borbon. — (Al final). — Con licencia. Ma- drid, imprenta de la calle de Valverde. 1820. Una hoja en 8.", papel hilo: regular impresión.
Canción con estribillo.
ESTRIBILLO.
El iris de paz de í^ápoles viene, que á su hermosa íaz el sol se detiene. Venid, españoles, dadla parabienes. Es María Cristina la que viene ahora por Reina de España su candida aurora. Que con su presencia vista encantadora será la influencia del bien que atesora.
—Al Rey Nuestro Señor Don Fernando VII (que Dios guarda) dirige desde la ciudad de Barcelona los más rendidos epitalámicos obsequios con el plausible motivo de su próximo deseado casamiento con la serenísima señora Doña María Cristina de Borbon, su más leal vasallo y ardiente de- fensor délos augustos privilegios del Altar y del Trono, el coronel Caste- lar — Barcelona, 1829.
Folleto en 8.*^: papel hilo, buena impresión: 5 hojas. Portada á dos tintas.
Contiene doce desdichadas décimas de tan ínfimo mérito como las dos que copio.
Dice así la primera:
Es tal la satisfacción que me cabe en este dia que me roba la alegría el uso de la razón, la lealtad en mi blasón, y así viendo celebrar
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esta ventura sin par que es ya en España notoria ¿No ha de aplaudir tanta gloria el coronel Castelar...?
Y la última es como sigue:
Dejad pues que me despida aunque de adoraros no; porque esto he de hacerlo yo mientras me dure la vida, veréis mi oferta cumplida con todos sin ejemplar que el que os ama sin cesar y esto os escribe atento, será vuestro á todo evento el coronel Castelar.
— Oda al augusto enlace de los Reyes Nuestros Señores D. Fernando VII y D."^ María Cristina de Borbon. Dedica el M. N. I. L. Ayuntamiento de la ciudad de Lugo en el fefc;tejo celebrado con tan digno objeto. — Lugo Imprenta de Pujol, 1836.
Un folleto en 8." mayor: papel hilo: buena impresión, 11 páginas y cinco sin numeración. Contiene: Portada. — Oda (lema). — Himno para can- tar en las funciones que celebra el M. N. I. L. Ayuntamiento de la ciudad de Lugo por el augusto enlace' &. &.
La Oda comienza así:
«Cansado de llorar la desventura que á las Hesperia afligió veintenos años, presa de la ambición y los partidos; entregada al pesar y á la tristura y daños padeciendo sobre daños mil y mil repetidos. ¿Cómo mi ronca voz con largo llanto podía hacer melodía y grato el canto...?»
Termina:
«... Jamás sañudo y rencoroso el hado en triste luto cambie la alegría que anima á los iberos corazones. En el augusto enlace suspirado
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llegue al cielo la voz de lira mia y propicia nos colme de sus dones; y á la amable Cristina fecundando dé sucesión á España de Fernando.»
— Varias Poesías de la ciudad de Gerona: Con el plausible motivo de la llegada de S. S. M. M. los Sres. Reyes de Ñapóles y su querida hija la Serenísima Señora Doña María Cristina futura Esposa del Rey Nuestro Señor (Q. D. G.) (corona) Gerona. — En la oficina de A. Oliva.— Imprenta de S. M. año 1829.
Un pliego en 4.^: papel hilo, 10 páginas, firmado por F. E J.
Comienza:
«Admirable Cristina cuya beldad horóica y peregrina ha entrado en este suelo, como un presente que nos manda el cielo y al cual tu augusta madre acompañando vá entregar en los brazos de Fernando: recibe el dulce amor que con afanes te presentan los leales catalanes...
Y termina:
El comercio floreciente por Cristina se verá la agricultura será fomentadas dignamente las artes constantemente tomaran nuevo incremento; todo en fin irá en aumento bajo tu ejida sagrada y la Patria enagenada rebosará de contento.
(19) Solo pondré aquí como muestra (tomándolo de mi biV^liografía inédita de libros y folletos y publicados de 1820 á 1840 que ya cité), estas papeletas, de poesías dedicadas al natalicio de Isabel II.
— La Lira de Arriaza en el feliz alumbramiento de la Reina Nuestra Señora (adorno). De Orden Superior — Madrid, en la Imprenta Real, año 1830.
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Un cuaderno en 4/': papel hilo, buena impresión: 12 páginas.
— Oda al fausto nacimiento de la serenísima señora infanta Doña María Isabel Luisa, por Don Juan Nicasio Gallego (viñeta), Madrid: Di- ciembre de 1830. Imprenta de don León Armarita, Plazuela de Celenque.
Folleto en 8.*^: papel hilo: 15 páginas numeradas y la última en blan- co, sin pajinacion.
Comienza:
¡Cuan ciego los mortales del explendor del solio deslumhrados ventura tal de la Fortuna imploran! Si el ídolo que adoran los oyese benévolo, y el sumo bien, que ansiosos codician, otorgara como el aroma vil que arde en el ara su dicha vieron disiparse en humo.
Y termina:
.. cien poderosos Heyes de las lejanas y vecinas zonas rindieron á sus plantas cien coronas.
^Al feliz natalicio de la Serma. Señora Infanta de España Doña María Isabel Luisa — Poema por don Javier León Pendería. — Madrid: Noviembre 1830. — Imprenta de Luis Mate: plazuela de Celenque. — Un fo- lleto en 8." mayor: papel hilo: 20 páginas: «Notas» al final.
(El poema está escrito en redondillas poco fáciles y llenas de ripios que es un gozo. Lamtencion monárquica del autor seríala más buena, pe- ro »u trabajo no pasa de ser uno de tant* s versos malos como se escribie- ron con igual motivo.)
— Oda á la Reina Nuestra Señora (que Dios guarde) en el fausto di a en que celebra Madrid el venturoso nacimiento de la Serenísima Señora Infanta Doña María Isabel Luisa, por don Manuel Fernando Pizarro: Ma- drid: imprenta de J. Sancha. — Noviembre de MDCCCXXX.
Cuaderno en 4.": papel hilo: buena impresión: 8 páginas con la última que está en blanco.
La oda á la Reina empieza de este modo:
«No tan plausible al suelo eres, Arco de paz y de alianza, cuando en el alto cielo
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tiendes brillantes las gayadas sioiio^?
y la dulce bonanza
tras espantosa tempestad previenes.
No al náufrago afligido
que por las crespas ondas azotado
á débil tabla asido
ya con la muerte impresa en la mejilla
sin fuerza y desmayado,
es tan grato pisar la ansiada orilla...» Y termina así el señor Pizarro su desahogo monárquico y poético: ...¡Síilud, Reina adorable!
¡Salud, Cristina! A vos somos deudores
de este bien inefable;
y á la justicia universal del fuero
que vuestros mayores
recibió cual herencia el trono ibero
Vos piadosa Cristina
nos dais en esa Heredera ilustre
que el cielo nos destina;
la cual regirá un dia el cetro augusto
á que dio eterno lustre
grande Isabel en su reinado justo.
¡Ay! tan sagrada prenda
bendiga el Señor allá en la altura!
y esta sencilla ofrenda
recibidla benévola Señora
de la intención más pura
que por vos el favor del cielo implora.» Los Festejos Olímpicos ó el Triunfo de Citerea. Melodrama alegó- rico en un acto en obsequio al nacimiento de la Serenísima Señora Prin- cesa Doña María Isabel Luisa. Para ejecutarse en presencia de SS. MM. y AA. en las funciones reales que han de celebrarse con tan solemne moti- vo, escrito de orden del Excmo. Ayuntamiento, por D. José María de Carnerero.— Maflrid; Imprenta de J. Sancha, Noviembre de 1830.
Un folleto en 4.", buen papeJ, esmerada impresión, 31 páginas y la última en blanco. — Contiene. — Portada. — Intei-locutores. Los festejos Olímpicos. VII escena —Octavas reales —(Viñeta.)
A título de curiosidad copiaré de este raro folleto el reparto que tuvo la obra alegórica;
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«Venus. — Concepción Saraaniego.
Cupido.— Josefa Palma.
Momo.— Antonio de Guzman.
Marte. — Elias Noren.
Mercurio.— José Molist.
Minerva. — G-erónima Llórente.
Diana. — María Fabiani.
Saturno. — José Alcázar.
Neptuno. — Luis Fabiani.
Ceres. — Lorenza Campos.
Apolo. — José García Luna.
Coro las Musas, de Ninfas de música y de baile.
— Al feliz enlace del Rey N. S. con la Serma. Señora Princesa de Ñapóles — Oda por don Javier de Burgos (adorno). — Madrid. — Imprenta de B. M. de Burgos, 1830.
Un cuaderno en 8.° menor: buen papel é impresión; 8 páginas, una de portada, otra en blanco, cinco de texto y la última en blanco también.
Comienza:
Y termina:
«El Pirene derrama de su fuerza oriental fulgor divino, y súbito la llama
se extiende hasta los campos de Barcino, y del Turia á la vega y á la que humilde el Manzanares riega.»
«Vuele si á tanto alcanza con el himno de paz de polo á polo el himno de alabanza; é inmortalice del divino Apolo la citara divina las bodas de Fernando y de Cristina.»
•
(SÍO) Corona fúnebre en honor de la Excma. Sra. D.^ María de la Piedad Koca de Togores Duqusa de Frias j de Uceda, marquesa de Ville- na,» etc. etc. (viñeta). Con las licencias necesarias. — Madrid:Lnprenta de don Ensebio Aguado. Impresor de cámara de S. M. y su Real casa. — 1830. — Un tomo en 4.^ papel hilo, buena impresión, 107 páginas numeradas y 7
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sin número. En rústica. Contiene: Portada. Advertencia, «El llanto con- yugal» por el duque de Frias; «Elegía» por M. José de Larra; «Epístola» por Francisco Martínez de la Rosa; «Elegía» por Juan Nicasio Gallego; «Elegía» por Eugenio de Tapia; «Octavas» por Ramón López Soler; «Oda» por Manuel Joséf Quintana; «Elegía»|por Ventura de la Vega; «Ro- mance» por Alberto Lista; «La sombra del trovador» por Ángel Saavedra; «Elegía» por Juan Donoso Cortés; «Soneto» por Diego Colon; «Soneto.» por Manuel María Cambronero; «Soneto» por Juan B. Arriaza; «Soneto gratulatorio» por el duque de Frias; índice. — Algunas composiciones tie- nen notas al final de ellas.
De esta corona he visto dos ediciones posteriores, una en la Habana y otra en Palma de Mallorca.
(5Í1) Gaspar y Roig, editores.— De Madrid á Ñapóles. — Pasando por Paris, Ginebra, el Mont Blanc y Florencia; viaje de recreo realizado durante la guerra de 1860 y sitio de Gaeta en 1861 por Pedro Antonio de Alarcon. — Ilustrado con grabados que representan monumentos, retratos, estatuas, costumbres, &., &.; (viñeta) — Madrid, imprenta y librería de Gaspar y Roig, calle del Príncipe número 4. — 1861.
Tomo en folio: buen papel é impresión: 655 páginas.
(SiSÍ) Como muestra de la inspiración de la reina doña Amalia, copia- ré aquí un fragmento de la infeliz composición, que esta señora escribió «A los voluntarios realistas en el acto de entregarles la bandera y estan- darte»:
Cuerpo noble, del Rey fieles amantes;
del realismo español hermosa flor,
que del Altar y el Trono ya triunfantes
jurasteis sostener en su esplendor.
Tomad en este dia la bandera
que en vuestras filas se ha de tremolar;
todo realista, si es preciso, muera,
solo ella, con valor por Trono y Altar.
Arde en vosotros esa llama bella
de puro amor á Rey y Religión,
más es poco si no juntáis con ella
el orden y la subordinación.
A todo superior vivid rendidos;
para soldados buenos es igual
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que los mandatos vayan expedidos
por el último cabo ó un general.
Id sin réplica al puesto que os destina
el gobierno quo habéis de respetar;
dimana su poder de ley divina,
y os toca obedecer, no examinar.
Hablar do sus discretos, criticarlos,
es principio fatal de rebelión;
pedid á Dios los dicte y apoyarlos,
esto es querer el bien de la nación.
Ese acero que brilla en vuestra mano
solo será instrumento de virtud,
si, con aprobación del Soberano,
combate por la piiblica quietud.
No abuséis, frustrando la esperanza
con que á las filas se os miró correr:
armar con pueblo es prueba de confianza
y es doble crimen no corresponder.
Vuestro destino y vuestra cuna honrada
nunca el desorden debe mancillar:
por la lealtad la espada fué empuñada:
la sumisión la ha de desenvainar.
Cuando ella os llame, abandonad contentos
cuanto es mas caro á vuestro corazón;
que antes que los mas tienes sentimientos
es el amor á Rey y Religión.
Si amenaza la Fe ser perseguida,
si espera vuestro apoyo el trono real,
inmolad, si es preciso, vuestra vida
al filo del cuchillo liberal.
(yeso el peligro y envainar la espada
manda competente autoridad:
hacedlo, la obediencia resignada
es la medida de la lealtad:
entonces descansad de las fatigas
que sufristeis, en vuestra obligación
en frente de las huestes enemigas
en el combate por la E-eligion.
Entonces descansad en los hogares
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donde volveros concedió el Señor,
de quietos vecinos y militares
uniendo los deberes y el honor.
Ese traje glorioso de leales
debéis guardaros bien de deshonrar;
de que pise un realista sus umbrales
taberna, ni café se ha glorias.
Véaseos puntuales al ejercicio,
devotos en el templo del Señor,
activos en vuestro cargo ó servicio
ó en ganar vuestro pan con la labor etc.
— A los Voluntarios realistas de Madrid en el acto de entregarles la
bandera y estandarte,versos compuestos por nuestra augusta y católica rei- na doña María Josefa Amalia, publícalos el M. de G.-R. a quien S. M, ha dispensado el distinguido y singular honor de mandarle franquear una co- pia. Madrid, Imprenta de don Miguel de Burgos. Folleto en 8.'*, papel hi- lo: buena impresión: 9 páginas y la última en blanco.
Don Estanislao Cosca Bayo en las notas del último tomo de su «Histo- ria del reinado de don Fernando VII de España», reproduce otra poesía de la reina Amelia, tan rematadamente mala, como la que he copiado y don Juan Pérez de Gruzman en el «Cancionero de la Rosa», (tomo II) pu- blicó otra no menos infeliz, y dá noticias del manuscrito, que existe en la biblioteca del Real Palacio, copiado por el rey, y que contiene la colección de versos de su esposa.
(Í5J{) A pesar de la benéfica influencia de la Reina Cristina él go- bierno de Fernando extremó en cuantas ocasiones pudo sus medidas de ri- gor, llevando hasta la más inconcebible saña su persecución contra los li- berales, particularmente desde que el triunfo de la revolución en París en 1830, puso en movimiento á los emigrados españoles.
Las principales víctimas sacrificadas por el absolutismo entonces fue- ron, el general don Salvador Manzanares, que pereció en los campos de Benehavis y don Joaqiiin de Pablo, conocido por «Chapalangarra» muerto al pasar los Pirineos, doña Mariana de Pineda, en Granada, Juan de la To- rre, Tomás Chica, den José Torrecilla y el librero y editor Miyar, en Ma- drid, don José María Torrijos y sus cincuenta y dos compañeros en Mála- ga, y el coronel don Bernardo Márquez de la Vega en Sevilla,
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(24) Memorias de un setentón natural y vecino de Madrid, escritas por don Ramón de Mesonero Romanos. — Madrid 1881.— Tomo 2." — Capí- tulo IV.— Episodios literarios 1830-1831.— El Parnasillo.
(SÍ5) No más mostrador. —Comedia original en cinco actos, — Re presentada por primera vez en el teatro de la Cruz el dia 29 de Abril del año 1831.— Su autor don Mariano José de Larra. — Madrid 1831.— Impren- ta de Repullés.
Un tomo en 8.": buen papel é impresión: 110 páginas: en rústica con cubierta de color. — Esta obra está incluida en la «Galería Dramática »
Aunque Larra llamó á esta obra original, fué arreglada de una pro- ducción de Scribe y Leguvé.
Conozco otra edición que es la siguiente:
— No más mostrador. — Comedia original en cinco actos.— Represen- tada por primera vez en el teatro de la Cruz el dia 29 de Abril de 1831. — Su autor don Mariano José de Larra. — «Segunda Edición. — Madrid: 1836. — Imprenta de Repullés.
Folleto en 8.'^: regular papel, buena impresión: H-70 páginas: en rús- tica.
(386) La fecha del estreno de esta comedia la he visto equivocada en algunos biógrafos de Larra, que ha desconocido sin duda los ejemplares de las dos ediciones de 1831 y J836.
No más mostrador fué representado aquel mismo año en Sevilla y en Cádiz, según los anuncios que he tenido ocasión de ver.
(5Í7) Roberto Dillon ó £1 católico de Irlanda.— Melodrama de grande espectáculo en tres actos y en prosa. Escrito en francés por Mr. Víc- tor Ducange y traducido al castellano por don Ramón de Arriala.— Repre- sentado en el teatro del Príncipe. — Madrid: 1832. Imprenta de Repullés,
Un tomo en 8.": regular papel é impresión: 124 páginas, en rústica con una cubierta de color.
En la colección «Teatro Selecto» publicada por don Cayetano Vidal y Valenciano, se reprodujo este drama en el tomo VI.
(SÍ8) «...El más notable después de estos, era un muchacho que hacia muy malos versos y no muy buena prosa, medio traducidos de Homero, ca- si abogado, casi médico, casi empleado, que había empezado varias carreras sin concluir ninguna. Sabía lenguas extranjeras Tenía 20 años y en su
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corta edad, había pasado de una infancia alegre á una juventud taciturna. Tan rápidas eran á veces las oscilaciones de su ánimo exaltado, en un vér- tigo de afecto vehemente, que no se podía distinguir en él, la risa del llan- to, ni el dudoso equívoco de la expresión sincera. Había en su tono y en su lenguaje un doble sentido que aterraba, y un epigramático gracejo que seducía.
Era pequeño de cuerpo y bien proporcionado de miembros. A su pelo muy negro acompañaban bigotes y barbas precoces, y su color era malo y bilioso y sus ojos grandes y tristes. Tenía mala boca y peores dientes, lo cual le afeaba bastante. Fumaba sin descanso como si padeciese una sed de humo que jamás podía aplacarse, y ¡su vestir era pulcro, elegante y casi clechuguino».
Educado en Francia afectaba á veces desprecio de su nación y la cen- suraba con acritud, quejándose de ella como el prisionero que se queja de la estrechez incómoda de su jaula. Frecuentemente después de alborotar en un grupo del café con palabras impetuosas ó mordaces se retiraba á un rincón rehusando toda compañía ó despidiéndose á la francesa huía. Des- pués de largas ausencias tornaba á la pandilla (jon humor hipocon- driaco.
Daba su opinión sobre poesía y literatura con un aplomo y una origi- nalidad de juicio que pasmaba á todos. Ni «Veguita» ni el tuerto autor de comedias tenían conocimiento por lo que sus maestros aquí le enseñaban de aquel peregrino modo de juzgar, buscando el fondo más bien que la forma. Pero cuando nuestro atrabiliario quería echarse á poeta, los mis- mos que le admiraban como juez, se reían en sus barbas, diciéndole «que una cosa era predicar y otra dar trigo.» Por mucho tiempo fué objeto de risa y chacota su «Oda á los terremotos de Murcia», que es de lo peor que en nuestra lengua se ha escrito.»
«Episodios Nacionales» por Benito Pérez Galdós, 3.* serie: Los Apos- tólicos.— Tomo 10, páginas 40 y 41 (edición ilustrada).
(S59) El Pobrecito Hablador.— Revista satírica de costumbres, &., &., por el bachiller don Juan Pérez de Munguía. — Madrid, imprenta de Repullés. — Comenzó á publicarse en Agosto de 1832. — Terminó en Marzo de 1833. — Salieron á luz 14 números. Se daba al público sin período fijo, en cuadernos á lo más de 24 páginas en 8.*^ menor, papel hilo, regu- lar impresión.
Contiene: N.^ 1.** (Agosto 1832).— Portada. — Dos palabras. — ¿Quién es el público y dónde se encuentra? Artículo mutilado ó sea refundido (Her-
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mite de la Ghaiissee d'Antin). — Nota: El pobrocito hablador, por no dejar raeter baza á nadie no admite ni dá contestación: En el siguiente número daremos una sátira «nuestra» en tercetos contra la corte (24 páginas).
N.*^ 2.'' (Agosto 1832). — Portada, — Sátira contra los vicios de 'la Coí-te. Artículo enteramente nuestro.— Lema, (tercetos).— El Pobrecito Hablador, no admite ni dá contestaciones. —Se hallará en la librería de Escamilla, calle Carretas (14 páginas y 2 sin numerar).
N.*^ 3.** (Setiembre- 1832). Lema.— Carta á Andrés escritas des5e las Batuecas por el Pobrecito Hablador. (Artículo enteramente nuestro). 24 páginas.
N.^ 4.^ (Setiembre de 1832).— Portada.— Nota. El Pobrecito Habla- dor no admite ni dá contestaciones. Otra: Siempre que por cualquier obs- táculo no pudiese un cuaderno publicarse^ saltaríamos al siguiente aunque fuese dejando una laguna en la numeración. — Empeños y desempeños. (Ar- tículo parecido á otro). — Teatros ¿qué cosa es por acá el autor de una co- media? (24 páginas).
N." 5,*^ (Octubre 1832). — Portada. — Que trata de cosas que no están escritas. — Sátira contra los malos versos de circunstancias (tercetos). — Teatros. ¿Quién es por acá el autor de una comedia? — Artículo segundo El Derecho de propiedad. — Filología (23 páginas y la última en blanco).
N.*^ 6.^ (Noviembre de 1832). — Portada. — Carta segunda escrita á Andrés por el mismo Bachiller. — Manía de citas y de epígrafes. — Nota (24 páginas).
N." 7.^ (Noviembre 1832). — Portada.— Costumbres El casarse pron- to y mal (artículo del Bachiller) 29 páginas y una sin numerar con la nota).
N.« 8.*^ (Diciembre de 1832).— Portada.— El Castellano Viejo.— Ho- bos decentes (32 páginas).
N."* d."" (Diciembre 1832).- Portada —Introducción.— Teatros (Le- ma).—r(24 páginas).
N.^ 10. (Diciembre 1832).— Portada.— Carta de Andrés Niporesas al Bachiller (24 páginas).
N.*^ 11. (Enero de 1833). — Vuelva Usted Manan:!, (artículo del Ba- chiller).—Nota: Con el mayor dolor anunciamos al público de nuestros lectores que estamos ya á punto de concluir el plan reducido que en la pu- blicación de estos cuadernos nos habíamos creado. Pero no está en nuestra mano evitarlo. Síntomas alarmantes nos anuncian que el hablador padece de la lengua. Fórmasele un frenillo que le hace hablar más pausada y me- nos enérgicamente que en su juventud. jPobre Bachiller! Nos figuramos
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«que morirá por su propia voluntad», y recomendamos por esto á nuestros apasionados á sus preces este pobre «enfermo de aprensión» cansado ya de hablar.»
N.*^ 12. (Marzo de 1833). — Portada. — El mundo todo es máscaras, todo el año es carnaval. — Artículo del Bachiller. ;^Lema). — (2-1 páginas).
N.*^ 13. (Marzo de 1833).— Portada.— Conclusión (Lema).— Carta úl- tima de Andrés Niporesas al Bachiller don Juan Pérez do Munguía (19 páginas una en blanco y tres con el «Catálogo de las piezas dramáticas que se venden en la librería de Escamilla» y la última en blanco todas es- tas sin numerar).
N.° 14 y último. Muerte del pobrecito hablador. Escríbela para el público Andrés Niporesas su corresponsal. — Lema (viñeta). — Lema de ver- sos de Jorge Manrique — (20 páginas, 3 con el catálogo de las piezas dra- máticas que se venden en la librería de Escamilla, y la última en blanco: estas 4 sin numerar).
La colección completa de El Pobrecito que tengo á la vista pertenece á la biblioteca del Duque de T'Serclaes.
(SO) «Courier de Méré (Pablo Luis),— Helenista y folletista francés, nació en París (1772-1825), oficial de artillería desde 17'.)1 á 1809: valiente pero irregular á el servicio, de carácter murmurador, mas inclinado á la literatura griega que á las batallas, no era mas que jefe de escuadrón.
Dejó el servicio militar y pudo á sus anchas consa írar.;") á sus estu- dios favoritos. Tuvo la fortuna de encontrar en un ma:iu :r;sto de Floren- cia un pasaje inédito de la novela «Dafne y Cloe;» publicó en E,oma la primera edición completa del texto de Longo. Seguida de una traducción, que lleva el nombre de Amiyot, pero que en gran parte es obra suya.
Tradujo igualmente los tratados de Jenofonte sobre «la Caballería.» París 1813, y se casó en 1814, con la hija del sabio Clavier.
En los momentos en que terminaba la traducción de el «Asno» de Lucio Patras, entró en una nueva carrera, la de folletista. Sin pertenecer á ningún partido político, combatió con vis cómica y estilo acerado, las faltas y ridiculeces de los partidos de la restauración.
Sus folletos, «Petición á las dos Cámaras» 1816, «Epístolas al Cen- sor» 1819-1820, «Inocente discurso» 1821, «Petición para aldeanos á quie- nes se ha prohibido el baile,» el «Folleto de los folletos,» etc., alcanzaron inmensa popularidad y le acarrearon dos meses de cárcel.
Proponíase dar una traducción completa de Herodoto, cuando fué muerto accidentalmente por la bala de un Guarda de campo, en su pose-
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cion de Veretz (Indre y Loira). Sus obras completas fueron publicadas jDor A. Carrel, 1830, 4.^ tomos en 8,*^, con nn ensayo sobre su vida.»
«Diccionario enciclopédico de Historia, Biografía, iMitología y Geo- :^rnn;>;> Htc. pr»r J.-ai-; Grc^rií'Ví' vi<'.. Pnrís 1870 páí^Hcts 50^».
(31) La Satírico-manía, sátira escrita en tercetos, dirigida al Po- brecito Hablador, por D. Clemente Diaz,. (adorno), Madrid. Imprenta de D. M. de Burgos, 1833.
Folleto en 8.^, papel hilo: buena impresión en rústica: 13 páginas y tres en blanco, sin numerar. Contiene: Portada, Lema, Texto.
