Skip to main content

Full text of "Don Mariano José de Larra (Fígaro) Su tiempo. - Su vida. -Sus obras : Estudio histórico, biográfico, crítico y bibliográfico"

See other formats


ITALIA-ESPAÑA 


HANDBOÜND 
AT  THE 


UNIVERSITY  OF 
TORONTO  PRESS 


hyVi^  t-iX^t^í/it^ 


Xj      ^^^*-Íi^K^ 


uA,vK    h/u^c-i^íU     ^'^ 


z  i,¿,  ¡^ 


PRESENTED  TO 

THE    LIBRARY 

BY 
PROFESSOR  MILTON  A.  BUCHANAN 

OF  THE 

DEPARTMENT  OF  ITALIAN  AND  SPANISH 

1906-1946 


x^  y^    ^y    ^\ 


j   •^ 


/ 


7 


^fi'C^         i^rC 


<  ^¿  ^^<^     /^^ 


.ry- 


1).  ^fARIANO  JOSÉ  I)K  LARRA 
(FÍO-J^I^O) 


iVlAlNUJtL   CHAVES.    V    P=y 


\i\  li  Larra 


(FÍGARO) 

SU  TIEMPO,-SU  VIDA.-SUS  OBRAS. 

KSTIDIO  lilSTOiUCO,   P>10GR\FIC0,  CUÍTICO 

V  1)1  j^jocni  xFíco. 


SEYILL^  -  1898 

IMl•lu•J^-TA  dj:  LiA  Andalucía. -San  Eloy,  53 
Te/efü/ío  numero  25 


1|,  ^t  ^m\m  t(i|  Jevcií  út^  U$  ^jwh'iúkm. 


t^1Ii  tcspetaCCc  6c\\ot  ii   aniujo: 

(9C  .MI  c^ciaetoAiDaD  DeGo  en  laatte  fa  paBCicacióiv  íe  este  libio; 
á  V.  UwX  DeDícaclo,  puc\s  ntá*  c¡e  una  uet  nvc  anuncv  á  Itaxat'  la  bio* 
alafia  DcC  atan  .salílíco  e.spañoC  ^.  ^^Uatiano  ^joAc  c)e  Xatta,  \j-  naá¿ 
De  una  nolicia  In  Gfioo  láPica  <xcí\ii  incPulDa,  en  ¿u  ricjui.Mma  Inbliotcca 
íiictoía  cncont  taJa.s. 

¿lln  nueuo  inolípo  Df  aaiaDfciiivicnlo  fe  tcnJtcx  aceptando 
e.sicí    DeDicalotia    a^.    c),    e>. 

'^//í^;^  ?  íí^  Z    G llaves . 


oicviPícx,    ^iiníoj    1898. 


mmM^m^: 


Kl  nombre  del  grau  satírico  espnnol  Don  Mariano  José  de 
Larra,  es  de  aquellos  que  no  mueren  nunca  y  que  pasan  de  una 
en  otra  generación  admirado  por  todas  ellas. 

Mucho  se  ha  escrito,  se  ha  comentado  y  elogiado  aquel 
gran  hombre;  sin  embargo  aun  no  tenemos  (que  yo  sepa)  un 
esteuso  estudio  biográfico  y  crífico,  que  trate  ampliamente  del 
literato,  de  la  personalidad  y  de  la  época  en  que  vivió,  con  toda 
aquella  importancia  que  merecen,  cuando  á  otros  que  valieron 
mucho  menos  que  él,  se  han  dedicado  volúmenes  enteros,  no 
escapándose  á  la  diligencia  de  sus  apologistas,  ni  siendo  des- 
aprovechado por  ellos,  el  menor  detalle  ni  la  más  insignifi- 
cante circunstancia  con  el  autor  relacionado. 

intentar  esta  empresa  ha  sido  mi  propósito  al  escribir  este 
libro,  que  vana  presunción  sería  decir  que  la  he  llevado  á  cabo, 
cuando  bien  se  me  alcanza,  que  ha  de  encontrar  el  lector  no 
vulgar,  más  de  un  punto  deficiente  apesar  de  la  buena  volun- 
tad y  la  atención  que  he  puesto  en  este  trabajo, comenzado  ha- 
ce tiempo  con  entusiasmo  y  seguido  sin  desmayo,  por  la  admi- 
ración sentida  hacia  el  primer  crítico  español  del  siglo  X.IX. 

Larra,  es  la  figura  más  original,  la  que  presenta  un  carácter 
más  marcado,  la  que  atrae  con  más  inesplicable  simpatía,  de 
cuantas  se  agitan  en  el  campo  literario  de  España,  en  aquellos 
iiiíis,  en  que  las  con\uls¡ones  políticas,  los  furores  de  una  gue- 
rra civil  y  las  luchas  de  ideas  irreconciliables,  transforman  la 
nación  v  la  reo-eneran  on  todos  sus  órdenes  de  vida. 


—  s 


Aparece  moJestameute  el  gran  satírico,  como  adocenado 
|)oet:i  cantando  «La  exposición  de  la  industria  española,»  y 
«Los  terremotos  ocurridos  en  España»  en  interminables  odas; 
brotan  las  primeras  chispas  de  su  ingenio  peregrino  en  «El 
duende  satírico,»  en  «El  pobrecito  hablador»  y  en  sus  anóni- 
mas revistas  «El  Correo  de  las  damas; v  desarrollándose  luego 
en  la  novela  «El  Doncel»  sus  aptitudes  de  narrador;  en  los 
arreglos  del  «Roberto  Dillon»  y  «El  arte  de  conspirar, »sus  con- 
diciones de  autor  dramático;  y  más  tarde,  cuando  después  de 
la  muerte  del  último  monarca  absoluto,  bríndanle  con  sus  co- 
lumnas <^La  Revista  Española, >^  «El  Observador,»  «La  Revis- 
ta Mensagero,»  «El  Español,»  «F^l  Redactor  General»  y 
«El  Mundo,»  desplega nse  los  grandes  vuelos  de  su  espíritu 
analítico,  de  su  malignidad  satírica,  de  su  inagotable  gracejo, 
bajo  el  cual,  palpita  siempre  un  fondo  triste,  un  fondo  amargo, 
reñejo  fiel  de  su  alma  presa  de  tormentosas  pasiones,  agitada 
por  el  dolor  y  jamás  tranquila 

«Toda  nuestra  literatura  picaresca — dice  I^urell — renace 
en  el  ilustre  autor  del  «Macías;»  todo  nuestro  periodismo  á  la 
moderna,  la  crónica  vibrante  y  despedidora  de  luminosas  chis- 
pas, tiene  su  antecedente  más  glorioso  en  Larra;  el  pesimismo 
contemporáneo  hállase  igualmente  contenido  en  Fígaro.» 

Clarín  ha  dicho  muy  acertadamente:  «Fígaro  es  mucho 
más  moderno  que  la  mayor  parte  de  los  escritores  castellanos 
de  su  época;  es  más  contemporáneo  nuestro  que  algunos  de  su 
generación  ó  de  la  inmediata  que  viven  ó  acaban  de  morir...» 
Y  en  efecto:  ¿quién  se  Mcuerda  hoy,  qué  público  lee  los  cien 
y  cien  artículos,  de  todos  géneros  que  los  periodistas  coetáneos 
de  Larra  insertaban  al  mismo  tiempo  que  él,  en  la  «Abeja o  ^El 
Álbum»  «El  Universal»  «El  Artista»  ó  «El  Cínife?»  Sin  em- 
bargo vive  y  vivirán  eternamente  «El  Castellano    viejo,»  «El 


Ministerial,»  «Las  palabras»  «El  Hombre-globo,»  «Nadie 
pase  sin  hablar  al  portero,»  «La  Noche-Buena,  >>  y  tantos  otros, 
continuamente  reproducidos  y  hojeados  siempre  con  delec- 
tación. 

Juzgado  con  el  mas  alto  elogio  de  la  crítica  ha  sido  el  valer 
de  Larra  con  escritor  satírico  y  de  costumbres,  desde  los  qwe  le 
trataron  con  la  intimidad  de  Mesonero  Romanos  y  Ferrer  del 
Rio,  hasta  los  que  últimamente  en  determinadas  circunstancias, 
han  tenido  que  ocuparse  de  sus  obras.  Y  si  como  autor  dramá- 
tico y  novelista,  lo  han  discutido  con  mayor  ó  menor  apasio- 
namiento, todos  reconocen,  al  llegar  al  ingenio  que  trazó  «La 
cuestión  transparente,»  «Vuelva  usted  mañana»  ó  «Las  car- 
tas á  su  corresponsal  en  Parí?,»  que  ni  entonces  ni  después, 
nadie  le  ha  excedido  en  sal  ática,  en  intención,  cu  atractivo 
poderoso,  ni  en  el  más  sincero  pesimismo,  cual  el  de  ningún 
otro,  confirmado  luego,  por  aquella  trágica  muerte  á  los  vein- 
tiocho años  de  su  agitada  vida,  á  la  que  él  llamaba,  con  acento 
triste,  interminable  cadena  de  males.  En  el  arrebato  de  la  pa- 
sión amorosa,  pasión  inextinguible,  pasión  devoradora,  que  se 
había  apoderado  de  todos  sus  sentidos  y  que  consumía  su  alma 
inflamada.  Larra,  coge  con  mano  trémula  la  pistola  del  sui- 
cida y  viene  á  aumentar  la  interminable  lista  de  los  que  per- 
dida la  esperanza  de  todo  bien,  se  ahorran  el  espectáculo  de 
la  vida  que,  para  ellos  desgraciados,  es  un  martirio,  es  una 
carga  insoportable. 

^i  en  las  páginas  que  siguen  he  logrado  presentar  la  figura 
del  ilustre  escritor,  y  evocar  el  cuadro  de  los  dias  en  que  corrió 
su  agitada  existencia,  el  libro  tendrá  de  seguro  quien  lo  aprecie 
en  algo. 

21  Junio  1898. 


I. 

El  médico  del  hospital  de  Pasión.  — Sus  relaciones  en  el  extrangero. 
— La  invasión  francesa.  — El  emigrado.-  El  h  jo  del  doctor  La- 
rra.- Su  nacimiento,  sus  más  cercan  js  }>arier  tes. — líJstudios  en 
Burdeos  — La  amnistia  á  los  afrances  \d(  s.  - B^egres-  .  -  El  cole- 
gio de  S,  Antonio  Abad.— Algunas  noticias  de  este  c(  ntro  de  en- 
señanza Estudios  del  joven  Larra. -Recuerdos  d  colegio. — 
Primero  i  ensayos  literarios  Un  invierno  en  Con  lia.  — Pala- 
bras de  un  autor.— El  Colegio  Imperial.  -La  reacción  de  1823. 
—Cuadro  luctuoso.-  Documentos  relativos  á  estudios.— Las  cá 
tedras  de  Taquigrafía  y  de  Economía  Politica.— Más  documen- 
tos.—Estudios  en  Valladolid.  Suceso  misterioso.  — Lo  quede 
él  dicen  dos  amigos.-  Algo  que  pudo  ser.— Traslado  á  Valencia 
é  ingreso  posterior  en  los  Reales  Estudios.  — Sus  resultados.— 
Larra  abandona  las  aulas.-  Obtiene  un  empleo.  — «La  geogra- 
fía historial».— Una  oda.— Recuerdo  del  rey  neto.— La  exposi- 
ción de  1827.— La  oda  de  Larra  y  el  concepto  en  que  la  tuvo 
su  autor.— Una  dedicatoria. 

Entre  lo8  doctores  (¿iie  de  más  crétlito  ;L;ozabaii  eii  Madrid  durante  la 
primera  década  del  si.úlo  actual,  es  fama  que  podía  contarse  al  doctor  don 
Mariano  de  Larra  y  Langelot,  natural  de  la  coronada  villa,  persona  ilus- 
trada y  de  bueníi.  posición,  que  ejercía  desde  muclío  tiempo  el  cargo  de 
médico  del  Hospital  de  mujeres  llamado.  Hospital  General  de  la  Pasión, 
fundado  hacia  mitad  de  la  décima  sexta  centuria. 

Mantenía  el  doctor  Larra,  relaciones  muy  frecuentes  C(»n  algunos 
íiombres  de  ciencia  eminentes,  que  residían  en  el  extranjero  y  encontrábase 
en  este  número,  el  ilustre  mahonés  don  Mateo  José  de  Orfila,  de  quien  era 
í^ran  amigo  y  de  quien  dio  á  conocer  mas  tarde  traduciéndola  al  castellano 
su  célebre  obra  de  Toxicología  general  que  imprimióse  en  Madrid  en 
1H21.    (J) 

La  invasión  francesa  de  IfciOH,  origen  de  tantas  páginas  de  gloria  en  los 
'lias  de  la  guerra  de  la  independencia,  había  de  producir  trastornos  en  la 


vida  del  buen  módico, como  los  produjo  en  la  de  todos  los  españoles  por  di- 
versas causas,  y  en  efecto,  habiendo  aquél  aceptado  el  cargo  de  médico  de 
primera  clase  en  el  ejército  del  rey  José  I,  al  llegar  los  dias  en  que  aban- 
donaron nuestra  patria  los  invasores,  vióse  precisado  á  seguirlos  en  su  fu- 
ga, pasando  los  Pirineos  á  principios  de  1813,  y  llevando  consigo  á  un  su 
hijo, que  apenas  contaba  cinco  años,  habido  de  su  matrimonio  con  la  seño- 
ra doña  María  de  los  Dolores  Sánchez  de  Castro  y  Lasso  de  la  Vega, natu- 
ral del  pueblo  de  Villanueva  de  la  Serena,  en  la  provincia  de  Extrema- 
dura. 

Aquél  niño  había  venido  al  mando  el  dia  20  de  Maj-o  de  1809  y  á  las 
ocho  y  media  de  su  mañana,  en  las  habitaciones  que  en  la  Casa  Moneda 
(calle  de  Segovia)  ocupaba  el  padre  del  médico,  don  Antonio  Crispín  de 
Larra,  Fiel-administrador  de  dicho  establecimiento,  y  fué  bautizada)  en  la 
parroquia  de  San  Pedro,  según  las  noticias  que  tengo  por  más  auténti- 
cas. (2>) 

En  aquél  lugar  deslizáronse  los  dias  de  la  primera  infancia  del  niño 
al  lado  de  sus  padres,  de  su  citado  abuelo  paterno,  que  le  amaba  entraña- 
blemente y  rodeado  de  otras  personas  de  la  familia,  como  don  iManuel  Las- 
so  déla  Vega,  Consejero  de  S.  M.  Superintendente  de  la  Casa  Moneda,  y 
don  Lorenzo  Ijasso  de  la  Vega,  brigadier  y  director  del  Real  colegio  de 
Artillería  de  Barcelona. 

Trasladóse  como  decía  el  doctor  Larra  á  Francia.  El  j)uesto  que  des- 
empeñó durante  siete  meses  en  el  Hospital  de  Burdeos,  hízole  detenerse  en 
esta  ciudad  y  dejando  en  un  colegio  de  ella,  al  hijo,  recorrió  poblaciones 
tan  importantes  como  Berlín, Strasburgo,  Viena  y  Leipziz,  volviendo  á  po- 
co al  suelo  francés,  donde  fijó  su  residencia  en  París,  punto  en  que  conta- 
ba con  relaciones  y  elementos  para  ejercer  la  carrera  y  donde  entre  otras 
distinciones, recibió  la  de  ser  nombrado  caballero  de  la  orden  de  San  Luis, 
habiéndolo  sido  antes  de  la  de  Leopoldo  de  Bélgica. 

La  amnistía  que  Fernando  VII  dio  en  1818  en  la  que  estaban  compren- 
didos los  que  siguieron  al  gobierno  intruso,  trajo  á  la  patria  al  afrancesa- 
do, que  desde  1819  hasta  1821,  fué  médico  del  infante  don  Francisco,  de 
({uien  logró  captarse  singular  aprecio,  como  de  él  le  dio  muestras  en  no 
pocas  ocasiones. 

El  colegial  de  Burdeos  volvió  también  ala  Península  con  el  autor  de 
sus  dias,  notándose  en  él  no  común  precocidad,  pues  según  cartas  de  fami- 
lia donde  se  consigna  que  á  los  tres  años  leía  perfectamente,  dícese  tam- 
bién en  otras  de  ellas,  que  á  su  regreso  del  extranjero  hablaba  y  escribía 
francés,  tan  correctamente  ó  mejor  que  su  nativa  lengua; 


—   13  — 

Era  por  eutuuecs  el  Seinliiario  de  las  Escuelas  Pías  de  íSaii  AuLuüÍu 
Abad,  centro  de  enseñanza  que  gozaba  de  noiubre.  y  á  él  acudían  á  ius- 
truirse  los  hijos  de  las  mas  distinguidas  familias  de  la  curte.  Fundóse  este 
colegio  durante  el  reinado  de  Fernando  VI,  en  1755,  estaba  situado  en 
espacioso  edificio  de  la  calle  Hortaleza  y  como  dato  curioso,  citaré  que 
los  alumnos  pagaban  la  cantidad  do  diez  reales  diarios  por  su  manuten- 
ción y  estudios. 

Allí  matriculóse  el  joven  Mariano  José  de  Larra  y  conclu¡<la  la  pri- 
mera enseñanza  en  1819,  comenzó  la  segunda, con  no  poco  aprovechamiento 
seguida,  como  se  desprende,  del  siguiente  certificado,  cuya  autorizada 
copia  dice  así: 

—  ícCertificanios  los  abajo  firmados.  ([])v.  el  caballero  don  Mariano  de 
Larra  y  Sánchez  do  Castro,  hijo  de  don  Mariano  de  Larra  y  doña  María 
de  los  Dolores  Sánchez  de  Castro,  seminarista  que  ha  sido  de  este  Real 
Colegio  de  Escuelas  Pías  de  San  Antonio  Abad,  ha  estudiado  en  él  los 
facultados  de  grarnítica  castellana  y  latina,  retórica,  principios  de 
poesía  latina  y  castellana,  ritos  romanos,  mitología,  aritmética,  álge- 
bra y  g3oin.3ti'Í5 ,  •  n  aplicación  y  aprovechamiento,  en  cuyo  tiempo  ha 
sostenido  lo.j  e.xé]y.  '•:s  acostumbrados  para  pasar  de  una  clase  á  otra, 
etc.;  igualmente  i>  r  loque  toca  á  su  conducta  ha  sido  constantemente 
buena  durante  su  residencia  en  dicho  Seminario.  -Y  para  que  así  conste, 
etc.  — -Colegio  de  Escuelas  i^ías  He  San  Antonio  Abad  de  Madrid,  á  o  de 
Agosto  de  1822.  —  Ambrosio  .Romero  de  San  Francisco,  Vice-Rector. — 
Isidro  Peña  de  la  Concepción.  Director  y  maestro  de  latinidad.— Eusta- 
quio Tónico  de  Jesús  María.  Vice-Secretario.  > 

Consérvanse  algunas  memorias  de  la  permanencia  de  Larra  en  el  Co- 
legio, donde  dio  princijdo  su  instrucción  formal  y  por  ellas  sabemos,  que  á 
todo  juego. prefería  la  distracción  de  la  lectura,  que  rehuyendo  la  compañía 
de  otros  niños,  alegres  y  bulliciosos,  buscaba  la  de  algunos  de  mas  edad  y 
de  carácter  mas  pacífico,  que  solamente  se  permitía  jugar  al  ajedrez  con 
el  hijo  del  conde  de  Robles  y  que  nunca  ó  muy  rara  vez,  ftié  reprendido 
por  sus  )uaestros.  como  así  lo  aseguraba  posteriormente  uno  de  ellos,  don 
Eustaquio  Tónico,  que  murió  á  la  avanzada  edad  de  98  años  en  la  Casa  y 
á  quien  se  le  oía  con  frecuencia  recordaí"  al  ([uerido  discípulo,  ({ue  así  le 
llamaba  eranciano. 

-  Era  permitido  á  los  colegiales  de  San  Antonio  Abad  pasar  á  sus  ca- 
sas dos  veces  por  semana,  jueves  y  domingos,  y  en  aquellas  horas  trascu- 
rridas en  el  seno  de  la  familia,  el  joven  Mariano  José  de  Larra,  dio  las 
[)rimeras  muestras  de  sus  aficiones  literarias,  pues  tradujo  al  español  de 


_^   14  — 

una  (ulieioii  íVaiicey-a  de  la  Iliada  algunos  fragmoutos  de  esta  epopeya,  y 
liay  noticias  de  que  también  comenzó  á  traducir  el  Mentor  de  la  Juven- 
tud y  que  trazó  el  borrador  de  un  com])endio  de  gramática  castellana,  y 
un  cuadro  sinóptico  de  ella.  , 

Poco  ó  nada  valdrían  estos  escritos,  cuando  algún  tiempo  después  hu 
autor,  rompió  las  cuartillas  y  sold  de  ellos  lia  quedado  un  vago  recuerdo 
sin  datos,  pero  recuerdo  digno  siempre  de  consignarse,  por  ser  las  primi- 
tivas manifestaciones  de  un  hombre  (pie  tanto  había  de  brillar  en  las  letras 
de  su  siglo. 

El  año  de  1822  el  doctor  Larra  y  Langelot  fué  nombrado  médico  titu- 
lar del  pueblo  de  Corella  en  la  provincia  de  Navarra,  situado  á  la  margen 
del  Rio  Alama,  á  tres  leguas  de  Tudela.  Corella  era  por  entonces  población 
de  unos  i.fUt)  habitantes  y  según  escribía  poco  después  don  Sebastian  Mi- 
ñano  en  elogio  de  aquel  lugar  «la  hermosura  y  la  disposición  de  la  ciudad 
es  digna  de  mucha  alabanza  y  son  acreedores  á  ellas  sus  naturales,  por  la 
laboriosidad  é  industria  en  que  se  dedican  al  cultivo  de  su  abundante  sue- 
lo (3j.» 

A  tal  punto  trasladóse  j^ues  don  Mariano  de  Larra  con  su  esposa  y  su 
hijo,  quien  suspendió  durante  el  invierno  de  1822. á  23  sus  estudios  oficia- 
les, si  bien  los  siguió  con  más  ahinco  particularmente,  tanto,  que  según 
don  Cayetano  Cortés  «todas  las  noches  las  pasaba  consagrado  á  la  lectura 
y  los  ruegos  de  su  madre  le  obligal>an  solo  á  retirarse  á  dormir  á  una  hora 
muy  ít^•anzada...» 

En  aquellos  meses,  volvió  á  hacer  algunos  ensayos  literarios,  cosa  de 
peco  valer,  como  es  de  presumir,  y  cuando  al  fin  de  la  primavera  aban- 
donó la  población  navarra  y  regresó  á  la  corte,  trajo  consigo  no  pocos 
escritos  suyos  que  modestamente  y  casi  con  rubor  ocultaba  á  los  ojos  de 
todos. 

Catorce  años  había  cumplido  Larra, cuando  deseando  el  autor  de  sus 
(lias  siguiese  una  carrera  que  le  asegurase  brillante  porvenir,  le  hizo  in- 
gresar en  el  Colegio  Lnperial  de  la  Compañía  de  Jesús,  donde  comenzó  el 
estudio  de  las  inatemáticas,  en  Octubre  de  182B. 

Di  as  eran  aquellos  para  España  en  los  que  he  de  detenerme  un  instan- 
te, pues  sin  duda  alguna,  los  tristes  sucesos  que  se  verificaron,  debieron 
herir  vivamente  la  imaginación  del  joven  estudiante,  siendo  tal  vez  la  ba- 
se de  sus  futuras  opiniones  y  el  germen  de  las  ideas  que  luego  tan  hermo- 
samente expresó  con  la  pluma. 

Cádiz,  la  culta  Cádiz  dentro  de  cuj'-as  viejas  murallas  había  nacido  la 
liliertad  en  el  Código  de  1812,  acababa  de  ver  destruir  el   edificio    cousti-.- 


Micional.  dundu  cu  ciijUnlla  df>áiiiic</i(>ii.  j>j-iii<-i|)hi  a  In  rPHCfiou  roli«¿^i<»sa 
y  política  más  espantosa  que  ha  presenciado  nuestra  patria, y  de  la  qne  es 
difícil  hoy  darse  exacta  cuenta. 

Como  hambrientas  fieras  cayeren  los  al>s(dutistas  soIm  t-  iojs  vnicidos  U- 
Ijerales  después  de  la  publicación  por  el  pérfido  monarca  de  aquel  mani- 
fiesto, fechado  en  el  Puerto  de  Santa  María  el  1^  de  Octubre  de  1828,  en  el 
ijue  dijo:«son  nulos  y  de  ningún  valor  todos  los  actos  del  gobierno  llamado 
constitucional  (de  cualquier  clase  y  condición  que  sean)  que  ha  dominado 
á  mis  pueblos  desde  el  dia  7  de  Marzo  de  18*20  hasta  hoy...  declarando  co- 
mo declaro,  que  en  toda  esta  época  he  carecido  de  liberfad,  obligado  A 
sancionar  las  leyes  y  á  expedir  las  órdenes',  decretos  y  reglamentos  que 
t'ontra  mi  voluntad  se  decretaban  y  expedían  por  el  mismo  gobierno.  ■> 

Por  mucho  que  se  recarguen  las  tintas  al  pintar  los  horrores  de  a(pie- 
Ihi  reacción  sangrienta,  por  mucho  que  la  pluma  se  esfuerce,  no  es  fácil 
presentar  á  los  ojos  del  lector  en  breve  espacio,  la  realidad  tei-ril)lo  de 
aquellos  acontecimientos.  ■  ■    ■•. 

Hablen  las  colecciones  de  la  Gaceta,  donde  se  dá  cuenta  diarinr-de  la« 
\iciimas  ahorcadas  y  fusiladas,  donde  se  insertan  aíiuellos  tremendos  fa- 
llos de  las  Comisiones  Militares.  \'  donde  se  insulta  con  los  más  denigran- 
íes  califif-arivos  á  b)s  liberales:  hablen  aquellos  Decretos  y  Reales  Ordones 
por  las  que  se  suprimí  n  estudios,  se  cierran  establecimientos  que  contri- 
Iniían  á  la  cultura  del  país,  se  despoja  de  propiedades,  se  prohiben  libroR 
y  periódicos,  se  restituyen  todas  las  cosns  al  estado  en  que  se  ejicontra- 
l^an  al  proclama.rse  la  Constitución,  hablen,  en  fin.  los  doi'urneutos  (pie  se 
<tonservan  en  archivos  públicos  y  particulares,  las  memorias,  relaciones, 
cartas  y  noticias  de  los  contem])oráneos.  los  o])jetos  que  gnai-dau  coler- 
cionistas  y  museos  y  todo  ello  dirá  más,  muclio  más  (]Uo  ruautn  pueda  la 
más  valiente  y  desapasiouíula  ])luma  esciibir. 

Época  ignominiosa,  manclia  que  afea  y  afeará  eternamente  los  ana- 
les de  la  España  del  siglo  XTX;  afios  teri'iblps  aquellos  eu  quf  era  un  cri- 
men pepsar,  en  que  al  ciudadano  le  estaba  vedado  euiitir  ideas  pnias  y  li- 
bres, en  que  se  vivía  á  merced  del  capricho  de  un  déspota,  en  que  los  ce- 
ladores V  espías,  recibían  premios  oficiales,  y  las  turbas  feroces  robaban  y 
asesinaban  á  las  gentes,  ó  los  gritos  de  viva  la  religión  y  viva  el  rey  ab- 
soluto,y  el  patíbulo  se  alzaba  á  diario  en  todas  las  ciudades,  para  inmolar 
á  los  que  no  habían  1oo:rado  (-iniorm-  á  oxtraujoros  país.'s.  abandonando  la 
•  1  esdi  ch  ada  patri a . . . . 

Ingresó  como  decía  más  arriba  don  .Mariano  José  de  Larra,  en  el  colé- 
..JM  <ie  .Tp<nít;.<.  flniídí'  i^í-m. Mn.-ci.'.  Icistíi   mediados  Ao  \H'2\  v  del  resultado 


-  í<í  - 

(le  l(iK  eRintlio.^  quf  «larauro  nei,^  mo.scs  siiínió,   dá  pi'ueba    ol    siüiuiente    do- 
f'iunenio  que  copiado  á  la  letra  dice: 

<'0omo  Secretario  de  los  estudios  del  Colegio  Imperial  de  la  Compa- 
ñía de  Jesús,  certifico:  que  Don  Mariano  José  de  Tiarra,  natural  de  Ma- 
drid, se  matriculó  y  asistió  con  puntualidad  y  aprovechamiento  á  la  cáte- 
dra de  matemáticas  de  estye  Colegio,  estándola  desempeñando  don  Mi- 
guel Dolz  y  que  ^anó  el  curso  que  empezó  en  18  de  Octubre  de  1823  y  con- 
cluyó á  fin  de  1824,  según  todo  consta  de  los  libros  de  matrículas  y  cer- 
tificación original  del  mencionado  profesor,  etc. — Madrid  3  de  Julio 
de  1824. — El  Secretario,  P.  Diego  de  Harristori. —Visto  Bueno. — 
Francisco  Javiei-  Ronzas.  Director  del  Colegio  Imperial  hay  un  se- 
llo, i 

Al  mismo  tiempo  que  las  matemáticas,  el  aj^rovechado  alumno,  había 
cursado  con  lucimiento  la  asignatura  de  taquigrafía,  que  explicaba  el  pro- 
fesor don  Francisco  de  Paula  Martí,  y  la  de  Economía  Política  encar- 
gada á  don  José  Antonio  Ponzoa,  en  la  cátedra  establecida  entonces  en  la 
calle  del  Turco,  cátedra  puesta  al  cuidado,  la  ])rimera  }'  fundada  la  se- 
gunda,por  la  real  Sociedad  Económica  de  Amigos  del  País,  benéfico  cuerpo 
que  databa  desde  1775,  en  los  di  as  del  ilustrado  monarca  Carlos  ITI,  á 
quien  tantos  beneficios  debió  Espaiia. 

Acredita  el  resultado  de  los  estudios  de  liOrra  en  aquella  época,  los 
dos  certificados  que  le  fueron  expedidos  y  que  á  mi  juicio  merecen  pu- 
tdicarse. 

El  primero  cis  orno  sigue: 

«D.  Francisco  de  Paula  Martí, de  la  Real  Academia  de  San  Fernando, 
Socio  de  mérito  de  la  Real  Sociedad  Económica  Matri-ens^j,  catedrático 
de  taquigrafía  destinado  por  el  Rey  para  la  enseñanza  pública  de  este  ar- 
te en  Madrid,  Certifico:  que  en  el  curso  de  la  Taquigrafía  de  mi  cargo  que 
dio  principio  el  1.'*  de  Septiembre  de  3823.  f<e  matriculó  don  Mariano  José 
de  Larra,  natural  de  Madrid,  de  i;")  años  de  edad  y  que  estudió  la  parte 
técnica  de  dicho  arte,  que  concluyó  el  dia  2<)  de  Noyiembre  del  mismo 
año  y  continuóla  práctica,  que  empezó  el  dia  1."  de  Febrero  del  mismo 
año  y  concluyó  el  curso  en  el  último  de  Junio  con  aplicación  y  aproyecha- 
miento.  — V  para  que  conste,  etc.  Madrid  3  de  Julio  de  1824. — Francisco 
de  Paula  Martí,  — Vicente  Villanoya,  Secretario.» 

El  segundo  documento  está  concebido  en  estos  términos: 
«Don  José  Antonio  Ponzoa  y  Cebrián,    Académico,  etc.,  etc.,  y    cate- 
drático de  la  Real  de  Economía  política  de  esta  corte,  bajo    la  Real  Socie- 
dad Econ«'>mica  de  la  misma,  certifico:  que  don  M.  J.  de  Larra,  natural  de 


—  17  - 

M.i.^i -    ,.;.   iM  .11  iurnpo  r.portniío  parn  osíY1(ii;ii'  rl    .  nrso  df   Economía 

Política  de  lii  Ken!  Cútedrit  do  vni  onr¿;o,  qno  jtrincipii')  en  '1  de  Noviembre 
«leí  año  pnixiirio  pasado,  y  terminó  en  15  de  Junio  del  presente.  Ha  asisti- 
do con  puntualidad  á  las  lecciones  3^  ha  estudiado  con  aprovechamiento  el 
ii'atado  completo  de  Economía,  por  la  obra  de  Juan  Bautista  Say,  que  es 
(1  desio-nado  por  S.  M.  ])ara  texto  de  la  cátedra.  —  Y  á  lin,  eto,  etc. — Ma- 
drid 5/1'.^  Julio  de  IH'21. — José  Antonio  Ponzoa.— Visto  Bueno.  —  Antonio 
Sandiiilo  de  Arias.  Presidente  de  la  clase  mas  antigua.» 

Durante  el  otoño  del  citado  año  lie*  18'24,  encontrábase  ejerciendo  su 
facultad  el  doctor  Larra  y  Lan.^'elot,  en  la  ciudad  de  Valladolid,  y  á  ella 
arudi('i  su  hijo,  decidido  por  entonces,  á  lo  que  parece,  á  seo;uir  la  carrera 
do  leyes,  por  lo  cual  se  matriculó  en  la  Universidad  vallisoletana,  estu- 
diando en  ella  l(\o;ica.  metafísica,  aritmética.  álo;ebra.  ííeométría.  í^rieí^o 
y  botánica. 

Pruébanlo  asi  estos  documentos: 

«O)mo  substituto  de  la  cátedra  de  ^-ríe^^'o  y  botánica  de  esta  Universi- 
dad de  Valladolid,  certifico:  que  d(ni  M.  J.  de  Larra  fué  cursante  en  elltv, 
etc.  etc.  — Vallad(did  20  de  Mayo  de  1825.— Dr.  José  Hervás.— Visa- 
do: Rector.— Dr.  Macho.» 

«Como  sustituto  que  soy  de  la  cátedra  de  matemáticas  y  perteneciente 
al  primer  año  de  filosofía  de  esta  Real  Universidad  de  Valladolid,  certifi- 
co: que  don  M.  J.  de  Larra,  cursante  en  ellas,  níitural  de  Madrid,  Diócesis 
de  Toledo,  ha  asistido  en  clase  de  discípulo  con  exactitud,  apli<^ación  y 
a])rovccliamiento,  desde  principios  del  curso  de  1824  á  1825.  hasta  el  dia 
20  do  Mayo  de  este,  estudiando  .en  ella  las  matemáticas  puras,  á  saber: 
aritmética,  álgebra,  geometría. — Y  para  que  conste,  etc  ,  <'tc. — Valla- 
(Idid  20  de  M;l^■M  <)..  1^25  --Bachiller— ^'^''^omoz. —  Visado:  Rector.— 
Doctor  Macho. 

«Don  Pedro  Alcántara  Basante,  Escribano' de  8.  M.,  Vice-SeCretário- 
del  (^^láustro  de  est.a  Heal-Cnive-rsidad  de  Valladolid,  certifico,  doy  fé.y 
verdadero  testimonio^  que  don  J.  M.  de  Larra,  natui'al  de  Madrid, diócesis 
<lo  Toledo, habiéndose  matriculado  en  este  genero-l  estudio, tiene  probado  un 
curso  que  es  ti  de  lógica,  metafísica  y  matemáticas  y  lo  gan(.'>  de  1824  á 
1825  como  así  resulta  del  acta  de  pruebít^  en  corporaciones  de  cursos  de  la. 
referida  facultad  y  folio  etc.-,  etc.  Valladolid  27  de  Noviembre  de  1825.-- 
D.  Pedro- Alcántara  Basante. -Vice  secretario. —Visto:  Rector,Dr,  Ma- 
cho.— Doctor  Maestx'.o:  Graciaj. .  ArchivBCO»'> 

He  creído  de  interés  la  reproduGcionde  estos  y  •  los  anteriores  docií- 
menios,  no  solo  poi*  Jiaber  pejima^uecido  Juista  ahora  inéditos,    ñno  porque 

3 


-   ib 

üi.t.-^iiaii  cu  giiiii  línuví.t.  «Ml\-  üñort  df  lu  villa  do  i,;ui...  ,-'.i.i>  l.i  -i-i.-  i.  ri 
rápidamente;  han  pasado  ha^sta  aqiu'  .sTis  blógrai'o8. 

Por  cierto  que  la  rnoyoría  de  ellos  hablan  al  lle'^-ar  .i  »«sr;t  ópo'-.t  de  rm 
Buceso  misterioso  que  vino  ',  :;i';'air.eu  gran  manera  en  *;i  c-íuílcu-v  del  ,}<'•- 
ven,  hasta  entonces  ta  .  ~  r»l  estudio  y  que  de  tan  bellas  cualida<h\s  ha- 
bía dado  muestras.  ':■■-•■  n  .  ip+prio^o  lo  lie  llamado  y  tal  iicmbre  morere. 
dada  la  manera  que  de  ocn,'  ir.o  dt?  él  tiene  un  amit¡;o  dr-  T.arra,  D,  Caye- 
tano Cortés  quien  escribió  ¿  ebty  propósito. 

'<'~lon  este  aconTcciiu'eniu su  caráoler  varió  com]deiamen(o.  de  niau 

estudioso  y  amante  del  saber,  j.'oco  confiado,  vivo  y  ale^-ro  como  su  edad 
i'equeria,  se  hizo  sospechoso,  trisi o  y  reflexivo  como  si  fuera  uu  hombr?^ 
hecho,  una  persona  muy  allegada  á  nuestro  crítico,  pretendo  que  sus  sen- 
timientos fueron  tan  proíundamente  afectados  que  esta  fué  la  primera  vf/.- 
de  su  vida  que  le  viú  llorar  sin  cousuelo,  y  aun  pretendo  quo  tle  aquí  vi- 
nieron todas  sus  desgracias.  (4)'> 

Excitan  desde  luego  la  curiosidad,  e]  caso  del  que  nada  puedo  aF.adii- 
por  la  índole  tan  privada  de  el  qive  parece  ser,  pero  teniendo  en  ruenta  la 
persona  de  quien  se  trata,  y  habiéndola  estudiado  un  poco,  inclinóme  desde 
luego,  á  la  opinión  emitida  por  don  Antonio  Ferrer  del  Rio,  amigo  también 
de  Larra,  y  que  dijo  al  tratar  de  este  particular  con  muy  buen  sentido. 

«Calculamos  nosotros  que  á  los  diez  y  seis  años  toda  la  desventura  qu*- 
puede  oprimir  á  un  mancebo  no  falto  de  medios  de  subsistencia,  se  reduce: 
llorar  el  desden,  la  inconstancia  ó  el  desvío  de  una  hermosa,  o!)jpto  do 
sus  primeros  amores:  también  concebimos  que  un  lancf  parecido  á  esir- 
produjera  en  Larra,  no  un  cambio  total  de  genio,  sino  un  rápido  desarrollo 
de  su  carácter  sombrío,  una  terriblo  explosión  del  volcan  do  sus  pasio- 
nes. (5) 

Breve  hay  qite  ser  en  este  punto,  pero  solo  diré  qu*-  á  ini  prematuro 
amor  contrariado  fue  la  causa  de  la  desventura  que  afligió  al  joven,  hay 
qus  reconocer  la  influencia  deci.siva  que  tuvo  en  sit  corazón.  De  qur-  en  el 
ardía  estraño  fuego,  de  que  en  él  se  agitaban  de  continuo  deseos  indoma- 
bles y  vehemencias  sin  límites,  hartas  pruebas  dio  más  tarde...  ¿que  mu- 
cho si  la  inteligencia  estaba  desarrollada  por  el'  estudio  y  la  aplicación 
que  aquél  desengaño  despertara  en  el  pecho  dormidos  sentimientos  y  pro- 
dujera sensaciones  que  jamás  habían  ys,  de  borrarse? 

Por  causas  que  se  ignoran^  Larra  pasó  de  Yalladolid  á  Valencia,  don- 
de parece  que  estudió  algunos  rae»*?s,  pero  éstos  no  debieron  ser  muchos, 
pues  en  Octubre  de  1B25  se  encontraba  de  nuevo  en  la  cóüte  A  donde  había 
vuelto  llamado  por  su  padre,  y  á  poco  de  la  llegada  se  matriculó  en  las  cá. 


-  1§- 

tedrae  de  los  Reales  Estudios  d©  Sau  loidro,  situados  entonces  en  el    mis- 
]uo  colegio  Imperial  de  los  jetíuitas  que  a*r  más  arriba  dejé  citado. 

Tenían  los  Realeo  Ej^tudios^  claseí*  de  historia  y  disciplina  eclesió.yti- 
>  a,  metafísica  y  ílíoaofia  moral,  fí>iica  experimental,  lógica,  lenguas  he- 
breas, árabe  y  griega,  humanidadeni  y  latinidad,  y  eran  individuos  de  U 
compaüía  de  Jesúy,  lof:»  eucar,eadoH  dn  h  enfíenanza  desde  su  fundación  en 
1625. 

Larra  curbO  la.-^  asiguaturab  de  íísíca  y  <iuimica  de  1825  á  1826.  seomi 
lo  prueban  estos  dos  certiñcadoB. 

<Como  Secretaria  etc..  certifico:  que  don  M.  J.  de  Larra ;  natural  de 
esta  Corte,  se  matriculó  y  aoistió  con  puntualidad  y  aprovechamiento  á  la 
'."átedra  de  física  experimenta!  de  e.8tf>  Colegio,  estándola  desempeñando 
el  padre  Ignacio  Uomila  y  que  habiendo  8Ído  aprobado  en  segundos  exá- 
menes, ganó  el  curtío  que  empezó  en  18  de  Octubre  de  1825  y  concluyó  en 
iin  de  Junio  del  presente  año,  según  to^o  consta  de  los  libros,  etc.— Ma- 
diid  1.''  de  Julio  de  1826.  — Luis  de  iSegura  de  la  Compañía  de  Jesús. — 
Lído. —  V.-  B."  José  Gallardo.»  ^Hay  un  sello  con  las  armas  y  un  letrero 
que  dice  Estudios  Reales  de  Madrid.) 

«Como  Secretario  etc.,  certiñco:  que  don  Mariano  José  de  Larra,  na- 
tural de  esta  Corte,  se  matriculó  y  asistió  con  puntualidad  y  aprovecha- 
miento á  la  cátedra  de  lengua  griega  de  este  Colegio,  estándola  desempe- 
ñando el  padre  José  üacjteller  y  habiendo  sufrido  exámenes  generales  y 
públicos  con  arreglo  al  nuevo  plan  de  estudios:  ganó  el  curso  que  empezó 
en  18  de  Octubre  de  1825  y  conclmó  en  Junio  de  este  presente  ano,  según 
todo  consta  de  bjs  libros  de  matrículas  y  certificación  original  etc.  — Ma- 
drid 1?>  de  Junio  do  1826.  --Lui^(  de  Segura  de  la  Cojn|iciñía  de  Jesút^  Se- 
rrptario.     V.*»  B.*»  José  Gallardo  Rector.»  'Sello-. 

En  este  año  parece  que  terminaron  los  estudios  unciales  de  Larra  y  sin 
que  pueda  asegurarse  á  que  debieron  su  suspensión,  es  lo  cierto  que  aban- 
donó para  siempre  las  aulas  y  en  los  comienzos  de  1827,  algunos  ami- 
■ios  de  su  padre  proporcionáronle  un  empleo  del  gobierno, en  cierta  oficina, 
emjdeo  que  desempeñó  como  pudo  y  tardó  poco  en  renunciar  á  él,  que  no 
liabra  nacido  íMertameiite  aquella  inteligencia,  par?)  aplicarse  al  rutinario 
ie.qiacho  de  expedientes,  ni  para  sepultarse  en  la  oscura  dependencia 
de  un  ministerio  ó  un  muni<*ipio.  donde  la  vida  se  desliza  en  una  monoto 
nía  desesperante,  donde  cualquier  necio  envanecido  gasta  ínfulas  de  per- 
ón aje:  donde  el  padrinazgo  y  la  adulación  dan  lotí  ascensos  y  donde  todo 
'  nanto  rodea  es  pobre,  mezquino  }  adocenado.., 

iVjodc  aquellos  etcritos  hov  perdidos  qu«  «1  joven  Larra  ^vazó.  lle^'^ado . 


de  sua  f\tick)!ies  literarias  .en.4,l  ua(^ieo^.e:i,-(Uirauté  -s'i 'pe-rmañeucia    en:.el-. 
colegio,  había  vuelto  en  diver.sas  ocasiones  á  ens¿t3'ar  sas  fuerzas,  emprenr. 
diendo  en  1826  un  trabajo  q   iza  superior  á  sus  conocimientos  de  entonces, 
Tiibi'.jo  qiití  no  llegó  á  ver  la  ''-z     úb'ifH,  y  qu^^    hoy    se   conserva    to'l^fvía 

Fué  este  un  libro  titula-lf  <iriM>j)^ rafia  Historial  española  .rO)  es-- 
crito  en  muy  medianos  versos,  dividida  por  partes,  donde  cada  una  abar- 
ca la  descripción  de  una  pr-ovjiicia,  coa  sus  lugares  mas  M'^taldo;,  sus  mo- 
numentos, tipos,  liedlos  principales  de  su  historia,  ftc,. 

Nadie,  que  yo  se[)a,  baldado  noticia  de  semejairté  producción,  cun'^ 
original  aun  existe,  y  así  mismo  tampoco  be  encontrado  dato  alguno  en 
los  biógrafos  de  otro  trabajo  que  escribió  poco  después,  el  cual  fué  impreso 
en  un  folleto  y  tengo  }jara  mi,  ser  lo  priiíM?ro  que  el  joven  Larra  dio  á  luz. 
Titúlase  Oda  A  la  Kxpo^icion  de  la  iiidiií^tria  et^paíiola  del  ai\o 
1827,  [7)  exposición  que  se  verificó  en  Madrid  por  la  iniciativa  y  actividarl 
del  entonces  ministro  de  Hacienda  don  Luis  López  Ballesteros,  v  que  lla- 
mó no  poco  la  atención  de  las  gent-es,  que  desconocían  aquí  esta  clase  dn 
concursos  tan  extendidos  hoy  y  que  tan  buona  piitebu^  «fr.'c.vu  dn  la  .;uirti 
ra   de  los  pueblos. 

Y  á  este  pro|)ósito  recuerd)  que  Mesonero  Romanos  réiata  una  anécdv»j.a 
muy  curiosa  sobre  la  tal  exposición  y  que  pinta  la  época  con  adniirMldf* 
pincelada.  •  : 

«Celebrábase — dice — la  exposición, en  las  estrechas  y  inez(juinus  salas 
del  conservatorio  de  artes  (sitio  en  la  calle  del  Turcoi  y  era  tan  pol)ro  }' 
desconsoladora,  que  más  que  exposición  pública,  semejaba  el  interior  »'• 
trastienda  de  algún  buen  almacén.  Invitado...  Fernando  VU  á  visitarla 
oficialmente,  presentóse  un  dia  en  ella^^^iendo  recibido  y  acompañado  en 
la  visita  por  el  ministro  Ballesteros  y  el  director  don  Juan  López  Peñal- 
ver,  los  cuales  cuidaban  de  hacer  presente  al  monarca  los  adelantamientos 
de  nuestra  naciente  industria...  Todo  esto  lo  escuchaba  Fernando  con 
aire  distraído  y  fijándose  solo  de  vez  en  cuando  en  los  objetos  más  hala- 
dles, hasta  que  llegados  que  fueron  á  las  salas  donde  se  ostentaban  los  te- 
jidos de  las  fabricaciones  catalanas  y  redoblando  entonces  el  ministro  y 
director  sus  esfuerzos  para  llamar  la  atención  sobre  ollas,  contestó  desde- 
ñosamente. 

—  ¡Bah!  Todas  estas  son  cosas  de  mujeres. 

Y  precipitó  su  salida  para  Irse  á  dar  uii  paseo  por  el  Retiro,  dejando 
á  Ballesteros  y  á  Peñalver  encogerse  de  hombros  y  dirigirse  una  mirada 
harto  expresiva,  que  «iueria  decu':  j Qué  rey!  (^8,!^^ 


-  il  - 

Cantó  pntnsiasmado  el  joven  Larra  aquel  certamen,  ensalzando  la 
j^roftperidacl  do  la  nación,  sus  e«faerzo«  par  engrande^ersí^,  la  importancia 
de  los  irodiKtos  q-ip  presentaban  las  provincias,  y  los  bienes  que  la  paz 
bi-  nhfch  rn  dt-r-^fimn  sobre  los  pueblos  cultos,  industriosos  y  am^intes  del 
tiab.j    'n:<'  !  í)ri(juHí-e  y  elev;i,  expresándose  así  en  estas  estrofas.       '    '   ' 

....Todo  corre  y  í^e  afana,  suda  y  vence 

}  a  esparcen  las  artes  industriosas 

y  á  .-^'.1  voz  obedecen  los  bosperios. 

El  val-'^nciar.o  astuto,  el  de  Cantabria, 

el  catalán  constante, 

el  nob'e  castellano,  el  fiel  navarro, 

el  ftierto  aragonés  y  astur  fornido, 

el  oue  bebe  del  Betis 

y  el  que  en  torno  incansable  baña  Tctis. 

Oyese  al  lejos  el  golpear  continuo 

del  hierro  sobre  el  hierro  y  á  Vulcano 

en  grueso  yunque  descargando  el  braz»» 

tiznado  hundir  «1  hueeu  pavimento. 

La  bulla  en  los  talleres 

anuncia  los  trabajuí>  presn rudos, 

y  la  limti,  la  rueda  y  el  martillo 

y  id  rechinar  del  huni» 

Ib^iiaii  de  alcirre  ruido  .su  (^onloruo. .  . 

Por  esta  muestra  j)t>di*á  couucer  el  lector  el  estilo  de  la  oda  do  Larrn  j 
h1  curte  de  ella,  pin-u  original  ciertamente,  y  en  la  que  no  sobresale  ningún 
arran«iu«,  ni  se  encuentra  ninguna  nota  reveladora  del  genio  poético.  Tra 
bajados  son  los  verso.s:  pocos  de  ellos  corren  con  fluidez,  la  inesperieucia 
(jue  algunos  trozos  acusa  es  bien  clara,  y  el  conjunto  no  pasa  de  ser  algo 
afectado  y  un  tanto  premioso. 

Pero  ¿qué  podía  más  exigirse  á  un  joven  de  diez  y  seis  años  puco  más 
cuyos  gustos  literarios  se  formaban  entonces?  La  oda  á  la  Exposición  con 
los  defectos  y  todo  que  en  ella  se  encuentran,  paróceuie  por  otra  parte 
preferible  á  otias  composiciones  que  al  mismo  asunto  dedicaron  por  aque- 
llos dias,  varius  poetas  de  la  corte,  que  tenían  Cama  y  que  entonces  la  jus- 
tificaron bien  poco  ciertamente. 

Aiios  después,  Larra  tuvo  un  recuerdu  |iara  sus  versos  de  lb'J7  que  dc- 
muestia  cuan  poco  lus  apreciaba,  puea  al  ju¿i:ai  un  drama  de    Diai    escri" 


_  22  - 

bió.  «...,.  daremos  al  autor  ua  cjusejo  qao  ooBotros  lo  recibimos.  ...  á   pro- 
pósito de  uüa  mala  oda  que. el  demouiü  tentó  i  pubjca»*.^^ 

Antes  de  terminar  esto  capitulo  no  quiero  pasar  en  silencio  nnn  uota 
^8Ímpática  que  aparece  al  íVeute  del  folleto  que  contipua  la  oda:  La  de- 
dicatoria. Quiso  Larra  dedicar  á  los  autorefi  du  sus  dias  aquel  a  produc- 
ción primera  que  daba  al  público,  y  escribió  estas  cinceras  fialsbras. 

«—A  mis  Diay  amados  padres.  — Muchos  hombres  uo  son  d^udcreri 
á  loe  que  le  dieron  la  vida,  bíuo  de  una  existencia >  sobre  la  cual  tal  vez  de- 
bieron llorar:  felizmente  yo  no  me  encueiifro  en  este  liútnero,  y  h\  vida  es 
acaso  el  más  psqueüo  de  los  dones  que  os  debí:  inútil  y  aun  gravosa  me 
hubiera  sido  aquella  sin  estos:  el  amor  á  mi  patria  es  de  los  primeros  quo 
me  habéis  comunicado:  por  lu  t-nuto  creí  de  mi  deber,  ciifindo  el  amor  á  la 
patria  me  arrancó  eu  un  momento  'lo  entusiasmo  algunos  sonidos  de  la 
lira  que  tímido  pulsé,  acordarme  de  aquellas  dos  personas  á  quienes  debo 
los  sentimientos  que  la  profeso,  Otros  mendigan  la  sombra  de  los  polenta 
dos:  yo  no  me  contento  cun  tun  poco:  busco  la  de  la  virtud,  y  esta  me  bas- 
ta. En  vuestro  regazo  aprendí  á  quererla  y  tal  vez  á  prufesarla:  en  ella 
nació  en  mí  el  amor  a  mi  suelo:  justo  es  que  recojáis  las  primicias  de  un 
fruto  que  habéis  sembrado  y  que  habréis  visto  nacer  cuandr>  un  mismo  te^ 
cho  bacía  de  tres  voluntades  una  sola.  Recibid  pues  lo  que  de  *jus<icia  os 
deben  mi  agradecimiento  y  mi  inextinguible  cariño,  insepprables  t-utram 
bos  de  aquella  sensibilidad  du  que  me  precio,  que  también  habéis  sabida' 
arraigar  en  mi  corazón,  y  <}Uo  estimo  es  el  mayor  do  Ioh  bitai  leí- 

dejar  á  \'.  H,  H.  -llariaiio  Joí*é  de  Larra.' 


E»tndioN  no  Negnitlo^.— DeoiHion  i>or  el  cultivo  «le  lan  letraii.— 
«El  Dneiule  Hatírieo.— OeaNion  en  que  vio  la  luz.— Pa- 
blicacioiies  de -lladriil  en  IHse8á9.- Folleto»  y  libro».— 
Pri me i'o«^  trabajo»  en  <Fil  llnende.  >~  l^a  »n»pen»ion. — 
Larra  vnclve  A  enltivar  le  poesía. -Lo»  terremoto»  de 
18íá9.- Vna  oda. — Un  jnicio.  ~KI  dnqne  de  Fria»  y  nu 
tertulia  literaria. — Persona»  que  á  ella  eonenrrieron.— 
Larra  dá  á  eonoeer  alguna»  eoni|»o»íeione».~<'a»aniien- 
to  de  Larra. ~lJn  romanee  al  duque  de  Fria».-  Kl  eomi- 
»ario  de  Crnxada  Fernandey.  tárela.  -  Proteeeion  que 
l>arece  pre»to  á  Larra.— Otro  romanee.-  \'er»o»  Á  algu- 
no» personaje»  de  aquel  tiempo.-  liO»  poeta»  de  eirenn» 
tanda».— I  na  octava  real  y  un  »oneto.  La  corona  poé- 
tica á  lu  línquesa  de  Frías.— Autore»  que  en  ella  cola 
boraron.  — lia  «Elegía»  de  Larra.— Rossini  en  llatlrid.- 
fin  recuerdo  del  gran  mri»ico.— I'n  párrafo  de  Alareon. 
Ver»os  perdido»  de  liarra. — Re»iimen  del  juicio  de 
Larra  como  poeta 

Dijo  ya  ruuio  ijarra  abandonó  \o^  estníücs  que  liar^tíi  entonces  había 
Begnirlo,  y  oliteniendo  un  empleo,  cnmn  abandonó  éste  también,  qnedanda 
en  circunstancias  bien  extrañas  sin  haber  conclui^.o  carrera  alguna,  ni 
contur  con  fj.-rcicio  que  le  asegurase  e?  porvenir  Tenía  entonces  Ift  anos, 
y  animado  tal  vez  con  el  éxito  que  en  reducido  é  indulgente  círculo  de  per- 
sonas, liabíii  aícr.nzado  la  oda  A  la  jFxpo»ieion  al  mÍ8mo  tiempo  que 
arrnstrado  por  vocación  irresistible,  decidió,  bien  en  contra  déla  voluntad 
de  su  pudre,  IttiiztrBe  á  escribir  para  el  publico,  sin  cuidarse  de  volver  á 
las  aullas. 

A  tal  determinación  contribuycroa  mu}-  mncíio,  algunos  amigos  jóve- 
nes como  él,  dados  al  cultivo  de  la  poesía,  con  la  cual  soñaban  adquirir 
imperecedero  nombre  y  fama,  que  le??  sacase  de  aquella  oscuridad  eo  qu© 
basta  entonces  sus  nombres  yacían  eavueUos. 


—   24   — 

í.oB  triuní'oH  lilerarlr>s,  las  i'p!a<viúneM  y  f-l  i)i'e,sligio  .|ue,  estos  suelen 
dar,  atraen  poderosameule  y  sedacon  lan  imaginaciones  juveniles,  hacien- 
do nacer  en  ellas,  atan  invencible  de  trabajo,  actividad  incansable  y  cuanto 
puede  reunirse  para  lograr  un  fin.  Por  tal  hemos  visto  en  muchos  hombres, 
que  las  mas  famosas  de  sus  obras  se  han  ¡producido  en  l¡i  primera  época 
de  la  vida,  porque  entonces  su  imaginación  conservalua  todas  las  frescuras, 
la  voluntad  que  ponían  era  de  hierro,  la  atención  en  el  trabajo  grandísi- 
ma. No  pocos  ejemplos  pudiera  citar,  pero  por  no  extraviar  el  principal 
objeto  no  lo  hago,  y  por  [jasar  ya  á  consignar  que  en  el  mes  do  Mayo  de 
1H28,  Larra  daba  a  luz  el  primer  cuaderno  de  una  obra  peri<!»dica  titulada 
t)\  llnende  !satírÍ4M>  del  dia,  cuyo  lema  eran  las  siguientes  palabras 
de  Bolieau:  lie»  HO|tí8e!^  dii  leiii|iK  Je  eoiiipoMe  iii^ii  Ael  (9t. 

^;Eran  aquellos  dias  apropósito  para  dar  al  público  un  periódico,  y  éste 
de  sátira  de  costumbres?  ¿Era  aquella  ocasión  para  que  un  novel  escritor 
se  distinguiese  obteniendo  el  aplauso  de  numerosos  lectores?...  Ciertamen- 
te que  no:  la  literatura  y  la  prensa  es[)ariola  atravesaban  en  IS^S  y  29  una 
crisis  artictiva.  Aplastada  por  la  mano  del  despotismo,  la  libertad  de  emi- 
tir las  ideas,  y  su pi ¡mido  desde  los  comienzos  de  la  reacción,  todo  papel 
periódico  ¿qué  podía  hacer  el  joven  Larra  al  dar  comienzo  á  su  vida  de  es- 
critor y  periodista?  ¿de  qué  le  sería  permitido  tratar?  ¿cómo  desplegar  su 
mucho  ó  poco  ingenio  en  tan  resbaladizo  terreno?.  . 

Hojéense  los  papeles  que  veían  la  luz  en  Madrid  (>  (uera  do  la  corte 
por  aquellos  dias,  y  se  verá  hasta  donde  estaba  al  hombre  consentido  ha- 
blar en  ellos.  (íiV  FJ  l'orreo  literario  y  .'üercaiiiil  llenaba  sus  pági- 
nas con  insulsos  trabajos  de  Peñalver  y  Rementeiin,  ó  con  traducciones  de 
Bretón  de  los  Herreros  y  del  célelüc  Carnerero.  El  afinado  tal  enal  es, 
que  publicaba  don  Pedro  Martínez  resultaba  lo  inás  anodino  que  puedo 
díirse,  y  la  Gaceta  que  alguna  vez  so  permitía  insertar  tal  cual  artículo 
literario,  ó  revista  do  paternidad  francesa,  cnm|>onían  t^'^da  la  f-rensa  de  la 
capital  de  lasEapaíia,  sin  que  por  nadie,  se  pr-'C^rase  '"lar  ¡¡nonlso  á  esto 
valioso  elemento  de  civilización,  del  t|iv»-  uatur almenti'  el  absol-ttisnio  era 
enemigo  irreconciliable. 

Pueff'no  le  iba  en  zaga  á  la  prensa  otro  llenero  de  publicaciones  por  los 
•lias  en  que  apareció  FJ  Duendo  8atfrieo.  Así  en  los  años  1828  y  29  es 
grande  el  número  dé  libros,  folletos,  cuadernos,  hcjis  luiuües  y  ridiculas, 
de  infirao  mérito,  y  algunos  indignos  do  la  rnás  levo  cstunucjon.  Ea  aquel 
matorral  de  impresos  en  tales  meses,  solo  se  encutntra  de  verdadero  mérito 
producido  por  las  prensas  madrileñas,  el  primer  tomo  de  la  Colección 
de  Homaneeros  de  don  Agustín  D^irán,  la  ]íoticia  de  los  arqnitec- 


—  25  — 

tos  de  Llaguno  y  Amirola  con  ilustraciones  de  Cean  Bermudez,  tal  cual 
memoria  de  la  Academia  de  la  Historia,  ó  tal  cual  estudio  que  luego 
llegó  á  su  terminación  ...  (11) 

Acogió  el  público  aquellos  folletos  do  Larra  con  indiferencia  al  prin- 
cipio, pero  luego  comenzaron  á  llamar  á  no  pocos  la  atención  los  artículos 
que  llevaban  el  epígrafe  de  Cartas  del  l>nende  y  en  los  que  se  revelan 
los  primeros  rasgos  de  aquella  inimitable  pluma  que  había  de  trazar,  las 
C-ai  tas  Á  Aiidréi^  ^Kiporesas  y  las  de  Fíg^aro  ú,  sn  correHponsal 
en  París. 

Salía  á  luz  El  l>neii(le  Satírico  sin  dia  lijo,  incluíanse  en  cadn 
número  diversas  materias,  algunas  por  completo  agenas  cá  la  índole  del 
periódico,  y  no  debió  ser  grande  la  tirada  que  del  papel  se  hacía,  á  juzgar 
por  lo  rara  que  son  hoy  las  colecciones  de  dicha  publicación,  qne  alcanzó 
al  número  5. 

Era  de  presumir  que  el  éxito  de  Kl  Duende  httbía  de  ir  en  au- 
mento, dando  con  él  mayor  voluntad  al  joven  Larra  y  animándole  á  seguir 
el  camino  que  había  emprendido,  pero  no  tardó  en  suceder  \o  que  era  fácil 
que  en  aquella  desdichada  época  ocurriera. 

A  pesar  de  lo  suave  de  la  sátira,  y  del  tino  con  que  era  manijada,  á 
pesar  lo  embozadas  que  iban  las  alusiones  á  personas  y  cosas,  á  pesar  de 
de  las  protestas  continuas  y  de  la  habilidad  desplegada  para  ocuparse  de 
ciertos  asuntos,  no  faltaron  personas  de  valimiento  que  considerando  nada 
menos  que  peligrosa  la  existencia  del  Duende,  interpusiesen  su  i:  flujo 
con  el  gobierno  absolutista  y  éste,  ordenó  la  suspensión  del  periódico  cuan- 
do apenas  llevaba  año  y  por  medio  de  vida;  esto  se  hacía  el  mes  de  Agos- 
to de  1829. 

Con  tan  menguada  sueite,  con  resultado  tan  poco  lisongero  inauguró 
Larra  su  carrera  de  escritor,  en  la  que  se  prometía  ciertamente  mejores 
éxitos  y  por  la  que  ac?.baba  de  abandonar  otra  de  verdaderos  y  positivos 
resultados. 

Así  no  es  extraño  que  tal  vez  desalentado  de  su  primera  tentativa, 
volviese  á  dedicarse  al  cultivo  de  la  poesía  y  en  el  mismo  año  de  1829  im- 
primiese una  nueva  oda  dedicada  á  los  terremotos  que  acababan  de  ocu- 
rrir en  las  provincias  de  Valencia  y  Murcia,  y  escribiese  también  otras 
composiciones  m  verso  de  género  ligero  como  letrillas,  epigramas,  roman- 
ces, etc.,  etc.  (15Í). 

A  excepción  de  los  versos  del  Iflacías  y  de  El  Conde  Fernán 
iiionzalez  fdrama  nunca  representado),  todas  las  poesías  que  existen  de 
Larra,  fueron  hechas  por  el  tiempo  de  que  voy  haciendo  referencia,  y  por 


-  20  ^ 

tal  aquí,  deben  juzgarse,  teniendo  siempre  en  cuenta  que  el  autor  no  habí^ 
nacido  cie^  tamente  para  expresar  sus  sentimientos  en  el  bailo  lenguaje  de 
las  Masas. 

Fueron  de  gran  importi;ncia  y  causaron  no  pocas  víctimas  los  terremo- 
tos ocurricios  en  21  de  Marzo  de  1829.  Pueblos  como  Aimoradí,  Rafal  y 
Torrevieja,  quedaron  desti-uidos,  y  es  muy  útil  para  tomar  idea  de  aquella 
catástrofe,  repasar  algunos  folletos  que  por  entonces  se  publicaron,  donde 
se  encuentran  toda  clase  de  detalles.  (13). 

Grande  era  entonces  í  1  número  de  poetas  de  circunstancias,  y  no  es 
extraño  que  se  hr,lle  número  grande  también,  de  elei^ías,  odas,  poemas,  ro- 
mances, etc.,  dedicadoi.^  al  r?unto,  sin  que  ninguno  de  ellos  (ó  al  menos  de 
los  que  he  visto),  ofrezuan  á  la  verdad  mérito  extraordinario,  ni  traspasen 
los  limites  de  la  medianía.  ri4). 

En  ellos  se  encuentra  también  la  composición  de  Larra,  de  la  cual  ten- 
go á  la  vista  uno  de  los  ya  raros  ejemplares.  (15). 

Consta  la  oda  de  574  versos,  y  como  muestra  de  ellos  copiaré  este  frag- 
mento, donde  se  encuentra  algo  apreciable.  El  autor,  pintando   los   horro 
res  de  la  catástrofe,  decía; 

Gime  el  anciano  sobre  el  yerto  anciano, 

llora  el  amigo  el  insepulto  amigo. 

El  hijo  pequeñuelo 

tendiendo  al  pasajero  débil  mano, 

pide  el  amparo  y  paternal  consuelo 

y  el  regazo  materno,  que  enemigo 

el  volcan  le  robó:  la  casta  esposa 

del  adorado  dueño  despartida 

en  el  dolor  sumida, 

lenta  fallece  cual  cortada  rosa. 

Como  idumea  palma  que  la  cresta 
hacia  el  Olimpo  con  orgullo  enhiesta, 
si  el  huracán  furioso 
corre  implacable  y  fiero, 
el  seno  fresco,  hermoso, 
á  la  truncada  compañera  al  punto 
vase  el  verdor  lozano  marchitando, 
y  mustia  muere  la  cerviz  doblando. 