(82) JLA SATÍRICO MAKÍA
(fragmento)
¡Cáustica musa, que al maligno vate versos de biel y dé veneno inspiras con que los vicios juzga que combate!
Dame tu auxilio, si á lograr aspiras ocupación más digna; si apeteces templar tu fuego, mitigar tus iras.
Ya del furor satírico mil veces lauros cogiste, que tu sien ornaron entre lluvia de críticas sandeces;
Y pues jamás tus tiros alcanzaron al famélico vate que lamenta lo mismo que cien otros l.inientarou,
Ajuste con tu auxilio yo esta cuenta; que aunque no habito en deifica bohardilla letras tengo más gordas que mi renta.
¿Vieron ojos jamás rancia polilla de hambrienta comezón tan atacada, cual de críticos necios la gavilla?
¿Vióse gata ó mujer jamás preñada de morder y tragar con más antojo que esa gente de jaulas desatada?
Que el mundo con muletas ande cojo, ó que los hombres cieguen, ¿qué le importa á. quien tiene servibles pata y ojo?
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¿Monstruos acaso la natura aborta? ¿No ha sido siempre la terrestre vida flaca, imperfecta, miserable y corta?
¡Caución ya tantas veces ropetiáe», contra abusos sociales! ¿cuándo, Apolo, de sernos cesará reproducida?
«Persio» gust.o.ra, si cantara solo: gustara aun «Juvenal», y aun otros ciento si más no hubiese desde polo á polo;
Mas ¿quién podrá de multitud sin cuento falta de ingenio, de discurso y arte serviles copias digerir contento?
¿Quién, si no tuvo por estrella á Marte, la guerra intenta declarar al vicio, que vencedor tremole su estandarte?
¿Piensa rendirle el escritor novicio, arrebatando de Boaló (1) la espada con flaca mano 5'' agostado juicio?
O ¿será que esta empresa reservada esté por las deidades de Helicona á pluma de cotorra mal cortada?
¿Será, pues que la fama lo pregona, de un «pobre bachiller» la habladuría punzante á veces, rancia y monótona,
Quien destierre del mundo la herejía: quien de flaquezas purgue al hombre flaco, y el pecado de Adán ponga en lejía?
Pues, mal que pese al reverendo Baco, festivo dios,>de las locuras padre, hecha esta vez su trigo en roto saco;
Aunque á los hombres importuno ladre, ¿qué fruto ha de sacar, si en sus orejas no hay barreno de acero que taladre?
¿Dejó el rapaz amor sus armas viejas porque en griego, en latin, en verso, en prosa hánsele escrito lastimosas quejas? ¿Ha cesado la usura, y en la. ociosa
■|) «Boileau» según la ortografía francesa.
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caterva juvenil la trampa y juego con el chillar de musa quejumbrosa?
¿No ha sido, por ventura, siempre ciego el público, á pesar de mil doctores quo le recetan sátiras de fuego?
¿Hizo á los hombres Juvenal mejores? ¿Curóse de los «vanos» la demencia con ciarla mi Iridíenlos Colores?
Pues «pobre bachiller» ¿dó está tu ciencia? ¿dó está la ciencia que ejercer procuras, probando de los sabios la paciencia?
Al ver la empresa audaz con que te apuras, alguno á don Quijote dirá al paso: «ya existe quien abone tus locuras:»
Y á f e que de razón no andará escaso; pues el que entuertos de otros endereza, si bien está del juicio á más de un paso,
Muestra tener más fuerte la cabeza, que quien del hombre á desterrar se arroja tal cual ridiculez, tal cual flaqueza:
Miro aquí al «hablador» que se enfurece, y con voz libre, y arrogante tono, mientras en un sillón blando se mece,
«¿Quién es, pregunta con amargo encono, »el que al público ilustra y entretiene »con piezas inmortales mas que un mono?
»¿Quién hace caso de él? ¿quién le mantiene? »¿quién presta el homenáge, que al talento »y á su muy noble condición conviene?
»¿Dásele franca entrada y blando asiento »por ventura en el templo donde suena »de su musa dramática el acento?...
»No hay tal: ¡almas sensibles! que por pena »de haber al grande «Inarco» deslucido, »á pagar su sillón se le condena.»
jAlmas sensibles! dice: empedernido El público sus quejas desatiende; y el «Momo dios» responde á su gemido:
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«Bachiller orgulloso ¿qué pretende? »¿qué pucheros son esos?... ¡ay que risa! »¿qué animalejo vuestra sangre enciende?...
»;Camarada! al Parnaso vais de prisa: »con una pieza remendada en prosa »no se llega hacia allá: buscad camisa.
»La «Fama» es hembra, y además hermosa; »y si os mira, «hablador», con tal pelaje
«haberla de agradar no es fácil cosa.
» Quitadle á cualquier rico su ropaje, «que alguno tapareis por el camino, »y no andéis tan en cueros de viaje».
¿Y esto aconseja un dios?... ¡fatal destinol ¿eon que el caduco Esopo no fingía cuando vistió de león al gran pollino?
No: la verdad desnuda nos decía: la verdad que atestiguan las edades; las antiguas edades y «Mungía».
Duro es por cierto el escuchar verdades más ¿no es duro también que las esquinas robos anuncien aolo, y necedades?
¿Animas siempre so verán mezquinas zurcir y refundir, y osadamente del público exigir honras divinas?
¿Y el hijo de «Latona» tal consiente? y sufre orgullo tal: y humilde deja al llorón «hablador» que se lamente?
«No soy premiado,» ¡sempiterna queja! »la continua fatiga me quebranta:» mas quebrantada ¡oh vano! está mi oreja.
Con tus quejidos: contra audacia tanta ¡quien tu mostasa, Juvenal, me diera, ó tu paciencia, Job, mil veces santal
«No se me ofrece incienso» ¡bueno fuera! no hay sino á cada cual que zurce un «drama» forjarle un idolijlo de madera.
Quien quiera del laurel ceñirla rama otros esfuerzos haga mas costosos, ai del genio inmortal siente la lUma.
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Ásperos montes, riscos escabrosos, precipicios, escollos, 3'' pobreza, desvelos y fatigas, y envidiosos.
No os engañéis, autores; cuando el fuego en vos sintáis de un numen que os inflama, la senda abandonad del vulgo ciego.
No dejéis extinguir tan pura llama, los frutos preparando ya cogidos mil y mil veces de la misma rama.
Esos al gusto ya son desabridos; otros nuevos coged; y nunca el oro deslumbre, al escribir, vuestros sentidos.
Mas, si os negó natura tal tesoro; si del astro no habéis tibia centella, id á domar primero ardiente toro: ■ Harto mas fácil que seguir la huella, de Pérsio ó Juvenel, es poner freno al bruto airado que en herir se estrella
¡Musa! aunque viertas tu letal veneno, y al estilo satírico me impelas, graves acentos vibrará mi seno.
Hinche en el mar del «frivolo» tus velas, que si invoqué tu auxilio frágilmente cuando el furor mis párpados vendaba,
(33) Cartas Españolas «ó sea revista histórica científica, teatral, artística, crítica y literaria.*— Publicadas con real permiso y dedicadas á la Reina Nuestra Señora por don José María Carnerero. — Imprenta de J. Sancha. — Comenzó en 2(3 de Marzo de 1831. — Terminó en 1." de No- viembre de 1832: Reapareció con el título de
La Revista Española. — Imprenta de J. Sancha y en la de T. Fer- nandez Ángulo — (continuación de las «Cartas Españolas ) — Comenzó el 7 de Noviembre de 1832 y terminó el 26 de Agosto de 1836. Se publicaba dos veces en semana.
Director y fundador: D. José María Carnerero. Fueron sus principales redactores don Antonio María Alcalá Graliano, D. N. Campuzano, don
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Mariano í 'arnerero, don Juan (xrimaldi^ don N Rodrigo y don Mariano José de Larra, etc., etc.
L':'S m^incipales arríenlos que Larra i^nbl'có en la «E-'n'i^í^^- -on 1-.^ si-
<;jj.i noiiiore }' liü-r^ prcuji-'v-Lo-í-v ^ x\ . -^j , l'ú Ji-nero de xóo'o.
«Representación délos Celos infundados» etc., 1.^ Febrero 1833, N. 3G.
«Yo quiero ser cómico,» 1.*^ de Marzo 1833, N. 34.
«Ya soy tedactor,» N. 39, 19 Marzo 1-833.
«Don Cándido Buena fé,» N. 43, 2 Abril 1833.
«En este país,» N. 21, 30 Abril de 1833.
«Representación de la comedia nueva de don Manuel Eduardo Groroz- tiza titulada Contigo pan y cebolla,» N. 75, 9 Julio 1833.
«Don Timoteo ó el literato,» N. 81, 30 Julio 1833.
«La polémica literaria,» N. 84, 9 Agosto 1833.
«La Fonda Nueva,» N. 88, 23 Agosto 1833.
«Poesías de don Francisco Martínez de la Rosa, N. 91, 3 Septiem- bre 1833.
«Las casas nuevas,» N. 94, 13 Septiembre 1833.
«Representación de La Fonda ó la prisión de Rochester,» comedia en un acto y de «Las aceitunas,» id., N. 9:?, 27 de Septiembre de 1833.
«Varios caracteres,» N. 104, 13 Octubre 1833.
«Nadie pase sin hablar al portero ó los viajeros en Vitoria,» 18 Oc- tubre 1833.
«La planta nueva ó el faccioso,» Historia natural, IIG, 10 Noviem- bre 1833.
«La Junta de Castel ó Branco'» N. 120, 10 Noviembre 1833.
«Las Circunstancias,» N. 131, 15 Diciembre 1833.
«Representación de la comedia original en tres actos y en verso ti- tulada Un tercero en discordia de don Manuel Bretón de los Herreros,» N. 137, 29 Diciembre 183L
1834. ,
«Representación de La Mogigata» etc., N. 152, 2 Febrero 1834.
«Representación de El Sí de las ni fias,» N. 155, 9 Febrero 1834.
«Los tres no son mas que dos y el que no es nada vale por tres, mas- carada política,» N 159, 18 Febrero 1834.
«El Siglo en blanco,* N 167, 9 iMayo 1834.
«Hernán Pérez del Pnlga.s el de las hazañas, bosquejo Jiistorieo por don Francisco Martínez de la Rosa,» N. 176, 30 Marzo 1834.
«Representación de Un novio para la niña ('> la casa de huéspedes, co-
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media nueva original escrita en diversos metros,» N. 177, 1." Abril 1834 .
«El hombre propone y Dios dispone ó lo que ha de ser el periodista» , N. 180, 4 Abril 1834.
«Vidas de españoles célebres por don José Quintana», Tomo 3.*^, Nú- mero 184, 9 Abril 1834.
«Representación de la niña en casa y la madre en las máscaras, co- media original de don Francisco Martínez de la Rosa», N. 188, 14 Abril de 1834.
«Espagne poetique &», N. 197, 24 Abril 1834.
«Representación de la conjuración de Venecia. Año 1310. Drama his- tórico en cinco actos y en prosa de don Francisco Martínez de la Rosa», N. 198, 25 Abril 1834.
«Las Palabras», N. 209, 8 Mayo 1834.
«Representación de Numancia», tragedia en tres actos, N. 23G, 9 Ju- nio 1834.
«Jardines públicos», N. 24G, 23 Junio 1834.
«Representación de tanto vale cuanto tienes», comedia original en tres actos y verso, de don Ángel Saavedra, N. 2G0, 6 Julio 1834.
«Cartas de Fígaro á un bachiller su corresponsal», N. 285, 31 Ju- lio 1834.
«Segunda y última carta de Fígaro al bachiller su corresponsal des- conocido», N. 298, 13 Agosto 1834,
«Modas», N, 309, 24 Agosto 1834.
«La gran verdad descubierta», N. 321, 5 Setiembre 1834.
«El Ministerial», N. 332, IG Setiembre 1834,
18;í5.
«La Sociedad», N. 450, IG Enero 1835. «Un periódico nuevo», N. 460, 26 Enero 1835. «La Policía», N. 472, 7 Febrero 1835. «Por ahora», N. 475, 10 Febrero 1835.
«Literatura.— Poesías de don Juan B. Alonso», N. 484, 19 de Febre- ro 1835. .
«Carta de Fígaro á su antiguo corresponsal», N. 2, 2 Marzo 1835.
«El Hombre globo», N. 9, 9 Marzo 1835.
«La alabanza ó que me prohiban este», N. IG, IG Marzo 1^35.
«Un reo de muerte», N. 30, 30 Marzo 1835.
«Una primera representación», N. 34, 3 Abril 1835.
«La Diligencia», N. 47, 16 Abril 1835.
«El Duelo», N. 58,27 Abril 1835.
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«El Álbum*, N. 16, 3 iMayo 1835.
«Las antigüedades de Mórida», N. 82, 22 Mayo 1835.
«Las antigüedades de Mérida», N. 91, 30 Mayo 1835.
«Los calaveras. — Artículo primero», N, 94, 2 Junio 1835.
«Los calaveras. — Artículo segundo y conclusión», N. 97, 5 de Junio de 1835.
«Modos de vivir que no dan de vivir. Oficios menudos», N. 121, 29 Ju- nio 1835.
«La Caza», N. 128, G Junio 1835.
«Impresiones de un viaje», N. 142, 19 Julio 1835.
«Cuasi», Agosto 1835.
(34) Hé aquí los tres últimos partes dados por los módicos sobre la salud del Rey:
Excmo. Señor:
«El 19 de Julio último empezó el rey nuestro señor á quejarse de un dolor en la cadera izquierda: y aunque desde entonces no lia podido S. M. andar con libertad no ha habido necesidad de que haya guardado cama dia alguno. Mas notando que la constitución del rey va debilitándo- se por la inapetencia y por las vigilias, que hace mucho tiempo que padece á pesar de sor muy poco el dolor, lo participamos á Y. E. para su conoci- miento.— Palacio 27 de Setiembre de 1833. — Excmo. Sr. — Podro Castelló, Manuel Damián Pérez, Sebastian Aso Travieso, Excmo. Sr. sumiller de corpa de S. M.»
El dia 28, no pudo levantarse el rey del lecho.
«Ex<;mo. Sr.: S. M. el rey continúa en el mismo estado que ayer, ha- biéndose quedado hoy en cama. Dios guarde á S. E. muchos años. — Pala- cio 28 Setiembre de 1833,— Excmo. Sr.— Pedro Castelló, Manuel Damián Pérez, Sebastian Aso Travieso.-— Excmo. Sr. sumiller de corps de S, M.»
«Excmo. Sr.: Desde que anunciamos á V. E. con fecha de ayer el es- tado en que se hallaba la salud del rey nuestro señor, no se había observa- do en S. M. otra cosa notable que la continuación de la debilidad de que hablamos á V. E. Esta mañana advertimos quo se había hinchado á S, M. la mano derecha; y aunque este síntoma so presentaba aislado, temerosos do que sobreviniera alguna congestión fatal en los pulmones ú otra viscera de primer orden, le aplicamos \\n parche de cantáridas al pecho, y dos á las extremidades inferiores, sin perjuicio do los que en los dias anteriores se le habían puesto un los mismos remos y en la nuca. Siempre en especta- cion permanecimos al lado de S. M. hasta verlo comer y nada de particu-
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lar notamos, pues comió como lo había hecho en los di ais precedentes. Le dejamos en seguida en compañía de S. M. la reina para que se entregase un rato al descanso, según costumbre; mas á las tres menos cuarto, sobre- vino al rey repentinamente un ataque de aplopegía tan violento y fulmi- nante,que á los cinco minutos sobre poco más ó menos terminó con su pre- ciosa vida. — Palacio 29 Setiembre de 1833. — Excmo. Sr. — Pedro Castelló, Manuel Damián Pérez, Sebastian Aso Travieso.»
(Í15) La Literatura española en el siglo XIX, por el P. Francisco Blanco García, agustino. Profesor en el Real colegio del Escorial.— Con las licencias necesarias. — Madrid, Saenz de Jubera Hermanos, editores, Campomanes 10. — 1891.— Imprenta de Aguado.
Tres tomos en 4.*^, papel fino: buena impresión: notas en el texto. Dos partes: la primera XXI capítulos y al final resumen.
(30) Mis memorias intimas, por el teniente general don Fernando Fernandez de Córdova, marqués de Mendigorría. — (Viñeta). — Madrid; es- tablecimiento tipográfico «Sucesores de Rívadeneira», impresores de la Real casa.— 188C— 1888— 1889.
Tres tomos en 4.^ mayor, buen papel, esmerada impresión; en rústica. Contiene: Tomo 1 ^ Ante-portada, — (Retrato de Fernandez de Córdova con su autógrafo, dibujado 2^or Badillo). — .Dedicatoria. — Prólogo de don José de Castro y Serrano.— Informe elevado al director general de Instrucción pública por la Real Academia de la Historia sobre las cualidades del presente libro. — XIX capítulos.— índice —405 páginas.— Tomo 2.^ XIV capítulos y el índice — 407 páginas (una en blanco y cuatro de índice). — Tomo 3." XIX capítulos. — índice.— 526 páginas; 7 de índice y la última en blanco. — Fotograbados, á lápiz y pluma intercalados en el texto repre- sentando vistas, retratos, acciones do guerra, costumbres, episodios, tipos, planos, &., dibujados por Arturo Mélida, Ángel Lizcano, Marcelino Unce- ta. Rodríguez Tejero, Badillo, A. Perea, L. Cuevas, Luis Pellicer, etc.
El párrafo citado en el texto es como sigue:
«...Algunas veces después de tomar algo en el cafó, salía en compañía de todos los jóvenes ya citados y de algunos otros formando parte de la «Partida del trueno» en busca de aventuras y de lances por las calles de la capital, vigiladas apenas por los serenos y el malísimo alumbrado de los raros faroles de pésimo aceite que el municipio suministraba. Larra, una noche, con un cubo de almazarrón de que se había provisto y una brocha, embadurnó toda la caja amarilla del «cabriolé» del duque de Alba, que á
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la puerta de una casa esperaba con otros coches, no pudiendo reconocerlo el mismo duque, cuanio salió, por más que al despertar el cochero le ase- gurase que era aquel su propio vehículo.»
(Íi7) El Siglo: — Periódico. — Madrid. Imprenta de M. Calero y luego en la dó Repullos — Comenzó en 21 de EInero de 1831. — Terminó en 7 de Marzo del mismo ano, — Se publicaba los martes y viernes en 4 páginas.
Director, don Bernardino Nuñez Arenas.— Redactores, Ventura de la Vega, Nicomedes Pantor Diaz, Pablo Avecilla, José do Espronceda, An- tonio Ros de Olano, el duque de Frias, José Garcia Villalta, Joaquin Francisco Pacheco.
«Apenas apuntó en España la aurora de la libertad con la promul- gación del Estatuto, se hizo Espronceda periodista; su altivo pensa- miento no podía soportar el yugo de la previa censura. Contábase entre los redactores del «Siglo», do que era director don Bernardino Nufiez Arenas, propietario el señor Faura y censor el señor González Allende. Prohibidos por este los materiales destinados al número 14 del periódico más caliente de entonces, no sabían los redactores como salir do aquel apuro. Espronceda tuvo la oportuna idea do proponer que se publicara «El Siglo en blanco»: asintieron todos sin dificultad á la propuesta y al dia si- guiente se repartía su diario con los epígrafes de: «La amnistía». — «Polí- tica interior».— «Carta de don Miguel y don Manuel María Hazaña en defensa de su honor y patriotismo». — «Sobre cortes». — «Canción á la muer- te de don Joaquin de Pablo (Chapalangarra'». — De resultas fué vedada la publicación del «Siglo», y sus redactores tuvieron que andar á salto de mata para desorientar á los que de orden del gobernador civil iban en su busca.
Ferrer del Rio — «Galería literaria.» (Página 241.)
(3H) El Observador. — Diario político liberijl.— Madrid. — Imprenta de T. Jordán y en la L. 'Fernandez Ángulo. — Comenzó á publicarse en 15 de Julio de 1H34 — Terminó en Abril de 1835.
Director: Don Antonio María Alcalá Galiano.
En este periódico se publicaron los siguientes artículos de Fígaro:
«Segunda carta de un liberal de acá á un liberal de allá». — N. 85. — 7 Octubre de 1834.
«Primera contestación de un liberal de allá á un liberal de acá». — N. 93.-15 Octubre de 1834.
«La cuestión transparente». — N, 97. — 19 Octubre de 1834.
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«¿Entre qué ^^entc estamos?» — N. 110 — 1 Noviembre de 1834.
«Dos liber£iles ó lo que es eutenclerse». — Primer artículo. — N. 122. — 13 Noviembre de 1834.
«Dos liberales ó lo que es entenderse». — Segundo artículo, — N. 125. —16 Noviembre 1834.
«La vida de Madrid». — N. 151. — 12 Diciembre 1834.
«Bailes de máscaras». — (Billetes por embargo), — N. 156. — 17 Diciem- bre 1834.
(39) Anastasia ó la recompensación de la hospitalidad. Anécdota histórica de un casto amor contrariado, por el doctor don Antonio Márquez y Espejo, presbítero, pensionado por S. M. y beneficiado titular de la parroquia de Alberique.— Valencia 1826, imprenta de J. Mompié.
Un tomo en 8.'^ menor: papel hilo, buena impresión, en pasta. 176 páginas.
— El Engaño feliz.— Novela ejemplar que manifiesta los principios á que se exponen las incautas doncellas en dar oidos á los jóvenes y á los falsos consejos de una falsa amiga, por don Mariano Madramau}^ y Cala- tayud. — Imprenta de los Hermanos de Orga y por Ildefonso Mompié. — Valencia. 1827.
Un tomo en 8.*\- papel hilo, (cita de Fuster).
(40) Maria de Courtenay ó el amor y la virtud: obra escrita en francés por M. S. traducida al castellano por doña María del Carmen Obispo y Merino, y dedicada al Rey Nuestro Señor. — Madrid. 1829.— Librería de Rodríguez, calle Carretas.
Un tomo en 8.**: papel hilo, buena impresión, en rústica, con cubierta de color.
— Don Quijote con faldas ó perjuicios morales de las disparatadas novelas: obra escrita en inglés sin nombre de autar y en castellano, por don Bernardo María de Calzada.— Madrid, 1829.— Librería de Orea, calle de la Montera,
Tres tomos, en dos volúmenes on S^: papel hilo: buena impresión.
— Celina. Novela helveciaria con la del impío y Amalia, por Antoni- no de Geronval, vertidas al castellano, por don Mariano de Rementería y Fica.— Madrid, 1830.~En 8."
— Avelina ó la Abadía en la Selva. — Novela histórica escrita en in- glés por Mis Ana de Radeliff, autora de «Julia ó los subterráneos del Castillo de Mazzini» y de otras muchas obras.— La publica en español
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don Santiago de Al varado y de la Peña, escribano de S. M. y del ilustre colegio de Madrid, traductor y reformador de la «Enciclopedia de la Juventud,» autor de los «Elementos de historia general de España, desde el Diluvio hasta el año 18*2(),» editor de otras varias obras de jurispruden- cia y literarias, — Madrid 1830. Imprenta de I. Sancha: librería de Dochao.
Cuatro tomos en 8.*^*: buen pipol ó impresión: á cada uno acompaña una lámina.
— Gómez Arias ó los moros de las Alpujarras. Novela histórica escri- ta originalmente en inglés por el español don Telesforo Trueba y Cosió, y traducida libremente al castellano por don Mariano Torrente. — Madrid. — 1831. Imprenta de Moreno.
Tres tomos en 8.^: pa}>el hilo en rústica. A cada uno acompaña una lámina.
— Grecia ó la Doncella de Misolonghi, por don Estanislao de Cosca Bayo. — Valencia. — 1830. — Un tomo en 8."
— Sofia y Enrique. Novela escrita por la señora doña Vicenta Matu rana de Gutiérrez. — Cádiz ¿t 1829
Dos tomos en 8.": esmerada impresión: en rústica.
—La Torre Gótica. Novela por don Isidoro Villarroya. — ^Valencia — 1830.
Tres tomos en 8,°
— Los Españoles Náufragos ó correspondencia de dos amigos. Nove- la original, por doña Segunda Martinez de Robles. — Madrid 1831, Impren- ta de N. Llorenci.
Dos tomos en 12."
— El Conde do Gandespina. Novela histórica original, ))or don Patri- cio de la Escosiira, Alférez del escuadrón de Artillería de la Guardia Real. Madrid 1833. — Librería de Escamilla, calle Carretas.
Dos tomos en 1(5." prolongado: papel hilo: en rústica.
— Tancredo en Asia. Novela por don Juan Cortada. — Barcelona 1H31.
— El golpe en vago. Cucuio do la 18."' centuria, por don José García de VillaUa: Madrid: 1S33. Imprenta de Repullos. Gabinete literario.
Seis tomos en 8.**: buen pa})el ó impresión.
(II) El Doncel de D. Enrique el Doliente.- Historia caballeresca del siglo XV por don Mariano José de Larra (tomo I.) Madrid — Imprenta de RepuUés 1834 (toda la portada va, dentro de una orla ancha de adorno de escaso gusto.)— Cuatro tomos en 8.": papel hilo: buena impresión
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Contiene: Tomo I. — Anteportada. — Portada. — Texto (del capítulo I al XI) 173 páginas. — Tomo II. — Anteportada. — Portada. — Texto (del capítu- lo XII al XXI) 175 páginas. — Tomo III. — Anteportada. — Portada. — Tex- to (del capítulo XXII al XXXI) 172 páginas.— Tomo IV.— Anteportada. — Portada. — Texto (del capítulo XXXII al XL). — Continuación de la lis- ta de suscritores á la colección de novelas históricas originales españolas. — Madrid, Cádiz, Córdoba, Teruel, Jerez, Murcia, Salamanca, Valencia, Valladolid, Zaragoza. — Nota. «No habiendo llegado á tiempo las listas de los suscritores de algunas Provincias, se pondrán en el último tomo de la tercera novela de la colección titulada «Sancho de Saldaña ó el Castellano de Cuellar.» — En los puntos donde se suscribe á esta colección, se hallan en venta sueltas las dos novelas tituladas «El Primogénito de Alburquer- que» y «El Doncel de don Enrique el Doliente» á 32 reales en rústica y 40 en pasta cada una, en Madrid y 3G en provincias en rústica. — Se suscribe á esta colección en Madrid en la librería de Escamilla á G reales tomo, en rústica y 8 en pasta y siete en las provincias en rústica»! — 193 páginas }'■ tres sin numeración.
— «El Doncel de don Enrique el Doliente» — Historia caballeresca del siglo XV. — Segunda edición. Madrid: 1838. Imprenta de Repullos.
Cuatro tomos en 8.*^: papel hilo: buena impresión: en rústica.
— «El Doncel de don Enrique el Doliente». Historia caballeresca del siglo XV por don Mariano José de Larra, edición ilustrada, — Madrid: Li- tografía de Martinez, plaza de Oriente número 10; calle del Desengaño número 10. Urrabieta y Martinez, editores. — 1852-1854. — Imprenta de don Julián Peña, calle do María Cristina número 8, cuarto principal; calle Cava Alta número 44.
Dos tomos en folio: buen papel, esmerada impresión; en rústica; texto con orlas; litografías á dos tintas tiradas aparte, y dibujos á pluma en los principios y terminaciones de los capítulos.
Contiene la obra: Tomo I. — Anteportada alegórica á dos tintas; Por- tada; retrato del autor con su autógrafo; dedicatoria «A la memoria de Pígaro, los artistas editores»; prólogo por don Luis Mariano de Larra; texto, del capítulo I al XX; 19 láminas; 177 páginas, una en blanco, otra de índices y la última en blanco también, sin numerar.
Tomo II. — Anteportada alegórica á dos tintas; portada; texto, del ca- pítulo XXI al XL; 19 láminas; 179 páginas y una de índice sin numerar.
Las láminas sueltas y los dibujos intercalados en el texto son debidos al lápiz de Urrabieta. Esta edición se publicaba por entregas, constan- do de 38.
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A más de las tres ediciones citadas conozco las siguientes: Barcelona (18B8). Méjico (sin fecha). Puerto Rico (sin fecha).
«El Doncel» va también incluido en las obras completas de Larra, pu- blicadas en Paris, Madrid y Barcelona.
(4JSÍ) Curso histórico-crítico de Literatura Española , por don Jo- sé Fernandez-Espino &. — Sevilla, imprenta y librería calle de las Sier- pes, ¿t. 1871. — Tomo en 4.^: páginas 1G5.
(45i) Los autores que más estensamente han escrito últimamente acer- ca de D. Enrique de Villena, son don Marcelino Menendez Pelayo, en su «Antología de poetas líricos castellanos» & (Madrid. 1894) tomo V pági- nas '27 á 50: Introducción, y don Emilio Cotarelo, que dedicó un tomo en- tero al estudio de tan interesante personaje. (Don Enrique de Villena. Su vida y obras — Madrid, Est. tipográfico «Sucesores de Rivadeneyra». Pa- seo de San Vicente, núm. 20. 189G. 8." may. 178 pags y una hoja blanca al fin.)
D. Felipe-Benicio Navarro, reprodujo el «Arte cisoria» de don Enri- que de Villena «con varios estudios sobre su vida y obras y muchas notas y apéndices» (Barcelona: Imprenta do Xía Renaixensa, por Pedro Aldavert etcétera. Mayo 1879) y dedicó una introducción de LXXXVI páginas, á estudiar al maestro de Calatrava que tanta influencia tuvo en el reinado del rey Doliente.
(44) Sancho de Saldaña ó el Castellano de Cuellar. Novela por don José de Espronceda — Imprenta de Repullos, 1834 — Madrid.
(45) Sepúlveda en eu interesante libro «El Corral de la Pachoca»pu. blicó las listas de las compañías dramáticas que actuaron en Madrid en la época á que me refiero, dando no pocas curiosas noticias anecdóticas de García Luna, González Mato, Latorro, Guzman, Romea y otros actores muy apludidos del público en los dias en que vivía*Larra.
(46) «Teatro de la Cruz». Este teatro se labró de nuevo á expensas de Madrid por el año de 1737 bajo las trazas y dirección del corruptor Ribe- ra, que tantas pruebas dejó de su mal gusto Este edificio es una de ellas, y ni su fachada irregular, ni su interior mal dispuesto con un pobre esce-
nario, son á propósito para el objeto. En el año anterior se ha pintado y decorado, pero sus defectos capitales son imposibles de remediar no derri- bándole. Hasta su situación es ridicula, en una rinconada, cuyo acceso es por calles estrechas y mal dispuestas, lo que ocasiona gran incomodidad. En este teatro se ejecutan con más frecuencia las comedias antiguas espa- ñolas, las óperas bufas y de poco aparato, y rara vez tragedias y dramas. Es capaz de 1318 personas, y su entrada llena produce 10.087 rs. y 22 ma- ravedises. Los precios son: palcos ))ajos Gá rs.; id. principales GO; id. se- gundos 48; id. por asientos 10 rs. la delantera y 8 lo demás; lunetas prin- cipales 12 rs., Ídem segundas 8 y G rs.; asientos de patio 4 rs.; sillones 11 y 10; galerías 8 y G; tertulia delantera 8 rs. y 4 los demás asientos. Cazue- la para mugeres 8, G, 5 y 4 rs. y medio, todo con aumento de dos cuartos en billete para ciertos establecimientos de beneficencia; desde este año, los primeros dias de ópera se cobra la tercera parte mas en los palcos, lu- netas, delanteras y sillones. Las mugeres están separadas de los hombres, y ocupan la mitad de la tertulia y la cazuela. Solo (ístán juntos ambos se- xos en los palcos por asientos. Se representa todas las noches, variando la hora de principiar según las estaciones; y en invierno también ha}»- otra representación en cada teatro los dias de fiesta á las cuatro de la tarde.
«Teatro del Príncipe » Fué á costa de la Villa en el año 1745, pero habiéndose quemado, se volvió á reedificar en 180G bajo los planes y dirección del arquitecto Villanueva, que sacó el partido posible del escaso terreno, é hizo un teatro decente, nunque pequeño, dándole un soportal y cinco entradas en una fachadita muy sencilla, y conservando para la escena un local proporcionado. Últimamente se le ha pintado y adornado con medallones en la bóveda, que contienen los retratos de los poetas célebres españoles, y una alegoría en el techo que representa á Apolo después de haber vencido á la serpiente Pithon, en cuya elección, tanto de la fábula como do los retratos, no ha habido el mayor tino. En este teatro, como mas regular, se representan mas l'recuentemente tragedias y óperas serias de gran aparato, para lo cual da lugar el escenario, siendo decoradas magníficamente, y vestidos los actores con toda i)ropiodad y lujo, en lo cual se ha adelantado mucho de pocos años á esta parte, y prin- cipalmente desde que ambos teatros están á cargo de una empresa. Este teatro es capaz de 128G personas, y está repartido lo mismo que el de la Cruz. Las representaciones son también diarias, y las horas y precios los mismos que en aquel, excepto que en este todos los sillones son á 10 rea- les, y todas las galerías á 6. La entrada llena es.9,GG9 reales y 12 mara- vedises.
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Manual de Madrid, descripción de la Corte y villa & por don Ra- món de Mesonero Romanos .. Madrid: Imp. de D. M. de Burgos —1 de Enero 1833.
Tomo en 8.^: papel hilo: láminas, (páginas 296 a 298.)
(47) A estas citadas óperas apuntaré entre otras que gozaban do gran boga, «Blanca y Fallero, » «Semíramis,» «El Pirata,* «La Extran- jera.» «El Califa», etc.
(48) Por no hacer mas cansada la lectura de estas notas que lo van siendo, de los dramas más aplaudidos hacia 1835 y 183G, solo citaré los nombres de algunos que merece recordarse.
Tales son: «El Delirio,» «El Fatricida,» «Los funestos efectos de una pasión contrariada,» «El hombre de bien,» «Ricardo Darlington,» «Catalina Howar,» «Margarita de Borgoña,» «El mayor contrario amor,» «Juan de Calais», etc., etc
(49) Agustín Eugenio Scribe nació en París á 25 do Diciembre de 1791.
Dio al teatro infinidad de piezas dramáticas, comedias, etc., entre las que son mas famosos «El Vampiro,» «El Gastrónomo sin dinero,» «Fra Diavolo,» «Los Diamantesde la Corona,» «El arte do conspirar,» «El vaso de agua,» etc. Scribe falleció en 20 de Febrero de 18G1.
(50) Víctor Enrique José Brahuin Ducange, nació on La Haya, en 25 de Noviembre de 1783. escribió muchas novelas, por algunas de las cuales fué perseguido. Su obra más famosa en el teatro fué el drama «Treinta años ó la vida de un jugador», estrenada en 1827 en Francia, y que no tardó en hacerse popular en España. Falleció Ducange en Paris en 15 de Octubre de 1833.
En el tomo XIV de la «Biografía general» de Didot, se encuentra una completa lista de las producciones de Ducange.
(51) Don Juan de Austria ó la Vocación. — Comedia en cinco ac- tos y en prosa, escrita en francés por Mr. Casimiro Delavigne, traducida al castellano por don Mariano José de Larra. — (Teatro Selecto. Reunido y anotado por don Cayetano Vidal Valenciano. Barcelona, & , &. Tomo VI).
(5ÍÍ) Felipe. — Comedia original en dos actos y en prosa, por don
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Mariano José de Larra. — Segunda edición — Madrid, 1838. — Librería de Cuesta,
Folleto en 8 ^'i regular impresión.
(53) He aquí el artículo publicado por «El Eco del Comercio» dan- do cuenta del estreno del drama de Larra, que me parece de interés y cu- riosidad reproducir,
— Teatro del Príncipe. =«:«Primera representación del «Macias», dra- ma histórico en cuatro actos y en verso por don Mariano José de Larra». — El nombre solo de Macias despierta en todos los aficionados á la litera- tura española, el interés más tierno por este desgraciado amante que pagó con su vida la firmeza de su amor; su lamentable fin no ha sido olvidado por el trascurso de los siglos, su nombre vive en el corazón de los poetas y de los enamorados, como si la composición de tantas generaciones se empeñara en aliviar los dolores ó en compunsar la mala ventura del ena- morado doncel. La poesía de aquellos sencillos tiempos se encargó de tras- mitir á los venideros los desdichados amores de Macias y hasta el grave Juan de Mena, miró como un deber el recordarlos en su Laberinto: ¿qué amante de las musas no conoce estos versos?
«Tanto anduvimos el cerco mirando á que nos hallamos con nuestro Maclas el que de su vida tuvo fin amando y vimos que estaba llorando los dias &., &,»
...Este interés que excita la memoria de Macias, si bien es una dispo- sición favorable para ser representadas sus desgracias, es una dificultad más para el poeta dramático y se necesitan muchos esfuerzos para que se aumente en vez de amenguar la simpatía que ya de antemano por su hé- roe se sentía, ¿Ha logrado el señor Larra vencer esta dificultad? El públi- co ha respondido antes que nosotros y los numerosos aplausos que arran- caron varias escenas del «Macias», son la más cierta señal de que su autor ha sabido hacer que no se debilite en lo más mínimo el interés positivo y real que tenía antes de ser espectador de su drama. Sin tener ningún mo- delo que imitar, sin llamar en su auxilio accidentes extraordinarios, sin ceñirse á las reglas de las diversas escuelas que hoy florecen en el teatro, pero sujetándose á los del buen gusto, sin ver en Macias otra cosa «que un hombre que ama y nada más», el autor ha cautivado la atención del públi- co y ha logrado entretener su curiosidad como si el argumento fuera des- conocido.
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Ya se ve desde luego que son cuatro los principales caracteres de este drama. El maestre de Calatrava está pintado tal cual nos figuramos á los señores de aquellos tiempos: caprichoso intrigante, poco escrupuloso en los medios de mediar, posponiendo el respeto y el cariño que debe á su mujer á las honras y dignidades, dado á la astrología judiciaria y mal mi- rado por esto del vulgo orgulloso y violento, pero sin embargo pundonoro- so, como noble castellano en todo lo tocante á ley del duelo. Estando pró- ximo el que había de verificarse entre Maclas y su escudero, y viendo fla- quear el valor de éste, le dice con severidad:
«Pues pensar en revocarlo ni puedo ni es oportuno, ni es bueno que vos quedéis que cobarde en este asunto siendo mi escudero....»
Fernán Pérez es bajo y servil con su señor y soberbio con el viejo Ñu- ño, ansioso de poseer á Elvira sin cuidarse de ser amado, enemigo de Ma- clas, á quien le ha quitado la gracia del maestre, cuyo ingenio afecta des- preciar pero cuyo brazo teme y por último es rencoroso y cobarde. Vivos son los colores con que está retratado este personaje; pero todavía quisié- ramos que lo fuera más aun, cuando bastan para hacerle solamente odioso y despreciable las bellas cualidades de su antagonista. Macías es galán, valiente, discreto, honrado, caballero y sobre todo amante puro y firme de la bella Elvira.
Mas si hemos ie decirlo todo, diremos que el poeta le ha presentado en ocasiones con tono jactancioso que ni aun en aquellos tiempos conven- dría á un doncel, y sin el cual acaso sería más interesante: de este modo también se evitaría que el maestre de Calatrava usase de la gravedad y de la autoridad que el mismo autor le concede.
Pero el amor excusa esta falta si lo es, ¿y quién no la tendría por una mujer como la Elvira del «Macías»? Aquí es donde á nuestro entender ha estado más feliz el señor Larra, y no alcanzamos que pueda añadirse nada que dé realce á este personaje tan delicadamente dibujado.
Estos son los caracteres que hallamos en el «Macías», porque no debe entrar en este rango el padre de Elvira, que concluido el primer acto ape- nas se presenta en la escena; ya sea dicho de paso, quisiéramos que el se- ñor Larra hubiese evitado la necesidad de sacar un personaje para arrin- conarlo al momento.
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Hetratadas bien las personas, es claro que se ha vencido la primera dificultad en una composición dramática y que solo falta que la acción ca- mine como en el «Hacías», con aquella progresión tan difícil de graduar que ha sido bien entendida por el señor Larra.
Desembarazada de episodios, unida con incidentes anexos y naturales tiene la acción toda la rapidez necesaria para satisfacer la curiosidad del espectador y el desenlace está preparado de modo que sin sorprender inte- resa sobre manera. Mucho puede contribuir al buen éxito que ha tenido este drama la versificación que en general es fácil y rica; hay trozos tan acomodadcs á la situación del interlocutor y sobre todo, que expresan tan tiernamente los sentimientos del amor que ellos solos forman á veces el mérito principal de algunas escenas.
Nos alargaríamos demasiado si fuéramos á presentar todas las bellezas de esta composición; el público supo distinguirlas y premiarlas con sus aplausos.
También lo recibieron los actores que hicieron cuanto estuvo de su parte, aunque alguno de ellos no fuera el más apropósito para el papel que desempeñaba, cDmo el señor Mata, cuj^a voz no tiene la fuerza que re> quería del maestre de Calatrava. La señora Concepción E^odriguez escitó como siempre la admiración y el entusiasmo de los espectadores y solo por el deseo de que en ella no se halle nada que reparable sea, nos atrevemos á indicarla, que acaso no convendría tanta celeridad, tanta rapidez en la recitación de algunos versos. El señor Latorre y los demás actores se es- meraron como tienen por costumbre, y confirmaron la opinión de que justa- mente gozan, pero se notaron algunas ligeras faltas como se notan en toda primera representación. También la empresa merece las gracias por la propiedad y lujo con que decoró la escena; todo fué bueno y digno del dra- ma y de la concurrencia.
Felicitamos al señor Larra por la elección del asunto y el modo de desempeñarlo y por la impresión que produjo en el público. ¿Qué her- mosa no quisiera hallar un amante como Macías? ¿Quién no adorará á una Elvira?...
— El Eco del Comercio. — Madrid. — Edición de las provincias. — Nú- mero 149 — Viernes 26 de Setiembre de 1834.
(54) Don Alvaro ó la fuerza del sino. Drama original en cinco jor- nadas y prosa y verso, original de don Ángel Saavedra, estrenado en el teatro del Príncipe el 22 de Marzo de 1835. — Madrid. Imprenta de Kepu- llés etc. 1835.
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Folleto en 8 ": regular papel é impresión en rústica: cubierta de color.
Blanca de Borbon. Tragedia original en cinco actos. Su autor don
Antonio Gil y Zcárate.— E-epresentada por primera vez en el teatro del Príncipe el dia 7 de Junio de 1835. — Madrid: 1835. Imprenta de Repullos'. Librería de Cuesta.
Un folleto en 8.^ mayor: papel hilo: regular impresión. IV-90 pá- ginas.
— El Trovador. Drama Histórico caballeresco, en cinco jornadas, en prosa y verso, por don Antonio Grarcía Gutiérrez. — Madrid 1836, — Un fo- lleto en 8.^
(55) Maclas. Drama histórico en cuatro actos y en verso por don Mariano José de Larra (adorno). — Madrid: Imprenta de Repullos: año de 1835.
Folleto en 8.": baen papel é impresión: VIII páginas de preliminares y 108 de texto; en rústica: cubierta de color. Contiene: Anteportada. — Por- tada.— «Dos palabras» «Personas». — «Acto primero» (de la página 1 á la 26). — «Acto segundo» (de la 27 á la 55). — «Acto tercero» (de la 56 á la 89). — «Acto cuarto» (de la 90 á la 108). — Las acotaciones van al pie de las páginas en forma de notas.
Este drama se estrenó en el teatro del Príncipe la noche del 24 de Setiembre de 1834. Los principales personajes los representaron los acto- res siguientes: «Macías» don Carlos Latorre, «Don Enrique de Villena» González Mate y «Elvira» Concepción Rodríguez.
Conozco también la edición siguiente:
— Maclas. Drama histórico en cuatro actos y en verso, por don Ma- nuel José de Larra. — «Segunda Edición». — Madrid: 1837. Imprenta de los hijos de doña C. Piñuela — Librería de Cuesta.
Folleto en 8.*^ mayor: regular papel é impresión, 84 páginas: cubierta de color: en rústica.
(5tt) El Arte de Conspirar. Comedia en cinco actos y en prosa. — Traducida del francés por don Ramón de Arríala. — Madrid: 1835. Impren- ta de J. M. Repullos.
Un tomo en 8.*^ buen papel é impresión: 120 páginas: en rústica Esta comedia escrita por el popular y aplaudido autor tan en boga en su época Mr. Eugenio Scribe, se estrenó en París en 1833 y traducida por Larra, en el teatro de la Cruz de Madrid, la noche del 17 de Enero de 1835
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siendo en ella muy aplaudido el famoso actor don José García Luna, que interpretó el papel de «Rantzan».
Después de esta primera edición de 1835 se hicieron dos más y la úl- tima que conozco es la siguiente:
— El Arte de Conspirar. Comedia en cinco actos y en prosa, tradu- cida del francés por don Ramón de Arríala. — «Cuarta Edición» 1843, Ma- drid: Imprenta de Yenes.
Folleto en 8,°: regular papel é impresión.
Va incluido este drama en la colección del Teatro Selecto de don Ca- yetano Vidal y Valenciano,
(57) Partir á tiempo, — Pieza en un acto del célebre Scribe, tradu- cida por «don Ramón de Arríala.» — Madrid 1835. Imprenta de Repullés, Librería de Cuesta,
Folleto en 8.*, buen papel é impresión: II — 38 paginasen rústica, cubierta de color.
(58) ¡Tu amor ó la muerte! — Comedia en un acto y en prosa, de Mr. Scribe, traducida por don Ramón Arríala. — Madrid 1833. Imprenta de Repullés, Librería de Cuesta.
Folleto en 8.", papel hilo, regular impresión, 46 páginas. Esta obra se encuentra en «La Calería Dramática »
(59) Un desafío ó dos horas de favor.— Drama en tres actos y prosa, arreglado al teatro español, por don Mariano José de Larra. — Segunda edición. — Madrid 1840: Imprenta de Repullés, librería de Cuesta.
Folleto en 8.^ mayor, regular papel é impresión: 42 páginas. Figura en «La Galería Dramática.»
(60) El Conde Fernán González y la Excencion de Castilla.—
Drama histórico original en cinco actos y en verso, por don Mariano José de Larra.
Personajes. — Fernán González, conde de Castilla.— Doña Sancha, su muger. — Don Sancho el Gordo, rey de León y Oviedo. — Doña Teresa San- cha, su madre. — El conde don Ñuño Ansurez, privado del rey. — Don Gon- zalo Diaz, privado de Fernán González. — Don Osorio, conde Monzón. — Sisebuto, secretario de Fernán González. — Don Diego Laines, rico-hom- bre de Castilla. — Don Ñuño Laines. — El Alcaide de la torre de León. — Un heraldo. — Ricos-hombres de Castilla, — Ricos-hombres de León y Ovie-
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do. — Soldados Castellanos. — Soldados de León. — Un criado de Palacio. — Pueblo de León.
La escena es en León, corte del rey don Sancho.
(61) «Cuentan que Sancho, rey de León, prendóse de un hermoso caballo y de un halcón muy hábil que Fernan-Gonzalez tenía y no querien- do admitirlo en conceptos de regalo, aunque el Conde se empeñó en ello, los adquirió en precio elevadísimo, comprometiéndose de no pagarlos el dia que se designó, á satisfacer doble cantidad por cada dia que trascu- rriese. El rey no satisfizo la deuda en el plazo señalado, y al cabo de siete años, resentido el Conde de Castilla con el monarca leonés, por los malos tratamientos que había recibido, reclamó el pago do la deuda; y como se halló entonces que la suma había subido tanto, que no había en el tesoro Real dinero para satisfacerlo, Sancho indemnizó á Fernán Gfonzalez, con- cediéndole la independencia de Castilla.» (Lafuente. — «Historia Greneral de España.)
(63) Fígaro: Colección de artículos dramáticos, literarios, políticos y de costumbres, publicados en los años 1832, 1833 y 1834 en «El Pobrecito Hablador,» «La Revista Española» y «El Observador,» por don Mariano José de Larra. Tomo piñmero. — Madrid: Imprenta de Repullés. Año de 1835.
En 8.", buen papel é impresión, XIL193 páginas, una en blanco, otra de índice y la ú'tima en blanco también: contiene Anteportada, Portada, Lema, Introducción, índice (23 artículos).
Fígaro: colección de artículos dramáticos, literarios, políticos y de costumbres, publicados en los años 1832, 1833 y 1834 en «El Pobrecito Hablador,» «La Revista Española» y «El Observador,» por don Mariano José de Larra. Tomo segundo. — Madrid: Imprenta de Repullés: Año 1835.
En 8.", buen papel é impresión VII pág. (sin numerar) 133, y la últi- ma en blanco: contiene Anteportada, Portada, Lema, índice, 33 arríenlos (los 4 últimos inéditos.)
Fígaro: colección de artículos dramáticos, literarios, políticos y de costumbres, publicados en los años 1832, 1833 y 1835 en «El Pobrecito Hablador,» «La Revista Española» y «La Revista Mensagero» por don Mariano José de Larra. — Tomo tercero,' — Madrid: Imprenta de Repullés-, Año 1835.
En 8.**, buen papel é impresión, VIII pág. (sin numerar), 192 nume- radas: contiene Anteportada, Portada, índice. Lema, Texto, lista de los
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suscritores ala obra, en Madrid, Valencia, Clrnnada, Barcelona, Vallado- lid, Cádiz, Zaragoza, Salamanca, Málaga, Ferrol, Murcia, Sevilla, Cór- doba, Jerez.— Puntos de venta en Madrid y provincia.
Fígaro: colección do artículos dramáticos, literarios, políticos y de costumbres, publicados en los años 1832, 1833, 1834, 1835 y 1836 en «El Pobrecito Hablador^» «La Revista Española,» «El Observador,» «La Re- vista Mensajero» y «El Español,» por don Mariano José de Larra. — To- mo cuarto. — Madrid; Imprenta de don José M. Repullés, 1837.
En 8.", buen papel é impresión, VI páginas (sin numerar), 182 nume- radas y las dos últimas sin número: contiene Portada, Lema, índice, Texto. — Puntos de venta. — Anuncio de otras obras del autor, (120 ar- tículos.)
Fígaro: colección de artículos dramáticos, literarios, políticos y de costumbres, publicados en los años 1832, 1833, 1834, 1835, 1836 y 1837, en «El Pobrecito Hablador,» «La Revista Española,» «El Observador,» «La Revista Mensagero,» «El Español» y «El Mundo,» por don Mariano José de Larra. — Tomo quinto.— Madrid: Imprenta de don José M. Repu- llés, 1837.
En 8.^, buen papel é impresión, IV pág. (sin numerar), 193 numeradas y dos sin numerar también: contiene Portada, Lema, índice (22 artículos.)
(63) Véase la lista de suscritores que vá inserta al fin del tomo 3.^ de los artículos de Fígaro. — (Madrid: 1835).
(04) «Los suscritores de la obra titulada Fígaro, por don Mariano José de Larra, acudirán á la librería de Escamilla á recoger el segundo tomo que contiene además de los artículos ya citados, cuatro más inéditos cuyos títulos son: «La calamidad europea», «Tercera carta de un liberal de acá á un liberal de allá», «Lo que no se puede decir no se debe decir», «Revista del año 1835». La favorable acogida que ha merecido al público esta obra, ha estimulado al editor á publicar un tercer tomo que contendrá varios artículos inéditos del mismo autor. Los suscriptores entregarán su importe al recoger el tomo segundo.»
«Graceta de Madrid» 23 Abril de 1835.
(65) «D. José M. de Negrete Cepeda y Adorno, 5.^ Conde del Cam- po de Alange, 4.^ marqués de Torre-Manzanal, nacido en el Corral de Almaguer en 1812, elevado á la grandeza de España de 1.* clase por la Reina Grobernadora en real cédula de 25 de Noviembre de 1835: en lo me-
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jor de su edad, siendo coronel de milicias provinciales y ayudante de cam- po del general en jefe, fué gravemente herido en el sitio de Bilbao el 5 de Diciembre de 188G, ganando la cruz de San Fernando laureada y de resultas de cuya herida falleció en Portugalete el 12 inmediato.»
(J. Fernandez de Bethencourt. «Anales de la Nobleza de España». — Anuario de 1890. X Madrid. Librería de los señores Liñan y Compañía, Infantas 18 (plaza de Bilbao) 1890 Páginas G2 á 64).