El  gallardo  mancebo  que  anhelante 
al  lecho  intacto  de  escondidas  flores 


~  í>7  - 

sa  pudorosa  amante, 
virgen  conduce  en  plácidos  amores 
donde  apurar  espera  los  placeres, 
el  abrasado  pecho,  encuentra  solo 
tumba  fatal  con  despiadado  dolo. 

No  ya  ornado  de  rosas, 
que  en  su  lugar  le  ciñen 
lúgubres  ramas  de  ciprés  funesto, 
las  sienes  amorosas 
}•  la  estancia  anhelada 
trocó  en  sepulcro  con  su  amor  y  amada. 

Congojosa  en  las  ruinas  tierna  madre, 
el  fruto  de  su  amor  entre  sus  brazos 
oprime  con  exánimes  abrazos, 
y  el  hijuelo  alimenta 
del  resto  infirme  de  su  escasa  vida, 
y  de  la  sed  fallece,  y  ya  no  alienta 
y  grita,  por  el  ámbito  sonante 
retumba  el  eco  de  su  voz  no  oida. 

Muere,  y  el  tierno  infante 
en  lágrimas  inútiles  deshecho 
sobre  el  cadáver  gime, 
3^  del  exhausto  pecho 
la  muerte  solo  ponzoñosa  esprime. 

Tímida  virgen  temblorosa  y  pura 
aquí  dudando  entre  el  feroz  amago 
al  padre  anciano  que  miedoso  sigue 
lejos  conduce  del  fatal  extrago 
por  incierto  camino, 
á  la  merced  vagando  del  destino. 

Antígona  piadosa  el  muro  alzado 
de  alta  Tebas  huyendo, 
así  también  un  dia, 
al  padre  mutilado 
la  horrorizada  patria  discurriendo 
de  la  sangrienta  mano  conducía. 

Así  también  Eneas,  de  las  llamas 
á  la  futura  Roma  libertando 
en  la  frigia  ribera, 
el  padre  encanecido 
espaldudo  á  las  naves  condujera... >; 

Al  ocuparse  de  esta  oda  paréceme  quo  anduvo  injusto  Pérez  Gal 
dos, cuando  dijo  en  el  tomo  de  sus  Episodios  Nacionales  al  trazar  la  figu- 
ra de  Larra,  «Por  mucho  tiempo  fué  objeto  de  risa  y  chacota,  su  oda  á  loa 


—  28  — 

terremotos   de  Murcia,  que  es  de  lo  peor  fj[iie   en  nuestra  lengua  se  ha  es- 
crito....» 

Trabajados  son  los  versos  de  tal  composición, recargada  en  sus  princi- 
pales estrofas,  de  muchas  referencias  inútiles  y  sobradamente  duros  algu- 
nos trozos:  pero  do  esto  á  merecer  lo  que  dice  el  ilustre  novelista  va  por 
cierto  gran  diferencia. 

La  oda  de  Larra  no  sería  muy  aplaudida,  pero  ella  le  hizo  entablar 
relaciones  que  después  le  sirvieron,  con  algunas  personas  amantes  de  las 
letras,  entre  las  que  se  contaba  el  Duque  de  Frias  á  cnya  casa  fué  Larra 
presentado  poi-  un  joven  compañero  suyo  de  estudios,  don  Ventura  de  la 
Vega,  quien  le  animó  en  no  pocas  ocasiones  á  emprender  trabajos  litera- 
rios, de  más  importancia  que  los  que  hasta  allí  había  hecho,  reconociendo 
desde  luego  las  grandes  aptitudes  de  su  amigo. 

El  Excmo.  Sr.  D.  Bernardino  Fernandez  de  Velazco,  Duque  de  Frias, 
cu3^a  ilustración  y  generosidad  le  hacían  ser  doblemente  estimable,  era 
muy  dado  á  la  poesía  y  escribió  algunos  sonetos  y  odas,  como  El  llanto  de 
un  proscrito  y  A  la  muerte  de  Felipe  II  que  fueron  muy  elogiados  por 
sus  contenipoi-áneos,  habiéndose  más  tarde  publicado  sus  obras  completas 
por  la  Academia  Española.  (16) 

Keunía  el  Du([ue  en  su  casa  de  la  calle  Rejas,  una  agradable  tertulia 
de  hombres  ilustres,  ya  por  su  alcurnia  ó  ya  por  sus  talentos,  y  eran  de 
ella  concurrentes  asiduos  don  Juan  Nicasio  Gfallego,  don  Alberto  Lista,  el 
insigne  Quintana,  Donoso  Cortés,  Arriaza,  López  Soler,  don  Ángel  Saa- 
vedra,  después  Duque  de  Rivas  y  otros  muchos  cuyos  nombres  brillan  en 
las  páginas  de  la  literatura  española  del  siglo  XIX. 

Era  costumbre  entre  los  amigos  del  de  Frias,  leer  en  aquellas  agrada- 
bles veladas  algunos  trabajos  de  los  que  salían  de  sus  plumas,  y  siguiendo 
ésta,  el  joven  Larra,  dio  allí  á  conocer  su  letrilla  A  un  arroyo,  su  ana- 
creóntica El  Beso,  su  soneto  al  concierto  dado  para  socorrer  á  las  vícti- 
mas del  terremoto,  y  su  romance  dedicado  al  comisario  general  de  Cruz- 
das  don  Manuel  Fernandez  Várela,  poesías  que  á  excepción  de  la  última 
fueron  escritas  en  18"29. 

La  esmerada  educación  que  Larra  había  recibido  y  lo  no  vulgar  de 
sus  conocimientos,  permitíanle  alternar  dignamente  en  aquella  tertulia, 
donde  contó  bien  pronto  con  general  aprecio,  y  donde  era  tratado  con  esa 
confianza  y  franqueza  que  reina  entre  personas  distinguidas,  franqueza  y 
confianza  que  no  traspasa  jamás  los  límites  de  la  cortesanía  y  el  mutuo 
respeto. 

En  el  mismo  año  i 829  realizó  Larra  uno  de  los  actos    mas  importtiutes 


-  20  - 

de  la  vida  del  hombre:  el  casamiento.  En  el  mes  de  Agosto,  y  en  la  pa- 
rroquia de  San  Sebastian,  dio  su  man  j  á  la  señorita  doña  Josefa  Reto- 
ret  3'  Velasco,  objeto  hacía  algún  tiempo  de  amores  felices  y  correspon- 
didos. 

No  fué  este  enlace  ali^u  prematuro,  muy  á  satisfacción  del  padre  de 
Larra,  pero  el  enamorado  joven,  decidió  llevarlo  á  cabo  y  pidió  al  Duque 
de  Frias  apadrinase  la  boda,  petición  que  acepto  gustoso  el  Duque,  dando 
una  muestra  más  de  la  estima  en  que  tenía  á  su  contertulio. 

Por  cierto  que  la  tal  petición  fué  hecha  en  un  largo  romance,  que 
demuestra,  cuan  distintos  eran  entonces  los  sentimientos  de  Larra  á  como 
después  lo  fueron,  y  cuan  ageno  parece  de  que  en  su  pecho  tuviesen  cabi- 
da mas  tarde  aquellas  tormentosas  i)asiones  que  tanto  le  agitaron.     (17) 

Comienza  el  romance  rogando  al  magnate  deje  por  un  momento  sus 
solaces  poéticos,  y  olvide  el  sentimiento  cansado  por  la  pérdida  reciente 
de  un  amigo,  y  acuda  á  presidir  el  enlace,  pues  la  prometida  esposa 
aguarda  con  impaciencia  el  deseado  momento.  Siguen  no  pocos  versos 
llenos  de  innecesarias  figuras  retóricas  y  de  inútiles  frases,  continúa  pro- 
metiéndose el  autor  que  nada  tendrá  en  adelante  que  temer  contando  con 
el  amparo  del  Duque,  y  termina,  esperando  ventura  eterna  y  pidiendo  al 
padrino,  que  contraiga  nuevo  enlace  y  tenga  numerosa  descendencia  que 
honre  á  la  patria  y  honre  el  ilustre  apellida»  que  lleve. 

Domina  en  la  composición  toda,  un  estilo  sin  vigor,  sin  notas  propias, 
más  es  curioso,  ver  que  en  ella  el  futuro  autor  de  la  sombría  Noche  Bue- 
na y  del  desesperado  Dia  de  difuntos,  exclamé  entusiasmado: 

...Ya  la  antorcha  de  Himeneo 
que  amor  á  enceder  acude 
al  blando  pecho  de  Silvia 
alegre  á  mis  ojos  luce. 
Ya  las  rosas  pasageras 
del  tálamo  se  descubren 
que  la  espina  punzadora 
entre  las  hojas  encubren: 


Ya  me  brinda  de  Himeneo 
sintiendo  alegre  el  numen 
del  placer  la  ardiente  copa 
para  que  ansioso  la  apure. 
Ya  el  amor  que  hacer  eterno 


—  30  — 

junta  el  lazo  que  hoh  uue 

la  joven  palma  de  Silvia 

y  Hu  pecho  restituye 

y  ya  sobre  el  ara  antigua 

quiere  el  cielq^  que  nos  une 

que  amante  y  esposo  á  un  tiempo 

constancia  eterna  le  jure...» 

Casado  ya  Larra, dirii^ió  una  poesía  á  otro  personaje  de  aquel  tiempo, 
hombre  de  alta  posición,  de  gran  influencia  en  la  corte,  elevado  á  muy  co- 
diciada dignidad  eclesiástica,  y  que  no  sin  motivo  se  le  consideraba  deci- 
dido protector  de  las  letras  y  de  las  artes.  Reñérome  al  Excmo.  éllmo.  se- 
ñor don  Manuel  Fernandez  V'arela,  del  Consejo  de  S.  M.,  Comisario  Apos- 
tólico general  de  las  tres  gracias.  Cruzada,  Subsidio  y  Excusado,  caballe- 
ro de  la  orden  de  Carlos  111,  Accediano  de  Madrid,  Dignidad  de  la  iglesia 
metropolitana  de  Toledo,  individuo  de  la  Academia  de  la  Historia,  Vice- 
protector  de  la  de  San  Fernando,  Socio  de  la  de  San  Carlos  de  Valencia, 
etc.,  etc.,  que  no  sé  cuántos  títulos  y  honores  más  llevaba  el  respetable  se- 
ñor. Tuvo  este  ocasión  de  conocer  al  joven  Larra  por  las  relaciones  que  ya 
había  adquirido  y  brindóle  protección  á  lo  que  parece,  sin  que  sea  fácil 
precisar  hasta  donde  llegó  esta,  (|ue  se  desprende,  sin  embargo,  no  fué 
poca  cuando  Larra  le  decía: 

Acepta  en  humildes  tonos 

mi  dulce  ofrenda  obsequiosa 
que  mi  corazón  sincero 
de  agradecido  l)lasona. 

Este  romance  dedicado  á  Fernandez  Várela  lleva  al  frente  la  fecha  de 
1."  de  Enero  de  1830  con  lo  que  parece  indicar  que  fué  escrito  en  celebra- 
ción de  la  fiesta  onomástica  del  personaje. 

No  pasa  la  composición  de  que  hablo  de  ser  la  obra  de  cualquier  ado- 
cenado discípulo  de  Melendcz  Valdés  de  los  que  tanto  abundaban  todavía. 

Podían  parecer  tal  vez  exagerados  los  elogios  que  allí  le  dedican  al 
comisario  general  de  Cruzada  y  un  tanto  humilde  el  tono  de  la  poesía  en 
completo,  pero  teniendo  en  cueta  el  corte  de  los  versos  que  entonces  se  de- 
dicaban á  los  personajes,  la  composición  de  Larra  queda  muy  encima  en 
tal  punto  ... 

jCuáuto  más  escasas  de  elevación,  cuánto  más  llenas  de  ridiculas  ala- 


—  M  -. 

banzaB  no  son  las  dirijidaí?  á  los  ministros  López  Ballesteros  y  González 
Salmón,  Don  José  de  Arjona,  al  Duque  del  Infantado,  á  Ceballos,  etc.,  que 
existen  impresas,  sin  que  sea  preciso  hacer  mención  de  las  que  iban  en  elo- 
gio de  personas  reales,  y  en  las  cuales,  se  llevaba  hasta  el  último  extremo 
por  aquellos  ramplones  copleros  del  absolutismo,  la  humillación  baja  y  ser- 
vil, qu  í  solo  produce  desden  y  risa  á  las  personas  di.^^nas. 

Piacisameute  con  motivo  del  cuarto  enlace  de  Fernando  VII  con  la 
princesa  María  Cristina,  verificado  en  Diciembre  de  1829  se  había  por  en- 
tonces despachado  á  su  gusto,  la  turba  de  vates  aduladores,  entre  los  que 
sobresalieron  por  lo  grotesco,  los  autores  anónimos  en  su  mayoría,  de  com- 
posiciones como  La  Perlita  de  Ñapóles,  El  Iris  de  Paz,  La  España  Fe- 
liz por  el  amor,  Gozos  de  Hesperia,  La  dicha  de  Fernando,  y  no  pocas 
odas, epitalamios,  seguidillas  y  trobos,  cuyo  recuerdo, con  justicia  está  per- 
dido (18).  Larra  también,  escribió  una  oda  al  casamiento  del  rey,  oda  que 
ha  decir  de  un  biógrafo  «no  se  dio  á  luz  por  motivos  particulares»  y  la  cual 
me  es  desconocida. 

El  embarazo  de  la  reina  y  el  natalicio  de  la  infanta  heredera,  dio 
también  ocasión  á  no  pocos  cientos  de  este  género  de  poesías,  (19)  entre 
las  cuales  corrió  impresa  una  de  nuestro  autor,  que  no  pudo  sustraerse  á 
aquella  atmósfera  y  escribió  esta  por  cierto  bien  infeliz  octava. 

—  «Con  motivo  de  hallarse  en  cinta  nuestra  muy  amada  reina  D.*^  Ma- 
ría Cristina  de  Borbon.» 

«Bastante  tiempo  ¡oh  revi  la  refulgente 
antorcha  de  Himeneo  ardiste  en  vano, 
y  un  sucesor  al  trono  inútilmente 
esperó  de  tres  reinas  el  hispano. 
8í,  salud  á  Cristina  que  explendento, 
vino  á  partir  tu  solio  soberano 
que  ella  es  Fernando  la  qwe  al  trono  ibero 
dos  veces  le  asegura  un  heredero.» 

Y  como  si  esto  no  fuera  bastante,  al  mismo  tiempo  casi,  y  sobre  el  mis- 
rao  asunto,  imprimió  el  soneto  que  copio  á  continuación,  tan  duramente 
juzgado  por  entonces  entre  los  amigos  de  Larra. 

—  «Con  motivo  de  hallarse  en  cinta  nuestra  muy  amable  reina  D/  Ma- 
ría Cristina  de  Borbon.» 

«duarda  ya  el  seno  de  Cristina  hermosa 
vastago  incierto  de  alta  dinastía, 
y  ya  la  patria  conocer  ansia 
de"  quien  ha  de  ser  madre  cariñosa. 


-  B2  - 

Tú,  amor,  que  al  pié  del  ara  religiosa 
á  los  esposos  enlazaste  un  dia, 
recuerda  que  el  ibero  te  pedía 
directa  sucesión  larga  y  dichosa. 

Y  hoy,  que  anuncia  el  alegre  clamoreo 
el  don  felice,  que  esperando  queda 
sirve  también  al  general  deseo. 

Tú,  desde  ahora,  sobre  el  regio  fruto 
vela  incesante,  porque  España  pueda 
rendirle  pronto  de  tu  fé  tributo. 

El  dia  17  de  Enero  de  1830  falleció  en  Madrid  la  Excma.  8ra  D.^  Ma- 
ría de  la  Piedad  Roca  de  Togores,  segunda  esposa  del  duque  de  Frias,con 
quien  había  contraído  matrimonio  no  hacía  mucho  tiempo,  y  deseando  el 
procer,  dedicar  un  tierno  recuerdo  á  la  compañera  muerta  en  temprana 
■edad,  imprimió  una  hermosa  corona, donde  coleccionó  diversas  poesías  á  la 
ilustre  difunta  consagradas.  (ííO) 

En  aquel  libro  aparecieron  las  firmas  de  Quintana,  Lista,  Arriaza,  Ga- 
llego, Martínez  de  la  Rosa,  Soler,  Tapia  y  otros  ilustres  poetas,  harto  ya 
conocidos  y  estimados,  siendo  algunas  de  las  composiciones  que  allí  dié- 
ronse  á  luz,  tales  como  la  Epístola  de  Martínez  de  la  Rosa,  el  Romance 
de  Lista  y  la  Oda  de  Quintana,  verdaderas  joyas,  3^  modelos  del  estilo  de 
sus  autores. 

¡Lástima  que  no  sea  dado  decir  lo  mismo  de  la  Elegía  que  allí  insertó 
Larra  y  que  va  colocada  en  segundo  lugar  desde  la  página  13  á  la  21! 

Tornó  á  lucir,    tornó  la  infausta  aura 
de  amarga  adelfa  y  lívida  enlutada, 
pálidas  rosas  al  dormido  mundo 
de  su  frente  vertido 
y  la  alba  nieve  del  Diciembre  hela  (la 
un  débil  rayo  precursor  teniendo...  <S: 

Así  daba  comienzo  la  tal  Elegía,  donde  la  crítica  no  encuentra  oca- 
sión de  alabar  mucho.  Cierto  que  algunos  versos  son  armoniosos  y  algunas 
expresiones  felices,  pero  toda  ella  en  conjunto,  es  poco  sentida,  desmaya- 
d?t,  y  con  exceso  de  artificio  retórico,  que  en  nada  la  favorece.  Por  mas 
que  cueste  algo  confesarlo  aquí,  es  lo  cierto,  que  la  composición  de  Larra, 
es  de  lo  más  endeble  que  en  la  famosa  corona  poética  se  insertó. 

Ningún  trabajo  en  prosa  conozco  del  novel  escritor,  que  pertenezca  á 
los  días  en  que  me  refiero.  El  cultivo  de  las  musas  era  entonces  su  ocupa- 
ción favorita,  estimulado  por  sus  amigos  de  la  tertulia  del  Duque  de  Frías, 


—  33  - 

de  la  que  sostenía  el  primogénito  del  conde  de  la  Cortina,  y  de  la  de  ]Fer- 
nandez  Valera,  Comisario  de  Cruzada,  el  cual  dando  una  prueba  más  de  lo 
que  estimaba  á  Larra,  lo  invitó  al  soberbio  banquete  con  que  en  Febrero 
de  1831,  obsequió  al  ilustre  Rossini,  que  había  llegado  á  pasar  una  corta 
temporada  en  la  corte,  durante  la  cual,  fué  objeto  de  las  mayores  atencio- 
nes y  muestras  de  admiración,  por  parte  de  aficionados  al  divino  arte,  que 
eran  por  entonces  tan  inteligentes  como  numerosos,  entre  la  buena  socie- 
dad madrileña. 

Viejo  ya  el  autor  del  Barbero  de  Sevilla,  recordaba  con  singular 
complacencia  su  breve  estancia  en  la  capital  de  España.  Pedro  Antonio 
de  Alarcon,  oyó  al  mismo  Rossini  estas  frases,  que  se  apresuró  á  consignar 
en  su  libro  de  Madrid  á  Ñapóles. 

« — ¡Oh  la  bella  España! — dijo  el  maestro,  al  autor  de  El  Sombrero  de 
tres  picos. — Yo  estuve  allá  en  1831  en  compañía  de  mi  gran  amigo  el 
banquero  Aguado,  y  nunca  podré  olvidar  las  atenciones  de  que  fui  objeto. 
Fernando  VII  y  María  Cristina,  me  obsequiaron  mucho, y  yo  dediqué  á  es- 
ta una  romanza  titulada  la  Passagiata... 

Todavía  anda  entre  mis  papeles,  una  real  orden  refrendada  por  el 

ministro  Ballesteros,  en  que  se  me  concedía  el  uso  de  uniforme  de  maestro 
del  conservatorio  de  María  Cristina.  ¡Bien  me  divertí  allí  una  noche  en 
que  me  dedicaron  un  concierto,  todo  compuesto  de  piezas  de  mis  óperas! 
Qué  lindas  mujeres  había  entonces  en  España:  ya  estarán  viejas  como  yo... 
Carnicer,  mi  pobre  Carnicer  á  quien  yo  quería  macho,  y  que  era  un  gran 
artista  dirigió  el  concierto...  La  grandeza  me  dio  bailes  y  comidas  y  Vare- 
la,  el  buen  Várela...  el  comisario  de  Cruzada  me  ofreció  un  banquete  mu- 
sical suntuosísimo  al  que  asistió  medio  Madrid.  A  aquél  excelente  hombre 
y  aquella  magnífica  fiesta  debió  mi  Stabat  Mater  que  como  ya  sabe  le  de- 
diqué á  Várela...  (Ül) 

Tengo  noticias  de  que  Larra  escribió  una  poesía  en  elogio  de  Rossini, 
que  parece  no  llegó  á  imprimirse  y  sobre  la  cual,  nada  puedo  decir,  por  no 
haber  dado  en  mis  manos  hasta  ahora. 

En  cuanto  llevo  apuntado  con  algún  detenimiento  sobre  los  versos  de 
Larra,  paréceme  que  basta  formar  de  él  la  opinión  que,  como  poeta,  ni  lo- 
gró elevarse  á  gran  altura,  ni  pasó  de  una  medianía  vulgar:  en  otros  géne- 
ros es  donde  su  genio,  no  había  de  conocer  rivales. 

Tan  solo  en  algunos  fragmentos  del  drama  Maciafi  (de  que  ya  me  ocu- 
paré), tuvo  ocasión  de  mostrarse  con  fuego  é  inspiración  poética,  cosa  fá- 
cil de  atribuir,  al  sincero  entusiasmo  que  sintió  por  el  mal  aventurado  tro- 
vador gíillego,  cuyas  desgracias  amorosas  tuvieron    cierta   semejanza  con 

5 


-  34  - 

las  suyas,  y  cuya  pasiuii  violenta  é  imposible  de  vencer, parecíase  también 
a  aquella  pasión  que  Larra  vio  nacer  en  su  pecho. 

Como  para  mejor  claridad,  y  siguiendo  el  orden  que  me  propongo 
dar  á  este  libro,  es  preciso  no  hacer  confusiones  en  ciertos  puntos, que  han 
de  ser  oportunamente  tratados,  suspendo  la  iniciada  materia,  para  conti- 
nuar siguiendo  paso  á  paso, las  primeras  excursiones  de  Larra  al  teatro  con 
el  arreglo  de  la  comedia  No  más  mostrador  y  la  traducción  del  drama 
Roberto  Dillon,  y  las  primeras  muestras  de  su  gran  genio  satírico  con  la 
revista  El  pobrecito  hablador. 


IH 


El  cuarto  enlace  del  rey.— Doña  Amalia  y  doña  Cristina.— Obra  de 
esta  princesa.— Los  últimos  tiempos  de  Fernando  VII.  -  Vien- 
tos de  tolerancia.— Juventud  literpíia  Eí  Paru¿sillo.— Des- 
cripción del  Curioso  Parlante.  — Gente  nueva.— Larra  en  el 
Parnasillo.— Dos  arreglos  para  el  teatro  3n  1831  y  1832.— 
Larra  retratado  por  Pérez  Galdós.— Amigos  y  enemigos.  -Más 
versos.  — El  Pobrecito  Hablador.— Su  mérito.— Larra  tachado 
de  plagiario.— Falsedad  de  este  aserto  -Algo  acerca  de  los  ar- 
ticules de  El  Pobrecito.— Dos  sátiras  en  tercetos.— Manejos 
contra  los  escritos  de  Bachiller  Munguia.— Suspensión  del  Po- 
brecito Hablador.— Don  Clemente  Diaz  y  su  folleto. — Contesta- 
ción de  Larra. — Valer  de  ambos  escritos.— Las  Reviitas  Es- 
pañolas.—-Sus  redactores. — El  pseudónimo  FÍGARO. — El 
primer  artículo.— El  correo  de  las  damas. — La  España  m  1833. 

En  medio  del  temeroso  cuadro  que  t)lrecía  la  España  duiante  los 
últimos  años  del  reinado  de  Fernando  VII,  la  figura  de  la  primera  napo- 
litana, que  llena  de  juventud  y  belleza,  vino  á  dar  su  mano  al  monarca, 
aparece  con  carácter  en  extremo  simpático...  ¡Qué  diferencia  entre  ella  y 
la  esposa  que  anteriormente  había  ocu})ado  el  tálamo  reall.  Doña  Amalia 
de  Sajonia,  mujer  de  menguada  inteligencia,  jamás  le  debió  su  pueblo  un 
l)eneficio,  ni  jamás  bu  personalidad  tras))asó  los  limites  de  lo  vulgar  y 
adocenado.  Indiferente  á  cuantos  males  afligían  ala  nacirui,  liizo  un  papel 
á  veces  bien  triste  cerca  de  su  regio  marido,  y  arrastrando  su  cuerpo 
enfermizo,  pasó  los  años,  visitando  iglesias  y  monasterios,  rechazando  loa 
esplendores  de  la  corte,  y  escribiendo  á  veces  infelicísimos  versos,  que 
únicamente  la  adulación  palaciega  elogiaba,  hasta  estremos  verdadera- 
mente ridículos.    (J8SÍ'> 


—  3G  — 

Doña  María  Cristina,  con  .su  afable  carácter,  su  ilustración  y  la  indul- 
gencia que  mostraba  por  los  oprimidos,  se  grangeó  bien  pronto  el  cariño 
de  gran  parte  de  los  españoles, que  la  miraron  como  salvadora  de  las  cala- 
midades-que  sobre  todos  pesaban.  Ella,  con  la  amnistía,  hizo  volver  á  sus 
horrares  multitud  de  emigrados,  ella  inclinó  si-  mpre  á  la  benignidad  y  á 
la  clemencia  el  ánimo  de  su  esposo,  tan  dado  á  la  crueldad,  y  á  la  perver- 
sión, ella  protegió  las  artes,  cuya  decadencia  era  lamentable,}^  ella  en  fin, 
dio  a]  trono  una  sucesora,  desbaratando  las  esperanzas  del  bando  apostó- 
lico, que  soñaba  continuar  su  dominación  odiosa  y   execrable. 

¡Grande  á  la  verdad  fué  el  error  de  Cristina,  cuando  años  después,  ha- 
biendo recibido  el  apoyo  de  los  liberales,  para  sostener  el  trono  de  su  hija, 
volvióse  contra  ellos,  y  siguió  el  camino  déla  reacción,  enagenándose  las 
simpatías  délas  masas  y  haciendo  que  se  convirtiera  en  desden  ó  rencor 
hacia  ella,  lo  que  había  sido  cariño  y  sincero  entusiasmo! 

No  es  posible  negar,  la  benéfica  influencia  de  la  princesa  napolitana, 
durante  los  cuatro  años  que  duró  su  matrimonio  con  Fernando  VII;  Aquel 
rey  de  tan  perversa  condición  y  de  tan  malos  instintos,  hijo  conspirador 
contra  sus  padres,  ingrato  con  sus  vasallos,  falso  y  mudable  para  amigos 
y  enemigos,  y  verdugo  insaciable  de  los  hombres  libres,  en  los  postreros 
dias  de  su  existencia,  cuando  dolencias  y  padecimientos,  originados  de  su 
género  de  vida, desordenada  y  viciosa,  habíanle  traído  una  vejez  prematu- 
ra, sintióse  en  más  de  una  ocasión,  dominado  por  las  gracias  y  el  talento 
de  su  esposa,  y  aflojó  un  poco  aquellas  pesadas  cadenas  de  la  tiranía,  con 
que  tenía  aherrojada  á  la  nación  generosa,  que  dio  su  sangre  en  la  guerra 
con  los  franceses  por  ofrecerle  el  trono. 

Bien  sé  que  de  1880  á  1833,  hubo  dias  verdaderamente  terribles  (^3), 
pero  es  lo  cierto,  que  entonces  también  se  dictaron  algunas  medidas  que 
indicaban  los  primeros  pasos  del  nuevo  periodo  de  libertad, que  iba  á  inau 
gurarse:  entonces  se  abrieron  las  Universidades,  cerradas  por  indicación 
de  Calomarde,  se  fomentaron  diversos  ramos  de  la  riqueza  nacional,  se 
permitió  la  publicación  de  algunos  periódicos,  se  suprimieron  las  terribles 
Comisiones  Militares,  y  la  inspección  de  Voluntarios  Realistas,  sepa- 
ráronse de  sus  mandos  algunas  autoridades  despóticas  y  sanguinarias,  se 
suprimieron  las  purificaciones,  dióse  la  ya  citada  amnistía,  y  tomáronse 
otras  diversas  medidas, que,  por  su  carácter  acabaron  de  exasperar  á  aque- 
llos defensores  del  estúpido  infante  don  Carlos,  que  ansiaban  la  sangre 
liberal  y  pedían  la  abolición  de  toda  medida,  que  indicase  ilustración,  pro- 
greso y  libertad,  enemigas  irreconciliables  de  ese  partido  tenebroso,  cuj^os 
odios  jamás  se  aplacan, y  que  si  hoy  transije  á  duras  penas  con  líi  civiliza- 


—  37  — 

cioii,  «el  dia  que  volviera  á  recobrar  su  domiuio  se  levantaría  más  poteute 
y  aterrador  que  nunca»,  según  dijo  muy  acertadamente  don  José  de  la 
Cruz,  en  la  Revista  de  España. 

Aprovechando,  pues,  aquellos  favorables  vientos  de  tolerancia,  ani- 
mados de  nobles  propósitos  y  llenos  de  entusiasmo,  los  jóvenes  que  poco 
antes  habían  abandonado  las  aulas,  y  comenzaban  á  cultivar  las  letras,  re- 
uniéronse expontáneamente,  formando  una  tertulia  que  duró  algunos  años 
y  que  fué  célebre  en  la  corte,  por  los  talentos  que  á  ella  acudieron,  por  la 
influencia  que  ejerció  durante  la  revolución  romántica,  y  por  las  importan- 
tes producciones  que  al  calor  de  ella  salieron  áiuz. 

Ya  comprenderá  el  lector  que  me  rehero  al  célebre  Parnasillo,  que  en 
un  oscuro  rincón  del  café  del  Príncipe,  tuvo  su  asiento  de  1881  á  1H3Í),  y 
por  cierto,  que  después  de  haber  con  tanta  tidelidad  y  maestría,  descrito 
Mesonero  Romanos  aquella  tertulia,  de  gente  de  letras,  confieso  que  al  te- 
ner aquí  que  ocuparme  de  ella,  siento  invencible  escrúpulo,  por  lo  que  pu- 
dieran parecer  mis  menguadas  líneas,  al  que  recuerde  los  sabrosos  y  co- 
rrectos párrafos  de  El  Curioso  Parlante. 

Este  que  asistió  tantas  noches  al  Parnasillo,  nos  ha  dejado  admirable 
descripción  del  lugar  que  creo  apropósito  trasladar  aquí.  «Era  esta  salita, 
(la  del  café)  de  escasa  superíicie,  estrecha  y  desigual,  estaba...  destituida 
de  todo  adorno,  de  lujo  y  comodidad.  Una  docena  de  mesas  de  pino  pinta- 
das color  de  chocolate,  con  unas  cuantas  sillas  de  Vitoria,  formaban  su 
principal  mobiliario,  el  resto  lo  completaban,  una  lámpara  de  caudiloues 
pendientes  del  techo,  y  en  las  paredes  hasta  media  docena  de  los  entonces 
apellidados  quinquets  del  nombre  de  su  inventor,  cerrando  el  local  unas 
sencillas  puertas  vidrieras  con  su  ventilador  de  hojalata  en  la  parte  supe- 
rior. En  el  fondo  de  la  salita  y  aprovechando  el  hueco  de  una  escalera,  se 
hallaba  colocado  el  mezquino  aparador,  y  á  su  inmediación  había  dos  me- 
sas con  su  correspondiente  dotación  de  sillas  vitorianas.  ()Í4)» 

Por  los  dias  de  que  voy  tratando,  ocupaban  durante  las  tardes  y  en 
las  primeras  horas  de  la  noche  aquellas  «mesas  pintadas  de  color  de 
chocolate  y  aquellas  sillas  de  Vitoria»  gran  número  de  jóvenes,  que  de  con- 
tinuo alborotaban,  reian  y  charlaban  recio  entre  el  humo  de  los  cigarros  y 
entre  sorbo  y  sorbo  de  café,  enzarzándose  con  frecuencia  en  interminables 
discusiones, nacidas  por  lo  general  de  la  publicación  de  un  libro  ó  un  folle- 
to, del  estreno  de  una  comedia,  de  la  aparición  de  un  nuevo  actor,  ó  de  la 
poesía  acabada  de  leer  por  un  concurrente. 

Aquellos  jóvenes  discutidores  que  usaban  fraques  de  botón  dorado, 
anchos  corbatines,  y  pantalones  celan,  se  dedicaban  unos,  al  cultivo  délas 


—  38  — 

Musas,  otros  á  la  crítica  de  costumbres,  estos  á  la  novela,  otros  al  teatro  y 
aun  algunos,  á  pesar  de.su  corta  edad, mostraban  decidida  preferencia  por 
los  estudios  históricos  y  filosóficos... 

Bien  conocidos  son  hoy  los  nombre;-!  de  los  asistentes  al  Farnasillo, 
pues  que  se  llamaban  Bretón  de  los  Herreros,  Ventura  de  la  Vega,  Gil  de 
Zarate,  José  Espronceda,  Ferrer  del  Rio,  Doncel,  Roca  de  Togores,  Miguel 
de  los  Santos,  Estevanez  Calderón,  Sala^  y  Quiroga,  Flores,  Patricio  Es- 
cosura,  Mesonero  Romanos,  Villalta,  Madrazo,  Alenza,  &,  &,  y  á  estos  hay 
que  añadir  otros  muchos,  que  adquirieron  notoria  y  justa  celebridad  más 
tarde,  en  las  bellas  artes,  ©n  la  política,  en  el  foro  ó  en  los  campos  de  ba- 
talla. 

Desfilaron  por  el  Parnasillo  durante  los  años  que  estuvo  constituido, 
cuantas  personas  ilustradas  de  la  juventud,  afanosas  por  alcanzar  la  glo- 
ria literaria,  residían  en  la  corte  y  cuando  la  fundación  y  rápida  prosperi- 
dad del  Ateneo  y  el  Liceo,  hizo  perder  su  verdadero  carácter  á  tan 
amena  tertulia,  duró  aun  mucho  su  recuerdo,  agradabilísimo, para  cuantos 
asistieron  á  ella  y  que  llegados  luego  á  la  ancianidad,  se  complacieron 
siempre  que  hubo  ocasión  en  evocarlos. 

Don  Mariano  José  de  Larra  asistía  al  Parnasillo  en  los  dias  en  que 
comenzaba  el  apogeo  de  este,  y  el  diario  trato  que  allí  sostuvo  con  los  en- 
tusiastas y  noveles  literatos,  sirvióle  de  poderoso  estímulo  para  emprender 
con  nuevos  alientos  el  cultivo  de  las  letras. 

Así  se  debió,  que  á  las  indicaciones  de  don  Juan  Cfrimaldi,  persona  de 
reconocida  autoridad  en  materias  de  teatros  y  «director  ó  autócrata»  de 
El  Príncipe,  Larra  arreglase  á  la  escena  española,  una  comedia  francesa 
de  Scribe  y  Leguvé,  (autores  muy  en  boga  entonces)  á  la  que  dio  por  título 
No  más  mostrador  (2i5)  y  fué  estrenada  por  la  Concepción  Rodríguez, 
José  (xarcía  Luna,  Pedro  Mate,  &,  en  el  antiguo  coliseo  de  la  Cruz,  la  no- 
che del  29  de  Abril  de  1831  (5Í0)  animándole  el  lisongero  éxito  por  aquella 
producción  obtenida, á  comenzar  la  traducción  del  melodrama  Roberto  Di- 
llon  ó  el  católico  de  Irlanda  escrito  por  Víctor  Ducange,  traducción  que 
una  vez  aprobada  por  Grimaldi,  se  representó  en  los  comienzos  de  18.32  en 
Príncipe.  (27) 

Al  imprimir  Larra  estas  dos  obras,  ocultó  su  nombre  liajo  el  anagra- 
ma de  Ramón  de  Arriala,  que  usó  luego  en  otras  ocasiones  al  dar  piezas 
de  teatro. 

Si  hemos  de  creer  lo  que  apuntan  algunos  testigos  en  las  reuniones 
del  Parnasillo,  distinguíase  Larra  «por  su  innata  mordacidad  que  tan 
pocas  simpatías  le  acarreaba»  que  dijo  el  autor  de  las  Memorias   de   un 


—  m  — 

setentón,  deseando  con  ostaw  frases  retratar  "el   carácter  de  su    amigo   á 
quien  trató  con  verdadera  intimidad. 

Entre  a(|nellos  grujios  de  literatos  noveles  que  acudían  al  cafe,  sin 
duda  alguna,  la  personalidad  de  Larra  (á  pesar  de  su  poca  edad)  debía 
distinguirse  de  modo  especialisimo  y  que  con  ninguno  tenía  semejanza. 
Rasgos  eran  los  suyos  que  acertó  á  pintar  con  verdadera  intuición,  Pérez 
(raidos  en  estos  párrafos:  «...Tan  ntpidas  — dice— eran  las  oscilaciones  de 
su  ánimo  arrebatado  en  un  vértigo  de  afecto  vehemente,  que  no  se  podía 
distinguir  en  él, la  risa  del  llanto  ni  el  dudoso  equívoco  de  la  expresión  sin- 
cera. Había  en  su  tono  y  en  su  lenguaje  un  doble   sentido   que    aterraba  y 

un  epigramático  gracejo  que  seducía afectaba  á  veces  desprecio  de  su 

nación,  y  la  censuraba  con  acritud,  quejándose  de  ella,  como  el  prisionero 
que  se  queja  de  la  estrechez  incómoda  de  su  jaula.  Frecuentemente,  des- 
pués de  alborotar  en  un  grupo  del  café,  con  palabras  impetuosas  ó  morda- 
ces, se  retiraba  á  un  rincón  rehusando  toda  compañía,  ó  despidiéndose  á 
la  francesa  huía.  Después  de  largas  ausencias,  tornaba  á  la  pandilla  con 
humor  hipocondriaco.  Daba  su  opinión  sobre  poesía  y  literatura  con  un 
aplomo  y  una  originalidad  de  juicio  ([ue  pasmaba  á  todos.  Ni  Veguita 
(Ventura  de  la  Vega)  ni  el  tuerto  autor  de  comedias  (Bretón  de  los  Herre- 
ros) tenían  conocimiento  por  lo  que  sus  maestros  aquí  le  enseñaban,  de 
aquel  peregrino  modo  do  juzgar,  buscando  el  fonílo  más  bien  que  la  for- 
ma...» ^¡5Í8' 

Tal  vez  de  una  de  aquellas  disputas,  cuyo  origen  se  debieron  á  asun- 
tos literarios,  tal  vez  de  uno  de  aquellos  bruscos  arrebatos,  de  una  de 
aquellas  frases,  con  que  Larra  sabía  señalar  el  lado  ridículo  de  las  cosas, 
nació  la  enemistad  hacia  él,  de  alguno  de  los  que  en  el  Parnasillo  se  re- 
unía; enemistad  no  olvidada  á  veces, y  que  más  tarde  le  acarreó  más  de  un 
«iisgusto,  cuando  otros  sinsabores  y  profundos  ])esares,  agitaban  su  alma 
inflamada  por  desdichada  pasión  amorosa. 

Continuaba  por  los  di  as  en  que  voy  hablando,  escribiendo  aun  Larra, 
algunas  composiciones  tales, como  La  Flor  de  Gintia  y  Al  dia  1."  de  Ma- 
yo nuevas  muestras  de  sus  escasas  condiciones  poéticas,  cuando  se  le  vio 
abandonar  de  pronto  la  lira,  y  lanzarse  por  nuevo  camino, al  que  y^,  le  im- 
pulsaba su  carácter,  y  su  modo  de  ser.  Aprovechando,  pues,  aquellos  vien- 
tos de  tolerancia  que  entonces  corrían,  gracias  al  sistema  que  se  llamó  des- 
potismo ilustrado,  que  capitaneaba  el  ministro  Cea  Bermudez,  se  propuso 
el  joven  literato  dar  á  luz  una  publicación  parecida  á  la  que  ya  con  tan 
dudoso  éxito  había  ensayado  en  1828. 

Venciendo,  pues,  no  pocas  dificultades  que  se  le  oponían,  interponien- 


—  40  -^ 

do  influencias  de  personas  de  valimento  que  le  estimaban,  después  de  cum- 
plir todos  aquellos  requisitos  que  las  leyes  despóticas  de  entonces  orde- 
naban, en  Agosto  de  1832,  Larra,  dio  al  público  el  primer  número  de  una 
serie  de  folletos  cuyo  título  era  £1  Pobrecito  Hablador,  revista  de  cos- 
tumbres, etc.  etc.,  por  el  Bachiller  Juan  Pérez  de  Munguía,  pseudóni- 
mo, con  que  ocultó  su  nombre,  al  mismo  tiempo,  que  lo  hacía  con  el  de 
Andrés  Niporesas,  en  el  mismo  lugar. 

Imprimíase  JKl  Pobrecito  en  casa  de  Repullos,  se  daba  al  público  sin 
dia  fijo  y  constaba  cada  número  á  lo  más  de  25  páginas  en  8.^  de  buena  im- 
presión. (JÍ9) 

Algún  trabajo  de  El  Duende  Ü^atírico,  fué  aquí  reproducido  por 
Larra,  con  notables  variantes;  otros  como  el  artículo  Robos  decentes», 
no  se  ha  incluido  después  en  ninguna  de  las  ediciones  de  sus  obras,  y  otros 
como  el  Casarse  pronto  y  mal,  se  han  venido  publicando  con  notables 
mutilaciones. 

No  ha  faltado  algún  autor,  que  atento  solo  á  trabajos  posteriores  que 
consolidaron  la  fama  de  Larra,  haya  mirado  con  desden,  la  mayoría  délos 
escritos,  que  en  esta  revista  de  costumbres  se  dieron  á  luz,  escritos  en  los 
que  he  de  detenerme  por  su  mérito,  que  lo  tienen  y  mucho. 

En  las  páginas  de  El  Pobrecito  Hablador  aparecieron  artículos 
como  Vuelva  usted  mañana,  El  castellano  viejo,  El  mundo  todo  es  más- 
cara, Empeños  y  desempeños,  El  casarse  pronto  y  mal.  cuadros  acaba- 
dísimos de  costumbres, no  tomados  de  escritos  de  Jouy  y  Courrier  (30)  (co- 
mo quiso  Cánovas  del  Castillo, al  establecer  comparación  entre  Mesonero  y 
Larra  con  D.  Serañn  Estevanez  Calderón,  El  Solitario)  sino  copiados  de 
la  realidad,  estudiados  con  espíritu  observador  y  llenos  de  gracejo  y  de  la 
más  zazonada  malicia. 

¿Qué  importa  que  en  el  artículo  ¿Quién  es  el  público?  tuviese 
por  modelo  un  original  francés  que  Larra  no  encubre,  al  llamarle  «artí- 
culo mutilado  ó  refundido?»  ¿Qué  importa  (]ue,  posteriormente  en  La 
diligencia  ó  El  duelo,  tratase  estos  asuntos,  bajo  un  aspecto  semejan- 
te al  que  otro  distinguido  escritor  extranjero  lo  había  tratado?...  No  es  se- 
rio tomar  en  cuenta  la  tacha  de  plagiario,  á  quien  tenía  la  alteza  de  talento 
de  Larra,  demostrado  una  y  mil  veces,  y  á  quien  si  tomaba  por  base  un 
asunto  de  Courrier  ó  de  Jouy  era  para  ofrecerlo  completamente  original, 
adaptándolo  á  nuestras  costumbres  y  tipos  y  más  de  una  vez  embellecién- 
dolo. 

Que  la  índole  de  los  trabajos  del  Pobrecito  tuviera  semejanza  con  este 
ó  aquel  folleto  publicado  anteriormente  aun  en  España  nada  prueba  para 


—  4Í    - 

quitarle  In  notn  de  originalidad.  Las  Cartas  del  político  machucho,  las 
del  Pobrecito  holgazán,  las  del  Compadre  Zurriago  y  tantas  otras  sáti- 
ras en  prosa,  oonin  aparecieron  durante  los  años  de  1S*20  á  23,  pueden  re- 
pasarse, y  es  seo;uro  ({ue  su  lectura  soporífera  é  insoportable,  no  la  resiste 
hoy  el  más  paciente  lector...  ;cuán  distinto  es  lo  qne  ocurre  con  los  donai- 
res del  Bachiller  Munguia! 

Mucho  de  estimable  hay  en  los  cuadernos  de  El  Pobrecito  Hablador, 
y  pasando  de  la  lectura  de  lo  escrito  por  Larra  poco  antes,  á  la  de  esta  re- 
vista,nótase  gran  diferencia  y  cuan  rápidamente  se  habían  desarrollado  en 
éLlas  facultades  de  satírico  y  crítico.  AquellasCartas  á  Andrés, desde  las 
Batuecas»  sapilcadas  de  alusiones,  llenas  de  in.i>-eniosas  frases,  de  chistes 
y  donaires,  no  tienen  solo  este  valor,  sino  que  en  ellos, vése  en  el  fondo,  un 
conocimiento  ])i'áctico,  una  intuición  admirable,  y  una  alteza  de  miras, 
que  aun  no  se  han  apreciado  cuanto  merecen. 

Bajo  la  garra  de  hierro  de  la  censura  despótica,  y  la  mirada  suspicaz 
de  los  absolutistas, Ijarra,  se  atrevo  á  pintar  el  desastroso  cuadro  de  la  Es- 
paña oprimida  por  el  gobierno  reaccionario  y  cruel,  la  decadencia  intelec- 
tual de  la  patria,  su  lamentable  atraso,  y  sus  miserias  generales;  y  cuando 
toma  por  base  la  pregunta  «¿No  se  lee  porque  no  se  escribe  ó  no  se  escribe 
porque  no  se  lee?»  cuando  refiere  el  silencio  de  los  batuecos,  ó  el  estado 
de  la  adnrinistracion  pública,  ó  el  furor  de  la  empleomanía,  ó  la  ruina  del 
bnen  teatro,  es  su  pluma  aguda  flecha,  que  se  clava  en  el  centro  de  todos 
aquellos  vicios,  de  aquellos  abusos  y  desaciertos, hiriéndolos  con  valentía  y 
con  forma  desusada  por  entonces,  entre  nosotros. 

Así,  no  es  de  extrañar,  que  la  mano  del  censor,  mutilase  mas  de  uno 
de  aquellas  artículos  <')  hiciera  en  oti'os  al  autor  poner  notas  «aclaratorias» 
que  tratasen  de  extraviar  en  el  ánimo  de  h\s  lectores,  las  ideas  del  que  es- 
cribía, ó  contuviesen  elogios  3'  protestas  de  adhesión  al  gobierno.  Tienen 
poi-  otra  pai-te  los  artículos  de  El  Pobrecito  Hablador,  algo  eterno  y  que 
es  su  maj'or  encanto:  el  cuadro  del  convite  en  casa  de  Braulio,  del  Caste- 
llano viejo,  se  ve  hoy  mas  de  una  vez, en  esas  casas  «en  que  un  convite  es 
un  acqntecimiento,  y  en  que  solo  se  pone  la  mesa  decente  para  los  convi- 
dados:» el  infeliz  y  desacertado  matrimonio  de  Augusto  y  Elena  del  Oa- 
sai'ge  pronto  y  mal,  se  encuentra  al  paso  hoj-  como  entonces,  con  harta 
frecuencia  por  desgracia;  el  calvario  que  recorre  Mr.  Sans-delais  en 
Vnel%'a  V.  mañana,  todos  los  que  tiene  de  despachar  un  asunto  en  la 
corte,  lo  recorren,  y  \?í>:  personas  que  viven  como  aquellas,  presentadas  en 
li^nipeños  y  llescmpeños,  tienen  iguales  procedimientos,  ahora  que 
ayer.       tu      •  .  -.  .    *     •....:        ....;..»..- 

6 


-  4VÍ  - 

t..,.  ni...-,  ii...  .:■,  ■,..,:cijui  y  Sirte  aíiwri  los  párrafos  que  yc>y  á  copiar;  Tie- 
nen tanta  actualidad  en  nuestros  dias,  como  en  1831, 

Tratando  de  los  altos  empleados,  decía: 

«...No  liay  cosa  como  tener  oficina  3^  sueldo  que  corre  siempre,  ni 
maá  ni  menos  que  un  rio.  Se  pone  uno  malo  ó  no  so  pone;  no  va  á  la  ofici- 
na y  corre  la  paga:  lee  uno  allí  de  balde  y  al  bra.sero  la  Oaeeta  5"  el 
Correo  y  un  cigarrillo  tras  otro,  llega  la  hora  de  salir  poco  después  de 
entrar.  Si  hay  en  casa  un  chitío  de  ocho  años,  se  le  hace  meter  la  cabeza 
aunque  no  quiera  ni  sepa  todavía  3^  hétele  meritorio.  ^;No  sirve  uno  para 
el  caso  ó  tiene  un  enemigo  3'  le  quitan  de  enmedio?  Siempre  queda  un 
sueldecillo  decente  sino  por  lo  que  trabaja  ahora,  por  lo  que  ha  dejado  de 
trabajar  antes...»  (Carta  de  Aiidr€*M  al  Bachiller,  N.  10\.. 

Ocupándose  del  estado  del  teatro,  apuntaba: 

«¿Qué  diremos  de  los  actores?  Si  ven  aprobado  uu  traje  inexacto  solo 
porque  es  ridículo,  si  03^en  aplaudir  un  modo  de  decir  falso,  solo  porque 
es  exajerado,  si  ven  desconocida  á  cada  paso  tal  ó  cual  belleza  que  se  le 
escapa  3^  bulliciosamente  coronado  de  aplausos,  todo  gesto  innatural,  lodo 
ademan  grotesco,  ¿á  qué  se  han  de  fatigar  en  buscar  por  senderos  tortuosos 
una  reputación,  primer  premio  que  anhelan,  que  á  mitcho  menos  costa  y 
por  cualquier  camino  se  encuentran  adquirida..,  >    Teatros  N,  9.; 

Y  explicando  sus  opiniones  escribía: 

«¿Quién  es  mejor  espauol?  ¿El  hipó'^rita  que  gi'ita,  «todo  lo  soi«,  no 
deis  un  paso  para  ganar  el  premio  de  la  carrera  porque  vais  delante»  ó  el 
que  sinceramente  dice  á  slis  compatriotas:  «Aun  os  queda  que  andar:  la 
meta  está  lejos,  caminad  mas  aprisa  si  queréis  ser  los  primeros.»  Aquél 
les  impide  marchar  hacia  el  bien,  persuadiéndole  de  r[vie  lo  tienen.  El  se- 
gundo mueve  el  único  resorte,  capaz  de  hacerlo  llegar  á  él  tarde  ó  tem- 
prano. ¿Quién  pues  de  entrambos  desea  su  felicidad?  El  último  es  el  ver- 
dadero español...»  (Conclusión  N.    Ki. ) 

Dos    composiciones    poéticas    se   publicaron  en  Kl  Pobreelto    Ha" 
blador:  la  Sátira  contra  los  vicios  ei»  la  eórte   N."  2.^;  y  la  Sátl 
ra  contra  los  malos  versos  de  circunstancias  (N.^  5.^*)  Ambos  es 
critos  en  tercetosmuv  suj^eriores  á  cuentas  odas, anacreónticas  3^  letrillas  y 
romances  había  hecho  hasta  ent.;.nces  Larra.  Vense  en  ellas  el  corte  clási- 
co   de  las    antiguas   epístolas  morales,  c^ue   inmortalizaron    á  algunos    de 
nuestros  poetas,  como  Rioja  ó  Argensola:   tienen  trozos  de    expresión   ro- 
busta, y  solo  es  lástima  que  la  construcción  de  algunos  versos  resulta  du 
ra  é  inarmónica. 

Por  otra  parte,  ningún  escri.i;jür  se  atrevió  á  expresarse  de   este   modo 


—  43  — 

en  aquellos  anos   del   gobierno  tirano  de  Feruaiido   VII  y  de  sus  míseros 
Rduladores  y  corifeos. 

*..  ¿Qué  haremos  por  acá  los  que  i^uoramos 
el  fraude,  la  lisonja  y  la  mentira 
y  loe  q'ie  por  aquello  do  adulamos? 
Vibrai  no  sé  para  adular  mi  lira, 
'  ni  aguantar  supe  nunca  humillaciones; 
la  voz  entonces  en  mi  labio  espira. 
¿Qué  suerte  haré  yo  aquí  con  mis  renglones 
yo,  que  el  hun>o  jamás  echo  á  ninguno 
del  incienso  vertido  en  mis  borrones?» 

«....Mal  haya  paia  siempre  el  torpe  suelo 
donde  el  picaro  solo  hace  fortuna: 
donde  vive  el  honrado  en  desconsuelo; 
Donde  es  culpa  el  saber;  donde  importuna 
la  ciencia,  y  "iou'ie  el  genio  perseguido 
ahogadoé  mueren  en  su  propia  cuna; 
Donde  no  es  otro  mérito  atendido 
íjue  el  oni;  dondo  al  mísero  atropella 
el  coche  de  iiii  bribón  van»»  y  henchido; 
Donde  en  niillontH  uad.l,  (jor  su  estrella 
quien  al  pueblo  les  loba  desangrado 
en  un  destino  que  le  dio  una  bella; 
T)onde  al  ciento  por  ciento,  da  prestado, 
8Ín  que  nadie  lo  mate,  un  usurero 
y  vive  rico,  alegre  y  respetado: 
Donde  el  abate  aquel  farandulero 
que  mudó  de  opinión,  cual  de  camisa 
lleva  su  moza  a!  Prado  de  bracero; 
Donde  marcha  la  faz  bañada  en  risa 
el  crimen  descarado,  alta  la  frente 
corrompiendo  el  terreno  por  do  pisa...* 

No  es  de  extrañar  que  esta  sátira,  cduio  la  dedicada  á  los  iiialoü!» 
\ersos  de  circanstaiiclas 'tan  abundantes  entonces,)  fueran  leidas  y 
comentadas  por  los  que  formaban  las  camarillas  de  los  políticos,  autori- 
dades y  altos  empleados  y  considerando  imposible  de  consentir,  aquel  es- 
píritu indepeúdient©  del  autor,  comenzarán  á  poner  en  juego  resortes,   á 


—  44   — 

fin  de  que  el  Fobrecito  Hablador,  quedase  suprimido  cuanto  antes.. ¥ 
tan  buen  resultado  dieron  los  manejos,  que  á  partir  del  número  8,  cada  vez 
le  fué  haciéndose  mas  difícil  á  Larra,  que  la  censura  dejas3  correr  sus  fo- 
lletos, por  lo  cual,  en  una  nota  del  N,  11  (Enero  1833),  anunciaba  «con  el 
mayor  dolor»  la  próxima  suspensión  de  aquellos  cuadernos,  porque  «sínto- 
mas alarmantes — decía — nos  anuncian  que  el  hablador  padece  de  la  len- 
gua;» en  un  párrafo  del  N.  13  (M  trzo  1833)  apuntaba,  que  «donde  quiera 
que  volvemos  los  pasos  encontramos  una  pared  insuperable,  pared  que 
fuera  locura  pretender  derribar,»  3^  en  el  último  número,  que  contiene  la 
saladísima  carta  rehatando  la  muerte  del  Bachiller  Hangaía,  escribió, 
«tengo  miedo  y  de  miedo  muero;  lo  cual  no  me  dá  vergüenza,  así  como 
hay  otras  cosas  que  tampoco  se  la  dan  á  otros.» 

Dejó  pues  de  publicarse  el  Hablador  en  Marzo,  y  antes  de  decir  al- 
go sobre  las  circunstancias  críticas  de  la  patria  entonces,  3'  de  los    sucesos 
de  gran  trascendencia  en  aquel  año  desarrollados,    y    cuya   influencia    fué 
decisiva  en  la  carrera  literaria  de  Larra,  he  de  dar  noticia  de    un    crítico 
que  salió  á  la  muerta  publicación,  crítico  infeliz, que  instigado  por  los  ene- 
migos dtíi  joven  escritor, vino  hacer  á  la  postre  un  papel  de  cierto  ridículo. 
Impreso  en  el  establecimiento  de  Burgos,  circuló  por  Madrid    un  folle- 
to cuyo  título  era:  La  ratifico  inania,  sátira  escrita  en  tercetos 
dirigida  al  Pobrecito  Hablador,  (íili  y  la  cual  era  debida  á  la  pluma 
de  D.  Clemente  Diaz,  medianísimo  literato,  que  colaboró  algunos  años  des- 
pués en  JEl  i^emanario  Pintoresco.  La  menguada  ocurrencia  de  Diaz, 
no  dejó  de  tener  quien  la  alabara   y  fué  su  producción  aplaudida  por  algu- 
nos, pero  Larra,  contestó  pronto  al  golpe,  dando    á  luz  otro  folleto,  en    el 
que  demostró  de  cuanto  era  capaz  en  trabajos  de  aquella  índole, encabezan 
do   su  escrito  con  el  donoso  título  de   Carta  panegírica   de    André* 
^^iporesas,  á  un  tal  1>.  Clemente  Dla%,  gran  poeta  y  literato. 
Toda  la  gracia,  toda  la  malicia  v  toda  la  intención  de   esta    carta,  uo 
puedsn  apreciarse  á  fondo  sin  haber  leido  los  tercetos  de  Diaz,   y  con    am- 
bos escritos  delante,  lel  segundo  hoy  desconocido,)   voy  á  intentar  ponerlo 
de  manifiesto. 

Decía  por  ejemplo  D.  Clemente: 

«....Y  pues  jamás  tus  tiros  alcanzaron 
al  famélico  vate  que  lamenta 
lo  mismo  que  cien  otros  lamentaron, 
ajuste  con  tu  auxilio  3^0  esta  cuenta 
que  aunque  no  habito  en  deifica  bohardilla 
letras  tengo  más  gordas  que  mi  renta...» 


-•45  — 

A  lo  que  contestaba  Larra.  «Sabe  D.  Clemente  que  el  famélico  vate 
no  debe  lamentarse  <le  lo  que  se  lamentaron  otros,  sino  que  cada  uno  se 
lamente  solo  y  de  cosa  distinta  y  antes  de  lamentarse,  tenga  buen  cuidado 
de  averiguar  y  saber, si  se  lamentó  otro  de  aquello  mismo,  y  sino  no  lamen- 
tarse. Si  á  su  merced  por  ejemplo  le  salieran  unos  ladrones  á  robarle  y  le 
aporrearan,  su  merced  que  es  vate  f¿iinéIico,  según  parece,  no  debiera  la- 
mentarse, más  que  le  hubieran  llenado  de  chichones  el  hocipital  ó  el  fron 
tal,  porque  ni  su  merced  sería  el  primer  aporreado  ni  el  primero  que  se 
ha  lamentado  de  algún  aporreo...» 

Seguía  D.  Clemente  en  otro  lugar: 

«....No  es  arte  el  ¿e  hacer  versos  aprobado 
como  el  de  herrero,  sastre  ó  licorista 
que  deba  en  plata  ó  en  cobre  ser  pagado, 
es  parte  del  saber,  en  que  el  artista 
pide  por  sus  sudores  solo  gloria, 
gloria  no  más.  feliz  si  la  conquista.» 

Y  replicaba  Larra.  «En  lo  que  tiene  razón  es  en  decir  que  los  poe- 
tas no  han  de  buscar  para  vivir,  sino  gloria  y  yo  estoy  seguro  de  que  t'^l 
no  busca  más  que  gloria,  como  se  Keoba  de  ver  en  aquello, de  regalarnos  el 
folleto  por  dos  reales  cada  ejemplar,  que  atendido  su  mérito  es  lo  mismo 
que  decir  de  balde;asíea-que  la  gloria  debe  ser  para  vuestra  merced  una  es- 
pecie de  maná;  si  bien  yo  tengo  para  mí  que  no  ha  de  echar  muchas  car 
nescon  lo  que  le  ha  valido  su  folleto;  imagino  que  le  ha  de  costar  algunos 
dias  el  digerirla,  pues  tengoentendido  que  es  aliniiento  fuerte  para  es- 
tómagos tlacos..  Supuesto  que  D.  Clemente  cobra  en  laureles,  ¿como  cuán- 
to laurel  veudrá  á  tener  vuestra  merced  asinado  en  su  casa?» 

«.  .  Esos  al  gusto  ya  son  desabridos 
Otros  nuevos  coged  y  nunca  el  oro 
deslumbre  al  escribir  vuestro  sentido 
más  si  os  negó  natura  del  tesoro, 
si  del  astro  no  habéis  libia  centella 
id  á  domar  primero  ardiente  toro.» 

Contestando  Larra:  aSabe  el  señor  don  Clemente,  además,  que  todo  el 
que  no  sea  hombre  de  talento,  debe  domar  toros,  de  donde  se  infiere,  que 
todos  los  tontos  deben  ser  vaqueros,  y  que  la   clase   de    vaqueros   debiera 


__  46   - 

-ser  la  más  numerosa  de  la  socieJa<], poique  los  más  son  tontos  como  vuestra 
merced  sabe.» 

No  be  de  entresacar  mas  fragmentos  ni  de  la  desdichada  coicposiciou 
de  Diaz,  ni  de  la  carta  de  Larra;  creo  que  basta  con  lo  copiado,  y  más, 
cuando  en  las  notas  puede  encontrar  el  lector  la  sátua  del  enemigo  del 
Fobrecíto  Hablador.  (S*^\ 

A  la  terminación  de  éste  no  quedó  Larra  como  á  la  terminación  del 
-Dneiide,  indeciso,  y  sin  saber  donde  ejercitar  los  poderosos  dotes  de  in- 
teligencia, pues  ya  desde  Enero  del  mismo  año  de  1833,  bahía  entrada  á 
formar  parte  de  la  redacción  del  periódico  la  Re»TÍsta  Fiü^paftola,  (an- 
tes Cartas  Españolas),  fundado  por  don  José  María  de  l^arnerero,  per- 
sonaje muy  conocido  entre  los  escritores,  poetas,  y  gente  de  teatro  que 
por  entonces  residían  en  Madrid,  los  cuales  le  fueron  acreedores  en  los 
comienzos  de  sus  carreras,  á  más  de  un  señalado  servici-o.  (33) 

Formaban  parte  de  la  redacción  de  Revista,  ó  en  ella  colaboraron 
con  frecuencia,  don  Manuel  Bretón  de  los  Herreros,  don  Serafín  Estevanez 
Calderón,  don  Antonio  Gil  de  Zarate,  don  Ventura  de  la  Vega  3^  don  Ra- 
món de  Mesonero  Romanos,  que  en  sus  columnas  y  en  Enero  de  1832  ha- 
bía comenzado  á  publicar  una  serie  de  artículos  de  costumbres,  con  el  títu- 
lo de  Panoratiia  Matritciis*»,  firmados  con  el  pseudónimo  de  El  Ca- 
rioso Parlante. 

Unía  de  tiempo  atrás  á  Mesonero,  con  Larra,  amistad  y  frecuente  tra- 
to y  á  esto  debióse  que  el  primero,  propusiese  al  segundo,  ]>ara  ocupar  un 
puesto  en  la  redacción  del  periódico.  Hubo  de  &er  presentado  Larra  á  Car- 
nerero, que  ya  de  nombre  y  de  vista  le  conocía,  si  bien  no  parece,  que  le 
tuviera  en  niuj'  buena  opinión  y  estima  literaria,  pueo  al  comenzar  la  pu- 
blicación del  Pobrecito, había  dicho  en  las  Cartas  que  el  «Bachiller  era 
un  sastre  literario  que  no  carecía  de  habilidad  pnra  zurcir  di(fstramente  lo 
que  cortó  con  acierto  la  tijera  francesa  » 

Admitido,  pues,  Larra  en  la  redacción,  publicó  su  primer  artículo  en 
el  N.^  25  de  JLa  Revista  del  15  de  Enero  de  1833,  Mi  nombre  y  mis 
propósitos,  al  que  siguieron  Representación  de  los  celos  infun- 
dados (N."  26,  1  Febrero  i  Vo  quiero  ser  cómico  tN/'34,  I  Marzo) 
y  Ya  soy  re<lactor,  trabajo  este  último,  que  Mesonero  Romanos,  dijo 
equivocado  á  lo  que  parece,  ser  el  que  priinerauíeute  lUir^erto  en  el  periódi- 
co  con  el  pseudónimo  de  Fígaro,  ijue  halu'a  de  hacer  inuioital.  Y  resulta 
evidente  el  pequeño  yerro,  del  ilustre  autor  <le  lab  lleniorias  de  un  se- 
tentón^ pue«,  en  el  citado  artículo  de m  nombre  y  mis  propósitos, 
se  lee: 


«Desvanepiíias  <le  esta  manefct  mis  dudas,  qnedál>ame  aun  que  elegir 
un  nombre  muy  desconocido  que  no  fuese  el  mió,  por  el  cual  supiese  todo 
el  mundo  qiie  era  yo,  el  que  estos  artí<ínlos  escribía;  porque  esto  <Ie  decir 
*yo  SO}'  fulano,*  tiene  el  inconveniente  de  ser  claro,  entenderlo  todo  el 
mundo  y  tener  visos  de  pedante,  y  aunque  uno  lo  sea,  bueno  3'  rau}'  bueno 
es  no  parecerlo.  Dijome  el  amijtco  que  debía  de  llamarme  Ffg^aro,  nombre 
á  la  par  sonoro  y  si  £,ni  i  fijativo  de  mis  hazañas,  porque  aunque  no  soy  bar 
bero,  ni  de  Sevilla,  sv  y  como  si  lo  fuera,  charlatán,  enredador  y  cuiit-so, 
además,  si  los  hay.  Me  llamo,  pues,  Fig^niui.» 

TuvlS  cierta  importancia  en  la  tertulia  de  Kl  PariiaHÍllo  esto  de 
adojJar  Larra  el  pseudónimo  de  i'í|;aiMK  jíies  allí  reunidos  cierta  uorhe 
Grimaldi,  Estevanez  falderon,  Alcalá  (-Jaliano,  Mesonero,  Rodrigo  y  otros 
amigos,  púsose  á  discusión  entre  ellos,  en  qué  nombre  había  de  tii'mar  sus 
trabajos  el  nuevo  redactor. 