(66) Voyage pittoresque en Espagne, en Portugal et sur la cote d'Afrique de Tánger á Tetouan; par J. Taylor, Ohevalier de l'ordee royal de la Legión d'Honneur, et l'un des auteurs des voj-agos pittoresques dans L'ancienue France — Planches deuxieme partie.— P^.ris.— Libraire de Gide Fils, Rué Saint-Marc N. 20 MDCCCXXXII. p
Tres tomos en folio: magnífico papel y esmerada impresión; láminas grabadas en acero. Tomo I Texto. — Tomo II Láminas y explicación. — To- mo III Láminas y explicación.
Posee el ejemplar que he visto de esta obra el marqués de Jerez de los Caballeros.
Las láminas dicen al pié: «F. Taylor det— W Cook^ scidijt. A Paris, choz Gride.— London. — R. Jennings.»
(67) Me voy de Madrid, comedia en tres actos. — Representada por primera vez en el teatro de la Cruz el dia 21 de Diciembre de 1835. — («Obras de don Manuel Bretón de los Herreros» Madrid: imprenta de Mi- guel Ginesta, calle de Campomanes número 8. — IH^o 1884. — Tomo I, pá- ginas 323 á 354.)
Personajes: Tomasa. — Manuela. — Amparo. — D. Joaquín. — D. Hipóli- to.— D, Serapio. — Lucas. — La escena es en Madrid: el acto primero en ca- sa de D. Fructuoso; el segundo en el jardín de la de D. Hipólito y el ter- cero en la de D. Joaquín.
Acto primero: XII escenas Acto segundo: X escenas. Acto tercero: XXI escenas. ,
# (68 y 6S>) D. Manuel Bretón de los, Herreros tenía ya escritas y es- trenadas en los teatros de Madrid 24 obras, entre dramas, comedias y pie- zas á fines de 1835, la mayoría de las cuales se habían recibido con gene- ral aplauso; había redactado en varios periódicos y dado á luz diversos folletos.de poesías satíricas como el titulado «Contra el furor filarmónico», que mereció la mejor acogida de la gente de letras.
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Ferrer del Río habla del estreno del «Me voy de Madrid», en la bio- grafía que escribió de Bretón de los Herreros, en la «Galería de la litera- tnra española (páginas 132 á 1B4,)
(70) El Español.— Madrid, Imprenta de «El Español» y en la Com- pañía Tipográfica á cargo de C. Wood durante la primera época. — Comen- zó en 1.^ de Noviembre de 1835, continuó en varios tamaños hasta el 31 de Diciembre de 1837, — La segunda época comenzó en 1845 y terminó en 1848.
Directores: D. Andrés Borrego, luego don Juan E. Izaga, don Joa- quín Francisco Pacheco y don José García Villalta.
Redactores: D. Mariano José de Larra, don Ignacio Escobar, don Luis Bravo Murillo, don Manuel Pérez Hernández, don José Zorrilla y otros muchos.
Texto: Artículos políticos, Teatros, Toros, Actualidades, Artículos li- terarios. Tribunales, Noticias, etc.
Los principales artículos que publicó «El Español», son los si- guientes:
1836.
—«Fígaro de vuelta».— 5 Enero 1836.
— «Buenas noches». — 30 Enero 183G.
—«Dios Nos asista».— 3 Abril 1836.
— «Literatura». — 18 Enero 1836.
—«García de Castilla». — 22 Enero 1836.
—«Teresa». — 5 Febrero 1836.
—«Carta de Fígaro á don Pedro Pascual Oliver». — 27 Febrero 1836.
—«Teatros».— 1.^ Marzo 1836.
— «De la sátira y de los satíricos». — 2 Marzo 1836
—«El Trovador».— 4 y 5 de Marzo 1836.
— «Las fronteras de Saboya». — 10 Marzo 1836.
— «De las traducciones». — 11 Marzo 1836,
— «Catalina Howard». — 23 Marzo 1836.
— «Beneficio del señor López».— 26 Marzo 1836. «
— «Los Barateros». — 19 Abril 1836.
— «Fígaro al director de «El Español».— 23 Mayo 1836.
— «Aben Humeya^. — 12 Junio 1836.
— «Está loca.» — Drama nuevo en dos actos, & &. — Núm. 230 — 17 de Junio de 1836.
— «Panorama matritense».- 19 Junio 1836 (art. I.^),20 Junio (art 2 *^)
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— «Antony».— 23 Junio 183G (art. 1.^), 25 Junio (art. 2.^)
— «Hernani». — 20 Agosto 1836.
— «Memorias originales del príncipe de la Paz». — 22 Setiembre 1836 (art. 1."), 24 Setiembre 1836 (art. 2 "")
— «Margarita de Borgoña». — 5 Octubre 1336.
— «El dia,de Difuntos». — 2 Noviembre 1836.
— «El Pilluelo de París».— 17 Noviembre 1836.
— «Felipe II».— 20 Diciembre 1336.
— «Horas de invierno», — 25 Diciembre 1836. 1837.
— «Necrología». — 16 Enero 1837.
— «Los amantes de Teruel». — 22 Enero 1837. —«Todo por mi padre». — 29 Enero 1837.
(71) A más de los que dicen las historias generales, pueden conocer- se con detalles minuciosos los sucesos de Barcelona, en el siguiente folleto bastante raro:
— Historia de la conmoción de Barcelona en la noche del 25 al 26 de Julio de 1835, causas que la produjeron y sus efectos hasta el dia de la publicación por don Francisco Raull. — Con licencia.— Barcelona: Imprenta de A. Bergues, calle Escudillers núm. 36-1835 (en la segunda página). «Es propiedad del autor. Todos los ejemplares están rubricados por él mismo »
Folleto en 8.^ mayor: papel hilo, buena impresión: encuadernado en tela. — (dQ páginas.
Encierra este raro impreso gran número de noticias muy curiosas apuntadas con proligidad y que merecen bastante crédito, no solo por es- tar escritas en los mismos dias que se desarrollaron los lamentables sucesos que empezando por una mala corrida de toros, terminaron con la muerte de Basa y el incendio de los conventos, sino por ser el autor espectadoj de cuanto narra. El mérito literario es escaso.
{72} El Ministerio Isturiz que estuvo en el poder desde 15 de Mayo hasta 13 de Agosto de 1836, lo forman los señores siguientes:
Presidencia: D. Francisco Javier Isturiz.— Estado: el mismo. — Gra- cia y Justicia: D. Manuel Barrio Ayuso. — Hacienda: D. Ventura Aguirre Solarte, D. Mariano Egea (interino), D. Félix D'Olhaberriague y Blanco (interino). — Guerra: D. Antonio Seoane. — Marina: D. Antonio Alcalá Ga- liano.— Fomento; D. Ángel Saavedra Duque Eiyas.
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(73) Fígaro de vuelta. — Primera carta de Fígaro á su correspon- sal en París (Lema: cita del «Curioso Parlante». — Madrid: Imprenta de Repullés 1830.
Folleto en 8/^: papel hilo: regular impresión: IG páginas en rústica. Contiene: Portada. — Notas. — Texto
En la segunda página hay una «Nota» del autor:
— Buenas Noches. — Segunda carta de Fígaro á su corresponsal en París acerca de la disolución de las Cortes y de otras varias cosas del dia. — Madrid: Imprenta do Repullés: año 1836.
Folleto en 8.'*: papel hilo: buena impresión: 23 páginas numeradas y la última con las obras del autor, de venta en la librería de Escamilla.— Contiene: Portada. — Texto. — Lista de obras
— Dios nos asista. — Tercera carta de Fígaro á su corresponsal en París. — Madrid: Imprenta de Repullés 1836.
Folleto en 8.^: papel hilo: buena impresión: 24 páginas en rústica. — Contiene: Portada. — Notas.— Texto.
Las «notas» que aparecen en la segunda página dicen:
«Habiendo solicitado los compradores de estas cartas, la primera im- presa solo en «El Español'^ sin duda con objeto de reunir la colección, el editor se ha decidido á reimprimirla: pero no teniendo extensión en bas- tante para llenar un folleto igual en dimensiones á los demás, saldrá au- mentada con la primera contestación de «Andrés Niporesas» corresponsal de Fígaro en París; verá la luz en el más breve tiempo posible.»
— «Estas cartas son propiedad legítima de su editor el que perseguirá ante la ley á quien las reimprima.»
— «Se halla con la anterior y las demás obras de su autor en Madrid en la librería de Escamilla calle Carretas frente al Correo.»
(74) De 1830á 1836 ó la España desde Fernando VII hasta Mendizábal. — Resumen histórico crítico, publicado recientemente en Pa- rís. Lo da á luz en castellano con las variaciones que ha creído oportunas don Mariano José de Larra.
«Se hallará á 4 reales en Madrid en la librería de Escamilla, calle de Carretas, y á 5 en las provincias, en cuyos puntos se encuentran las de- más obras de Fígaro.» — (A la vuelta). — Madrid, imprenta de Repu- 'llés:1836.
Follet:) en 8.*^; buena impresión; 48 páginas: en rústica; cubierta de color. Contiene: Portada. Advertencia, Parte primera. Parte segunda.
— 181 —
(?'5) El Ministerio Mendizábal.=(Lema: «Aquí llaman á esto un gobierno representativo... yo llamo á esto un hombre representativo.» «Dios nos asista», carta 3.'''' de Figaro) por don José de Espronceda,- - Madrid, imprenta de E-epullés; año 1836.
Folleto en 8,^: papel hilo: buena impresión: 24 páginas: en rústica.
(76) El abate Hugo Felicitas Robert de Lamennais nació en Saint- Malo (Francia) en 19 de Julio de 1782; fué hijo de una familia noble, pero de escasos bienes de fortuna. Se hizo sacerdote y escribió algunas obras sobre religión que fueron prohibidas. Emigró de Francia pasando á Ingla- terra donde permaneció durante el gobierno de los cien días. En 1824 hizo un viaje á Roma y León XII le ofreció el capelo cardenalicio. Sus ideas liberales suscitaron muchos anatejiias y dice un biógrafo que cuando en el periódico «El Porvenir» «expuso el fondo de sus pensamientos procla- mando todas las libertades en su forma más absoluta bajo el amparo de la Iglesia, ésta fué la primera qao la rechazó condenando sus doctrinas por medio de una encíclica de Grregorib XVI y obligándole á firmar una so- lemne retractación de sus escritos.» Lamonnais se separó de la Iglesia ca- tólica y se dedicó á escribir conforme á sus ideas. En 1848 Lamennais fué individuo de la Asamblea y habiendo sido nombrado de la comisión de re- dactar el có-iigo fundamental presentó un proyecto desechado por ra- dical
Falleció en Paris el 27 de Febrero de 1854, sin que sus enemigos lo- graran que llegase á retractarse de las firmes ideas que con varonil entere- za sostuvo durante toda su vida.
El abate Lamennais escribió en multitud de periódicos como «El Por- venir», «El Pueblo Constituyente», «La Bandera Blanca», «El Memorial Católico», «El Defensor», &., }'■ publicó gran número de obras, entre las que sobresalen «Ensayo sobre la indiferencia religiosa», «Bosquejo de una filosofía», «El libro del pueblo», «Una voz de la pi-ision», «De la familia y de la propiedad», «El pais y el gobierno» y las «Palabras de un creyente» que tradujo Larra. Conozco otra traducción española de este libro muy in- ferior á la de Figaro.
(^77) Hé aquí el acta de la elección de Larra para diputado por Avila.
(Sello de oficio año 183G). — «Don Domingo Ruiz de la Vega, Cxober- nador civil de la provincia de Avila, presidente, y don Juliano Navarro y Manso, don Pedro SaÍHz Cano, don Sebastiam Canuto Corriendo y don
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Antonio Sánchez Bula, Señores escrutadores de la Junta electoral de esta provincia, para el escrutinio general de la segunda elección para el único Diputado que faltaba para el completo de los de su cupo, certifica- mos: que el acta del referido escrutinio general de votos sacados de los distritos de la misma provincia es del tenor siguiente: En ciudad de Avi- la, capital de la provincia de su nombre, hoy dia 6 de Agosto de 183G, señalado por el Grobernador civil para el escrutinio general de votos en la segunda elección á efecto de nombrar el único diputado que faltaba para el completo de los de esta provincia y siendo ya dada la hora de las 9 de la mañana, publicada de antemano, parala celebración de dicho acto se reunieron en el salón de las casas de la Diputación provincial los señores don Domingo E,uiz de la Vega, Grobernador civil; presidente, don Fausti- no Balboa, intendente interino; don Domingo Prim Mela, don Luis Arra- bal, don Andrés Bernaldo de Quirós, don Genaro Ocaña y don José Kuiz Cermeño, individuos de la Diputación provincial: don Estébano Gómez, comisionado por el distrito de Avila; don Juan Manuel de Torres, por el de Muñana; don José Joaquín Delgado, por el de Veluejos; don Valenti- no Garralda, por el de Arévalo; don Pedro Sainz Cano, por el de Fontiferos; don Antonio Sánchez Bula, por el de Arenas; don Sebastian Canuto Co- rriendo, por el de Casavieja; don Julián Navarro y Manso, por el de Monveltran; don Salvador Blasco, por el de Barco de Avila; don Francis- co Ramos Pérez, por el de Cebreros; don Ange! Ariño, por el de Piedrahi- ta, y don Pedro Martin Cerrajero, por el de Navarredonda, no habiendo comparecido el. respectivo comisionado del distrito electoral de Cabeza del Villar, y habiéndose leido en alta voz por el señor Presidente los artículos del Real Decreto de 24 de Mayo del corriente año, relativos á la formación de la mesa electoral para este acto, se procedió, en su virtud, á designar por suerte cuatro de los dichos comisionadas para que hicieran de secretarios y resultaron serlos don Judian Navarro y Manso, don Pedro Sainz Cano, don Sebastian Canuto Corriendo y don Antonio Sánchez Bula, quienes ocuparon luego sus respectivos asientos en la mesa y habiéndose . leido en alta voz por uno de dichos secretarios y de orden del señor Presi- dente, la real convocatoria á Cortes por S. M , así como los Reales De- cretos y Ordenes relativas á la materia y asunto del acto y la convocatoria del señor Gobernador civil circulada al mismo efecto, se declaró acto continuo por dicho señor Presidente la mesa legítimamente constituida de la Junta electoral de la provincia de Avila. — Enseguida y teniéndose á la vista así las copias certificadas de las actas de elección de los respecti- vos distritos electorales, como las mismas actas originales á que se refie-
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ran, se practicó un escruploso cotejo de unas con otras, y habiéndose liallado conformes, se procedió acto continuo con el ma3^or esmero y paracion al escrutinio general de que resultó que el número total de los electores de esta provincia, según las mismas actas, es de 893 y que de ellos han tomado parte efectiva en la votación para esta segunda elección 760 electores, sin incluir los correspondientes al distrito electoral de Ca- beza de Villar, cuyo comisionado como queda dicho, no ha comparecido, y cuyo número total de electores, según las listas originales formadas por la Diputación provincial que se tienen presentes es de 35; de cuyo número de 760 votos efectivos que resultan haber tomado parte en esta segunda elección, se hizo el resumen prevenido por la ley, del que aparece que de los tres candidatos señalados por la Junta electoral de esta provincia en la primera celebrada en 23 de Julio próximo pasado y anunciados al siguien- te en la convocatoria de este gobierno civil para citar segundas eleccio- nes, la ha obtenido don Mariano José de Larra (477 votos), don Juan Mar- tin Carramolino (254) y don José Somoza (29). Y visto que don Mariano José de Larra no solo obtenía la mayoría relativa que en este caso se re- quiere por la ley, sino. aun más de la absoluta del total de los electores de la provincia, aun cuando hubiesen votado todos, se declaró en alta voz por dicho señor presidente que el referido don Mariano José de Larra queda legítimamente elegido diputado á Cortes por la provincia de Avila y completo con su nombramiento el número total de diputados que por la ley señala para la representación de la misma en las Cortes á que se refie- re la Real Convocatoria de S. M. de 24 de Mayo del corriente año. Con lo cual se dio por concluido este acto, declarándose por el señor presidente disuelta la Junta electoral de la provincia de Avila y así lo firmamos los infrascritos secretarios, & — Sigilen las firmas.»
Debo la copia de este documento tan curioso como interesante y hasta ahora inédito, al señor don Luis Mariano de Larra,' hijo del insigne Fí- S;ai'0.
[7H) El ministerio Calatrava subió al poder en 14 de Agosto de 1836 y lo abandonó en 18 del mismo mes de 1837, lo formaron durante este tiem- po los señores siguientes:
Presidencia: D. José María Calatrava — Kstado: el mismo y el conde de Almodóvar (interino). =Grracia y Justicia; D. José Landero y Cochado. Hacienda: D. Mariano Egea (interino), don Joaquin María Ferrer, don Juan Alvarez Mendizábal. — Guerra: D, Andrés García Camba (interino) tres veces; don José Ramón Rodil, don Francisco Javier Rodríguez (inte-
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riño), el conde de Almodóvar (interino), don Facundo Infante (interino), don Baldomcro Espartero (ausente), don Pedro Chacón (interino). — Mari- na: D. Miguel Moreno (interino), don Andrés Grarcía Camba (interino), don E-amon Gil de la Cuadra, don Juan Alvarez Mendizábal (interino). — Gobernación del Reino ó Fomento ó Interior: D. Ramón Gil de la Cuadra (pasó á Marina), don Joaquin María López, don Joaquin Armendariz (in- terino), don Pío Pita Pizarro, don Pedro Antonio Acuña,
(79) «Hallábase Bretón á fines de 1836 reñido con Larra á consecuen- cia de ciertas acerbas críticas de este é injustificadas pretericiones á las cuales había contestado con una comedia titulada «La redacción de un pe- riódico», cuando el marqués de Molins, secundado por varios amigos ávi- dos de que cesasen tales rencillas, reunió á los dos adversarios en un ban- quete celebrado en el «Jardín de Apolo», situado al extremo de la calle de Fuencarral. Al comenzar los brindis levantóse el marqués y dijo mirando alternativamente á los dos escritores:
«Amigos, hermanos, brindo por que Dios en este dia colme la esperanza mia y trueque en el sacro Pindó el rencor en simpatía.»
Quedaron los comensales asombrados y en silencio, mirando también á Larra y á Bretón, que mudos y confusos no acertaban ni siquiera afijar la vista en ninguna parte. De pronto Ventura de la Vega con arrebatada ex- presión de afecto entrañable dijo levantándose de su asiento, colocado á la derecha de Larra:
• «Dios oiga tu voz Mariano
todo rencor se deseche;
el vate es del vate hermano,
si hay quien alargue una mano
yo sé que habrá quien la estreche.»
Y como refiere el mismo Molins, narrador de la escena, aun no se ha- bía sentado, cuando Bretón temblando de emoción exclamó mirando á Fí- garo:
No aguardaré á que comiences, todo rencor so deseche,,. &.
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(Enrique Corrales y Sánchez — «La Ilustración Artística», año XíV, número 717. — Barcelona. 13 Setiembre 1895).
El señor Corrales y Sánchez cita equivocadamente la comedia «La Redacción de un periódico», como causa de la enemistad de Larra y Bre- tón; esta obra no se estrenó hasta 5 de Junio de 1836, y al ponerse en es- cena debió estar arrepentido el segundo de lo ocurrido con su obra «Me voy de Madrid», pues escribió en el cartel que anunciaba aquella produc- ción estas líneas:
«El autor no prevendrá el juicio del público acerca del mérito ó des- mérito de la composición que anuncia; pero séale permitido advertir, para evitar toda alusión personal, que no se ha propuesto hacer el retrato y aun menos la caricatura de nadie, si bien ha procurado que haya verosi- militud en los sucesos y en los caracteres. En una palabra, no ha tratado de escribir «un drama histórico» sino una «comedia». (Gaceta de Madrid).
(80) Hé aquí el contrato entre Larra y los periódicos «El redactor general» y «El mundo» en 1836: documento inédito.
«La empresa de los periódicos que ven la luz en esta corte con los tí- tulos «El Redactor general» y «El Mundo» y el señor don J. de Larra se obligan al cumplimiento de las siguientes estipulaciones:
1.* D. M. J. de Larra procurará al periódico titulado «El redactor general» seis artículos al mes firmados Fígaro, no pudiendo usar de esta firma en ningún otro periódico sino en «El Mundo» y dos artículos al mes de fondo con firma ó sin ella.
2.^ D. M. J. de Larra procurará al periódico titulado «El Mundo» un artículo por semana.
S."- La empresa proporcionará sujeto responsable que firme los artí- culos de don M. J. de Larra.
4.* Dicha empresa procurará que los artículos que dé el señor de Larra á «El Redactor general» con la firma de Fígaro, sean impresos en letra clara de regular tamaño y al pie del periódico, con entera separación de las demás materias y en el sitio que los franceses llaman «feulleton». Habrá de salir á la luz sin la menor alteración en el texto, enteramente conforme. con el manuscrito del autor.
5.^ La empresa se obliga á dar al señor de Larra por los empeños que este contrae, el sueldo de 40.000 reales al año, pagados mensualmente^ es á saber: 36.000 por los artículos que procure á «El Redactor General» y 4.000 por los que dé á «El Mundo».
6.* La empresa de los periódicos titulados «El Redactor general» y
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«El Mundo> remitirá al señor de Larra dos ejemplares de cada uno de di- chos periódicos.
7.* La misma empresa procurará al señor de Larra un billete de en- trada en las Cortes y en la tribuna de los taquígrafos si puede ser.
8.* En caso de que á cualquiera de las partes que contratan convi- niere algún dia rescindir este empeño, que comenzará á ser válido desde 1.** de Diciembre próximo, deberá avisar á la otra con un mes lo menos de anticipación, sujetándose de no, á indemnizar los perjuicios que resulten, así como en el caso de faltar cualquiera de ellas á lo estipulado. Y para resguardo de entrambas partes lo firman por duplicado en Madrid á 28 de Noviembre de 1836.— Mariano José de Larra. —Por la empresa. — Tomás Jordán.»
— El Mundo. -^Diario del pueblo — Madrid: Imprenta de T. Jordán y en la de «El Mundo». Comenzó en 1.^ de Junio de 183G con 4 páginas, au- mentó de tamaño en Abril de 1838, disminuyó en Marzo de 1839 y terminó en Febrero de 1840.
Fundador: D. Santos López Pelegrin.
Redactores: D. Mariano José de Larra^ don J. López Peñalver, don E,amon Sánchez, don Antonio María Segovia, don Manuel Valdés Alguer, don N. Valero y otros muchos.
Don José Zorrilla dice en sus «Recuerdos del tiempo Viejo», que «El Mundo» era uno de los periódicos mejor escritos que en Madrid se han publicado.»
Los articules que conozco hasta ahora, publicados por Fígaro en «El Mundo» son los siguientes:
—Fígaro dado al mundo — 10 Diciembre 183G.
—Fígaro á los redactores de «El Mundo». — 27 Diciembre 1836.
—Fígaro al Estudiante.— 3 Enero 1837.
—Fígaro á los redactores de «El Mundo».— 29 Enero 1837.
— El Redactor General. — Periódico político. — (Lema: «Isabel II», «Gobierno representativo» y «Libertad legal.») — Madrid.— Comenzó en 15 de Noviembre de 1836.— Terminó en 1837.— Se publicaba en números de 4 páginas en folio: buen papel é impresión.
(81) Entre otras anécdotas que algunos autores han relatado para pintar el carácter de Larra, copiaré esta de Ferrer del Rio.
«A Fígaro escéptico le consumía el orgullo, y este defecto no lo podía disimular en ningún caso: hacía traición á su urbanidad, á sus estu- diados modales, y á pesar suyo le arrancaba la máscara con que cubría su
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índole aviesa y ponzoñosa. Nos ocurren muchos ejemplos en corroboración de nuestro dicho y escogemos el que se refiere al suceso mas insignificante para que se vea hasta qué estremo cegaba á Fíjg^aro la pasión primera- mente castigada por el Dios en el mundo. Ya hemos indicado como Larra asistía á las primeras sociedades de la corte; jugaba cierta noche al billar con un amigo suyo en casado un embajador extranjero, mientras se bailaba en los salones: Larra hacía poco mas que dar bola: nadie presenciaba su falta de habilidad y seguía jugando. Mas al concluirse un rigodón, entraron en la pieza de billar varios concurrentes: Larra soltó el taco ofreciéndoselo á alguno de los que habían llegado. — Acabamos la mesa, dijo sencillamente su contrincante. A esta insinuación quiso do- minar su enojo y pudo reprimirse hasta perder la mesa sin hacer un tanto. Al salir de aquel recinto apostrofaba á su amigo con voz iracunda, reconviniéndole por «haber abusado de su paciencia.» Su amor propio había sufrido una terrible punzada con evidenciar su poca destreza en un juego; y nunca toleraba con resignación ver contrariados sus gustos ó caprichos.»
(H2) El anuncio publicado en la «Gaceta de Madrid» dando aviso del estreno de «Los Amantes de Teruel,» dice así.
«Jueves 19 Enero 1837. — Príncipe. — A las seis y media de la noche gran función extraordinaria á beneficio del primer actor D. Carlos Lato- rre. Se dará principio con la celebrada sinfonía de la ópera titulada cSe- miramis» del maestro Rossini.
A continuación.— «Los Amantes de Teruel,» drama nuevo original en cinco actos, escrito en prosa y verso.
Se terminará con el baile de la sinfonía característica española del maestro Mercadante.»
(83) Don Mariano Roca de Togores en su artículo «El último paseo de Fi|;aro» es quien nos ha dejado las mas curiosas noticias del comen- zado drama Quevedo, como colaborador que fué de él.
Véanse las obras de don Mariano Roca de Togores, Marqués de Mo- lins, déla Academia Española: 4 tomos: Madrid 1881-1882.
(84) Diccionario de Sinónimos. — En la edición de la obra comple- tos de Larra publicados en 1886 en Barcelona (Montaner y Simón edito- res), se encuentran algunos fragmentos de esta obra que el autor no llegó á concluir. ^
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Su hijo don Luis Mariano de Larra conserva también porción de apuntes sin ordenar, que permanecen aun inéditos y no son propios para ver la luz pública.
(85) Ni por esas. — Verdadera contestación Andrés á Fígaro. — (Lema: «Yo rogaré á Santa Eita, abogada de imposibles, por la prosperi- dad de nuestra patria. — «Andrés Niporesa » — Muerte del «Pobrecito Ha- blador,» folleto publicado por el autor en Marzo de 1833, bajo el ministro Cea)» — Madrid, Imprenta de don José María E-epuUés, 1837.
Folleto en 8.", papel hilo, impresión en rústica, cubierta de color, 16 páginas.