«Discutiéronse  varioM-- dít-e  El  Curioso  -  hasta  «jue  la  autorizada  vez 
de  C+rimaldi  pronunció  el  de  Fígaro  que  adoptó  Larra,  con  entusiasmo,  á 
pesar  de  que  yo  expuse  las  razones,  por  las  cuales  no  opinaba  favorable- 
mente, hacia  vin  nombre  de  invención  extranjera,  lo  que  era  á  mi  entender, 
tan  impropio,  como  si  á  un  periodista  trances  se  le  antojase  tirmai-  con 
el  pñeudómimo  de  Sancho  Panza.» 

Deade  188:-5  á  Ih^ó  escribió  Larra  en  la  Revista  Española,  dando  á 
luz  en  sus  columnas  sus  artícnlos  satíricos  mas  célebres  com.»  Los  tres  no 
son  mas  que  dos  El  Siglo  en  blanco,  El  hombre  propone,  Por  ahora, 
El  hombre  globo,  ere  ,  y  tantos  otros  de  ios  *uales  ya  me  ocuparé  con  al- 
guna detención  mas  adelanie. 

En  otro  periódico  del  que  hacru  menñíui  p(..;os  biógrafos  escribió  Fí- 
garo, en  el  mismo  año  1833.  El  Correo  de  las  damas,  Revista  de  modas, 
bellas  artes,  amena,  literaria  y  teatros  y  que  tenía  por  lema  «Fornasis 
levita  sarnper  árnica  fuit,»  que  comenzó  en  81  de  Julio  y  del  que  eran  re- 
redactores D.  Ventura  d<^  la  Vega.D.  Salvador  Bermvuiez  de  Castro  y  don 
Antonio  María  de  Segovia,  mas  conocido  poco  después  por  el  }»seudónimo 
de  El  Estudiante. 

Larra  v  sus  emigos  ñrmaban  en  esta  publicación  con  las  iniciales  de 
sus  apellidos,  siendo  cuanto  allí  insertaron  de  poca  importancia,  inclu- 
yendo aun,  la  sección  de  Teatros,  de  que  nuestro  escritor  estaba  en- 
cargado y  que  lleva  al  pié  una  modesta  L. 

Los  sucesos  desarrollados  en  la  Península  en  lb33,  fueron  de  tal  im- 
poriancia;influyeron  de  modo  tal  en  todos  los  organismos  de  la  nación, que 
en  ello3  tendré  de  detenerme  algún  tanto.  Vasto,  vastísimo  es   el   cuadro 


-  4t?  - 

que  se  ofrece  á  nuestros  ojos  y  al  -recorrerlo  siquiera  eu  sus  partes  mas 
principales,  he  de  procurar  hacerlo,. no  apartándome  mas  que  lo  que  ne- 
cesario sea  del  objeto  de  este  libro. 


40 


IV. 


Los  apostéleos. —Luchas  palaciegas. -Sucesof*  déla  Granja.  Ingra- 
titudes.—Los  conspiradores. — La  muerte  del  rey.  El  alza- 
miento carlista.  González,  y  sus  hijos. — Valdespina,  D.  San- 
tos Ladrón,  Cuevillas  y  otros  facciosos.  Las  tropas  de  la  rei- 
na.—La  época  nueva  -  Larra  entra  en  la  lucha  periodística. — 
Sus  principios.—  Dos  párrafos. —Los  articules  de  La  Revista 
Española  de  1833  á  1835.  —Los  políticos  y  la  guerra  civil.— El 
Estatuto  Real.  -Sátiras  notables.  -Su  carácter.  Artículos  de 
costumbres.-  Desarrollo  de  este  género  literario.— El  Curioso 
Parlante,  El  Solitario,  Abenamar.— El  Estudiante.— Juicios  de 
varios  críticos.— Periódicos  nuevos.— Sus  redactores. 


Incierto  y  nada  lialagüeuo,  presentábase  el  porvenir  de  E.si)aua  en 
JS.'^o.  Nubes  sombrías  llenaban  el  horJzon'>  ,  anunciando  (pie  la  tempestad 
estallaría  bien  pronto. 

Aquel  partido  que  tanta  sangre  había  hecho  dei'ramai-,  desde  los  días 
vergonzosos  de  la  invasión  de  Angulema,  no  contento  con  diez  años  de 
absoluto  dominio,  no  contento  con  los  atropellos,  las  arlntrnriedades  y  las 
infamias  cometidas,  ni  con  haber  sacrificado  á  hombi'os  como  Riego,  «El 
Empecinado» j  De  Pablo,  Manzanares,  Torrijos,  etc.,  se  agrupó  en  derre- 
dor del  infante  don  Carlos,  cre3'endo  más  seguro  su  porvenir  que  con  el 
re}',  y  fraguaron  la  tenebrosa  conjura,  que  en  1827,  produjo  la  guerra  de 
los  agraviados  en  Cataluña,  y  en  la  cual  todo  fueron  sombras  y  negru- 
ras, que  tal  vez, el  traidor  Bessiere, hubiera  disi])ado.;i  no  st^dlíu-  mis  labios 
el  plomo  de  los  soldados  del  conde  de  España. 

Muerta  la  reina  Amalia,  al  conocer  los  fanáticos  realistas  puros, 
que  el  monarca  se  disponía  á  contraer  ñúevo  enhace.  <*ou  su  i>r¡iiia  laprin- 


—    .?H>    ^ 

cesa  napolitana,  y  sospechando  que  de  él,  pudiera  tener  3uce¡ior  el  Trono 
de  España,  alb'^rotárons^  en  gran  manera,  y  llevaron  á  tal  punto  sus  arro- 
gancia?, que  según  se  cuenta,  el  canónigo  Ostolaza,  tuvo  el  cinismo,  de 
manifestar  á  Fernando  VII,  quo  existían  dudas,  á  cerca  de  la  virtud,  de 
aquella  con  quien  iba  á  compartir  el  solio. 

La  lucha  en  Palacio,  entre  los  jjartidarios  del  infante  ambiciono,  y  los 
de  la  extranjera  reina,  comenzó  desde  que  ésta  sentóse  en  el  trono,  y  al 
mismo  tiempo,  daban  principio  las  conspiraciones,  para  impedir  que  ciñe- 
se algún  dia  la  corona,  la  infanta  nacida  en  10  de  Octubre  de  1830. 

Así  fué  como  en  la  grave  enfermedad  del  monarca  en  la  Granja,  lle- 
vóse á  cabo  aquella  escena  horrible,  de  la  que  fueron  protagonistas  el  Du- 
que de  la  Alcudia,  CalomardC;  González  y  Peña,  y  de  la  que  resultó,  que 
Fernando,  postrado  en  el  lecho,  y  exánime,  firmaba  con  su  mano  de  mori- 
bundo, la  revocación  del  acta  del  29  de  Mayo  de  1829,  y  cedía  la  corona  á 
sn  hermano  don  Carlos. 

Restablecido  el  monarca,  contra  lo  que  iodos  esperaban,  al  deshacer 
la  intriga  de  que  había  sido  objeto,  pudo  convencerse,  de  la  doblez  y  falsía 
de  aquellos  realistas,  que  le  adulaban  tanto,  que  á  tanto  le  eran  acreedo- 
res, y  de  las  intenciones  del  liermano  desleal,  á  quien  su  soberbia  esposa 
impulsaba. 

El  mismo  partido,  que  él,  Fernando,  liabía  encumbrado  y  sostenido, 
revolvióse  airado  contra  su  persona,  más  y  más  cuando  aquellos  vientos  de 
tolerancia,  debidos  ;c  Oristiníi,  hicieron  revivir  las  esperanzas  de  los  li- 
berales. 

Conspiraban  los  apostólicos  á  toda  prisa,  repartiendo  dinero,  for- 
mando juntas  y  celebrando  ocultas  reuniones,  mientras  Cea  Bermudez 
caminaba  de  iiii  desacierto  en  otro  y  castigaba  á  ciegas  lo  mismo  á  sospe- 
chosos de  carlistas,  que  de  constitucionales 

El  rey  en  tanto,  cada  vez  de  mayor  gravedad,  hacía  lemer  un  próximo 
fin,  D.  Carlos  con  su  familia  encontrábase  en  Portugal  firme  en  no  jurar  á 
la  infanta  heredera,  Cristina  no  conservaba  otro  apo}^^  para  mantener  en 
el  trono  á  su  hija  que  los  hombres  de  ideas  liberales,  y  en  la  conciencia 
de  todos  los  r.spañoles  estaba  que  al  expirar  Fernando,  estailaría  una  gue- 
rra formidabUi  y  sangrienta. 

Y  así  fuo  en  efecto, á  las  tres  de  la  tarde  del  29  de  Septembre  de  1833 
moríael  déspota, que  tantas  desventuras  había  acarreado  á  la  nación, duran- 
te los  24  año.s  de  su  reinado,  iin  qtie  el  pueblo  que  le  idolatró  en  un  tiem- 
po, tuviera  para  él  más  que  frases  de  justa  venganza,  y  hasta  celebrara  su 
muerte  en  cancioncillas  y  epigramas  sangrientos  y  crueles  í34^  Tres  dias 


después  del  sucé&o,  ó  sea  el  2  de  Octul>re.  uü  uaCUi'o  ;»-lijaiiibUMdo!  Je  uo- 
rreoá.  un  vulgar  <TOjizalez,  en  unión  dt  sus  liijos  se  sublevaba  en  Talavera 
al  grito  de  viva  Carlos  V,  en  Bilbao  rompíit,  ^1  motin  el  dia  5.  al  frente 
del  cual,  poníanse  el  marqués  de  Valdespina  Batís  y  Zabala;  en  Logroño 
!^e  alzaba  D.  Santos  Ladrón,  pasando  á  Xavarra,  donde  había  aparecido 
una  partida  al  mando  de  Ctievillas.  y  casi  al  mismo  tiempo,  so  declaraban 
en  favor  del  infante,  Álava  y  Vitoria,  en  donde  los  carlistas  encar.cela- 
btnj. publicaban  bandos  y  edictos, detenían  correos  y  diligen'ñasy  llevaban 
á  cabo  otros  excesos. 

La  guerra  civil,  que  por  siete  anos  había  de  emv>apar  c-i-n  sangre  de 
sus  hijos  el  sudo  de  España,  la  que  había  de  reproducirse  dos  veces  más 
V  la  que  aun  quieren  encender  de  nuevo,  algunos  estúpidos  Ilusos,  había 
comenzado,  y  «uando  alguien  creyó  que  su  duración  iba  á  ser  corta, por  las 
victorias  obtenidas  contra  la  facción,  por  Lorenzo  en  Peñí  cerrada,  por 
Sarfield  en  Na  arra.  por  Castañou  en  Hernani,  por  Isidro  en  Asturiae^  y 
por  Benedicto  en  3Iontes  de  Oca,  unióse  á  los  defensores  del  pretendiente. 
en  el  valle  de  Araquil,  el  hombre  á  quien  iban  á  deber  su  organización  mi- 
litar^  el  que  había  de  llevarlos  á  donde  tal  vez  nunca  pensaron  llegar:  ac 
t,e  hombre  era  D.  Tomás  Zumalacárregni.  . 

¿Quién  contendría  ya  la  revolución,  ni  quién  pudiera  medir  haí^tri 
donde  llegaría  su  alcance?  La  lucha  cruel,  sin  tregua,  sin  piedad  alguna. 
había  dado  principio  con  la  mayor  violencia:  en  el  campo  luchaban  los 
soldados  cuerpo  á  cuerpo,  en  las  ciudades  luchaban  las  ideac 

No  S6  ha  visto  jamás  transformación  más  rápida,  cambio  de  aspecto 
de  una  nación  más  repentino,  que  el  que  se  vio  entonces.  La  España  de  fi- 
nes de  1833  es  totalmente  distinta  á  la  España  de  fines  de  1834, 

El  despertar  de  aquella  época,  se  extendió  á  todo,  y  así  se  explica  co- 
mo en  las  artes  y  en  las  letras,  la  revolución  fué  igualmente  súbita,  igual- 
mente tuvo  ardientes  partidarios,  que  la  llevaron  triunfante  y  dejaron 
eterna  memoria  de  sus  nombrex. 

Testigo  don  Mariano  José  de  Larra,  de   aquella  transformación  polí- 
tica y  social,  lleno  de  juventud,  de  energías  de   alma,   dotado  de  una  irna 
ginacion  privilegiada  y  de  todo  un  carácter,  ¿cómo  había   de  permanecer 
un  momento  indiferente  á  lo  que  á  su  alrededor   ocurría?  ¿cómo   no   había 
de  lanzarse  á  la  lucha  y  corno  esta  no   había  de   ser   en   defensa    de  la  li 
bertad? 

Su  pluma,  arma  poderosa  á  quien  tanto  temieran, su  pluma  que  con  un 
rasgo  sabía  llegar  tan  hondo,  que  con  una  frase, hacía  caer  en  el  mayor  ri- 
dículo.no  tuvo  ya  reposo- desde  los  últimos  dias  de  1833, y  en  el  artículo  po- 


—  5á  — 

lítico,on  el  folleto  de  ciroaustaucias,  en  el  teatro  y  cnia  novela, hizo  en  el 
brevísimo  tiempo,  lo  quo  muchos  necesitan  lar^^os  aíios  {¡ara  llevar  á  cabo. 

¿Pueden  presentarse  muchos  ejemplos  iguales  al  de  Larra?  Cier- 
tamente que  no.  Con  altísima  elevación  de  miras,  con  fuerza  de  cerebro 
privilegiado,  y  con  entusiasmo  sano  y  nobilísimo  de  hombre  libre,  expusí» 
en  dos  ocasiones  sus  principios  en  estos  elocuentes  pári-aí'os. 

Queremos  «religión  pura  (escribía  al  frente  de  una  tra,duccion  de  La- 
mennais),  fuente  de  toda  moral  y  religión,  como  únicamente  puede  existir 
acompañada  de  la  tolerancia  y  de  la  libertad  de  conciencia:  libertad  ci- 
vil; igualdad  completa  ante  la  ley:  é  igualdad,  que  abra  la  puerta  á  los 
cargos  públicos,  para  los  hombres  todos,  según  su  idoneidad  y  sin  necesi- 
dad de  otra  aristocracia  que  la  del  talento,  la  virtud  y  el  mérito;  y  li- 
bertad absoluta  del  pensamiento  escrito.  He  aquí  nuestre  profesión  de  fé.» 

Queremos  «una  literatura  (decía  en  cierto  artículo  de  Kl  Ke>paftol,) 
hija  de  la  esperiencia  y  de  la  historia,  y  faro  por  tanto  del  porvenir,  es- 
tudiosa, analizadora,  tilosóíica,  jrrofunda,  pensándolo  todo,  diciéndolo 
todo  en  prosa,  en  verso,  al  alcance  de  la  multitud,  ignorante  aun,  apostó- 
lica y  de  propaganda;  enseñando  verdades  á  aquellos  á  quienes  interesa 
saberlas,  mostrando  al  hombre  no  como  debe  ser,  sino  como  es,  para  co- 
nocerle; literatura  en  fin,  expresión  toda  déla  ciencianle  la  época;  del 
progreso  intelectual  del  siglo.» 

Quien  así  se  expresaba  en  iquellos  tiempos,  quien  de  tal  manera  df*- 
cía  ésto,  á  quienes  tal  vez,  en  todo  su  valor  no  lo  comprenderían,  bien 
puede  explicarse,  que  con  unos  cientos  de  artículos  breves,  y  sobre  cir- 
cunstancias del  momento,  oscureciera  á  tantos  nombres  como  en  derredor 
suyo  figuran. 

Entró  Larra  en  el  periodismo  con  valentía  y  ánimo  resuelto,  atraj  en- 
do  rápidamente  la  atención  de  los  políticos,  cuyos  acto¿  juzgaba,  de  los 
autores,  cuyas  obras  sometía  á  su  crítica  y  del  público  todo. 

Sin  descender  á  la  diatriba,  al  insulto  procaz,  ala  frase  del  pésimo 
gusto;  sin  emplear  ese  personalismo  odioso, que  á  tantos  censurables  extre- 
mos se  ha  llevado,  sin  traspasar  los  limites  de  la  más  exquisita  cultura. 
Larra,  bosquejó  el  cuadro  de  la  revolución  política  y  literaria  de  su  tiem- 
po, alzándose  gallardamente  entre  ambas — como  dice  Ixart  --y  juzgán- 
dola-; al  mismo  tiempo. 

Estudiando  poco  á  poco,  los  ariiculos  que  Fígaro,  fué  publicando  en 
La  Revista  Española,  desde  1833,  hasta  Agosto  de  1835,  se  vé  el  cuadro 
vi^  iente  de  la  época,  como  nadie  acertó  á  presentarlo. 

Apenas  se  habían  alzado  los  primeros  facciosos,  el  donosísimo,  Nadis 


-  53  — 

pase  sin  hablar  al  portero,  apaiH'ció  «u  la  Revista  iN.**  11(),  10  Novif  m- 
l're  1888)  y  tiás  é!,  La  planta  nueva,   y   La  Junta  de  Gastel  O'Branco, 

que  aun  Iiuy,  uu  }»iicileu  leerse,  üiu  provocar  la  risa  del. lector  más  adusto. 

Conociendo  el  ianütismu.  y  l'uror  de  los  absolutistas,  su  crecido  núme- 
ro y  los  medios  de  que  (lisy)oníi)u. comprendió  desde  un  pi-incipio  Larra,  1  i, 
importancia  de  la  guerra  ci\il  }  vio  claras,  las  horrendas  desdichas  que 
traía  á  la  patria,  censurando  ron  acritud  y  energía,  ó  con  agudas  sáti- 
ras, las  iiiíprevisiones  del  ministerio  Cea  Bermudezi,y  las  iudecisiouee, lue- 
go, del  deMurtinez  de  la  Rosa»  que  subió  al  poder  en  15  de  Enero  de  1835) 
}>ara  aplastar  aquel  monstruo  del  Norte,  <iue  en  momentos  pareció  iba  á 
devorar  á  la  i  niel  i/  Esj)aíia. 

Que  el  carlismo  contal)a  c)Uuu<'cs  con  todos  los  elementos  j»ara  triun- 
lar.  rj^ue  sus  lionilrres  p('ieal>an  con  decisión  y  coraje,  que  sus  ramas  se  ex- 
tendían por  todas  partes,  cosa  era  indudable,  pero  lo  fué  también,  que  ni 
los  gobiernos  de  1881  y  1885,  hubiesen  puesto  su  atención  toda,  en  aquella 
guerra, si  la  política  i como  aquí  siempre  ocurrió)  no  hubiese  producido  des- 
uniones y  discordias,  si  reconcentradas  las  fuerzas  }•  los  alientos,  que  el 
pueblo  liberal  ofrecía,  con  empuje  se  hubiesen  utilizado, ni  la  facción  logra- 
ra adquirir  el  espantoso  desarrollo  que  adquirió,  ni  la  lucha  sangrienta 
durara  siete  años,  eiurante  los  cuales  se  sacrificaron  tantas  vidas,  y  se  in- 
\  irtierou  tantos  millones  de  pesetas. 

01)jet,o  fué  también  de  los  tiros  de  Larra  el  Estatuto  Keal,  aquel  cuer- 
])o  «aniico -moderno»  como  le  llamaba,  en  principio  saludado  con  júbilo 
P'ir  el  pu<'^l>lí',que  esperó  de  él  concesiones  en  sentido  ampliamente  liberal, 
y  que  no  tardó  en  conAencerse,  distaba  mucho  de  satisfacer  sus  legítimas 
asjíiraciones.  . 

Los  Proceres  y  Procuradores,  aun  reconociendo  en  muchos  de  ellos 
alto  patriotií^mo.  lé  en  sus  ideales,  y  las  mejores  intenciones,  no  llegaron 
por  cierto  á  popularizfjrse,y  encontrándose  las  más  de  las  veces,  entre  ele- 
mentos opuestos,  á  ambos  hicieron  resistencia,  demostrando  bien  pronto  lo 
poco  que  de  ellos  podía  esperarse. 

Duros  fueron  los  ataques  al  Estatuto,  á  cambio  de  bien  pocos  elogios,  y 
la  obra  de  Martínez  de  la  Eofsa.  sucumbió  para  no  volver  á  recobrar  jamái 
1h    ^■¡dri. 

Ya  en  la  Cartas  al  bachiller  su  corresponsal  desconocido,  ya  en 
la."^  de  un  liberal  de  acá  á  un  liberal  de  allá  ó  en  el  Por  ahora.  La  Ala- 
banza y  La  ventaja  de  las  cosas  á  medio  hacer,  burlóse  Fígaro    de  log 

actos  de  aquellos  hombres  de  gobierno,  que  no  encontraban,  solucionen  pi- 
ra lc.5  conflictos' que  surgían,  ni  conjuraban  los  p.eligrob,    ni  se  decidían   á 


penetrar  abiertamente  por  ei  camino  de  la  libertad.,.  ¡Cuan  ingeniosos  y 
•.ert'éros  son  los  golpes  á  aquellos  }tolit!€Otí  del  justo  medio,  en  artículos 
romo  Los  tres  no  son  más  que  dos.  Cuasi  y  La  gran  verdad  descu 
bierta!  ¡Cuánto  podrán  sienipro  aj'Vpndfr  aquellos  escritores  que  se  dedi- 
quen á  la  sátira  política,  en  El  Hombre-Globo,  El  ministerial  y  á  Lo 
que  no  se  puede  decir,  no  se  debe  decir. 

En  todot<  euanios  he  iiuniei-adu.  ^c.  n<>s  prv.-stuta  el  Fígaro,  valiente  y 
kíclia<lor,  á  quien  solo  mueve  su  pluma  el  noble  ileseo  de  ver  curada  á  la 
patria. de  tantos  males  como  la  ailigen.  de  romper  viejos  obstáculos. que  se 
oponen  á  la  pública  felicidad,  de  arrollar  á  los  que  sin  talentos,  sin  gran- 
deza, y  sin  títulos  la  sangran,  la  explotan  y  la  empobrecen. 

Larra,  cuyo  género  de  sátira  tanto  se  ha  combatido  por  los  cri 
ticos  torpes  y  mal  intencionados,  de  quien  se  ha  querido  que  se  huya  co- 
mo peligrosa  para  el  lector,  de  quien  han  subsistido,  aun  después  de  lar- 
gos años,  miserias  y  calumüias  de  sus  personales  enemigos,  que  siempre 
duele  ver  todavía  que  tenga  eco.  decía  lo  siguiente  al  hablar  de  ¿u  propia 
sátira. 

«Somos  satíricos,  porque  queremos  criticar  abusos,  porque  quisiera 
mo3  contribuir  con  nuestras  débiles  fuerzas  á  la  perfección  posible  de  la 
sociedad  á  que  tenemos  la  honra  de  pertenecer.  Pero  desliniiando  siem- 
pre lo  lícito  de  lo  que  nos  es  vedado,  y  estudiando  sin  cesar  las  costum- 
bres de  nuestra  época,  no  escribimos  sin  plan:  no  abrigamos  una  pasión 
dominante  de  criticarlo  todo  con  razón  ó  sin  ella:  somos  sumamente  celo- 
sos de  la  opinión  que  puedan  formar  nuestros  conciudadanos  de  nues- 
tro carácter:  y  en  medio  de  los  disgustos  á  que  nos  condena  la  dura  obli- 
gación que  nos  hemos  impuesto,  cuyos  peligros  arrostramos  sin  restric- 
ción, el  mayor  pesar  que  podernos  sentirles  el  de  haber  de  lastimar  á  nadie 
con  nuestras  critican  y  sátiras;  ni  buscamos,  ni  evitamos  la  polémica;  pero 
siempre  evitaremos  cuidadosamente,  como  hasta  aquí  lo  hicimos,  toda 
cuestión  personal,  toda  alusión  impropia  del  decoro  del  es  :ritor  pjúblico  y 
del  respeto  debido  á  los  demás  hombres  toda  invasión  en  la  vida  privadn. 
todo  cuanto  no  tenga  relación  con  el  interés  general.,.* 
•••^  El  tono  melancólico,  la  sincerridad  que  demuestran  las  frases  co- 
piadas, insertas  en  El  Kspañol  2  de  Marzo  de  1836)  dan  á  conocer  al  La- 
rra satírico",  mucho  mejor  de  cuanto  de  él  se  ha  dicho,  aun  por  aquellos, 
qué  creyendo  alabarlo,  lo  han  querido  presentar  ccm.o  enemigo  de  la  so 
cieda'd,  y  como  un  atrabiliario  censor  de  cuanto  veia,  No,  no  abrigaba  Fí-- 
garó  ¿pasión 'dominante  de  criticarlo  todo.con  razón  ó  ¿in  ella»  á  semejan 
zñ,  de  muchos,  que  haii  tomado  el  periódico  y  el   libro,  come   salide]fc:>s  de 


innobles  reneoi-rji,  A'-mo  bajos  in3TrumenT».s  <le  j>esJínos  iníiintop,.  v  de- ven- 
ganzas de  la  impotencia. 

Si  £^ran  parte  de  los  que  han  tenido  el  einisiao  de  llamai-í?t'  j>cri<.<dic*ra.K 
satíricos,  se  hubieran  mirado  en  su  ejemplo,  si  Ion  que  cobardes,  y:  Ik^rxjiíí: 
de  despecho,  han  emborronado  las  columnas  de  tanto  pape-1,, propagando 
infames  calumuias,  hiriendo  rcpuí aciones  leí(iíimas,  y  man^diando  perso- 
nalidades y  cosas  respetables,  hubioríni  sabido  contenerse,  don(b^  Larra, 
se  contuvo,  sus  nombres,  no  estarían  hoy  tiui  olvidados,  ó  no  se  Inibieran. 
atraído  con  justicia  el  odio  ó  el  desprecio  de  los  hombres  dignos. 

Jamás  fué  la  sátira  de  Fígaro  la  del  p-aizonoso  tiaiditr,  la  d»-]  que  oo. 
za  haciendo  sufrir  al  confiado  amigo,  la  del  que  oculta  y  ataca  en  la  som 
bra;  él  hirió  frente  á  frente,  envolvía  en  las  sales  de  sus  chistes, sus  agudos 
dardos,  y  cuando  provocaba  la  risa  en  sus  lectores,  más  «le  una  vez  su  co- 
razón lloraba  los  irremediables  males  que  combaría  y  á  él  tanto  afectal)an 
á  veces... 

«Démonos  el  parabién-  decía  en  cieno  iiM.bAJo  pio-  Jiaber  tenido-  nuu. 
ocasión  más...  de  dar  descanso  á  la  péñola  satírica  que  pur  lo  reojalar  ma- 
nejamos, con  más  dolor  nuestro,  que  de  aquello^  mismos  á  ijuienes  nos  ve- 
mos en  la  triste  precisión  de  lastimar...^ 

Desde  la  alteza  de  su  genio, miraba  Larra  en  Lomo  ri(iyo,con.  mirar  que 
llegaba  á  lo  hondo,  y  al  burlarse  de  los  desaciertos  del  político,  del  autor 
de  comedias  que  pervertía  el  gusto,  de  los  cómicos  torpes  y  adocenados, 
de  las  ridiculeces  sociales,  y  de  las  malas  co^rambres,  no  era  posible  ha- 
llar en  sus  escritos,  las  palideces  de  Ei  Curioso  Parlante,  las  afectacio 
nea  y  los  enmarañados  arcaísmos  de  Kl  Solitario, las  exageraciones  realis- 
tas de  D.  Antonio  Flores,  el  monúl.uio  aLÜdamieuto  de  Kl  estudiante,  las 
vaguedades  de  Abenaniar,  y  ianíos  otrcts  defectos  de  liulto,  c.tmo  icconoT 
ce  la  crítica,  en  aquellos  escrit-n-es  dt-  c*.s(umbrf-s.  f|Uc  á  h^  pai-  de  Figaro 
cultivaron  con  él  el  génej-c). 

En  la  pintura  de  t¡]>os  y  escenas  de  la  vida  real,  hechas  en  artículo.s, 
breves  'ciiyo  origen  extranjero  no  eniraré  en  analizar;  se  ha  dicho,  .yro  . 
petido.  que  nunca  triunfó  nuestro  autor,  perreneciendo  sus  trabajos  de  .tal 
índole  á  un  lugar  de  segunda  lila.  Menendez  Pelay.»  abundando  en  este, 
aserto,  apuntó  en  sus  adiciones  á  la  obra  de  Leixner,  Nuestro  Siglo,  que 
como  articulista  de  costitmbres,  lo  encontr.tba  < pobre  de  color  y  de  estilo., 
inferior  no  solo  á  Estevanez  Calderón,  sino  á  Mesonero  Romanos,»,  locual 
no  es  nada  para  como  se  expresó  Cánovas. del  Castillo,  en  Kl  Solitario  y 
su  tiempo,  que  sobre  tacharle  de  los  mismos  defectos,  escribe,  que  Lai-ra. 
traduce,  descubiertamente  á  Joüy  y  toma  de  áus  obras. .tronos  ain  .  decirio,- 


—  5í;  — 

incurriendo  on  verdadoroH  pla,£^iosj»eomo  ya  hice  observar  nntorlormente. 

Sin  embargo  do  e:^tas  opinione?j.  el  aonstino  Blanco  y  García,  hacien- 
do más  justicia  á  Fígaro,  tra7.aba  no  há  min'ho,  estas  lincas  en  su  liitera- 
tura  Rspañola  del  Siglo  XIX. 

«Ha.y  qnien  desconoce  on  í^arra  el  )»iator  de  coshnnljrcs,  i'edncicndole 
á  un  simple  escritor  político  de  ina«^otablc  venn  y  desenlado  sin  i^inal:  pe- 
ro en  realidad  i'aé  las  dos  cosas,  y  basta  lijarse  en  la  jtarle  ípie  dá  en  sus 
artículos  á  las  ridiculeces  sociales  y  lirerai-ias  y  á  lo  acertado  del  desem- 
peño en  la  mayoría  de  las  ocasiones,  para  convencerse  que  no  era  la  poli- 
tica  la  nota  exclusiva  de  su  inspiración.  Xada  se  sush-ae  de  ella  de  cuanto 
podía  fijarle  por  al«i,u}i  motivo:  lodo  le  recorre  en  ional  íoríuna,  desde 
los  calaveras  aíoi'hnmdos  que  lleo-an  á  captarse  jas  mas  anheladas  simpa- 
tías y  El  hombre  globo....  desde  los  toscos  modales  de  los  que  ñ?  llaman 
artistas,  hasta  las  impolíticas  «lilacion  del  Vuelva  V.  mañana,  y  la  hi- 
pocresía de  la  aira  sociedad  tan  bien  representada  en  El  mundo  iodo  es 
máscara.»  (•t5) 

Léanse,  (creo  convenienre  añadirs,  las  de.Tcripcione3  de  los  tipos  que 
desfilan  en  Modos  de  vivir  que  no  dan  de  vivir,  en  Las  Gasas  Nuevas  y 
en  La  Tida  de  ^ladrid:  ¿no  está  allí  demostrada  una  observación  fina, 
no  despierran  interés  qite  no  decae,  no  encierran  acertadísimas  pincela- 
das que  reproducen  la  realidad? 

En  Los  l^al ave a'as*  por  ejemplo,  so  encuentra  retratado  el  <,^ala- 
vera-tcmeríln,  con  una  ojracia  y  una  verdad,  que  pocos  han  superado. 
Aquél  mozo  qtie  dispara  la  cerl)atana  al  descuidado  transeúnte,  al  faruli- 
Uo  del  escarolero  ó  al  fanal  de  la  confitería,  que  abraza  al  descouccido  en 
mitad  de  la  calle,  qtie  á  media  noche  tira  de  las  narices,  al  mancebo  de  la 
botica,  ó  desvela  al  pacífico  vecino,  existía,  entonces  en  abundancia  en 
la  corte  y  ha  exi.stido  hasta  hace  poco.  T.arr.t  1»  cojieció,  trató  y  vivió  run- 
chas veces  con  él.  y  fio-nrando  en  la  célebre  Pai't'i<la  dol  Trn^no,  to- 
mó parte  en  sus  «hazaiías,)  calaveradas  biillici..sas,  en  el  t' nido  inocen- 
tes, hasta  llegar  como  cuenta  el  ¿general  Fernand^^z  de  Córdova,  á  que 
<vUna  noche  con  un  culto  de  almazarrón  de  que  se  había  provisto,  y  una 
brocha,  embadurnó  toda  la  caja  amarilla  del  cabriolé  del  Duque  de  Alba'j 
que  á  la  puerta  de  una  casa  esj^eraba  con  oíros  coclies,  no  ])udiendo  reco- 
nocerle el  mismo  Duque,  cuando  salió,  por  más  que  al  despertar  el  coche- 
ro le  asegurase  que  era  aquel  su  jiropio  vehículo.»    (HOj 

Entre  otros  periódicos  que  comenzaron  ú  ver  la  luz  en  1H34,  tales  co- 
mo El  Siglo  (37)  que  tuvo  corta  vida,  y  en  el  que  escribieron  Espron- 
ceda,  Pastor  Diaz  y  Ros  de  Glano;    El  Eeo   tiei   í^oiiiei'cio,    redactado 


~  57  -      • 

por  don  Joaquín  M.  López,  don  Fermín  Caballero,  don  Florencio  Pan'e- 
fio  y  otros,  Lia  Abeja  que  dirigió  Pacheco  y  en  la  que  trabajaron,  don 
Juan  Bautista  Alonso,  Roca  de  Togores,  Bretón  de  los  Herreros,  Do- 
noso Cortes,  ete.  etc  ;  se  dio  al  público  bajo  la  dirección  de  don  Antonio 
Alcalá  Galiano,  El  Observador,  «diario  político  y  liberal,»  cuyo  pri- 
mer número  lleva  la  fecha  de  15  de  Julio  del  citado  año,  terminando  en 
el  mes  de  Abril  de  1835.  (38) 

Larra,  fué  llamado  á  redactar  en  este  periódico,  y  como  de  los  artícu- 
los que  en  él  insertó,  ya  me  he  ocupado,  pasaré  á  tratar  de  su  novela  El 
Doncel  de  1>.  Kiiriqae,  El  Doliente  «historia  caballerezca  del  siglo 
XV»  que  impresa  por  Reullés  se,  dio  á  la  estampa,  formando  parte  de  la 
Colección  de  novelas  históricas  originales  españolas,  que  tan 
pingües  ganancias  rindieron  al  editor  Delgado. 


V 


Oceadeiicia  de  la  novela  en  los  comienzo»  del  sislo  actnal.  ~~ 
Tradacciones.— IVIor  de  Fuentes,  nadraniany.MarqaeK  ,y 
Kspejo  y  sns  novelas  oriíg^i nales.— La  novela  histérica 
de  Walter  ^ícott.— Su  éxito  en  Kspaña.— López  í^oier 
y  sas  continuadores.— ^Kovelas  extranjeras  y  españolas 
hasta  1833.— dovelas  románticas.— JLa  colección  de  Del- 
gado.—''El  Doncel  de  D.  Enrique  el  Doliente**.— Prefe- 
rencia de  Larra  por  lacias. — El  critico  y  el  poeta.— Jjo 
dicela  historia  sobre  el  doncel  gallego.— Como  lo  pre- 
sentó Larra.— Los  protagonistas  de  la  novela.— Los  de 
más  personajes. — Desarrollo  de  la  acción.  Opinión  de 
un  critico.— Éxito  de  la  obra  de  Larra.— ]\ovelas  que 
siguieron  al  Doncel.  — Lo  que  produjo  á  su  autor.— Edi- 
ciones posteriores.— Algo  de  la  novela  española. 

Árbol  fecuudísimo  en  nuestra  literatura,  fué  el  género  novelesco  eu' 
los  siglos  XVI  y  XVII,  pero  en  los  comienzos  del  actual, hallábase  tan  po- 
bre y  raquítico,  que  mal  pudiera  el  vulgo  de  aquella  generación,  formarse 
idea  de  lo  que  en  un  tiempo' fué.  -    '• 

Cuantas  novelas  corrían  en  España  eran  d*^  -v.^^ros  extranjeros,  fa 
mosos  algunos,  dándose  el  público  por  satisfecho,  cónleer  una  y  otrjl  Veí, 
traducciones  más  ó  menos  esmeradas,  de  Clara  Harlowe,  Atalav'^tt- 
blo  y  Virginia,  Kené,  Corina,  &  y  sin  contar  con  otras  obras  origi- 
nales que  la  l^erafína,  de  Mor  de  Fuentes,  El  Engaño  fellx  de  Madrá- 
many  y  Calatayud,  la  Anastasia  del  presbítero  Márquez  y  Espejo,  y 
otras  cuantas  no  menos  que  éstas,  olvidadas  j'a  hace  mucho  tiempo.  (39) 

El  éxito  de  la  novela  histórica  de  Walter  Scott,  fué  rápido  y  decisivo 
en  la  península,  así  como  las  producciones  de  sus  imitadores  extranjeros, 
y  esto  se  explica  fácilmente,  atendiendo  á  que  modificad-os  los  gustos,  por 


—  60  - 

los  trastornos  políticos,  de  las  dos  primeras  décadas  de  la  actual  centuria, 
buscábase  ya  on  la  lectura  de  entretenimiento,  algo  que  conmoviera,  y  emo- 
cionara, instruyendo  á  la  par,  y  se  apartase  por  completo,  de  aquellas  lan- 
guideces y  monotonías  de  los  escritos,  que  hasta  poco  antes  con  general 
aplauso  habían  corrido. 

Cuéntase  como  el  primero  de  los  que  entre  nosotros  cultivaron  con  for- 
tuna el  género  do  Walter  Scott,  a  don  Ramón  López  Soler,  que  dio  "á  luz 
antes  de  1830  iios  Bandos  ile  Castilla  ó  el  caballero  del  cisne,  y 
luego,  otros  libros  de  la  misma  índole,  muy  ensalzados  entonces  por  los 
críticos. 

Del  mismo  tiempo,  ó  del  inmediato  á  la  publicación  de  López  Soler,  son 
ya  muchas  las  novelas  que  se  encuentran  en  España,  y  aunque  siguen  te- 
niendo superioridad  infinitas  las  traducciones,  y  arreglos,  las  hay  hasta 
cierto  punto  originales  y  de  algún  mérito,  contándose  entre  las  extranjeras 
María  de  Courtenay  (Madrid  1829),  D.  Quijote  con  faldas  (Madrid  1829), 
Cecilia,  «novela  helveciana»  (Madrid  1830,)  Adelina  ó  la  Abadía  de  la 
Selva,  (Madrid  1830,)  Gómez  Arias  ó  los  moros  de  las  Alpujarras  (Ma- 
drid 1831,)  escrita  en  inglés  por  Trueba  y  Cossio  y  entre  las  españolas  La 
doncella  de  Misolonghi  de  D.  Estanislao  de  Cosca  Bayo,  (Valencia  1830,) 
Sofia  y  Enrique  de  D.*  Vicenta  Maturana  de  Gutiérrez  (Cádiz  3829.)  La 
Torre  gótica  de  D  Isidoro  Villarroya  (Valencia  1831)  Los  Españoles  náu- 
fragos, de  D.  Segundo  Martínez  de  Robles,  (Madrid  1831,)  El  Conde  de 
Gandespina,  de  D.  Patricio  de  la  Escosura  (Madrid  1833)  y  el  Tancredo 
en  Asia,  de  D.  Juan  Cortada.    (40) 

Pertenecen  todas  estas  novelas  al  género  romántico,  que  arrogante- 
mente iba  á  invadir  de  allí  á  poco  todo  el  campo  de  nuestra  literatura,  y  no 
he  de  detenerme  en  el  estudio  de  ellas,  por  creerlo  fuera  de  lugar  y  ser  á 
más  tarea  ya  rematada  por  los  críticos,  que  han  analizado  ampliamente 
aquel  periodo;  más  conviene  hacer  constar,  que  de  la  publicación  de  tales 
libros,  arrancó  el  renacimiento  de  la  novela  contemporánea,  tan  lejos  hoy 
de  lo  que  fué  en  sus  principios. 

Creciendo  en  lectores  y  panegeristas  dominó  pronto  con  imperio  abso- 
luto el  romanticismo  en  la  novela, quedando  de  1834  á  1840  pocos  escritores 
de  cuenta  que  no  hicieran  un  ensayo  en  el  género,  aunque  sus  condiciones 
y  aptitudes  fueran  las  más  contrarias,  á  salir  airosos  de  la  empresa. 

En  el  primero  de  los  citados  años  cofuenzó  á  ver  la  luz  una  Colec- 
ción de  novelas  históricas  orig;inales  españolas,  publicadas  por 
D.  Manuel  Delgado  «famoso  editor  que  hizo  su  fortuna  á  costa  de  todos  los 
ni^enios  de  aquella  época,»  ó  impresas  en  el  establecimiento  de   Repullos, 


—  61  — 

siendo  la  primera  de  la  tal  colección, la  titulada  JBl  primogénito  de  Al- 
bnrqaerqae,  original  de  López  Soler  qae  ocultaba  su  nombre  (según 
Blanco  García)  con  el  pseudónimo  de  «D.  Gregorio  Pérez  de  Miranda,» 
y  la  segunda  El  Doncel  de  J>.  Enrique  el  «oliente,  debida  á  la  plu- 
ma de  D.  Mariano  José  de  Larra.  (41) 

El  resucitar  este  la  memoria  del  infortunado  trovador  gallego,  no  fué 
hijo  del  capricho  ó  de  la  casualidad,  fué  algo  de  más  cuenta,  algo  más 
profundo,  pues  la  triste  historia  amorosa  del  infeliz  doncel,  le  atraía  pode- 
rosamente, y  le  inspiraba  esa  predilección,  con  que  se  mira  cuanto  tiene 
alguna  semejanza  con  las  propias  desdichas. 

Porque  Fígaro,  (y  hasta  ahora  nada  he  apuntado  en  el  transcur- 
so de  este  libro,)  el  FígAro,  articulista  político,  el  burlador  délas  ridicu- 
leces sociales,  el  que  parecía  en  su  continua  broma  indiferente  á  todo,  él 
que  provocaba  de  continuo  la  risa  de  sus  lectores;  era  detrás  de  todo  esto, 
un  infeliz,  un  alma  abrasada  por  la  pasión,  un  corazón  ardiente,  donde  ha- 
bía crecido  y  del  que  se  había  apoderado,  uno  de  esos  afectos  vehementí- 
simos, que  jamás  sienten  los  seres  vulgares  y  que  por  cada  instante  de  su- 
prema dicha, proporcionan  horas  interminables,  de  angustias,  de  torturas  y 
de  dolores  indecibles. 

Macías,  joven  poeta  de  superior  inteligencia,  leco  de  amor  por  una 
mujer  casada,  ¿qué  había  de  ser  en  la  pluma  de  Larra,  también  joven, 
también  dotado  de  genio,  y  presa  también  de  una  pasión  invencible  por 
una  f)f?rso;i  ,  cuyo  nombre  á  otro  estaba  unido  y  á  quien  ataban  inrompi- 
bles  laz:  c?.  . 

Con  harta  brevedad  suele  contarnos  la  historia  la  vida  del  protagonista 
de  la  novela  de  Larra:  con  ligeras  variantes  el  relato  que  nos  ha  trasmiti- 
do, es  el  siguiente: 

«Macías,  natural  del  Padrón,  pueblo  de  Galicia,  servía  al  Marqués  de 
Villena  en  calidad  de  paje  ó  escudero.  Enamoróse  de  una  doncella  de  la 
servidumbre  del  Maestre  sin  que  éste  lo  supiera.  Fué  correspondido  tier- 
namente, pero  guardando  uno  y  otro  amante  el  secreto.  Ausente  Macías, 
casó  el  Marqués  á  la  dama,  con  un  caballero:  cuando  aquél  regresó  deses- 
perándole los  celoi»:  pero  sabedor  de  que  la  recien  casada  le  amaba  con  la 
misma  constancia,  continuó  alimentando  su  pasión  en  cartas,  versos  y  co- 
loquios, hasta  llegar  todo  á  noticia  del  marido,  que  se  quejó  al  Marqués. 
Este  reprendió  á  Macías  aunque  en  vaide,  su  imprudencia:  su  amor  con 
los  obstáculo?  era  ím\(\\  vez  más  poderoso  y  violento. 

Entonces  A  Maestre,  comprendiendo  el  peligro  si  llegaban  á  verse  los 
dos  rivales,  le  mandó  llevar  preso  á  Arjonilla,  provincia  de  Jaén:   ni  con 


-  62  -- 

esto  aquietóse  el  ánimo  del  apasion  ado  Macíus:  en  la  cárcbl  cantaba  su 
amor  y  hacía  versos  para  que  los  entregasen  á  su  amada.  Sabedor  do  esto 
el  marido,  armóse,  montó  á  caballo,  fuese  á  Arjonilla,  y  llegándose  á  la 
cárcel,  vio  á  Macías  y  le  oyó  lamentarse  de  sus  infortunados  amores:  ar- 
diendo entonces  en  ira,  le  arrojó  la  lanza  y  atravesándole  el  pocho,  dejóle 
allí  muerto  y  huyó  y  se  pasó  al  Jvey  moro  de  Granada.  El  suceso  causó 
honda  sensación  y  produjo  gran  ruido...  EIl  cadáver  de  Macías  fué  llevado 
con  gran  pompa  en  hombros  de  los  caballeros  y  escuderos  más  nobles  de 
la  coniarca,  y  enterrado  en  la  iglesia  de  Santa  Catalina  de  Arjonilla... casi 
todos  los  poetas  contemporáneos  lamentaron  los  amores  y  triste  íin  de  Ma- 
cías.»   (4?í) 

Tal  es  el  reíalo  de  la  historia,  tomada  aquí,  de  la  que  insertó  D.  José 
Fernandez  Espino,  siguiendo  al  P.  Sarmiento,  Larra  fraguó  la  trama  de 
su  libro,  sobre  los  des  personajes  princijjales;  el  trovador  y  Elvira  su  ama. 
da,  alterando  la  forma  del  desgraciado  íin  del  doncel,  á  quien  no  hizo  mo- 
rir á  manos  del  vengativo  esposo  de  la  señora  de  sus  pensamientos,  sino  por 
un  desgraciado  accidente,  de  gran  efecto  dramático  y  á  la  vista  de  la  mu- 
jer querida.  Tienen  desde  luego  los  dos  tipos  enamorados,  singular  realce 
que  los  distingue  de  tcdos  los  demás,  cuando  el  novelista  los  pone  á  los 
ojos  del  lector.  Son  dos  caracteres  definidos  perfectamente,  dos  tempera- 
mentos exaltados,  que  el  escritor/ha  estudiado  con  verdadero  cariño,  antes 
de  trasladarlos  al  papel,  y  tan  fiostenidas  están  siempre,  de  tal  manera 
responden  en  todo  el  curso  de  la  narración  á  lo  que  deben  ser,  que  en  nin- 
guno de  los  momentos   dejan  de  interesar,  y  mantener  al  lector,  excitado- 

El  Macías  de  Larra,  lleno  ds  vida,  dotado  de  un  cuerpo  arrogante, de 
un  corazón  generoso  3'  de  un  valor  no  desmentido,  alienta  solo  para  la  pa- 
sión amorosa,  que  inílama  su  pecho,  que  derrite  su  alma.  Ella,  se  denuncia 
en  su  actos,  influye  en  todas  sus  ideas,  le  tiene  por  completo  sometido  á 
su  imperio  (como  ocurre  si  so  quiere  de  veras,)  y  cuando  habla,  son  sus 
frases,  expontáneas,  sentidas,  expresión  del  fuego  que  le  devora. 

En  el  lenguaje  de  Macías,  hay  como  en  el  de  todos  los  amantes  quo 
sufren,  rugidos  de  fiera  y  ternuras  exquisitas,  euergías  sobrenaturales  y 
desfallecimientos  angustiosos,  trasportes  de  la  más  loca  alegría  y  lamen- 
tos de  la  más  inconsolable  pena,  imprudencias  extremas,  y  explosiones 
tremendas, que  jamás  comprenderá  el  lector,  que  pase  Li  vista  por  aquellas 
páginas,  sin  haber  sufrido  y  gozado  fuera  de  las  almas  vulgares. 

Elvira,  dentro  del  ambiente  que  se  mueve,  no  está  pintada  con 
menor  verdad,  con  menor  acierto  feliz.  Sujeta  por  el  deber,  y  por  el  im- 
pulso llevada,  que  le  arrastra   á  faltar  á  aquél;  unida  á  un  hombre  en  ma- 


—  (\n  — 

trimonio,  que  solo  temor  le  inspira,  y  enamorada  ciegamente  de  quien 
no  puede  sor  su  legítimo  duefio,  lucha  de  continuo  con  su  corazón,  y  con 
su  cabeza,  resultando  siempre  en  la  lucha  vencida,  por  el  primero.  La 
íigura  del  apasionado  y  tierno  doncel,  le  llena  por  completo  el  alma,  su 
nombre  la  conmueve  y  le  agita,  en  su  presencia,  en  vano  hace  esfuerzos 
por  dominar  las  emociones  que  le  turban,  y  no  tarda  en  rendirse  á  sus 
plantas,  y  enloquecerlo,  con  ternuras  do  mujer  apasionada  y  con  severi- 
dades inspiradas  por  el  estrecho  deber. 

Véase  como  describe  Larra  á  la  amada  del  Doncel: 
«Ayudábala  (á  dona  María  de  Albornoz)....  á  pasar  las  jirimeras  horas 
de  la  noche,  otra  mujer  todavía  mas  sencilla  en  su  traje  y  poco  mas  ó  me- 
nos de  la  misma  edad.  Todo  lo  que  la  primera  llevaba  á  la  segunda  en  dig- 
nidad y  riqueza,  llevaba  la  segunda  á  la  primera  en  gracia  y  hermosura. 
Tez  blanca  y  mas  suave  á  la  vista  que  la  misma  seda,  estatura  ni  alta  ni 
pequeña,  pié  proporcionado  á  sus  dimensiones,  garganta  disculpa  del 
atrevimiento,  y  fisonomía  llena  de  alma  y  de  expresión.  Su  cabello  brilla- 
ba como  el  ébano;  sus  ojos  sin  ser  negros,  tenían  toda  la  expresión  y  fiere- 
za de  tales,  sus  demás  facciones  mas  que  por  una  extraordinaria  pulidez, 
se  distinguían  por  su  regularidad,  y  sus  proporciones  marcadas,  y  eran  lo 
que  un  dibujante  llamaría  en  el  dia  académicas  ó  de  estudio.  Sus  labios  al- 
go gruesos,  daban  á  su  boca  cierta  expresión  amorosa  y  de  voluptuosidad, 
á  que  nunca  pueden  pretender  los  labios  delgados  y  sutiles;  y  sus  sonrisas 
frecuentes,  llenas  de  encanto  y  de  dulzura,  manifestaban  que  no  ignoraba 
cnanto  valor  tenían  las  dos  filas  de  blancosy  menudos  dientes,  que  en  ca- 
da una  de  ellas  francamente  descubría.  Cierta  suave  palidez,  indicio 
de  que  su  alma  había  sentido  3'a  los  primeros  tiros  del  pesar  y  de  la  tris- 
teza, al  paso  que  hacía  resaltar  sus  vagas  sonrisas,  interesaba  y  rendía  á 
todo  el  que  teníala  desgraciado  verla  una  vez  parasu  eterno  tormento...» 

¿No  parece  leyendo  detenidamente  esta  pintura  física  de  Elvira,  que 
el  autor  no  hizo  el  retrato  á  capricho,  y  que  tuvo  presente  rasgos  de  al- 
guien que  le  interesaba  y  tal  vez  «para  su  eterno  tormento?» 

¿No  parece  también  conociendo  la  funesta  pasión  que  Larra  abrigó 
en  su  pecho,  que  envenenó  su  existencia  y  causó  su  muerte,  que  habla  el 
mismo,  al  poner  en  boca  de  Hacías,  estas  sinceras  palabras,  de  una  expre- 
sión aterradora? 

«....Si  fui  imprudente,  lo  confieso,  tu  tuviste  la  culpa.  ¿Por  qué  no  me 
inspirastes  una  de  esas  débiles  pasiones,  un  amor  pasajero,  de  esos  que  es 
dado  al  hombre  di.simular,  de  esos  que  no  se  asoman  á  los  ojos,  que  no  hu- 
blan  de  continuo  en  la  lengua  <lel  amante,  de  esos  que  pasan  y  se  acaban, 


—  G4  - 

y  dan  lugar  á  otros?  ¡Ay!  tú  lo  ignoras,  Elvira.  Hay  un  amor  tirano:  hay 
un  amor  que  mala;  un  amor  que  destruye  y  anonada  como  el  rayo,  el  cora- 
zón donde  cae;  que  rompe  y  aniquila  la  existencia;  y  que  es  tf.n  fácil  de 
encerrar,  en  fin,  en  lo  profundo  del  pecho,  como  os  fó  ??'  ncerritr  en  una 
vasija  esos  rayos  del  sol  que  nos  alumbra.»  (Capítulo  XXVIL) 

Aunque  toda  la  atención  de  los  lectores  recae,  sobre  Matías  y  Elvira, 
los  demás  personajes,  que  intervienen  en  la  acción  de  la  obra,  no  por  ello 
resultan,  como  en  tantas  otras  novelas  del  corte  de  la  de  Larra, figuras  sin 
salientes,  que  se  mueven  á  compás,  que  aparecen  ó  desaparecen,  cuando 
al  autor  les  place,  sin  motivo  alguno  que  lo  justifique,  y  que  sobre  estar 
confusamente  trazadas,  ningún  rasgo  presentan  para  poder  interesar,  ni 
ninguna  huella  dejan  en  la  imaginación  de  los  que  leen. 

Aquel  Don  Enrique  de  Aragón,  marqués  de  Villena,  tio  del  rey  de 
Castilla  que  tan  señalado  lugar  ocupa  en  la  historia  literaria  de  su  tiempo, 
está  pintado  con  singular  colorido  y  con  rasgos,  de  verdadero  artista.  Su 
ambición  desmedida,  la  iuícua  farsa  que  pone  en  práctica  para  deshacerse 
de  su  esposa,  doña  María  de  Albornoz  y  obtener  el  Maestrazgo,  su  doblez 
ante  el  monarca,  cuando  la  misteriosa  enlutada  pide  justicia,  3'  la  intriga 
que  fragua  con  el  judío,  hasta  encerrar  en  el  castillo  de  Arjonilla,  al  des- 
venturado doncel,  le  dan  un  tinte  sombrío,  que  si  se  aparta  algo  de  la  rea- 
lidad histórica,  favorece  en  mucho  la  acción  de  la  obra  literaria.  (43) 

Fernán  Pérez  de  Vadillo,  el  esposo  de  Elvira,  servidor  fiel  del  mar- 
qués de  Villena,  aunque  á  veces  reprueba  sus  actos,  se  destaca  también 
con  luz  propia,  y  ofrece  el  tipo  del  hidalgo,  severo  y  cortés,  entero  y  no 
falto  de  valor,  que  al  convencerse  plenamente,  de  que  su  mujer  ama  á  otro 
hombre,  aparta  con  justicia  todo  rasgo  de  clemencia,  para  la  infiel,  y  no 
tiene  más  aspiración,  que  saciaj^su  odio  franco^con  la  sangre  de  quien  ha 
turbado  la  paz  y  reposo  de  su  hogar. 

El  rey  don  Enrique,  harto  más  débil  de  cuerpo,  que  de  carácter,  su  físi- 
co; el  viejo  judío  Abenzarsal,  todo  intiiga  y  tramoya,  astuto,  para  em- 
baucar con  sus  art':s  de  hechicería;  la  noble  D.'^  Mafia  de  Albornoz,  tan 
desdichada  como  buena;  el  caballeroso  don  Luis  de  Guzman,  el  montero 
Hernando  inseparable  de  su  querido  perro  Brabonel,  el  juglar  Ferrus,  cu- 
ya mano  al  soltar  las  cadenas  del  rastrillo  fatal,  causa  la  muerte  de  Don- 
cel, Jaime,  el  pajecillo  travieso,  Peransurez,  y  todos  los  otros  persona- 
jes que  en  la  acción  intervienen,  llenan  perfectamente  sus  lugares,  y  con- 
siguen hacer  que  la  acción  no  decaiga  por  un  momento. 

Bien  meditado  el  plan  de  ella,  y  distribuidas  con  gran  acierto  las  esce- 
nas, aunque  el  objeto  principal   á   veces   parece   interrumpido,   nunca  se 


—  65  — 

pierde,  pues  al  enlazarlo  de  nuevo  el  autor,  lo  hace  de  modo  que  el  lector 
queda  brevemente  impuesto  de  las  situaciones,  y  hecho  cargo  con  rapidez 
de  las  vicisitudes  de  los  personajes. 

Hay  en  El  Doncel  capítulos  dignos  de  la  pluma  de  nuestros  mejores 
novelistas.  Aquel  en  que  Elvira  obtiene  del  paje  el  anillo  de  Hacías,  cuya 
combinación  de  piedras  le  delatan  sus  amor;  (capitulo  VII)  el  otro  en  que 
Hernán  Pérez,  es  burlado  al  interrumpir  el  diálogo  amoroso  de  los  prota- 
gonistas, (capítulo  XXVII),  y,  el  de  la  reñida  lucha,  entre  el  esposo  y  el 
trovador,  que  sigue  al  encuentro  de  ambos  en  el  laboratorio  de  Abenzar- 
sal,  (capítulo  XXII),  prueba  este  aserto. 

¡Qué  fuego  y  expontaneidad  de  la  pasión  palpitan  en  aquellos  diálogos 
entre  Elvira  y  Macías!  ¡Qaó  gracia  y  donaire  en  la  descripción  de  la  posa- 
da de  Arjonilla  y  el  cuento  del  moro  que  habitó  el  castillo,  y  quo  «enqui- 
liostraba  á  las  doncellas»  para  vengarse  de  los  desdenes  amorosos  de  Ze- 
lindaja,  á  quien  al  cabo  hizo  su  víctima!  ¡Qué  interés  en  la  sorpresa  de  Fe- 
rrus  y  el  alcaide,  por  los  finjidos  frailes!  ¡Qué  fuego,  qué  colorido  trágico, 
en  la  muerte  del  enamorado  doncel,  al  abandonar  la  prisión,  perseguido 
por  sus  enemigos,  y  ante  los  ojos  de  la  mujer  que  le  idolatra! 

No  sé  por  qué  razón  hasta  aquí  los  biógrafos  de  Larra,  apenas,  si  se 
han  detenido  al  nombrar  su  novela,  haciendo  el  que  más  de  ella,  cua- 
tro palabras  de  tibio  elogio  ó  tachándola  de  lánguida  y  descolorida  de 
algo  asi,  como  una  de  esas  obras  soporíferas  é  insoportables,  engendros  de 
la  exageración  y  delirio  romántico,  que  á  tantos  extravíos  condujo.  Parece 
como  qae  los  que  han  mencionado  á  El  JHoiicel,  lo  han  hecho,  por  solo 
citar  la  obra  y  por  deferencia  al  nombre  de  su  autor. 

Don  José  Blanco  y  García,  ha  sido  el  primero  (que  yo  sepa)  que  se  ha 
fijado  con  algún  detenimiento  en  lo  que  la  obra  vale,  si  bien  su  juicio  no 
puede  ser  muy  estenso,  dado  el  libro  en  que  va  incluido. 

Llámale  el  citado  crítico  lo  mejor  que  se  publicó  en  la  colección  Repu- 
llés  y  añade:  «El  modelo  de  Larra  no  fué  Walter  Scott  á  lo  menos  exclusi- 
vamente,antes  parece  haber  dado  la  preferencia  á  Dumasy  á  otros  autores 
franceses  aficionados  á  las  grandes  catástrofes  de  la  historia  y  á  los  dra- 
mas íntimos  del  alma,  y  para  eso  buscó  un  asunto  en  que  desbordara  la 
pasión  y  chocaran  violentamente  les  efectos  y  los  intereses,  sin  detenerse 
ante  la  apología  franca  del  pecado.  Condiciones  psicológicas  bien  extra- 
ñas le  hicieron  mirar  con  predilección  y  simpatías  las  aventuras  de  aquel 
infortunado  trovador,  héroes  de  las  leyendas  poi  ulares  y  encarnación  de 
los  amores  imposibles;  Macías. ..y  en  el  que  creyó  ha'lar  una  imagen  de  sí 
mismo,  de  sus  luchas,  desvarios  y  contradiciones.  Hay  en       novela  mucho 

9 


—  ^G  — 

más  calor  y  nervio  que  en  el  drama  (Hacíais)  y  si  bien  en  los  principios 
es  desatada  y  monótona  la  narración,  va  subiendo  do  tono  progresiva- 
mente hasta  la  altura  de  lo  patético. 

Los  que  la  califican  de  lánguida  sin  distinciones  ni  atenuante,  ó  no  la 
han  saludado  ó  no  son  capaces  de  avalorar  aquél  fraseo  tan  natural,  tan 
conciso  y  desafectado  en  que  se  comunican  sus  sentimientos  las  dos  aman- 
tes; la  insistencia  de  Macías,  el  desmayo,  los  paliativos,  y  el  rendirse  á 
discrepcion  de  Elvira  al  apartarse  abiertamente  de  su  deber.  Todo  esto 
debe  censurarse  en  el  terreno  de  la  moral  y,  si  se  quiere  en  el  de  la  li- 
teratura; pero  ¿cómo  llamar  languidez  á  lo  que  es  frenesí  de  la  pasión?.... 
Sin  darse  cuenta  de  ello  obedeció  Larra  á  muy  encontrados  impulsos, 
no  todos  procedentes  del  arte  y  de  sus  diversas  teorías,  y  de  aquí, 
cierto  eclecticismo  de  que  no  saca  gran  partido,  pero  que  pudiera  ser  fe- 
cundo á  no  ir  enlazado  con  substanciales  defectos.  No  es  extraño  que  el 
infelicísimo  autor,  al  describir  escenas,  y  lugares,  se  acordase  tanto  de  sí 
mismo,  haciendo  reflejar  á  sus  personajes  lo  que  con  tanta  vehemencia 
sentía,  ni  que  su  novela,  sin  dejar  de  serlo,  fuese  al  mismo  tiempo,  uña 
confesión  íntima  y  dulorosa,  conservando  entre  otros  el  interés  autobio- 
gráfico. Si  los  reyes  de  la  sátira,  desde  Aristófanes  y  Luciano,  hasta  Swift 
y  Voltaire,  han  ignorado  por  lo  común  el  poder  del  sentimiento,  Fígaro, 
merece  contarse  entre  las  excepciones  de  la  regla,  ó  lo  menos  por  esta 
obra » 

¡Y  cuan  cierto  es  esto!  ¿Quién  creerá  repasando  El  Doncel,  que  el  au- 
tor de  aquél  libro,  era  el  que  á  diario  movía  la  risa  de  número  considerable 
de  lectores,  ridiculizando  sin  escrúpulos  á  los  hombres  y  las  cosas  de  su 
tiempo?  El  que  solo  por  esto  lo  conociera,  ¿no  había  de  sorprenderse  bas- 
tante al  verlo  conmover  las  más  delicadas  fibras  del  corazón,  y  cautivar  al 
lector,  con  delicadezas  de  un  pecho  enamorado? 

El  éxito  de  la  obra  de  Larra  fué  inmediato,  y  sin  duda  contribuyó  á 
que  otros  autores  se  decidieran  á  seguir  su  huella,  publicando  poco  des- 
pués D.  José  Espronceda  Sancho  de  Saldaña  ó  El  Castellano  de  Cue- 
Uar  (1834),  D.  José  García  de  Villalta  El  Golpe  en  vago  «cuento  de  la  dé- 
cima octava,  centuria»  (1835),  D.  Patricio  de  la  Escosura,  Ni  Rey  ni  Ro- 
que, (1835),  D.  Juan  Cortada,  El  Rapto  de  D.*  Almodis,  (1836),  y  otros 
autores  de  menos  en  anta,  infinidad  de  leyendas,  episodios  históricos  y  na- 
rraciorr^s,  que  yacen  sepultctdas  c^:  1-^-  clumnas  de  los  periódicos  litera- 
rios y  en  los  rincone>  ae  las  bibliotecas.    (44) 

Produjo  El  Doncel  á  Larra  según  mis  noticias  4.800  reales,  y  de  la 
obra  se  han  publicado  á  más  de  la  j^rimera  ediccion   citada   una   en   1838 


—  67  — 

impresa  también  por  liepullés,  otra  subrepticia  en  Barcelona,  el  mismo 
año,  otra  en  1852  en  dos  tomos  con  un  prólogo  de  D.  Luis  Mariano  de 
Larra, hijo  de  Fígaro  y  láminas  de  Urrabieta  y  dos  más,  que  no  conozco, 
en  fecha  posterior,  de  Méjico  y  Puerto  Rico.  .Además  s-"  ''^  '  ':  ■'.■-'do  on 
las  ediciones  de  las  Obras  Completas  do  Larra  d^  Mad 
París  (1856  y  1870)  y  Barcelona  (1845  y  1886),  ilustrada  t.ai  lucuna  con 
magníficos  dibujos  de  D.  José  Luis  Pellicer. 

Es  la  novela,  de  lo  que  ha  sufrido  más  transformación  desde  la  mitad 
de  nuestro  siglo,  pero  aunque  ella  sea  tan  distinta  en  el  dia,  de  lo  que  fué 
en  tiempo  del  romanticismo,  quedan  sin  embargo,  como  quedan  de  todas 
las  escuelas  literarias  cuando  pasan,  un  reducido  número  de  obras, que  vie- 
nen á  salvarse  del  naufragio,  y  sostenerse,  sean  cuales  sean,  los  gustos 
que  imperen,  porque  en  ellas  hay  algo  que  víví  el  mámente  y  que  eter- 
namente se  apieciará,  aunque  vaya  rev  :sc''¡~  de  este  ó  del  otr^  'o- 
paje. 

Algo  así  le  jasa  á  El  Dcncel;  en  lectura  tengo  para  mí  cju^  nunca  se- 
ría abandonada  'ompletameite,  que  nunca  dejará  de  producir  impresión 
en  aquellos  que  sepan  estimar  las  obras  literarias,  animadas  por  el  fuego 
de  la  pasión,  y  que  á  un  hermoso  arranque  de  sentimiento  debieron  la 
existencia. 

De  las  distintas  faces  que  ha  tenido  la  novela  en  España  durante  el 
siglo  XIX,  pocas  son  tan  dignas  de  ser  extensamente  estudiadas,  como  la 
primera  época,  en  que  dominó  en  ella  el  gusto  romántico,  no  tan  solo  por 
lo  que  produjo,  sino  también  por  la  larga  huella  que  dejó  transformándose, 
y  que  fué  seguida  después,  hasta  tiempo  mu}^  cercano  al  presente,  en  que 
se  sobrepuso  y  triunfó  en  toda  línea  la  novela  de  análisis,  del  3studio  del 
«documento  humano»,  la  que  reproduce  el  cuadro  fotográfico  de  la  reali- 
dad, y  nada  oculta  á  los  ojos  del  lector,  la  que  abandona  el  enmarañado 
argumento,  y  la  fatigosa  intriga,  la  que  penetra  en  fin,  en  el  corazón  de 
los  personajes,  y  es  reproducción  exacta  de  la  vida,  con  sus  íntimas  lu- 
chas^ sus  grandezas  y  sus  miserias.  La  desmedida  afición  despertada  en 
el  público  de  aquellos  dias  por  las  lecturas  novelescas,  el  poco  escrúpulo 
de  muchos  escritores,  y  las  facilidades  materiales  en  los  medios  de  publi- 
cación, hicieron  que  en  corto  número  de  años,  se  inundara  España  de 
libros  voluminosos,  que  en  muchos  casos  se  habían  hecho,  sin  plan,  ni 
detenido  estudio,  amontonando  con  espantoso  desorden,  personages  y 
escenas,  y  llenos  de  falsas  pinturas,  de  inverosímiles  sucesos  y  de  errores 
históricos.  ¡Y  fué  gran  lástima  que  el  género  que  en  un  principio,  pro- 
ducía  obras  del  arte  y  del  seutiíaiento,    que   había   comenzado  por   enri- 


—  68  — 

quecerse  con  El  Doncel,  El  golpe  en  vago  ó  El  señor  de  Bembibre,  lle- 
gase tan  rápidamente  á  abortar,  LtSi  Hija  de  un  jornalero,  Gontran  el 
Bastardo  ó  La  ^^ota  de  sangre! 

Digno  sí,  de  un  estudio  y  de  habilísima  mano,  es  el  período  primero 
de  nuestra  novela  romántica,  que  aunque  con  todo  su  sabor  transpirenaico 
7  con  todo  el  reflejo  de  imitación  que  le  han  recargado,  tiene  mucho  de 
propio,  btllo  y  artístico. 


VI. 


Los  teatros  según  Fernandez  de  Córdova. — Obras  aplaudidas.— Ac- 
trices y  actores.— La  Cruz  y  el  Principe.— El  furor  filarmónico. 
—Comedias  y  Dramas.— Traducciones  y  arreglos. — Estreno  de 
No  mas  Mostrador.— Sus  personages. — Roberto  Dillon  ó  el  Ca- 
tólico de  Irlanda.— Don  Juan  de  Austria. — Felipe  y  otras  tra- 
ducciones de  Larra.— El  drama  romántico.— Primeras  tentati- 
vas.—Macias.— Lo  que  de  él  dijo  su  autor.— El  estreno.— Sus 
personajes.— Sus  argumentos.— Dramas  que  le  siguieron.— Don 
Alvaro.— El  Trovador.— Triunfo  del  romanticismo  en  el  teatro. 
—El  arte  de  conspirar.— Un  párrafo  de  Cañete.— Tu  amor  ó  la 
muert»3. — Un  drama  no  representado.— Kl  conde  Fernán  Gon- 
zález. 

«Los  que  ahora  lean  estas  páginas  acostumbrados  al  lujo  y  al  confort 
moderno  no  podrán  figurarse...  lo  que  eran  aquellas  construcciones  que 
llamábamos  teatros  en  la  primera  mitad  de  este  siglo.  Luces  macilentas  de 
aceite  que  lo  dejaban  todo  en  la  penumbra  y  despedían  un  olor  insoporta- 
ble. Palcos  estrechísimos,  mal  pintados,  mal  decorados  y  pésimamente 
amueblados,  á  los  cuales  no  podían  asistir  las  damas  con  vestidos  media- 
namente ricos,  por  temor  de  mancharlos  de  polvo  y  aceite;  una  cazuela, 
destinada  exclusivamente  á  las  señoras,  con  solo  bancos  de  madera  sin 
respaldo,  sobre  los  cuales  cada  una  pendía  almohadones  traidos  expresa- 
mente de  su  casa;  lunetas  de  tafilete,  rotas,  mugrientas  y  desvencijadas; 
emanaciones  pestilentes  procedentes  de  las  galerías  contígnAs;  densa  y 
constante  atmó.sf'era  de  humo;  frió  en  el  invierno  hasta  el  punto  que  los 
espectadores  asistían  cuidadosamente  envueltos  en  sus  capas;  oalor  asfi- 
xiante en  verano  por  la  falta  de  ventilación  conveniente;  empleados  y  aco- 
iiiodadores  grosero^  que  había  que  tratar  á  bí^stonazos  hartas  yeces  y  ca» 


—  To- 
mo complemento  de  este  cuadro,  un  público  medianamente  culto   todavía^ 
cuyas  manifestaciones  eran  violentísimas  siempre...» 

Así  pinta  el  general  Fernandez  de  Cordova  con  singular  acierto  los  tea- 
tros de  Madrid  en  los  tiempos  en  que  vivía  Larra,  cuando  eran  aplaudidas 
La  pata  de  Cabra  de  Grimaldi,  El  día  más  feliz  de  la  vida  de  Gil  de  Za- 
rate, El  pobre  pretendiente  de  Carnerero,  El  Edipo  de  Martinez  de  la 
Rosa,  los  primeros  arreglos  de  Ventura  de  la  Vega,  y  las  diez  ó  doce  co- 
medias porque  solo  era  conocido  Bretón  de  los  Herreros.  Era  entonces 
cuando  pisaban  las  tablas  Concepción  Rodríguez  y  Joaquina  Baus,  Gar- 
cía Luna,  Mate,  Latorre  y  el  saladísimo  Guzman;  (45)  cuando  remata- 
ban las  obras  con  bailes  nacionales  que  jamás  cansaban  al  público,  y  cuan- 
do á  lo  más  se  prolongaban  los  espectáculos  hasta  las  once  de  la  noche. 

Dos  teatros  había  abiertos  en  Madrid,  los  dos  famosos  por  su  historia 
y  los  dos  reedificados  durante  la  primera  mitad  del  siglo  XVIII.  En  el  de 
la  Cruz,  que  era  el  primero  (1737)  representábanse  «con  más  frecuencia  las 
comedias  antiguas  españolas,  las  óperas  bufas  de  poco  aparato  y  rara 
vez  tragedias  y  dramas;»  el  segundo,  que  era  el  del  Príncipe,  (1775,)  lla- 
maba la  atención  por  su  decorado  y  vestuario,  que  para  entonces  era  una 
maravilla,  y  en  él  tenían  su  centro,  las  obras  de  gran  espectáculo,  así  lí- 
ricas como  dramáticas.    (46) 

Del  teatro  de  Oriente  que  había  de  ser  un  dia  magnífico  teatro  Real, 
solo  existía  el  proyecto,  y  las  obras  interminables  comenzadas  de  tiempo 
atrás,  no  ciertamente  con  gran  impulso. 

El  público  «escogido»  que  diríamos  hoy,  los  lechuguinos  del  Viltimo 
figurín,  las  niñas  sensibles  de  teces  pálidas,  los  hombres  de  mundo  y  los 
que  se  preciaban  de  buen  gusto  y  estimadores  de  lo  bello,  daban  desde 
luego  la  preferencia  á  la  ópera, siendo  escuchada  una  y  cien  veces  la  Clara 
de  Koseniberg  de  Ricci,  Jnlieta  y  Romeo  de  Vaccay,  el  inmortal 
Barbero  de  Rossini,  Tebaldo  é  Isolina,  £1  Cruzado  en  Cj^ip- 
to:  (47)  mientras  la  gente  de  letras,  hacían  esfuerzos  por  atraer  la  aten- 
ción con  comedias  y.  dramas,  frenéticamente  aplaudidos  estos  últimos  y 
por  el  vulgo,  cuando  tenían  por  títulos  el  lloiiasterio  abaiHloiiado  ó 
la  Maldición,  l^a  Qninta  de  I*alíz%i  ó  los  Aistesinos  d«  Floren- 
cia, Átala  ó  los  Amores  de  dos  Salvages  y  tantas  otras  completa- 
mente desconocidas,  no  ya  para  la  presente  generación,  sino  para  la  que 
inmediatamente  sucedió  á  aquella.    (48) 

Traducciones,  arreglos  y  refundiciones  de  obras  en  prosa  y  verso  no 
faltaban  ciertamente  en  los  teatros,  que  ni  la  abundancia  de  ingenios  ori- 
ginales era  mucha,,  ni  la  masa  general  del  vulgo  que  ocupaba  sillones, .ter* 


-  71  - 

tulias,  galerías  y  cazuelas,  preocupábase  gran  cosa  en  averiguar,  cual 
era  el  origen  de  quien  le  entretenía  y  proporcionaba  horas  de  esparci- 
mlonto. 

Sobresale  oiitre  aquellos  arreglos,  uno  del  que  he  de  tratar  aquí,  re- 
presentado por  vez  primera  en  el  teatro  de  la  Cruz  en  29  de  Abril  de  1831, 
titulado  So  más  iiiostrafloi*,y  debido  á  la  pluma  de  D.  Mariano  José  de 
Larra,  que  aunque  al  imprimir  el  libro  llamóle  «comedia  original»,  te- 
nía su  procedencia,  en  una  muy  celebrada  en  París,  de  Eugenio  Enrique 
Scribe,  autor  popularísimo  entonces,  y  que  con  pasmosa  fecundidad 
surtía  de  piezas  de  todos  géneros  á  los  teatros  de  la  capital  de  Fran- 
cia. (49) 

La  buena  acogida  que  tuvo  No  más  mostrador,  fué  en  verdad  justi- 
ficada, pues  ciertamente  no  abundaban  mucho,  en  la  escena  de  entonces, 
comedias  como  aquella,  que  siendo  de  paternidad  extranjera,  llegaran  tan 
acertadamente  á  presentarse  á  la  española. 

Sus  personajes  tienen  vida,  acción,  movimiento.  Doña  Bibiana  y  Ju* 
lia,  D.  Deogracias,  Bernardo  y  El  Conde  de  Verde-Sauco,  parecen  tipos 
enteramente  nuestros,  pues  no  conservan  nada,  de  ese  sabor  transpire- 
naico, que  en  vano  intentan  hacer  desaparecer,  la  mayoría  de  los  arregla- 
dores  y  traductores,  que  por  acá  ha  tenido  el  teatro. 

El  interés  que  no  decae,  y  que  desde  los  primeros  momentos  se  des- 
pierta, lo  altamente  cómico  de  algunas  situaciones,  (ejemplos,  las  escenas 
VIII  y  IX  del  acto  segundo,  y  la  III  del  tercero),  la  rapidez  del  desenla- 
ce, y  la  pintura  de  los  caracteres,  hacen  de  No  másmostrador,  una  pro- 
ducción apreciabilísima,  que  es  lástima  no  se  represente  hoy  algunas  ve- 
ces, pues  de  seguro  sería  escuchada  con  gran  satisfacción  por  el  público. 

Otra  obra  de  más  vuelos  dio  Larra  á  las  tablas  al  siguiente  año,  esto 
es,  en  1832,  no  arreglada,  sino  traducida  del  francés,  y  fué  el  «melodrama 
de  grande  espectáculo»,  original  de  Víctor  Ducange  (50)  titulado  Rober- 
to Dillon  ó  el  católico  de  Irlanda, en  cinco  actos  y  en  prosa, prosa  mucho 
más  esmerada,  que  la  de  su  primer  ensayo  dramático,  que  el  mismo  Larra 
había  criticado,  al  decir  en  el  número  5  de  El  Pobrecito  Hablador.  «No 
hace  mucho  tiempo  que  vimos  en  la  representación  de  una  comedia  titula- 
da No  más  mostrador,  la  frase  siguiente:  — Si  el  ridículo  que  nos  hemos 
echado  encima  no  nos  hace  morir— (Kscena  IV  acto  V)  y  en  muchas  par- 
tes,vemos  continuamente  repetido  este  galicismo.  ¿Qué  cosa  es  un  «ridícu- 
lo que  se  echa  uno  encima?»  ¿Se  usa  en  castellano  como  sustantivo  la  voz 
ridículo,  ni  quiere  decir  nada  usado  de  esta  manera?  Si  los  jóvenes  que  se 
dedican  á  la  literatura,estudiasen  más  nuestros  poetas  ajitiguos,  en  vez  de 


~  72  _ 

traducir  tanto  y  tan  mal,  sabrían  mejor  su  lengua,  se  aficionarían  más  á 
ella,  no  la  embutirían  de  expresiones  exóticas,  no  necesarias  y  serían  más 
«elosos  del  honor  nacional.» 

Estrenóse  Roberto  Dillon  en  el  coliseo  de  El  Principe,  y  fué  tan 
franco  su  éxito,  que  durante  largos  meses  se  mantuvo  en  el  cartel,  y  no 
tardó  en  representarse  en  las  principal<is  capitales  de  provincias,  por  los 
actores  de  mejor  nombre. 

Feliz  fué  la  idea  de  Larra,  al  traducir  aquel  drama  de  grandes  efec- 
tos, pues  el  enamorado  Patricio,  que  se  suicida  por  no  ser  apóstata  á  su 
religión,  Roberto,  su  padre,  que  muere  inocente,  y  el  traidor  Dermod,eran 
personajes,  que  dados  los  gustos  iel  público  de  entonces,  habían  de  ser  de 
la  mejor  manera  acogidos. 

El  mismo  acierto  presidió  también  en  la  traducción  de  D.  Juan  de 
Austria  ó  la  Vocación,  comedia  en  cinco  actos,  original  de  Ducange,  que 
se  estrenó  en  el  Príncipe  en  1834,  y  de  la  que  fueron  muchos  los  elogios 
hechos  en  los  periódicos  madrileños.  (51) 

Obra  original,  llamóse  también  como  se  dijo  de  No  mas  mostrador, 
á  otro  arreglo  representado  en  1833,  titulado  Felipe,  bella  comedia  en 
dos  actos, cuyo  argumento  interesante  y  desarrollado  con  suma  discreción, 
supo  Larra  hacerlo,  doblemente  digno  de  estima,  refundiéndolo  á  nuestro 
teatro,  adaptándolo  á  nuestras  costumbres  y  dándole  á  los  personajes  fi- 
sonomía española..  (52) 

Pero  no  me  detendré  en  hablar  de  otras  traducciones  y  arreglos  de 
Figaro,  tales  como  El  arte  de  conspirar,  Tn  desafio,  Partir  á  tiempo, 
y  ¡Tu  amor  ó  la  muerte!,  por  dar  aquí  preferente  atención  á  su  drama 
Macias,  y  deber  las  obras  citadas,  necesariamente  figurar  en  segundo 
orden. 

El  drama  romántico,  puede  decirse  que  no  triunfó  abiertamente  en  la 
escena  española,  hasta  que  en  1835  apareció  esa  creación  hermosísima 
que  se  llama  Don  Alvaro  ó  la  Fuerza  del  sino,  pero  poco  antes,  prece- 
diéronle dos  obras,  que  si  no  podían  incluirse  abiertamente  en  la  nueva 
escuela,  eran  los  mas  avanzados  pasos  hacia  ella,  que  hasta  entonces  aquí, 
se  habían  dado.  Refiérome  á  la  Conjuración  de  Venecia,  «año  1310,  dra- 
ma histórico  en  cinco  actos»  de  don  Francisco  Martínez  de  la  Rosa,  estre- 
nado en  Abril  de  1834  y  á  el  Macias,  drama  también  histórico,  en  cinco 
actos  y  en  verso,  de  don  Mariano  José  de  Larra,  representado  en  el  Prín- 
cipe el  24  de  Septiembre  del  citado  año. 

Aun  no  había  acabado  de  saborear  el  público  la  lectura  de  El  Doncel, 
cuando  Larra,  llevado  de  su  preferencia  por  el  apasionado  trovador   de  la 


-  7a  - 

corte  de  Enrique  IIT, lo  hacía  jirotaojonista  déla  mas  aplaudidít  y  popular 
de  sus  obras  teatrales,  y  como  si  no  le  pareciera  suficiente,  cuanto  de  él 
había  dicho  en  el  libro,  quiso  hacer  resaltar  mas  y  mas  sn  ñgura",  presen- 
tándolo sobre  las  tablas,  para  que  entusiasmase  y  conmoviera  al  vulojo. 

«Nunca  he  podido  explicarme  dice — Meriendez  Pelayo — en  su  Antolo-^ 
gía  de  poetas  líricos, (tomoIV), esta  singular  atracción  y  fatídico  prestigio  ■ 
que  atraía  á  Larra,  hacia  la  figura  del  Doncel.  ¿Qué  misteriosas  afinida- 
des podía  haber  fuera  de  la  pasión  amorosa,  entre  el  alma  sencilla  del  tro- 
vador gallego  del  siglo  XV,  y  el  negro  humorismi  que  fermentaba  eji  el 
espíritu  turbulento  de  Larra,  convirtiendo  en  hiél  para  su  autor,  liíista  los 
donaires  de  su  pluma?  Pero  es  lo  cierto  que  la  predilección  existi('),  y  que 
si  se  descompone  en  dos  mitades,  el  genio  de  Larra,  Fígaro,  será  la  crí- 
tica y  la  sátira  y  Macias  la  pasión  y  la  locura  de  amor.» 

Ninguna  afinidad  efectivamente  existe  entre  Alacias  y  Larra,  estu- 
diados literariamente,  pero  como  ya  dije  en  el  anterior  capítulo,  los  amo- 
res desgraciados  del  doncel,  su  pasión  violenta  é  invencible,  fué  tan  solo 
la  causa  de  aquella  preferencia  de  nuestro  autor,  no  encubierta,  y  ma.s 
claramante  demostrada  tal  vez,  en  el  drama,  que  en  la  novela,  si  bien  ésta 
excede  en  mérito  y  es  mas  digna  de  aprecio  que  aquél. 

No  decidido  Larra  por  el  género  romántico,  aunque  las  obras  de  Víc- 
tor Hugo,  Dumas  y  Ducange,  le  eran  harto  conocidas,  solo  dio  á  su  pro- 
ducción el  nombre  de  «drama  histórico»  y  en  aquellas  Dos  palabras 
que  le  puso  al  frente  escribió: 

«...  ¿Qué  es...  Macias?  ¿Qué  se  propuso  hacer  el  autor?  Macias  es  un 
hombre  que  ama  y  nada  más.  Su  nombre,  su  lamentable  vida  pertenecen 
al  historiador;  sus  pasiones  al  poeta.  Pintará  Macias  como  imaginé  que. 
pudo  ó  debió  ser,  desarrollar  los  sentimientos  que  experimentaría  en  el 
frenesí  de  su  loca  pa-sion,  y  retratar  á  un  hombre,  eso  fué' él  objeto  de  mi 
i  Irania.  Quien  busque  en  él  el  sello  de  una  escuela,  quien  le  invente  un 
nombre  para  clasificarle  se  equivocará.  ¿Para  qué  há  menester  un  nom- 
bre? ¡Ojalá  no  se  equivoque  también,  quien  busque  en  Macías,  alguna  es- 
cena interesante,  tal  cual  sentimiento  arrancado  al  corazón,  y  un  amor 
medianamente  expresado...» 

Conservando  en  toda  su  fuerza  la  pasión  de  los  protagonistas.  Larra 
tuvo  que  hacer  necesariamente  alteraciones. algunas  notables,  al  trasladar 
el  argumento  del  libro  al  teatro. 

En  el  drama,  figura  por  ejemplo  un  personaje  que  no  se  encuentra  en  la 
novela,  Nuñp  Hernández,  padre  de  Elvira:  el  escudero  de  Macías   se  Ha 
ma  Fortun,  v  la  amada  del  doncel,  tiepe.una  ducüa  nombrada  Beatriz,  ti^ 

10 


-  74  ^ 

po  á  la  vertlad  de  poco  Haliente.  üe  cuantas  figuras  .se  muevon  en  las  pá- 
ginas de  libro,  solo  utilizó  Ijarra,  cinco^  á  saber,  Maclas,  y  Elvira,  D.  En- 
rique de  Villona,  Fernán  Pérez  de  Vadillo  y  Rui  Pero,  camarero  de  don 
Enrique,  ^ue  unidos  á  los  tres  tipo??  quo  creó,  fuéronlo  suficientes  á  de- 
senvolver  el  argumento,  con  las  reformas  necesarias. 

Aparece  eu  los  comienzos  de  el  drama  soltera  Elvira;  su  padre  la  lia 
prometido  á  Fernán  Pérez,  y  éste  llega  cumplido  el  plazo,  a  verificar  su 
enlace;  hacen  creer  á  la  doncella,  que  Macías  á  quien  amaba,  ha  contraí- 
do matrimonio  con  otra  mujer,  y  ella  ciega  de  dolor  y  de  celos,  se  decide 
á  dar  su  mano  ol  hidalgo  Vadillo.  Celebrada  la  boda,  preséntase  Macías, 
y  Inego,  llevado  de  la  pasión  que  inflama  su  pecho  y  sin  temor  ú  los  obs- 
táculos, consigue  penetrar  hasta  la  cámara  de  la  mujer  que  idolatra,  á 
quien  logra  hablar  y  donde  es  sorprendido  por  el  esposo,  y  por  el  mar- 
qués de  Villeníi. 

Este  encierra  á  Macías  en  una  torre  de  su  palacio  de  Andújar,  allí  vá 
Elvira  secretamente  á  avisarle  que  Fernán  Pérez, le  prepara  una  embosca- 
da para  asesinarlo,  y  que  aun  es  tiempo  de  que  se  salve,  pero  el  doncel,  lo- 
co de  amor,  se  niega  á  abandonar  la  prisión,  si  no  le  acompaiia  su  amada, 
en  cuyos  momentos,  oyóse  el  rumor  de  los  quo  vienen  con  Vadillo  á  come- 
ter el  críínen.  Sale  Macías  á  su  encuentro  y  es  herido  de  muerte,  visto  lo 
cual  por  Elvira,  arrebata  una  daga  que  su  amante  conserva  en  la  mano  y 
se  traspasa  con  ella  el  pecho,  expirando  sobre  su  cadáver. 

Tal  es  el  desarrollo  del  drama.  En  él  sobresalen  como  en  la  novela, los 
diálogos  entre  los  dos  amantes,  y  la  pintura  que  cada  uno  de  su  culpable 
pasión  hace;  en  esto  úllimo,  es  en  lo  que  hay  fuego,  y  verdaderos  rasgos 
felicísimos,  que  no  abundan  en  el  resto  de  la  composición. 

Así  por  ejemplo,  son  bellísimos  los  versos  con  quo  Elvira  defiende  al 
Doncel,  cuando  Xuíio,  por  apartarla  de  su  pasión  le  llama  <mal  trovador  ó 
simple  aventurero,  >  (escenn  IV^  acto  I.^ 

Elvira.— Eso  nu.— Si  os  place  nunca,  nunca 
me  llamará  su  esposa,  ni   cumpliaa 
veré  jamás  tan  plácida  esperanza 
pero  al  menos  sed  justo:  sus  virtudes 
su  ingenio,  su  valor,  sus  altos  hechos 
no  despreciéis  señor,  ¿dónde  están  muchos 
que  á  Macías  se  igualen  ó  parezcan? 
De  clima  en  clima,  vos,  de  gente  engente 
buscadlos  que  le  imiten  solamente. 


-  75  -- 

Su  ardimiento?  ¿Vos  mi  amo,  uo  lo  visteis 
ua  un  año  poco  más  en  Tordesillae 
los  premios  del  torneo  arrebatando 
cuando  el  rey  don  Enrique  ol   nacimiento 
celebraba  del  principe?  ¿Cuál  oti^o 
más  sortijas  cogió,  cogió  mas  cañas? 
¿Quién  supo  más  bizarro  en  la  carrera 
hacer  astillas  la  robusta  lanza? 
¿Quién  á  sus  botes  resistió?    ¿Quién   tuvo 
el  animoso  bruto  gobernando 
más  destreza  y  donaire?  Pero  Niño 
;el  mismo  Pero  Niño,  vino  al  suelo 
del  arzón  arrancado  á  su  embestida 
y  la  arena  besó!  ¿Pedisle  hazañas? 
el  Algarbe  las  diga,  que  aun  las  llora; 
y  el  campo  de  Baeza  donde  escritas 
su  espada  las  dejó  con  sangre  mora. 
Y  en  fin,  su  ingenio,  si  el  ingenio  vale, 
vos  mas  que  yo  lo  conoce'is;  vos  mismo 
(;on  él  fuisteis  también  cuando  Vi  llena 
á  Aragón  le  llevó  donde  hizo  alarde, 
en  el  dialecto  lemoain,  del  suyo 
donde  los  juegos  mereció  de  Flora 
el  premio  y  la  corona,  que  á  mis  plantas 
vino  á  ofrecer  después  ¡Cuántas   cantigas 
de  él  corren  en  la  corte  y  que  la   afrenta 
de  los  ingenios  son,  y  de  las  damas 
el  contento  y  placer!  ¿Y  ese  es  decidme, 
ese  el  mal  Trovador  y  aventurero 
ese  el  simple  soldado?  Padre  mió. 
si  eso  no  es  ser  cumplido  caballero 
si  eso  es  ser  villano,  yo  .villano 
á  los  nobles  mas  nobles  le  prefiero.» 

Hay  en  estas  estrofas  donde  Elvira  habla  de  su  amado,  todo  ose  en- 
tusiasmo, 3^  colorido,  que  sin  darse  apenas  cuenta,  saben  imprimir  los 
labios,  cuando  se  ocupan  del  ser  elegido  del  corazón,  y  no  se  ve  esto  menos 
en  las  palabras  de  Macías,  al  disculpar  su  presencia  ante  su  señor  el  mar- 
qués de  Vi  llena  en  el  acto  II  (excena  XI.) 


—  1&  — 


Macias.. — -Perdona  si  á  la  orden  tuya, 
no  di  obediencia  debida 
porque  e«  quitarme  la  vida 
mandar  que  de  Andújar  hu3'^a. 
Aquí  esítá  Elvira  señor 
y  aquí  como  caballero 
mi  juramento  primero 
me  llamaba  y  el  amor. 
No  presumas  que  es  nacido 
de  alguna  leve  añcion; 
no,  que  es  veraz  mi  pasión 
y  nadie  igual  la  ha  sentido 
Muchas  veces  por  vencella 
la  ausencia  y  tiempo  imploraba: 
raás  donde  quiera  que  estaba 
.     allí  Elvira,  allí  mi  bella. 
Ni  alcanzaba  libertad,  • 
por  más  que,  libre,  la  huía, 
solo  á  ella  en  el  campo  vía, 
solo  á  ella  en  la  ciudad. 
A  Elvira  hablaba  en  el  sueño 
despierto  á  Elvira  también; 
y  ni  conozco  otro  bien 

ni  soy  de  no  amarla  dueño 

Harto  hice  en  privarme  un  año 

de  su  vista:  y  si  de  aquí 

apartado  padecí 

ausencia  tan  en  mi  daño 

Quise  poner  de  mi  parte 

la  razón  y  el  sufrimiento, 

para  con  más  ardimentos 

venir  después  á  implorarte.  &» 

La  escena  IV  del  acto  tercero,  y  las  dos  que  le  siguen  es  lo  iiiejor  del 
dranla,  y  por  ella  puede  verse  qiu  no  es  obra  tan  «helada  y  hecha   á  com 
pás»  como  ha  escrito  algún  autor. 

-Los    primeros  intérpretes   del    drama  fueron    Concepción   Rodríguez 
(JEI vira), Carlos  Latorre(Macias)Pedro  Mate(D.  JKnrique  de  Villena),; 


-  77  - 

y  del  desempeño  de  los  papeles,  decía  lo  que  sigue  El  Kco  del  Co- 
mercio, al  dar  cuenta  del  estreno  en  su  número  149  de  26  de  Sep- 
tiembre. 

«También  los  recibieron  (los  aplausos)  los  actores  que  hicieron  cuanto 
estuvo  de  su  parte  aunque  alguno  de  ellos,  no  fuese  el  más  apropósito  para 
el  papel  que  desempeñaba  como  clSr.  Mate  coya  voz  no  tiene  la  fuerza  que 
requería  la  ira  del  maestre  de  Oalatr^va.  La  Sra. Concepción  Rodnguez;:Te8*' 
citó  como  siempre  la  admiración  y  el  entusiasmo  de  los  espectadores, y  solo 
por  el  deseo  de  que  en  ella  no  se  halle  nada  que  reparable  sea,  nos  atreve- 
mos á  indicarla  que  acaso  no  convendría,  tanta  celeridad,  tanta  rapidez 
en  la  recitación  de  algnnos  versos.  El  Sr.  Latorre  y  los  demás  actores,  se 
esmeraron  como  tienen  por  costumbre  y  contirmaron  la  opinión  de  que 
justamente  gozan.»  (53) 

Tuvo  Macías  una  época  en  que  se  representó  bastante,  y  que  pro- 
dujo entusiasmo  en  el  público,  contribuyendo  á  esto  mucho,  el  gran  actor 
D.  Jí  sé  Valero,  que  lo  interpretó  admirablemente, en  aquellos  años  en  que 
se  encontraba  en  todo  el  apogeo  de  sus  facultades  y  de  su  gloria. 

Sin  embargo,  la  producción  de  Larra,  pasó  á  segunda  fila,  cuando  el 
y;r'dn  triunfo  del  romanticismo  en  el  teatro,  cuando  el  duque  de  Rivas  dio 
su  D.  Alvaro  i22  Marzo  1835)  como  ya  dije  y  en  pos  de  él  se  atrajeron 
la  atención  toda,  Blanca  de  Korboii  (7  Junio  1885^  üe  Gil  Zarate, 
FÁ  Trovador  d  Marzo  1836)  de  García  Gutieriez  y  liOS  Amantes  de 
Teruel  (19  Enero  1837^  Hartzenbuch.  (54) 

Estas  cuatro  hermosísimas  creaciones,  joyas  inapreciables  de  la  dra- 
mática española  del  siglo  XIX,  que  bastarían  solo  haber  hecho  inmor- 
tales los  nombres  de  sus  autores  (si  por  otros  títulos  no  lo  fuesen)  descue- 
llan arrogantes, sobre  cuanto  produjo  el  teatro  romántico  en  nuestra  patria; 
ellas  serán  siempre  admiradas  y  enaltecidas,  y  siempre  que  aparezcan  en 
la  escena  el  indiano  desdichadísimo,  la  infeliz  esposa  de  D.  Pedro  de  (bas- 
tilla; el  gallardo  Manrique  y  la  pareja  turolense,  que  está  eternamente 
ñaostrando  la  grandeza  sublime  del  amor, la  unión  inseparable  de  dos  almas 
gemelas,  producirán  el  mismo  efecto,  conmoverán  lo  mismo  á  los  corazo- 
nes que  sepan  sentir,  que  les  conmovieron  en  aquellos  dias,  en  que  el  po- 
der de  genio  y  el  sentimiento  les  dio  vida. 

Imprimió  Larra  sn  drama  Maclas  en  los  comienzos  en  1835, en  casa  de 
Repullos  (55)  y  le  produjo  entonces  solo  «mil  reales,  por  derecho  de  impre- 
sión y  propiedad  perpetua  en  provincias»  como  consta  de  las  apuntaciones 
que  tengo  presentes. 

Inauguró  nuestro  autor  el  citado  aüo,  dando  ^  la  escena  de  la  Cruz,  151 


—  78  — 

arte  de  conspirar  (56)  cjuiedia  eu  ciuco  actos  que  tradujo  como  él  sabía 
hacerlo,  y  publicó,  ccultaudo  de  nuevo  au  uombre,  uou  el  anagrama  de  Ra- 
món Arríala. 

A  propósito  del  estreno  de  esta  obra,  he  de  citar  aquí  un  interesante 
párrafo  que  encuentro  en  un  artículo  que  dedicado  al  autor  Joaquín  Arjo- 
na,  publicó  don  Manuel  Cañete,  el  famoso  crítico  de  teatro,  en  el  Alma- 
naque de  la  Ilustración  Kspañola  y  Americana  «para  ti  año  1887» 
(Madrid  1887)  y  que  me  parece  ha  de  aer  leido  con  gusto. 

«...  Uno  de  los  autores  dramáticos  —dice  Cañete-  que  estaban  enton- 
ces más  en  boga,  cuyas  producciones  apenas,  estrenadas  eu  París  pasaban 
traducidas  á  los  demás  teatros  europeos,  era  el  sucesor  de  Picard,  el  céle- 
bre Eugenio  Scribe...  La  primera  tal  vez  de  las  obras  que  ingenio  tan  ce- 
lebrado y  tan  popular  en  todas  partes,  abandonó  el  carácter  ligero  y  entre- 
tenido de  sus  primitivas  producciones  para  emprender  nuevo  rumbo,  diri- 
giéndose á  esferas  más  altas  y  de  mayor  trascendencia,  fué  la  comedia  en 
cinco  actos  titulada  Bertrand  et  Ratón.  Sátira  política  no  al  jaiodo  de  las 
groserísimas  personales  que  ahora  bosteza  en  España  la  literatura  indus- 
trial, sino  compuesta  con  sumo  arte  y  iinura.  La  comedia  de  Scribe,  estre- 
nada el  14  de  Noviembre  de  1833,  en  el  teatro  parisién  genuinamente  con- 
servador de  las  tradiciones  clásicas,  tuvo  un  éxito  en  alto  grado  satisfac- 
torio para  el  autor,  l^legado  á  Madrid,  logró  la  fortuna  de  caer  en  manos 
del  más  ingenioso  de  nuestros  críticos,  del  celebrado  autor  del  Macias..... 
y  á  17  de  Enero  de  1835,  se  estrenó  traducida  discretamente  por  él,  en  el 
teatro  de  la  Cruz.  El  éxito  que  alcanzó  en  esta  corte  con  el  título  de  El 
arte  de  conspirar,  fué  tan  estrepitoso  y  brillante  como  el  que  obtuvo  eo 
París.  Debióse  principalmente  al  singular  acierto  con  que  interpretó  el 
papel  de  Bertrán  de  Rantzan  (uno  de  los  dos  protagonistas  de  la  obra) 
el  célebre  primer  actor  don  José  García  Luna,  á  quien  poco  después  tuve 
ocasión  de  verla  interpretar  en  Sevilla.  En  Granada  se  representó  tam- 
bién el  año  siguiente  con  extraordinario  aplauso,  debido  más  que  á  nadie 
á  Joaquín  Arjona,  que  en  el  difícil  y  animado  papel  de  Juanillo  (el  Ratón 
de  la  comedia  francesa,)  logró  arrebatar  el  entusiasmo  del  público.» 

Poco  hay  que  añadir  á  las  palabras  copiadas,  El  arte  de  conspirar, 
es  sin  duda,  una  de  las  mejores  y  más  acabadas  obras  de  Eugenio  Scribe,-  y 
la  traducción  de  Larra,  la  mejor  que  hizo  de  obras  francesas,  incluso  la 
del  Roberto  Dillon  ó  el  católico  de  Irlanda,  que  ya  mencionó  al  princi- 
pio de  este  capítulo. 

No  daba  la  pluma  de  Figaro  reposo,  y  apenas  estrenada  la  comedia 
anterior  vertió  al  castellano  en  los   primeros   meses   del   mismo   año   1835 


-  79  — 

otra  producción  de  Scribr»,  ni  hion  de  nvu'lia  raeiiojn  importancia,  y  á  la  que 
dio  el  títuio  de  Partir  á  tiempo.  (57) 

Esta  traducción,  la  que  después  hizo  de  ¡Tu  amor  ó  la  muerte!  (58) 
comedia  en  un  acto  y  en  proaa»  ''ISBG)  y  el  arreglo  d<}l  drama  en  tred  ac- 
tos (59)  Un  desafio  ó  dos  horas  de  favor  (1836),  completan  el  teatro  de 
Larra,  casi  olvidado  hoy,  y  por  cierto  con  harta  injusticia. 

La  afición  que  nuestro  autor  demostró  siempre  por  el  cultivo  de  la  es- 
cena, los  conocimientos  que  del  arte  tení^,  su  excelente  gusto  y  su  gran 
talento,  tal  vez  le  hubieran  hecho  conseguir  uno  de  los  primeros  puestos 
entre  los  dramáticos  que  más  han  sobresalido  en  la  actual  centuria,  si  su 
existencia  no  hul)iera  tenido  tan  corto  término.  ¿Quién  sabe  lo  que  pudie- 
ra haber  sido  aquella  obra  de  la  que  solo  tenía  escritas  algunos  fragmen- 
tos á  su  muerte,  y  do  la  que  pensaba  hacer  protagonista  al  inmortal  Que- 
vedo?... 

Un  drama  histórico,  original,  en  cinco  actos  y  en  verso,  dejó  inédito 
Larra,  que  no  vio  la  luz  hasta  1886  en  la  edición  de  sus  obras  completas, 
publicr.das  en  Barcelona,  y  del  que  me  he  de  ocupar  teminando  con  el  de 
hablar  del  autor  dramático. 

Titúlase  la  obra  El  Conde  Fernán  González  y  La  Exención  de  Gas- 
tilla,  60)  y  figuran  en  ella,  á  más  del  protagonista,  otros  personajes  his- 
tóricos como  Sancho  I  de  León  llamado  «el  Gordo»,  su  madre  doña  Teresa, 
reina  viuda  de  Xavarra  y  su  hermana  doña  Sancha  mujer  del  conde. 

Fernán  González,  el  famosísimo  castellano  del  siglo  XI,  á  cuyas  ha- 
zañas que  se  igualan  con  las  del  Cid,  fué  consagrado  uno  de  los  primitivos 
monumentos  de  nuestra  lengua,  es  sin  duda  personaje  á  propósito  para 
haber  sacado  de  él  gran  partido  en  el  f^atro,  pero,  leyendo  el  drama  de 
Larra,  hay  que  confesar  que  este,  no  supo  hacerlo,  si  bien  no  faltan  en  su 
producción  aisladas  bellezas. 

Falta  al  drama,  aquella  vida,  inspirada  por  el  fuego  de  la  pasión 
que  animó  á  Macias,  y  ni  las  arrogancias  del  liéroe,  el  amor  de  su  esposa, 
ni  el  odio  de  doña  Teresa,  consiguen  interesar  un  punto  ni  conmover,  aun 
en  las  escenas  más  culminantes. 

La  obra  está  bnsada  en  uno  de  los  principales  períodos  de  la  vida  del 
conde,  cuyo  relato  hace  un  historiador  en  esta  forma: 

«D.**  Teresa,  reina  viuda,  de  Navarra,  queriendo  vengar  la  muerte  de 
su  padre  Sancho  Abarea,  indujo  á  Fernán  González  con  suaves  y  engaño- 
sas palabras,  á  que  tomara  por  esposo  á  su  hermana  Sancha,  á  lin  de 
atraerla  á  Pamplona  y  allí  prenderle,  de  acuerdo  con  el  rey  García.  Mar. 
chó  el  conde  y  sin  conocer  su  delito,  se  vio  encarcelado  hasta  que  su    pro- 


—  80  — 

metida  le  [proporcionó  la  í'iic^a  y  hu}-*')  con  él  á  Bar<?os,  donde  veritic^aron 
su  matrimonio.  El  rey  de  Navarra  salió  inmediatamente  para  Castilla,  re- 
suelto á  prender  vivo  ó  muerto  al  Conde;  pero  sucedió  lo  contrario,  pues 
él  quedó  preso,  y  trascurrió  un  año  antes  de  que  Fernán  González  aplaca- 
do por  las  lágrimas  de  su  esposa  y  los  ruegos  de  los  demás  prínci-j^es  de- 
volviese la  libertad  al  níivarro.  No  desistió  de  su  venganza  doña  Teresa, 
antes  bien,  persuadió  á  Sancho  á  qae  llamase  al  castellano  con  pretesto  de 

celebrar  cortes  generales  y  le  prendiera.  Así  se    hizo Sabedora    de   lo 

ocurrido  la  condesa  doña  Sancha,  emprendió  un  viaje  diciendo  que  se 
proponía  visitar  el  sepulcro  de  Santiago.  A  su  paso  por  León,  obtuvo  per- 
miso para  acompañar  á  su  marido  toda'una  noche  en  la  cárcel,  y  al  rayar 
el  dia,  puso  sus  vestidos  al  Conde,  salió  éste  disfrazado  sin  que  la  guardia 
descubriera  el  cambio,  quedó  en  su  lugar  doña  Sancha  vestida  de  hombre 
y  cuando  le  pareció  que  su  marido  se  hallaba  en  lugar  seguro,  escribió  al 
rey  uña  carta  descubriendo  el  engaño.  Sancho  el  Craso,  pasado  el  enojo 
de  los  primeros  momentos,  alabó  el  valor  de  su  tia  y  dispuso  que  le  devol- 
viesen á  Fernán  González,  con  grande  acompañamiento.» 

Dio  comienzo  Larra  á  su  drama  en  los  momentos  en  que  don  Sancho  se 
disponía  recibir  al  Conde  para  celebrar  las  cortes  en  León.  La  madre  del 
monarca  doña  Teresa,  desde  que  aparece  en  escena,  dá  á  conocer  su  odio 
al  protagonista,  proponiendo  al  privado  del  rey  Ñuño  Ansurez  que  le  ayu- 
de en  el  plan  que  fragua  para  asesinar  á  Fernán  González,  mas  negándose 
íiquél  á  sus  deseos,  logra  convencer  á  su  hijo  da  que  el  bravo  castellano 
es  traidor  é  intenta  quitarle  la  corona  «sea  para  él,  sea  para  Ordoño  el 
Malo.»  Cuando  es  mayor  el  enojo  de  don  Sancho  I  contra  el  conde,  pre- 
séntase éste  y  después  de  un  violento  diálogo  que  sostienen  ambos,  es 
preso  y  encerrado  en  el  Alcázar.  Aparece  en  el  acto  tercero  doña  Sancha 
que  viene  á  pedir  la  libertad  de  su  marido,  y.  al  escuchar  luego  oculta,- 
que  el  monarca  intenta  nada  menos  que  sacar  los  ojos  á  Fernán  González, 
y  encerrarlo  en  el  monasterio  de  San  Vicente,  se  arroja  á  sus  pies  de- 
mandando clemencia  para  el  valeroso  guerrero  que  tantas  victorias  ha 
alcanzado  y  tantos  servicios  lleva  hechos.    . 

La  vengativa  doña  Teresa  acude  en  aquellos  momentos  para  alejar 
del  rey  toda  benignidad,  pero  no  puede  impedir  que  conceda  á  su  hermana 
la  gracia  de  visitar  al  prisionero.  Verifícase  la  entrevista  de  los  dos  espo- 
sos en  el  cuarto  acto,  fugándose  el  conde  como  la  historia  cuenta,  pero  de 
allí  á  poco,  llega  el  rey,  á  quien  ]io  tarda  doña  Teresa  en  contar  lo  ocurrí-; 
do  y  que  Fernán  González  al  frente  de  los  castellanos,  que  le  aclaman,  se- 
dispone  al  asalto  de  León.    Mas  aplacado,  luego  don  Sancho  y  convencido 


—  Bi- 
dé las  inicuas  intricras  (le  su  madre,  la  reconviene  duramente  en  el  acto 
quinto  y  último,  mas  doña  Teresa,  viéndose  perdida,  y  sabedora  de  que 
ha  triunfado  en  la  pelea,  ei  de  Castilla,  se  apodera  de  su  hermana  doña 
Sancha,  ([ue  quedó  presa,  hácele  creer  que  su  esposo  ha  sido  derr(>tado 
y  muerto,  y  oblígala,  á  beber  un  veneno,  ó  traspasarse  el  pecho  con  una 
daga:  pero  en  el  momento,  en  que  la  engañada  señora  va  á  apurar  la  co- 
pa, se  oye  fuera  gran  estrépito  y  entra  de  repente  Fernán  González, segui- 
do de  sus  leales  vasallos  que  le  aclaman,  dando  noticias  de  su  triunfo, y  de 
que  el  rey  D.  Sancho,  á  quien  tiene  prisionero,  por  no  poder  satisfacer 
la  antigua  deuda  que  con  él  tenía  contrai.bi.,  del  pago  de  un  caballo  y 
un  azor  \61)  ha  declaro  exento  á  los  castellanos,  del  homenage  que  tri- 
butaban á  León  y  Oviedo. 

No  sé  cómo  resultaría  el  drama  de  Larra  sobre  l,as  tablas,  ni  hasta 
donde  pudiera  llegar  el  partido  que  sacaran  de  él  buenos  actores,  pero  es 
fácil  pre.->umir,  que  nunca  hubiese  llegado  ha  liacerse  popular, ni  aun  á  ser 
muy  aplaudido  de  los  públicos. 

La  versificación  el  El  Conde  Fernán  González  es  pobre  en  conjunto 
y  descuidada,  si  l)ien  esto,  es  disculpable,  atendiendo  á  que  pronto  se  nota 
que  ella,  carece  de  esas  correcciones  y  moditícacioues  últimas, que  segura- 
mente, les  hubiera  hecho  Larra,  al  llevar  sn  drama  á  la  escena,  ('»  ilarlo  á 
la  imprenta. 

El  diálogo  entre  el  protagonista  y   el  rey   en  el  acto  segundo,  (escena 
IX) el  que  D,  Sancho  I  y  su  madre, sostienen  en  el  acto  quinto  (escena  III) 
y  ei  monólogo  de  Fernán  Gronzalez  en  la  prisión,    al    comenzar   el   cuarto 
(escena  I)  parécenme  los  trozos  mejor  versificados  de  la  ftbra  y  que    tienen 
á  más  cierto  sabor,  que  recuerda  algo  nuestro  teatro  antiguo. 

Véase  pues,  el  citado  monólogo,  con  el  que  pongo  fin  á  este  ca- 
pítulo. 

Fernán  González. —¡Oh  rigor  de  mi  desdicha! 
cruel  fortuna  ¿por  qué 
ves  con  ojos  envidiosos 
mi  ya  malogrado  bien? 
;Ah!  D.^  Sancha,  mi  esposa, 
ora  donde  quier  que  entes, 
tu  la  humillación  no  sabes 
en  que  tu  esposo  se  vé, 
que  á  saberla,  tu  vieras 
mis  cadenas  á  romper. 

11 


-  -    &2   — ■ 

tlty  D.  k^ancho  ¿quién  creyera 
tan  villano  procedorr. . . 
aunque  en  tratarme  alevoso 
comprendo  que  hiciste  bien; 
pues  que  ¿que  muclio  que  los  hombres 
den  muentra  cl^  po';a  fé 
«i  hasta  la  suerte  lae  pone 
tropiezo,  ante  los  pies? 
;y  que  allí  yo  me  cayeral 
iqué  no  pudiera,  vender 
mi  libertad  á  más  precio  I 

¿Por  qué  con  vida  quedé 
si  de  lavar  mi  deshonra, 
gran  Dios  no  me  das  poder? 
tú  sabe??  que  es  la  venganza 
de  Sancho,  injusta  y  cruel, 
que  yo  soy  el  agraviado 
por  más  que  él  diga  <jue  él  es. 

En  el  campo  yo  á  su  abuelo 
cuerpo  á  cuerpo  le  maté; 
no  traidor  en  mi  palacio 
sino  riñendo  con  él 


vil. 

El  primer  tomo  de  la  colección  de  artí^^ulcs  tíe  Fígaro  — ^^Trabajos  en 
La  Prevista  de  Enero  á  Abril  de  18J5.  -Larra  abandona  á  Ma- 
drid.—Pasiones  del  hombre.  —  Viaje  por  Exlremadura,— Ar- 
ticiüos  dedicados  á  esta  provincia. — Una  sanana  en  Portugal. 
—De  Lisboa  á  Londr-ís.-- Larra  en  Bélgica. —Su  paso  por  va- 
rias poblaciones.  —Su  estancia  en  París,  El  barca  de  Taylor. 
—La  obra  editada  porTayJor  y  Nodier.  TJn  libro  c  a  francés  so- 
bre España,  de  Larra.-  Carta  al  editor  Delgado. —  Lo  que  ga- 
naba Fiearo  en  el  extranjero. —Veinte  diat;  en  Ipr^z.-  Vuel- 
ta á  París.  Larra  en  Burdeos. —Estreno  de  la  comedia  Me 
voy  de  Madrid.  Enemistad  de  Bretón  con  Larra.-  Palabras 
de  Ferrer  del  Rio.  -Larra  regresa   á    la  península.— Como  se 

Sasaben  los  Pirineos  en  el  invierno  de  1835.  -Llegada  á  Ma- 
rii.— «El  Español»  y  áus  redactores. — Importancia  de  este  ne- 
riódicü.  — Rápida  ojeada  ala  España  de  los  comienzos  de  ISáS. 

— «Fígaro.  Colección  de  arlículot;  «Iramáticos,  literarios,  políticos  }• 
(le  costumbrt'S.  publicados  eu  los  anos  18B2,  1883;y  J8:M  en  el  «Pobrecito 
Hablador»,  la  «llevislu  Española»  v  «El  Observador»,  por  don  Mariano 
Jobo  de  Larra.» 

Así  rezaba  en  la  portada  de  un  pequeiio  volumen,  de  poco  más  de  VJo 
páginas  que  á  mediados  del  mes  de  Febreru  de  1835  se  puso  á  la  venta  en 
la  tienda  del  lil.»rero  Esoaniilla.  situada  en  un  reducido  local  de  la  calle 
Carretas.   '6»; 

En  este  libro  había,  reunido  Larra,  veintitrés  artículos  de  diversas 
materias  y  de  los  que  se  había  liocho  más  lamosos  entre  lot«  muchos  que 
llevaba  publicados,  desechando  buen  número  de  ellos  «...qua  al  escribirse 
— decía  el  autor  —con  destino  á  un  periódico,  obra  que  nace  y  muere  en  el 
mismo  dia.  lleval»an  •^'■d  ev  sn  iii¡<ino  <d.i«^to»  el  castigo  de  ^'"  p'»Cfi  imp'»^'- 
;ta,ucia.'>  ..;..:.... 


-  84  - 

La  popularidad  que  en  Madrid  y  en  las  provincias  gozaba  el  nom- 
bre de  Fígaro,  hizo  que  este  libro  fuese  recibido  con  la  mayor  complacen- 
cia y  buenas  pruebas  fueron  de  ello,  los  elogios  que  le  dedicó  la  prensa  y 
el  crecido  número  (para  aquel  tiempo)  de  suscritores  que  adquirieron  la 
obra,  llegando  como  consta  en  las  listas  V  tener  en  la  corto  más  do  196,  y 
pasar  de  30  en  algunas  capitales  como  Barcelona  y  Cádiz.  (03) 

Así  al  darse  á  luz  el  segundo  tomo  en  el  mes  de  Marzo,  que  llevaba 
33  artículos,  cuatro  de  ellos,  no  publicados  aun  hasta  entonces,  decía  la 
Gaceta  en  su  número  del  23  de  Abril:  «...La  favorable  acogida  que  ha  me- 
recido al  público  esta  obra,  ha  estimulado  al  editor  á  publicur  un  tercer 
tomo  que  contendrá  varios  artículos  inéditos  del  mismo  autor.  (C-l) 

A  estos  tres  tomos  se  aiíadieron  otros  dos  más.  de  igual  tamaíio  y-fóí- 
ma,  que  se  imprimieron  en  1837,  después  de  muerto  el-aiitor,  y  los  quo 
componen  la  primera  colección  de  los  artículos  de  Larra,  que  han*servido 
de  base  para  las  ediciones  sucesivas,  que  son  rn uy  numerosas,  y  de  las 
cuales  ya  me  ocuparé  más  adelante. 

TiOs  tres  tomos  publicados  en  1835,  son  ya- á  la  verdad  escasos  v  de 
seguro  merecen  el  aprecio  de  los  bibliófilos,  que  han  logrado  hacerse  le 
ellos. 

.  Continuaba  Larra  colaborando  en  la  Revista  Española  por  los  dias 
e»i  que  comenzó  á  publicar  su  colección  de  artículos,  y  en  este  p«riódico 
dejando  por  algunos  momentos  los  asuntos  políticos,  insertó  de  Enero  v 
Abril  de  1835  escritos  de  literatura  y  costumbres  y  tales,  como  I^a  Socie- 
dad, (16  Enero)  Un  reo  de  muerte,  (30  Marzo)  Poesías  de  D.  Juan  B. 
Alonso  (14  de  Febrero)  y  Una  primera  representación  (3  Abril). 

Este  fué  el  último  artículo  que  Fígaro  escribió  aquel  año  en  su  pa- 
tr  a,  pues  el  12  del  citado 'mes, abandonaba  la  Corte  con  dirección  á  Extre- 
madara  para  dirijirse  á  Portugal". 

¿Cuáles  fueron  los  motivos  c'e  este  ^iaje...?  Don  Cayetano  Cortés  nos 
]"^  dice  en  estas  palabras:  «De  resultas  de  todos  los  digustos  y  sinsabores 
que  sufrió  hacia  tiempo,  trató  Fígaro  de  dejar  á  la  España  y  hacer  una 
excursión  al  extranjero,  canto  por  distraer  su  ánimo  como  por  estudiai'  h^-s 
paises  sobre  cu3^a  civilización  se  iba  modelando  la  nuestra  sucesivauíííiífce^.'' 

IjOs  disgustos  y  sinsabores  que  le  abrumaban,  hicieron  á  Larra  para 
consolarse  de  ellos  abandonar  la  patria.  ¡Cuan  profundo  debieron  ser  estos 
conocida  las  circunstancias  porque  atravesaba! 

Discreto  me  veo  obligado  á  ser  siempre  que  el  curso  de  esta  biografía 
me  lleva  á  apartarme  del  escritor  y  hablar  del  hombre,  pero  es  tanfoi  -lo 
que  de  éste  último  se  ha  dicho,  se  ha  hablado  por  los  biógrafos  con"  tanta 


-  B5  - 

claridad  de  sus  pasiones  y  de  sus  extravíos,  que  puede  servirme  de  discul- 
pa lo  que  pueda  decir  eu  estos  párrafos  y  en  otros  siguieutet*  y  que  tal  vez 
no  parecieran  á  algnu  lector  muy  oportunos. 

Había  aquella  pasión  amorosa  que  abrasaba  el  alma  de  nuestro  autor, 
adquirido  proporciones  extraor  lin  uñas,  ocupándola  toda  produciendo 
alteraciones  en  su  carácter,  y  nianieniendo  continuamente  su  espíritu  en 
agitación  profunda,  y  en  profunda  lucha. 

No  hay  más  espantoso  abismo  que  un  amor  culpable  cuando  avasalla 
el  corazón  del  hombre,  que  se  aparta  de  lo  vulgar;  no  h^'  más  angustiosa 
tristeza  que  las  contrariedades  de  un  cariño  verdadero,  cuando  lleva  en  sí 
la  perdición  y  la  desgracia....  De  error,  en  error,  dp  uua  equivocación  fu- 
nesta en  otra  de  más  trascendencia,  vase  precipitando  el  amador  infeliz, 
ciego,  á  cuanto  á  su  alrededor  ocurre,  sin  darse  cuenta  de  su  situación 
\  erdadera,  ni  de  los  resultados  deplorables  que  tienen  sus  actos. 

Zozobr-8.  continua  en  el  pecho,  inquietud  que  todo  lo  turba,  temores  de 
algo  desconocido,  inspirados  por  la  cuipa;y  aun  en  la  misma-corresponden- 
cia.  del  ser  amado,  en  los  mismos  goces  de  la  pasión  colmada,  la  ausencia 
de  .esa  tranquilida^d,  de  ese  reposo  plácido  del  amor  legítimo,  que  se  desli- 
za sin  negruras,  sin  ocultarse  en  sombras,  desembarazado  y  libre  aun  sin 
que  tenga  la  sanción  de  las  leyes. 

Vencido  Lítrra  por  aquel  amor  doblemente  ilegítimo,  impetuoso,  lum- 
l're  todo  él.  Dama  d^^vorante  que  abrasaba  su  pecho,  ¿qué  mucho  que  ol- 
vidara sus  deberes  de  esposo  y  padre,  que  mu  'ho  que  se  dejara  urrasirar 
por  un  camino  de  perdición. sin  que  liada  le  detuviera?  Pero  ¡ah!  ({ue  para 
él.  la  dicha  no  existia  en  el  mundo,  su  corazón  no  podía  gozar  de  felicidad 
üi  en  el  amor  mismo,  que  debía  ser  su  gloria  suprema,  y  por  un  instante 
de  placer  le  proporcionaba  horas  interminables  de  dolores  y  sufrimientos, 

Rondado  por  ellos,  ansiando  algún  reposo  para  su  alma,  Larra,  em^ 
prendió  un  largo  viaje,  que  tai  vf^z  era  preferible  la  ausencia  del  ser 
querido,  con  todas  sus  durezas,  la  soledad  y  el  alejamiento  con  todas  sus 
torturas,  la  })rivaci()ii  de  las  expansiones  del  ])echo  enamorado, en  quien  ha 
de  responderle,  que  aquellas  in<iuietudes,  que  aquella  exaltación  conti- 
nua, que  l;i  ui^'taciou  ;> (piedla,  nunca  calmada  de  su  espíritu  turbulento... 

El  domingo  12  de  Abril  salió  Larra  de  Madrid  como  ya  dije,  en  com- 
pañía de  su  mtimo  amigo  don  Jo.^.é  Ncgrete,  conde  de  Campo- Alange  (65) 
joven  ilustrado  y  valiente,  que  había  de  encontrar  muerte  gloriosa  en  el 
sitio  de  Bilbao  y  á  quien  Ff{(B.ro,  había  de  consagrar  uno  de  sus  mas 
hermoso^  trabajos;  el  dia  15  llegaba  á  Mérida,  y  en  dicho  punto  permane- 
ció dos  di  as.viwtando  los  principales   monumentos,  dándole- motivo   eBta 


—  86  - 

visita,' para  escribir  los  interesantes  artículos  que  publicó  luego  en  KiA 
Hevista  Espnñola  (números  83  y  91  de  22  y  80  de  Mayo)  sobr,e  las  an- 
tigüedades de  la  fauíosa  colonia  romaua.  Fruto  t'íiuibien  de  su»  observa- 
GTones  en  los  puntos  de  Extremad iira,  que  recorrió  de  paso,  fueroio  los 
artículos' InipréHioiieH  de  un  Tía  je  y  La  Caza,  escritos  cuándo  ya 
encontraba  en  el  extranjero,  y  que  encierran    no  pocas    curiosidades» 

Después  de  detenerse  Larra,  en  una  de  las  posesiones  del  do  Campo- 
Alange  algunos  días,  pasó  á  Badajoz,  donde  permaneció  cinco,  y  al  ama- 
necer del  lunes  27  de  Abril,  dejaba  la  capital  «^xtrem*nla,  no  tardando  en 
pisar  el  territorio  portuí^ucs. 

¡Y  qué  sentidas  y  hermosa.^  fueron  las  IVa&os  que  dedicó  ai  mo- 
mento de  su  salida  de  la  patria!...  «Tendí — decía — por  última  ve'¿  la 
vista  sobre  la  Extremadura  es))aiiola:  mil  recuerdos  personales  me  asal 
taron:  una  sonrisa  de  indignación  y  de  desprecio  quiso  desplegar  mis  la-^ 
Hios,  pero  sentí  oprimirse  mi  corazón  y  una  lágrima  asomó  á  mis  ojos.  Un 
minuto  después  la  patria  quedaba  atrás  y  arre^»atado  con  la  velocidad  del 
viento,  como  si  hubiese  temido  que  un  reííto  de  antiguo  afecto  mal  pa^a 
do  le  detuviera  ó  le  hicierr  vacilar  en  su  determinación,  espatriado  corría 
l'os  campos  de  Portugal.  Entonces  el  escritor  de  cottumbres  no  observabn, 
el  hombroora  solo  el  que  sentía.» 

.  Visitó  I  jarra.  0|)orto  y  Lif<i»oa,  dondo  pasó  ociuj  di  as,  y  el  17  dt  x-ia^»  o 
'•e  embarcaba  en  la  ca})ital  del  reino  lusitano  con  rumbo  ó  Irglaterra, 
llegado  á  Jjondres  el  2t>  del  mismo  mes,  pero  no  siendo  ¿u  ánimo  detener- 
se grantiémpo  enlas  poblaciones  que  recorría,  el  7  lie.  Junio  salió  para 
Bélgica,  permaneciendo  breves  dias  en  iMiukerke,  y  luego  en  Iprez,  la 
antigua  capital  tlnmenca  de  los  célebres  togidos  de  encajes,  en  Oamijra}- 
en  Lilie  y  en  Flandes  oriental,  donde  visitó  (rante,  Alost.  Lokerou  y  otros 
nuntus,  descansando  en  Bruselas,  hasta  el  11  de  Agosto  en  que  se  dirigió 
á  Pnris. 

A  las  diez  días  de  permanencia  en  la  e'iudad  de  Sena,  había  Fígaro 
contraído  relaciones  con  los  más  ilustres  literatos  de  Erancia,  merced  á  su 
amistad  con  el  barón  de  Taylor,que  á  decir  de  un  biógrafo,  «le  hizo  objeto 
de  las  mayores  atenciones,  y  le  aconijiaiió  á  las  rettniones  y  á.  loy  estable- 
cimientos dignos  de  ser  visitados.»     •  • 

Así  tuvo  ocasión  de  trctar  á  Víctor  Hugo  y  Alcjaiidr»  Dumas  lo;  pon- 
tífices de  la  escuela  romántica,  cuyas  ol>nis  admiraba  F^n'opa,  así  pudo 
apreciar  d.j  cerca  el  gran  movimiento  intelectiipl  de  la  nación  vecina,  y 
a ci  en  fin,  fué  solicitado. para  escribir  enjengua  franceda.un  libro  del.qn* 
tasta  aljor;8.  no  -liajisto  quedéíi.uDticiíis  ¡oé  .biógr¿ifo6  de  Wrra,.;   .  ,     . 


^  81  ^ 

■  Nada  m^  part-re  lun  iuteresantf'  y  curioso  sobro  esto,  como  oopittraqui 
un  fragmento  de  ia  raría  que  nuestro  autor  escribió  por  entonces  al- editor 
don  Manuel  Delgado,  ¡arta  inédita  hasta  ahora,  que  lleva  la  fecha  de  20 
de  Aerosto  y  en  la  cual  se  lee:       j  j^t¿Xío.  *-     ^^■14W/>.-s    i^ '  :>  S'¿/ f- 1 1 • 

«...La  razón  de  por  qne  no  escribi-''  más  deprisa  para  España,  es  la 
siguiente:  Al  llegar  á  esta  me  he  relacionado  con  las  notabilidades  del 
pai.s.  El  barón  de  Taylor  y  Chari.-^s  Xodier,  editores  de  varias  obras  do 
viajes  por  ei  mundo,  tratan  de  publicar  un  viaje  pintoresco  por  España,  el 
cual  saldrá  min  en  breve  cu  150  entr(<;as  on  fóli»»  «sur  papior  velen»:  cada 
hoja  lleva  una  maí^uílica  lámina  orabada  on  luí^latorra  }  numerosos  ador- 
nos-y  viñetas  con  vistas  de  los  principales  monumentos  y  anrigürdades 
españolas.  Les  faltaba  el  texto  y  creyeron  (]ue  na<iie  se  lo  podía  dar  mejor 
que  yo  que  conozco  mejor  que  ellos  España,  y  que  escribo  aeerca  de  sus 
teatros,  literatura  y  costumbres  liace  tanto  tiempo.  Les  he  hecho,  pues^ 
el  texto,  y  como  este  trabajo  debía  ser  en  francés,  V.  puede  calcular  que 
no  m?  habrá  ocu]>ado  poco.  TiO  acabo  en  e.stc  momento:  se  reduce  á  unos 
GO  pliegos  de  papel  con  la  descripción  de  los  principales  pueblos  de  Espa- 
ña, sus  monumenios  antiguos  y  moderiios  y  t^l  estado  actual  de  nuestras 
costumbres:  un  apperen  sobro  nuestra  literatura  y  nuestro  teatro,  de.sde 
principios  del  sigh'  hasta  el  dia,  6:.  &.  ¿Sabe  V.  cuánto  so  me  ha  .pagado 
por  este  trabajo  de  un  mes  hech.»  con  dos  escribientes  y  poniendo  á  mi  dis- 
posición todos  los  libros  que  he  pedido  á  la  Biblioteca  Keal?  3.000  francos: 
y  no  porque  fue  lo  (pie  yo  pedí,  habiéndído  dejado  á  ini  arbitrio  y  me  lo 
han  traído  á  mi  casa  y  me  lian  colmadlo  de  ob.'^<Mpiios  y  line/as  al  misino 
tiempo.  Con  e.stc  motivo  he  tenido  ocasión  de  hacer  conocer  en  Frant^ia  y 
p<n- consiguiente  en  toda  Europa  los  n<>mbn-s  d.omasiado  obscuros  como 
todas  nuestras  cosas,  de  vais  amigos.  Puede  V.  poner  esto  en  conooimiento 
dí^  Bretón,  de  Vega  y  vlemás  ])or  si  les  puedo  servir  ili>  satisfacción  Va 
comprenderá  que  como  español  y  como  amigo  habré  tratado  de  dar  todo  el 
realce  posible  á  nuestras  cosas  y  á  ellos  mismos.  Habiendo  gustado  esta 
ensayo  de  mis  fuerzas  en  francés,  .se  me  ha  propuesto  si  quiero  escribir  al- 
gunos  artículos  en  la  obra  periódica  titulada.  Tableau  de  la  peninsulo 
que  se  está  publicando.  He  acei)tado:  se  pagan  á  IIXJ  iVancos  el  pliego  de 
impresión.  Como  ahora  toda  la  atención  de  Europa  está  lija  en  España,  un 
español  que  escribe  correctamente  en  francés  cosas  de  España,  es  un  te.sor 
ro  para  ellos,  que  no  conocen  sino  imperfectamente  nuestro  país  y  á  mí  no 
uio  ca\isa  molestia,  puesto  que  el  francés  fué  mi  primera  lengua..  .,» 

La  iraportünte  obra  de  que  habla  Larra,    titúlase   Voyage   pittoreíi<« 
que  en  FiSpaña,  en  Portugal,  et  sur  la  cote  d'Afrique  de  Tánger  á  Ter 


—  88  - 

touan:  figura  al  frente  de  ella  el  nombre  del  barón  de  Taylor;  forma  tres 
bermosoíí  tomos  en  folio,  el  primero  de  texto  y  los  dos  siguientes  ron  lá- 
minas y  breves  explicaciones  de  ella.  Que  yo  sepa,  el  presente  libro  no  se 
La  traducido  aun  al  español  y  como  podrá  ver  el  lector  en  los  apéndices  de 
este  va  un  fragmento  de  los  que  me  lian  parecido  más  curiosos.  (06) 

Continuó  Larra  en  París  los  meses  le  Agosto  y  Setiembre, y  el  martes 
27  de  Octubre  salió  otra  vez  para  Iprez,  más  á  poco  de  su  llegada  cayó 
enfermo,  pasando  aquejado  de  la  dolencia  veinte  dias,  y  apenas  convale- 
ciente volvió  á  París  en  17  de  Noviembre,  deteniéndose  allí  hasta  el  5  de 
Diciembre  en  que  se  dirigió  á  Burcb^os. 