Contiene: Portada — (vuelta). — Esta carta es propiedad legítima de su editor, el que perseguirá ante la ley al que la reimprima.» «Se hallará á dos reales en Madrid en la librería de Escamilla, calle de Carretas, frente al Correo »— Texto. — (Fechada la carta en «París á 1.° de Mayo 1836). — Al final de la página 15 hay ésta nota. — «Esta carta es la última producción original de este célebre autor.» — En la librería de Escamilla se encuentran también en venta las siguientes obras del autor. — «Ma- clas,» drama histórico en cuatro actos en verso. — «El Doncel de don En- riquecí Doliente, novela. — «El Pobrecito Hablador,» 15 folletos. — Fígaro, colección de artículos dramáticos, políticos y de costumbres, publicados en los años 1832, 1833, 1834, 1835, 1836 y 1837 en «Pobrecito Hablador,» «La Revista Española,» «El Observador,» «La Revista Mensajero,» «El Español» y «El Mundo.» — Cinco tomos. — Primera, segunda y tercera car- tas de Fígaro, tres folletos. — «Felipe,» comedia en dos actos. — «El Arte de Conspirar,» idem en cinco actos. — «Partir á tiempo,» idem en un acto. — «Un desafío,» drama en tres actos — «Roberto Dillon,» idem en tres ac- tos.— «Don Juan de Austria,» comedia en cinco actos.
(86) «...Entre las personas con quienes un dia tropezamos en la Biblioteca acertó á ser la de un italiano al servicio del infante don Sebas- tian, llamado Joaquín Massard.... y nos dio de repente la noticia de que Larra se había suicidado al anochecer del dia anterior. Dejónos estuper- facto semejante noticia y asombróle á él que ignorásemos lo que todo Ma- drid sabía é invitónos á ir con él á ver el cadáver de Larra depositado en la bóveda de Santiago. Aceptamos y fuimos. Bajamos á la bóveda, con- templamos al muerto, á quien yo veia por primera vez, á todo nuestro despacio, admirándonos la casi imperceptible huella que había dejado junto á su oreja derecha la bala que le dio muerte. Cortóle Alvarez (Mi-
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guel de los Santos) un mechón de cabellos y volvimos á la Biblioteca bajo la impresión indefinible que dejaban en nosotros la vista de tal cadáver y el relato de tal suceso.
A nuestra vuelta (á la Biblioteca) hálleme allí con un condiscípulo del colegio, quien enterado de mi posición me dio una carta para su hermano don Antonio Mariano Segovia propietario y director de «El Mundo», uno de los periódicos mejor escritos que en Madrid se han publicado, rebosando de ingenio, de oportunísima vis cómica. En aquella carta pedía para mí á su hermano mi condiscípulo, la plaza de un empleado que acababa de des- pedirse, diciéndole quien yo era, la educación que había recibido y lo útil que yo podía ser, atendida la módica retribución del empleo que para mí solicitaba... Joaquín Massard, que en todo pensaba y de todo sacaba par- tido, me dijo al salir:
— Sé por Pedro Madrazo que V. hace versos.
— Sí señor, le respondí.
— ¿Querrá V. hacer unos á Larra? repuso entablando su cuestión sin rodeos: y viéndome vacilar añadió:
— Yo los haré insertar en un periódico y tal vez pudieran valer algo...
Pensé yo al anochecer en los prometidos versos y fuíme temprano al zaquizamí donde mi cestero me albergaba con su mujer y dos chicos que eran tres harpías de tres distintas. edades. No me acuerdo si cenamos; pe- ro después de acostados, metíme yo en mi mechinal con una vela que apro- pósito había comprado. En aquella casa no se sabía lo que era papel, plu- ma ni tinta; pero había mimbres puestos en tinta azul y tenía yo la carte- ra del capitán con su libro de memorias. Hice un Kalam de un mimbre co- mo lo hacen los árabes de un carrizo, y tomando por tinta el tinte azul en que los mimbres se teñían...
Hé aquí cómo se hicieron aquéllos versos cuya copia trasladé á un papel en casa de Miguel Alvarez á la mañana siguiente y partí á entregar mi carta al director de «El Mundo».
Salió á recibirme á una antecámara: presentóle la carta... Cuando aquél me dijo con los más atentos modales que sentía no necesitarme por- que acababa de dar á otro la plaza que su hermano le pedía, me marché cabizbajo y cariacontecido... y di conmigo en la Biblioteca. No estaba en ella Joaquín Massard, pero me había dejado en ella una tarjeta en la que me dicía: «¿Puede V. traerme los versos á casa á las tres? Comerá V. con nosotros.»
A los tres cuartos para las tres, eché hacia la plaza del Cordón: los Massard habían comido á las dos; la hora del entierro que era la de lag
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cinco se había adelantado á la de las cuatro. Los Massard me dieron café: Joaquin recogió mis versos y salimos para Santiago. La iglesia estaba lle- na de gente: hallábanse en ella todos los escritores de Madrid menos Es- pronceda que estaba enfermo... El repentino y general movimiento de la gente me separó, avanzó el féretro hacia la puerta; ordenóse la comitiva; ingirióme Joaquín Massard en la fila derecha y dos larguísimas de- in- numerables enlutados nos dirigimos por la calle Mayor y la de la Mon- tera al cementerio de la puerta de Fuencarral. . Llegamos al cemente- rio: pusieron en tierra el féretro y á la vista el cadáver; y como se trataba del primer suicida á quien la revolución abría las puertas del campo san- to, tratábase de dar á la ceremojiia fúnebre la mayor pompa mundana que fuera capaz de prestarla el elemento laico, como protesta á las viejas pre- ocupaciones que venía á derrocar la revolución. Don Mariano Roca de To- gores que aun no era marqués de Molins y que ya figuraba entre la juven- tud ilustrada, levantó el primero la voz en pro del narrador ameno del doncel de don Enrique, del dramático, creador del enamorado Macías, del hablista correcto, del inexorable crítico y del desventurado amador.
El concurso inmenso que llenaba el cementerio -quedó profundamente conmovido con las palabras del señor E-oca Togores y dejó aquel funeral escenario ante un público preparado para la escena imprevista que iba en él á representarse. Tengo una idea confusa de que hablaron, leyeron y di- jeron versos algunos otros; confundo en este recuerdo al conde de las Na- vas, á Pepe Diaz... no sé, pero era cuestión de prolongar y dar importan- cia al acto que no fué breve.
Iba ya por fin á cerrarse la caja para dar tierra al cadáver, cuando Joaquin Massard.,. metióse entre los que presidíanla ceremonia, advirtió- les de que aun había otros versos que leer, y como me había llevado por delante, hízome audazmente llegar hasta la primera fila, púsome entre las manos la desde entonces famosa cartera del capitán, y hálleme yo repen- tina é inconscientemente á la vera del muerto y cara á cara con los vivos El silencio era absoluto: el público, el más apropósito y mejor preparado: la escena solemne y la ocasión sin par. Tenía j'o entonces una voz juvenil fresca y argentinamente timbrada y una manera nunca oida de recitar y rompí á leer... pero según iba leyendo aquellos mis tan mal hilvanados versos, iba leyendo en los semblantes de los que absortos me rodeaban el asombro que mi aparición y mi voz les 'causaba... 5^ se me embargó la voz y se me arrasaron los ojos de lágrimas y Roca de Togores, junto á quien me hallaba, concluyó de leer mis versos... Cuando volviendo de aquel éx- tasis aparté el pañuelo de mis ojos, el pobre Larra había ya entrado en el
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seno de la madre tierra y la multitud de amigos y conocidos que me abra- zaban no tuvieron gran dificultad en explicar quién era el hijo de un Ma- gistrado tan conocido en Madrid como mi padre». — Zorrilla; «Recuerdos del tiempo viejo», tomo I, páginas 27 á 34. — 1882.
«La muerte de Larra fué el origen de mis versos leidos en el cemente- rio. Su cadáver llevó allí aquel público dispuesto á ver en mí un genio sa- lido del otro mundo á este por el hoyo de su sepultura; sin las extrañas circunstancias de Su muerte y de su entierro, hubiera yo quedado proba- blemente en la obscuridad, y tal vez muerto en la más abyecta miseria, y apenas me vi famoso me descolgué diciendo un dia:
Nací como una planta corrompida al borde de la tumba de un malvado.
He aquí un insensato que insulta á un muerto; que intenta deshonrar
la memoria de un muerto á quien debe el vivir honrado y aplaudido
Aprovecho la primera aunque tardía ocasión que á la pluma se me viene para dar una satisfacción expontánea y jamás por nadie exigida á quien corresponde,., quiero decir... á los hijos de Larra.»
(«Recuerdos del tiempo viejo» por don José Zorrilla. Madrid: Eduar- do Menjíbar, editor; 23, Caballero de Gracia 23; 1882; segunda edición; tipografía de Gutenberg; calle Villalar núm. 5, Tres tomos en 4.^ prolon- gado; papel común; al final varias poesías. Prólogo de don José Velarde.)
(87) La tumba de Fígaro se encuentra en el cementerio de San Ni- colás (calle Sur núm, 18), cementerio donde hace más de catorce años no se hacen nuevos enterramientos.
Pasado el jardín de entrada en el primer patio á la derecha, el nicho número 792 de la fila cuarta tiene una lápida de mármol negro con letras doradas y cubiertas por un cristal:
PÍGARO
«La Amistad»
A LA MEMORIA DE D. MARIANO J08É DE LarRA
Muerto el 13 de Febrero de 1837
A L08 27 Años de edad
R. P. I.
Renovada por su hijo.
La antigua lápida que primero cubrió los restos de Larra la conserva su hijo, quien la sustituyó por la actual, copiando exactamente lo que de- cía la primitiva.
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Era aquella de color plomizo; la corona que rodeaba el seudónimo del escritor, era de pasta y las letras grabadas.
En el cementerio de San Nicolás están enterrados también Espronce- da, Rodríguez Caos, Arguelle», Mendizábal, &. &.
(88) Las ediciones que conozco de obras de Larra, ya completas ó yá su mayoría son las siguientes:
—Obras completas de Fígaro (don Mariano José de Larra), — Madrid 1843: Imprenta de Yenes, Librería de Cuesta.
Cuatro tomos en 8/^ mayor, papel liilo, buena impresión. Al frente del primero va un retrato del autor y una biografía por Cayetano Cortés.
— Obras completas de Fígaro (don Míiriano José de Larra). — París 1848; Imprenta de E. Thuot et C.^ 26, calle Racine; Librería de Bau- dry, & &.
Dos tomos en 8.^ mayor prolongado, buena impresión, papel algodón, en pasta, tomo 1.*^, contiene: Anteportada, Portada, Retrato de Larra, grabado en acero — Biografía de don Mariano José de Larra por C. Cortés. — «El Pobrecito Hablador,» «El Doncel,» Colección de artículos, tomo 2.**, «Colección de artículos^ «El Dogma de los hombres libres.» — Teatro, ín- dice. (Pertenece esta edición, á los tomos XLVII y XLVIII de la «Colec- ción de los mejores autores españoles).
— Obras completas de Fígaro, (don Mariano José de Larra. Nueva edición precedida de la vida del autor y adornada con su retrato. — París, Librería de Garnier Hermanos, calle des Saints Pires 6, 1870.
Cuatro tomos en 8 ^, buen papel é impresión, en pasta, contienen:
Tomo I, anteportada, portada, retrato del autor, grabado por Dela- moy. — Prólogo de la edición madrileña de 1843; Vida de Larra por don C. Cortés: «El Pobrecito Hablador (20 artículos); «El Doncel» de don En- rique el Doliente, novela, índice, 584 páginas; Tomo II, anteportada, portada, 76 artículos dramáticos, literarios, políticos y de costumbres; índice, 471 páginas; Tomo III, anteportada, portada, 37 artículos. — «El Dogma de los hombres libres» por M. F. Lamennais, traducción. — «No mas mostrador» (comedia). — «Roberto Dillon» melodrama: índice, 492 páginas: tomo IV., anteportada, portada. — «Don Juan de Austria (come- dia.)— «El Arte de Conspirar (comedia). — «Un desafío» (drama). — «Ha- cías» (drama histórico), — «Felipe» (comedia.) — «Partir á tiempo» (come- dia.)— «¡Tu amor á la muerte!» (comedia), índice, 458 páginas.
— Fígaro. — Colección selecta de artículos de don Mariano José de Larra. Sevilla, Eduardo Perié, editor, 1873. (Oficina tipográfica de esta
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Biblioteca, Castellar 23).— Dirección y administración, Guadiana 10. Im- prenta y encuademación. Castellar 28.
Un tomo en 8.^, en rústica; papel común. — XMI — 31G páginas y dos sin numerar de índice,— Contiene: Anteportada.— Portada. — D. Mariano José de Larra.- -31 artículos,— índice. (Esta edición pertenece á la «Bi- blioteca Hispano-sur-americana» )
— Artículos de Costumbres. — Por don Mariano José de Larra (Fí- garo)... Madrid: Dirección y Administración, calle de las Hileras número 14. — 187-1-1875.— Madrid: Imp. Est y Galv. de Aribau y G.'^ Sucesores de Rivadeneyra, calle Duque de Osuna núm 3.
Dos tomos en 8.^ menor: papel común: regular impresión en rústica. Contiene: Tomo I, Anteportada.— Portada. — Artículos. — índice. — Tomo II. Anteportada.— Portada. — Artículos — índice. — («Biblioteca Univer- sal», «Colección de los mejores autores antiguos y modernos, nacionales y extranjeros».— Tomos XIV y XV).
— Mariano José de Larra. —Colección de artículos escogidos, con un prólogo por J. Yxart.— Artículos de costumbres y filosóficos-crítica-li- teraria, artículos políticos. — Barcelona: «Biblioteca Clásica Española» Daniel Cortezo y C.'^ Ausias March, 95, 1885, (escudo). Establecimiento tipográfico-editorial de Daniel Cortezo y C.^,
Un tomo en S.'' mayor: buena impresión: papel común, en tela. XIV, 331 páginas. Contiene: Anteportada. — Portada — Larra por J. Yxart. — Artículos de costumbres y ñlosóficos. — Crítica literaria. — Artículos políti- cos.— índice.
— «Biblioteca Salvatella». — Fígaro. — Colección de artículos satíri- cos, políticos, dramáticos y de costumbres, & por don Mariano José de Larra — (Primera edición ilustrada.) — Barcelona: Administración, Nueva de San Erancieco N. 11 y 13 —1883,
Un tomo en 4.*' mayor: buen papel é impresión: grabados intercalados en el texto y el retrato del autor. — Contiene una breve noticia biográfica y los artículos publicados en «El Pobrecito Hablador», «La Revista Espa- ñola», «El Español», «El Mundo», &.
— Obras Completas, de don Mariano José de Larra (Fígaro) ilustra- das con grabados intercalados en el texto, por J. Luis Pellicer (Viñeta) — Barcelona: Montaner y Simón: Editores calle de Aragón, números 309 y 311.— 188G.
Un tomo en folio: buen papel: esmerada impresión: en tela: 959 pági- nas y la última en blanco. Contiene: Anteportada. — Escudo de los edito- res.— Portada. — «Vida de don Mariano J. de Larra», por C. Cortés. — «El
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Pobrecito Hablador» (XIX artículos y dos poesías). — «El Doncel de Don Enrique el Doliente» (40 capítulos), — «Colección de artículos» (112 artícu- los)— «La España desde Fernando VII hasta Mendizábal». — «El Dogma délos hombres libres», 7 comedias. — «Obras inéditas». — «Artículos». — «Tratado de sinónimos» (Fragmentos) — «Poesías» (24 composiciones). — «El Conde Fernán González» (drama). — índice.
A más de estas ediciones existen otras hechas en América, algunas de las cuales contienen alteraciones de bulto.
APÉNDICE I.
Varios escritos de Don Mariano José de Larra, que no figuran coleccionados en las ediciones de sus obras
í lí ElNMi PRIIEIH lE US MIES ESPllUS
ODA.
Dormía España entre recientes lauros,
Y el brazo fatigado descansaba
Que en la cruel contienda al torpe Galo Rechazara con fuerza vengadora. Alzó por fin el rostro, En derredor miró, y el ancho campo De su dominio inmenso recorriendo. Vio escombros derruidos,
Y en sangre aleve los miró teñidos.
De sangre vio sus campos empapados. Sobre ellos espirantes vio sus hijos; Del tirano esparcidas las cohortes Jjas vio el polvo morder de sus campiñas,
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Y rota la coyunda
Alzó el cuello orgulloso que acabara De quebrantar el yugo, y triunfante Libre esclamó en su gloria,
Y enarboló el pendón de la victoria. La paz le tremoló desde el Olimpo,
Y Minerva lo vio: confuso Marte
En su asiento tembló, y entonces Jove
En la diestra el olivo cimbreando,
«Vuela, Minerva, dijo,
»A la región dichosa que venciera,
»Planta el vastago fértil; que sus ramos
»Anancien a la España
»Que su gloria empezó, pasó mi saña.»
Dice, y veloz la Diosa hendiendo el aire Cien climas atraviesa y ya domina De Gades victoriosa las almenas,
Y en pos de las ciencias y las artes fueron. Alzóse el noble Ibero,
Y del Betis al Ebro, resonaron
Las voces de «victoria; ya vencimos,
«Resistiendo al tirano,
»A1 mundo dio el ejemplo el suelo hispano »
Minerva entonces convocó á Jas artes. Sonó la hueca trompa por la Hesperia,
Y plácidos los pueblos la escucharon: Barcino sonrió, se alegró Mantua;
Y allí, donde esforzados Ostentaron denuedo los valientes, Dó los brazos blandieron los aceros. Allí mismo las artes.
Vieron en los guerreros sus baluartes. La mano que incansable combatiera Hoy oprime la esteva, y aquel brazo Que su tierra regó con sangre odiosa A producir con su sudor la obliga. Ansiosos los Iberos,
Cuál las mi eses cultiva y las simientes, Cuál bate el metal tosco, cuál despoja
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Al animal lanudo,
Y el cuerpo cubre del mortal desnudo. Todo corre, y se afana, y suda, y vence,
Ya se esparcen las artes industriosas,
Y á su voz obedecen los Hesperios;
El Valenciano astuto , el de Cantabria, El Catalán constante, El noble Castellano, el fiel Navarro, El fuerte Aragonés y Astur fornido,
Y el que bebe del Betis,
Y el que en torno incansable baña Tetis. Oyese al lejos el golpear continuo
Del hierro sobre el hierro, y á Vulcano En grueso yunque descargando el brazo Tiznado hundir el hueco pavimento. La bulla en los talleres Anuncia los trabajos presurosos,
Y la lima, la rueda y el martillo,
Y el rechinar del horno
Llenan de alegre ruido su contorno.
Lo vio la España leda, y sonriendo Kasgó el seno y abrió su augusto manto, De su centro arrojó los ricos frutos
Y se cubrió de flor y de riqueza. En maternal anhelo
Su faz miró estendida; por sus campos Vio la Paz animando á los artistas,
Y el augusto Monarca Desafiar inmortal la cruda Parca.
Tú fuiste Rey de Paz; iel regio pecho Salió tu voz clemente, y luego el aura De pueblo en pueblo la llevó sonora: En pos Mercurio convidó á los pueblos,
Y agitados corrieron:
Tú brindaste á tus hijos á hacer muestra De lus riquezas pingües, y los vimos De su industria cargados A tus pies ostentar ricos brocados.
España entera se arrojó hacia Mantua,
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El templo de Minerva abrió sus puertas, Tembló el francés sumido en sus talleres; Sus máquinas rompieron despechados, Bramó el maligno isleño; El holandés nos vio con torvos ojos;
Y en tanto Iberia ufana presentaba De sus artes nacientes
Las acabadas muestras esplendentes.
Aquí Ezcarai, Tarrasa, Alcoy, Manresa, Rinden el fino paño que no ha mucho En rústicas vedijas repartido Trashumante cubrió la tierna oveja,
Y al lujo destinado
En luengas telas de Sedan envidia
Y de Louvié, los nombres publicando De Gali, de Tejada
Por siempre los arranca de la nada.
De allí el papiro, rústico en un tiempo, Despojo no pulido de la planta, Ha visto sucederle terso y limpio Depósito eternal del pensamiento;
Y Genova y Holanda
No de su industria ya las finas muestras Nos enviarán cruzando inmensos mares, Mientra admire la tierra De Grimaud los trabajos y de Serra.
Así cual viento insano en la tormenta Cruza el espeso bosque y silba, y brama,
Y si el roble resiste á su violencia
Se indigna y vá doblando sus esfuerzos,
Y á su furor tronchando
Logra el árbol robusto ver por tierra; Así venciendo ostáculos se arroja,
Y muestra altiva frente
De Iza el genio creador y ardiente.
Sus máquinas ostenta complicadas. El hombre mira en artificio inmenso Mil resortes mover, y agradecido El labrador postrarse 9/1 ^o^lbre «Iza»,
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Y Céres tierna madre
Cual otro Triptolemo le enseñara,
Y de espigas tejiendo su corona, Ciñóla en la cien pura
E Iza resonó por la natura.
Y tú, Bilbao, cuya gloria ensalza.
Tú que en tus muros ves sus maravillas,
Alza la frente erguida y á la Europa
Disputa de tu puente la hermosura:
El ambiente oprimido
Al elemento manda; y al romano,
Al griego, al noble godo y al egipcio,
Y al árabe en belleza
Y en gusto se adelantó y en firmeza. Mas puebla el aire repetido un nombre,
Martinez se oye en torno, y estendidos
El Genio me señala con el dedo
Nuestro oro y nuestra plata engalanados;
El Genio y la natura
Disputan sus ventajas afanosos;
¿Fué mas criar hermoso el metal puro,
O darle nueva vida,
Una mano puliéndole atrevida?
Mas ¿dónde los productos de su industria Oculta la ciudad que baña el Tajo? ¿Dónde el templado acero que algún dia Los miembros cercenó de los guerreros, Cuando del metal duro La firmeza venció con ronco estruendo, Fornido el brazo martillando el yunque, A la candente fragua Debiendo el filo que templara el agua?
Y tú, provincia noble, cuyo esfuerzo Vio la patria brillar en contra el galo ¿Dó tu labrar ocultas esas bocas
Que la muerte entre pólvora vomitan? ¿Por qué el gallego firme Los frutos de su industria en sus telares Esconde perezoso? ¿Por qué osado
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Caminando á la gloria
Rehusa eternizarse en la memoria?
Corred ansiosos, sí, corred, y á España De Aranjaez á la par y de Valencia
Y de Esbilía, de Mantua y de Barcino, Ceñid cual nobles hijos de laureles.
En vidrio transparente
Ved la arena menuda convertida
Del gusano cambiados los capullos
En gayos terciopelos,
En suaves tules y modestos velos.
Ved la púrpura hermosa sus colores De Málaga ostentar en los nopales; A Fernandez mirad y vedle activo Pulimentar del árbol las entrañas; Con ellas la armonía Vistió las trompas bélicas de Marte;
Y el guerrero arrastrado á la victoria Suspenso en noble pasmo
Sintió crecer al eco el entusiasmo.
Así cual al nacer de abril florido Un ejambre de abejas numeroso Se arroja activo, se disparce y vaga De la colmena al prado, y á sus flores E,oba el sabroso jugo;
Y cuando el sol trasmonta ya las cumbres En la madre colmena le atesora;
Asi el Ibero ansioso
Te ofrece, Mantua, su trabajo honroso.
Y tú, querida patria, en cuyos campos La riqueza nació, que el fuerte pecho Al peligro opusiste, y victoriosa Siempre en la lid te vieron los tiranos; Al mundo que se observa Prueba que un dia si vencer supiste Las imperiales águilas hollando. También cuando trabajas En genio al orbe todo te aventajas.
Cese en tu seno la facción horrible,
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Rompan tus hijos fratricida el hierro, De Jano cierren las ferradas puertas; Si al hermano el hermano en el combate Hostil encuentra un dia, Haz que á tu nombre arroje el arma odiosa, Tiemble al crimen y grite «de una madre Todos el ser tenemos, Nuestra sangre en nosotros perdonemos.» Si el extranjero acaso en hora infausta Tu poQer olvidase y tu denuedo, De nuevo aprenda en tu venganza cierta Que el que al león despierta adorme3Ído En sus garras perece: Mas no, que al relumbrar de vuestro acero Todo tiembla, españoles: á las ciencias Firme la Paz os guia,
Y á tu gloria caminas. Patria mia. Pronto Mercurio alígero á cien climas
Impávido en veleros bastimentos VTu imperio llevará, y á entrambos mundos Nuestras cadenas de oro irá rodeando;
Y entonces para España
No habrá ponerse el astro refulgente, Ni mares fragorosos, que sus quillas La inmensa mole hendiendo Leyes irán á Tetis imponiendo.
Las espumosag ondas rebramando Sus iras calmarán: feroces vientos Eolo en las cavernas snbmontanas Aherrojados tendrá; y en valde opreso Retemblaran furiosos. Si de Colon perdimos las fatigas Con un mundo, á las artes deberemos Desde el rosado Oriente De nuevo dominar hasta el Poniente.
Todo os ofrece un campo á vuestra industria; Los despojos que al hombre le tributa Del Canadá el cuadrúpedo arquitecto,
Y las cruentas pieles que á feroces Tigres, leones, leopardos
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B-obais en los desiertos de la Libia; Del toro mugidor el asta aguda,
Y el que veis arrogante Colmillo defensor del elefante.
Y aquel dúctil marisco que las gracias Con su mano ablandaron y pulieron, Portátil casa del que el onda habita,
Y los preciosos jugos de Pomona; El vinoso raeimo,
El árbol derrocado; 3^ de la abeja La alba cera y las pieles trabajadas Que el bridón espumoso Rinde ufano el ginete presuntuoso.
Y el arte de fijarse los momentos En el fiel medidor del tiempo alado, Emblema de Saturno, que las Horas Al derrocado Padre arrebataran; De la soberbia Granja
El trasparente cuerpo que burlando En el plateado azogue bullicioso, Que al Almadén robara La verdad enojada nos forrara.
Y el hecho primoroso que á Himeneo Amor volviendo el rostro regalaba; Firme sosten del delicado enlace
Que en tresdoblada seda al sol lu 2.ente
Robó el pudor celoso:
Dó la copa se liba y se derrama
Ddl placer abundoso; que aforrando
Fernandez en caoba
Al luciente metal su brillo roba.