Tenía  esta  importante  población  para  Larra  muy  dulces  recuerdos  de 
su  infancia,  pues  á  ella,  como  ya  trate  en  lugar  oportuno,  había  .llegado 
con  su  padre  á  la  edad  de  cinco  años,  permaneciendo  en  un  colegio  donde 
estuvo  hasta  1818  y  cumplidos  los  once  de  su  edad.  Las  memorias  de  los 
dias  felices  de  la  niñez  en  que  ningún  pesar  aflige  el  pecho,  y  en  que  solo 
ocupan  la  imaginación  infantiles  ideas,  debieron  resucitarse  con  gran 
fuerza  en  la  mente  de  Larra,  y  al  visitar  aquel  centi'o  de  enseñanza, donde 
comenzó  á  recibir  la  instrucción  primera,  al  recorrer  aquellos  lugares  por 
donde  lleno  de  inocencia  y  de  pura  alegría,  había  visto  deslizarse  tran- 
quilas las  horas,  honda  tristeza  afligiría  su  corazón,  comparando  aquel  pa- 
sado, con  su  presente,  rn  que  tantos  posaras  le  abi-umaban.  y  tnn  violen- 
tas pasiones  le  combatían. 

Porque  desgraciadamente,  ni  los  meses  trascurridos  desde  su  mar- 
cha de  Madrid,  ni  la  \  aiiedad  del  mando  que  había  visto  ante  sus  ojos,  ni 
la  ausencia  de  la  mujer  amada,  habían  conseguido  calmar  su  espíritu,  y 
darlo  el  reposo  que  inutilmeiite  pretendió  buscar. 

Las  simpatías  que  Burdeos  le  inspiraba,  h-  hizo  det-nci'se  allí  poco 
más  de  una  semana,  y  cuando  ya  se  disponía  ú  regresar  á  la  patria,  una 
noticia  bastante  desagradable  llegó  hasta  él.  por  carta  que  le  enviaba  un 
amigo. 

Supo  que  el  lunes  21  de  Diciembre  se  había  esirenado  en  el  teatro  de 
la  Cruz,  tina  comedia  en  tres  actos  y  verso  titulada  Me  voy  ile  lladrid, 
(67)  en  la  cual,  el  autor,  pretendía  retratarle  á  él  lá  Larra,  i  presentándo- 
lo como  seductor  de  una  mujer  casada,  de  carácter  altanero  y  despótico, 
de  desordenada  vida  y  malas  costumbres,  que  acosado  por  enemigos  y  deu- 
dores, huía  de  la  corte  después  de  sufrir  afrentas  y  sonrojos.  Esta  come- 
dia que  desde  luego  había  producido  el  efecto  que  so  intentó  buscar,  era 
debida  á  la  pluma  de  don  Manuel  Bretón  de  los  Herreros,  cuyo  nonLbre  ya 
papular  X  famoso  daba  más^resonancia  á  \»  obríi  estrenada..  '\ft^)     ; .  ,  . 


—  89  — 

Dos  escritores  que  eiitouce.s  vivían  y  que  estaban  en  contacto  con  to- 
(lo.s  loH  hombres  de  letras  d^  Madrid, don  Mariano  Koca  de  Togores,  después 
marqués  de  Molins,  y  don  Antonio  Ferrer  del  Río,  lian  tratado  con  alguna 
extensión  del  estreno  de  la  comedia  Me  voy  <le  Madrid, y  del  incidente  á 
que  dio  lugar, cuando  regresó  del  extranjero  Fígaro,  incidente  del  que  ya 
me  ocuparé  en  su  tiempo.  Baste  por  ahora  con  de<'ir.  que  el  segundo  de  los 
citados,  puso  estas  palabras  en  su  Oalería  do  la  literatnra.  en  las 
que  se  aprecia  claramente  su  escasa  buena  fé. 

«Representada  la  comedia  Me  voy  de  Madrid  con  buen  éxito— di- 
ce Ferrer  del  Rio — y  repetidas  diversas  noches, ocasionó  un  disgusto  entre 
Bretón  y  Lari'a.  Hallábase  éste  en  el  extranjero,  allí  tuvo  noticias  íie  que 
Bretón  le  había  retratado  en  el  protagonista  de  su  comedia,  y  de  la  misma 
opinión  participaban  muchos;  nadie  podía  creer  que  no  hubiera  tenido  pre- 
sente á  Larra  al  bosquejar  un  carácter  con  el  cual  se  le  advertían  tantos 
puntos  de  semejanza:  si  lo  adoptó  por  tipo  ó  no  con  resentimiento,  lo  igno- 
ramos.» 

¿Qué  motivos  pudo  tener  el  ilustre  autor  de  Marcela  para  llevar  al 
teatro  aquella  obra,  donde  de  tal  manera  se  intentaba  presentar  á  quien 
sobre  ser  su  amigo, era  un  hombre  de  gran  talento  y  no  ciertamente  de  las 
condiciones  que  quería  atribuirle...? 

8i  como  ha  dicho  algujio,  la  enemistad  de  Bretón  de  los  Herreros  con 
Fígaro, tuvo  por  origen  el  artículo  que  éste  escribió  en  La  Revista  Espa- 
ñola(l  Abril  1834)  hablando  de  la  comedia  Un  novio  para  la  niña. en  ver- 
dad que  la  conducta  de  aquél  fué  harto  injusta  y  censurable,  pues  en  se- 
mejante artículo  nada  hay  que  pueda  ofender  ni  molestar.  Las  indicacio- 
nes que  al  autor  se  hacen  están  expresadas  con  toda  la  delicadeza  posi- 
ble, y  los  elogios,  no  escasean  en  algunos  párrafos.  Allí  se  anali/a  la  pro- 
ducción imparcialmente,  sin  que  se  descubra  el  menor  deseo  de  rebajarla; 
el  crítico  repite  más  de  una  vez  que  es  amigo  del  poeta,  y  que  su  nombre 
ha  adquido  con  justicia  fama  que  todos  reconocen.  Y  últimamente, aquello 
de  decir,  que  con  asunto  que  á  otro  no  hubiera  dado  para  una  sola  come- 
dia á  él  le  había  dado  para  tres;  ;es  quizá  una  injuria  bastante  á  encen- 
der la  ira  hasta  el  punto  de  lanzarse  al  terreno  á  que  acudió  Bretón  de  los 
Herreros? 

No  quiero  entrar  á  ocuparme  aquí  con  detalles  de  la  comedia  Me  voy 
de  Madrid,  por  honor  al  nombre  de  su  autor,  que  en  este  asunto  quedaría 
de  seguro  en  lugar  no  muy  envidiable,  pues  si  intentó  en  ella  como  todos 
los  amigos  dicen  retratar  á  Larra,  en  aquel  calavera  perdido,  y  vulgar,  si 
quiso  herir  al  compañero,  con  traidoras  armas,  si  por   cuestiones  v   diapu- 


ras  literarias,  llevó  su  rencor  hasta  el  pnnro  de  tal  oIh-h.  es  indudable  (pir 
solo  un  momento  de  ofuscación,  pudo  arrastrarlo,  y  ral  vez  chismes  y 
cuentos  de  falsos  amigos  (que  tanto  abundan  entre  los  escritores"),  le  mo- 
vió á  apelar  á  tan  censurable  venganza. 

Desgraciadamente  ha  existido  y  existe  entre  los  hombres  de  letras, 
un  niimero  regularmente  considerable  de  sugetos,  que  dándolas  de  «aficio- 
nados,» se  mezclan  en  sus  polémicas,  se  entrometen  en  sus  reuniones,  se 
l^ermiten  con  ellos  todas  las  libertades  y  confianzas,  á  títulos  de  amigos 
imparciales,  y  que  á  la  verdad  únicamente  se  ocupan  en  traer  y  llevar 
rencillas  de  unos  en  otros,  en  formar  embrollos,  en  provocar  disputas,  y 
en  herir  el  amor  propio  de  éste  ó  aquél,  para  darse  el  gusto  de  presenciar 
miserias  y  propagar  luego,  entre  el  vulgo,  la  soberbia  de  éste,  las  debili- 
dades de  aquél,  y  la  insuficiencia  del  de  más  allá...  ¡Quién  sabe  si  algunos 
de  estos  zánganos,  con  sus  frases  insidiosas,  con  sus  calumnias  ó  sus  cu- 
chufletas, haría  turbar  el  natural  pacífico  de  Bretón  de  los  Herreros  y  le 
moviera  á  trazar  el  Me  voy  de  Madrid! 

Poco  mas  de  una  semana  j;ermancció  Larra  en  Burdeos  y  al  cabo 
de  ella  .tomó  el  camino  para  España,  llegando  á  la  frontera  en  los  últimos 
dias  de  Diciembre.  Y  no  dejan  de  ser  curiosos  estos  datos  que  nos  dá  el 
mismo,  acerca  de  su  viaje,  que  retratan  el  estado  de  aquellos  tiempos. 

«..v.Yíneme  pues  por  Oleron — decía  en  su  carta  Fígaro  de  vuelta — 
á  dojij^e^  n;0Íí  CJífíOlegar  por  entre  tantos  gendarmes,  como  andan  por  la 
frontera  ^defendiendo  el  paso  á  los  carlistas  para  la  facción.  Como  yo  no 
tengo  traza  de  príncipe,  ni  me  parezco  á  don  Ckírlos,  ni  á  don  Sebastian, 
como  no  tjenia  conmigo  ni  armamento  ni  municiones,  ni  caballos,  me  costó 
mucho  trabajo  introducirme  en  España.  Los  Pirineos,  esos  montes  que  no 
existen  desde  la  cuádruple  alianza,  esas  barreras  que  allanó  para  siempre 
entre  Francia  y  España  nuestro  ministerio  del  justo  medio,  se  pasan  sin 
embargo  á  caballo,  en  un  mulo.  «'»  por  mejor  decir  on  compañía  de  un 
mulo,  á  lo  cual  llaman  diligencia  de  Zaragoza  á  Oleron,  sin  que  yó 
haya  podido  dar  con  la  verdadera  causa  de  esta  dominación  en  dos  lar- 
gos dias  que  <}on -dicho  mulo  viví,  solo  con  él  en  aquellos  vericuetos,  con- 
siderándole yo  á  él  y  considerándome  .él  á  mí.  Era  tanto  el  hielo,  y  tan 
malo  el  paso,  que  no  sé  decirte  (|uien  llevaba  á  quien.»  (El  Español  5 
Enero  1836.) 

Expirabíi  el  año  1885,  cuando  Larra  llegó  á  Madrid,  y  apenas  llega- 
do encontró  una  publicación  que  acababa  de  fundarse,  que  le  ofreció  sus 
columnas  para  tratar  en  ellas  de  política  y  literatura. 

•  JEra  este  periódico  El  Español,   (70)   diario  fundado  con  grandes  ele- 


meiitüt*.  que  liabía  comeiizadu  á  ver  la  luz  en  1.^  de  Noviembre  de  18B5, 
(jue  dirijía  dou  Andrés  Borrego,  y  del  que  eran  redactores  don  Joaquín 
Francisco  Pacheco, don  Manuel  Hernández,  don  Juan  Esteban  Izaga,  Rios 
Rosas,  González  Bravo,  García,  Villalta,  Donoso  Cortés  y  otros  que  luego 
•  K-uparon  puestos  eminentes  en  el  partido  moderado. 

Durante  los  meses  que  había  permanecido  Larra  en  el  exti'aujero,  ha- 
liíaiise  desarrollado  en  la  Península  sucesos  de  gran  importancia,  y  la  si- 
tuación era  bien  distinta  á  la  que  dejó  al  partir. 

Al  niinisterio  de  Marti nez  de  la  Rosa,  había  sucedido  el  del  Conde  de 
Toreno  (7  Junio  á  14  de  Setiembre}  y  si  aquél  cayó  del  poder  por  su  falta 
de  valor  para  acometer  las  reformas  que  la  España  necesitaba,  éste  cayó 
por  haberse  revelado  contra  él,  la  nación  entera,  que  desobedeciendo  su 
autoridad,  formó  Juntas  en  cada  provincia  para  gobernarse. 

Durante  el  mando  de  Toreno.  murió  Zumalacárregui  (15  Junio;  alma 
de  la  facción,  y  se  consiguieron  victorias  tan  importantes  sobre  las  tropas 
leí  pretendiente,  cumo  la  alcanzada  en  los  campos  de  Mendigorría.  16 
de  Julio).  Es  seguro  que  si  entonces  el  gobierno  hubiera  aprovechado  las 
circunstancias,  la  guerra  tal  vez,  pudiera  haberse  tenido  por  acabada. 

En  aquellos  meses  del  verano  de  1835,  fué  cuando  el  pueblo  entero  se 
iiiüó  amenazador  y  terrible  contra  un  enemigo,  del  que  hasta  entonces  no 
habían  querido  defenderlo  aquellos  gobiernos  liberales:  este  enemigo  eran 
las  comunidades  religiosas.  El  convento,  era  el  foco  más  vivo  del  carlis- 
mo, allí  se  organizaban  las  fuerzas,  se  disponían  los  armamentos,  se  jun- 
taban los  conspiradores  y  se  recogía  el  dinero  que  liabía  de  repartirse  á 
inanes  llenas  entre  la  facción.  El  pueblo  que  vertía  su  sangre  por  defender 
el  trono  de  Isaliel  II,  que  se  sacriticaba  por  conseguir  ertriantVde  la  mo- 
narquía constitucional,  cayó  sobre  los  frailes,  iracundo,  sin  que  n'hda  lo- 
grara ya  detenerle. 

Zaragoza  primero,  Reus  y  Tarragona  después,  y  á  pocu  Beicclonu. 
Valencia  y  las  principales  capitales,  fueron  teatro  de  escenas  violentas  y 
excesos  sin  niimero.  Baste  solo  recordar  los  sucesos  de  la  capital  del  Prin- 
cipado,en  los  dias  25  de  Julio  al  í>  de  Agosto.  (71)  para  convencerse  de  la 
fuerza  de  aquel  alzamiento  popular. 

Formadas  las  Juntas,  en  Andalucía,  Aragón.  Cataluña,  i^,  procedió* 
se  á  la  incautación  de  los  conventos  y  á  la  ejecución  de  medidas  amplia 
mente  liberales,  y  en  tales  circunstancias,  cuando  mayor  era  el  estado  de 
excitación  de  los  ánimos,  cuando  la  guerra  ardía  de  una  punta  á  otra  de 
la  Penínsiila,  subió  al  gobierno  el  hombre  más  revuluciouario.  que  la  na- 
ción ha  tenido,  el  que  llevó  4  cabo  la  obra  de  más   trascendencia,  el   más 


—  'J'2  — 

honrado  d«  uuestius  políticos,  y  el  más  calumniado  y    aborrecido    por   los 
reaccionarios:  D.  Juan  Alvarez  de  Mendizábal. 

Formó  está  el  ministerio  con  personas  de  tan  reconocidas  ideas  libe- 
rales, como  don  Manuel  García  Herrero,  don  Ramón  Gil  de  la  Cuadra, don 
Alvaro  Gómez  Becerra,  el  conde  de  Almodóvar,  don  José  Ramón  Rodil, 
don  José  María  Chacón,  don  Martin  de  los  Heros  y  don  Joaquín  Díaz  Ca- 
neja;  expuso  francamente  su  programa  de  gobierno,  á  María  Cristina,  en 
una  célebre  exposicien,  y  dio  principio  «á  la  época  de  su  mando  por  medio 
de  una  serie  de  decretos  encaminados  todos  á  satisfacer  las  legítimas  exi- 
gencias de  la  opinión  liberal,  con  el  fin  de  desarmar  el  brazo  de  la  revolu- 
ción, que  amagaba  ya  descargar  un  rudo  golpe»  como  dice  acertadamente 
un  historiador. 

Pocas  veces  ha  sido  acogido  con  más  entusiasmo  en  España  la  subida 
al  poder  de  un  político  como  lo  fué  cuando  Mendizábal:  el  pueblo  crej-ó  en 
él  ciegamente,  aplaudió  sus  actos,  y  cuando  los  Estatutos  le  concedieron 
por  una  gran  mayoría  el  «voto  de  confianza»  ('21  Diciembre  1835)  pudo 
creer,  que  disponía  de  una  fuerza  moral,  no  igualada  hasta  entonces, en  los 
gobiernos  que  le  habían  antecedido. 

Cumplida  la  primera  parte  de  su  programa  con  la  nueva  organización 
de  la  Milicia  Urbana,  la  amplitud  á  la  libertad  de  imprenta,  el  llamamien- 
to al  servicio  de  las  aimas  de  todos  los  españoles  viudos,  sin  hijos,  de 
diez  y  ocho  á  cuarenta  años,  la  suspensión  de  todos  los  conventos  que  su- 
bían al  número  de  3,14U,  y  la  reunión  de  cortes,  para  formar  una  nueva 
ley  electoral,  que  modificase  notablemente  el  Estatuto,  los  elementos  mo- 
derados comenzaron  á  revolverse  contra  Mendizábal,  y  tomando  cuerpo  la 
oposición  en  pocos  meses,  con  la  conducta  de  don  Francisco  Javier  Istu- 
riz,  de  Antonio  Alcalá  Galiano  y  del  Duque  de  Rivas,  todos  avanza- 
dos liberales  hasta  entonces,  y  hasta  entonces  amigos  decididos  y  admira- 
dores de  Mendizábal,  que  de  súbito  se  le  pusiera  enfrente,  vióse  aquél 
gran  político  estrechado  por  la  fuerza  de  poderosos  elementos  y  privado 
de  la  confianza  de  la  reina  Cristina,  inclinada  ya  desde  aquel  punto  á  se- 
guir las  ideas  moderadas. 

El  partido  monárquico  constitucional  quedó  entonces  dividido  para 
siempre  y  al  formarse  el  ministerio  (7^)  presidido  por  por  Isturiz.en  15  de 
Mayo  de  1836,  comenzó  la  Jucha,  que  después  había  de  causar  tantos  tras 
tornos  al  país,  acarrear  tantas  desgracias  y  costar  tanta  sangre. 

La  guerra  civil  siguió  en  los  primeros  dos  meses  de  1836  casi  como 
en  los  últimos  del  año  anterior  La  toma  de  Guentería  por  los  carlistas,  el 
combate  de  Arlaban,  la  derrota  d«  Tenorio  en  la  Mancha,    la   expedición 


—  [m  — 

del  caiióuigo  Baianero  en  (niaOalajara.  y  la  victoria  obtenida  por  la  co- 
liunua  de  Buil  sobre  Cabrera  á  quien  no  tardó  en  desbaratar  Palarea  en 
Valen  ::ia,  fueron  los  sucesos  más  importante??  y  que  he  creido  conveniente 
citar,  para  completar  así.  la  rápida    ojeada  á   la  España   de  aquellos    dias 

con  que  cierra  este  cajiítulo. 


VIH 


Las  cartas  de  El  Español.  -Su  éxito.-  Se  publican  sueltas. —Por  qué 
se  suspendieron. — Un  folleto  político  de  Larra.-- -Otro  folleto 
de  £spronceda.~~La  traducción  de  las  Palabras  de  un  creyen- 
te.—Más  sobre  el  ministerio  Isturiz— Elecciones.-  Larra  dipu- 
tado por  Avila. — Es  presentado  á  María  Cristina.— La  revolu- 
ción de  la  Granja  en  Agosto  de  1836. — Sucesos  de  importan- 
cia.—Desengaño  político  de  Fígaro.  — Vuelta  á  la  literatura.  - 
Larra  y  Bretón  de  los  Herreros— Un  banquete  literario.— Fíga- 
ro entra  en  la  redacción  de  «El  Redactor  General >>  y  «El  Mun- 
do.— Un  contrato  curioso. — «La  revista 9fensaj ero.»— Artículos 
publicados  en  estos  periódicos  de  Octubre  á  Diciembre  de  1836. 
--Crítica  literaria.— El  día  de  difuntos.— La  Noche-Buena.— 
Pesares  del  hombre.— Anécdotas  tristes. 

El  Español  fiel  día  .'>  de  Enero  de  18rJo  insertíiba  con  el  título  de 
Fígaro  de  vuelta,  «carta  á  nn  amigo  residente  en  París,  >  el  primero  de 
lina  serie  de  artículos  que  Tiar-ra  se  propuso  S3guir  en  dicho  periódico  vol- 
\iendo  á  cultivar  la  sátira  política  que  durante  un  buen  tiempo  había 
abandonado.  La  segunda  carta  se  publicó  en  HO  de  Enero  y  el  .H  de  Abril 
la  tercera  y  última,  pues  el  autor,  vióse  en  la  necesidad  de  suspenderlas  ú 
raiz  de  la  subida  al  poder  del  ministerio  presidido  por  D.  Francisco  .Ja- 
vier Isturiz, 

Por  la  intención  maligna,  las  sales  y  agudezas  qu:;  contienen, y  el  es- 
tilo correcto  y  amenísimo,  son  estas  tres  carhas  modelos  de  literatura  satí- 
rica y  tanto  fué  el  éxito  que  alcanzaron,  que  I.nrra  cediendo  alas  peticio- 
nes de  muchos,  las  publicó  luego  sueltas  en  tres  folletos, hoy  bastante  raros 
(73)  poniendo  al  frente  de  la  primera,  titulada  Fígaro  de  vuelta,  esta  ño- 
ra que  á  titulo  de  curiosidad  copió: 


—  im;  — 

«Ksta  jdviincia  caira  vi<'»  la  luz  ol  ')  de  Eiioio  pusudo.  es  (kcii'.  Iiace 
más  (le  tres  meses,  en  El  Español  é  inmediatamente  después  de  liaber  le- 
gresado  su  autor  del  extranjero  No  se  le  oculta  á  éste  que  el  principal 
mérito  de  semejante  publicación,  de  circunstancias,  es  la  oportunidad  y 
temeroso  de  que  el  poco  mérito  de  esta  carta  no  pudiera  resistir  al  examen 
de  la  crítica,  leida  aisladamente  mucho  tiempo  después;  se  guardó  muy 
bien  de  reimprimirla,  cuando  trató  de  seguir  dando  á  luz  otras  tantas  car- 
tas Por  eso  han  sido  tantas  las  solicitudes  de  las  personas  que  no  han  lei- 
do  en  El  Español,  ó  que  no  han  podido  adquirir  á  el  despacho  de  aquél 
periódico,  por  haberse  agotado  la  colección,  que  el  autor  no  ha  dudado 
un  momento  en  sacrificar  su  amor  propio  en  favor  de  los  numerosos  com- 
pradores que  tanto  lo  honran,  manifestando  deseos  de  hacerse  con  sus  dé-' 
biles  producciones.  Esta  es  la  única  razón  que  ha  tenido  para  reimpri- 
mirla "y  publicada  suelta.» 

¡Lástima  en  estas  tres  notabilísimas  cartas  político-satiricas  se  vea 
á  Fígaro  unido  á  los  enemigos  de  Mendizábal,  atacar  duramente  su  go- 
bierno I 

Y  no  se  crea  que  Larra,  al  encontrarse  en  la  oposición,  lo  estaba  por- 
que.sus  ideas  fuesen  moderadas  y  no  desease  sinceramente  la  libertad,  no; 
él,  que  pedía  reformas  completas  en  el  país,  el  que  reclamaba  la  supre- 
sión de  todos  los  antiguos  abusos,  la  desaparición  de  todas  las  trabas  que 
se  oponían  á  un  rápido  progreso,  el  que  tanto  había  abogado  por  la  liber- 
tad de  imprenta,  por  la  igualdad  ante  la  ley,  por  el  triunfo  de  las  ideas 
democráticas,  en  manera  alguna  podía  confundirse  con  aquellos  liberales 
tibios  ó  asustadizos,  y  con  aquellos  reaccionarios  encubiertos,  que  levanta- 
ron la  campaña  contra  el  ministerio  Mendizábal  y  formando,  cada  vez  ma- 
yor admósfera  en  contra  suya,  poniendo  á  cada  paso  mas  obstáculos  y 
creando  mas  dificultades,  diariamente,  le  hicieron  abandonar  el  poder,  sin 
que  pudiera  sin  embargo  impedir  la  realización  del  comienzo    de   su  obra. 

En  manera  alguna  podía  ser  tenido  Larra  por  un  amigo  de  los  ele- 
mentos retrógados,  pero  él,  que  no  estaba  decidido  aun, por  ningún  partido, 
político,  que  miraba  aun  con  altura  superior  los  graves  asuntos  que  en- 
tonces pesaban  sobre  España,  y  que  tenía  suficiente  independencia  para 
emitir  sus  ideas,  mal  podría  callar,  en  momentos  como  aquellos  lo  eran, 
donde  tantos  exageraciones  se  cometían,  y  tan  inflamados  estaban  las  lu- 
chas políticas. 

Así  fué,  que  sí  para  el  ministerio  Mendizábal  tuvo  censuras,  las  tuvo 
también  para  el  ministerio  Istuiz,  cuando  pudo  conocer  la  falsa  situación 
en  que  este  se  hallaba,  divorciado  de  la  opinión  del  país,  y  sin  fuerzas  pa- 


-  1)7  - 

ra  dirigir  la  marcha  déla  revolución.  Pero  El  T^pañol  era  ministerial, 
y  don  Andrés  Borrego,  se  negó  á  publicar  el  cuarto  artículo,  en  que  Larra 
seguía  su  correspondencia  con  el  «amigo  residente  en  París,»  dando  mo- 
tivo, á  que  nuestro  autor,  insertara  en  G  de  Marzo,  una  carta  dirigida  al 
director  y  en  la  qne  escribió  estos  párrafos  que  copio  y  que  dan  á  conocer 
claramente  sus  ideas. 

«....Independiente  siempre — dice— en  mis  opiniones,  sin  pertenecer  á 
ningún  partido  de  los  que  miserablemente  nos  dividen,  no  ambicionando 
ni  de  un  ministerio  ni  de  otro,  ninguna  especie  de  destino,  no  tratando  de 
figurar  por  ningún  estilo,  estoy  escribiendo  hace  años  y  no  tuve  nunca  mas 
objeto  qne  el  de  contribuir  en  lo  poco  que  pudiera  al  bien  de  mi  país,  tra- 
tando de  agradar  al  mayor  número  posible  de  lectores;  para  conseguirlo 
creí  que  no  debía  defender  mas  que  la  verdad,  y  la  razón,  creí  que  debía 
combatir  con  las  armas  que  me  siento  aficionado  á  manejar,  cuanto  en  mi 
conciencia  fuese  incompleto,  malo,  injusto  ó  ridículo.» 

Y  mas  adelante  añadía: 

«Si  El  Español  es  ministerial,  usted  me  permitirá  que  sin  que  se  al- 
tere en  nada  el  aprecio  que  le  profeso,  sacuda  desde  este  momento  toda 
mancomunidad  de  responsabilidad  política,  5^  si  no  lo  es,  espero  que  ex- 
plícitamente me  lo  manifestará , » 

«....En  el  ministerio  Mendizábal  he  criticado  cuanto  me  lia  parecido 
criticable  y  de  ello  no  me  retracto,  cualquiera  que  sea  el  partido  ó  la  popu- 
laridad que  pueda  tener  en  su  favor  y  los  medios  que  ponga  en  práctica  en 
el  dia  para  hacer  la  oposición, y  lo  mismo  pienso  hacer  ahora  en  el  actual, 
cualquiera  que  sea  la  fuerza  que  como  gobierno  tenga  en  su  favor,  porque 
si  hay  quien  pueda  tener  miedo  á  los  alborotos^  á  las  multas  y  á  la  cárcel , 
yo  no  me  siento  con  miedo  anadie.» 

Ignoro  lo  que  ocurriría  entre  Larra  y  Borrego,  después  de  la  publica- 
ción de  la  carta,  algunos  de  cuyos  párrafos  van  copiados,  pero  desde  en- 
tonces, los  artículos  do  sátira  política,  fueron  suspendidos  por  su  autor, 
quien  únicamente  trató  en  las  columnas  de  El  Español  de  asuntos  de 
costumbres  y  de  crítica  literaria. 

En  una  sola  ocasión  escribió  por  entonces  Larra  de  política,  en  serio, 
y  esta  ocasión  merece  hacerse  notar.  Entre  los  folletos  y  papeles  que  por 
aquellos  dias  de  la  primera  mitad  del  año  IS'óG  se  dieron  á  luz  combatien- 
do al  gobierno  de  Mendizábal,  ya  inspirados  por  los  elementos  conserva- 
dores, ya  por  los  avanzados  en  extremo,  aparecieron  dos,  el  primero  de  los 
cuales  llevaba  al  frente  el  nombre  de  don  Mariano  José  de  Larra  y  el  se- 
gundo el  de  don  José  do  Espronceda. 

13 


H8   — 


Titúlase  el  primero  La  España  desde  Fernando  VII  hasta  Mendizá- 

bal  (74),  y  aunque  s  i  verdadero  autor  era  el  francés  Caries  Didier,  al  ser 
traducido  al  castellano  por  Fígaro, lo  reformó  tan  notablemente, que  puede 
decirse  que  es  casi  todo  obra  suya.  El  segundo  lleva  por  epígrafe  El  Mi- 
nisterio Mendizábal  (75)  y  aunque  abarcaba  un  cuadro  menos  extenso, 
no  por  eso  era  menos  violento  en  su  ataque  y  suelto  en  su  forma. 

En  el  folleto  arreglado  por  Larra,  del  que  él  decía  «que  como  reseña 
histórica,  su  verdad  la  haría  acreedor  á  ocupar  un  lugar  distinguido  entre 
los  documentos  que  la  historia  se  serviría  algún  dia  para  redactar  nuestra 
gloriosa  revolución»  se  encuentra  un  bien  trazado  cuadro  á  grandes  rasgos 
de  los  principales  sucesos  desarrollados  en  España  desde  el  casamiento  del 
rey  con  la  princesa  María  Cristina.  Allí  se  recorren  las  alternativas  de  las 
primeras  conspiraciones  carlistas  y  los  manejos  de  la  camarilla  del  Pre- 
tendiente, las  desgraciadas  tentativas  de  los  liberales  y  la  tibia  política 
de  Cea  Bermudez;  allí  se  analiza  el  Estatuto,  y  la  actitud  de  Martinez 
de  la  Rosa,  durante  los  meses  de  su  gobierno,  se  presentan  las  figuras  de 
los  más  notables  oradores  de  las  cámaras,  y  después  de  juzgar  al  gobierno 
de  Toreno,  y  detenerse  algún  tanto  en  las  vicisitudes  de  la  guerra  civil,  y 
en  los  acontecimientos  de  que  fueron  teatro  algunas  provincias,  se  termi- 
na con  la  subida  al  poder  de  Mendizábal  y  recargando  la  pintura  de  su  po- 
sición  difícil,  ya  amenazada  por  aquellos  dias. 

El  folleto  de  lispronceda,  que  nunca  he  visto  citado  por  sus  biógrafos, 
tís  una  violento  ataque  contra  el  gran  hacendista,  es  un  fuerte  artículo  de 
oposición,  escrito  á  correr  de  la  pluma  y  donde  se  refleja  aquél  carácter 
apasionado  y  aquellas  exageraciones  del  gran  poeta  Su  lenguaje  es  fácil 
y  rico,  y  las  frases  conque  concluye  le  retratan  admirablemente  y  están 
en  consonancia  con  sus  actos  de  entonces. 

«...Hagan  las  Cortes —escribe — una  ley  electoral  y  popular  y  ensaye 
en  fin  esa  juventud  cuyo  patrimonio  son  las  épocas  de  revolución  y  turbu- 
lencia. Esa  juventud  que  llena  de  esperanzas  no  debe  titubear  en  arrojarse, 
iluminada  de  talento,  por  los  sombríos  senderos  del  porvenir,  aboliendo  de 
una  vez  tanta  práctica  antigua,  tanto  abuso,  tanto  cadáver  resucitado  co- 
mo atrasa,  entorpece  y  corrompe  la  socieded.  No  se  tenga  por  una  petu- 
lancia este  deseo  que  debe  hacer  latir  todos  los  corazones  y  arrebatar  la 
imaginación  de  los  jóvenes,  no,  porque,  un  siglo  de  renovación  pertenece, 
sin  duda  á  la  juventud.» 

¡Cuánto  no  se  ha  dicho  luego  esto  mismo  en  tonos  diversos,  yes  en  los 
momentos  presentes  de  verdadera  actualidad! 

Poco  tiempo  después  de  dar  á  luz  el  folleto  de  Caries  Didier,  hizo  La- 


—  99  - 

rra  la  traducción  do  otra  obra  do  luuclios  más  vuelos,  que  había  causado 
general  admiración  y  que  S3  debía  al  abate  Hugo  Felicitas  Robert  do  La- 
mennais,  el  eminente  filósofo  francés,  que  como  dice  un  autor  «proclamó 
todas  las  libertades  en  su  forma  más  absoluta, bajo  el  amparo  de  la  iglesia, 
y  ésta  fué  la  primera  que  le  rechazó.» 

La  obra  esoojida  por  nuestro  autor  para  vulgarizarla  en  España  fué 
El  dogma  de  los  hombres  libres.  «Palabras  de  un  creyente»  {7H)  y  el 
prólogo  que  al  frente  de  ella  escribió  «en  cual  vierte  doctrinas  que  no  re- 
chazarían los  más  ardientes  apóstoles  de  la  democracia  moderna»  que  dijo 
Cortés,  es  uno  de  los  más  hermosos  trabajos  serios  que  produjo  su  pluma. 

¿Qué  he  de  decir  de  libro  tan  conocido  como  el  de  Lamennais,  ni  á  qu¿ 
apartarme  de  mi  objeto  principal, hablando  del  filósofo,  cuyos  escritos  cau- 
saron tantas  controversias  y  tuvieron  tan  ardientes  defensores  como  enco- 
nados enemigos?  La  traducción  de  Larra  es  superior  á  todo  encomio  y  á 
cuantas  después  del  texto  se  han  hecho,  y  el  citado  prólogo,  página  bri- 
llantísima que  honrará  siempre  el  nombre  de  su  autor... 

El  camino  que  por  entonces  emprendió  Fígaro,  me  hace  que  para 
seguirlo,  tenga  que  dejar  de  hablar  de  sus  escritos,  un  breve  espacio.  Su 
carrera  política  iba  á  comenzar  entonces,  como  su  vida  iba  á  ser  brevísi- 
ma, y  su  fracaso,  coincidiendo  fatalmente  con  terrible  desengaño,  habían 
de  causar  honda  perturbación  en  su  espíritu,  que  no  lograría  ya  de  sere- 
narse. 

Estudiando  con  alguna  atención  la  historia  política  de  aquellos  dias 
claramente  se  ve  que  el  gobierno  moderado  presidido  por  Isturiz,  que  des- 
de el  15  de  Mayo  ocupaba  el  poder,  se  había  hecho  impopular,  y  que  sus 
medidas  de  rigor  en  algunos  puntos,  el  intento  que  demostró  de  hacer 
frente  á  las  reformas  ya  comenzadas,  y  el  poco  acierto  con  que  empezó  á 
dirijir  los  asuntos  de  la  guerra,  le  atrajeron  una  oposición  formidable,  que 
dada  la  exaltación  de  las  pasiones  políticas  de  entonces,  y  el  estado  del 
pueblo  no  había  de  detenerse  en  apelar  si  preciso  fuera  á  los  medios  vio- 
lentos para  no  derribarle. 

Disueltas  las  cortes  el  22  del  citado  Mayo, convocáronse  las  nuevas  pa- 
ra el  25  de  Agosto,  verificando  las  elecciones  conforme  á  la  nueva  ley,  en 
los  primeros  dias  del  último  de  los  meses  apuntados;  en  ellas  salió  elegido 
diputado  por  la  provincia  de  Avila,  D.  Mariano  José  de  Larra,  que  obtuvo 
477  votos,  contra  254  de  D.  Juan  Martin  Carraraolino  y  29  de  D.  José  Su- 
noza  según  consta  del  acta  de  la  elección  cuya  copia  tengo  á  la  vista.  (77) 

Larra  era  pues,  llamado  á  ocupar  un  sitio  en  la  representación  nacio- 
nal, á  los  27  años,  cuando  su  nombre  de  escritor  era  generalmente   aplau- 


—  100  — 

dido  y  todo  debiera  soiireirlc  oii  la  vida.  Envidiable  sería  ciertamente  pa- 
ra muchos  el  porvenir  qus  se  presentaba  á  nuestro  autor,  pues  seguramen- 
te estaba  destinado  á  ocuparf  elevados  puestos  y  conseguir  una  verdadera 
personalidad  en  política, quien  dotado  de  gran  talento, sin  haberse  cansado 
en  bajas  luchas,  ni  haber  apelado  a  medios  reprobables,  de  esos  á  que  tan- 
tos apelan  y  que  manchan  luego  por  siempre  la  historia  de  su  vida  pública. 
Y  era  de  presumir,  que  cuando  algunos  años  más  de  experiencia,  dieran 
á  Larra  más  práctica^  3'  conociese  á  fondo  los  asuntos  de  gobierno,  cuando 
los  sucesos  en  que  tuvieso  que  intervenir  le  sirvieran  de  saludable  ense- 
ñanza, cuando  desaparecieran  en  él  algunas  exageraciones  de  las  que  no 
podía  menos  de  participar,  quien  tan  independiente  hasta  entonces  se  ha- 
bía mostrado,  su  clarísima  inteligencia,  su  carácter,  entero  y  su  reconoci- 
do patriotismo  puesto  al  servicio  de  la  nación,  había  de  ser  de  grandísimo 
provecho  para  el  bien  general. 

Más  nada  de  esto  quiso  la  suerte  que  se  realizara:  el  día  9  de  Agosto 
era  Larra  elegido  diputado  y  en  la  noche  del  12  estallaba  en  la  Granja  el 
motin  de  los  sargentos,  que  proclamaban  la  Constitución  de  1812,  y  obli- 
gaba á  Cristina  firmar  el  docreto  de  su  publicación.  Varias  poblaciones 
andaluzas  se  sublevaban  á  poco  por  el  código  gaditano,  el  ministerio  ístu- 
riz  caía  del  poder  aborrecido  por  el  pueblo  y  en  Madrid  ocurrían  sucesos 
tan  sangrientos  como  lamentables. 

El  mismo  dia  15  en  que  fué  asesinado  cobardemente  el  que  hasta  en- 
tonces había  sido  capitán  general  de  Castilla  la  Nueva,  D.  Vicente  Quesa- 
\la,  marqués  de  Moncayo,  se  formaba  el  ministerio  presidido  por  D.  José 
Alaría  Calatrava,  (78)  y  el  17  regresaba  la  reina  y  sus  hijas  de  la  Gran- 
ja, en  medio  de  las  aclamaciones  de  los  liberales. 

«Gravísimas  eran  las  circunstancia3 — escribe  D.  Fernando  Garrido, 
en  que  los  liberales  volvieran  al  poder  en  1836.  La  guerra  civil  estaba 
desencadenada  y  en  su  apogeo  En  Jadraque,  casi  á  las  puertas  de  Ma- 
drid, el  cabecilla  Gómez  derrotó  é  hizo  prisionero  al  general  López.  La 
insubordinación  se  había  enseñoreado  de  los  ejércitos  liberales,  especial- 
mente del  del  Norte,  el  erario  estaba  exhausto  y  los  moderados  vencidos 
abusando  ie  la  libertad  de  la  prensa,  alarmando  á  todo  el  mundo  con  sus 
presagios  de  anarquía  y  de  violación  social  y  de  atropellos  y  desmanes 
que  no  se  realizaron,  aumentaban  la  confusión  natural  el  dia  siguiente  de 
una  revolución  vencedora.  Pero  la  autoridad  moral  del  nuevo  ministerio 
bastó  para  deparar  situación  tan  precaria  y  el  pueblo  con  su  sensatez 
probó  una  vez  más  que  el  orden,  lejos  de  ser  incompatible  con  la  libertad 
solo  con  ella  puede  tener  bases  sólidas  y  seguras*. 


--    101   — 

El  fracaso  político  en  qiio  Larra  S(j  viú  cuviiülto  al  coiu^iiz.ir  su  ca- 
rrera, hizo  singular  efecto  en  su  áoiin^  exaltado  ya  por  otros  motivos. 
Aquellos  sucesos  por  los  cuales  na  llegó  á  tomar  asienta  en  las  Cortes 
impresionáronle  vivamente,  y  creyendo  que  sin  necesidad  do  la  revolución 
hubiese  tenido  el  país  los  provechosos  adelantos  y  las  liborta'des  que  nece- 
sitaba, sin  nuevos  trastornos,  con  diñó  la  insurrección    amargamente. 

No  es  fácil  hacerse  cargo  de  el  efecto  que  en  Fígaro  produjo  aquel 
repentino  movimiento  de  la  opinión  liberal:  él  creyó  hallar  en  el  aturdi- 
miento de  la  vida  pública,  en  los  cuidados  y  atenciones  que  su  cargo  de 
diputado  había  de  traerle,  olvido  tal  vez,  para  sus  incurables  padecimien- 
tos, y  al  encontrarse  de  nuevo,  con  el  obstáculo  poderoso  que  cortaba  su 
carrera,  no  quiso  mirar  lo  porvenir  con  entusiasma  da  joven,  no  quiso  es- 
perar al  mañana,  que  había  de  brindarle  ancho  campo  á  sus  ambiciones; 
toda  la  tristeza  de  su  alma,  todo  el  negro  humorismo  de  su  espíritu,  vino  á 
caer  desde  entonces  en  sus  escritos,  sin  que  procurara  ya  disimularlo. 

Poco  sensible  fué,  en  opinión  de  muchos  para  la  política, el  que  Larra 
no  figurase  en  ella,  que  los  hombres  como  él,  con  rarísimas  excepciones  se 
han  distinguido  al  par  en  las  letras  y  en  el  gobierno,  y  si  algo  han  he<'.ho 
el  escritor,  ha  oscurecido  siempre  al  político.  «La  gloria  de  los  destinos 
públicos — ha  escrito  Cañete — la  roputacion  política  pasa  con  las  cir- 
cunstancias aun  en  los  mas  eminentes  hombres  de  Estado.  ¿Quién  se 
acuerda  ya  de  que  Petrarca  fué  un  negociador  y  un  estadista?  ¿Quién  une 
al  nombre  de  Ariosto  su  carácter  de  embajador  en  Venecia?  ¿De  qué  lo 
sirve  á  Milton  haber  sido  secretario  de  Cronwel?  ¿Quién  sabrá  que  Cha- 
teaubriand ha  sido  ministro,  y  Lamartine  diputado?» 

Fué  lo  cierto  que  Larra,  despechado  por  su  desengaño  político,  volvió 
los  ojos  á  la  literatura,  comenzando  desde  Setiembre  de  183G  á  publicar 
gran  número  de  artículos  casi  escluslvamento  de  crítica  literaria,  y  antes 
de  ocuparme  de  ellos,  he  de  volver  á  tratar  de  Bretón  de  los  Herreros  y 
Fígaro  á  propósito  de  un  suceso  ocurrido  por  aquellos  meses  y  que  vino 
á  poner  fin  á  la  enemistad  entre  ambos  escritores 

Ya  se  vio  como  tuvo  noticias  nuestro  autor,  hallándose  en  Burdeos 
del  estrena  de  la  comedia  ÜI*?  voy  de  Madrid  «cuando  regresó  á  la  corte 
— habla  Ferrer  del  Rio — Larra  no  saludaba  á  Bretón  y  éste  imitaba  su  con- 
ducta: habían  trascurrido  semanas  y  sus  mutuos  íunigos  no  avanzaban  un 
solo  paso  que  á  la  reconciliación  condujese..  .  Dirigía  á  la  sazón  los  tea- 
tros de  Madrid  el  inolvidable  Griíkildi,  amigo  y  consejero  de  todos  los 
poetas;  había  sido  por  aquel  carnaval  (183())  uno  de  los  empresarios  de 
Oriente;  dispuso  en  uno  de  sus  salones  un   convite  á  que  asistieron  el  ba- 


—  102  — 

ron  Taylor,  Carnerero,  Vega  y  otras  personas  de  letras:  Bretón  y  Larra 
figuraban  como  héroes  de  la  fiesta,  ni  se  liicióron  nn  saludo  ni  se  cruzaron 
sus  miradas.  Clrinaldi  los  colocó  en  opuestos  lados,  empezó  la  comida  y 
durante  toda  ella  giró  la  conversación  sobre  asuntos  indiferentes:  al  llegar 
la  hora  de  los  postres  y  del  Champaña,  se  propuso  un  brindis,  y  Ventura 
de  la  Vega  dijo  con  su  simpático  acento. 

«El  odio  y  recor  insano 

del  corazón  úe  deseche, 

el  vate  es  del  vate  hermano, 

si  hay  (paien  alargue  una  mano 

yo  se  que   habrá  quien   la   estreche.» 

Como  si  obedeciera  á  magnético  infiujo,  se  puso  en  pié  Larra, y  tendió 
su  mano.  Bretón  con  lágrimas  en  los  ojos,  improvisó  la  siguiente  quin- 
tilla: 

«No  aguardaré  á  que  comiences, 
quédese  el  furor  odioso 
para  enemigo  vascuences. 
Yo  te  vencí  recoroso 


Se  estrechaban  después  fraternalmente,  y  vertían  tierno  llanto,  y  llo- 
raban Grimaldi,  Taylor,  Carnerero,  Vega  y  lloraban  todos.  Al  concluir 
tan  cordial  escena  se  repetían  los  brindis  con  sabrosos  vinos.» 

El  marqués  de  Molins  que  también  narró  esta  escena  con  gran  exten- 
sión, cuenta  que  él  inició  los  brindis,  y  con  ligeros  variantes  reproduce  los 
versos  improvisados  por  Vega  y  Bretón,  á  como  nos  lo  dio  á  conocer  antes 
Ferrer  del  Rio.  No  quiero  hacer  mención  de  los  que  se  dice  que  improvi- 
só Larra,  por  no  parecerme  que  fué  cosa  cierta,  en  momentos  como  aque- 
llo, semejante  ocurrencia.  (79) 

El  Mundo  «diario  del  pueblo»  fundado  por  don  Santos  López  Pere- 
grin,  (Abenamar)  que  había  comenzado  á  ver  la  luz  en  Junio  de  1836  y 
El  Redactor  General,  cuyo  lema  era  «Isabel  II  gobierno  representativo  y 
libertad  legal»  que  apareció  en  15  de  Noviembre  del  mismo  año,  fueran 
las  dos  publicaciones  que  acogieron  los  últimos  trabajos  de  Larra  en  unión 
de  El  Español. 

Redactaba  entre  otros  JKl  Hundo,  don   Antonio   Mj^ría   Segovia,  ta» 


—   108  — 

conocido  por  el  psoiidónimo  de  El  Estudiante,  don  José  López  Penal  ver, 
el  director  que  fué  en  1827  de  la  exposición  de  la  industria  española  cele- 
brada en  Madrid,  don  Ramón  Sánchez,  don  Manuel  Valdés,  &,  y  hablan- 
do Zorrilla  en  sus  Recuerdos  del  tiempo  viejo,  de  este  diario,  dice  que 
era  uno  de  «los  mejor  escritos  que  en  Madrid  se  han  publicado.» 

Una  misma  empresa  habíase  hecho  cargo  de  El  Mundo  y  del  Redac- 
tor General,  cuando  Larra  entró  á  colaborar  en  ellos,  y  dá  prueba  de  la 
importancia  que  nuestro  autor  tenía,  y  de  lo  que  se  estimaba  su  pluma,  el 
contrato  que  firmado  por  él  y  por  don  Tomás  Jordán,  en  nombre  de  la  em- 
presa, extendieron  en  28  de  Noviembre  de  1836,  contrato  curiosísimo  y 
hasta  ahora  inédito,  que  puede  el  lector  ver  íntegro  en  las  notas.  (80) 

Consta  el  documento  de  las  condiciones  siguientes:  Por  la  primera  y 
segunda  se  compromete  Larra  escribir  seis  artículos  al  mes  para  El  Re- 
dactor General,  con  el  pseudónimo  de  Figaro  y  dos  con  firma  ó  sin  ella, 
y  un  artículo  por  semana  para  El  Mundo;  se  dice  en  la  tercera,  que  la 
empresa  buscaría  «sujeto  responsable  que  firmara  los  artículos»,  en  la 
cuarta,  que  los  trabajos  se  habían  de  publicar  en  el  folletin,  sin  erratas  y 
con  letra  clara  y  en  la  quinta,  que  se  le  había  de  abonar  el  sueldo  «de 
40.000  reales  al  año,  pagados  mensualmente,  á  saber:  3G.000  por  los  artí- 
culos que  procure  á  El  Redactor  General  y  4.000  por  los  que  dé  á  Rl 
Slundo».  En  la  sexta  y  séptima  se  lee,  que  la  empresa  daría  á  Larra  dos 
ejemplares  de  cada  periódico  y  un  billete  de  entrada  en  las  Cortes  «en  la 
tribuna  de  los  taquígrafos  si  puede  ser»  y  en  la  octava  y  última  que  el 
contrato  comenzaba  á  regir  desde  1.^  de  Diciembre  y  que  antes  de  ser  res- 
cindido, tendría  cada  una  de  las  partes  que  «avisar  á  la  otra  con  un  mes 
alo  menos  de  anticipación.» 

Hoy  que  tan  menguados  son  los  beneficios  que  un  periódico  rinde,  que 
el  trabajo  del  periodista  está  tan  mal  pagado, que  apenas  le  basta  para  cu- 
brir sus  necesidades  más  perentorias,  hoy  que  con  raras  excepciones  ape- 
nas se  encuentra  quien  medianamente  pague  un  artícub,  ¿no  parece  cosa 
fabulosa  esto,  de  que  en  183G  hubiese  una  empresa,  que  abonase  á  Larra 
40.000  reales  al  año  por  doce  artículos  mensuales?... 

Entonces  no  había  diarios  de  información,  que  hiciesen  tres  ó  cuatro 
ediciones  de  miles  de  ejemplares, ni  «repórter*,»  que  informaran  al  público 
de  cosas  que  la  mitad  no  le  importa  saber,  pero  un  periódico  fundado  con 
bases  sólidas^  era  una  fuerza  que  hoy  se  desconoce;  la  palabra  escrita  en 
sus  columnas,  era  creída  por  la  mayoría  y  de  la  redacción  se  pasaba  á 
ocupar  los  más  altos  puestos... 

En  La  Revista-. ^lensajero  y  El  Español,  Fué  donde  Larra  dio   á  luz 


—  104    -- 

ao_[uella  serie  de  críticas  literarias  que  acabaron  de  cimentar  su  fama  y 
en  El  Redactor  y  El  Mundo,  aquellos  artículps  de  sátira  política  que  al 
leerse  en  el  dia  tan  honda  impresión  dejan  4^  ánimo. 

De  esta  época  son  los  juicios  sobre  los  dramas,  Hernani  de  Victor 
Hugo,  Antony,  Catalina  Howar  y  Margarita  de  Borgoña  de  Alejan- 
dro Dumas,  sobre  los  libros  Memorias  del  principe  de  la  Paz,  y  Horas 
de  invierno,  de  Ochoa,  y  de  esta  época  son  también, El  dia  de  Difuntos  y 
La  Noche  Buena  de  1836. 

¿Qué  crítico  no  ha  elogiado  lo  que  Larra  escribió  analizando  aquellas 
piííducciones  de  los  dos  grandes  dramáticos  franceses? 

¿Qué  biógrafo  no  ha  repetido  y  copiado  frases  y  párrafos  enteros  de 
t?n  notjibles  trabajos?  ¿Qué  he  de  enseñar  al  lector, con  hacer  resaltar  una 
ve>.  más  sus  méritos  por  todos  conocidos? 

Menos  atención  han  parado  muchos  en  otros  artículos  que  por  estos 
di  s  insertó  Larra,  y  en  ellos  más  me  parece  oportuno  detenerme,  que  no 
en  'os  que  ya  han  recibido  la  sanción  de  todos,  y  cuyas  bellezas  se  han 
mostrado  en  una  y  mil  ocasiones. 

Tienen  á  más  estos  trabajos  que  Figaro  escribía  en  las  últimos  meses 
dci  183G,  un  gran  interés,  porque  atentamente  estudiándolos,  se  conoce 
al  hombre,  y  el  estado  tristísimo  á  que  su  pasión  amorosa,  (aquella  pasión 
que  él  mismo  dijo  á  un  amigo  «que  le  había  gangrenado  el  alma»)  le  había 
conducido. 

Achaca  D.  Cayetano  Cortés  al  desengaño  político  que  sufrió  Larra 
con  la  revolución  de  la  Granja,  casi  toda  la  culpa  de  aquel  corte  sombrío, 
do  aquella  honda  amargura,  y  pesimismo  desconsolador,  que  se  nota  en 
sus  i)roducciones;  si  otros  sufrimientos  no  hubieran  venido  por  entonces  á 
llenar  su  alma  de  pesares,  seguramente  no  hubiera  sido  por  él,  tan  lamen- 
tado el  fracaso  de  su  comenzada  vida  pública,  y  no  hubiera  visto  con  tan 
negros  colores,  aquel  estado  de  cosas,  adivinando  tal  vez  con  sereno  juicio 
la  próxima  solución  de  muchos  conflictos  pendientes. 

¿Pero  qué  podía  exigirse  de  un  hombre  que  todo  lo  había  sacrifica- 
do al  amor  de  una  mujer,  y  que  veía  do  súbito  que  este  amor,  dejaba  de 
ser  correspondido,  y  que  aquellos  lazos  que  jamás  pensó  se  romperían, 
iban  á  faltarles? 

¿Cómo  no  había  de  influir  en  todo  su  ser,  como  no  había  de  reflejar- 
se en  sus  escritos  la  lucha  espantosa  que  se  levantaría  en  su  corazón  ciego 
de  amor? 

Negros,  imposibles  de  esplicar  debieran  ser  los  dias  de  Larra,  en 
que  en  vano  pugnaba  por  seguir  sus  culpables  relaciones,    por    hacer   que 


—  105  — 

aquella  hermosa  le  abandonase  matando  la  última  esperanza,  en  el  bien 
único  que  para  él  existía  y  en  la  tierra. 

¡Cuesta  tanto  renunciar  al  amor  de  una  mujer,  cuando  se  la  quiere  de 
veras  y  se  le  ha  debido  algún  tiempo  la  felicidad!  ¡Es  tan  duro  al  hombre, 
el  hacerse  de  repente  á  su  ausencia,  el  estar  privado  de  sus  frases  cariño- 
sas, y  apasionadas,  y  el  dejar  de  ser  objeto  de  sus  cuidados,  y  de  sus  aten- 
ciones! ¡Se  sufren  tantos  dolores  y  tantas  angustias,  hasta  convencerse  de 
que  ella  no  responde  ya  á  la  mirada  tierna,  con  otra,  al  suspiro  arrancado 
del  corazón  con  otro  ig;ual  suspiro,  al  beso  de  fuego,  con  el  beso  que  antes 
quemó  la  mejilla,  al  apretado  abrazo,  con  el  abrazo  que  oprimía  el  cuello 
y  confundía  las  dos  almas  en  una  sola!... 

Mientras  la  hermosa,  ha  olvidado  por  completo  sus  juramentos,  las 
promesas  expontáneas  de  correspondencia  que  hizo,  las  sensaciones  que 
agitaron  mi  pecho,  y  la  intensidad  de  los  placeres  gozados;  mientras  en 
ella  es  todo  indiferencia,  todo  recuerdo  importuno,  t^do  desden  injusti- 
hcado,  ¿qué  tormentos  no  apura  el  amador  infeliz,  que  creyó  por  siempre 
ser  amado,  que  imaginó  no  dejar  jamás  de  ser  dueño  de  aquél  corazón, 
que  cifró  su  ventura  en  continuar  la  posesión  de  los  encantos  que  tuvo  por 
suyos? 

Algo  sí,  parece  que  muere  muy  hondo  cuando  el  desengaño  de  un 
amor  vehementísimo,  de  estos  que  derriten  y  consumen  sin  piedad,  hace 
caer  la  venda  que  cegaba,  y  hace  salir  del  mundo  de  ilusiones,  de  íntimas 
dichas  en  que  se  vivía.  Y  cuando  este  amor  ha  hecho  cometer  los  mayores 
extravíos,  cuando  por  conservarlo,  se  ha  destruido  un  hogar,  se  ha  roto 
con  todo  los  deberes  que  la  sociedad  impone,  y  no  se  ha  retrocedido,  por 
no  exponerse  á  perderlo,  ni  ante  el  sacrificio  de  lo  más  caro,  ¿qué  podrá 
expresar,  el  golpe  espantoso,  que  experimenta  el  hombre,  de  inteligencia 
superior,  al  convencerse  de  que  ya  no  es  querido,  por  quien  le  arrastró  al 
abismo,  y  que  ya  no  le  es  dado  recuperar  lo  que  perdió,  ni- encontrar  sal- 
vación para  él,  consuelo  para  sus  espantosas  desgracias...? 

En  El  dia  de  Difuntos  de  1836,  «Fígaro  en  el  cementerio»  artículo 
que  vio  la  luz  en  El  Español  (2  de  Noviembre)  descubrió  Larra  toda  su  si- 
tuación desesperada,  en  estas  palabras  con  que  concluye: 

«Quise  refugiarme  en  mi  propio  corazón,  lleno  no  há  mucho  de  vida, 
de  ilusiones,  de  deseos...  ¡Santo  cielo!  También  otro  cementerio.  Mi  cora- 
zón no  es  más  que  otro  sepulcro.  ¿Qué  dice?  Leamos.  ¿Quién  ha  muerto 
en  él?  ¡Espantoso  letrero! --Aquí  yace  la  esperanza  ....  —  ¡Silencio,  Silen- 
cio!» 

El  hombre  que  esto  escribe,  como  lo   escribía   él,   era   imposible   que 

14 


—   KKi   ~- 

ociütase^ya  sus  amarguras  y  sus  pesares,  era  imposible  que  quisiera  encu- 
brir á  los  ojos  del  público  el  infierno  que  ardía  en  su  alma.  Así  de  allí  á 
|)oco  se  expresaba  de  este  modo  en  la  Noche-Buena  (Revista  Mensajero, 
2(j  de  Diciembre.)  «...La  mayor  desgracia  que  á  un  hombre  le  puede  ocu- 
rrir, es  que  una  mujer  le  diga  que  lo  quiere.  Si  no  la  cree  es  un  tormento, 
y  si  la  cree...  ¡Bien  aventurado  aquel  á  quien  la  mujer  dice — no  quiero — 
porque  ese  á  lo  menos  oye  la  verdad!»  Así  en  fin,  decía  en  el  artículo  de- 
dicado á  Los  Amantes  de  Teruel,  (22  Enero  1837)  «...las  penas  y  las 
pasiones  han  llenado  mas  cementerios  que  los  médicos  y  los  necios...  el 
amor  mata,  aunque   no  mate  á  todo  el  mundo....» 

El  citado  artículo  de  La  Noche-Buena  es  quizás  en  el  que  Larra  de- 
mostró mas  claramente  su  corazón  desgarrado.  Es  un  grito  espantoso  de 
dolor,  im  gemido  de  angustia  sin  nombre,  un  lamento  prolongado  de  los 
padecimientos  morales  que  sufría  y  para  los  que  no  había  remedio  en  la 
tierra.  ^ 

¿Quién  no  conoce  el  citado  artículo?  ¿Quién  no  ha  leido  aquellas  fra- 
ses aterradoras,  con  que  el  criado  borracho,  presenta  á  Fígaro  en  las  ti- 
nieblas de  su  habitación,  el  cuadro  de  su  vida,  de  enamorado,  de  escritor, 
de  político  ambicioso,  de  hombre  de  mundo? 

Todo  lo  recorre  aquella  «voz  del  infierno»  para  aumentar  hasta  lo 
increíble  la  desesperación  del  infeliz,  todo  lo  mas  querido  del  hombre,  to- 
do lo  que  mas  se  ansia,  es  destruido  sin  piedad,  con  lógica  terrible,  para 
la  cual  no  hay  argumento. 

— «¡Ténme  lástima  literato — 'decía  el  asturiano. — Yo  estoy  ebrio  de 
vino,  es  verdad,  pero  tú  lo  estás  de  deseos  y  de  impotencia!»  Aquí  se  vé 
condensada  toda  la  idea  del  artículo,  aquí  está  señalado  por  el  autor  todo 
su  espantoso  sufrimiento...  ¡Sí,  ebrio  de  deseos,  ebrio  de  impotencia  esta- 
ba él,  de  deseos  insaciables,  que  nunca  se  veían  colmados  de  impotencia, 
que  le  era  imposible  dominar! 

Aquel  estado  pues  de  excitación  en  que  Larra  vivía,  era  conocido  por 
todos  los  amigos  que  le  trataban  y  en  vano  fué  cuanto  algunos  hicieron 
por  sacarle  de  él.  En  vano  fueron  las  solicitudes  de  estos,  las  amistosas 
reconvenciones  de  los  otros.  Larra,  dice  uno  de  ellos  «estaba  sordo  á  toda 
reflexión  juiciosa,  y  el  extravío  de  sus  palabras,  la  incoherencia  de  sus 
actos,  hacían  ya  á  muchos  presumir  una  catástrofe  no  lejana.»  A  este  pro- 
pósito he  de  recordar  una  anécdota  que  refiere  don  Salvador  López  Guija- 
rro en  Li  semblanza  de  Fígaro  que  publicó  en  La  Ilustración  Artística 
del  11  de  Marzo  de  1895,  (número  689.) 

«...Yo  puedo  contar...  lo  que  hace  mucho  tiempo  me    refirió  un  grande 


-  107  — 

amigo  del  insigne  Larra,  que  hoy  ya  no  existe.  Hé  aquí  el  breve  é  inte- 
resante relato  que  no  he  olvidado  nunca  y  que  recuerdo  como  si  lo  hubiera 
oido  ayer: 

«Larra  y  yo — me  dijo  el  señor  M...  departiendo  íntimamente  conmigo 
en  cierta  velada  del  Ateneo  —éramos  amigos  de  la  infancia,  y  habíamos 
estudiado  juntos  y  teníamos  los  mismos  gustos  literarios  y  las  mismas  ideas 
progresivas  en  política,  y  nos  llamábamos  con  secreto  orgullo  doceañistas, 
porque  entonces  todavía  no  se  estilaba  llamarse  librepensadores,  y  tenía- 
mos el  mismo  afán  noble, de  ver  entrar  á  torrentes  en  nuestra  atrasadísima 
tierra  la  luz, de  la  civilización  transpirenaica,  y  nos  queríamos,  en  fin,  fra- 
ternalmente, y  lo  que  es  más,  nos  lo  habíamos  probado  repetidamente... 
Una  noche  de  verjino,  de  aquellos  veranos  madrileños,  no  desiertos  como 
los  de  ahora, de  aquellos  veranos  que  el  Madrid  acomodado  y  el  inteligente 
y  laborioso,  pasaban  lesignados  en  la  villa,  sin  agua,  sin  árboles  y  sin  pa- 
seos, nos  hallábamos  sentados  en  sendas  sil'ps,  (que  todavía  no  eran  de 
hierro)  del  Prado.  El  mundo  conocido  pasaba  y  repasaba  ante  nosotros, sin 
que  Mariano, presa  de  profunda  obsercion  en  sí  mismo, lo  notase,  y  sin  que 
yo,  que  algún  tiempo  le  veía  en  igual  preocupación  alarmante,  en  igual 
amenazadora  taciturnidad,  diese  tampoco  la  menos  importancia  á  cuanto 
nos  rodeaba.  Pero  yo  sabía  que  la  causa  de  aquel  profundo  mutismo  era 
una  inmensa  pena,  una  ardiente  agonía  de  aquel  alma  donde  nada  podía 
ser  pequeño,  ni  pasajero,  y  mucho  menos  un  amor  de  la  peor  especie,  un 
amor  terrible,  imposible.  Mi  cariño  de  hermano  me  hacía  presentir  el  cruel 
desenlace  trágico  que  aquél  gran  padecer  tuvo,  y  contra  el  cual  se  revela- 
ba instintivamente  mi  afecto.  Y  en  aquél  instante,  decidí  hablar  al  amigo 
del  alma  con  la  ruda  franqueza  que  el  contagio  de  su  desesperación  me 
aconsejaba, acordé  aplicar  á  la  herida  de  aquél  noble  corazón  despedazado 
el  hierro  candente  de  mi  propia  indignación  cariñosa,  y  le  hablé,  le  inter- 
pelé repentina  y  despiadadamente,  diciéndole  en  estas  ó  parecidas  frases, 
que  el  espectáculo  de  su  anonadamiento  mataba  y  destruía  de  un  golpe 
toda  mi  antigua  y  persistente  fé  en  su  elevación  moral,  que  me  había  en- 
señado á  tenerle  por  un  ídolo. 

—  ¿Qué  quieres  decir? — pregunta  Mariano  saliendo  ríe  su  estupor. 

— Quiero  decir  contesté,  que  estoy  próximo  á  creerte  un  simple  qui- 
dan,  de^la  especie  de  Adán.  Quiero  decir  que  la  contemplación  del  que 
tantas  tienen  por  un  genio,  por  un  coloso,  por  un  gran  espíritu  y  por  un 
gran  carácter,  convertido  en  miserable  enfermo  moral,  sin  voluntad,  sin 
fuerzas,  sin  respeto  á  sí  mismo,  y  todo  por  el  arte  de  una  pasionceja  melo- 
dramática; ese  espectáculo  á  que  me  haces  asistir  ha  empezado  por  darme 


—  108  — 

ira  y  acabará  ])or  darme  náuseas.  ¡Cómo!  ¿Eres  tú,  que  tantos  mundos  lle- 
vas en  tu  cerebro,  quien  reduce  el  mundo  entero  á  una  infausta  personilla 
incapaz  de  comprenderte?  ¿Eres  tú  que  á  tanto  puedes  aspirar,  tú  que  tan- 
tas grandezas  de  pensamientos  y  de  sentimiento  atesoras  quien  se  declara 
vencido  en  un  tropiezo  de  callejero,  de  aventurero  vulgar?  ¿Eres  tú  en  fin, 
tú  á  quien  sonríen  unísonos  la  vida,  la  juventud,  la  gloria,  la  estimación 
general,  quien  á  todo  eso  renuncia,  por  haber  caido  en  las  redes  de  un  tor- 
pe deseo  insaciables?  ¿Eres  tú? . 