La áurea vena, las minas carbonosas. La piedra sujetada al hombre activo, El mármol en mil formas disfrazado,
Y la chinesca cincelada loza: Todo os anima, Hesperios;
Salud constantes, que la aurora llega En que ufanos sus hijos miraremos A la nación Ibera Industriosa crear, vencer guerrera.
Correspondencia del Duende
Gv.erra declaro á todo monigoÍG, y pues sobran jvsíisiinos ¡yretestos, palo habrá de los pies hasta el cogote. Jorge Pitillas, Sát
Al señor Papel-útil, alias Guindilla, del gremio de Zurradores de esta Corte,
El inútilísimo Duende,
Señor Papel-útil: ho leido, y lo que es peor, comprado el elegante zu- rrador de Vd.,y nadie puede figurarse el mal reto que me ha dado el haber podido disgustar á su papel- utilidad zurrona en mi primer cuaderno; casi desanimado iba á callar, cuando varios amigos me han inducido á respon- derle siquiera por política, y en consecuencia he creído que podría darle mi voto sobre sus zurras con la misma franqueza que pasa á darme el su- yo sin habérsele pedido, sobre mis críticas.
De esta hecha bien puede Vd. vanagloriarse de haber acabado con los malos escritores: los ha metido debajo de un zapato; y el público de aquí en adelante se mirará muy bien en su boKrillo antes de proceder á comprar nada sin consultarle; no es decir esto que deba empezar por Vd : nada de eso, antes muy al contrario; Vd. ':olo sera el comprado y el vendido, y mucho mas si haciéndose cargo siempre de lo mal parado que anda el di- nero, y de que nuestro fin es sacarle al público, le da gratis todos sus petardos y amonestaciones caritativas, así como la primera. A propósito de
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esto, un quídam mal hablado me vino á decir que le parecía que lo que Vd. quería no era que el |,úblico no gastare su dinero, sino que no lo gas - lase con otro que no fuese Vd.; pero yo rechacé esta calumni.i, y no tuvo que responderme cuando le convencí diciendo que era prueba de lo con- trario el haber puesto doce hojas á dos reales, cuando el Duende pone veinte á tres; y además le esplique que en un principio pensó ponerlo á real; luego enmendó de mano poniéndolo á dos reales, para manifestar aun mas desinterés, y que después de haber despach ido unos cuuilos á este precio pensó rebajarle otra vez, diciendo que había sido una equivocación (mejor diremos una contraequivocacion); en lo cual ha pensado Vd. bien, pues el que tuviera prisa para leerlo debía pagar el privilegio de leerlo pronto: ¿y qué no es nada para el púb ico la ventaja de gastar su dinero para leerle á Vd. en Jueves Santo? Debe pagarla; es mui bien hecho: ade- más le añadí que yo estaba bien seguro de que al memento de que se in - demnizase del gasto de impresión, si llega nunca este caso, ó daría de val- de los demás ejemplares, ó devolvería el dinero sobrante, porque tampoco hay una razón para que zurre y dé palos á nadie de valde, poniendo de su bolsillo su hiél y su guindilla: ya ve Vd. que yo me comprometo á salir ñador para con el público de su desinterés, y espero que no será cosa de dejarme mal, puesto que le parece tan ridículo que todos los escritores no escriben gratis.
Pero, amigo, con qué modestia se esplica su «papel-utilidad.» ¿Dónde ha aprendido ese modo tan particular de camelar á las gentes? ¡Qué de rodeos gasta, qué de piropos, y qué disimulo para llamar borricos de bue - ñas á primeras á toda clase de escritores, buenos y malos! ¿Dónde ha ido á buscar aquellas perífrasis para decir que se les vá á formar el pienso? Vamos, yo estoy atónito de ver su finura, su delicadeza, y hasta el respeto con que trata á las gentes; confieso que no podía Vd. haber hallado un modo mas terminante de bautizarlos de bestias; solo sí opino que debiera haberlo dejado para lo último, porque puesto tan al principio no parece que queda masque hablar, ni conduce á nada el pasar adelante, pues es la recopilación mas enérgica de cuanto queda que decir.
Me han gustado mucho las reformas que han hecho en la ortografía, y debe proponerlas á la Academia: es verdad que no faltará quien critique; pero ese es el grande escollo que tienen que arrostrar los que quieren hacer innovaciones buenas; hay quien dice que habrá pasado entre los verbos «haber» y «echar;» quieren decir que Vd. le ha quitado la «h» al primero para adjudicársela al segundo, porque pone dos veces «étele,» y otra «hechándola;» y que no es justo que una «h» que ha tenido legítima^
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mente el verbo de «haber» desde su fundación, se le quite ahora en el año 28 sin alegar una razón fundada: lo mismo dicen de quitar- le la «a» al «ainda mai-» (esto es portugués); que es un usurpador, y que se queda con el tanto por ciento de las palabras; que se le pega algo de cuanto pasa por sus manos; y que tampoco hay razón para mudar en «U la «n» de Vandoma, diciendo V.tlloma, como la gente ordinaria; y á esto añaden ¡qué disparate! que se debe \'d. haber criado entre zurradores ó en las Maravillas, y que no sabrá quién es ese Señor: por Dios, señor Papel- útil, no se sofoque Vd.; no hagj caso de las malas lenguas, porque enton- ces sería nunca acabar; eso se desprecia, y se les envía á comer pienso llamándolos borricos, que eso poco cuesta, ni hay que revolver muchos libros para decirlo.
Añaden que no sabe el francés, porque en lugar de poner «point da- vantage,» que quiere decir «nada mas,» lo que también podía haber dicho en español, y se ahorraba ahora estas r>íconvcnciones, ha puesto «point d'avantage.» que quier*^ decir «ninguna ventaja;© que es Vd. un pedante, y que por querer dar á entender que sabe francés sin venir á pelo con una cosa que por estir en francés no tiene iias gracia, si no lo es el que no se entienda, lo ha echado á perder mas manifestando su ignorancia, y le aplican aquellos versos que dijeron según el P. Isla á una niña llamada Rosa, la que habiendo sid) sorprendida en el acto de evacuar una de aquellas diligencias que la decencia no permite nombrar, por ocultar sus secretas gracias se manchó
«¿Para qué es encubrirla cosicosa. Si así te ensucias mas, querida Rosa?»
Pero, amigo á lo que no pueden decir nada es á la escelente y opor- tuna traducción de la voz «pelit-tnaitre,» que quiere decir «señorito,» y que Vd. traduce tan superabundantemente «señorito presumido,» ponien - do de suyo la presunción, y fundadamente, pues que dos palabras france- sas requieren indis[)ensablemente otras dos españolas, sean cuales fueren. Lo que sí tachan es escribir «Palais Royale» con el aditamento de esta «e» última, porque «P.ilais,» que quierj decir en castellano «Palacio,» no es hembra, ni femeniíio, ni cosa que se lo parezca, que es masculino y muy masculino en entrambos ivJiom.is. ¡Admírese V,! Murmuran si le ha tocado á Vd. Dios en el corazón, y se trata de restituir las letras robadas ..las arriba; pero aun en este caso debía haberlas vuelto á dejar allí de doodj las quitó
Hay gente viperina y mal entretenida, que n)0vida de la envidia dice que ya que no sabe üd el francés, en indemnización tampoco sabe el cas-
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Icllano: ¿y por qué? Todo (para que üd. lo sepa) por(]uo dice «seliiia de dis- parales; decir mamarrachos» (que solo so pintan) etc. Vea üd. qué repro- ches, como si para escribir al público fuese tan indispensal)le saber la len- iíua en que se le escril)e; á pesar de eso, como no he sabido modo de defen- derle de esto último, bueno será me envíe el diccionario que gasta para sus petardos, que quiero dar á lodo el mundo en ojos con él, pues por mi parte «non ego paucis oíendar m culis.»
Otra burrada digna del pienso de IJd.; opinan muchos que se ha dejado un petardo literario en su picantísimo tintero, como es el que nos ha dado á lodos con su folleto, que sin duda h \ sido por modestia y per no hablar de sí mismo, y que debía estar después del sexto y antes del de cochino, como Ud. dice «sin perdón»; y efectivamente no le perdonan todos el haber introducido esta anécdota del matadero del rastro, por sustancial que sea, porque si es de invención suya es fea é inoportuna, y si cierta no se puede negar que es indecente, señor Papel útil y Zurrador, con perdón del lector, el ofrecer al público personalidades, ¡Ba! ¡ba! ¡ba! á donde va á parar lo que dicen estob menguados.
No responda Ud. á eso, que al buen callar l'aman Sancho: eso se des- precia y se le echa pienso.
Un amigo mió añade á todo esto que es extraño que me haya mordido también á mí, pues que en resumidas cuentas viene UJ. á apoyar mis crí- ticas, y, asegura que no comprende como puedo yo ser inútil y Ud. tan útil cuando repite lo que yo digo valiéndose casi en una que otra ocasión de mis palabras; además que camina de mala fé suponiendo que yo digo como cosa buena y mia lo propio que critico, pues en mi primer cuaderno yo ri- diculizaba los títulos que me apropia, por lo que (le!)e acudir á él y leerle más despacio, y verá que digo, hablando de ellos «si bien son malos &.» no sea que alguno diga que es exIrafiO haya pasado á escribir sin saber leer, lo que resultará en mengua del uiaestro que le enseñó.
Por supuesto yo no creo nada de esto que dicen, antes me rio, y creo que al fin la nación que le ha visto nacer vendrá á hacer justicia á los pe- lardos que le dá, cuando ios tiros de la envidia hayan agotado su rencor: no se puede hacer bien á nadie, después de haber hecho al público el favor de que no gasten su dinero, vea Üd. qué agradecimiento, y cómo lo paga; deje usted esas ideas filantrópicas, y cada uno que haga de su capa un sa- yo, que al fin ellos ganan su dinero, es muy suyo, y üd. no se lo dá. ¡Píca- ra ingratitud!
Por ell.i susurran también de aquella consecuencia que saca cuando dice que no soy erudito, porque no me gusta irá perder el tiempo al billar^
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yo no hallo el por i]\iá se susurre de oslo, pues que yo también me inclino á creer como Ud. (juc todos los hombres de genio han jugado mucho y muy l)¡en á eso juego, y que se debe inferir que nadie puede ser erudito si no sabe dar empellones í\ una bola; y asimismo concibo que la mejor prueba de que no soy pagano es el no jugar al mismo juego por razones muy pa • recidas
¡Que nunca hayamos de concluir! A todo esto me han añadido que no debe Ud. ser muy erudito cuando llama al diario Enciclopedia, ignorando que es voz griega «En», en, «Kuclos», círculo, «paideia», ciencia, y que los sabios han convenido en Uamir así á la reunión de las ciencias y artes, y no á los avisos de nadie: esto es griego; y cuando dice «el alcorau" al modo del vulgo, en vez de decir «el coran», con lo cual basta, pues aal curan» quiere decir el libro en árabe, lo mismo que «to biblion» en griego, y «al» y «to» son los artículos; y en ninguna lengua hacen falta á los nombres dos artículos: con este motivo dicen que no sabe Ud. griego, ni árabe ni nada: bachillerías; ¿pero á Ud. qué le importa? Maldita de Dios la cosa; no es pre- ciso saber lenguas ni para zurrador ni para echar pienso, y para escribir obras tampoco, porque deja Fray Gerundio los esludios y se mete á predi- cador. Vamos, yo no sé cómo puede usted sufrir tanto insulto. Qué pacien- cia debe tener: toda la que se necesita para ser escritor; es preciso confe- sar que es un santo varón.
Yo no le escribo á Vd. todo esto porque piense que no lo sabe; esloi persuadido que lo sabe mejor que yo, y creo que si lo ha pueslo así ha sido ó por disimular su erudición dando una prueba de su modestia, ó por yerros de imprenta: solo si lo escribe para que llame Vd. borricos á agrüo pelado» á todos estos charlatanes.
Ha de saber Vd. además, amigo Papel-útil, que hay otra impugnación aun más rara; leíale yo á una señora amiga mia, con el placer y enlusias mo que Vd. se puede figurar, su papel, realzando sus bellezas, y admiran- do su delicadj y bien cortada pluma (á propósito quisiera saber si la corta Vd. mismo, ó si la da á corlar, porque no sería estiaño que un zurrador no se hubiese dedicado nunca á esas bagatelas); pero á. pesar de todo no pue- de evitar que aquella persona, que piensa malamente que los zurradores y guindillas se parecen en algo á las personas, y que cree que cada uno es uno solo, y está acostumbrada á tralar á cada persona en singular, aunque no sabe gramática, me dijese á pocos renglones: «pare Vd. de leer, amigo, wqucsi no me equivoco Vd. leyó al principio que lo. escribía un zurrador, »y de una página á otra se nos hi convertido en dos, porque habla de «nos,» dice «estamos, compramos, etc.»: vuelva Vd. á mirarlo, y vea si es
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»et'ectivamente uno solo, ó si esos señores van apareados, porque á lo que »yo imagino pudiera ser mui bien Zurrador y compañía;» reimo de su sim- plesa, y la contesté como debía; ha de saber Vd., señora, que desde que un hombre es autor, se da el trato de un Principe; y sepa que á los Reyes y á los autores les es común hablar uno solo como si hablaran muchos, así como el tutear al lector y otras cosas semejantes, etc.
Lo que me gustaba más ([ue todo por su inesplicable gracejo son los contrapetardos; qué de sal, qué de atenciones, qué retención en el decir, qué liento para no insultar, qué de lisonjas, y sobre todo, qué de sales: perdone Vd., amigo, si le adulo; no lo hago con el fin de que me propor- cione ningún cochino, ni por pagárselo en «duendes^: nada de eso, solo el agradecimiento me pone en esta obligación, y mi dolor es verme precisado á concluir.
En fin, señor Papel-útil, creo que conocerá Vd.que siempre (he tomado su partido, y que si no he podido rechazar á los habladores, no ha dependi- do de mí, sino de que estos son, como Vd. dice, unos borricos: convencido de esto no me volveré á meter en defensas de nadie, y valga esta por tedas.
Por lo demás tiene Vd. mi permiso para seguir hablando hasta que guste, y contestar cuando quiera, bien seguro de que yo hablé una vez pa - ra toda la siega, y de que me propongo de aquí en adelante escuchar y reir; y en prueba del efecto que en el público y en mí han hecho sus petardos, publicar cuanto antes el cuarto cuaderno de
El Duende satírico del dia, (Tercer cuaderno. Mayo 1828).
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Con motivo de hallarse en cinla nuestra muy amada reina doña María Cristina de Borbon.
(1830)
SONETO
Guarda ya el seno de Cristina hermosa \áslago incierto de alta dinastía, y ya la patria conocer ansia de quien ha de ser madre cariñosa.
Tú,amor,(jue al pie del ara religiosa á los esposos enlazaste un dia, recuerda que el ibero te pedía directa sucesión, 'arga y dichosa.
Y hoy que anuncia el alegre clamoreo el don felice, que esperando queda vive también al general deseo
Tú, desde ahora, sobre el regio fiuto vela incesante, pjrque España pueda rendirle pronto de su fé tributo.
•o««>«aOC^C»-4»»-
&onsrETO
Salve, Infanta Real, por quien cotifia ver su esplendor España recobrado y en quien promete el cielo que hermanado será el poder de la hermosura un dia .
No ambicionaba más la patria mia, que cual un pueblo de héroes, anegado solo á amar y vencer, don tan preciado, tan gran favor desconocer podía.
Yo que adorando vivo la belleza, el primero en tu honor el aura hendiendo, haré sonar mi^ira jubilosa
Que es gloria el rendimiento y no flaqueza, y es dichoso el que puede obedeciendo obedecer al menos á una hermosa.
X830 J. M, Larra
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(Relación de las funciones ejecutadas en esta corte á la publicación del embaraz de la Reyna Nuestra Señora Doña María de Cristina de Borbon en 8 de Mayo de 1830 y á su feliz alumbramiento en 10 de Octubre del mismo año, con las composiciones [);jóticas circuladas con tan plausible motivo por don Pedro José Trota. — Madrid 1830. — Manuscrito inédito de la época que posee el marqués de Jerez do los Caballeros. — 1 17 págmas en 4.° ma- yor, con una lámina dibujada á lápiz é iluminada representando un carro triunfal).
ELEGÍA (A la muerto de la Duquesa de Frias)
Tornó á lucir, tornó la infausta Aurora (I) de amarga adel'a y lívida enlutada, pálidas rosas al dormido mundo de su frente vertiendo, y la alba nieve del diciembre helada con débil rjyo precursor tiñendo, conocióla Fileno, y un suspiro tristísimo exhaló, y en lo profundo de su pecho tembló. Si, triste esposo es ella, es ella; entre punzante hielo mírala descoger las blondas trenzas de su dorada cabellera, mira cual la sacude sobre el mustio suelo en yermador rocío,
y cual la tala, y no de amantes brazos, el mundo oprime con sus yertos lazos. Ella es la misma que en tu pecho amante clavó el puñal. Pero ¡ahí qué h;irto hondo llega en él dejó sangrienta y humeante, para no conocerla joh! ¡cuál te amarga encapotada y íiera con nueva desventura, más acerbo dolor más amargura,
o 7
(i Alude á la notable coincidencia del fallecimiento de la Condesa de ílaro, primera mujer del Excmo. Sr- Üucjue de Frias que ocurrió en el mismo día i7 de Enero.— (N. del A.)
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herida más atroz que la primera I Luego la Muerte al verla de funerales galas adornada la conoció también regocijada y feroz sonrió — ¿Qué? ¡siempre, dijo la frente altiva del ilustre vate veré de rosas y laurel orlada! ¡Nunca bañada en el dolor sombrío ceñir guirnaldas de ciprés funesto y ¿qué?¿á enlutiir el artesón dorado no alcanza ya mi eterno poderío? L'ore también el que tan dulce pulsa el suave plectro de oro no es es insensible, no; que caiga, caiga su amor, y llorará. Digno holocausto será á mis años su doliente lloro. Y señalo su víctima, implacable, y... tente, tente, despiadada, torna el rostro á ver de la que herir pretendes si no sus rosas su apacible encanto pueden contigo tanto. Muévete al menos el mirar que nunca otra heriráís más bella, y mírala y aguarda... y hunde Juego si puedes ya, cruel, tu acero en ella. Si hermosas buscas, ¡en mi patria hay tantas! pídele á Amor, y le dará sin cuento. Si pechos departir enamorados quieres, á ellos tu puñal sangriento hunde, que todos aman. ¿Pechos nobles pretendes? en mi patria no busques, lo son todos... ¡Pero en balde su frente excelsa entre el laurel funesto á la encumbrada cima, de do contempla á los humildes hombres, á llorar más que todos fué allí puesto! ¡Y solo á tanto precio galardona a frente al h ombre la clernal corona! ISuelta el Ibnto, Fileno; de esos fufste
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que al infausto destino
del que te anima, espíritu divino,
el sacrificio de tu dicha hiciste.
Desde climas lejanos
él la trajo cruel á que lloraras,
y á dejar con la vida entre tus manos
la eterna fé que le juró en las aras.
Suéltale y también mira
al Carnoens y al Pelrarcí
triste juguete el uno de fortuna
mecido el otro en su fulgente cuna
el raudal acrecer de Gange y Sarga,
allí empapado en su dolor la tierra,
sobre la tumba do su amor encierra.
i Y es dulce al corazón! ¡ay de aquel triste
que en el dolur no goza,
y que en la insensatez de su alegría
nunca esciló el placer de la tristeza
la virtud, el amor, en balde unidos
por la inocente víclima á tí claman.
Que así timbien el aquilón rabioso
entra en el bosque silvador, y escoge. .
Triunfos cortos desdeña,
y al alto cedro, al roble poderoso
que su ancha copa en el Olimpo escuden,
su gran poder enseña,
ni ya sus galas mira: su hermosura
es, y su esbelto talle
lo que él aun más en derribar se empeña;
nunca empleó su furibunda saña
en el flexible mirto
nunca en la débil y sonante caña.
Cayó, cayó: su sombra bienhechora
con él despareció. ¡Y hasta en el pecho
que de candor y de l)ondad velado
presenta á su furor, quedó por siempre
el santo lazo del amor deshecho!
¡Roto ( or siempre! Llora,
llorar: tal fué de aquellos el destino
213
que á ennoblecer nacieron
el siglo vcnluroso en que vivieron.
¡Oh! triste sel o que consigo lleva
quien tuvo el fuego inspirador del genio.
¡lil que embelesa el mundo, el que sublima
en sus instantes he'l s
dulce melancolía!
Ni hombre es, ni digno de vivir entre ellos.
¡Oh, cual te miro en tu dolor cebarle,
y re[)ugnar consuelo,
abriendo el pecho con placerían solo,
ansioso de llorar, al triste duelo!
y blando el pecho i ccibirle, como
la bella maravilla de las flores
á las tinieblas de la noche fria
abre ansiosa su cáliz
que adusta cierra al resplandor del dia.
Y halagas tu dolor, y otra vez tornas
á derramar de nuevo acerbo llanto
como e! león que herido en el desierto,
víctima tiiste del ardor que siente,
lame la 11. ga que el arpón le ha abierto.
Vuelve, vuelve á mirar en torno tuyo:
vuelve los ojos á tu c-niante hija
que con la faz llurcsa,
y alzando en alto las dolientes palmas
su madre al cielo pide congojosa.
¡Oh! tu dolor milig',
no el suyo acrecías con tu llanto eterno,
que es iiun paia la pena
su blando y joven cor..zon muy tierno;
el cielo te la dio compadecido;
«Piedad» en ella te dejó espirante
de un nuevo amor el manantial fecundo, dulce remedio de s-u amor perdido
á 1.1 enram.uia ti iste,
así la fl. r en la estación querida
tras sí un tierno botón deja, muriendo,
carmen futuro de abundante vida.
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A la callada losa
mírala de esplendor b;ijar bañada,
conio el mundo nació, pura y hermosa;
y cual suele bajar al occeano
en su ardiente lucero
la diosí del amor, llevando en torno
los amores consigo: el son terrible,
el batallar furioso
templa y su rabia suma
al recibirla la sonante espuma,
de gloria y de hermosura centellante,
como nació de entre sus ondas bravas
más que el Olinipo puto y rutilante.
Mira, detrás cual deja
un surco inmenso de su luz hermosa
ella despareció; más largo espacio
su fulí^or ilumina
la ancha espalda de Tetis espumosa,
la alta cumbre de /Ulanle, allí vecina
hasta morir del todo. Vendrá el tiempo
así tu duelo á devorar profundo,
y solo un rayo dejará en tu mente.
y bañaranla entonces
dulces recuerdos del dolor presente;
que en la memoria el náufrago se agrada
de la antigua tormenta ya pasada.
Y ya no llorarás, que luengos dias
vendrán á helar en tu tranquilo pecho
el fuego al sentimiento; y el deshecho
tumultuoso huracán de las pasiones
calmará su furor. Tu plectro de oro
conservarás entonces, que sonoro.
sobre las ruinas del amor, del tiempo
su triunfo cantará; no ya cual suele
impelido del Bóreas ó del Noto,
la llama el bosque devorar remoto.
Si como el blando sol que anima suave
en el octubre el f)ámpano florido,
y el dulce fruto hinchendo, solo ardiente
de tiempo en tiempo á su pujante brio
torna tal veza demostrar al mundo
que aun es el mitmc que abrasó en eslío.
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EMPEÑOS Y DESEMPEÑOS
(Feagmento.)
El arlículo «Empeños y desempeños» no se ha publicado íntegro en ninguna de las ediciones que conozco de las obras de Fígaro, únicamente en el número 7 del aPobrecito Ilabladoi*» (Noviembre 1832), donde por primera vez se dio á luz, aparece entero. Los párrafos suprimidos siguen al que empieza «Hijo... desesperación...» y termina «para mejor ocasión le tengo r«?servado» y dicen así:
«Réstame ahora saber si este arlículo conviene h este [)aís y si el vulgo de lectores está en el caso de aprovecharse de esta trillo anécdota. ¿Serán mas bien las ideas contrarias á las funestas consecuencias que de este fatal acontecimiento se deducen las que deben propalarse? No lo sabem is solo. Solo sabemos que muchos creen por desgracia que basta una ilustración superficial, cuatro chanzas de sociedad y una educación falsamente des- preocupad.i para hacer filiz una nación. Nosotros «declaramos» positiva- mente que nuestra intención al pintar ios funestos esfeclos de la pocí soli- dez de la instrucción de los jóvenes del dia ha sido persuadir á todos los españoles que debemos tomar del extranjero lo bueno, y no lo malo, que está al alcance de nuestras fuerzas y costumbres, y no lo que le es superior todavía.
Religión verdadera, bien entendida, virtudes, energí i, amor al orden, aplicación á lo últil y menos desprecio de muchas cualidades buenas que nos distinguen aun de otr.is naciones, son en el dia las cosas que mas nos pueden aprovechar. Hasta ahora una masa, que no es ciertamente la mas numerosa, quien marcha á la par de las mas adelantadas de los países ci- vilizados; pero esta masa que marcha de esta manera, no ha seguido los mismos p.isos que sus maestros; sin robustez, sin aliento suficiente para poder seguir la marcha rápida de los paises civilizados, se detiene ja deando, y se atrasa continuamente; dá de cuando en cuando una carrera para igualarse de nuevo; caminando á brincos como haría quien saltase- con los pies travados, y semejante á un mal taquígrafo, que no pudiendo seguir la viva voz, deja en el papel in ensas lagunas, y no alcanza ni escri- be nunca mas que la última palabra. Esta masa, que se llama despreocu-
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pada en nuestro país no es pues noas que el eco, la última palabra de Fran - cia no más.
Para esta clase hemos escrito nuestro artículo: hemos pintado los re- sultados de esta despreocupación superficial de querer tomar simplemente los efectos sin acordarse de que es preciso empez.ir por las causas; de in- tentar á fin sul)ir la escalera á tramos: subámosla tranquilos escalón por escalón si queremos llegar arriba,
¡Que otros van á llegar antes! nos gritan.
¿Que mucho les responderemos si tan»bien ecb ¡ron á andar antes? De jadlos que lleguen; nosotros llegaremos después, pero llegaremos. Más si nos rompemos en el sallo l.i cabeza, ¿qué recurso nos quedará? Deje, pues, esta masa, la loca pretensión de ir á la p<ír, con qui. n tantas ventajas le lle- va; empiece por el principio: edacacion, instrucción Sobre estas grandes y sólid.s bases se ha de levantar el edificio. Mar( he esa otra masa, esa in - mensa mayoría que se sentó hace tres siglos; deténgase para dirigirla la arrogante minoría, á quien engaña su corazón y sus grandes desees y en - tonces había una remota vislumbre de esperanza.