— Mira — me  interrumpió  alzando  su  noble  frente  altiva  y  fijando  en  mí 
sus  expresivos  ojos: — no  te  canses,  no  prosigas  el  sermón  inútil,  y  óyeme. 
Muchas  vemos  pensado  y  dicho  juntos  y  conformes  que  el  Quijote  es  el  li- 
bro de  los  libros,  el  mejor,  el  más  admirable  de  todos.  Muchas  veces  hemos 
convenido  en  que  esa  generosísima  creación  de  su  protagonista  debe  ser- 
vir de  ideal  perpetuo  á  la  humanidad  para  amar  el  deber,  la  virtud  y  el 
sacrificio.  Muchas  veces  hemos  llegado  á  pensar  que  don  Quijote  es  la  fi- 
gura de  un  Cristo  con  yelmo  ¡Qué  lástima  que  tuviera  la  locura  especial 
é  incurable  de  sus  leídas  y  soñadas  magias  caballerescas!  Pues  bien,  yo 
seré  todo  lo  grande  hombre,  todo  lo  Quijote  que  tú  quieras,  pero  también 
tengo  mi  locura  en  esta  pasión  que  me  ha  gangrenado  el  alma;  ya  sabes 
que  la  gangrena  no  se  cura  afortunadamente.  Con  que  déjame  en  paz.» 

Venga  ahora  el  lector  á  recorrer  conmigo  la  última  página  de  la  vida 
de  Larra,  pero  antes  apuntaré  que  por  los  días  á  que  me  voy  refiriendo, 
otro  de  sus  amigos,  el  conde  Torrejon,  mayordomo  de  Palacio,  presentó  á 
Fígaro  á  María  Cristina,  pues  la  reina,  conocedora  de  su  nombre  y  fama, 
deseó  conocerle  personalmente. 


IX. 

Rasgos  y  perfiles  de  un  retrato.  -Notas  de  carácter.— Mala  volun- 
tad de  algunos  biógrafos  de  Larra.— Palabras  de  un  periódi- 
co.— Lo  que  dice  D.  Arturo  Vela. — El  conde  de  Campo  Alan- 
je.— Su  muerte.— El  articulo  de  «Figaro  »— Sus  palabras.— 
El  estreno  de  «Los  amantes  de  Teruel.»— La  critica  de  Larra. 
—Párrafo  de  ella. — El  último  articulo.— Los  primeros  dias  de 
Febrero  de  1837.— Horas  tristes.— Un  drama  en  proyecto. — 
Trabajos  comenzados. — Una  visita  á  Mesonero  Romanos.— 
Un  paseo  con  Roca  de  Togares. —Entrevista  borrascosa. — 
Muerte  de  Larra.— Detalles  curiosos.— La  primera  noticia  en 
la  prensa.— Efecto  que  causó  en  Madrid  el  suicidio  de  «Figa- 
ro.»—l,os  amigos  de  liarra.— Partida  de  defunción.— Solem- 
nidad que  se  trató  de  dar  al  entierro  de  «Figaro.»— Celebra- 
ción de  éste.— Discursos  en  el  Cementerio.— Aparición  de 
Zorrilla. 

Era  Larra  de  pequeña  estatura  y  complexión  sana:  la  cabeza  grande 
y  proporcionadas  las  demás  estremidades  Su  color  moreno  tirando  á  ver- 
doso y  el  cabello  muy  negro,  abundante  y  fino.  Abultado  el  rostro  y  la 
frente  ancha  y  despejada,  elevándose  en  lo  alto  de  ella  un  promontorio  de 
cabello  que  él  cuidaba  mucho  con  los  dedos  de  mantener  enhiesto.  Las 
cejas  separadas,  y  los  ojos  de  párpados  carnosos  y  de  largas  pestañas,  te- 
nían las  pupilas  grandes  y  de  mirar  melancólico.  La  nariz  recta  y  larga, 
partido  el  bigote,  cuyas  puntas  lacias  y  caidas  cubrían  las  comisuras  de 
los  labios  que  eran  gruesos  y  colgantes,  particularmente  el  inferior  que 
no  parecía  sino  querer  tocar  las  barbas.  Eran  estas  rizadas  y  espesas  y 
corrían  á  lo  largo  de  la  mandíbula  inferior,  dejando  libre  las  mejillas.  Su 
cuello  era  corto  y  encerrado  dentro  del  gran  corbatín  de  raso  y  del  ter- 
ciopelo del  ajustado  frac,  le  hacía  parecer  mas  corto  aún. 

•     Vestía  Larra  con  elegancia;  su  traje  nada   tenía  que  envidiar  al   del 
mas  acicalado  «petrimetre,»  y  era  aseado  y  pulcro  á  su  persona.  Su  acción 


—  no  — 

libre  y  desembarazada,  sus  modales  de  la  mas  exquisita  cortesanía,  y  su 
hablar  rápido  3-  oportuno.  Tenía  singular  predilección  por  todo  lo  elegan- 
te y  de  buen  gusto,  y  daba  preferencia  decidida  á  cuanto  en  sus  (caprichos 
imponía  la  moda.  Sus  exigencias  en  este  punto  no  tenían  término, y  cuanto 
encontraba  deficiente,  mezquino  ó  incómodo,  era  por  él  censurado  sin  pie- 
dad. Comparaba  en  su  conversación  frecuentemente  nuestras  cosas,  con 
las  que  había  visto  en  los  paises  por  donde  había  viajado,  y  esta  compa- 
ración para  lo  de  acá,  siempre  desventajosa,  dábale  motivo  á  finas  burlas  y 
á  frases  llenas  de  intención  y  malicia. 

Sentía  admiración  sincera  y  entusiasta  por  la  nación  francesa,  su 
historia,  sus  hombres,  su  colosal  desenvolvimiento,  eran  objeto  siempre  de 
sus  alabanzas  ..  «Escribir  en  París — decía — es  escribir  para  la  humani- 
dad, dar  á  conocer  un  nombre  á  Francia, es  hacer  que  lo  conozca  el  mundo 
entero.»  Tenían  muchos  á  Larra  por  orgulloso,  pero  no  lo  era  en  el  fondo, 
únicamente  había,  que  la  superioridad  de  su  inteligencia,  le  hacía  parecer 
para  los  necios,  como  hombre  muy  pagado  de  sí  mismo  y  muy  dado  á 
sobresalir  y  distinguirse,  donde  quiera  que  estaba. 

Cuéntanse  algunas  anécdotas  (8!)  de  él,  que  le  pintan  como  dotado  de 
un  amor  propio  hasta  la  exajeracion,  pero  hay  que  tener  presente  en  mu- 
cho de  lo  que  acerca  de  su  carácter  se  ha  dicho,  que  sus  enemigos  fueron 
numerosos,  y  que  estos  á  raiz  de  su  muerte,  se  cuidaron  lo  bastante  en  re- 
cargar los  defectos  de  nuestro  autor,  en  forma  de  que  pudieran  fácilmente 
ser  creídos  por  la  posteridad. 

No  trátate  yo  de  desmentir  los  defectos  que  pudo  tener,  ni  de  atenuar 
los  errores  lamentables  en  que  se  precipitó,  pero  no  deja  de  parecerme 
harto  injusto,  que  mientras  para  otros  escritores  coetáneos  de  Fígaro,  solo 
hallan  tenido  sus  biógrafos  y  apologistas,  discreciones  y  miramientos,  para 
él,  todo  hállla  sido  recriminaciones  é  imprudencias,  á  las  que  nunca  se  pue- 
deestar  autorizado,  y  al  mismo  tiempo  falta  completa  de  respeto  á  su  nom- 
bre que  tanto  valía  y  á  su  memoria  digna  siempre  de  ser  conservada. 

¡Cuántos  más  merecedores  de  censuras,  más  llenos  de  defectos  que 
Larra, han  pasado  por  gracia  de  sus  elogiadores,  como  modelos  de  virtudes, 
y  como  dechado  de  perfecciones  que  estuviera  muy  lejos  de  tener! 

«La  envidia— decía  el  periódico  Cervantes  y  Velazquez  en  1839— 
clavó  harto  frecuentemente  su  ponzoñoso  diente  en  la  existencia  del  que  po- 
nía al  descubierto  las  flaquezas  de  la  sociedad...  ¡Se  ha   hablado    tanto   de 

Larra!  Se  ha  censurado  tanto hoy  nos  complacemos  en  dar  un  solemne 

mentís  á   sus  detractores,  á  los  que  sin  conocerle  han  supuesto  y   afirmado 
anécdotas  ridiculas, encaminadas  á  destruir  su  fama,  á  los  que  no  sabiendo 


—  ni  — 

imitar  su  gracia, han  remedatlo  su  maldacidad,  á  los  que  no  atreviéndose  á 
tachar  sus  obras...  han  tachado  su  conducta  privada.» 

«Se  ha  dicho  que  Larra — escribe  D  Arturo  Vela — fué  un  malvado: 
esto  es  un  error  y  una  injusticia,  Larra,  no  obstante  sus  estravíos,  será 
siempre  digno  del  más  alto  respeto,  y  en  vez  de  execrarle,  se  le  debe  com- 
padecer. Reales  ó  aparentes  sus  desgracias  le  hicieron  llevar  en  su  alma 
un  infierno  desencadenado.  Si  no  pudo  ó  no  supo  contener  sus  impetuosas 
pasiones,  y  no  vio  el  mundo  sino  por  el  prisma  de  sus  amarguras  y  de  su 
descreimiento,  cúlpese  á  la  perturbación  de  su  espíritu,  pero  no  se  diga 
que  su  corazón  estaba  corrompido  y  su  genio  degradado  por  natural  pre- 
cocidad, porque  semejante  aserto  carece  de  todo  valor  lógico  y  es  además 
poco  cristiano.» 

En  los  primeros  dias  de  Enero  de  1837  entre  los  artículos  que  publi- 
caba Larra  en  El  Mundo  y  El  Español,  insertó  dos  en  los  que  he  de  de- 
tenerme algún  tanto. 

Fué  el  primero  el  consagrado  á  la  memoria  del  conde  de  Campo-Alan- 
je,  y  el  segundo  el  juicio  del  estreno  del  drama  de  Hartzenbuch,  Los 
amantes  de  Teruel. 

Ya  apunté  en  el  capítulo  VII,  la  grande  amistad  que  unía  á  Fígaro 
con  el  Excmo.  Sr.  D.  José  Negrete,  Conde  de  Campo-Alanje,  amistad  no 
desmentida  por  ambas  partes  y  estrechada  por  frecuente  trato  y  por 
afinidad  en  gustos  é  inclinaciones. 

Campo-Alanje  era  joven  de  no  común  ilustración  y  adornado  de  bellí- 
simas prendas  de  carácter.  Había  nacido  en  Corral  de  Almaguez  en  1812, 
había  seguido  la  carrera  de  las  armas  y  era  muy  aficionado  á  las  letras 
que  cultivó  en  diversas  ocasiones  con  regular  fortuna. 

Decidido  partidario  de  las  ideas  liberales,  acudió  entusiasmado  á  de- 
fender en  el  Norte  la  causa  de  Isabel  II  y  tomó  parte  en  reñidas  accio- 
nes, distinguiéndose  por  su  inteligencia  y  su  valor  ante  el  enemigo. 

El  di  a  5  de  Diciembre  de  1836,  en  uno  de  los  ataques  dados  á  los  car- 
listas, que  tenían  puesto  sitio  á  Bilbao,  fué  mortalmente  herido  el  joven 
conde,  y  paréceme  oportuno  reprod  K'ir  aquí  estos  detalles  de  su  muerte 
que  se  encuentran  en  el  parte  de  la  acción,  dado  por  el  general  Espartero 
y  fechado  en  Portugalete  á  12  del  citado  mes  y  año: 

«...  En  este  momento— dice  — cayó  herido  el  teniente  coronel  conde  de 
Campo-Alanje,  ayudante  de  plana  mayor  general,  cuya  muerte  ha  sido 
llorada  por  todo  el  ejército.  Este  malogrado  joven,  arrastrado  por  su  biza- 
rría y  ambicionando  participar  de  la  gloria  que  iba  á  cubrirsQ  la  mencio- 
nada primera  compañía  de  la  Guardia,  so  unió   á   ella,  y  en    el   momento 


—  112  — 

que  ofrecía  un  premio  al  granadero  que  primero  llegase  al  enemigo,  reci- 
bió un  balazo  debajo  del  hombro  derecho,  que  ha  privado  á  la  patria  de 
uno  de  sus  más  generosos  defensores,  por  cuya  acción  le  conferí  sobre  el 
mismo  terreno  en  que  se  había  distinguido  el  empleo  de  coronel  de  milicias 
y  faltaría  ciertamente  á  mi  deber  si  no  hiciese  el  debido  homenaje  á  las 
virtudes  que  distinguían  á  tan  benemérito  oficial,  en  cuyas  últimas  dispo- 
siciones se  advierten  sus  sentimientos  generosos  en  favor  del  soldado,  pues 
por  ellas  consigna  el  producto  de  sus  caballos  y  monturas  para  alivio  de 
los  heridos  en  las  últimas  funciones  y  el  de  sus  efectos  de  lujo  y  de  vajilla 
para  el  de  los  demás  que  hubiese  en  el  ejército  » 

Poco  más  de  trascurrido  un  mes  del  día  de  la  muerte  de  Campo-Alan- 
je,  el  domingo  15  de  Enero  de  1837,  celebráronse  hn  Santo  Tomás, suntuo- 
sas exequias,  por  el  alma  del  desgraciado  joven,  y  en  El  Español  del  si- 
guiente dia,  insertaba  Larra  con  tal  motivo^  uno  de  sus  más  sentidos  artí- 
culos, que  por  estar  escrito  en  circunstancias  como  la  que  entonces  atrave- 
saba, lo  hacen  ser  de  los  que  más  aprecio  merecen.  ¡Qué  profunda  tristeza 
respiran  aquellas  líneas!  ¡Qué  honda  amargura  se  nota  en  aquellos  pá- 
rrafos con  que  Larra  nos  cuenta  á  grande  rasgo  la  vida  de  su  amigo  y  las 
prendas  que  le  adornaban!  ¡Qué  fácilmente  se  aprecia  que  el  que  trazaba 
aquel  artículo  necrológico, estaba  herido  también  de  muerte,  y  no  tardaría 
en  seguir  á  la  tumba  al  que  lloraba! 

«...  Ha  muerto — dice  Fígaro — el  joven  noble  y  generoso  y  ha  muerto 
creyendo:  la  suerte  ha  sido  injusta  con  nosotros,  los  que  le  hemos  perdido 
con  nosotros  cruel;  ¡con  él  misericordiosa!  En  la  vida  le  esperaba  el  des- 
engaño: ¡la  fortuna  le  ha  ofrecido  ante  de  la  muerte!  Eso  es  morir  vivien- 
do todavía;  pero  ¡ay  de  los  que  le  lloran,  que  entre  ellos  hay  muchos  á 
quienes  no  es  dado  elegir,  y  que  entre  la  muerte  y  el  desengaño  tienen 
antes  que  pasar  por  aquello,  que  esos  viven  muertos  y  le  envidian!» 

El  hombre  que  tal  escribía,  estaba  sin  duda  en  vísperas  de  una  espan- 
tosa catástrofe:  el  corazón  que  envidiaba  al  joven  muerto, porque  no  había 
pasado  por  el  desengaño  antes  de  morir,  tendría  que  desaparecer  pronto 
de  la  lista  de  los  Vivos.  El  artículo  de  Larra  á  la  muerte  de  Campo- Alan- 
je,  no  se  escribe  más  que  cuando  el  alma  destrozada,  cuando  rendida  una 
existencia  por  los  desengaños  y  los  sufrimientos,  únicamente  se  ansia  el 
eterno  descanso... 

Apenas  habían  trascurrido  cinco  dias  de  la  publicación  de  aquél  artí- 
culo, un  acontecimiento  bien  diferentíjí,  daba  motivo  á  Larra 'para  otro 
trabajo,  en  el  que  había  de  reflejar  su  estado  de  ánimo  y  sus  lúgubres 
ideas. 


A  beneficio  del  primer  actor  don  Carlos Latorre,  se  estrenaba  el  19  dé 
Enero  en  el  coliseo  del  Príncipe,  un  drama  con  cinco  actos,  en  prosa  y 
verso,  cuyo  autor  era  hasta  allí  casi  desconocido;  ol  título  de  la  obra  (M-a 
Los  amantes  de  Teruel,  que  más  de  una  vez  hal)ían  dado  toma  á  nn^s- 
rros  poetas  ])ara  leyendas  y  cuentos.   (H^) 

¡Qué  impresión  tan  profunda  debió  hacer  en  el  ánimo  de  Fígaro 
a«[uél  hermosísimo  drama!  El,  ciego  de  amor, y  en  momentos  en  que  la  mu- 
jer amada  le  sumía  en  la  desesperación  más  profnndn.  ¡qiu'  no  deb¡('>  sen- 
tir, al  ver  tan  admirablemente  expresada  a([uella  terrible  desgracia  amo- 
rosa de  Isabel  de  ¡Sogura  y  de  Diego  Marsilla! 

Su  artículo,  reputado  por  uno  de  los  mejores  artículos  do  crítica  que 
se  ha  hecho  en.  España,  citado  mil  veces,  y  mil  veces  elogiado  después, 
demuestra  la  huella  que  en  el  corazón  de  Larra,  doj(')  la  vista  de  osa  joya 
inestimable  de  nuestro  teatro  moderno. 

Nada  expresa  tanto  esto  como  las  siguientes  lincas,  uun  que  termina 
•  í  artículo,  y  en  las  que  no  pudo  por  menos  de  dejar  traslucir,  claramente 
una  vez  más  su  estado  de  ánimo, 

«...8i  oyese  repetir  á  sus  oidos  (el  autor  del  drama;  un  cargo  vulgar 
(|ue  á  los  nuestros  ha  llegado  y  que  ni  mentar  hemos  querido  ..  si  oyese 
decir  que  el  final  de  su  obra  es  inverosímil,  que  el  amor  no  mata  á  nadie, 
puede  responder  que  es  un  hecho  consignado  en  la  historia;  que  los  cadá- 
veres se  conservan  en  Teruel,  y  la  posibilidad  en  los  corazones  sensibles; 
que  las  penas  y  las  pasiones  han  llenado  más  cementerios  que  los  médicos 
y  los  locos;  qtie  el  amor  mata  (aunqtie  no  mata  á  todo  el  mun«io)  como  ma- 
tan la  ambición  y  la  envidia;  que  más  de  una  mala  nueva  al  sei-  recibida 
ha  matado  á  personas  robustas  instantáneamente  y  como  un  rayo:  y  aun 
será  mejor  en  nuestro  entender,  que  á  ese  cargo  no  responda,  por- 
que el  que  no  lleve  en  stt  corazón  la  respuesta,  no  comprenderá  ninguna. 
Las  teorías,  las  doctrinas,  los  sistemas  se  explican:  los  sentimientos  se 
sienten.» 

Este  fué  el  último  artículo  de  crítica  seria  que  hizo  Fígaro,  el  que 
escribió  después,  hablando  del  estreno  de  dos  obras  traducidas  del  francés, 
Todo  por  mi  padre  y  La  posadera  rusa,  ambas  de  escaso  mérito,  está 
hecho  con  toda  la  ligereza  y  chiste  que  él  sabía  hacerlos,  cuando  trataba 
de  poner  en  ridículo  cualquiera  de  aquellas  producciones, infelices  con  que 
los  traductores  sin  gusto,  abastecían  nuestra  escena. y  que  pocas  veces  lle- 
gaban á  arraigar  en  el  pid:)lico. 

Había  comenzado  el  mes  de  Febrero  y  niiignu  inov..  articulo  de  La- 
rra aparecía  en  las  cohtmnas  de  El  Español    de  El  Mundo,  ni  de  La  Re- 

15 


-  íli  — 

vista  Mensajero,  la  cxi.sieiKMa  del  gran  sauíicu  t«Muo;i  ¡i  su  termino  que 
ito  podía  hacerse  esperar  mucho. 

Al  llegar  á  estos  últimos  dias  de  Larra,  limítanse  á  decir  sus  bió- 
grafos, que  solicitó  tener  una  entrevista  con  su  amada  á  fin  de  hacerla 
cambiar  de  actitud,  y  con  nuevas  protestas  y  juramentos  de  eterno  cari- 
ño, decidirla  á  continuar  aquellas  relaciones  interrumpidas,  sin  las  cuales 
no  creía  posible  la  existencia. 

El  desdichado  amador,  escribía  una  y  otra  vez  á  la  mujer  adorada, 
pidiéndole  el  hablar  á  solas  con  ella.  Olvidaba  en  su  delirio  por  la  que  le 
había  hecho  feliz,  para  desdeñarle  luego,  que  el  amor  muerto  en  el 
corazón  de  una  mujer  no  nace  más,  que  cuando  en  una  hermosa  entra  la 
frialdad  y  el  desvío,  son  inútiles  las  protestas,  los  juramentos  arrancados 
(1(4  alma,  las  frases  llenas  de  fuego  y  sincera  pasión, que  brotan  del  pecho, 
é  inútiles  cuantos  esfuerzos  podía  hacer  por  resucitar,  en  aquel  corazón,  la 
llanni  que  ardió  un  dia,  que  le  enloqueció  por  completo,  y  que  no  le  con- 
sintió meditar  sus  actos,  temer  los  deberes  que  atropellaba,  medir  los 
obstáculos  que  vencía...  El  gran  satírico,  el  escritor  jovial  que  tanto  ha- 
cía reir  ai  público,  atravesaba  en  aquellos  jorimeros  dias  de  Febrero  una 
crisis  espantosa,  cuya  solución  no  podía  on  manera  alguna  prolongarse. 

Veíase  por  entonces  á  Larra  vagar  muchas  horas  por  el  Prado,  sin 
cuidarse  de  los  rigores  de  la  temperatura  de  aquel  invierno,  que  fué  de 
los  más  crudos;  eniíontrábasele  algunas  veces  por  los  rincones  de  un  café, 
sin  compañía  de  nadie,  silencioso  y  taciturno,  .acudía  yá  pocas  noches  á 
ocupar  las  lunetas  de  la  Cruz  y  el  Príncipe,  y  cuando  lo  hacía,  rehusa- 
ba la  conversación  de  los  amigos  y  conocidos:  apenas  si  visitaba  las  re- 
dacciones de  El  Español  y  El  Mundo,  donde  tanto  le  estimaban  todos,  y 
apenas  si  se  le  veía  asistir  á  las  agradables  reuniones,  que  daban  el  emba- 
jador inglés  sir  Willers,  madama  Buschenthal  y  el  duque  de  Abrantes,  las 
cuales  había  frecuentado  mucho  hasta  allí,  en  unión  de  todos  los  hombres 
de  talento j  que  tan  distinguidas  familias  complacíanse  en  jnntnr  en  sus 
casas. 

Nada  había  ya  que  sacase  á  Larra  de  aquel  mar  de  negruras  en  que 
estaba  sumida  su  alma;  imposible  era  devolver  la  paz  á  aquel  corazón 
quemado  por  las  pasio-nes,  devolver  la  razón  á  aquel  turbado  espíritu, 
calmar  la  fiebre  que  consumía  aquel  alma,  alegrar  aquella  vida  que  él 
llamaba  «interminable  cadena  de  males  que  tocaba  ya  á  su  último  es- 
labón » 

.«Nosotros — había  escrito  en  la  crítica  del  Antony— reconocemos  los 
primeros  el  influjo  de  las  pasiones:  desgraciadamente   no  nos  es  lícito  ig- 


—  115  — 

llorarlo.»  Entonces  conocería  mas  que  nunca  cuan  por  su  des<;raci;i  no 
iji^noraba  el  influjo  de  la  pasión:  ella  le  había  conducido  á  el  estado  aquel 
del  que  no  podía  librarse  yá.  Pasión  de  amor  había  influido  en  todo  su  ser, 
pero  no  de  amor  dulce  y  sereno,  no  del  amor  tranquilo  y  apacible,  alecto 
nacido  de  justa  inclinación,  sino  de  amor  que  al)rasa  y  destruye  el  alma 
de  amor,  donde  no  existe  el  sosiego,  que  consume  y  quema  por  dentro. 
Era  amor  sí,  pero  era  el  amor  de  las  inquietudes  y  de  las  zozobras,  de  las 
noches  en  vela,  del  temor  continuo,  del  malestar  profundo  á  todas  horas, 
el  amor  en  fin,  de  los  deseos  inextinguibles,  de  las  ansias  jamás  satisfe- 
chas, de  la  fiebre  nunca  vencida..... 

Por  los  dias  á  que  me  voy  refiriendo,  comenzó  á  trabajar  Larra  vn 
una  obra  que  hacía  tiem;>o  tenía  grandes  deseos  de  llevar  á  cabo.  Era  es- 
ta un  drama  del  cual  sería  protagonista  el  inmortal Quevedo,  á  quien  ima- 
ginó poner  en  escena  bajo  aspecto  distinto  que  el  vulgo  conocía  áestegrun 
escritor,  gloria  de  España. ..Desgraciadamente  Larra  solo  llegó  á  trazar  el 
plan  de  la  obra,  y  á  escribir  algunas  escenas  de  los  dos  primeros  actos,  y 
según  cuentan  Mesonero  Romanos  y  el  marqués  de  Molins,los  solicitó  nues- 
tro autor,  para  que  fueran  colaboradores  de  su  obra. 

El  Curioso  parlante  negóse  á  ello  «por  mi  poca  inclinación  —dice — á 
los  trabajos  colectivos,»  pero  D.  Mariano  Roca  de  Togores,  acei)tó  gustoso 
la  propuesta,  y  según  sus  palabras,  sacó  las  obras  del  gran  Quevedo  de  la 
Academia,  y  las  envió  á  casa  de  Larra  para  estudiarlas  juntos,  y  dar  co- 
mienzo al  trabajo,  del  cual  parece  que  Fígaro  se  prometía  mucho...  «Hu- 
biera sido  sin  duda  interesante — ha  escrito,  con  razón  un  biógrafo — oir 
hablar  á  uno  de  los  ]>rimeros  escritores  del  siglo  XVÍI  por  boca  del  primer 
>;'-tíiico  español  de  nuestros  dias.» 

Nada  he  de  apuntar  de  los  dos  actos  que  se  dice  llegó  á  terminar  La- 
rra de  su  drama  en.  comienzo,  pues  me  es  desconocido  esté  manuscrito,  que 
(1  marqués  de  Moliiis  conservaba  en  1885,  y  cuyo  paradero  ignoro.  (83^ 

A  un  libro  del  que  solo  nos  ha  dejado  fragmentos,  dedicaba  taml)ien 
|H.r  entonces  Fígaro  su  atención.  Era  este  un  Diccionario  de  Sinónimos, 
cuyos  apuntes  se  dieron  á  luz  por  vez  primera  en  la  edición  que  de  sus 
obras  se  hizo  en  Barcelona  en  188G.  Este  trabajo  hubiera  sido  sin  duda  de 
gran  mérito  ha  haberse  terminado,  pues  conociendo  como  su  autor  conocía 
nuestro  idioma,  sus  juicios  serían  de  bastante  autoridad  y  de  frecuente 
consulta.     (84) 

Poco  después  de  muerto  Fígaro,  en  el  mismo  aíio  de  1837,  se  public»'» 
un  folleto  debido  á  su  pluma,  y  en  el  cual  se  leía  en  una  nota  de  los  edito- 
res que  aquella  era  «la  última  producción  original  de   su   célebre  autor..- 


—  ik;  - 

Titúlase  el  lolleto  Ni  por  esas.  «Verdadera  coiitestacioii  de  Andrés  á  Fí- 
garo»y  es  su  texto  una  donosísima  sátira  en  forma  de  carta  de  aquellas  co- 
mo las  de  El  Español,  en  las  que  no  tuvo  ni  después  ha  tenido  rivales.  (85) 
No  creo,  á  pesar  de  lo  que  reza  en  la  nota, que  esta  carta  fuera  escrita  por 
Larra  en  los  últimos  dias  de  su  breve  existencia,  y  opino  pw*  diversas 
razones,  que  se  escribió  antes  de  1887,  permaneciendo  inédita,  hasta  que 
á  poco  de  fallecido,  se  dio  á  )uz,  llamándole  último  escrito  suyo,  como  re- 
clamo editoriíil.  Fuera  ó  no  asíj  la  citada  carta  es  notable  por  más  de  un 
concepto,  y  con  justicia  figura  en  la  colección  de  sus  escritos  satíricos 
desde  las  primeras  ediciones. 

Aquel  vehemente  deseo  que  llenaba    el   alma    de    Larra,    aquella 

entrevista  tan  suplicada,  y  tantas  veces  pedida  con  la  mujer  amada,  se 
realizó  al  cabo  el  13  de  Febrero  de  1837,  "dia  infausto  para  las  letras  espa- 
ñolas. La  desdeiiosa  beldad,  consintió  al  fin,  en  hablar  con  el  hombre  que 
tan  ciegamente  la  adoraba,  y  que  sin  la  correspondencia  de  su  cariñ'o  no  le 
era  dado  soportar  la  vida,  pero  no  acudió  á  verle  para  dejarse  vencer  cier- 
tamente por  sus  frases,  no  acudió  para  darle  siquiera  una  esperanza  de 
nueva  ventura,  ni  calmar  su  delirio  con  unas  dulces  palabras  de  consueh» 
al  menos,  acudió  para  desengañarle  por  completo,  para  llevar  hasta  el 
colmo  la  desesperación  del  infeliz  escritor,  con  su  indiferencia  y  su  des- 
vío, fosa  (j[ue  no  pudo  imaginar  ciertamente. 

Fué  lunes  aquel  13  de  Febrero,  y  en  su  mañana  presentóse  Larra  en 
casa  de  Mesonero  Romanos,  (calle  Angosta  de  San  Bernardo),  quien  ha 
escrito  de  tal  escena   con  el  amigo  estas  palabras: 

«El  dia  13  de  Febrero — dice — me  hacía  una  de  sus  frecuentes  visitas, 
el  ingenioso  Fígaro,  que  siempre  me  manifestó  decidida  inclinación,  y  en 
esta,  como  en  todas  nuestras  entrevistas,  giró  la  conversación  sobre  mate- 
rias literarias,  y  sobre  nuestros  propios  escritos,  asomando  siempre  en  las 
palabras  de  Larra  aquel  exceptismo  que  le  dominaba,  y  en  sus  labios 
aquella  sarcástica  soni'isa  ([ue  nunca  pudo  echar  de  sí,  y  que  yo  procuraba 
en  vano  combatir  C014 mis  ^^i'oma^  festivas  y  ini  halagüeña  persuasión: 
aquel  dia,  empero,  le  hallé  más  templado  que  de  costumbre,  y  animado, 
además,  hablándome  del  proj^ecto  de  un  drama  que  tenía  ya  l)Osque}ado, 
en  que  quería  presentar  en  la  escena  al  inmortal  Quevedo,  y  hasta  me  in- 
vitó á  su  colaboración,  que  yo  rehusé,  por  mi  poca  inclinación  á  los  tralni- 
jos  colectivos;  pero  en  ninguna  de  sus  palabras  pude  vislumbrar  la  más  le- 
ve preocupación  extraña,  y  hubiérale  instado,  como  en  otros  dias,  á  que- 
darse á  almorzar  comingo,  si  ya  no  lo  hubiera  hecho  por  ser  pasada  la 
hora  » 


,ís-' 


-  117  - 

Débense  á  Mesonero  Romanos  y  ul  marqués  de  Molius,  las  noticias 
que  tenemos  de  las  últimas  horas  de  Larra,  pues  después  ds  lo  que  he  co- 
piado del  primero,  el  segundo  en  su  hermoso  artículo,  El  último  paseo  de 
Fígaro,  reproduce  el  diáloíijo  que  sostuvo  aquella  misma  tarde  con  el  au- 
tor del  Maclas,  cuando  juntos  paseaban  por  el  Prado,  sin  cuidarse  de  lo 
desapacible  de  la  temperatura. 

En  las  palabras  que  Molins  copia.    Larra  parece  despedirse  de  cuan- 
iM  tiene  alrededor,  se  le  está  viendo   al    borde    del   sepulcro.    Nada   como 
aquéllas  palabras  retratan  el  estado  do  Larra  en  los  instantes  que  antece-' 
dieron  á  su  muerte...  Al  separarse  de  su  amigo   le  estrechó  febrilmente  la 
mano,  y  á  sus  últimas  frases  de    agria   reconvención  por   su   conducta,    le 

<l¡in: 

Usted  me  conoce:  voy  á  ver  si  alguien  me  ama  todavía. 

Habitaba  Larra  en  un  cuarto  segundo  de  la  calle  de  Santa  Clara  nú- 
mero H,  y  como  hacía  tiempo  se  enconti'aba  separado  de  su  esposa,  y  de 
sus  j)adres  y  [)arientes,  solo  tenía  en  su  compañía  unos  criados,  admitien- 
il<»  los  domingos  en  su  casa  á  cada  uno  de  sus  hijos,  á  quienes  sentaba  á  la 
mesa.  Tres  había  tenido  de  su  matrimonio:  el  mayor  varón,  nacido  en  17 
de  Diciembre  de  1880  y  dos  hembras,  la  menor  de  las  cuales,  niña  á  la  sa- 
zón de  tres  años,  se  encontraba  en  la  casa  del  autor  de  sus  dias  el  13  de 
Febrero. 

Veía  Larra  desde  su  hribitacion,  impaciente  y  febril,  caer  la  tarde  de 
aquel  dia  tristísimo  para  él,  cuando  llegó  á  su  presencia  la  mujer  (|ueri- 
da...  ¿Quién  podrá  narrar  la  escena  que  entre  ambos  se  desarrolló?  ;Quién 
podrá  pintar  las  angustias  del  chistoso  Fígaro,  al  ver  que  ni  sus  palabras 
de  fuego,  ni  sus  juramentos,  ni  sus  súplicas,  lograban  vencer  el  desvío  de 
aquella  mujer,  y  hacerla  desistir  do.  la  otprn;i.  spnai-acion  (jue  pedía  des- 
pués de  cinco  años  de  relaciones. 

«Todos  los  esfuerzos  del  amanti;  — ha  dicho  UorLÓs— se  estrellaron  an- 
te la  resolución  impasible  de  la  mujer,  que  acabó  por  exaltarle  con  su  in- 
diferencia y  enardecerle  hasta  el  último  punto  con  su.  despego.» 

Cuando  Larra  quedó  solo,  nada  vio  en  torno  suyo,  el  momento  terrible 
<  ra  llegado  para  él.  .  Corrió  al  tocador,  sacó  con  trémula  mano  de  los  ca- 
1  'ues  del  mueble, una  de  las  dos  pistolas  que  en  él  había, y  colocándose  an- 
te el  espejo,  dis])aró  contra  sí...  ¡Un  momento  después  el  gran  satírico  no 
existía  yai 

Mientras  éste  expiraba,  la  mujer  que  había  sido  el  motivo  de  aquella 
catástrofe,  apenas  había  atravesado  el  umbral  de  la  casa  número  .S  do  la 
calle  de  Santa  Clara.  Eran  las  ocho  v  media  de  la  noche... 


—  lis    -- 

El  ruido  de  la  detoiíacioii  fué  tomado  por  los  sirvientes  de  Larra,  por 
la  caida  de  algún  objeto,  y  pasada  una  hora,  la  liija  del  escritor, llegó  lias- 
^..i  el  despacho  para  des]:edírse  de  su  padre,  más  viendo  á  éste  en  tierra  y 
sin  que  respondiera  á  sus  palal)ras,  creyó  en  su  inocencia,  que  por  estar 
enrojado  no  quería  contestarle,  y  así  lo  manifestó  á  los  criados;  cuando  en- 
traron estos  en  la  habitación,  triste  fué  el  cuadro  que  se  ofreció  á  sus  ojos. 

Los  mnebles  estaban  en  desorden;  sobre  el  velador  había  un  quinqué 
encendido  y  algunos  periódicos  y  manuscritos  revueltos;  los  cristales  de 
uno  de  los  balcones  estaban  rotos,  y  delante  del  tocador  yacía  Fígaro  en 
el  suelo,  rígido,  inmóvil,  vestido  de  gran  etiqueta,  y  con  los  brazos  exten- 
didos. Aquellos  ojos  rasgados  y  llenos  de  malicia  estaban  cerrados  para 
siempre:  aquellos  labios  descoloridos,  medio  ocultos  bajo  el  lacio  bigote, 
conservaban  aun  la  última  sonrisa  sarcástica  y  amarga;  por  aquellas  mo- 
renas mejillas,  parecía  que  resbalaba  una  postrera  lágrima  preñada  de  ho- 
rror y  desesperación;  el  cab3llo  negro  como  ala  de  cuervo,  caía  en  guede- 
jas sobre  la  helada  frente,  y  cerca  del  oido,  se  notaba  un  pequeño  agujero 
por  donde  penetró  el  plomo  que  cortó  en  flor  aquella  existencia  que  tanta 
gloria  i)udiera  haber  dado  á  la  patria. 

El  Diario  de  Avisos  que  por  entonces  veía  la  luz  en  Madrid,  publica- 
ba estas  líneas,  en  su  número  del  martes  lo  de  Febrero,  y  que  eran  leídas 
con  general  sorpresa,  causando  la  mayor  sensación, 

.    «Se  nos  ha  asegurado  que  D.  Mariano  Larra  o!  Fígaro  español  se   ha 
suicidado  en  la  madrugada  de  hoy  de  un  pistoletazo.» 

Esta  lacónica  noticia  corrió  bien  pronto  de  boca  en  boca,  y  aquella 
sociedad  romántica  y  sensible  que  simpatizaba  en  todo  lo  trágico,  se 
conmovió  hondamente  al  saberla,  y  la  hizo  tema  de  todas  las  conversado-' 
nes  del  dia.  Los  corrillos  noticieros  ele  la  Puerta  del  Hol,  de  la  calle  de  l;i 
Montera  y  del  Parnasillo,  formaban  los  más  extraños  comentarios  sobi-c 
el  fatal  suceso,  atribuyéndolo  unos  á  causas  políticas,  otros  á  un  rapto  de 
enagenacion  mental,  y  no  faltaba  tampoco  quienes  revistiéndolo  de  todo 
aparato  romántico  y  misterioso — como  dice  un  autor — hablase  de  citas 
nocturnas  con  cierta  dama,  de  cartas  en  mal  hora  reclamadas,  de  jura- 
mentos no  cumplidos  y  de  esperanzas  desvanecidas  para  siempre. 

Los  muchos  amigos  y  admiradores  del  autor  de  El  Doncel  y  no  pocos 
de  sus  adversarios  que  entonces  se  juntaron  nobles  y  generosas,  impre- 
sionados hondamente  con  la  desgracia,  reuniéronse  en  la  mañana  del  l-f 
de  Febrero, y  acordaron  costear  el  entierro  de  Larra  por  suscripción,  y  dar 
al  acto  de  la  conducción  de  su  cadáver  á  la  última  morada,  gran  solemni- 
dad,  no  solo  por  honra  del  ilustre  muerto,  sino  porque  siendo  aquel  el  pri 


—   li:»  — 

lucr  suiciila.,  it  (iuicu  .se  iba  á  dar  srpuliuia  en  ci  rt-m.-.n n  n.  r.uúli.-t.j  des- 
terrando añejas  preof-upaciones,  los  elementos  liberales  y  las  personas 
ilustradas,  querían  liacer  nna  pública  manifestación  de  sus  ideas 

Xo  lejos  de  la  casa  de  Larra,  á  la  salida  de  calle  de  Santa  Clara,  exis- 
1  \;i  la  iglesia  parroquial  de  Santiago  y  San  Juan  Bautista,  y  á  las  bóvedas 
del  templo,  fué  llevado  el  cadáver,  que  permaneció  expuesto  descae  la  tarde 
del  día  14  á  la  del  15,  siendo  intinito  el  número  de  personas  importantes, 
de  escritores,  poetas,  artistas,  políticos,  ^',  que  acudieron  allí  á  conten]- 
plar  al  desgraciado  escritor. 

Zorrilla  recordando  su  visita  á  Santiago  con  D.  Miguel  de  los  Santos 
Alvarez  y  D.  Joaquín  Massard,  escribe:  «Bajamos  cá  la  bóveda,  contempla- 
mos el  muerto,  á  quien  yo  veía  por  primera  vez,  á  todo  nuestro  despacio, 
admirándonos  la  casi  imperceptible  huella  que  había  dejado  junto  á  su 
oreja  derecha  la  bala  que  le  dio  muerte.  Cortóle  Alvarez  un  mechón  de 
cabello  y  volvimos  á  la  biblioteca,  bajo  Isf  impresión  indefinible  que  de- 
ja))aen  nosotros  la  vista  de  tal  cadáver  y  el  relato  de  tal  suceso.» 

En  el  archivo  de  la  parroquia  de  Santiago,  (libro  XII  de  Difuntos  fo- 
lie» lO'i  vuelto,)  se  conserva  la  partida  dv.  defunción  de  Larra,  importante 
documento  que  hasta  ahora  no  creo  se  halla  publicado,  y  que  según  la  co- 
pia certiñcada  que  tengo  á  la  vista  dice  así: 

«En  la  Real  Iglesia  Parroquial  de  Santiagi»  \  .^uii  Juau  Bautista  de 
t  >ra  muy  Heroica  Villa  y  Corte  de  Madrid,  en  (juince  dias  del  mes  de  Fe- 
brero del  año  de  mil  ochocientos  treinta  y  siete,  se  enterró  en  ano  de  los 
nichos  del  cementerio  extramuros  de  la  Puerta  do  Fuencarral,  el  cadáver 
de  D.  Mariano  José  de  Larra,  de  estado  casado  con  D.'"^  Josefa  Retoret, 
vecino  y  natural  que  fué  de  esta  Corte,  liijo  de  D.  Mariano  y  de  D.'^  Dolo- 
res Sánchez,  mi  feligrés,  que  vivía  calle  de  Sta.  Clara  casa  de  b:iños,  nú- 
mero tres  nuevo,  cuarto  segundo.  No  tenía  hecha  disposición  alguna  tes- 
tamentaria, y  declarado  que  fué  el  abintestato,  el  Sr.  D.  Benito  Se- 
rrano y  Aliaga,  juez  de  primera  instancia,  remitió  á  esta  Parroquia  un 
oficio  con  fecha  catorce  del  referido  mes  y  año  en  el  que  mandaba,  que 
el  cadáver  del  dicho  don  Mariano  José  de  Larra,  á  la  mayor  brevedad, 
fuese  extraído,  y  sepultado  en  el  Campo  Santo,  en  inteligencia  que  se  ha 
suicidado  de  un  tiro  de  pistola,  en  la  noche  anterior  á  las  ocho  y  media,  á 
la  edad  de  veinte  y  siete  años;  cuyo  oficio  queda  en  el  Archivo  de  esta  Pa- 
rroquia. No  pagaron  derechos  algunos  á  esta  Fábrijca,  por  no  haberle  he- 
rbó entierro  alguno;  y  lo  firmé  Yo  el  Teniente  Mayor  de  cura  de  ella,  fe- 
cha ut  supra.  — D.  Isidoro  Ulpiano  Sotomayor.  — Hay  una  rúbrica.  Rns- 
pado  —  mi  feligrés  que  — vale.» 


—  no  — 

La  tarde  de  el  citado  dia  15,  el  templo  de  Santiago  y  sus  alrededores 
estaban  llenos  de  enlutados;  al  dar  las  cuatro,  el  féretro  que  encerraba  los 
restos  de  Fígaro,  fué  colocado  en  un  carro  fúnebre,  y  se  organizó  la  comi- 
tiva, que  se  puso  en  marcha,  recorriendo  la  calle  de  Santiago,  calle  Ma- 
yor, Puerta  del  Sol,  calle  de  la  Montera  y  de  Fuencarral,  á  la  puerta 
del  mismo  nombre,  donde  estaba  uno  de  los  dos  cementerios  generales  que 
existían  entonces  en  Madrid. 

Abrían  la  marcha  de  la  comitiva,  los  pobres  de  San  Bernardino.  con 
cirios  en  las  manos,  seguía  la  carroza  con  el  ataúd,  sobre  el  que  se  habían 
depositiido  algunas  coronas  de  laurel  y  siemprevivas,  con  varios  ejempla- 
res de  El  Doncel,  El  Pobrecito  Hablador  y  el  Maclas,  etc.,  y  divididos 
en  dos  ñlas,  marchaba  el  duelo  silencioso  y  con  el  mayor  orden. 

Imposible  sería  mencionar  cuantas  personas  lo  formaban,  baste  solo 
para  tener  idea,  recordar,  que  entre  los  asistentes  se  veían  á  Martínez 
de  la  Rosa,  al  Conde  de  las  Navíis,  al  de  Torrejon  y  de  la  Cortina,  á  Me- 
sonero Romanos,  sir  Willers,  Cortés,  Villalta,  Fernandez  de  Córdova 
(don  Fernando),  López  Penal  ver.  Romero  Larrañaga,  García  Gutiérrez, 
Pastor  Diaz,  Roca  de  Togores,  los  hermanos  Madrazo,Hartzenbuch,  Alva- 
rez,  Segovia,  López  Peregrin,  el  pintor  Alenza,  Diaz  (don  José  María), Fe- 
rrer  del  Rio,  Salas  y  Quiroga,  Aygual  de  Izco,  López  úlon  Joaquín  M.  i 
Bretón  de  los  Herreros,  Vega,  Gil  y  Carrasco,  Carnerero,  Romea,  Lato- 
rre,  Grimaldi,  Delgado,  el  famoso  editor,  los  directores  y  redactores  de 
todos  los  periódicos  de  Madrid,  y  las  mas  importantes  personalidades  de 
las  ciencias,  las  letras  3"  la  política. 

Serían  próximamente  las  cinco  cuando  la  fúnebre  comitiva  llegó  al 
cementerio  de  la  Puerta  de  Fuencarral;  en  el  primero  de  los  seis  patios  de 
que  constalia.  hallál)ase  dispuesto  en  la  pared  y  cerca  del  suelo,  el  nicho 
que  había  de  guar«iar  los  restos  del  gran  satíi'ico.  Más  antes  de  proceder 
á  la  inhumación,  colocóse  la  caja  en  el  suelo  y  fu3  a))ierta.  para  que  los 
amigos  vieran  por  última  vez, al  que  se  había  de  ellos  separado  para  siem- 
pre. Todos  se  apiñaron  alrededor  del  féreti'o.  todos  se  descul)rieron,  y  to- 
das, las  miradas  se  clavaron  en  aquella  víctima  del  amor  no  coi-respondido. 
Don  Nicomedes  Pastor  Diaz,  nos  ha  dejado  en  sentidas  frases,  un  recuerdo 
de  la  impresión  qne  en  el  concurso  hizo  la  vista  del  cadáver  de  Larra. 
«En  aquel  momento — escribe — nuestros  corazones  vibraban  de  un  modo 
qne  no  se  puede  hacer  comprender  á  los  que  no  lo  sientan,  que  los  mismos 
que  le  hayan  sentido  le  habrán  ya  olvidado,  porque  de  los  vuelos  del 
alma,  de  los  arrebatos  del  entusiasmo,  ni  se  forma  idea,  ni  queda  memo- 
ria; pues  en  ellos  el  espíritu  está  en  otra  región,  vive  en   otro  mundo;  los 


—  1-Jl  — 

objetos  linco!'  ¡mpi-osioiio^í  divorsas  de  las  qne  prodnr-en  oii  el  estado  nor- 
mal de  la  vida,  el  alma  ve  elai-os  los  misterios,  (')  cree.  ])orf{ne  lo  siente,  lo 
que  tal  vez  no  puede  eom])render. 

Se  ve  entonces  á  sí  misma,  se  desprende  y  se  remonta  del  suelo:  cono- 
ce, vé;  palpa,  que  ella  no  es  el  barro  de  la  tierra,  que  otro  mundo  la  perte- 
nece; y  se  eleva  á  él,  y  desde  su  altura,  como  el  áo-uila  que  vé  el  suelo  y 
mira  al  sol,  sondea  la  inmensidad  del  tiempo  y  del  espacio  y  se  encuentra 
en  la  presencia  de  la  divinidad,  que  en  meJio  del  espacio,  y  do  la  inmensi- 
dad preside.  Entonces  no  se  puede  usar  del  lenguaje  del  mundo,  y  el  alma 
siente  la  necesidad  de  otra  forma,  para  comunicar  lo  qu3  pasa  en  su  seno. 
Tal  era  entonces  nuestra  situación.  No  era  amistad  lo  (iiio  sentíamos:  no 
era  la  contemplación  profunda  de  aquella  muerte  desastrosa,  de  aquella 
vida  cortada  en  flor,  la  vista  de  aquel  cementerio,  la  inauguración  de  aque- 
lla tumba,  la  serenidad  del  cielo  que  nos  cubría,  la  voz  elocuontc  d(d  ami- 
go que  hablaba:  no  era  nada  de  esto,  ó  más  que  todo  est"),  ó  todo  esto're- 
unido,  para  elevarnos  á  aquel  estado  de  inexplicable  magnetismo,  en  (pie 
rn  una  situación  vivamente  sentida  por  muchos,  parece  (pie  sf  ¡(viidau.t  - 
dos  á  sostenerse  en  las  nubes.  ;AhI  Pero  nuestro  entusiasmo  era  de  doloi-, 
3^  llorábamos,  (sábenlo  el  cielo  y  aquellas  tumbas^  y  al  quorer  dirigir  la 
voz  á  la  sombra  de  nuestro  amigo,  pedíamos  al  cielo, el  lenguaje  de  la  tris- 
te inspiración  qna  nos  dominaba,  y  buscábamos  en  derredor  de  nosotros  un 
intérprete  de  nuestra  aflicción,  un  acento  que  reprodujoi-a  toda  nuestra 
tristeza,  una  voz  donde  en  común  concierto  sonasen  a  coi-des  la  ;  notas  de 
rodos  nuestros  suspiros.» 

En  aquellos  momentos,  adelant(')se  de  la  primeía  tila  de  enlutadas,  don 
Mariano  Roca  de  Togores,  y  colocándose  cerca  del  féretro,  extendií)  les 
brazos,  y  alzando  la  voz,  pronunci(í  algunas  elocuentes  IVases.  en  elogio 
del  infeliz  amigo,  y  terminó  diciendí»: 

—  «p]ste  hombre,  señores,  que  á  todos  ha  hecho  reir,  muere  víctima  de 
su  melancolía:  este  escritor  que  parecía  tan  festivo  y  tan  indiferente  á  to- 
do, muere  suicida  y  (piizá  de  amor.  Pues  que  nos  hemos  engañado  mientras 
viviíj,  procuremos  conocerle  mejor  después  de  muerto:  celebremos  sus  es- 
critos, compadezcamos  sus  obras,  y  esos  dos  nombres  que  en  la  lápida  s 
verán  grabados,  se  explicarán,  y  discul[)arán  mutuamente:  uno  es  Fígaro, 
el  otro  Mariano  José  de  Larra 

Tom(')  la  palabra  después  el  conde  de  las  Navas,  d  elocuente  orador 
que  tan  reñidas  polvmicas  sostenía  en  las  Cortes,  y  después  de  trazar  á 
grandes  razgos  los  episodios  más  importantes  de  la  l)rev(^  y  agitada  oxis- 
tencia  del  amigo  muerto,  concluvó  del  modo  siguiente: 

II] 


--    \2\¿  — 

—  v.Ki^ta  corona  ijue  depositamos  aquí  es  la  primera  que  en  nuestros 
dias  se  consagra  al  talento:  esta  es  la  ])rimera  vez,  que  se  declara  en  tono 
muy  alto  que  el  genio  en  la  sociedad,  es  un  poder  ran  grande  como  el  cpu' 
los  hombres  han  constituido.» 

Después  del  Conde  de  las  Navas,  habló  don  Jacinto  Salas  y  Qiiij'oga, 
leyó  un  soneto  don  Manuel  Alberto  Benito,  3-  pronunció  taml>ien  elocuen- 
tes frases,  un  literato  bien  conocido  entonces:  don  José  María  Diaz... 

Fué  entonces,  cuando  un  muchacho,  casi  un  niño,  de  pequeña  estatu- 
ra, rostro  pálido  y  larga  melena,  hasta  aquel  punto  desconocido,  que  da- 
ría mucha  gloria  á  la  poesía  española,  se  adelantó  tímidamente,  y  sacando 
de  la  cartera  unos  versos,  comenzó  á  leer  la  composición  cuyo  título  decía: 
A  la  desgraciada  memoria  del  joven  literato  Mariano  José  de  Larra. 

...Pero  ¿qué  he  de  poder  decir  yo  que  pueda  compararse  con  lo  que  el 
mismo  desconocido  de  entonces,  escribió  muchos  años  después,  cuando  en 
la  plenitud  de  su  gloria,  no  había  español  que  ignorase  su  nombre? 

Oigamos  á  don  José  Zorrilla,  en  sus  Recuerdos  del  tiempo  viejo: 
«Iba  ya  por  fin  á  cerrarse  la  caja  para  dar  tierra  al  cadáver,  cuando  Joa- 
quín Massard metióse  entre  los  que  presidían  la  ceremonia,  advii'tióles 

de  que  aun  había  otros  versos  que  leer,  y  como  me  había  llevado  por  delan- 
te, hizome  audazmente  llegar  hasta  la  primera  fila,  púsome  entre  las  ma- 
nos la  desde  entonces  famosa  cartera  del  capitán,  y  hálleme  3^-)  repentina  é 
inconscientemente  á  la  vera  del  muerto  y  cara  á  cara  con  los  vivos.  El  si- 
lencio era  absoluto:  el  público,  el  más  aproj-ósito  y  mejor  preparado:  la  es- 
cena solemne  y  la  ocasión  sin  par.  Tenía  yo  entonces  una  voz  juvenil  fresca 
y  argentinamente  timbrada  y  una  manera  nunca  oida  de  recitar  y  rompí  á 

leer pero  según  iba  leyendo  aquellos  mis   tan   mal   hilvanados   versos, 

iba  leyendo  en  los  semblantes  de  los  que  absortos  me  rodeaban  el  asombro 
que  mi  aparición  y  mi  voz  les  causaba....  y  se  me  embargó  la  voz  y  se  me 
arrasaron  los  ojos  de  lágrimas  y  Roca  de  Togores,  janto  á  quien  me  halla- 
ba, concluyó  de  leer  mis  versos Cuando   volviendo    de    aquel   éxtasis 

aparté  el  pañuelo  de  mis  ojos,  el  pobre  de  Larra, había  ya  entrado  en  el  so- 
no  de  la  madre  tierra  y  la  multitud  de  amigos  y  conocidos  que  me  abraza- 
ban no  tuvieron  gran  dificultad  en  explicar  quien  era  el  hijo  de  un  Magis- 
trado tan  conocido  en  Madrid  como  mi  padre.»     (86) 

El  asombro  y  el  entusiasmo  que  en  los  concurrentes  al  entierro  de  La- 
rra causó  la  aparición  de  Zorrilla,  varias  veces  lo  han  contado  algunos  asis- 
tentes al  acto,  como  Mesonero,  Cortés,  Pastor  Diaz  y  Fernandez  de  Córdo- 
va.  El  poeta  que  entró  en  el  recinto  de  la  muerte  desconocido  de  todos, 
salía  rodeado  de  amigos  y  admiradores  que  le  tendían  las  manos  v  le  felici- 


tnhíin  calurosamente.  Küca  de  Togores  le  cundujo  en  un  coche  á  Genieys, 
lu  mejor  fonda  do  la  corto, donde  fué  ul).sequ¡ado expléndidamfiute;  los  fun- 
i adores  del  Parnasillo  le  daban  lue^ío  un  puesto  eu  la  famosa  tertuliu.  los 
-ocios  del  liiceo  le  acogían  con  entusiasmo,  Espronceda  (que  por  estai-  v)\- 
lermo  no  asistió  al  entierro)  deseó  conocerle,  y  le  tuvo  singular  aprecio  v 
en  el  mismo  año  18>>7,  se  publicaba  el  primer  tomo  de  sus  poesías.  <ii\a 
i'dicion  se  agotó  en  dos  semanas. 

De  este  modo  se  dio  á  conocer  el  poeta  más  español  de  nuestro  siglo, 
el  autor  de  Don  Juan  Tenorio,  el  vate  de  las  tradiciones  y  de  los  recuer- 
dos de  glorias  pasadas,  cuj^o  nombre  se  admirará  por  cuantas  generaci»»- 
iies  sucedan  á  aquella  •  ii  <('('■    \i\¡/.    y    -<•  f.inmo\-i.')  tantas  vecfs  < -i-i    -uw 


(Jon  la  trágica  muerte  de  D.  Mariano  José  de  Larra,  este  libro  toca  á 
su  término:  ni  he  de  repetir  lo  ya  dicho  en  las  páginas  anteriores  elogian- 
do de  nuevo  los  méritos  del  escritor,  ni  he  de  hacer  resumen  alguno,  que 
me  parece  innecesario,  dado  el  plan  que  en  este  estudio  he  seguido.  Las 
noticias  y  detalles  que  aquí  pueda  echar  de  menos  el  lector,  más  apropósi- 
to  me  ha  parecí''"  rol-u-.n-hw  ^m.  !>.<  i.ot;w  v  apéndircv;.  donde  lia  de  en- 
contrarlas. 

Terminaré  pues  diciendo  que  los  amigos  de  Fígaro, á  más  de  su  entie- 
rro y  sepultura  costearan  «oi  cst;!.  una  hínlda,  iH7i  iloude  (^rallaron  la  ins- 
cripción siguiente: 

La     AMISTAD) 
Á    LA    MEMORIA    DE   D.    MaKIAXO  JuSÉ    DE    LAKRA 

MuERiD  i:i-  1.-)  DE  Febrero  de  1h:37 

A     I.OS    •_>?    AÑ<»Í=*    1>K    Kf»  M» 

R.    P.    L 


—  124  — 

La  |.>reusa  toda  de  Madfid  dedic()  sentidas  frases  en  sns  columnas  al 
desírraeiado  escritor  y  no  monos  la  de  provincias.  El  conde  de  las  Navas 
en  El  Mundo  I  17  Febrero'),  D.Jacinto  Salas  y  Quiro,i>;a  en  La  Revista 
Española  (15  Febrero^,  la  Gaceta  (4  de  Mayo),  Las  Musas  (1.")  Julio  y  líO 
Agosto)  publicaron  notabbis  artículos  y  poesías,  cuya  lectura  tan  curiosa 
como  interesante  me  ha  parecido  oportuno  ofrecerla  en  lui>;ar  apropósito. 

Los  restos  de  Lan'a  so  trasladaron  en  1844  al  cementerio  de  San  Ni- 
colás, donde  lioy  oxistou  en  uu  modesto  nicho  del  ¡Jrimer  patio,  ,ii;alería  de 
la  dereclia,  lila  1."  N.  7*.)-2.  Onando  se  ordenó  el  derril)o  del  cementerio  del 
Norte,  se  peiist'»  cu  Ih-var  los  iH'stos  de  Larra  á  sitio  donde  no  hubiera  de 
moverse  ya  ninu^a,  y  |)ara  ello  se  reunieron  poetas,  autores  y  periodistas, 
y  por  suscripción  se  arbitraron  recursos  para  diclio  objeto.  Se  hizo  mayor- 
domo de  la  Sacramental  de  San  Nicolás  al  hijo  de  Fígaro,  que  á  la  sazón 
contaba  18  años,  y  éste  cedió  por  escritura,  su  enterramiento  á  su  ilustre 
padre,  que  ocupó  desde  entonces  el  nicho,  donde  hoy  se  encuentra  en  el 
de  San  Nicolás,  (puerta  de  Atocha),  cementerio  que  como  ei  que  está  uni- 
do á  él  (Sacramental  de  San  Sebastian)  están  llamados  á  desaparecer  ])or 
ocupar  ya  terrenos  del  ferrocarril  de  Madrid. 

Los  periódicos  de  la  corte  del  año  1S44,  que  existen  en  la  Hibliotccu 
Xacional,  dan  detalles  muy  (curiosos  de  la  ceremonia  de  la  traslación  de 
los  i'cstos  del  gran  satírico,  que  se  llevó  á  cabo  con  toda  la  solemnidad 
posible.  De  sns  obras  se  han  hecho  desde  JH40  hasta  hoy.  numerosas 
ediciones,  algunas  de  ellas  como  la  de  l8S(í,  de  no  ])oco  valer,  pero  aun 
jio  tenemos  una  edición  crítica,  completa  y  digna  del  nombre  de  su  autor, 
que  honraría  á  quien  acometiese  la  empresa  de  darla  á  luz.    (88) 

El  nombre  de  don  Mariano  José  de  Larra,  Fígaro,  es  inmortal,  y  sus 
escritos  serán  admirados  eternamente.  Larra  es  una  personalidad  que 
con  ninguno  puede  confundirse,  y  leer  sns  obras  es  traer  á  la  imaginación 
un  período  glorioso  de  nuestra  historia:  es  evocar  el  recuerdo  de  los  san- 
grientos episodios  del  Norte,  de  las  memorables  sesiones  de  los  Estauíen- 
tos,  de  las  tertulias  del  Parnasíllo,  de  las  veladas  del  Liceo,  de  las 
representaciones  en  la  Cruz  y  el  Príncipe,  de  la  lucha  entre  clásicos  y 
románticos.  Es  dar  nueva  vida  á  iinos  años  en  los  que  la  nación  florecía  y 
en  los  que  surgieron  poetas  como  Espronceda,  I^astor  Diaz  3^  el  duque  de 
llivas;  políticos  como  Isturiz,  Mendizábal  y  Pacheco;  historiadores  conu» 
Bofarull  y  Toreno,  músicos  como  Clomis  y  Cuyas:  autores  dramáticos  como 
Hartzenbuch,  Gil  de  Zái-ate  y  Bretón  de  los  Herreros:  oradores  como 
López,  Olózaga  y  Burgos;  generales  como  Espartero  y  Córdova:  actores 
como  Romea,  Caprara  y  Latorre;  periodistas  como  Borrego   y  Lor&uzaua; 


—  12o  — 

pintores   como    Aleiiza   y    Rivera,    y    víetiiiuis   como    Torrijos,   De  Pablo 
y  Leoii. 

¡Ojalá  en  la¿  pág-iuas  de  este  libru  encuentre  el  lector  medianamente 
retratada  la  ftgura  del  primer  escritor  satírico  del  siglo  XIX,  y  un  eco  de 
la  época  en  que  vivió,  época  de  ideales,  de  agitaciones  profundas,  de  ra- 
dicales innovaciones,  época  á  la  «i'i''  f;nito  debe  la  nuestra  y  íjue  á  p(!sar 
de  cuanto  se  ha  diclio,  ni  es  conocida  lo  bastante,  ni  se  ha  estudiado  con 
la  amplitud  y  el  detenimiento  <[ue  merecenl 

JHOH 


NOTAS, 


(I)  El  Doctor  Don  Mariano  de  Larra  y  Langelot,  después  de  su  re- 
greso de  Francia  en  1818,  3^  de  haber  desempeña io  el  cargo  de  médico  del 
infante  don  Francisco  hasta  1821,  ejerció  en  Valladolid,  fué  médico  titu- 
lar de  Corella,  primero, (1823)  y  de  Cáceres,  Aranda  del  Duro  y  Navalcar- 
nero,  provincia  de  Madrid,  donde  se  encontraba  al  ocurrir  el  fallecimiento 
de  su  hijo  único,  don  Mariano  José  de  Larra,  en  1837, 

Murió  el  Doctor  Larra  en  1841.  A  más  de  la  Toxicología,  de  OrfUa, 
tradujo  otras  obras  de  medicina,  y  aun  existen  varias  fórmulas  con  su 
apellido  en  la  Farmacopea. 

Su  esposa  D.'*^  Dolores  Sánchez  de  Castro  y  Loso  de  la  Vego,  natural 
de  Villanueva  de  la  Serena  en  Extremadura,  falleció  en  Madrid  el  año 
de  1855. 

Como  varios  de  los  documentos  y  datos' que  van  insertos  en  este  libro, 
me  han  sido  facilitados  por  el  aplaudido  autor, don  Luis  Mariano  deLariTi, 
hijo  de  Fígaro,  me  complazco  en  darle  aquí  por  su  i)ondad,  públicas  gra- 
cias. 

(¡2)  Las  diligencias  que  he  practicado  para  encontrar  la  jjanida  de 
bauti.smo  de  don  Mariano  José  de  Larra,  me  han  resultado  hasta  ahora 
inútiles.  L^n  ilustrado  amigo  mió,  que  tuvo  la  bondad  de  emprender  la  bús- 
queda del  dcci  mentó  por  las  parroquias  de  Madrid,  me  decía  lo  siguiente; 
--«  ,.  M  'j  até  íA  San  Pedro  y  díjorae  el  capellán  que  la  parroquia,  y 
por  consiguionte  í  I  archivo  lo  habían  trasladado  á  la  Virgen  de  la  Paloma 
y  allí  me  encaminé...  El  cura  y  yo  loimoc;  todns  las  incripciones  hechas  en 


—    l-is  — 

1809  y  no  encoiiTrnmos  ú  Larra,  no  siendo  i'xii-uñn,  piios  al  libro  le  laltan 
muchas  hojas,  quizá  correspondientes  al  mes  que  nació  Fígaro...  Knton- 
ces  me  ocurrió, que  se  bautizara  el  ^ran  satírico  en  otra  parroquia  que  no 
fuese  la  suya,  y  recorrí,  la  Almudena,  San  Isidro  y  Santa  Cruz,  empero  en 
ninguna  he  encontrado  nada»... 