Entre tanto nui^stra misión es bien peligrosa: los que pretenden mar- char adelante y la echan de ilustrados nos llamarán acaso del «orden del apagador» á que nrs gloriamos de no pertenecer y los contrarios no estarán tampoco muy satisfechos de nosotros. Estos son los inconvenientes que tie- ne que arrostrar quien piensa marchar igualmente distante de los extre- mos: lili rstá la razón, nllí 1j verdad; pero allí el peligro. En fin, algún dia haremos nuestra profesión de fé: en el entre tanto, quisiéramos que nos hubieran entendido. ¿Lo conseguiremos? Dios sea con nosotros: y si lo lo- grásemos, prometemos escribir otro dia para todos.»
«Pobrecito Hablador». N, 7, página 26 á 29. -(Noviembre 1832 )
ROBOS DECENTES
Hánsenos comunicados las siguientes cartas:
«Señor Munguía>): soy aficionado á leer y además gusto de comprar li- bros cosa bastante rara en este pais, que Vd. con su acostumbrada amabi- lidad suele llamar Batuecas, tenía pues una pequeña biblioteca que me di- vertía no poco en mis r.itos perdidos y en la cual me miraba como en un
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fispojo; pero es el caso qae tengo por mi desgracia más amigos que libros tenía. ¿Cómo se niega un libro á un amigo? En una palabra, yo ho prestado mis libros con la mejor voluntad del mando, pero si vá decir verdad con poco entendimiento: mis amigos que no deben tener mucha memoria y sí mucha adiccion á todas mis cosas, no mí han devuelto mis libros. Hánseme quedado unas obras descabaladas, otras han des¿q)arecido enteras y si al- guno me las ha restituido después de largas súplicas al efecto y luengos plazos halas traído llenas de aceite, dobladas las hojas, rayadas las pastas y varios garrapatos, palotes y monitos del niño de la casa que esl<á aprendien- do á escribir ¡Libros de mi alma y amigos de todos los diablos! me ha di- cho que en las Batuecas no soy yo el único á quien esto surede, porque es costumbre no comprar libros mientras halla amigos que 1í»s tengan y más costumbre no hacer escrúpulo de quedarse con los que á uno le prestan. ¿Es cierto, señor Bachiller, porque me escandaliza solo el pen.sarlu?¿De qué puede nacer esa falta general de delicadeza?
Sírvase Vd. dar estos renglones al público para ver si lo leen mis ami- gos, aunque sea de prestado como acostumbran y mirándose de pundono- roso vuelvo á encajinar mis tomos en sus nichos de los cuales yo les asegu- ro, que no volverán á salir.
De usted señor don Juan, atento servidor. — Mateo Pierdes.
Las pers ñas que no han adoctado todavía el sistema de devolver los libros que les prestan, darán á esta carta una contestación mas satisfacto- ria que la que nosotros pudiéramos dar.
Señor Hablador: Soy dueño de un café de los mas acreditados de esta Corte, y lleno de los mejores deseos, he querido imitar á muchos de mis cofrades, procurando tener siempre á disposición de mis parroquianos los muchos y buenos periódicos, que en esta ilustrada capital se dan á la luz pública. ¿Querrá Vd. creer señor Hablador que no se ha verificado un solo mes reunir el dia 30 todos los números? Pues no se le figure á Vd. que les tengo tirados por esas mesas ala merced de todo advenedizo: no señor; léngolos atados como locos y sujetos á una tabla con su correspondiente candado; pues así los arrancan y no diré que me los roben; nada de eso, sino que se los llevan y nunca mas los vuelven á traer, ¿Es posible que sean los periódicos tan buenos ó los hombres tan malos?
Sírvase Vd. insertar esta mera preguntilla en ese folleto, ó libelo, ó periódico, ó lo que sea, si es que se sabe lo que es.— íFrasco Botiller.
aSeñor Bachiller:» soy muy amigo de ir al teatro, y muy raro por con- siguiente el dia que á las diez de la mañana no tengo ya mi luneta en el
bolsillo. ¿Querrá Vd. creer que no me acontece un solo dia encontrar mi
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asiento desocupado? Todus las noches tengo que desalojar al enemigo. Go- mo soy algo malicioso, he dado en observar y he echado de ver, que hay una baraja de Batuceos que entran en el teatro sin billete, se sientan en una luneta con la esperanza de que aquella ó la del lado, ó alguna en fin, no tendrá dueño: van viendo á buena cuenta la función se salen poco antes de recoger ios billetes y vuelven á entrar después de haberlos recogido. ¡Y si Vd. viera que bien puestos y que galantes!
¿De qué podrá provenir esta especie de franqueza? ¡Yo estoy aturdido de ver las economías que adoptan algunas personas en su modo de vivirl Tenga Vd. la bondad de hablar algo á cerca de esto, para ver si puede usted ahorrarme el trabajo de sonrojar todas las noches á un hombre «de honor» y verificar el número y otras impertinencias de esta especie. Su afectísimo amigo. — Simón Sismo.
Piensan estos buenos Batuceos que se corrigen aquí las cosas con de- cirio, ni de ninguna otra manera. ¡País incorregib'e! Los más no lo leen. Los menos se contentan con esclamar: ¡Es verdad! ¡Tiene razón! ¡Es mucho Bachiller! A nadie deja en paz; Pero enmendarse, que se enmienden los «demás que yo no soy mas que uno.» Todos quieren ser esta excepción. ¡Bien haya la impenitencia!
(El «Pobrecito Hablador.» Núm. 8, página 28 á 32. Diciembre 1832,) No se han reproducido luego en las reimpresiones de dicho periódico.
LA EDUCACIÓN DE ENTONCES
«¿Tan fácil les parece á vuesas mercedes hinchar un perro?», decía el loco de Cervantes y ¿tan fácil les parece á vuesas mercedes hinchar dos columnas de la Revista todos los domingos? puedo decir yo con más razón.
No todo ha de ser «Teatro», no ha de ser «Facciosos» todo. ¡Costum- bres, pues. Costumbres! He aquí una exigencia más difícil de satisfacer de lo que parece. ¿Tiene en el dia nuestro pueblo y tienen sus costumbres, un carácter fijo y determinado ó tiene cada familia'siis costumbres, según la posición que ha ocupado en este medio siglo anterior? Mucho me temo que sea esta la verdad y que nos hallemos en una de aquellas transiciones en que suele mudar un gran pueblo de ideas, de usos y de costumbres: el observador más perspicaz puede apenas distinguir las casi imperceptibles
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líneas que separan al pueblo español del año- ocho del del año veinte, y á este del del treinta y tres. Paréceme, por otra parte, que esta gran revo- lución de idas y esta marcha progresiva se hace solo por secciones: des- cártese hacia adelante en cada época marcada una gran porción de la fa- milia española. ¿Queda sin embargo algún descarte que hacer? A esta pregunta pueden responder las gavillas que perturban todavía nuestra tranquilidad, en representación del tiempo antiguo. Cerca está el dia sin embargo, en que volveremos atrás la vista y no veremos á nadie: en que nos asombraremos de vernos todos de la otra parte del rio que estamos en la actualidad pasando.
He aquí las ideas que revolvía en mi cabeza uno de estos dias en que el mal humor, que habitualmente me domina, me daba todo el aspecto de un filósofo, y me había sacado á pasear maquinalmente por la ronda.
Paseaban delante de mí dos figuras, de las cuales no tardé por su ves- tido en deducir la opinión y el partido. Los dos llevaban peluca rubia; ca- ñas de Indias por bastón; calzón y zapato con hebillas .. Poco se vé de esto ya, pero se vé.
— Buen tiempo hemos alcanzado, y bravo siglo; Sr. D. Lope de Anta- ño!, decía el uno cuando yo llegué á poderlos oir.
— ¿Quién nos lo había de decir, Sr. D. Pedro Josué de Arrieran? res- pondía el otro. ¡Qué furor de educación, y de luces y reformas! ¡Válgame Dios! ¡Qué de ideitas nuevas de quita y pon, qué poca estabilidad en las cosas!...
— ¡Ya! si hay hombres que tratan de persuadirnos á que no se puede vivir sin todos esos alifafes...
— Ahí está Sr. D. Pedro. Se les figura á estos hombres de ahora que hasta que ellos han venido á abrirnos los ojos no había en nuestra patria cosa con cosa. Yo no me comprometeré á decir lo que había; pero yo me acuerdo, porque no hace tantos años, que no había en este pais caminos, ni diligencias, ni barullos; había menos arte todavía que ahora, sí cabe, y me tenía usted á mí y á otros, con nuestros destinos en regla rebosando sa- lud y alegría. Se distinguían las clases, hasta en el vestir, que ahora no parece sino que todos somos hijos de un mismo padre. No había esa ilus- tración, ni esa industria... ¡Mire usted qué pedrada! No había más fabri- cas que la de medias de Toledo, y la de navajas prohibidas de Albacete, como quien dice; pero éramos españoles, aunque quieran decir que éramos" más... ¡Qué tiempos aquellos! Yo quiero referirle á usted la vida que ha cía. En primer lugar tenía yo veinte años y sabía leer, escribir y las cua- tro cuentas: 5'a era un hombre: pues no había que pensar que yo hubie^§
— no —
visto risueña la cara de mi padre; le tenía más miedo que á una tempes- tad: raro era el dia que no llevara yO un par de zurras por cualquier frio- lera, por lo cual andaba tan en punto que más parecía lana vareada que cuerpo de persona.
¡Qué tiempos aquellos! Así me entró el lalin. ¿ir yo h lerlul*as? ¿ehl Como ahora, que cuenta un mocoso apenas dos lustros y se entra de rondón en el mundo, y enamora á las muchachas como si tuviera sesenta años! ¡No señor! l-^ln una ocasión se me antojó gdfantear á una criada que enfrente de mi casa vivía, porque al fin los muchachos siempre han de ser muchachos; ¿y sabe usted lo que hacía? Gomo estaba recogido y encenaüo ya á las ocho de la noche, tenía que atar mis sábanas y mi manta y por la vetítana de mi habitación, me iba boniticamente descolgando hasta la calle, donde habla- bamos y tal. Sí señor. Como que una noche se soltó la sábana y me rompí este pié: desde entonces ni él ha vuelto á entrar en caja, ni he dejado yo un soIj momento de ser cojo. Tal porrazo me grangeo la vigilancia de mi padre. ¡Qué tienipos aquellos, y cuanto tengo que agradecerles! ¿Había yo de haber hablado á sabiendas suyas con una joven? ¡Jesús! Mire usté I. A los treinta años me casé. ¿Querrá usted creer que nunca le había visto la cara á la novia, ni e la, que tan recogida vivía como yo, me la había visto á mí? iNi conocíamos nuestro carácter, ni... Nos lo dieron todo hecho; así fu- que después nos llevábamos siempre muy mal mi muger y yo. Por supues to que luego que me casé sucedía en mi casa lo propio que en la de w.\ pa - dre; si viera usted qué tundas le pego á mi chico! La letra con sangre entra; él podrá no salir bien enseñado, pero saldrá bien apaleado. E^o es cariño, lo demás es cuento; nunca pude llevar en paciencia la inconstancia del si- glo. Una sola oficina he tenido en toda mi vida, una sola peluca, un mismo sastre, un zapatero no más, una propia tertulia. Y he leido, sí señor; he si • do muy aficionado á leer,aquí donde usted me vé: en casa tengo el «Viage- ro Universal», á no ser once tomos que me faltan, y todos los ^Mercurios» desde el año 70, y las gacelas y los diarios muy bien encuadernados, (jue nunca los dejaba de la mano, como no fuese para reñir a'gun rato coi mi Angelita: porque eso sí; no era uno como esos maridos de ahora que se de jan los dias y las noches solas á sus mugeres á merced del primei* boqui- rrubio que pasa y entra: en eso consistía el reñir, poique como no nos po- díamos ver. .
— Esa es, señor don Lope, esa es la vida arreglada que hay que hacer, y no la barabúnda ni la educación de ahora. Yo lo que sé decir á usted es, que me acuerdo también de un tiempo en que no se encontraba un libro por un ojo de la cara, como no fuese el Astete. el «Observatorio Rústico» de
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Salas, que es todo un libro, y otras cosilhis sanas é inslruólivas al mismo tiempo; pues no se movía una pají eii toda la monarquía. ¡Y qué enseñan zn! En aqueil iS tiempos ponía usted á su muchactío, si lo tenía, en la es- cuela Pia ó cosa semejante, y saliía usted que le enseñ iban su latín y su buen c.irácter de letra, que era nn primor: y ho le parezca á usted, todo esto en menos de diez ó doce .ño.. Ya vé ust'Ml . ¿Pues ahora? ¿eh? Hi de saber el niño en un abrir y cerrar do ojos, francés, inglés, italiano, mate- máticas, historia, geografía, baile, esgrima, equitación, dibujo, ¡qué sé yo! Sin conocer que eso no es par.i nuestro carácter. Sin ir más lejos: yo tengo un sobi'ino, cuyo p;ulre dio t<imbien en la llor de las relorinas y de las ideas nuevas. Le puso al muchacho tanto divino ayo, y maestro y pedadogo, que no tenía un momento en el día para rebullirse. ¿Y qué sucedió? ¿Qué liabía de suceder? Se quedó el muchacho pálido, seco corno un esparto... dab.i lástima verle... Y d.irle que había de estudiar y que había de... pues estu- dio fué que... en fin... dos meses hace no más que murió...
— ¿Qué dice usted? ¡Angelito! ¿Y murió de estudiar?
— No señor, murió de un cólico; pero voy á lo que es...
— Por supuesto. ¡Qué lástima!
— Es claro. ¿Y para qué es toda esa prisa? Para que el niño sepa y al- terne en una sociedad, en cu .nto le apunte el bozo, y brille y hable con el tiempo en público, y. .
— ¡Bravo! Sr. D. Ptdro, bravo! No se puede decir mas...
— Pms y las muchachas que recogidas se criaban, en un santo temor de Dio?, sin novclicas, ni óperas, ni zarandajas. Verdad es que eran un po- co mas hipócritas; pero ¡mire usted que malo! A lo menos no daban que decir. En el dia los libricos empiezan á alborotarles los cascos, se acaloran y al primer querido, concluye la obra que empezaren los libros, ¡paf! holo el diablo sabe lo cjue ¡inda; se le casan á nsted, si es que se le casan, poco menos que sin pediile licencia. Verdad es que yo conocí aunen aque- llos tiempos mas de cuatro .. de las í:uales una se escapó con un mozalvete á quien quería, porque la tenían oprimida sus padres: otra cogió una pul- monía que la echó al hoyo en pocos dias, de ver al suyo á deshora por la rf'j», porque no se eiilrab n los hond)ie3 en las casas de honor, con la fa- cilidad (jue ahora; oira que se aficionó del criado d3 su casa mas de lo que á su recalo y buen nombie convenía, porque no vía otra alma nacida, hubo lo que Dios fué servido y se murieron sus padres de pesadumbre; y otra por fin se murió ella ¡. isnia de trisuza en un convento, donde la metieron poi fuerza sus padres llenos de prudencia, por miedo de que se perdiese en el siglo.,, Si señor, esto es verdad, porque la carne siempre ha sido
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flaca; pero tenía usted á lo menos el gusto de saber que no habían sido los libros los que le habían pervertido á aquellas inocentes criaturas.
¡Oh! y que bien dice usted, señor don Pedro. Yo le juro á usted por la verídica pintura que ante los ojos me acaba de poner, que he de emplear lo poco que valgo, en hacer porque no sigm adelante estas ideas nuevas que que se apoderan sin remedio de todas las cabezas, trastornando nuestras costumbres y nuestro moJo de vivir: sino que volvamos á nuestro primitivo estado.
— A bien, Sr. D. Lope, que el pandero está en buenas manos. ¿Le pa- rece á usted que nuestros : migos se dormirán en las pajas?.. Como ellos puedan..
— Dios lo quiera, señor don Pedro, como usted y yo se lo regaremos para paz nuestra, aumento de nuestro sueldo, educación de nuestras fami- lias y bien general de nuestros compatriotas, por cuya verdadera felicidad, entendida de este modo, y no de otro alguno, me dejaría yo arrancar una á una todas las muelas; aunque no me han quedado en la boca sino dos, de resultas de las fluxiones que me han acometido desde estas malditas re- formas
Llegaba aquí el diálogo y nosotros insensiblemente, ellos hablando y yo escuchando, llegábamos ya á las puertas del convento de Atocha; á este punto fuéme imposible seguir oyendo porque se entraron devotamente en él mis dos interlocutores, y yo volvíme hacia Madrid, diciendo para mí: «¡H(3 aquí los hombres de entonces! ¡Hé aquí los viejos materiales con quo quieren hacerse casas nuevas! jllé aquí, en fin, un artículo de costumbres, mejor que todos los que yo acertara á hacer!!!!»
(Este artículo lo he visto publicado primero como inédito en «El Labe- rinto» (semanario de Cádiz 1847), y luego en «El Correo Sevillano» núme- ros 'iy5, 196 y 197 de Mayo de 1852 y en «La Enciclopedia» N. 25, Año V.~ Sevilla ll Julio de \m.)
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RECUERDOS
(LISBOA, MAYO DE 1835.)
Ya es la noche bien cerrada Y entre las oscuras sombras, Del bravo viento impelidas Se ven reluchar las ondas.
En el inquieto elemento De la bahía anchurosa Solo el balance alternado Del surto buque se nota:
Que ni bergantin velero La rauda corriente corta. Ni á la gaviota se siente Buscar abrigo en las rocas.
Solo al lejos se divisan Columpiándose las cofas De una ligera falúa Que presta al viento su lona;
Y lejos, tras sí dejando Las peninsulares costas, Confusamente aparece Vuelta á los mares la proa.
Tal vez la rápida llama De un relámpago colora La vacilante cubierta De la nave nadadora;
Y el delineado contorno De una misteriosa sombra Entonces á ver se acierta Puesta en pié sobre la popa,
Nube de dolor envuelve Su frente altiva y rugosa, Y en firme actitud parece Ser el genio de las olas.
Ora en la ciudad de Ulises Clavando la vista torva^
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Ora contemplando triste La marejada espumosa.
Ten presto an hondo suspiro De su corazón rebosa, Como á sus trémulos labios Sonrisa amarga se asoma.
Al ün lanza de su pecho La voz destemplada y ronca,
Y así al Tajo, que le escucha. Con triste acento apostrofa:
«Eio Tajo, rio Tajo El de la corriente undosa, El de las arenas de oro, El que padre España nombra;
»Tú me viste más felice Que infeliz me ves ahora; Aun no pasaron seis lunas
Y pasó mi dicha toda «Risas y juegos y amores
Me tejían la corona; Mas era de flores leves Que un leve soplo deshoja.
»Y hoy mas lágrimas ardientes De mis pobres ojos brotan Que turbias cndas revuelves Contra el muro de Lisboa;
»Que amor, como tu, en su origen A vogar manso provoca Al i-n cauto navegante En sus agu ¡s humildosas;
))Y, á su fin, crecido y fuerte y caudaloso le ahoga, De sus esfuerzos burlando En la barra procelosa.
»Lleva á los mares mis quejas. Ya que lu corriente loca No te consiente tornarlas A donde está mi Señora.
A) Tal vez ora con tus aguas
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Mezcla lágrimas copiosas,
Y tu al mar llevas con ellas Al mismo que las provoca.
»Tú que fecundante bañas Las regiones españolas, Desde el alcázar de Reyes Que Aranjuez rico decora,
«Hasta las playas de Luso, Archivo de tantas glorias, Deja un punto para oirme Sus venerandas memorias
»Que harto sin tí de los Gam-is Los altos hechos pregona El mundo todo, asombrado Desde el Brasil hasta Goa.
))Si, en tu curso hasta los mares, A-lgun alma generosa llallas á enjugar propicia Mis lágrimas abundosas;
dSí lusitanas bellezas Mi muda lira provocan. Si el tributo le demandan De admiración amorosa;
»Diles ¡ay! que ya tan solo Ecos de dolor entona Para amores y placeres; Que sus cuerdas yacen rotas;
«Diles, que errante y perdido El vate infeliz se arroja Al mar, maldiciendo acaso La misma patria que adora;
aQue busca paz en el golfo
Y sepultura en las olas. Que su musa es la desgracia Que las tormentas invoca;
»Que no heredó de Canioes Sino la desdicha loca, Mas no con el plectro dulce La inspiración que le endiosa;
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»üiles que tan solo un voto La amistad para ellas forma: ¡Plegué á Dios que no amen nunca Las que aun el amor ignoran!
» ¡Plegué al cielo que en su vida Las baga el amor dichosas! Que son del amor las dichas Mas amargas que las ondas.
wGomo ellas también volubles, Gomo ellas alhagadoras, Pérfidas también como ellas
Y como ellas azarosas. «Esto diles, y en tu curso
Si ha de ser mi última hora, Haz que tus ondas me traigan El nomhi^e de mi' Señor a r Aun sonaban los acentos De la sombra misteriosa,
Y ya apenas se estrellaban En los muros de Lisboa.
Lejos de la playa amiga El batel humilde voga; Tal vez se hunde en los abismos, Tal vez en las nubes toca.
Arrecia el viento irritado Sacudiendo la ancha lona: Un punto negro es el barco Entre la espuma furiosa.
Montes de agua lo combaten, Vientos opuestos le azotan, Ardientes rayos le abruman. Continuos truenos lo asordan,
Y con la tormenta el vate Confunde su voz sonora,
Y en su último acento se oye. El nombre de su Señora.
(«La Enciclopedia».— Revista científica literaria— Sevilla 21 Julio de 1881.— Año V N.^ 26. p. 205 y 206.)
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— Está loca, drama nuevo en dos actos representado en francés estas noches pasadas en el llamado teatro del Príncipe, por la que se dice compa- ñía de verso,
Víimos á cuentas: ¿Quién eslá loca? Sepamos de quien vamos hablando. Ella: ¿quién es ella? ¿Es la Empresa la que está loca? Pero la Empresa no es ella sino que son ellos. A pesar, pues, de las apariencias, no es, pues, la Empresa la que eslá loca; menos puede ser el traductor, porque el traduc- tor es él. ¿Es la gente que había de ir al drama la que está loca? Esa bien podrá ser eila, pero no ha ido, con que tampoco es ella.
No pudiendo dar con quien ha perdido la cabeza en este asunto, inter- némonos en el drama, y veamos siquiera si podemos dar con quien ha per- dido el tiempo.
«Elle est folie», comedia original, es uno de esos cuentos caseros que se dan á cierto público de París en los teatros secundarios para dormirle: al pasir los Piíineos, no solo no ha perdido su patria ni su viso, sino que ha quedado cada vez más francés y cada vez más soporífero. Es de presumir que si se le pudiese dar otra mano de traducción y en eso no vemos dificul- tad mayor, sería cosa de dormirse los mismos actores que lo representan.
Es parto de la imaginación de Mr, Melesville, uno de los vaudevillis- tas más furiosos y sentimentales de París, y fué representado por primera vez en el teatro de Yaudeville en Enero de 1835: si otra cosa no saben en contrario los carteleirJ de la empresa, que en esto de saber lo que en la ca- pital de la Francia acontece, rayan muy alto. Ya hemos apuntado varias veces las razones por qué son semejantes frioleras bien admitidas en Fran- cia; allí hay público, actores, autores y teatro para todo: aquí noliay nada para nada, y están además en armonía con las costumbres del pais los largos diáb gos y las medias tintas de la conversación fútil, pero aguda y chistosa de semejantes producciones Llamólo el autor comedia; y el tra- ductor, mucho más entendido que aquel, al dejar todo el lance en francés, mudólo solo el género. En Lisboa, en Londres y en otras capitales de Eu- ropa ha solido haber teatro francés: en Madrid ni sería ana novedad, ni haría efecto ninguno semejante establecimiento.
Ya ha tiempo que estamos á él acostumbrados, ni luxcc falta para que continúe más gastos que eldé uij par de traductores de los que en el di^."^
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se están usando, y que felizmente cuestan poco. Retirados nosotros com- pletamente del teatro, por ahora no sabemos si tienen los ingenios motivos para quejarse de la longanimidad de la empresa: pero sería grave injusti- cia, sobre todo, si paga estas meras copias como traducciones: si tal hace, no solo la declaramos generosa, sino que habremos de convenir en que tie- ne mucho dinero de más, y no sabe qaé hacerse de él.
Comenzamos á tener fundadísimas esperanzas de que la intervención francesa se ha de verificar por fin en toda la acepción de la palabra. Nos- otros la declaramos ya existente en el teatro del Príncipe; no le falta más que trasladarse al teatro de la guerra: teatro por teatro, bueno sería sin embargo que hubiera empezado al revés.
Para prueba délo que asentamos solo una muestra daremos: «et cri- mine ab uno disce omnes»: dice Mr. Melesville:
«Mon vieux David vous attendrá au bout de l'avenue» y creé traducir el traductor
«Mi viejo David os esperará en la avenida del parque » Esto es: que cuando los franceses escriben «le bout de ravenue» quie- ren decir que un parque (de artillería por ejemplo) se sale de madre por el deshielo sin duda de las nieves, y produce una avenida, en medio de la cual (escelente parage para una cita) espera el viejo David. ¡Pobre viejo y pobre rey de Israel!
Bravo, señor traductor: ¿como cuánto le ha costado á V. el dicciona- rio de que usa, y hasta qué punto cuenta V. con la paciencia pública de que abusa? Bien pudiera respondernos el traductor que el publico pasa por esas cosas sin dar señales de vida. Así es la verdad, y desgraciada- mente desde que asistimos á teatro no hemos visto recaer sobre disparates de esta especie la menor señal de reprobación: no hace mucho que otro traductor, hermano de padre y madre del de este drama, y discípulo sin duda del mismo maestro, escribía más feo que Caco, creyendo que Caco era un superlativo aplicado á toda cosa que fuese mucha; es lo mismo que si hubiese dicho que tenía un frió cerval; pues el auditorio no se dio por entendido, tanto que hasta el dia nosotros no nos hemos atrevido á decir de este caso una palabra, temerosos de que tuviese razón el traductor.