Aunque  todos  los  bióp^rafos  de  T^arra  dicen  que  nació  el  dia  24  de 
iMarzo  y  el  mismo  autor,  en  su  artículo  La  Noche-Buena  de  1836,  escri- 
))e...  «si  tuviera  que  probarlo  diría  que  on  dia  24  nací»  yo  señalo  como  fe- 
cha exacta  del  nacimiento  el  dia  2(3,  ateniéndome  á  los  apuntes  manuscri- 
tos que  me  envió  don  Luis  Mariano  de  Larra.  Algún  tiempo  después  me 
dijo  en  Madrid,  dicho  señor,  que  una  copia  antigua  que  poseía  de  la  parti- 
da de  bautimo  de  su  padre,  la  fué  sustraída  con  otros  papeles  y  efectos 
que  le  robaron  de  su  casa  de  Yaldemoi-o. 

Sin  embargo  de  lo  expuesto,  no  dudo  que  algún  investigador  curioso, 
encuentre  algún  dia  este  importante  documento, que  siento  bastante  no  po- 
der insertar  aquí. 

Deben  existir  copias  en  el  expediente  de  matrimonio  de  Larra,  «'>  en 
el  de  sus  estudios,  pero  esto  requiere  larga  y  difícil  búsqueda  que  otros 
llevarán  á  cabo  con  más  fortuna. 

(3)  — Diccionario-Geográfico-Estadistico  de  España  y  Portugal, 
dedicado  al  Rey  Nuestro  Señor,  por  el  doctor  don  Sebastian  de  Miñano,  Li- 
divíduo  de  la  Real  Academia  de  la  Historia  y  de  la  Sociedad  Geográfica 
de  París  (Lema  de  Plinio)—  Con  Real  Permiso — Madrid:  Imprenta  de  Pie- 
rart-Peralta,  Plazuela  del  Cordón  N.  1.^  Imprenta  de  Moreno,    1826-1829. 

Diez  tomos  en  4  "y  uno  de  suplemento:  papel  hilo,  buena  impresión. 
Contiene  la  obra  Tomo  I — Ante  portada — Portada— Xota  de  la  propiedad 
— Dedicatoria  al  Rey — Prólogos-Explicación  de  las  abreviaiuras— (25  pá- 
ginas)— Introducción  LXVII  páginas  — Diccionario:  De  las  letras  A.  B.  á 

B.  A.  R.  (408  páginas)— Tomo  II— Advertencias    do^    autor  de  B.  A.  R.  á 

C.  A.  S.  (492)— Tomo  III—Advertencia:  De  las  letras  C.  A.  S.  á  E.  S.  P. 
(40(1  p.)— Tomo  IV— Advertencia:  De  las  letras  E.  S.  P.  á  H.  O.  G.  (464 
páginas)— Tomo  Y— Advertencia:  De  las  letras  H.  O.  C.  á  M.  E.  M.  (470; 
—Tomo  YI— Advertencia:  De  las  letras  M.  E.  N.  á  P.  E.  S.  (518  p  )— To- 
mo YII— Advertencia:  De  las  letras  P.  E.  S.  á  S.  A.  N.  (494  páginas) — 
Tomo  YIII — Advertencia:  Do  las  letras  S.  A.  N.  á  T.  O.  R.  (486  páginas) 
—Tomo  IX— Advertencia:  De  las  letras  T.  O.  R.  á  Y.  I.  LL.  (486  p.)— 
Tomo  X— Advertencia:  De  las  letras  Y.  I.  L  á  Z.  U.  Z.  (III  páginas) — 
Lista  de  Suscritores  (34  páginas)— Tomo    XI — Suplemento— Advertencia 


—  1-29  — 

— Erratas  do  la  introducción — Suplemento — 528  páginas — (En  los  XI  to- 
mos van  incluidas  algunas  láminas  plegadas,  representando  planos  y  ma- 
pas de  puntos  de  España) — Tomo  3.'* — Corolla, 

(4)  Vida  de  D.  Mariano  José  de  Larra,  vulgarmente  conocido  por 
el  pseudónimo  de  Figaro,  por  D.  Cayetano  Cortés. —(Obras  completas  de 
Larra,  Madrid  1843.  Imprenta  de  Yenes. — 5  tomos.)  Esta  biografía  figura 
también  en  varias  ediciones  posteriores. 

(5)  Galería  de  la  Literatura  Española,  por  D.  A.  Ferrer  del  Rio 
(adorno).  Establecimiento  tipográfico  de  D.  José  P  Mellado,  Madrid, 
1846.  (Esta  inscripción  va  dentro  de  una  orla  de  adorno). 

Un  volumen  en  4.^':  regular  papel  é  impresión:  adornado  con  varios 
retratos  délos  escritores  biografiados  dibujados  en  litografía.  IV. — 320  pá- 
ginas. Contiene:  Portada.  Nota.  Biografías  de  Quintana,  Lista,  Nicasio 
Gallego,  Burgos,  el  conde  de  Toreno,  Martínez  de  la  Rosa,  el  duque  de 
Rivas,  Gil  y  Zarate,  Bretón  de  los  Herreros,  Mesonero  Romanos,  Hart- 
zenbuch.  Vega,  Escosura,  Psicheco,  Larra,  Espronceda,  García  Gutié- 
rrez, Zorrilla  y  Rodríguez  Rubí.  «Complemento  de  la  Galería  de  la  Lite- 
ratura» — Poetas  líricos:  Juan  M.  Mauri,  el  duque  de  Frías,  Gertrudis 
Gómez  de  Avellanedo,  Juan  Donoso  Cortés,  Juan  de  la  Pezuela,  Nicome- 
des  Pastor  Díaz,  Juan  B.  Alonso,  Gregorio  Romeio  ívarrañaga.  Ramón  de 
Campoamor. 

Poetas  dramáticos:  Valladares  y  Doncel,  José  Mai-¡a  D¡a/.  Miguel 
Agustín  Príncipe,  Ensebio  Asquerino,  Manuel  Cañete.  Aurcliano  Fernan- 
dez Guerra,  Luís  Clona. 

Historiadores:  P]-.'>^pr>rn  Brifín-idl.  EngeiMM  'I'n pía,  José  Amador  de 
los  Ríos 

Críticos:  Agustín  Duran,  Fray  Gerundio,  Enrique  Gil,  Galu'íel  Gar- 
cía Tassara,  Antonio  María  Segovía,  R.  Navarrete. 

Novelistas:  José  Mor  de  Fuentes,  Gabím  Tejado,  Xavarro  Vílloslada, 
Muñoz  Maldonado. 

Escritores  satíricos:  Bai-tnlomé  José  Gallardo.  Juan  Martinez  Viller- 
gas,  Juan  Pérez  Calvo. 

En  el  último  párrafo  de  la  página  320  so  apuntan  lüs  nombres  de 
Gerónimo  de  la  Escosura,  marqués  de  Tabuerniga,  Roca  de  Togores,  B«r- 
mudez  de  Castro,  Romea,  Miguel  de  los  Santos  Alvarez,  Agustín  Azcona, 
barón  de  Biguezal,  Rodríguez  Zapata  y  otros  escritores. 

Este  ir.teresante  libro  tiene  una  á  manera  de  segunda    parte   titulada 

17 


—    130 

«Alljnni  lirorai'it")  ospanol»  (Establcciinioiito  tipogrúíion  do  Mclladc^,  Ma- 
drid, ISIG;  un  tomo  en  4/*,  H20  pá<;'iiias),  eu  el  caal  liay  reunidos  y)oesías 
y  artieulos  de  los  literatos  biografiados  en  la  «Galería  do  Ijiteratiira». 

¡O)  Geografía  historial  española,  por  D.  Mariano  José  do  Larra. 
Dos  cuadernos  en  4.":  de  unas  80Ü  hojas:  (manuscrito). 

Este  trabajo  inédito  de  Larra  lo  conserva  hoy  su  hijo  D.  Luis  Maria- 
no. La  «Geografía  historial  española»  está  escrita  en  verso, y  dividida  por 
partes,  formando  cada  una.  una  provincia  con  descripción  de  lugares,  ti- 
pos, monumentos,  6L'.,  (^\ 

(7)     Oda  á  la  Exposición  de  la  Industria  Española  del  año  1827. 

—Madrid,  1827:  imprenta  de  D.  M.  de  Burgos. 

Folleto  en  8.^  menor,  en  rústica:  buena  impresión:  Ifí  páginas:  cu- 
bierta de  color.  Contiene:  Portada. — Dedicatoria  «A  mi  mu}^  amados  pa- 
dres», firmada  por  el  autor,  Mariano  José  de  Larra.  —  Oda. 

Este  es  el  primer  trabajo  que  conozco  impreso  de  Larra. 

No  figura,  esta  oda  en  la  colección  de  sus  versos,  que  aparece  en  la 
edición  de  «Obras  completas»  de  Barcelona  (188G)  y  paréceme  el  folleto  cu- 
3'0  ejemplar  poseo,  de  l)astante  rareza. 

La  oda  íntegra  que  no  creo  se  haya  impreso  desde  1829,  es  hoy  des- 
conocida, y  como  verdadera  curiosidad,  la  reproduzco  en  los  apéndices. 

(H)     Memoria  de  un  setentón,  natural  y  vecino  de  Madrid.— 

Obras  completas  de  don  Ramón  de  Mesonero  Romanos. — Nueva  edi- 
ción corregida  y  aumentada  con  notas. — Madrid.  Oficinas  de  «La  Ilus- 
tración Española  y  Americana,»  calle  de  Carretas  número  12,  princi- 
pal: MDCCCLXXXI  —Es  propiedad.  — 1881.  Imprenta,  estereotipia  y 
galvanoplastia  de  Arriban  y  Compañía,  (sucesores  de  Rivadeneyra),  im- 
presores de  Cámara  de  S.  M. 

Ocho  tomos  en  8.*^  mayor,  encuadernados  en  pasta:  papel  fino:  letra 
redonda:  ilustrados  con  el  retrato  del  autor,  grabado  en  acero  por  Maura, 
y  con  algunas  vistas  del  antiguo  Madrid. — Contiene:  «Panorama  matri- 
tense.— Escenas  matritenses. — El  antiguo  Madrid.— Tipos  y  caracteres. — 
Recuer-dos  de  viaje. — Memorias  de  un  setentón.» 

(O)  El  Duende  satírico  del  dia  lo  publica  de  su  parte  Mariano 
J.  de  Larra.' — (Lema).^ — Primero  en  la  imprenta  de  J.  Collado,  en  la  de  L. 
Amarita  y  en  la  do    Repullés   por  último. — Comenzó  en  Marzo  de  1828. — 


—  im  ^ 

Terminó  en  A<4'osto  de  18'2ü. — 8e  puI)licaron  5  núniero.s.  Salía  á  luz  sin  dia 
fijo,  en  cuadernos  de  1(5  ó  mas  páginas:  en  <S.^  menor:  papel  hilo,  regular 
impresión. 

Don  Eugenio  Hartzenbuch  en  su  «Bil)liografía  do  periódicos  madrile- 
íios»  cita  con  harta  brevedad  «Ei  Duende,»  no  siendo  por  cierto  más  am- 
l)lias,  las  noticias  que  dá  sobre  esta  publicación  don  Dionisio  Hidalgo,  en 
su  «Diccionario  general  de  Bibliografía  española»  (pág.  'JoG  t.  5/*)  En 
curiosa  nota  que  me  fué  facilitada  por  don  Luis  M.  de  Larra,  hijo  del 
ilustrado  autor,  se  dice: 

«El  Duende,  se  suspendió  al  aín:»  y  medio  de  su  publicación,  porque 
algunas  personas  de  valimiento  que  se  creían  satirizadas  en.  él,  interpusie- 
ron su  influjo* con  el  Gobierno,  que  mandó  suspender  dicha  jniblicacion.  Iso 
existen  de  ella  colecciones  ni  en  la  Biblioteca  Nacional  de  Madrid,  donde 
se  han  buscado  repetidas  veces...» 

El  señor  Marqués  de  Jerez  de  los  Caballeros  posee  en  ¡Sevilla  algunos 
números  de  El  Duende,  entre  los  cuales  es  el  más  curioso  el  o."  que  lleva 
la  fecha  de  Mayo  de  1828,  y  forma  un  folleto  en  8.",  menor  de  44  pá-' 
ginas. 

Contiene. — Portada. — Corridas  de  toros  (artículo  donde  so  hace  una 
ligera  reseña  de  esta  fiesta  y  so  incluyen  las  conocidas  quintillas  de  don 
Nicolás  Fernandez  de  Moratin). — Oda  á  Pedro  Eomero  (de  Moratiu). — El 
Toreador  Nuevo  (cuento  de  Calderón  de  la  Barca). — Correspondencia  del 
Duende  (artículo  de  Larra,  firmado  Ei  Duende.) 

(10)  Correo  Literario  y  MercantiL— Madrid:  Imprenta  de  P.  Xi- 
menez  de  Haró.— Comenzó  el  14  de  Julio  de  1828. — Término  en  3  de  No- 
viembre de  1838.— Fueron  redactores  don  iVlanuel  Bretón  de  los  Herreros, 
don  José  María  Carnerero,  don  Juan  López  Peñalver,  don  Mariano  Re- 
mentería  y  Fica. 

— El  mundo  tal  cual  es  ó  todos  locos.  —  Por  don  Pedro  López  Martí- 
nez,— Madrid:  Imprenta  de  los  hijos  de  don  J.  Martínez  Dávila,  1828- 
1829. — Véase  el  libro  «Bibliografía  de  Periódicos  Madrileños,»  por  don 
Eugenio  Hartzenbuch. 

(II;     Noticias  de    los    arquitectos  y   arquitectura   en   España, 

desde  su  restauración,  por  el  Excmo.  Sr.  D.  Eugenio  Llaguno  y  Amirola. 
— Ilustrada  y  acrecentada  con  notas  adicionales  y  documentos,  por  don 
Juan  Agustín  Cean  Bermudez,  censor  de  la  Real  Academia  de  la  Histo- 
ria, consiliario  de   la   de  San   Fernando    é  individuo  de  otras   de  Bella 


—  132  — 

Artes. — De  órdeu   de   S,   M.:    Madrid. — Eii  la  luipreuta  Real:    ario    18*29. 

Cuatro  tomos  en  4.":  papel  hilo:  buena  impresión:  el  primer  tomo  de 
380  páginas  y  XL  de  prólogo  y  discurso  preliminar:  el  segundo,  41(>  pági- 
nas; el  tercero,  440  y  el  cuarto  428. 

Los  tomos  tienen  notas  en  el  texto,  adiciones  á  los  capítulos  y  do- 
cumentos, notas,  catálogo  é  índice. 

—Colección  de  Romances  castellanos  anteriores  al  siglo  XVII. 
— Madrid  1828-1832.  =Librería  de  Cuesta,  frente  á  los  Cavacliuelos.  Cinco 
tomos  en  4/'  menor:  papel  liiJo,  cu  rústica. 

(Tomo  I.) — Romancero  de  romances  moriscos,  compuesto  de  todos  los 
de  esta  clase  que  contiene  el  Romancero  general,  iuipreso  en  1G14,  por 
don  Agustín  Duran  (Madrid.)  Imprenta  de  don  León  Amarita*.  Año  1828. 
— Se  hallará  en  la  librería  de  Cuesta,  frente  á  San  Felipe  el  Real:  248 
páginas:  Prologo:  Romauces:   índice  Alfabético. 

(Tomo  II) — lloman(;ero  de  romances  doctrinales,  oratorios,  festivos, 
jocosos,  satíricos  y  burlescos;  sacados  de  varias  colecciones  generales  y  de 
obras  de  diversos  poetas  de  los  siglos  XV,  XVI  y  XVII  por  don  Agustín 
Duran  (adorno).  Madrid:  Impronta  de  D.  L.  Amarita. — Año  1828. — Se  ha- 
llará con  el  Romancero  de  romances  moriscos  en  la  librería  de  Cuesta 
frente  á  San  Felipe  el  Keal. — 32,S  páginas.  —  Ante  portada. — Portada.— 
Advertencia. — Romances — índice  alfabético. 

(Tomo  III) — Cancionero  y  romancero  de  coplas  y  canciones  de  artes 
menor,  letras,  letrillas,  romances^  eaiitos  }•  glosas  anteriores  al  siglo 
XVIII,  ¡Dertenecientes  á  los  géneros  doctrinal,  amatorio,  jocoso,  satíri- 
co, 8¿.,  por  don  Agustín  Duran  (adorno).  —  Madrid,  imprenta  de  don  Ense- 
bio Aguado,  1821).— X. — 270  páginas,  uua  de  erratas  y  la  última  en  blan- 
co.— Ante-portada. — Portada. — Advertencias. — Romances.  —  Dos  índices. 
—Fe  de  erratas. 

(Tomos  IV  y  \ )  —Romancero  de  romances  caballerescos  é  históricos 
anteriores  al  siglo  XVIII  que  contiene  los  de  amor,  los  de  la  Tabla  Re- 
donda, los  de  Cario  Magno  y  los  Doce  Pares,  los  de  Bernardo  del  Carpió, 
del  Cid  Campeador,  de  los  Infantes  de  Lara,  &.,  ordenados  y  recopilados 
por  don  Agustín  Duran  (primera  y  segunda  parte).  Madrid:  imprenta  de 
don  Eusebio  Aguado,  1832. — Ante-portada. — Portada. — Advertencias  — 
Discurso  preliminar.— Notas. — Apéndice.  —  Romances.— índices. —  Erra 
tas. — XLII. — 224  páginas  (parte  I).  — Romances. — índice. — 247  páginas  y 
la  última  en  blanco  (parte  II). 

\líí)     La  única  colección  de  versos  de  Larra   que  conozco, es  la  publi- 


cada  eu  la  edición  de  sus  obras  completas,  hecha  en  Barcelona  (Montaner 
y  Simón,  editores,  IHBG).  Las  composiciones  que  contiene  son  las  si- 
í^^iiientes: 

«Soneto  á  un  mal  artista  ([ue  se  atrevió  á  hacer  el  busto  de  doña  Ma- 
ri(¿uita  Zabala  de  Ortiz  después  de  su  fallecimiento. — Epigrama  al  esposo 
(le  doña  Mariquita  Zabala,  habieud )  miindado  hacer  un  busto  de  esta  se- 
ñora, después  de  &u  muerte  aun  artista  que  lo  hizo  torpemente  — Epigra- 
ma repentino  á  un  clavel  improvisado. — Anacreóntica. — Anacreóntica. — 
Epigrama. — Oda. — Letrilla. — Oda. — Epigrama  á   un  mal  poema  titulado 

<  Las  miserias  del  hombre». — Letrilla  anacreóntica  —Letrilla. — Oda  — 
Oda. — l^a  Hor  de  Cintia. — Al  terremoto  de  182ÍJ. — E)pígramas. — Soneto  al 

<  oncierto  dado  por  las  bellas  de  Mantua  en  la  platería  de  Martínez,  para 
socorro  de  los  desgraciados  del  terremoto. — Anacreóntica:  El  beso. — Ro- 
mance al  Excmo.  Sr.  Duque  de  Frias  pidiéndole  sea  padrino  de  su  boda. — 
Al  Excmo.  Sr.  D.  Manuel  Fernandez  Várela. — A  una  hermosa  que  dio  en 
hacer  buenos  versos  — Octava  con  motivo  de  hallarse  en  cinta  doña  María 
Cristina  de  Borbon  — Al  dia  1."  de  Mayo.» 

Faltan  en  esta  colección,  el  romance  al  casamiento  de  Fernando  Vil, 
el  soneto  á  María  Cristina,  la  oda  «A  la  Exposición  de  la  Industria  Espa- 
jiola  en  1827,»  la  elegía  á  la  muerte  de  la  Duquesa  de  Frias,  el  romance 
titulado  «Recuerdos»,  (1835),  composiciones  las  últimas,  que  puede  ver  el 
lector  en  el  Apéndice  de  este  libro. 

(13)  En  la  «Gaceta»  de  Madrid  de  los  días  .'U  de  Marzo  y  4  de  Abril 
de  1829  se  encuentran  noticias  detalladas  de  los  daños  causados  en  los 
pueblos  de  Murcia  por  el  terremoto:  de  la  segunda  citada  copiaré  esta  re- 
lación que  me  parece  de  curiosidad  el  reproducirla: 

<Ori huela. — Asolada  la  torre  del  convento  de  la  Trinidad  enteramen- 
te, y  quebrantada  su  iglesia,  la  parroquia  de  Santa  Justa,  convento  de  re- 
ligiosas de  San  Juan, y  una  de  las  torres  de  San  Agustín  también  quebran- 
tada: 7  personas  muertas  y  4  heridas. 

Guardamar. — Casas  totalmente  destruidas  557:  idem  la  iglesia,  la  er- 
ñiita  de  Santa  Lucía,  la  fortaleza  donde  se  hallaba  la  artillería,  los  restos 
de  las  murallas  y  castillos,  dos  hornos,  dos  molinos  harineros,  dos  alma- 
cenes, tres  molinos  de  aceite  y  el  puente  principal  del  rio  bastante  que- 
brantado: 4  personas  muertas  y  25  bestias  y  algunos  edificios. 

Rafal. — Asolado  todo  el  pueblo  con  su  iglesia,  y  aunque  quedan 
en  pié,  están  absolutamente  quebrantados;  gran  porción  de  heridos  y  un 
muerto. 


Daya  Nueva. — Asolado  todo  el  [ni^blo  con  su  iglesia,  de  cuyas  ruinas 
se  lian  extraído  8  muertos. 

Puebla  de  Rocamora.  —  Asol.ido  t'tdí.  el  pueblo  y  caseríos  de  la  huerta 
habiendo  muerto  solo  2  bestias. 

A^igastro. — Asolado  con  su  iglesia  y  las  casas  que  quedan  en  pié  que- 
brantadas. 

GTranja.  — Asolada  la  torre  de  la  iglesia,  y  está  inutilizada  con  muchas 
casas. 

Formentera. — Enteramente  asolada  cun  los  edificios  de  su  huerta  y 
campo:  8  muertos  y  3  gravemente  heridos. 

Dolores. — Un  edificio  derruido,  todo  lo  demás  enteramente  (juebran- 
tado:  personas  muertas  4. 

San  Fulgencio. — Asolada  la  iglesia  con  muchas  casas  y  entre  ellas  la 
de  la  administración. 

Benajazar. — Enteramente  asolada  con  sus  edificios  de  campo  y  huer- 
ta, habiendo  quedado  bajo  sus  ruinas  gi'an  parte  de  Jos  vecinos,  cuyo  nú- 
mero no  puede  saberse  en  muchos  dias,  hasta  que  puedan  irse  extrayendo 
de  entre  ellas. 

San  Felipe  Neri. — Asoladas  algunas  casas  y  inutilizada  su  iglesia:  en 
dicha  jurisdicción  se  han  abierto  1 40  bocas,  de  las  cuales,  han  salido  gran 
porción  de  agua  y  de  arenas  de  varios  colores,  causando  la  novedad  de  ha- 
berse secado  los  simenteros  y  plantas  que  ha  regado  dicha  agua. 

Almoradi.— Asolado  enteramente  con  su  iglesia  y  convento,  igualmen- 
te todos  los  edificios  de  su  huerta  y  campo,  y  totalmente  quebrantado  el 
puente  principal  del  rio;  resultado  hasta  el  dia  280  cadáveres,  quedando 
aun  por  extraer,  los  que  yacen  en  varias  plazas  y  calles,  que  no  han  podi- 
do descubrirse,  á  pesar  de  las  incesantes  diligencias  que  se  practican,  á 
causa  de  las  muchas  ruinas  que  sobre  sí  tienen  de  los  mayores  edificios  de 
dicho  pueblo:  heridos  gravemente,  de  los  que  la  mayor  parte  j^erecieron, 
130;  bestias  muertas  250. 

Rojales.— Asolada  su  iglesia  con  muchas  casas,  y  abierta  en  cuatro 
casccs  la  torre;  resultando  21  personas  muertas;  idem  gravemente  heri- 
dos 10:  asoladas  las  casas  de  su  huerta  y  campo,  habiéndose  abierto  varios 
respiraderos,  por  los  que  han  salido  arena  de  color  de  plomo,  con  un  hedor 
pestífero,  que  ha  secado  cuanto  ha  tenido  contacto  con  ella. 

Benijofar. — Asolada  su  iglesia  y  gran  parte  de  casa  con  la  de  su  huer- 
ta y  campo:  quedando  quebrantadas  las  demás. 

La  Mata  y  Torrevieja. — Asolados  enteramente,  sin  quedar  ningún 
edificio  en  pie:  habiendo  quedado  bajo  sus  ruinas  un  gran    número    de  sus 


-  13:)  - 

vecinos,  cuyo  detall  no  pned^  dnrse  en  muelio^  días:  otro  de  sns  victimas 
lo  lia  sido  el  cura  párroco,  contando  hasta  el  número  de  57,  en  sola  la  no- 
che del  dia  28  del  actual. 

Algorfa. — Asolada  sutí  casas.  En  todos  los  dichos  pueblos  es  incalcu- 
lable la  pérdida  de  metálico,  ft'ranos,  enseres  y  demás  efectos,  que  se  con- 
servaban en  sus  edificios. 

(Gaceta  de  Madrid.  Sábado  4  de  Abril  dé  1820. — Número  41,  pági- 
na 1(í;í. 

(14^     Los  terremotos  de  Orihuela  ó  Enrique  y  Florentina:  His- 
toria trágica,  adornada  con  una  lámina,  y  un  mapita  de   la   situación  geo- 
gráfica de  los  pueblos  que  más  ó  menos  se  han  arruinado    en    el   terremoto 
del  21  de  Marzo  de  1829  (viñeta)  Valencia:  Librería  de  Cabrerizo— 1829  — 
Al  final)  Valencia:  Oficina  de  José  Ferrer  de  Orga. 

Un  volumen  8.*^,  papel  hilo  buena  impresión. — Contiene:  (Lámina  gra- 
bada representando  una  escena  del  terremoto.) — El  editor. — Exposición 
dirigida  á  S.  M.  por  el  ilustrísimo  señor  Obispo  de  Orihuela. — Extracto 
del  parte  dirigido  por  el  Ayuntamiento  de  la  que  fué  villa  de  Almoradí 
al  Real  acuerdo  de  Valencia. — Estado  pasado  á  S.  M.  de  las  víctimas  y 
desgracias  del  terremoto. — Relación  de  las  desgracias,  etc.  etc  — Detalles 
de  una  carta  de  Murcia  acerca  de  las  desgracias  ocurridas. — Otros  docu- 
mentos.— Enrique  y  Florentina.  Historia  trágica. — (Mapa  plegado  de  los 
lugares  del  terremoto.) — Observaciones  que  se  tendrán  presentes  al  reco- 
rrer ios  pueblos  del  mapita  que  acompañamos. 

— «Verdadera  relación  en  que  se  declaran  los  trabajos  y  ruinas,  oca- 
sionados por  los  terremotos  que  se  han  ocasionado  en  el  reino  de  Valencia 
y  pueblos  que  se  nombran...»  por  un  vecino  de  Madrid,  llamado  Pablo  Án- 
gulo.— Madrid,  Imprenta,  calle  Valverde,  1829.— Un  pliego  en  4.*^ 

— «Poema  dirigido  á  excitar  la  sensibilidad  española  en  favor  de  los 
desgraciados  pueblos  arruinados  por  el  temblor  de  tierra  sufrido  en  Iof 
reinos  de  Valencia  y  Murcia,  etc.»,  su  autoi-  D,  J.  L.  J.— Madrid. Impren- 
ta de  Ion  E.  Martinez,  1829.— Folleto  en  8.« 

— «Canto  elegiaco  á  los  terremotos.» — Madrid.  Imprenta,  calle  Val- 
verde,  1829.— Un  pliego  en  4." 

—  «Relación  de  las  desgracias  ocurridas  en  ios  reinos  de  Valencia 
y  Murcia.»  — Madrid  i829  —  L^n  pliego  en  8.*^,  papel  hilo,  ocho  páginas. 

— «Noticia  abreviada  de  los  estragos  producidos  por  los  terremotos 
en  el  mes  de  Marzo  de  1829.» — Madrid.  Imprenta  de  E.  Martinez,  1829. 
— Un  pliego  en  4."',  papel  hilo. 


-  i;í(í  — 

(15)     A  los  terremotos  ocurridos  en  España  en  1829. — Oda. -(Le- 
ma. Urbis  anti(£ue  roeitmueto.s  domina  tu  per  anno,s...  I  crudelis  ubique.  | 
Lactus  ubique  pavor  et  plurima  mortis  imago. — Virgilio:  Eneida  lib.  II.) — 
Madrid. — Imprenta  de  don  Ensebio  Aguado,  impresor  de  la    Real  Casa  — 
1829. 

Folleto  en  4.",  papel  hilo,  buena  impresión,  22  páginas  y  una  hoja  en 
))lanco  al  ñnal. 

Consta  la  composición  de  574  versos  y  el  nombre  del  autor  (Mariano 
José  de  Larra)  va  al  pie  de  la  dedicatoria. 

(Ifí)  Obras  poéticas  del  Excmo.  Sr.  D.  Bernardino  Fernandez  de 
Velasco,  Duque  de  Frías,  publicadas  á  espensas  de  sus  herederos  por  la 
Academia  Española  de  que  fué  individuo. — Madrid,  Imprenta  y  Encua- 
demación de  M.  Rivadeneira,  calle  Madera  8;  1857. — Un  tomo  en  folio 
de  Lili. — .30f}  páginas. — Prólogo  del  Marqués  de  Molins. 

(17)  Al  Excmo.  Sr.  Duque  de  Frias,  pidiéndole  sea  padrino  de 
su  boda. 

(fragmento.) 

Deja  la  templada  lira 
por  más  que  sus  ecos  dulces 
el  sagrado  coro  Aonío 
con  célico  asombro  escuche. 

Tú  en  quien  la  fortuna  amiga 
con  admiración  reúne 
los  laureles  de  Helicona, 
de  la  cuna  al  claro  lustre: 

Deja  que  mi  tosca  musa 
el  funesto  llanto  enjngu» 
que  cabe  el  perdido  ami 
por  tus  mejillas  discurre, 

Que  si  ya  la  yerta  losa 
sus  tristes  despojos  cubre, 
basta  que  sobre  ellos  tierno 
una  lágrima  tributes. 

Ya  la  antorcha  de  Himeneo 
que  amor  á  encender  acude 
del  blando  pecho  de  Silvia 


iifo 


-  137  — 

alegre  á  mis  ojos  luce. 

Ya  las  rosas  pasajeras 
del  tálamo  se  descubren, 
que  la  espina  punzadora 
entre  las  hojas  encubre. 

Que  ¡ay  triste!  el  ardor  del  pecho 
y  el  volcan  que  le  consume, 
marchitando  su  frescura, 
ni  le  dejara  que  duren. 

Así,  á  mirar  el  capullo 
rasga  el  sol  la  espesa  nube, 
y  hasta  el  cáliz  por  gozarle 
sus  vivos  rayos  conduce. 

Ni  vé  que  su  mismo  fuego 
presto  su  beldad  destruye 
y  que  donde  el  goce  empieza 
el  placer  allí  sucumbe. 

Ya  me  brinda  de  Himeneo 
sonriendo  alegre  el  numen 
del  placer  la  ardiente  copa 
para  que  ansioso  la  apure. 

Ya  el  amor  que  hacer  eterno 
jura  el  lazo  que  nos  jante, 
la  joven  palma  de  Silvia 
á  su  templo  restituye. 

Y  ya  sobre  el  ara  antigua 
quiere  el  cielo  que  nos  une 
que  amante  y  esposo  á  un  tiempo 
constancia  eterna  le  jure. 
Mas  no  la  vid  amorosa 
al  cielo  enlazada  sube, 
sin  que  del  olmo  robusto 
la  alta  firmeza  la  ayude. 
Ni  jamás  el  nido  pone 
con  la  compañera  dulce 
el  amante  pajarillo 
sin  que  ante  el  bosque  cruce 
y  de  la  pomposa  encina 
la  sombra  amiga  procure 


18 


—  iBs  -^ 

y  amparado  se  cobije 
bajo  la  hojosa  techumbre. 

No  es  mucho  que  antes  que  el  cielo 
nuestros  destinos  anude, 
porque  á  mi  enlace  presidas, 
á  tu  amistad  me  refugie. 

Tú  me  deja  cuando  Silvia 
ruborosa  el  «sí»  pronuncie 
y  haga  mis  dichas  etern;is 
en  el  lazo  indisoluble. 

Que  oiga  á  tu  sombra  seguro 
cuanto  la  Fama  divulgue, 
y  de  sus  ruidosos  ecos 
contigo  á  la  par  me  burle. 

¿Que  á  mi  sus  débiles  voces, 
por  más  que  á  mi  oreja  zumben 
como  á  tu  amparo  me  acoja 
y  Padrino  te  salude? 

Agosto  1829 

(18)  En  la  imposibilidad  de  citar  aquí  todos  los  versos  que  dedi- 
caron los  poetas  de  1829  y  1830  al  casamiento  del  rey  Fernando  con  Doña 
Cristina,  únicamente  daré  n-oticias  de  varios  de  los  mas  curiosos,  copiando 
algunas  de  las  papeletas  que  tengo  hechas,  en  mi  obra  inédita  Décadas 
Bibliográficas  (1820-1840)  que  tal  vez  en  tiempo  no  lejano  verá  la  luz. 

— Enhorabuena  á  los  Ileyes  Nuestros  Señores  por  la  celebridad  de  su 
Glorioso  enlace.  Dando  mil  felicitaciones  á  la  Reyna  Nuestra  Señora,  Sol 
de  la  Italia  y  gloria  de  la  tierra  del  júbilo  y  alegría  que  ha  causado  á  los 
corazones  de  todos  los  fieles  amantes  de  S.  S.  M.  M.  (Al  final.)  Con  licen- 
cia. Madrid;  imprenta  de  Ortega  y  Compañía,  1829. 

Un  pliego  en  8.®:  papel  hilo;  40  páginas  regular  impresión.  Contiene 
lina  canción  con  estribillo.  —  «El  encuentro  de  Fernando  con  sii  amable  es- 
posa» (Décima). — «A  la  real  familia  de  los  Borbones»  (Décima).  Redon- 
dillas. 

— Cristina  ó  primera  aclamación  de  las  Musas  Españolas  en  el  nuevo 
enlace  del  Rey  Nuestro  Señor  con  la  Señora  Infanta  de  Ñapóles  Doña 
María  Cristina  de  Borbon. — Canto  epitalámico. — Madrid,  en  la  imprenta 
Real,  año  de  1829. 


—  139  — 

Un  cuaderno  enS.^  mayor;  papel  hilo;    buena   impresión;  12  páginas, 
una  con  notas  v  la  última  en  blanco. 


Comienza; 


Y  termina; 


«No  uiui  vtjz  «ola,  iluminando  el  cielo, 
ráfagas  de  carmin  vierte  la  aurora: 
que  cuantas  linda  en  el  nocturno  velo 
tanto  le  ras^a  ale<rre  vencedora  &.» 


«Así  la  fama  con  su  etérea  tropa 
al  Ebro,  al  Tajo,  al  Betis  lo  publica 
y  que  á  la  España  colmarás  de  bienes 
si  le  haces  tantos  como  gracias  tiene.» 

— Cristina.  Canción  epitalámica  al  feliz  enlace  de  S.  M.  C.  el  señor 
don  Fernando  VII  con  la  serenísima  señora  doña  María  Cristina  de  Bor- 
bon  por  don  Manuel  Josef  Quintana. — De  orden  de  S.  M. — Madrid:  en  la 
Imprenta  Real.— Reimpreso  en  Londres  por  don  M.  Calero  y  Portocarrero. 
17  Frederick,  Pk-ice  Goswell  Road  1829. 

Un  folleto  en  8  ^  menor:  buen  papel  y  esmerada  impresión:  23  páginas 
y  la  última  en  blanco.  Contiene:  Anteportada  — Portada.— Al  Rey  Nues- 
tro Señor. — Lema.— Canción. • 

—Epitalamio:  La  Real  Academia  de  Buenas  Letras  de  Sevilla,  en  el 
venturoso  matrimonio  de  los  señores  don  Fernando  YII  y  doña  María  Cris- 
tina de  Borbon,  reyes  católicos  de  España  y  de  sus  Indias.  Lo  que  escri- 
bió por  su  comisión  el  académico  supernumerario  don  Manuel  de  Vos  y 
Silva  Meneses, Capitán  de  infantería  y  alférez  de  la  antigua  Guardia  Real. 
— Con  licencia:  Sevilla.— Imprenta  de  Padrino,  1829. 

Un  pliego  en  8.":  papel  hilo,  buena  impresión.  Contiene  una  oda  en 
veintinueve  estrofas,  que  empieza  así: 

«Levanta  lira  mia 
alta  canción  al  estrellado  cielo 
cual  águila  que  guía 
el  vaporoso  vuelo 
y  se  remonta  al  sol  huyendo  el  vuelo,..» 


Y  termina: 


«...  A  tí  en  tanto  descienda 
grata  fecundida  augusta  esposa 
y  el  santo  cielo  atienda 
mi  súplica  ardorosa 
y  tu  amor  preste  prole  numerosa.» 


.^  140  — 

— El  Templo  de  Himeneo.  Melodrama  mitolóí>;ico  alegórico  en  honor 
del  augusto  enlace  de  nuestro  amado  soberano  don  Fernando  VII  con  la 
Serma.  Sra.  Infanta  de  las  Dos  Sicilias  D.'^  María  Cristina  de  Borbon,  es- 
crita por  D.  Manuel  Bretón  de  los  Herreros. — Madrid,  1829. — Imprenta 
de  I.  Sancha. 

Folleto  en  8.*^  papel  hilo,  38  páginas 

— Relación  de  la  entrada  en  la  M.  H.  V.  de  Madrid  de  Nuestra  Au- 
gusta Reina  y  Señora  doña  María  Cristina  de  Borbon  y  de  sus  serenísimos 
padres  los  poderosos  Reyes  de  las  Dos  Sicilias.  Con  expresión  de  los  arcos, 
monumentos,  adornos,  colgaduras,  iluminaciones,  festejos  y  danzas,  con 
que  se  han  celebrado  los  desposorios  de  tan  alta  Princesa  y  el  Rey  Nues- 
tro Señor  Don  Fernando  VII— por  don  M.  N  y  R.,  don  J.  S.  M  — con  li- 
cencia: Madrid.  Imprenta  de  don  Eusebio  Aguado — 1829. — Se  hallará  en 
la  librería  de  Matute,  calle  de  las  Carretas. 

Un  folleto  en  4.^:  papel  hilo,  regular  impresión,  38  páginas  Contie- 
ne.— Introducción. — Entrada  de  SS.  MM.  y  AA. — Monumentos,  adornos, 
etc. — Festejos  y  danzas.  =Piezas  poéticas. 

— Epitalamio  al  matrimonio  Augusto  de  Fernando  y  María  Cristina. 
Nuestres  amados  soberanos  por  don  Joaquín  de  la  Escalera,  entre  los  ar- 
cades  Elpino  Menalio. — Con  Real  Permiso. — Madrid:  Imprenta  de  don 
Eusebio  Aguado:  impresor  de  Cámara  de  S.  M.  1829. 

.  Un  cuaderno  en  folio:  buen  papel,  esmerada  impresión,  11  páginas  y 
la  última  en  blanco. — Cubierta  de  color. — Contiene. — Anteportada. — Por- 
tada.— Epitalamio. 

Comienza. 

Iberos,  terminad  esos  sollozos 
que  á  las  crueles  Parcas  lisonjean. 
y  bendecid  al  cielo 
que   pió  se    mostró  y  os  dio  consuelo. 


Y  termina. 


...Y  Fernando  y  Cristina  se  idolatren 
y  el  fruto  de  su  unión  felice  ser; 
y  á  su  nación  querida 
den  á  cada  momento  nueva  vida. 
Así  el  Rey  de  los  Reyes  les  dispense 
largas  edades  con  su  salud  continúa 
y  las  satisfacciones 
gocen  de  dominar  los  corazones. 


—  141   — 

— Canción  ó  versos  dedicados  á  la  bien  venida  de  la  Rema  Nuestra 
Señora  Doña  María  Cristina  de  Borbon. — (Al  final). — Con  licencia.  Ma- 
drid, imprenta  de  la  calle  de  Valverde.  1820.  Una  hoja  en  8.",  papel  hilo: 
regular  impresión. 

Canción  con  estribillo. 

ESTRIBILLO. 

El  iris  de  paz 
de  í^ápoles  viene, 
que  á  su  hermosa  íaz 
el  sol  se  detiene. 
Venid,  españoles, 
dadla  parabienes. 
Es  María  Cristina 
la  que  viene  ahora 
por  Reina  de  España 
su  candida  aurora. 
Que  con  su  presencia 
vista  encantadora 
será  la  influencia 
del  bien  que  atesora. 

—Al  Rey  Nuestro  Señor  Don  Fernando  VII  (que  Dios  guarda)  dirige 
desde  la  ciudad  de  Barcelona  los  más  rendidos  epitalámicos  obsequios  con 
el  plausible  motivo  de  su  próximo  deseado  casamiento  con  la  serenísima 
señora  Doña  María  Cristina  de  Borbon,  su  más  leal  vasallo  y  ardiente  de- 
fensor délos  augustos  privilegios  del  Altar  y  del  Trono,  el  coronel  Caste- 
lar — Barcelona,  1829. 

Folleto  en  8.*^:  papel  hilo,  buena  impresión:  5  hojas.  Portada  á  dos 
tintas. 

Contiene  doce  desdichadas  décimas  de  tan  ínfimo  mérito  como  las  dos 
que  copio. 

Dice  así  la  primera: 

Es  tal  la  satisfacción 
que  me  cabe  en  este  dia 
que  me  roba  la  alegría 
el  uso  de  la  razón, 
la  lealtad  en  mi  blasón, 
y  así  viendo  celebrar 


-   142  ~- 

esta  ventura  sin  par 
que  es  ya  en  España  notoria 
¿No  ha  de  aplaudir  tanta  gloria 
el  coronel  Castelar...? 

Y  la  última  es  como  sigue: 

Dejad  pues  que  me  despida 
aunque  de  adoraros  no; 
porque  esto  he  de  hacerlo  yo 
mientras  me  dure  la  vida, 
veréis  mi  oferta  cumplida 
con  todos  sin  ejemplar 
que  el  que  os  ama  sin  cesar 
y  esto  os  escribe  atento, 
será  vuestro  á  todo  evento 
el  coronel  Castelar. 

— Oda  al  augusto  enlace  de  los  Reyes  Nuestros  Señores  D.  Fernando 
VII  y  D."^  María  Cristina  de  Borbon.  Dedica  el  M.  N.  I.  L.  Ayuntamiento 
de  la  ciudad  de  Lugo  en  el  fefc;tejo  celebrado  con  tan  digno  objeto. — Lugo 
Imprenta  de  Pujol,  1836. 

Un  folleto  en  8."  mayor:  papel  hilo:  buena  impresión,  11  páginas  y 
cinco  sin  numeración.  Contiene:  Portada.  — Oda  (lema). — Himno  para  can- 
tar en  las  funciones  que  celebra  el  M.  N.  I.  L.  Ayuntamiento  de  la  ciudad 
de  Lugo  por  el  augusto  enlace'  &.  &. 

La  Oda  comienza  así: 

«Cansado  de  llorar  la  desventura 
que  á  las  Hesperia  afligió  veintenos  años, 
presa  de  la  ambición  y  los  partidos; 
entregada  al  pesar  y  á  la  tristura 
y  daños  padeciendo  sobre  daños 
mil  y  mil  repetidos. 
¿Cómo  mi  ronca  voz  con  largo  llanto 
podía  hacer  melodía  y  grato  el  canto...?» 


Termina: 


«...  Jamás  sañudo  y  rencoroso  el  hado 
en  triste  luto  cambie  la  alegría 
que  anima  á  los  iberos  corazones. 
En  el  augusto  enlace  suspirado 


-    Í4íi  - 

llegue  al  cielo  la  voz  de  lira  mia 
y  propicia  nos  colme  de  sus  dones; 
y  á  la  amable  Cristina  fecundando 
dé  sucesión  á  España  de  Fernando.» 

— Varias  Poesías  de  la  ciudad  de  Gerona:  Con  el  plausible  motivo 
de  la  llegada  de  S.  S.  M.  M.  los  Sres.  Reyes  de  Ñapóles  y  su  querida  hija 
la  Serenísima  Señora  Doña  María  Cristina  futura  Esposa  del  Rey  Nuestro 
Señor  (Q.  D.  G.)  (corona)  Gerona.  — En  la  oficina  de  A.  Oliva.— Imprenta 
de  S.  M.  año  1829. 

Un  pliego  en  4.^:  papel  hilo,  10  páginas,  firmado  por  F.  E    J. 


Comienza: 


«Admirable  Cristina 
cuya  beldad  horóica  y  peregrina 
ha  entrado  en  este  suelo, 
como  un  presente  que  nos  manda  el  cielo 
y  al  cual  tu  augusta  madre  acompañando 
vá  entregar  en  los  brazos  de  Fernando: 
recibe  el  dulce  amor  que  con  afanes 
te  presentan  los  leales  catalanes... 


Y  termina: 


El  comercio  floreciente 
por  Cristina  se  verá 
la  agricultura  será 
fomentadas  dignamente 
las  artes  constantemente 
tomaran  nuevo  incremento; 
todo  en  fin  irá  en  aumento 
bajo  tu  ejida  sagrada 
y  la  Patria  enagenada 
rebosará  de  contento. 

(19)  Solo  pondré  aquí  como  muestra  (tomándolo  de  mi  biV^liografía 
inédita  de  libros  y  folletos  y  publicados  de  1820  á  1840  que  ya  cité),  estas 
papeletas,  de  poesías  dedicadas  al  natalicio  de  Isabel  II. 

— La  Lira  de  Arriaza  en  el  feliz  alumbramiento  de  la  Reina  Nuestra 
Señora  (adorno).  De  Orden  Superior  — Madrid,  en  la  Imprenta  Real, 
año  1830. 


_  144  — 

Un  cuaderno  en  4/':  papel  hilo,  buena  impresión:  12  páginas. 

— Oda  al  fausto  nacimiento  de  la  serenísima  señora  infanta  Doña 
María  Isabel  Luisa,  por  Don  Juan  Nicasio  Gallego  (viñeta),  Madrid:  Di- 
ciembre de  1830.  Imprenta  de  don  León  Armarita,  Plazuela  de    Celenque. 

Folleto  en  8.*^:  papel  hilo:  15  páginas  numeradas  y  la  última  en  blan- 
co, sin  pajinacion. 

Comienza: 

¡Cuan  ciego  los  mortales 
del  explendor  del  solio  deslumhrados 
ventura  tal  de  la  Fortuna  imploran! 
Si  el  ídolo  que  adoran 
los  oyese  benévolo,  y  el  sumo 
bien,  que  ansiosos  codician,  otorgara 
como  el  aroma  vil  que  arde  en  el  ara 
su  dicha  vieron  disiparse  en  humo. 

Y  termina: 

..  cien  poderosos  Heyes 
de  las  lejanas  y  vecinas  zonas 
rindieron  á  sus  plantas  cien  coronas. 

^Al  feliz  natalicio  de  la  Serma.  Señora  Infanta  de  España  Doña 
María  Isabel  Luisa  — Poema  por  don  Javier  León  Pendería. — Madrid: 
Noviembre  1830. —  Imprenta  de  Luis  Mate:  plazuela  de  Celenque. — Un  fo- 
lleto en  8."  mayor:  papel  hilo:  20  páginas:  «Notas»  al  final. 

(El  poema  está  escrito  en  redondillas  poco  fáciles  y  llenas  de  ripios 
que  es  un  gozo.  Lamtencion  monárquica  del  autor  seríala  más  buena,  pe- 
ro »u  trabajo  no  pasa  de  ser  uno  de  tant*  s  versos  malos  como  se  escribie- 
ron con  igual  motivo.) 

— Oda  á  la  Reina  Nuestra  Señora  (que  Dios  guarde)  en  el  fausto  di  a 
en  que  celebra  Madrid  el  venturoso  nacimiento  de  la  Serenísima  Señora 
Infanta  Doña  María  Isabel  Luisa,  por  don  Manuel  Fernando  Pizarro:  Ma- 
drid: imprenta  de  J.  Sancha. — Noviembre  de  MDCCCXXX. 

Cuaderno  en  4.":  papel  hilo:  buena  impresión:  8  páginas  con  la  última 
que  está  en  blanco. 

La  oda  á  la  Reina  empieza  de  este  modo: 

«No  tan  plausible  al  suelo 
eres,  Arco  de  paz  y  de  alianza, 
cuando  en  el  alto  cielo 


—  145  — 

tiendes  brillantes  las  gayadas  sioiio^? 

y  la  dulce  bonanza 

tras  espantosa  tempestad  previenes. 

No  al  náufrago  afligido 

que  por  las  crespas  ondas  azotado 

á  débil  tabla  asido 

ya  con  la  muerte  impresa  en  la  mejilla 

sin  fuerza  y  desmayado, 

es  tan  grato  pisar  la  ansiada  orilla...» 
Y  termina  así  el  señor  Pizarro  su  desahogo  monárquico  y  poético: 
...¡Síilud,  Reina  adorable! 

¡Salud,  Cristina!  A  vos  somos  deudores 

de  este  bien  inefable; 

y  á  la  justicia  universal  del  fuero 

que  vuestros  mayores 

recibió  cual  herencia  el  trono  ibero 

Vos  piadosa  Cristina 

nos  dais  en  esa  Heredera  ilustre 

que  el  cielo  nos  destina; 

la  cual  regirá  un  dia  el  cetro  augusto 

á  que  dio  eterno  lustre 

grande  Isabel  en  su  reinado  justo. 

¡Ay!  tan  sagrada  prenda 

bendiga  el  Señor  allá  en  la  altura! 

y  esta  sencilla  ofrenda 

recibidla  benévola  Señora 

de  la  intención  más  pura 

que  por  vos  el  favor  del  cielo  implora.» 
Los  Festejos  Olímpicos  ó  el  Triunfo  de  Citerea.  Melodrama  alegó- 
rico en  un  acto  en  obsequio  al  nacimiento  de  la  Serenísima  Señora  Prin- 
cesa Doña  María  Isabel  Luisa.  Para  ejecutarse  en  presencia  de  SS.  MM. 
y  AA.  en  las  funciones  reales  que  han  de  celebrarse  con  tan  solemne  moti- 
vo, escrito  de  orden  del  Excmo.  Ayuntamiento,  por  D.  José  María  de 
Carnerero.— Maflrid;  Imprenta  de  J.  Sancha,  Noviembre  de  1830. 

Un  folleto  en  4.",  buen  papeJ,  esmerada  impresión,  31  páginas  y  la 
última  en  blanco. — Contiene. — Portada. — Intei-locutores.  Los  festejos 
Olímpicos.  VII  escena  —Octavas  reales  —(Viñeta.) 

A  título  de  curiosidad  copiaré  de  este  raro  folleto  el  reparto  que  tuvo 
la  obra  alegórica; 

19 


—  U(\  — 

«Venus. — Concepción  Saraaniego. 

Cupido.— Josefa  Palma. 

Momo.— Antonio  de  Guzman. 

Marte. — Elias  Noren. 

Mercurio.— José  Molist. 

Minerva. — G-erónima  Llórente. 

Diana. — María  Fabiani. 

Saturno. — José  Alcázar. 

Neptuno. — Luis  Fabiani. 

Ceres. — Lorenza  Campos. 

Apolo. — José  García  Luna. 

Coro  las  Musas,  de  Ninfas  de  música  y  de  baile. 

— Al  feliz  enlace  del  Rey  N.  S.  con  la  Serma.  Señora  Princesa  de 
Ñapóles  — Oda  por  don  Javier  de  Burgos  (adorno). — Madrid. — Imprenta 
de  B.  M.  de  Burgos,  1830. 

Un  cuaderno  en  8.°  menor:  buen  papel  é  impresión;  8  páginas,  una  de 
portada,  otra  en  blanco,  cinco  de  texto  y  la  última  en  blanco  también. 


Comienza: 


Y  termina: 


«El  Pirene  derrama 
de  su  fuerza  oriental  fulgor  divino, 
y  súbito  la  llama 

se  extiende  hasta  los  campos  de  Barcino, 
y  del  Turia  á  la  vega 
y  á  la  que  humilde  el  Manzanares  riega.» 


«Vuele  si  á  tanto  alcanza 
con  el  himno  de  paz  de  polo  á  polo 
el  himno  de  alabanza; 
é  inmortalice  del  divino  Apolo 
la  citara  divina 
las  bodas  de  Fernando  y  de  Cristina.» 


• 


(SÍO)  Corona  fúnebre  en  honor  de  la  Excma.  Sra.  D.^  María  de  la 
Piedad  Koca  de  Togores  Duqusa  de  Frias  j  de  Uceda,  marquesa  de  Ville- 
na,»  etc.  etc.  (viñeta).  Con  las  licencias  necesarias. — Madrid:Lnprenta  de 
don  Ensebio  Aguado.  Impresor  de  cámara  de  S.  M.  y  su  Real  casa. — 1830. 
— Un  tomo  en  4.^  papel  hilo,  buena  impresión,  107  páginas  numeradas  y  7 


-  147  - 

sin  número.  En  rústica.  Contiene:  Portada.  Advertencia,  «El  llanto  con- 
yugal» por  el  duque  de  Frias;  «Elegía»  por  M.  José  de  Larra;  «Epístola» 
por  Francisco  Martínez  de  la  Rosa;  «Elegía»  por  Juan  Nicasio  Gallego; 
«Elegía»  por  Eugenio  de  Tapia;  «Octavas»  por  Ramón  López  Soler; 
«Oda»  por  Manuel  Joséf  Quintana;  «Elegía»|por  Ventura  de  la  Vega;  «Ro- 
mance» por  Alberto  Lista;  «La  sombra  del  trovador»  por  Ángel  Saavedra; 
«Elegía»  por  Juan  Donoso  Cortés;  «Soneto»  por  Diego  Colon;  «Soneto.» 
por  Manuel  María  Cambronero;  «Soneto»  por  Juan  B.  Arriaza;  «Soneto 
gratulatorio»  por  el  duque  de  Frias;  índice. — Algunas  composiciones  tie- 
nen notas  al  final  de  ellas. 

De  esta  corona  he  visto  dos  ediciones  posteriores,  una  en  la  Habana  y 
otra  en  Palma  de  Mallorca. 

(5Í1)  Gaspar  y  Roig,  editores.— De  Madrid  á  Ñapóles. — Pasando 
por  Paris,  Ginebra,  el  Mont  Blanc  y  Florencia;  viaje  de  recreo  realizado 
durante  la  guerra  de  1860  y  sitio  de  Gaeta  en  1861  por  Pedro  Antonio  de 
Alarcon. — Ilustrado  con  grabados  que  representan  monumentos,  retratos, 
estatuas,  costumbres,  &.,  &.;  (viñeta)  — Madrid,  imprenta  y  librería  de 
Gaspar  y  Roig,  calle  del  Príncipe  número  4.  — 1861. 

Tomo  en  folio:  buen  papel  é  impresión:  655  páginas. 

(SiSÍ)  Como  muestra  de  la  inspiración  de  la  reina  doña  Amalia, copia- 
ré aquí  un  fragmento  de  la  infeliz  composición, que  esta  señora  escribió  «A 
los  voluntarios  realistas  en  el  acto  de  entregarles  la  bandera  y  estan- 
darte»: 

Cuerpo  noble,  del  Rey  fieles  amantes; 

del  realismo  español  hermosa  flor, 

que  del  Altar  y  el  Trono  ya  triunfantes 

jurasteis  sostener  en  su  esplendor. 

Tomad  en  este  dia  la  bandera 

que  en  vuestras  filas  se  ha  de  tremolar; 

todo  realista,  si  es  preciso,  muera, 

solo  ella,  con  valor  por  Trono  y  Altar. 

Arde  en  vosotros  esa  llama  bella 

de  puro  amor  á  Rey  y  Religión, 

más  es  poco  si  no  juntáis  con  ella 

el  orden  y  la  subordinación. 

A  todo  superior  vivid  rendidos; 

para  soldados  buenos  es  igual 


—  148  — 

que  los  mandatos  vayan  expedidos 

por  el  último  cabo  ó  un  general. 

Id  sin  réplica  al  puesto  que  os  destina 

el  gobierno  quo  habéis  de  respetar; 

dimana  su  poder  de  ley  divina, 

y  os  toca  obedecer,  no  examinar. 

Hablar  do  sus  discretos,  criticarlos, 

es  principio  fatal  de  rebelión; 

pedid  á  Dios  los  dicte  y  apoyarlos, 

esto  es  querer  el  bien  de  la  nación. 

Ese  acero  que  brilla  en  vuestra  mano 

solo  será  instrumento  de  virtud, 

si,  con  aprobación  del  Soberano, 

combate  por  la  piiblica  quietud. 

No  abuséis,  frustrando  la  esperanza 

con  que  á  las  filas  se  os  miró  correr: 

armar  con  pueblo  es  prueba  de  confianza 

y  es  doble  crimen  no  corresponder. 

Vuestro  destino  y  vuestra  cuna  honrada 

nunca  el  desorden  debe  mancillar: 

por  la  lealtad  la  espada  fué  empuñada: 

la  sumisión  la  ha  de  desenvainar. 

Cuando  ella  os  llame,  abandonad    contentos 

cuanto  es  mas  caro  á  vuestro  corazón; 

que  antes  que  los  mas  tienes  sentimientos 

es  el  amor  á  Rey  y  Religión. 

Si  amenaza  la  Fe  ser  perseguida, 

si  espera  vuestro  apoyo  el  trono  real, 

inmolad,  si  es  preciso,  vuestra  vida 

al  filo  del  cuchillo  liberal. 

(yeso  el  peligro  y  envainar  la  espada 

manda  competente  autoridad: 

hacedlo,  la  obediencia  resignada 

es  la  medida  de  la  lealtad: 

entonces  descansad  de  las  fatigas 

que  sufristeis,  en  vuestra  obligación 

en  frente  de  las  huestes  enemigas 

en  el  combate  por  la  E-eligion. 

Entonces  descansad  en  los  hogares 


—  149  — 

donde  volveros  concedió  el  Señor, 

de  quietos  vecinos  y  militares 

uniendo  los  deberes  y  el  honor. 

Ese  traje  glorioso  de  leales 

debéis  guardaros  bien  de  deshonrar; 

de  que  pise  un  realista  sus  umbrales 

taberna,  ni  café  se  ha  glorias. 

Véaseos  puntuales  al  ejercicio, 

devotos  en  el  templo  del  Señor, 

activos  en  vuestro  cargo  ó  servicio 

ó  en  ganar  vuestro  pan  con  la  labor  etc. 


— A  los  Voluntarios  realistas  de  Madrid  en  el  acto  de  entregarles  la 

bandera  y  estandarte,versos  compuestos  por  nuestra  augusta  y  católica  rei- 
na doña  María  Josefa  Amalia,  publícalos  el  M.  de  G.-R.  a  quien  S.  M,  ha 
dispensado  el  distinguido  y  singular  honor  de  mandarle  franquear  una  co- 
pia. Madrid,  Imprenta  de  don  Miguel  de  Burgos.  Folleto  en  8.'*,  papel  hi- 
lo: buena  impresión:  9  páginas  y  la  última  en  blanco. 

Don  Estanislao  Cosca  Bayo  en  las  notas  del  último  tomo  de  su  «Histo- 
ria del  reinado  de  don  Fernando  VII  de  España»,  reproduce  otra  poesía 
de  la  reina  Amelia,  tan  rematadamente  mala,  como  la  que  he  copiado  y 
don  Juan  Pérez  de  Gruzman  en  el  «Cancionero  de  la  Rosa»,  (tomo  II)  pu- 
blicó otra  no  menos  infeliz,  y  dá  noticias  del  manuscrito,  que  existe  en  la 
biblioteca  del  Real  Palacio, copiado  por  el  rey,  y  que  contiene  la  colección 
de  versos  de  su  esposa. 

(Í5J{)  A  pesar  de  la  benéfica  influencia  de  la  Reina  Cristina  él  go- 
bierno de  Fernando  extremó  en  cuantas  ocasiones  pudo  sus  medidas  de  ri- 
gor, llevando  hasta  la  más  inconcebible  saña  su  persecución  contra  los  li- 
berales, particularmente  desde  que  el  triunfo  de  la  revolución  en  París  en 
1830,  puso  en  movimiento  á  los  emigrados  españoles. 

Las  principales  víctimas  sacrificadas  por  el  absolutismo  entonces  fue- 
ron, el  general  don  Salvador  Manzanares,  que  pereció  en  los  campos  de 
Benehavis  y  don  Joaqiiin  de  Pablo,  conocido  por  «Chapalangarra»  muerto 
al  pasar  los  Pirineos,  doña  Mariana  de  Pineda, en  Granada,  Juan  de  la  To- 
rre, Tomás  Chica,  den  José  Torrecilla  y  el  librero  y  editor  Miyar,  en  Ma- 
drid, don  José  María  Torrijos  y  sus  cincuenta  y  dos  compañeros  en  Mála- 
ga, y  el  coronel  don  Bernardo  Márquez  de  la  Vega  en  Sevilla, 


—  150  - 

(24)  Memorias  de  un  setentón  natural  y  vecino  de  Madrid,  escritas 
por  don  Ramón  de  Mesonero  Romanos.  — Madrid  1881.— Tomo  2." — Capí- 
tulo IV.— Episodios  literarios  1830-1831.— El  Parnasillo. 

(SÍ5)     No  más  mostrador. —Comedia  original  en   cinco   actos, — Re 
presentada  por  primera  vez  en  el  teatro  de  la  Cruz  el  dia  29   de    Abril  del 
año  1831.— Su  autor  don  Mariano  José  de  Larra. — Madrid  1831.— Impren- 
ta de  Repullés. 

Un  tomo  en  8.":  buen  papel  é  impresión:  110  páginas:  en  rústica  con 
cubierta  de  color. — Esta  obra  está  incluida  en  la  «Galería  Dramática  » 

Aunque  Larra  llamó  á  esta  obra  original,  fué  arreglada  de  una  pro- 
ducción de  Scribe  y  Leguvé. 

Conozco  otra  edición  que  es  la  siguiente: 

— No  más  mostrador. — Comedia  original  en  cinco  actos.— Represen- 
tada por  primera  vez  en  el  teatro  de  la  Cruz  el  dia  29  de  Abril  de  1831. — 
Su  autor  don  Mariano  José  de  Larra.  —  «Segunda  Edición. — Madrid:  1836. 
— Imprenta  de  Repullés. 

Folleto  en  8.'^:  regular  papel,  buena  impresión:  H-70  páginas:  en  rús- 
tica. 

(386)  La  fecha  del  estreno  de  esta  comedia  la  he  visto  equivocada  en 
algunos  biógrafos  de  Larra, que  ha  desconocido  sin  duda  los  ejemplares  de 
las  dos  ediciones  de  1831  y  J836. 

No  más  mostrador  fué  representado  aquel  mismo  año  en  Sevilla  y  en 
Cádiz,  según  los  anuncios  que  he  tenido  ocasión  de  ver. 

(5Í7)  Roberto  Dillon  ó  £1  católico  de  Irlanda.— Melodrama  de 
grande  espectáculo  en  tres  actos  y  en  prosa. Escrito  en  francés  por  Mr.  Víc- 
tor Ducange  y  traducido  al  castellano  por  don  Ramón  de  Arriala.— Repre- 
sentado en  el  teatro  del  Príncipe. — Madrid:  1832.  Imprenta  de    Repullés, 

Un  tomo  en  8.":  regular  papel  é  impresión:  124  páginas,  en  rústica 
con  una  cubierta  de  color. 

En  la  colección  «Teatro  Selecto»  publicada  por  don  Cayetano  Vidal  y 
Valenciano,  se  reprodujo  este  drama  en  el  tomo  VI. 

(SÍ8)  «...El  más  notable  después  de  estos, era  un  muchacho  que  hacia 
muy  malos  versos  y  no  muy  buena  prosa,  medio  traducidos  de  Homero,  ca- 
si abogado,  casi  médico,  casi  empleado,  que  había  empezado  varias  carreras 
sin  concluir  ninguna.  Sabía  lenguas  extranjeras   Tenía  20  años  y   en  su 


—  151  — 

corta  edad, había  pasado  de  una  infancia  alegre  á  una  juventud  taciturna. 
Tan  rápidas  eran  á  veces  las  oscilaciones  de  su  ánimo  exaltado,  en  un  vér- 
tigo de  afecto  vehemente, que  no  se  podía  distinguir  en  él,  la  risa  del  llan- 
to, ni  el  dudoso  equívoco  de  la  expresión  sincera.  Había  en  su  tono  y  en 
su  lenguaje  un  doble  sentido  que  aterraba,  y  un  epigramático  gracejo  que 
seducía. 

Era  pequeño  de  cuerpo  y  bien  proporcionado  de  miembros.  A  su  pelo 
muy  negro  acompañaban  bigotes  y  barbas  precoces,  y  su  color  era  malo  y 
bilioso  y  sus  ojos  grandes  y  tristes.  Tenía  mala  boca  y  peores  dientes,  lo 
cual  le  afeaba  bastante.  Fumaba  sin  descanso  como  si  padeciese  una  sed 
de  humo  que  jamás  podía  aplacarse,  y  ¡su  vestir  era  pulcro,  elegante  y  casi 
clechuguino». 

Educado  en  Francia  afectaba  á  veces  desprecio  de  su  nación  y  la  cen- 
suraba con  acritud,  quejándose  de  ella  como  el  prisionero  que  se  queja  de 
la  estrechez  incómoda  de  su  jaula.  Frecuentemente  después  de  alborotar 
en  un  grupo  del  café  con  palabras  impetuosas  ó  mordaces  se  retiraba  á  un 
rincón  rehusando  toda  compañía  ó  despidiéndose  á  la  francesa  huía.  Des- 
pués de  largas  ausencias  tornaba  á  la  pandilla  (jon  humor  hipocon- 
driaco. 

Daba  su  opinión  sobre  poesía  y  literatura  con  un  aplomo  y  una  origi- 
nalidad de  juicio  que  pasmaba  á  todos.  Ni  «Veguita»  ni  el  tuerto  autor  de 
comedias  tenían  conocimiento  por  lo  que  sus  maestros  aquí  le  enseñaban 
de  aquel  peregrino  modo  de  juzgar,  buscando  el  fondo  más  bien  que  la 
forma.  Pero  cuando  nuestro  atrabiliario  quería  echarse  á  poeta,  los  mis- 
mos que  le  admiraban  como  juez,  se  reían  en  sus  barbas,  diciéndole  «que 
una  cosa  era  predicar  y  otra  dar  trigo.»  Por  mucho  tiempo  fué  objeto  de 
risa  y  chacota  su  «Oda  á  los  terremotos  de  Murcia»,  que  es  de  lo  peor  que 
en  nuestra  lengua  se  ha  escrito.» 