El argumento de «Está loca» es singular. Han de saber Vds. que en Inglaterra están tan adelantados que la mayor ignominia que puede suce- der á una familia, no es tener en ella á un ladrón ó á un cobarde, ú otra Qosa semejante, sino el haberse visto acometido uno de esos individuos de
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una enfermedad, como la locura. Así lo asegura el autor, y cuando tal co- sa sucede, se esconde todo el mundo y huye de la casa como si en ella vi- viera un traductor del teatro de iMadrid.
Guiada de este principio LaJy Anna, vive escondida con su marido y una sobrina en una quinta cerca de Londres, donde nadie sabe que viven retirados, sino los periódico . V gúrense Vds. si la cosa está callada. Pero no es porque ellj esté loca, como que un pase de muleta hecho al público; pero ella, la que está loca, es él, es decir, el marido. ¿Y de qué está loco el marido? El marido está loco porque un hombre enamorado de su sobrina seguía á la familia á todas partes, incluso Ñápeles, en cuya ciudad el hom- bre yo amost.izndo, y creyendo que el muchacbo se las había con su rauger, coge y se sacude la mosca echándole al mar lodo él, menos un pañuelo b anco que se quedó sobre el agua, como era natural, y que fué lo que á él lo trastornó. El estratagema de echar al agua todo el que le ronde á uno la muger no puede ser mas ingenioso, y es desuna moralidad profunda, y mas si el agua es el mar: y si no hubiera sido por el pañuelo, la cosa hubiera quedado ahí. Pero súbesele al celoso el pañuelo á la cabeza, y ya lo tene- mos loco.
Hé aquí como se vale muchas veces la Providencia de los medios mas pequeños para castigar á los homicidas. Pero Sir Harleipg tiene por carác- ter especial de su locura el creer que la loca es su muger, circunstancia que nunca ven tan clara los maridos, sino cuando es falsa como en este caso; y llama para ponerla en cura á un famoso doctor de Londres, que es el señor Azcona; por consiguiente la ilusión es perfecta.
Un pariente del loco, sabedor por los periódicos del secreto de su locu- ra, viene á reclamar sus bienes, y cuando ya nadie sabe como salir del aj- rielo, salvo el loco que quiere echarle al agua como al otro, sin averiguar si tiene ó nó pañuelo blíinco, se aparece el joven enamorado de la sobrina, cuya muerte por lo visto se redujo á un baño de mar. El médico saca parti- do de esta circunstancia, y después de una pequeña farsa bastante ridícu la, el loco sana de repente, reconoce la virtud de su muger, la cual es &in duda una Lucrecia, supuesto que el galán obsequiaba á la sobrina, y no á ella, y casando á los muchachos, aprende á no dejarse llevar nunca de pañuelos blancos y otras apari?ncios tales, sobre todo para un negocio tan serio como volverse loco: este es el objeto moral del drama, útilísimo para las personas casadas que tienen sobrinas y¡ celos de galanes que gastan pañuelo blanco.
El Sr. Lombia, encargado de hacer el loco, lo ha hecho con tal verdad y desatino, que muchas veces hemos llegado á dudar de veras si sabía lo
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que se hacía. Pero el Sr. Azcona en el papel de médico inglés se ha exce- dido á sí mismo; no liemos vislo una cosa más parecida ó un cirujano lali no de Getafe ó de Carabanchel de abajo.
Nada decimos de la buena idea de haber dado el papel de un calavera inglés y fashionable al Sr. Campos: estos papeles ligeros de calavera de la Grai) Brelaña los borda el Sr. Campos, y la empresa ha conocido por tin su verdadera cuerda. El galanteador se presentó un poco mal parado, lacayos hemos vislo en Londres que no quisieran vestirse de la misma suerte; pero ya sabemos á qué excesos conduce uu.» pasión y lo que desgasta el amor, sobre todo la ropa. Es una pasión terrible; le dá otro corle á una casaca, la desfigura enteramente. Vióse después de «Está loca,» el «Califa de Bagdad,» que el Sr. Luna desempeñó como no lo hubiera desempeñado ningún califa \erdadero. Parecía que iba ó (jue volvía de los toros: no le fallaba »más que un puro en la boca, y un calesín por allí cerca. Nos hizo un Califa del Ava- pies con una perfección admirable. lín cambio cantó la Sra. Juan;i Pérez una cancioncita habanera de mucho efecto en B^igdad. El Califa estaba asombrado de este destello do sal española, de quien nadie le había dado idea hasta la presente Pero tenía un estribillo la cancioncita de lo más si- nificalivo y picaresco qut^ en canción alguna hemos oido jamás.
Tu me haces riqui, riqui, Vo le hago riqui raca.
Es muy raro que habiendo cenáura se permita cantar cosa de tanta malicia y de una aplicación tan poco rebosada. Eso no puede conducirnos sino á la anarquía, ó por lo menos á la confusión.
La noche fué completa; dominados sin duda por el título del drama nuevo, confesamos que mas que teatro nos pareció aquello hospital de lo- cos. Con todo, el poco público que había no silbó, sin duda de lástima.
Fígaro.
(«El Español» diario de las doctrinas y de los intereses sociales. - Ivla- drid.- Viernes 17 de Junio 1836. - N." 23o' p. 3 />)
APÉNDICE II
Notas bibliográficas de autores que tratan de Larra
José Zorrilla. 1837. — «A la memoria desgraciad > del joven literato Mari:ino José de La rra.» -Poesía por D. José Zorrilla. ^«Poesías do Zorrilla», tomo pri- mero I8;n. Manuel Alberto Benito, 1837. =((Sonelo á la muerte de D. Mariano José de Larra.» por D. Manuel Alberto Benito. — «Las Musas» perióilico, Madrid, Imp. do V. Her- nández, 23 Julio 1837. N." 3, año I ." Anónimo. 1837.— «Octava Real á la muerte de «Fígaro,» por «Un Suscritor. o — «Las Musas» periódico Madrid etc., ^0 de Agosto 1837. N " 1 1 , ano 1."" Anónimo. 1837. —Noticia de la muerte de Lirra.— «El Español», Madrid 15 Febrero de 1837. El conde las Navas. 1837. — «Artículo necrológico» por el Conde de las Navas.— «El Mundo». Madrid i7 Febrero 1837. R, C. 1837. — or Electores de la provincia de Avila», por R C. (artículo necrológi- co).—«El Mundo», 11 de. Febrero 1837. Jacinto Salas, Quiroga. 1837. - «Suicidio de don Mariano José de Larra», por don Jacinto Salas y Quiroga.— «La Revista Española». Madrid 15 de Febrero de 1837. M. 1837. - «El Suicidio», artículo neci'ológico, por M.- «La Revista Española», 15 de Febrero de 1^37. Anónimo. i837.— «Necrología: Larra, artículo crítico biográfico anónimo.— «Gacela de Madrid», I de Marzo de 1837. N. 820, p. I." Anónimo. 183y. — «Don Mariano José de Larra» (Fígaro), artículo crítico biográfico.— « ervantes y Velazquez», publicación española literaria y artística. Madrid 1839. Imp. de F. de P. Mellado. Folleto en i." Tomo 1, pági ñas 7 á 10.
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Anónimo. 184'-^.— «Noticia biográfica y crítica, Panorama Español, Ciencia contempo- ránea, Obra pintoresca, etc.», por una reunión de amigos colabora • dores etc., Madrid 184^-1845. Cuatro tomos folio. Tomo III, páginas 250 y 25! (Un grabado en madera de escaso mérito que representa á Larra muerto en su habitación). Jerónimo Borao. 1845. — «Larra», artículo biográfico y crítico, por don Jerónimo Borao.— «El Suspiro», periódico de literatura, ciencia y arte, Zaragoza 8 Ju- nio 1845. N. 17. Carolina Coronado. •1846. — «A Larra», poesía, por doña Carolina Coronado.— «Poesías» de la autora. Madrid 1846. (Vá fechada la composición en Badajoz). José Jacinto xMilanés. 1846. - «A Lirra», poesía por don José Jacinto Milanos. Obras del autor et- cétera. Habana, imprenta del Faro Industrial, 1816. Cuatro lomos, páginas I47á 149. Anónimo. 1849. — «Lirra» (extracto biográfico y retrato.)— «El Laberinto» etc., obra universal. Cádiz 1849. página 5 á 7, Un tomo en 4." Luis M. de Larra. 1852. — «Prologo á la tercera edición de «El Doncel», por don Luis Mariano de Larra, «El Doncel», Madrid 1853-1854. Tomo 1, páginas Vil á IX. Wenceslao Agüal de Izco. 1853.— «Larra» (Mariano José de), por don -Wenceslao Agüjl de Izco.— Pan- teón Universal, Diccionario histórico... en colaboración de varios au- tores. Madrid 1853, p ^gina 352. Letra L, Luis M. de Larra. 1856.— «Mi cementerio», por don Luis Mariano de Larra (artículo). «Museo de las Familias»: 25 Octubre 1856, Madrid. Tomo X, página 237. Anónimo. 1857.--«Espronceda y Larra».— Artículo. — «El Museo Universal». Periódi- co de ciencias, literatura, arles, etc. Madrid, 30 Junio 1857. N. \2. Año I, páginas 93 y 94. Javier Ramírez. 1862. — «A la memoria de don Mariano José de Larra», por Javier Ramírez. Dedicatoria al libro «La Caja de Pandora», Madrid, 1862. Tomo I, pá- gina VI.
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Anónimo. 1873. — «lí'ígaro». — Artículo biográfico.— Colección selecta de artículos de I). Mariano José de Larra, &. — Sevilla, 1H73 Eduardo Peré, edi- tor. Tomo en 8.'^ Biblioteca hispano-sur-americana Nicolás María Serrano. 1878,- «Fígaro Españoi« (El), por don Nicolás María Serrano —Diccio- nario Universal enciclopédico bajo el plan de D. N. M. Serrano. — Madrid, 1878. Tomo VI, página 216. Luis Gregoire. 1879. — «Larra Mariano José de», biografía por don Luis Gregoire. — «Dic- cionario enciclopédico de historia, biografía, mitología y geolo- gía» — París, Garnier hermanos, editores, 1879. Tomo II, letra L. J. García. 1879. — «13 Forero 1837». — «Efemérides científicas, literarias y artísticas» por don J. García. — «La Enciclopedia», revista científica literaria. Sevilla, 15 Febrero 1879. N. 58. Año V, página 470. Arturo Vela.
1879. — «D. Mariano José de Larra», estudio biográfico por don Arturo
Vela. — «Escritores ilustres madrileños», apuntes para un álbum biográfico literario &. Madrid, 1879, folleto 1.**, páginas 67 á 70.
Alfonso Moreno Espinosa. 1880. — «13 Febrero» «Larra (Fígaro)». — Extracto biográfico por don Al- fonso Moreno Espinosa. — «El Año Biográfico, ó semblanzas de 367 personajes célebres hechas y ordenadas para todos los dias del año». — Cádiz, 1880. Un tumo folio, páginas 87 y 88.
Kamon de Mesonero Romanos.
1880. — «Memorias de un setentón natural y vecino de Madrid». — Capítu-
lo V. Madrid, 1880. I. Hivadeneyra Un tomo en 4.^ Juan Valera. 1882. — Juicio sobre Larra, por don Juan Valera. — Continuación de la «Historia general de España» de Lafuente. — Barcelona, 1882. Montaner y Simón, editores. Seis tomos en folio. Tomo VI. El marqués de Molins. 1882.— «El último paseo de FigaTo», por el marqués de Molins. — Artícu- lo,— Obras de don Mariano Roca de Togores, marqués de Molins. — Madrid, 1881-1882. Tomo IV. Opúsculos. Marcelino Menendez y Pelayo. 1883. — Juicio acerca de Larra por don Marcelino M'^nendez Pelayo, — Adi- ciones á la historia «Nuestro Siglo», por Otto Ven Leixner. — Bar-
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celona 1883, Montaner y Sinion editores. Un tomo en íolio, pági- na 294. Eduardo Lustanó.
18í^3. — Fígaro, por don Eduardo de Lustanó, artículo biográfico, «La Ilus- tración», revista semanal de literatura, artrs y ciencia — Barcelo- na. Luis Tono editor, 1883. N. 119. Año III, páginas 138 y 139. (Retrato de Larra). X.
1883. — Larra, extracto biográfico. — Fígaro, colección de articubs. — Bar- celona 1883. Biblioteca Salvatella. (Retrato de Larra).
José Ixart. 1885. — Larra, artículo de don José Ixart. — Fígaro, colección de artículos de Tcirra & Biblioteca clásica. — Bjrcelona 1885. Tomo en 8.^ Carlos Frontaura. 1885. — Mariano José de Larra. 1809-1837, artículo biográfico por don Car- los Frontaura. Biblioteca Infantil-Histórico biográfica. Barcelona: Juan y Antonio Bastines editores, 1885, folleto en 8.°, páginas 23 á 28. (Retrato de L-^rra). Luis P. Ramón. 1888 — Larra (Mariano José de). Biografía, por don Luis P. Ramón Dic« cionario popular universal. — Barcelona, 1888. Tomo V, página 359. Fernando Fernandez de Córdoba, 188^^. — Anécdota de Larra. — aMis memorias íntimas», por el teniente ge- neral D. Fernando Fernandez de Córdova, marqués de Mendigo- rría. — Madrid, 1883 1888-1889. Tomo I y II. (Retrato de Larra). 1891. — «Larra». Discurso por don Fernando de Antón (Hijo), leido en el Ateneo de Sevilla. — Sevilla. Tipografía de «El Cronista» &, 189L Folleto en 8 ^: en rústica, 23 páginas (fechado 1890), Manuel Chaves. 1892. — «Fígaro», artículo por M. Chaves. — Bocetos de una época, 1820- 1840).— Sevilla 1892. Un tomo en 8.^- páginas 533 á 2G0. Anónimo. 1892 - «Larr<u) (Mariano José de). Biografía. Diccionario Enciclopédico his- pano americano & &. — Barcelona 1887-1898. Montaner y Simen edi- tores. XXII I Ionios en folio. Tomo Xí, páginas 621 y 622 (Año 1892). Julio Biirell. 1894. — «Fígaro», artículo por don Julio Burell. «Oro y Azul», revista ¡lus- trada.— Madrid, Marzo 1894. N 1." (Retrato de Larra).
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Anónimo. 181)í. — «Mariano José de Lana». — Anónimo. — «l1 Ijberal». — Madrid 12 Setiembre 1801. N. 5.457. Año XVI (Kelr'.Uo de Larra). Felipe Pérez y (lonz.ilez. 1895. — «El año profano»: 24 Mayo: «Fígaro», Exlracto bio¡:^ráíico por don Felipe Porez y González (Tello Tellez). — «El Liberal», Madrid 21 de Marzo de 895. N. 5.651 Año XVIL (Retrato de Larra). M.muel Chaves. 1897. — «Fígaro» Í809-I8.J7, arlículo por don Manuel Chaves. Número ex Iraordinario do «Fl Orden». —Sevi, la i8 Febrero 1897. — Número 14. AñolL
AFÉNDICE III
poesías dedicadas a larra
De IJ. José Zorrilla.
A la incinoria ílesg^raciacla del joven literato Mariano Jo^é de l^arra.
Ese vago clamor que rasga el viento es la voz funeral de una campana; vano remedo del postrer lamento de un cadáver sombrío y macilento que en sucio polvo dormirá mañana.
Acabó su misión sobre la tierra, y dejó su existencia carcomida, como una virgen al placer perdida cuelga el proLmo velo en el altar.
Miró en el tiempo el porvenir vacío, vacío ya de ensueños y de gloiia y se entregó á ese sueño sin memoria ípie nos lleva á otro mundo á despertar.
Fra una ílor que marchitó el estío; era una fuente (jue agotó el verano; ya no se siente su murmullo vano, ya está quemado el tallo de la ílor;
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todaM'a su ; roma se percibo, y CSC verde color de la llanura, ese manto de hierba y de frescura hijos son del arroyo creador. Que el poeta en su misión sobre Li tierra que habita, es una planta maldita con frutos de bendición.
Duerme eti paz, en la tumba solitaria, donde no llei^ue l\ tu cegado oído más que la triste y funeral plegiria que otro poeta cantará por tí.
Esta será una ofrenda de cariño mas grotii, si, que la omcion de un hombre, pura como la lágrima de un niño, memoria del poeta que perdí
Si existe un remolo cielo
de los poetas mansión,
y solo le queda al suelo
ese retrato de hielo
fetidez y corrupción;
¡Digno presente por cierto
se deja á la amarga vid.i!
jA.bandonar un desierto
y darle á la despedida
la fea prenda de un muerto!
Poeta, si en el «no ser»
hay un recuerdo de ayer,
una vida, como aquí,
detrás de ese firmamento....
conságrame un pensamiento
como el que tengo de tí.
•I 4 de Febrero 1837. José Zorirlla.
- 237 — Do don Jl.inuel Alberto Pcnilo.
á laniaerte de don Mariano José de Larra.
Una tumba, un cipróy \ ilcstempluda una lira también, lúiíijbre ardía lámpara funeral, la tiranía murmuraba en secreto: «estoy vengada.»
El teatro de Iberia iralhadada amariío llanto con rubor vertía, lloraba la virtud, la patria mia lamentaba una pluma malograda.
— Omnipotente soy, dijo una hermosa, este lúgubre grupo legó á España una sílaba mía desdeñosa. Fígaro yace: que de amor la saña ^ no la resiste un alma generosa
si el desden y el orgullo le acompaña.
Maiíuel Alberto Benito. «Las Musas» (periódico) Madrid Número 3, página 22.- 23 de Julio de 183:.
De un Süscritor.
OCTAVA
á la niaerte de Fígaro.
Sagrado canto eleva en el santuario la voz del hombre tjue por otro pide una caja y un paño funerario y un ser que en ella ¡miserol reside, y que por siempre llevan al osario. Un momento después ya solo vide una tumba, un ciprós, un mármol yerto y un genio que decía o Larra es muerto». Un Süscritor. «Las Musas» (periódico) Madrid. Número 33,-20 de Agosto de 1837.
— 238 - De doña Cí<roliii;i Coronado.
A LARRA.
¿Que vos pobre Mariano, de mofa, de sarcasmo, de amari^ura al que le ofrezco humano recuerdo de ternura darás rienda en tu morada oscura? Si la mujer que llora . fué blanco del rii^or de tu garganta, ¿qué pensarías ahora de la mujer que. cania ¡ay! qué dijeras de la «nueva planta»? Al ver á la poetisa tu contemplaras su cabeza atento y entre cruel sonrisa prorrumpiera tu acento «Aquí yace el juicio y el talento». Porque estás muerto canto vivo, Mariano de tu pluma el vuelo diérame tal espanto que no osara del suelo mi lira levantarse de recelo. ¿Qué digo? En este instante juzgo escuchar desde el profundo hueco tu voz agria y punzante, que aun en tu labio seco para rasgar b-s almas tiene un eco. — Mujer, ¿á que has venido al romántico yugo sujetada? ¿Ens.tyas tu gemido en mi tumba olvidada por ser luego del mundo celebrada? El nombre de Mariano ¿es que presta sonoro consonante á tu numen profano, ó vienes insultante á escarnecer aun mi soinbra errante;^ •—Ateo desgraciado
— ín —
¡víbora de las bellas ilusiones!
¡Genio desesperado!
que al mundo no perdone
ni aun las que eleva á tí santas canciones.
Venido piadosa y triste
no íi escarnecer tu nombre, respetado
aun luego que moriste
vengo, escritor amado,
el libio á agradecer que nos has dado.
Si fué como tu vida
horrible tu morir, de Dios es cuenta,
tu historia dolorida
dos páginas presenta
una que el mundo aplauda, otra que sienta.
Lástima para el hombre,
corona para el genio esclarecido,
yo al invocar tu nombre
al criminal olvido
para cantar al escritor querido.
Mira si el mundo es bueno
que en tu risueña pluma á las criaturas
nos das hiél y veneno
y nuestras bocas puras
gracias le dan por tales amarguras.
La risa convulsiva,
en que á tu hablar rompemos, nos quebranta
¡oh guadaña festival
y en pago á pena tanta
mira si el mundo es bueno, que aun te canta.
Pero de nuevo suena
á interrumpir mi voz tu voz burlona.
— «Engañosa sirena,
guárdale esa corona
que ofrece el mundo necio á mi persona
Sírvate de prendido,
que más le cuadra á tu cabeza lisa
que á mi cráneo «partido»
coronas que mi risa
excitan como tu vana poetisal
— m —
¡01) basta, adiós, poela
pues desdeñas mi ofrenda de armonía,
hasta en la tumba quieta
tu genio desconfía
liielas la pobre flor de mi poesía!
¡Que en los ángeles crea
(juien duda así de los humanos seres:
que del cielo te sea
la gloria que tuvieres
más grata que del mundo los plnceres.
Carolina Coronado.
Badajoz 1846.
De D. José Jacinto Milanés.
A LARR^
Cuan triste es ver nublarse algún buen dia ver mustia al sol la florecilla agreste, ó hallar envuelta en funeraria veste, la \írgen pura y liel que uno quería! pero cuanto mas triste es, á fé mia, que un joven de alma grande y voz celeste corle en agraz sus años y se acueste cansado al fin sóbrela tumba fria!
Porque el hombre del pueblo en cuya mente infinidad de errores hormiguea al punto mismo en que rompida vea por bala audaz la pensadora frente dice con mofa al cielo— el sabio miente;» no hay Dios;el hombre es monstruo y su alma es fea la humana perfección es vana idea, se mi antorcha, interés, tú solamente.
Perdona, pues, si mi indignado grito suena en tu pompa fúnebre; poeta: cuando Dios te hizo don de un alma inquieta esperanza inmortal era tu rito.
Si ese torpe instrumento del delito
— 2il —
rompió Ui sien á padecer sujeta, ¡Piensas quo hizo tu íin, postrado atleta eco mayor que un soplo en lo infinito! ¿Ni como puede ser que el patriotismo delante del suicida admire y calle? ¿Cómo será posible que en él halle moral, magnificencia ni heroísmo? ¿Quién le dijo al poeta: sal tu mismo, sal de ese oscuro y lagrimoso valle? ¿No ha de ser el poeta el que batalle para sacar al pueblo de su abismo?
¿No ha de pulirle siempre el alma basta? ¿no ha de tender su indómita porfía á que le encuentre. helada la ironía y la hermosa virtud vivo entusiasta? Mísero el trovador que no contrasta los empujes del mal con valentía, y en ser de su nación apoyo y guia lo mejor del vivir no seca y gasta.
Si el sello abrumador de la costumbre daba al vate hasta óquí tan baja estima, hoy la opinión del siglo le sublima á noble y d)gna y lespetable cutnbre. Ya no irá, no, la inmensa muchedumbre ciega á dar de cabeza en la honda sima; si tiene un putblo triste quien le oprima tiene un vate también que al pueblo alumbre»
Ved al mostrarse el sol, verdear el monte, el aire brilla, el éter azulea: insecto no se ve, por vil que sea, que al sol himnos de gracia no remonte sol es el vate: e-1 mundo su horizonte ¿Será grande tal vez mi hermosa idea, que cuando más da vida y centellea pierda su luz de súbito y trasmonte?
(Obras de D. José J. Milanés etc., etc. Habana, 1846.)
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OBRAS DE MANUEL CHAVES
PUBLICADAS
Constancia.— Novela.— Imp. de «El Cronista» 1891— «El Posibilisla» ]89'r. Sevilla.
Hablar por hablar.— Colección de artículos liteivirios, satíricos y de eos tumbres, publicados de 1890 á 1891. — Sevilla
Bocetos de una época.— (1820-1840). — Carta-prólogo de don Manuel (io- mez Imaz. — Madrid 1892. Librería de Fernando Fé. — Imprenta de Fran- cisco Leal & Sevilla.— ün tomo en 8.'* 270 páp.inas.
Pro Patria. — Uomenage á los heroicos hijos de Sevilla don José González Cuadrado y don Bernardo Palacios Mal-ver: Sevilla: Primera edición. Tipografía de Díaz y Carballo & 1893. — Segunda edición: Tipografía de de Leal y C.^ 1894.— Folleto en 4.° Una lámina.
Páginas Sevillanas. — Sucesos históricos, personajes célebres, monumen- tos notables, tradiciones popu'ares, cuentos viejos, leyendas y curiosi- dades, con una carta-prólogo de don José Gestóse y Pérez. — Sevilla: Imprenta de E. Rasco, ^' 1894.— l^n tomo en 8," 352 páginas.
Pepe-Illo.— Ensayo biográfico, histórico y biblio,^raíico.=Sevilla: Resuche impresor & 894. — Folleto en 8." Dos láminas.
Una carta del rey neto y algunas menudencias para ilustrar un capítulo de la historia.— Sevilla: Imprenta de Ángel Resuche ¿t 1894. — Folleto en 8.° Con un retrato y un facsímil.
La Semana Santa y las Gofradias de Sevilla de 1820 á 1 823. — Carta al Excmo. Sr. Duíjue de T'Serclaes. — Sevdla: Imprenta de E. Rasco 1895. Cuaderno en folio: 8 peinas.
Don Bernardo Márquez de la Vega. — Memorias de la reacción absclutis- la.— Sevilla: Imprenta de «El Porvenir» & 1896. — Folleto en 8."
Perder el tiempo. — (Versos.) Con una carta de don Francisco Rodríguez Marín.- Sevilla: Imprenta de «El Porvenir» & 1896. — Folleto en 8."
Historia y bibliografía de la Prensa Sevillana. — Prólogo] del señor don Joaquín Guichot y Parody, Cronista oficial ile la ciudad. — Sevilla: Imprenta de E. Rasco & 1896. Un volumen íólio: XLIL=380 páginas.
— -¿'i i —
Discurso de recepción leido ante la Real Academia Sevillana de Buenas Letras el día 11 de Abril de 1899. — Sevilla: Tipoíirafía Monsalves l~ 1899. Folleto en 8."— L2 páginas
Don Mariano José de Larra (Fígaro). — Su tiempOj su vida, susobras . — Estudio hisiórico, biográfico, crítico y bibliográfico.— Sevilla: 1898- 1S99,— Imprenta de La Andalucía, &.— Un tomo en 1." con 244 pági- nas y un retrato.
PRÓXIMO Á PÜBMCARSE.
Diccionario biográfico, critico y bibliográfico de escritores y poetas se- villanos del siglo XIX. — Parte primera,— Historia de la literatura se- villana de 1800 á 1899, Parte segunda.— Diccionario.
¡W/ ^^£ DATE: — ^ APRmnn