«Episodios  Nacionales»  por  Benito  Pérez  Galdós,  3.*  serie:  Los  Apos- 
tólicos.— Tomo  10,  páginas  40  y  41  (edición  ilustrada). 

(S59)  El  Pobrecito  Hablador.— Revista  satírica  de  costumbres, 
&.,  &.,  por  el  bachiller  don  Juan  Pérez  de  Munguía. — Madrid,  imprenta 
de  Repullés. — Comenzó  á  publicarse  en  Agosto  de  1832. — Terminó  en 
Marzo  de  1833. — Salieron  á  luz  14  números.  Se  daba  al  público  sin  período 
fijo,  en  cuadernos  á  lo  más  de  24  páginas  en  8.*^  menor,  papel  hilo,  regu- 
lar impresión. 

Contiene:  N.^  1.**  (Agosto  1832).— Portada. — Dos  palabras. — ¿Quién 
es  el  público  y  dónde  se  encuentra?  Artículo  mutilado  ó  sea  refundido  (Her- 


—  152  — 

mite  de  la  Ghaiissee  d'Antin). — Nota:  El  pobrocito  hablador,  por  no  dejar 
raeter  baza  á  nadie  no  admite  ni  dá  contestación:  En  el  siguiente  número 
daremos  una  sátira  «nuestra»  en  tercetos  contra  la  corte  (24  páginas). 

N.*^  2.''  (Agosto  1832). — Portada,  — Sátira  contra  los  vicios  de  'la 
Coí-te.  Artículo  enteramente  nuestro.— Lema,  (tercetos).— El  Pobrecito 
Hablador,  no  admite  ni  dá  contestaciones.  —Se  hallará  en  la  librería  de 
Escamilla,  calle  Carretas  (14  páginas  y  2  sin  numerar). 

N.*^  3.**  (Setiembre- 1832). Lema.— Carta  á  Andrés  escritas  des5e  las 
Batuecas  por  el  Pobrecito  Hablador.  (Artículo  enteramente  nuestro).  24 
páginas. 

N.^  4.^  (Setiembre  de  1832).— Portada.— Nota.  El  Pobrecito  Habla- 
dor no  admite  ni  dá  contestaciones.  Otra:  Siempre  que  por  cualquier  obs- 
táculo no  pudiese  un  cuaderno  publicarse^  saltaríamos  al  siguiente  aunque 
fuese  dejando  una  laguna  en  la  numeración. — Empeños  y  desempeños.  (Ar- 
tículo parecido  á  otro). — Teatros  ¿qué  cosa  es  por  acá  el  autor  de  una  co- 
media?   (24   páginas). 

N."  5,*^  (Octubre  1832). — Portada.  — Que  trata  de  cosas  que  no  están 
escritas. — Sátira  contra  los  malos  versos  de  circunstancias  (tercetos). — 
Teatros.  ¿Quién  es  por  acá  el  autor  de  una  comedia? — Artículo  segundo 
El  Derecho  de  propiedad. — Filología  (23  páginas  y  la  última   en   blanco). 

N.*^  6.^  (Noviembre  de  1832). — Portada. — Carta  segunda  escrita  á 
Andrés  por  el  mismo  Bachiller. — Manía  de  citas  y  de  epígrafes. — Nota  (24 
páginas). 

N."  7.^  (Noviembre  1832). — Portada.— Costumbres  El  casarse  pron- 
to y  mal  (artículo  del  Bachiller)  29  páginas  y  una  sin  numerar  con  la 
nota). 

N.«  8.*^  (Diciembre  de  1832).— Portada.— El  Castellano  Viejo.— Ho- 
bos  decentes  (32  páginas). 

N."*  d.""  (Diciembre  1832).- Portada  —Introducción.— Teatros  (Le- 
ma).—r(24  páginas). 

N.^  10.  (Diciembre  1832).— Portada.— Carta  de  Andrés  Niporesas  al 
Bachiller  (24  páginas). 

N.*^  11.  (Enero  de  1833). — Vuelva  Usted  Manan:!,  (artículo  del  Ba- 
chiller).—Nota:  Con  el  mayor  dolor  anunciamos  al  público  de  nuestros 
lectores  que  estamos  ya  á  punto  de  concluir  el  plan  reducido  que  en  la  pu- 
blicación de  estos  cuadernos  nos  habíamos  creado.  Pero  no  está  en  nuestra 
mano  evitarlo.  Síntomas  alarmantes  nos  anuncian  que  el  hablador  padece 
de  la  lengua.  Fórmasele  un  frenillo  que  le  hace  hablar  más  pausada  y  me- 
nos enérgicamente  que  en  su  juventud.   jPobre    Bachiller!   Nos   figuramos 


-  153    - 

«que  morirá  por  su  propia  voluntad»,  y  recomendamos  por  esto  á  nuestros 
apasionados  á  sus  preces  este  pobre  «enfermo  de  aprensión»  cansado  ya 
de  hablar.» 

N.*^  12.  (Marzo  de  1833). — Portada. — El  mundo  todo  es  máscaras, 
todo  el  año  es  carnaval. — Artículo  del  Bachiller.    ;^Lema). — (2-1   páginas). 

N.*^  13.  (Marzo  de  1833).— Portada.— Conclusión  (Lema).— Carta  úl- 
tima de  Andrés  Niporesas  al  Bachiller  don  Juan  Pérez  do  Munguía  (19 
páginas  una  en  blanco  y  tres  con  el  «Catálogo  de  las  piezas  dramáticas 
que  se  venden  en  la  librería  de  Escamilla»  y  la  última  en  blanco  todas  es- 
tas sin  numerar). 

N.°  14  y  último.  Muerte  del  pobrecito  hablador.  Escríbela  para  el 
público  Andrés  Niporesas  su  corresponsal. — Lema  (viñeta). — Lema  de  ver- 
sos de  Jorge  Manrique  — (20  páginas,  3  con  el  catálogo  de  las  piezas  dra- 
máticas que  se  venden  en  la  librería  de  Escamilla,  y  la  última  en  blanco: 
estas  4  sin  numerar). 

La  colección  completa  de  El  Pobrecito  que  tengo  á  la  vista  pertenece 
á  la  biblioteca  del  Duque  de  T'Serclaes. 

(SO)  «Courier  de  Méré  (Pablo  Luis),— Helenista  y  folletista  francés, 
nació  en  París  (1772-1825),  oficial  de  artillería  desde  17'.)1  á  1809:  valiente 
pero  irregular  á  el  servicio,  de  carácter  murmurador,  mas  inclinado  á  la 
literatura  griega  que  á  las  batallas,  no  era  mas  que  jefe  de  escuadrón. 

Dejó  el  servicio  militar  y  pudo  á  sus  anchas  consa  írar.;")  á  sus  estu- 
dios favoritos.  Tuvo  la  fortuna  de  encontrar  en  un  ma:iu  :r;sto  de  Floren- 
cia un  pasaje  inédito  de  la  novela  «Dafne  y  Cloe;»  publicó  en  E,oma  la 
primera  edición  completa  del  texto  de  Longo.  Seguida  de  una  traducción, 
que  lleva  el  nombre  de  Amiyot,  pero  que  en  gran  parte  es  obra  suya. 

Tradujo  igualmente  los  tratados  de  Jenofonte  sobre  «la  Caballería.» 
París  1813,  y  se  casó  en  1814,  con  la  hija  del  sabio  Clavier. 

En  los  momentos  en  que  terminaba  la  traducción  de  el  «Asno»  de 
Lucio  Patras,  entró  en  una  nueva  carrera,  la  de  folletista.  Sin  pertenecer 
á  ningún  partido  político,  combatió  con  vis  cómica  y  estilo  acerado,  las 
faltas  y  ridiculeces  de  los  partidos  de  la  restauración. 

Sus  folletos,  «Petición  á  las  dos  Cámaras»  1816,  «Epístolas  al  Cen- 
sor» 1819-1820,  «Inocente  discurso»  1821,  «Petición  para  aldeanos  á  quie- 
nes se  ha  prohibido  el  baile,»  el  «Folleto  de  los  folletos,»  etc.,  alcanzaron 
inmensa  popularidad  y  le  acarrearon  dos  meses  de  cárcel. 

Proponíase  dar  una  traducción  completa  de  Herodoto,  cuando  fué 
muerto  accidentalmente  por  la  bala  de  un  Guarda  de   campo,  en  su  pose- 

20 


—  154  — 

cion  de  Veretz  (Indre  y  Loira).    Sus   obras    completas  fueron   publicadas 
jDor  A.  Carrel,  1830,  4.^  tomos  en  8,*^,  con  nn  ensayo  sobre  su  vida.» 

«Diccionario  enciclopédico  de  Historia,  Biografía,  iMitología  y  Geo- 
:^rnn;>;>  Htc.  pr»r  J.-ai-;  Grc^rií'Ví'  vi<'..  Pnrís  1870  páí^Hcts   50^». 

(31)  La  Satírico-manía,  sátira  escrita  en  tercetos,  dirigida  al  Po- 
brecito  Hablador,  por  D.  Clemente  Diaz,.  (adorno),  Madrid.  Imprenta  de 
D.  M.  de  Burgos,  1833. 

Folleto  en  8.^,  papel  hilo:  buena  impresión  en  rústica:  13  páginas  y 
tres  en  blanco,  sin  numerar.  Contiene:  Portada,  Lema,  Texto. 

(82)  JLA  SATÍRICO  MAKÍA 

(fragmento) 

¡Cáustica  musa,  que  al  maligno  vate 
versos  de  biel  y  dé  veneno  inspiras 
con  que  los  vicios  juzga  que  combate! 

Dame  tu  auxilio,  si  á  lograr  aspiras 
ocupación  más  digna;  si  apeteces 
templar  tu  fuego,  mitigar  tus  iras. 

Ya  del  furor  satírico  mil  veces 
lauros  cogiste,  que  tu  sien  ornaron 
entre  lluvia  de  críticas  sandeces; 

Y  pues  jamás  tus  tiros  alcanzaron 
al  famélico  vate  que  lamenta 
lo  mismo  que  cien  otros  l.inientarou, 

Ajuste  con  tu  auxilio  yo  esta  cuenta; 
que  aunque  no  habito  en  deifica  bohardilla 
letras  tengo  más  gordas  que  mi  renta. 

¿Vieron  ojos  jamás  rancia  polilla 
de  hambrienta  comezón  tan  atacada, 
cual  de  críticos  necios  la  gavilla? 

¿Vióse  gata  ó  mujer  jamás  preñada 
de  morder  y  tragar  con  más  antojo 
que  esa  gente  de  jaulas  desatada? 

Que  el  mundo  con  muletas  ande  cojo, 
ó  que  los  hombres  cieguen,  ¿qué  le  importa 
á.  quien  tiene  servibles  pata  y  ojo? 


—  155  — 

¿Monstruos  acaso  la  natura  aborta? 
¿No  ha  sido  siempre  la  terrestre  vida 
flaca,  imperfecta,  miserable  y  corta? 

¡Caución  ya  tantas  veces  ropetiáe», 
contra  abusos  sociales!  ¿cuándo,  Apolo, 
de  sernos  cesará  reproducida? 

«Persio»  gust.o.ra,  si  cantara  solo: 
gustara  aun  «Juvenal»,  y  aun  otros  ciento 
si  más  no  hubiese  desde  polo  á  polo; 

Mas  ¿quién  podrá  de  multitud  sin  cuento 
falta  de  ingenio,  de  discurso  y  arte 
serviles  copias  digerir  contento? 

¿Quién,  si  no  tuvo  por  estrella  á  Marte, 
la  guerra  intenta  declarar  al  vicio, 
que  vencedor  tremole  su  estandarte? 

¿Piensa  rendirle  el  escritor  novicio, 
arrebatando  de  Boaló  (1)  la  espada 
con  flaca  mano  5''  agostado  juicio? 

O  ¿será  que  esta  empresa  reservada 
esté  por  las  deidades  de  Helicona 
á  pluma  de  cotorra  mal  cortada? 

¿Será,  pues  que  la  fama  lo  pregona, 
de  un  «pobre  bachiller»  la  habladuría 
punzante  á  veces,  rancia  y  monótona, 

Quien  destierre  del  mundo  la  herejía: 
quien  de  flaquezas  purgue  al  hombre  flaco, 
y  el  pecado  de  Adán  ponga  en  lejía? 

Pues,  mal  que  pese  al  reverendo  Baco, 
festivo  dios,>de  las  locuras  padre, 
hecha  esta  vez  su  trigo  en  roto  saco; 

Aunque  á  los  hombres  importuno  ladre, 
¿qué  fruto  ha  de  sacar,  si  en  sus  orejas 
no  hay  barreno  de  acero  que  taladre? 

¿Dejó  el  rapaz  amor  sus  armas  viejas 
porque  en  griego,  en  latin,  en  verso,  en  prosa 
hánsele  escrito  lastimosas  quejas? 
¿Ha  cesado  la  usura,  y  en  la. ociosa 


■|)    «Boileau»  según  la  ortografía  francesa. 


—  156  — 

caterva  juvenil  la  trampa  y  juego 
con  el  chillar  de  musa  quejumbrosa? 

¿No  ha  sido,  por  ventura,  siempre  ciego 
el  público,  á  pesar  de  mil  doctores 
quo  le  recetan  sátiras  de  fuego? 

¿Hizo  á  los  hombres  Juvenal  mejores? 
¿Curóse  de  los  «vanos»  la  demencia 
con  ciarla  mi  Iridíenlos  Colores? 

Pues  «pobre  bachiller»  ¿dó  está  tu  ciencia? 
¿dó  está  la  ciencia  que  ejercer  procuras, 
probando  de  los  sabios  la  paciencia? 

Al  ver  la  empresa  audaz  con  que  te  apuras, 
alguno  á  don  Quijote  dirá  al  paso: 
«ya  existe  quien  abone  tus  locuras:» 

Y  á  f e  que  de  razón  no  andará  escaso; 
pues  el  que  entuertos  de  otros  endereza, 
si  bien  está  del  juicio  á  más  de  un  paso, 

Muestra  tener  más  fuerte  la  cabeza, 
que  quien  del  hombre  á  desterrar  se  arroja 
tal  cual  ridiculez,  tal  cual  flaqueza: 

Miro  aquí  al  «hablador»  que  se  enfurece, 
y  con  voz  libre,  y  arrogante  tono, 
mientras  en  un  sillón  blando  se  mece, 

«¿Quién  es,  pregunta  con  amargo  encono, 
»el  que  al  público  ilustra  y  entretiene 
»con  piezas  inmortales  mas  que  un  mono? 

»¿Quién  hace  caso  de  él?  ¿quién  le  mantiene? 
»¿quién  presta  el  homenáge,  que  al  talento 
»y  á  su  muy  noble  condición  conviene? 

»¿Dásele  franca  entrada  y  blando  asiento 
»por  ventura  en  el  templo  donde  suena 
»de  su  musa  dramática  el  acento?... 

»No  hay  tal:  ¡almas  sensibles!  que  por  pena 
»de  haber  al  grande  «Inarco»  deslucido, 
»á  pagar  su  sillón  se  le  condena.» 

jAlmas  sensibles!  dice:  empedernido 
El  público  sus  quejas  desatiende; 
y  el  «Momo  dios»  responde  á  su  gemido: 


157 


«Bachiller  orgulloso  ¿qué  pretende? 
»¿qué  pucheros  son  esos?...  ¡ay  que  risa! 
»¿qué  animalejo  vuestra  sangre  enciende?... 

»;Camarada!  al  Parnaso  vais  de  prisa: 
»con  una  pieza  remendada  en  prosa 
»no  se  llega  hacia  allá:  buscad  camisa. 

»La  «Fama»  es  hembra,  y  además  hermosa; 
»y  si  os  mira,  «hablador»,  con  tal  pelaje 

«haberla  de  agradar  no  es  fácil  cosa. 

» Quitadle  á  cualquier  rico  su  ropaje, 
«que  alguno  tapareis  por  el  camino, 
»y  no  andéis  tan  en  cueros  de  viaje». 

¿Y  esto  aconseja  un  dios?...  ¡fatal  destinol 
¿eon  que  el  caduco  Esopo  no  fingía 
cuando  vistió  de  león  al  gran  pollino? 

No:  la  verdad  desnuda  nos  decía: 
la  verdad  que  atestiguan  las  edades; 
las  antiguas  edades  y  «Mungía». 

Duro  es  por  cierto  el  escuchar  verdades 
más  ¿no  es  duro  también  que  las  esquinas 
robos  anuncien  aolo,  y  necedades? 

¿Animas  siempre  so  verán  mezquinas 
zurcir  y  refundir,  y  osadamente 
del  público  exigir  honras  divinas? 

¿Y  el  hijo  de  «Latona»  tal  consiente? 
y  sufre  orgullo  tal:  y  humilde  deja 
al  llorón  «hablador»  que  se  lamente? 

«No  soy  premiado,»  ¡sempiterna  queja! 
»la  continua  fatiga  me  quebranta:» 
mas  quebrantada  ¡oh  vano!  está  mi  oreja. 

Con  tus  quejidos:  contra  audacia  tanta 
¡quien  tu  mostasa,  Juvenal,  me  diera, 
ó  tu  paciencia,  Job,  mil  veces  santal 

«No  se  me  ofrece  incienso»  ¡bueno  fuera! 
no  hay  sino  á  cada  cual  que  zurce  un  «drama» 
forjarle  un  idolijlo  de  madera. 

Quien  quiera  del  laurel  ceñirla  rama 
otros  esfuerzos  haga  mas  costosos, 
ai  del  genio  inmortal  siente  la  lUma. 


—   158  — 

Ásperos  montes,  riscos  escabrosos, 
precipicios,  escollos,  3''  pobreza, 
desvelos  y  fatigas,  y  envidiosos. 

No  os  engañéis,  autores;  cuando  el  fuego 
en  vos  sintáis  de  un  numen  que  os  inflama, 
la  senda  abandonad  del  vulgo  ciego. 

No  dejéis  extinguir  tan  pura  llama, 
los  frutos  preparando  ya  cogidos 
mil  y  mil  veces  de  la  misma  rama. 

Esos  al  gusto  ya  son  desabridos; 
otros  nuevos  coged;  y  nunca  el  oro 
deslumbre,  al  escribir,  vuestros  sentidos. 

Mas,  si  os  negó  natura  tal  tesoro; 
si  del  astro  no  habéis  tibia  centella, 
id  á  domar  primero  ardiente  toro: 
■    Harto  mas  fácil  que  seguir  la  huella, 
de  Pérsio  ó  Juvenel,  es  poner  freno 
al  bruto  airado  que  en  herir  se  estrella 

¡Musa!  aunque  viertas  tu  letal  veneno, 
y  al  estilo  satírico  me  impelas, 
graves  acentos  vibrará  mi  seno. 

Hinche  en  el  mar  del  «frivolo»  tus  velas, 
que  si  invoqué  tu  auxilio  frágilmente 
cuando  el  furor  mis  párpados  vendaba, 


(33)  Cartas  Españolas  «ó  sea  revista  histórica  científica,  teatral, 
artística,  crítica  y  literaria.*— Publicadas  con  real  permiso  y  dedicadas 
á  la  Reina  Nuestra  Señora  por  don  José  María  Carnerero.  — Imprenta  de 
J.  Sancha. — Comenzó  en  2(3  de  Marzo  de  1831. — Terminó  en  1."  de  No- 
viembre de  1832:  Reapareció  con  el  título  de 

La  Revista  Española.  — Imprenta  de  J.  Sancha  y  en  la  de  T.  Fer- 
nandez Ángulo — (continuación  de  las  «Cartas  Españolas  ) — Comenzó  el  7 
de  Noviembre  de  1832  y  terminó  el  26  de  Agosto  de  1836.  Se  publicaba 
dos  veces  en  semana. 

Director  y  fundador:  D.  José  María  Carnerero.  Fueron  sus  principales 
redactores  don  Antonio  María   Alcalá  Graliano,   D.   N.   Campuzano,   don 


—  15í)  — 

Mariano  í 'arnerero,  don  Juan    (xrimaldi^  don  N     Rodrigo   y   don  Mariano 
José  de  Larra,  etc.,  etc. 

L':'S  m^incipales  arríenlos  que  Larra  i^nbl'có  en  la  «E-'n'i^í^^-   -on  1-.^  si- 

<;jj.i  noiiiore  }'  liü-r^  prcuji-'v-Lo-í-v ^  x\  .  -^j ,  l'ú  Ji-nero  de  xóo'o. 

«Representación  délos  Celos  infundados»  etc.,  1.^  Febrero  1833, N.  3G. 

«Yo  quiero  ser  cómico,»  1.*^  de  Marzo  1833,  N.  34. 

«Ya  soy  tedactor,»  N.  39,  19  Marzo  1-833. 

«Don  Cándido  Buena  fé,»  N.  43,  2  Abril  1833. 

«En  este  país,»  N.  21,  30  Abril  de  1833. 

«Representación  de  la  comedia  nueva  de  don  Manuel  Eduardo  Groroz- 
tiza  titulada  Contigo  pan  y  cebolla,»  N.  75,  9  Julio  1833. 

«Don  Timoteo  ó  el  literato,»  N.  81,  30  Julio  1833. 

«La  polémica  literaria,»  N.  84,  9  Agosto  1833. 

«La  Fonda  Nueva,»  N.  88,  23  Agosto  1833. 

«Poesías  de  don  Francisco  Martínez  de  la  Rosa,  N.  91,  3  Septiem- 
bre 1833. 

«Las  casas  nuevas,»  N.  94,  13  Septiembre  1833. 

«Representación  de  La  Fonda  ó  la  prisión  de  Rochester,»  comedia  en 
un  acto  y  de  «Las  aceitunas,»  id.,  N.  9:?,  27  de  Septiembre  de  1833. 

«Varios  caracteres,»  N.  104,  13  Octubre  1833. 

«Nadie  pase  sin  hablar  al  portero  ó  los  viajeros  en  Vitoria,»  18  Oc- 
tubre 1833. 

«La  planta  nueva  ó  el  faccioso,»  Historia  natural,  IIG,  10  Noviem- 
bre 1833. 

«La  Junta  de  Castel  ó  Branco'»  N.  120,  10  Noviembre  1833. 

«Las  Circunstancias,»  N.  131,  15  Diciembre  1833. 

«Representación  de  la  comedia  original  en  tres  actos  y  en  verso  ti- 
tulada Un  tercero  en  discordia  de  don  Manuel  Bretón  de  los  Herreros,» 
N.  137,  29  Diciembre  183L 

1834.  , 

«Representación  de  La  Mogigata»  etc.,  N.  152,  2  Febrero  1834. 

«Representación  de  El  Sí  de  las  ni  fias,»  N.  155,  9  Febrero  1834. 

«Los  tres  no  son  mas  que  dos  y  el  que  no  es  nada  vale  por  tres,  mas- 
carada política,»  N    159,  18  Febrero  1834. 

«El  Siglo  en  blanco,*  N    167,  9  iMayo   1834. 

«Hernán  Pérez  del  Pnlga.s  el  de  las  hazañas,  bosquejo  Jiistorieo  por 
don  Francisco  Martínez  de  la  Rosa,»  N.  176,  30  Marzo  1834. 

«Representación   de   Un  novio  para  la  niña  ('>  la  casa  de  huéspedes,  co- 


—  IGO  — 

media  nueva  original  escrita  en  diversos  metros,»   N.  177,  1."   Abril  1834  . 

«El  hombre  propone  y  Dios  dispone  ó  lo  que  ha  de  ser  el  periodista» , 
N.  180,  4  Abril  1834. 

«Vidas  de  españoles  célebres  por  don  José  Quintana»,  Tomo  3.*^,  Nú- 
mero 184,  9  Abril  1834. 

«Representación  de  la  niña  en  casa  y  la  madre  en  las  máscaras,  co- 
media original  de  don  Francisco  Martínez  de  la  Rosa»,  N.  188,  14  Abril 
de  1834. 

«Espagne  poetique  &»,  N.  197,  24  Abril  1834. 

«Representación  de  la  conjuración  de  Venecia.  Año  1310.  Drama  his- 
tórico en  cinco  actos  y  en  prosa  de  don  Francisco  Martínez  de  la  Rosa», 
N.  198,  25  Abril  1834. 

«Las  Palabras»,  N.  209,  8  Mayo  1834. 

«Representación  de  Numancia»,  tragedia  en  tres  actos,  N.  23G,  9  Ju- 
nio 1834. 

«Jardines  públicos»,  N.  24G,  23  Junio  1834. 

«Representación  de  tanto  vale  cuanto  tienes»,  comedia  original  en 
tres  actos  y  verso,  de  don  Ángel  Saavedra,  N.  2G0,  6  Julio  1834. 

«Cartas  de  Fígaro  á  un  bachiller  su  corresponsal»,  N.  285,  31  Ju- 
lio 1834. 

«Segunda  y  última  carta  de  Fígaro  al  bachiller  su  corresponsal  des- 
conocido», N.  298,  13  Agosto  1834, 

«Modas»,  N,  309,  24  Agosto  1834. 

«La  gran  verdad  descubierta»,  N.  321,  5  Setiembre  1834. 

«El  Ministerial»,  N.  332,  IG  Setiembre  1834, 

18;í5. 

«La  Sociedad»,  N.  450,  IG  Enero  1835. 
«Un  periódico  nuevo»,  N.  460,  26  Enero  1835. 
«La  Policía»,  N.  472,  7  Febrero  1835. 
«Por  ahora»,  N.  475,  10 Febrero  1835. 

«Literatura.— Poesías  de  don  Juan  B.  Alonso»,  N.  484,  19  de  Febre- 
ro 1835.     . 

«Carta  de  Fígaro  á  su  antiguo  corresponsal»,  N.  2,  2  Marzo  1835. 

«El  Hombre  globo»,  N.  9,  9  Marzo  1835. 

«La  alabanza  ó  que  me  prohiban  este»,  N.  IG,  IG  Marzo  1^35. 

«Un  reo  de  muerte»,  N.  30,  30  Marzo  1835. 

«Una  primera  representación»,  N.  34,  3  Abril  1835. 

«La  Diligencia»,  N.  47,  16  Abril  1835. 

«El  Duelo»,  N.  58,27  Abril  1835. 


—  161  - 

«El  Álbum*,  N.  16,  3  iMayo  1835. 

«Las  antigüedades  de  Mórida»,  N.  82,  22  Mayo  1835. 

«Las  antigüedades  de  Mérida»,  N.  91,  30  Mayo  1835. 

«Los  calaveras. — Artículo  primero»,  N,  94,  2  Junio  1835. 

«Los  calaveras. — Artículo  segundo  y  conclusión»,  N.  97,  5  de  Junio 
de  1835. 

«Modos  de  vivir  que  no  dan  de  vivir.  Oficios  menudos»,  N.  121,  29  Ju- 
nio 1835. 

«La  Caza»,  N.  128,  G  Junio  1835. 

«Impresiones  de  un  viaje»,  N.  142,  19  Julio  1835. 

«Cuasi»,  Agosto  1835. 

(34)  Hé  aquí  los  tres  últimos  partes  dados  por  los  módicos  sobre  la 
salud  del  Rey: 

Excmo.  Señor: 

«El  19  de  Julio  último  empezó  el  rey  nuestro  señor  á  quejarse  de  un 
dolor  en  la  cadera  izquierda:  y  aunque  desde  entonces  no  lia  podido 
S.  M.  andar  con  libertad  no  ha  habido  necesidad  de  que  haya  guardado 
cama  dia  alguno.  Mas  notando  que  la  constitución  del  rey  va  debilitándo- 
se por  la  inapetencia  y  por  las  vigilias, que  hace  mucho  tiempo  que  padece 
á  pesar  de  sor  muy  poco  el  dolor,  lo  participamos  á  Y.  E.  para  su  conoci- 
miento.— Palacio  27  de  Setiembre  de  1833. — Excmo.  Sr. — Podro  Castelló, 
Manuel  Damián  Pérez,  Sebastian  Aso  Travieso,  Excmo.  Sr.  sumiller  de 
corpa  de  S.  M.» 

El  dia  28,  no  pudo  levantarse  el  rey  del  lecho. 

«Ex<;mo.  Sr.:  S.  M.  el  rey  continúa  en  el  mismo  estado  que  ayer,  ha- 
biéndose quedado  hoy  en  cama.  Dios  guarde  á  S.  E.  muchos  años. — Pala- 
cio 28  Setiembre  de  1833,— Excmo.  Sr.— Pedro  Castelló,  Manuel  Damián 
Pérez,  Sebastian  Aso  Travieso.-— Excmo.  Sr.   sumiller  de  corps  de  S,  M.» 

«Excmo.  Sr.:  Desde  que  anunciamos  á  V.  E.  con  fecha  de  ayer  el  es- 
tado en  que  se  hallaba  la  salud  del  rey  nuestro  señor,  no  se  había  observa- 
do en  S.  M.  otra  cosa  notable  que  la  continuación  de  la  debilidad  de  que 
hablamos  á  V.  E.  Esta  mañana  advertimos  quo  se  había  hinchado  á  S,  M. 
la  mano  derecha;  y  aunque  este  síntoma  so  presentaba  aislado,  temerosos 
do  que  sobreviniera  alguna  congestión  fatal  en  los  pulmones  ú  otra  viscera 
de  primer  orden,  le  aplicamos  \\n  parche  de  cantáridas  al  pecho,  y  dos  á 
las  extremidades  inferiores,  sin  perjuicio  do  los  que  en  los  dias  anteriores 
se  le  habían  puesto  un  los  mismos  remos  y  en  la  nuca.  Siempre  en  especta- 
cion  permanecimos  al  lado  de  S.  M.  hasta  verlo  comer  y  nada  de  particu- 

21 


—  1G2  — 

lar  notamos,  pues  comió  como  lo  había  hecho  en  los  di  ais  precedentes.  Le 
dejamos  en  seguida  en  compañía  de  S.  M.  la  reina  para  que  se  entregase 
un  rato  al  descanso,  según  costumbre;  mas  á  las  tres  menos  cuarto,  sobre- 
vino al  rey  repentinamente  un  ataque  de  aplopegía  tan  violento  y  fulmi- 
nante,que  á  los  cinco  minutos  sobre  poco  más  ó  menos  terminó  con  su  pre- 
ciosa vida. — Palacio  29  Setiembre  de  1833. — Excmo.  Sr. — Pedro  Castelló, 
Manuel  Damián  Pérez,  Sebastian  Aso  Travieso.» 

(Í15)  La  Literatura  española  en  el  siglo  XIX,  por  el  P.  Francisco 
Blanco  García,  agustino.  Profesor  en  el  Real  colegio  del  Escorial.— Con 
las  licencias  necesarias. — Madrid,  Saenz  de  Jubera  Hermanos,  editores, 
Campomanes  10. — 1891.— Imprenta  de  Aguado. 

Tres  tomos  en  4.*^,  papel  fino:  buena  impresión:  notas  en  el  texto.  Dos 
partes:  la  primera  XXI  capítulos  y  al  final  resumen. 

(30)  Mis  memorias  intimas,  por  el  teniente  general  don  Fernando 
Fernandez  de  Córdova,  marqués  de  Mendigorría. — (Viñeta). — Madrid;  es- 
tablecimiento tipográfico  «Sucesores  de  Rívadeneira»,  impresores  de  la 
Real  casa.— 188C— 1888— 1889. 

Tres  tomos  en  4.^  mayor,  buen  papel,  esmerada  impresión;  en  rústica. 
Contiene:  Tomo  1  ^  Ante-portada, — (Retrato  de  Fernandez  de  Córdova  con 
su  autógrafo,  dibujado  2^or  Badillo). — .Dedicatoria. — Prólogo  de  don  José 
de  Castro  y  Serrano.— Informe  elevado  al  director  general  de  Instrucción 
pública  por  la  Real  Academia  de  la  Historia  sobre  las  cualidades  del 
presente  libro. — XIX  capítulos.— índice —405  páginas.— Tomo  2.^  XIV 
capítulos  y  el  índice  — 407  páginas  (una  en  blanco  y  cuatro  de  índice). — 
Tomo  3."  XIX  capítulos. — índice.— 526  páginas;  7  de  índice  y  la  última 
en  blanco. — Fotograbados,  á  lápiz  y  pluma  intercalados  en  el  texto  repre- 
sentando vistas,  retratos,  acciones  do  guerra,  costumbres,  episodios,  tipos, 
planos,  &.,  dibujados  por  Arturo  Mélida,  Ángel  Lizcano,  Marcelino  Unce- 
ta.  Rodríguez  Tejero,  Badillo,  A.  Perea,  L.  Cuevas,  Luis  Pellicer,  etc. 

El  párrafo  citado  en  el  texto  es  como  sigue: 

«...Algunas  veces  después  de  tomar  algo  en  el  cafó, salía  en  compañía 
de  todos  los  jóvenes  ya  citados  y  de  algunos  otros  formando  parte  de  la 
«Partida  del  trueno»  en  busca  de  aventuras  y  de  lances  por  las  calles  de 
la  capital,  vigiladas  apenas  por  los  serenos  y  el  malísimo  alumbrado  de  los 
raros  faroles  de  pésimo  aceite  que  el  municipio  suministraba.  Larra,  una 
noche,  con  un  cubo  de  almazarrón  de  que  se  había  provisto  y  una  brocha, 
embadurnó  toda  la  caja  amarilla  del  «cabriolé»  del  duque  de  Alba,   que    á 


—  163  — 

la  puerta  de  una  casa  esperaba  con  otros  coches,  no  pudiendo  reconocerlo 
el  mismo  duque,  cuanio  salió,  por  más  que  al  despertar  el  cochero  le  ase- 
gurase que  era  aquel  su  propio  vehículo.» 

(Íi7)  El  Siglo: — Periódico. — Madrid.  Imprenta  de  M.  Calero  y  luego 
en  la  dó  Repullos  — Comenzó  en  21  de  EInero  de  1831. — Terminó  en  7  de 
Marzo  del  mismo  ano, — Se  publicaba  los  martes  y  viernes  en  4  páginas. 

Director,  don  Bernardino  Nuñez  Arenas.— Redactores,  Ventura  de  la 
Vega,  Nicomedes  Pantor  Diaz,  Pablo  Avecilla,  José  do  Espronceda,  An- 
tonio Ros  de  Olano,  el  duque  de  Frias,  José  Garcia  Villalta,  Joaquin 
Francisco  Pacheco. 

«Apenas  apuntó  en  España  la  aurora  de  la  libertad  con  la  promul- 
gación del  Estatuto,  se  hizo  Espronceda  periodista;  su  altivo  pensa- 
miento no  podía  soportar  el  yugo  de  la  previa  censura.  Contábase  entre 
los  redactores  del  «Siglo»,  do  que  era  director  don  Bernardino  Nufiez 
Arenas,  propietario  el  señor  Faura  y  censor  el  señor  González  Allende. 
Prohibidos  por  este  los  materiales  destinados  al  número  14  del  periódico 
más  caliente  de  entonces,  no  sabían  los  redactores  como  salir  do  aquel 
apuro.  Espronceda  tuvo  la  oportuna  idea  do  proponer  que  se  publicara  «El 
Siglo  en  blanco»:  asintieron  todos  sin  dificultad  á  la  propuesta  y  al  dia  si- 
guiente se  repartía  su  diario  con  los  epígrafes  de:  «La  amnistía».  —  «Polí- 
tica interior».— «Carta  de  don  Miguel  y  don  Manuel  María  Hazaña  en 
defensa  de  su  honor  y  patriotismo».  —  «Sobre  cortes». —  «Canción  á  la  muer- 
te de  don  Joaquin  de  Pablo  (Chapalangarra'».  — De  resultas  fué  vedada  la 
publicación  del  «Siglo»,  y  sus  redactores  tuvieron  que  andar  á  salto  de 
mata  para  desorientar  á  los  que  de  orden  del  gobernador  civil  iban  en  su 
busca. 

Ferrer  del  Rio  — «Galería  literaria.»  (Página  241.) 

(3H)  El  Observador. — Diario  político  liberijl.— Madrid. — Imprenta 
de  T.  Jordán  y  en  la  L. 'Fernandez  Ángulo. — Comenzó  á  publicarse  en  15 
de  Julio  de  1H34  — Terminó  en  Abril  de  1835. 

Director:  Don  Antonio  María  Alcalá  Galiano. 

En  este  periódico  se  publicaron  los  siguientes  artículos  de  Fígaro: 

«Segunda  carta  de  un  liberal  de  acá  á  un  liberal  de  allá». — N.  85. — 7 
Octubre  de  1834. 

«Primera  contestación  de  un  liberal  de  allá  á  un  liberal  de  acá». — 
N.  93.-15  Octubre  de  1834. 

«La  cuestión  transparente». — N,  97. — 19  Octubre  de  1834. 


—  164  — 

«¿Entre  qué  ^^entc  estamos?» — N.  110  — 1  Noviembre  de  1834. 

«Dos  liber£iles  ó  lo  que  es  eutenclerse». — Primer  artículo. — N.  122. — 
13  Noviembre  de  1834. 

«Dos  liberales  ó  lo  que  es  entenderse». — Segundo  artículo, — N.  125. 
—16  Noviembre  1834. 

«La  vida  de  Madrid». — N.  151. — 12  Diciembre  1834. 

«Bailes  de  máscaras». — (Billetes  por  embargo), — N.  156. — 17  Diciem- 
bre 1834. 

(39)  Anastasia  ó  la  recompensación  de  la  hospitalidad.  Anécdota 
histórica  de  un  casto  amor  contrariado, por  el  doctor  don  Antonio  Márquez 
y  Espejo,  presbítero,  pensionado  por  S.  M.  y  beneficiado  titular  de  la 
parroquia  de  Alberique.— Valencia  1826,  imprenta  de  J.  Mompié. 

Un  tomo  en  8.'^  menor:  papel  hilo,  buena  impresión,  en  pasta.  176 
páginas. 

— El  Engaño  feliz.— Novela  ejemplar  que  manifiesta  los  principios 
á  que  se  exponen  las  incautas  doncellas  en  dar  oidos  á  los  jóvenes  y  á  los 
falsos  consejos  de  una  falsa  amiga,  por  don  Mariano  Madramau}^  y  Cala- 
tayud. — Imprenta  de  los  Hermanos  de  Orga  y  por  Ildefonso  Mompié. — 
Valencia.  1827. 

Un  tomo  en  8.*\-  papel  hilo,  (cita  de  Fuster). 

(40)  Maria  de  Courtenay  ó  el  amor  y  la  virtud:  obra  escrita  en 
francés  por  M.  S.  traducida  al  castellano  por  doña  María  del  Carmen 
Obispo  y  Merino,  y  dedicada  al  Rey  Nuestro  Señor. — Madrid.  1829.— 
Librería  de  Rodríguez,  calle  Carretas. 

Un  tomo  en  8.**:  papel  hilo,  buena  impresión,  en  rústica,  con  cubierta 
de  color. 

— Don  Quijote  con  faldas  ó  perjuicios  morales  de  las  disparatadas 
novelas:  obra  escrita  en  inglés  sin  nombre  de  autar  y  en  castellano,  por 
don  Bernardo  María  de  Calzada.— Madrid,  1829.— Librería  de  Orea,  calle 
de  la  Montera, 

Tres  tomos,  en  dos  volúmenes  on  S^:  papel  hilo:  buena  impresión. 

— Celina.  Novela  helveciaria  con  la  del  impío  y  Amalia,  por  Antoni- 
no  de  Geronval,  vertidas  al  castellano,  por  don  Mariano  de  Rementería  y 
Fica.— Madrid,  1830.~En  8." 

— Avelina  ó  la  Abadía  en  la  Selva. — Novela  histórica  escrita  en  in- 
glés por  Mis  Ana  de  Radeliff,  autora  de  «Julia  ó  los  subterráneos  del 
Castillo  de  Mazzini»  y  de  otras  muchas    obras.— La  publica   en   español 


—  1G5  - 

don  Santiago  de  Al  varado  y  de  la  Peña,  escribano  de  S.  M.  y  del  ilustre 
colegio  de  Madrid,  traductor  y  reformador  de  la  «Enciclopedia  de  la 
Juventud,»  autor  de  los  «Elementos  de  historia  general  de  España,  desde 
el  Diluvio  hasta  el  año  18*2(),»  editor  de  otras  varias  obras  de  jurispruden- 
cia y  literarias,  — Madrid  1830.  Imprenta  de  I.  Sancha:  librería  de  Dochao. 

Cuatro  tomos  en  8.*^*:  buen  pipol  ó  impresión:  á  cada  uno  acompaña 
una  lámina. 

— Gómez  Arias  ó  los  moros  de  las  Alpujarras.  Novela  histórica  escri- 
ta originalmente  en  inglés  por  el  español  don  Telesforo  Trueba  y  Cosió,  y 
traducida  libremente  al  castellano  por  don  Mariano  Torrente.  — Madrid. — 
1831.  Imprenta  de  Moreno. 

Tres  tomos  en  8.^:  pa}>el  hilo  en  rústica.  A  cada  uno  acompaña  una 
lámina. 

— Grecia  ó  la  Doncella  de  Misolonghi,  por  don  Estanislao  de  Cosca 
Bayo. — Valencia. — 1830. — Un  tomo  en  8." 

— Sofia  y  Enrique.  Novela  escrita  por  la  señora  doña  Vicenta  Matu 
rana  de  Gutiérrez.  — Cádiz  ¿t  1829 

Dos  tomos  en  8.":  esmerada  impresión:  en  rústica. 

—La  Torre  Gótica.  Novela  por  don  Isidoro  Villarroya. — ^Valencia 
—  1830. 

Tres  tomos  en  8,° 

— Los  Españoles  Náufragos  ó  correspondencia  de  dos  amigos.  Nove- 
la original,  por  doña  Segunda  Martinez  de  Robles. — Madrid  1831,  Impren- 
ta de  N.  Llorenci. 

Dos  tomos  en  12." 

— El  Conde  do  Gandespina.  Novela  histórica  original,  ))or  don  Patri- 
cio de  la  Escosiira,  Alférez  del  escuadrón  de  Artillería  de  la  Guardia  Real. 
Madrid  1833. — Librería  de  Escamilla,  calle  Carretas. 

Dos  tomos  en  1(5."  prolongado:  papel  hilo:  en  rústica. 

— Tancredo  en  Asia.  Novela  por  don  Juan  Cortada.  — Barcelona 
1H31. 

—  El  golpe  en  vago.  Cucuio  do  la  18."'  centuria,  por  don  José  García 
de  VillaUa:  Madrid:  1S33.  Imprenta  de  Repullos.  Gabinete  literario. 

Seis  tomos  en  8.**:  buen  pa})el  ó  impresión. 

(II)  El  Doncel  de  D.  Enrique  el  Doliente.-  Historia  caballeresca 
del  siglo  XV  por  don  Mariano  José  de  Larra  (tomo  I.)  Madrid — Imprenta 
de  RepuUés  1834  (toda  la  portada  va,  dentro  de  una  orla  ancha  de  adorno 
de  escaso  gusto.)— Cuatro  tomos  en  8.":  papel  hilo:  buena  impresión 


—  166  ~ 

Contiene:  Tomo  I. — Anteportada. — Portada. — Texto  (del  capítulo  I  al 
XI)  173  páginas. — Tomo  II.  — Anteportada. — Portada. — Texto  (del  capítu- 
lo XII  al  XXI)  175  páginas. — Tomo  III. — Anteportada.  —  Portada. — Tex- 
to (del  capítulo  XXII  al  XXXI)  172  páginas.— Tomo  IV.— Anteportada. 
— Portada. — Texto  (del  capítulo  XXXII  al  XL). — Continuación  de  la  lis- 
ta de  suscritores  á  la  colección  de  novelas  históricas  originales  españolas. 
— Madrid,  Cádiz,  Córdoba,  Teruel,  Jerez,  Murcia,  Salamanca,  Valencia, 
Valladolid,  Zaragoza. — Nota.  «No  habiendo  llegado  á  tiempo  las  listas  de 
los  suscritores  de  algunas  Provincias,  se  pondrán  en  el  último  tomo  de  la 
tercera  novela  de  la  colección  titulada  «Sancho  de  Saldaña  ó  el  Castellano 
de  Cuellar.» — En  los  puntos  donde  se  suscribe  á  esta  colección,  se  hallan 
en  venta  sueltas  las  dos  novelas  tituladas  «El  Primogénito  de  Alburquer- 
que»  y  «El  Doncel  de  don  Enrique  el  Doliente»  á  32  reales  en  rústica  y  40 
en  pasta  cada  una,  en  Madrid  y  3G  en  provincias  en  rústica. — Se  suscribe 
á  esta  colección  en  Madrid  en  la  librería  de  Escamilla  á  G  reales  tomo,  en 
rústica  y  8  en  pasta  y  siete  en  las  provincias  en  rústica»! — 193  páginas  }'■ 
tres  sin  numeración. 

—  «El  Doncel  de  don  Enrique  el  Doliente» — Historia  caballeresca  del 
siglo  XV. — Segunda  edición.  Madrid:  1838.  Imprenta  de  Repullos. 

Cuatro  tomos  en  8.*^:  papel  hilo:  buena  impresión:  en  rústica. 

—  «El  Doncel  de  don  Enrique  el  Doliente».  Historia  caballeresca  del 
siglo  XV  por  don  Mariano  José  de  Larra,  edición  ilustrada, — Madrid:  Li- 
tografía de  Martinez,  plaza  de  Oriente  número  10;  calle  del  Desengaño 
número  10.  Urrabieta  y  Martinez,  editores. — 1852-1854. — Imprenta  de  don 
Julián  Peña,  calle  do  María  Cristina  número  8,  cuarto  principal;  calle 
Cava  Alta  número  44. 

Dos  tomos  en  folio:  buen  papel,  esmerada  impresión;  en  rústica;  texto 
con  orlas;  litografías  á  dos  tintas  tiradas  aparte,  y  dibujos  á  pluma  en  los 
principios  y  terminaciones  de  los  capítulos. 

Contiene  la  obra:  Tomo  I. — Anteportada  alegórica  á  dos  tintas;  Por- 
tada; retrato  del  autor  con  su  autógrafo;  dedicatoria  «A  la  memoria  de 
Pígaro,  los  artistas  editores»;  prólogo  por  don  Luis  Mariano  de  Larra; 
texto,  del  capítulo  I  al  XX;  19  láminas;  177  páginas,  una  en  blanco,  otra 
de  índices  y  la  última  en  blanco  también,  sin  numerar. 

Tomo  II. — Anteportada  alegórica  á  dos  tintas;  portada;  texto,  del  ca- 
pítulo XXI  al  XL;  19  láminas;  179  páginas  y   una  de  índice  sin  numerar. 

Las  láminas  sueltas  y  los  dibujos  intercalados  en  el  texto  son  debidos 
al  lápiz  de  Urrabieta.  Esta  edición  se  publicaba  por  entregas,  constan- 
do de  38. 


—  ib:  — 

A  más  de  las  tres  ediciones  citadas  conozco  las  siguientes: 
Barcelona  (18B8). 
Méjico  (sin  fecha). 
Puerto  Rico  (sin  fecha). 

«El  Doncel»  va  también  incluido  en  las  obras  completas  de  Larra, pu- 
blicadas en  Paris,  Madrid  y  Barcelona. 

(4JSÍ)  Curso  histórico-crítico  de  Literatura  Española ,  por  don  Jo- 
sé Fernandez-Espino  &. — Sevilla,  imprenta  y  librería  calle  de  las  Sier- 
pes, ¿t.  1871. — Tomo  en  4.^:  páginas  1G5. 

(45i)  Los  autores  que  más  estensamente  han  escrito  últimamente  acer- 
ca de  D.  Enrique  de  Villena,  son  don  Marcelino  Menendez  Pelayo,  en  su 
«Antología  de  poetas  líricos  castellanos»  &  (Madrid.  1894)  tomo  V  pági- 
nas '27  á  50:  Introducción,  y  don  Emilio  Cotarelo,  que  dedicó  un  tomo  en- 
tero al  estudio  de  tan  interesante  personaje.  (Don  Enrique  de  Villena.  Su 
vida  y  obras  — Madrid,  Est.  tipográfico  «Sucesores  de  Rivadeneyra».  Pa- 
seo de  San  Vicente,  núm.  20.  189G.  8."  may.  178  pags  y  una  hoja  blanca 
al  fin.) 

D.  Felipe-Benicio  Navarro,  reprodujo  el  «Arte  cisoria»  de  don  Enri- 
que de  Villena  «con  varios  estudios  sobre  su  vida  y  obras  y  muchas  notas  y 
apéndices»  (Barcelona:  Imprenta  do  Xía  Renaixensa,  por  Pedro  Aldavert 
etcétera.  Mayo  1879)  y  dedicó  una  introducción  de  LXXXVI  páginas,  á 
estudiar  al  maestro  de  Calatrava  que  tanta  influencia  tuvo  en  el  reinado 
del  rey  Doliente. 

(44)  Sancho  de  Saldaña  ó  el  Castellano  de  Cuellar.  Novela  por  don 
José  de  Espronceda  — Imprenta  de  Repullos,  1834  — Madrid. 

(45)  Sepúlveda  en  eu  interesante  libro  «El  Corral  de  la  Pachoca»pu. 
blicó  las  listas  de  las  compañías  dramáticas  que  actuaron  en  Madrid  en  la 
época  á  que  me  refiero,  dando  no  pocas  curiosas  noticias  anecdóticas  de 
García  Luna,  González  Mato,  Latorro,  Guzman, Romea  y  otros  actores  muy 
apludidos  del  público  en  los  dias  en  que  vivía*Larra. 

(46)  «Teatro  de  la  Cruz».  Este  teatro  se  labró  de  nuevo  á  expensas  de 
Madrid  por  el  año  de  1737  bajo  las  trazas  y  dirección  del  corruptor  Ribe- 
ra, que  tantas  pruebas  dejó  de  su  mal  gusto  Este  edificio  es  una  de  ellas, 
y  ni  su  fachada  irregular,  ni  su  interior  mal  dispuesto  con  un  pobre  esce- 


nario,  son  á  propósito  para  el  objeto.  En  el  año  anterior   se    ha  pintado  y 
decorado,  pero  sus  defectos  capitales  son  imposibles  de  remediar  no  derri- 
bándole. Hasta  su  situación  es  ridicula,  en  una  rinconada,   cuyo  acceso  es 
por  calles  estrechas  y  mal  dispuestas,  lo  que  ocasiona   gran   incomodidad. 
En  este  teatro  se  ejecutan  con  más  frecuencia  las  comedias  antiguas  espa- 
ñolas, las  óperas  bufas  y  de  poco  aparato,  y  rara  vez  tragedias  y  dramas. 
Es  capaz  de  1318  personas,  y  su  entrada  llena  produce  10.087  rs.  y  22  ma- 
ravedises. Los  precios  son:  palcos  ))ajos  Gá  rs.;  id.  principales  GO;    id.    se- 
gundos 48;  id.  por  asientos  10  rs.  la  delantera  y  8  lo  demás;    lunetas  prin- 
cipales 12  rs.,  Ídem  segundas  8  y  G  rs.;  asientos  de  patio  4  rs.;   sillones  11 
y  10;  galerías  8  y  G;  tertulia  delantera  8  rs.  y  4  los  demás  asientos.  Cazue- 
la para  mugeres  8,  G,  5  y  4  rs.  y  medio,  todo  con  aumento  de    dos    cuartos 
en  billete  para  ciertos  establecimientos  de   beneficencia;    desde    este   año, 
los  primeros  dias  de  ópera  se  cobra  la  tercera  parte  mas  en  los   palcos,  lu- 
netas, delanteras  y  sillones.  Las  mugeres  están  separadas  de  los  hombres, 
y  ocupan  la  mitad  de  la  tertulia  y  la  cazuela.  Solo  (ístán  juntos    ambos  se- 
xos en  los  palcos  por  asientos.  Se  representa  todas  las  noches,  variando  la 
hora  de  principiar  según  las  estaciones;  y  en  invierno   también   ha}»-    otra 
representación  en  cada  teatro  los  dias  de  fiesta  á  las  cuatro  de  la  tarde. 

«Teatro  del  Príncipe  »  Fué  á  costa  de  la  Villa  en  el  año  1745,  pero 
habiéndose  quemado,  se  volvió  á  reedificar  en  180G  bajo  los  planes  y 
dirección  del  arquitecto  Villanueva,  que  sacó  el  partido  posible  del  escaso 
terreno,  é  hizo  un  teatro  decente,  nunque  pequeño,  dándole  un  soportal  y 
cinco  entradas  en  una  fachadita  muy  sencilla,  y  conservando  para  la 
escena  un  local  proporcionado.  Últimamente  se  le  ha  pintado  y  adornado 
con  medallones  en  la  bóveda,  que  contienen  los  retratos  de  los  poetas 
célebres  españoles,  y  una  alegoría  en  el  techo  que  representa  á  Apolo 
después  de  haber  vencido  á  la  serpiente  Pithon,  en  cuya  elección,  tanto 
de  la  fábula  como  do  los  retratos,  no  ha  habido  el  mayor  tino.  En  este 
teatro,  como  mas  regular,  se  representan  mas  l'recuentemente  tragedias  y 
óperas  serias  de  gran  aparato,  para  lo  cual  da  lugar  el  escenario,  siendo 
decoradas  magníficamente,  y  vestidos  los  actores  con  toda  i)ropiodad  y 
lujo,  en  lo  cual  se  ha  adelantado  mucho  de  pocos  años  á  esta  parte,  y  prin- 
cipalmente desde  que  ambos  teatros  están  á  cargo  de  una  empresa.  Este 
teatro  es  capaz  de  128G  personas,  y  está  repartido  lo  mismo  que  el  de  la 
Cruz.  Las  representaciones  son  también  diarias,  y  las  horas  y  precios  los 
mismos  que  en  aquel,  excepto  que  en  este  todos  los  sillones  son  á  10  rea- 
les, y  todas  las  galerías  á  6.  La  entrada  llena  es.9,GG9  reales  y  12  mara- 
vedises. 


—  169  — 

Manual  de  Madrid,  descripción  de  la  Corte  y  villa  &  por  don  Ra- 
món de  Mesonero  Romanos  ..  Madrid:  Imp.  de  D.  M.  de  Burgos  —1  de 
Enero  1833. 

Tomo  en  8.^:  papel  hilo:  láminas,  (páginas  296  a  298.) 

(47)  A  estas  citadas  óperas  apuntaré  entre  otras  que  gozaban  do 
gran  boga,  «Blanca  y  Fallero, »  «Semíramis,»  «El  Pirata,*  «La  Extran- 
jera.» «El  Califa»,  etc. 

(48)  Por  no  hacer  mas  cansada  la  lectura  de  estas  notas  que  lo  van 
siendo,  de  los  dramas  más  aplaudidos  hacia  1835  y  183G,  solo  citaré  los 
nombres  de  algunos  que  merece  recordarse. 

Tales  son:  «El  Delirio,»  «El  Fatricida,»  «Los  funestos  efectos  de 
una  pasión  contrariada,»  «El  hombre  de  bien,»  «Ricardo  Darlington,» 
«Catalina  Howar,»  «Margarita  de  Borgoña,»  «El  mayor  contrario  amor,» 
«Juan  de  Calais»,  etc.,  etc 

(49)  Agustín  Eugenio  Scribe  nació  en  París  á  25  do  Diciembre  de 
1791. 

Dio  al  teatro  infinidad  de  piezas  dramáticas,  comedias,  etc.,  entre  las 
que  son  mas  famosos  «El  Vampiro,»  «El  Gastrónomo  sin  dinero,»  «Fra 
Diavolo,»  «Los  Diamantesde  la  Corona,»  «El  arte  do  conspirar,»  «El  vaso 
de  agua,»  etc.  Scribe  falleció  en  20  de  Febrero  de  18G1. 

(50)  Víctor  Enrique  José  Brahuin  Ducange,  nació  on  La  Haya,  en 
25  de  Noviembre  de  1783.  escribió  muchas  novelas,  por  algunas  de  las 
cuales  fué  perseguido.  Su  obra  más  famosa  en  el  teatro  fué  el  drama 
«Treinta  años  ó  la  vida  de  un  jugador»,  estrenada  en  1827  en  Francia,  y 
que  no  tardó  en  hacerse  popular  en  España.  Falleció  Ducange  en  Paris  en 
15  de  Octubre  de  1833. 

En  el  tomo  XIV  de  la  «Biografía  general»  de  Didot,  se  encuentra  una 
completa  lista  de  las  producciones  de  Ducange. 

(51)  Don  Juan  de  Austria  ó  la  Vocación. — Comedia  en  cinco  ac- 
tos y  en  prosa,  escrita  en  francés  por  Mr.  Casimiro  Delavigne,  traducida 
al  castellano  por  don  Mariano  José  de  Larra. — (Teatro  Selecto.  Reunido  y 
anotado  por  don  Cayetano  Vidal  Valenciano.  Barcelona,  &  ,  &.  Tomo  VI). 

(5ÍÍ)     Felipe. — Comedia  original  en  dos  actos   y   en   prosa,   por  don 

-22 


—  170  - 

Mariano  José  de  Larra. — Segunda  edición  — Madrid,    1838. — Librería   de 
Cuesta, 

Folleto  en  8  ^'i  regular  impresión. 

(53)  He  aquí  el  artículo  publicado  por  «El  Eco  del  Comercio»  dan- 
do cuenta  del  estreno  del  drama  de  Larra,  que  me  parece  de  interés  y  cu- 
riosidad reproducir, 

— Teatro  del  Príncipe. =«:«Primera  representación  del  «Macias»,  dra- 
ma histórico  en  cuatro  actos  y  en  verso  por  don  Mariano  José  de  Larra». 
— El  nombre  solo  de  Macias  despierta  en  todos  los  aficionados  á  la  litera- 
tura española,  el  interés  más  tierno  por  este  desgraciado  amante  que  pagó 
con  su  vida  la  firmeza  de  su  amor;  su  lamentable  fin  no  ha  sido  olvidado 
por  el  trascurso  de  los  siglos,  su  nombre  vive  en  el  corazón  de  los  poetas 
y  de  los  enamorados,  como  si  la  composición  de  tantas  generaciones  se 
empeñara  en  aliviar  los  dolores  ó  en  compunsar  la  mala  ventura  del  ena- 
morado doncel.  La  poesía  de  aquellos  sencillos  tiempos  se  encargó  de  tras- 
mitir á  los  venideros  los  desdichados  amores  de  Macias  y  hasta  el  grave 
Juan  de  Mena,  miró  como  un  deber  el  recordarlos  en  su  Laberinto:  ¿qué 
amante  de  las  musas  no  conoce  estos  versos? 

«Tanto  anduvimos  el  cerco  mirando 
á  que  nos  hallamos  con  nuestro  Maclas 
el  que  de  su  vida  tuvo  fin  amando 
y  vimos  que  estaba  llorando  los  dias  &.,  &,» 

...Este  interés  que  excita  la  memoria  de  Macias,  si  bien  es  una  dispo- 
sición favorable  para  ser  representadas  sus  desgracias,  es  una  dificultad 
más  para  el  poeta  dramático  y  se  necesitan  muchos  esfuerzos  para  que  se 
aumente  en  vez  de  amenguar  la  simpatía  que  ya  de  antemano  por  su  hé- 
roe se  sentía,  ¿Ha  logrado  el  señor  Larra  vencer  esta  dificultad?  El  públi- 
co ha  respondido  antes  que  nosotros  y  los  numerosos  aplausos  que  arran- 
caron varias  escenas  del  «Macias»,  son  la  más  cierta  señal  de  que  su  autor 
ha  sabido  hacer  que  no  se  debilite  en  lo  más  mínimo  el  interés  positivo  y 
real  que  tenía  antes  de  ser  espectador  de  su  drama.  Sin  tener  ningún  mo- 
delo que  imitar,  sin  llamar  en  su  auxilio  accidentes  extraordinarios,  sin 
ceñirse  á  las  reglas  de  las  diversas  escuelas  que  hoy  florecen  en  el  teatro, 
pero  sujetándose  á  los  del  buen  gusto,  sin  ver  en  Macias  otra  cosa  «que  un 
hombre  que  ama  y  nada  más»,  el  autor  ha  cautivado  la  atención  del  públi- 
co y  ha  logrado  entretener  su  curiosidad  como  si  el  argumento  fuera  des- 
conocido. 


—  m  — 

Ya  se  ve  desde  luego  que  son  cuatro  los  principales  caracteres  de  este 
drama.  El  maestre  de  Calatrava  está  pintado  tal  cual  nos  figuramos  á  los 
señores  de  aquellos  tiempos:  caprichoso  intrigante,  poco  escrupuloso  en 
los  medios  de  mediar,  posponiendo  el  respeto  y  el  cariño  que  debe  á  su 
mujer  á  las  honras  y  dignidades,  dado  á  la  astrología  judiciaria  y  mal  mi- 
rado por  esto  del  vulgo  orgulloso  y  violento,  pero  sin  embargo  pundonoro- 
so, como  noble  castellano  en  todo  lo  tocante  á  ley  del  duelo.  Estando  pró- 
ximo el  que  había  de  verificarse  entre  Maclas  y  su  escudero,  y  viendo  fla- 
quear  el  valor  de  éste,  le  dice  con  severidad: 

«Pues  pensar  en  revocarlo 
ni  puedo  ni  es  oportuno, 
ni  es  bueno  que  vos  quedéis 
que  cobarde  en  este  asunto 
siendo  mi  escudero....» 

Fernán  Pérez  es  bajo  y  servil  con  su  señor  y  soberbio  con  el  viejo  Ñu- 
ño, ansioso  de  poseer  á  Elvira  sin  cuidarse  de  ser  amado,  enemigo  de  Ma- 
clas, á  quien  le  ha  quitado  la  gracia  del  maestre,  cuyo  ingenio  afecta  des- 
preciar pero  cuyo  brazo  teme  y  por  último  es  rencoroso  y  cobarde.  Vivos 
son  los  colores  con  que  está  retratado  este  personaje;  pero  todavía  quisié- 
ramos que  lo  fuera  más  aun,  cuando  bastan  para  hacerle  solamente  odioso 
y  despreciable  las  bellas  cualidades  de  su  antagonista.  Macías  es  galán, 
valiente,  discreto,  honrado,  caballero  y  sobre  todo  amante  puro  y  firme  de 
la  bella  Elvira. 

Mas  si  hemos  ie  decirlo  todo,  diremos  que  el  poeta  le  ha  presentado 
en  ocasiones  con  tono  jactancioso  que  ni  aun  en  aquellos  tiempos  conven- 
dría á  un  doncel,  y  sin  el  cual  acaso  sería  más  interesante:  de  este  modo 
también  se  evitaría  que  el  maestre  de  Calatrava  usase  de  la  gravedad  y  de 
la  autoridad  que  el  mismo  autor  le  concede. 

Pero  el  amor  excusa  esta  falta  si  lo  es,  ¿y  quién  no  la  tendría  por  una 
mujer  como  la  Elvira  del  «Macías»?  Aquí  es  donde  á  nuestro  entender  ha 
estado  más  feliz  el  señor  Larra,  y  no  alcanzamos  que  pueda  añadirse  nada 
que  dé  realce  á  este  personaje  tan  delicadamente  dibujado. 

Estos  son  los  caracteres  que  hallamos  en  el  «Macías»,  porque  no  debe 
entrar  en  este  rango  el  padre  de  Elvira,  que  concluido  el  primer  acto  ape- 
nas se  presenta  en  la  escena;  ya  sea  dicho  de  paso,  quisiéramos  que  el  se- 
ñor Larra  hubiese  evitado  la  necesidad  de  sacar  un  personaje  para  arrin- 
conarlo al  momento. 


—  172  — 

Hetratadas  bien  las  personas,  es  claro  que  se  ha  vencido  la  primera 
dificultad  en  una  composición  dramática  y  que  solo  falta  que  la  acción  ca- 
mine como  en  el  «Hacías»,  con  aquella  progresión  tan  difícil  de  graduar 
que  ha  sido  bien  entendida  por  el  señor  Larra. 

Desembarazada  de  episodios,  unida  con  incidentes  anexos  y  naturales 
tiene  la  acción  toda  la  rapidez  necesaria  para  satisfacer  la  curiosidad  del 
espectador  y  el  desenlace  está  preparado  de  modo  que  sin  sorprender  inte- 
resa sobre  manera.  Mucho  puede  contribuir  al  buen  éxito  que  ha  tenido 
este  drama  la  versificación  que  en  general  es  fácil  y  rica;  hay  trozos  tan 
acomodadcs  á  la  situación  del  interlocutor  y  sobre  todo,  que  expresan  tan 
tiernamente  los  sentimientos  del  amor  que  ellos  solos  forman  á  veces  el 
mérito  principal  de    algunas  escenas. 

Nos  alargaríamos  demasiado  si  fuéramos  á  presentar  todas  las  bellezas 
de  esta  composición;  el  público  supo  distinguirlas  y  premiarlas  con  sus 
aplausos. 

También  lo  recibieron  los  actores  que  hicieron  cuanto  estuvo  de  su 
parte,  aunque  alguno  de  ellos  no  fuera  el  más  apropósito  para  el  papel 
que  desempeñaba,  cDmo  el  señor  Mata,  cuj^a  voz  no  tiene  la  fuerza  que  re> 
quería  del  maestre  de  Calatrava.  La  señora  Concepción  E^odriguez  escitó 
como  siempre  la  admiración  y  el  entusiasmo  de  los  espectadores  y  solo  por 
el  deseo  de  que  en  ella  no  se  halle  nada  que  reparable  sea,  nos  atrevemos 
á  indicarla,  que  acaso  no  convendría  tanta  celeridad,  tanta  rapidez  en  la 
recitación  de  algunos  versos.  El  señor  Latorre  y  los  demás  actores  se  es- 
meraron como  tienen  por  costumbre, y  confirmaron  la  opinión  de  que  justa- 
mente gozan,  pero  se  notaron  algunas  ligeras  faltas  como  se  notan  en  toda 
primera  representación.  También  la  empresa  merece  las  gracias  por  la 
propiedad  y  lujo  con  que  decoró  la  escena;  todo  fué  bueno  y  digno  del  dra- 
ma y  de  la  concurrencia. 

Felicitamos  al  señor  Larra  por  la  elección  del  asunto  y  el  modo  de 
desempeñarlo  y  por  la  impresión  que  produjo  en  el  público.  ¿Qué  her- 
mosa no  quisiera  hallar  un  amante  como  Macías?  ¿Quién  no  adorará  á  una 
Elvira?... 

— El  Eco  del  Comercio. — Madrid. — Edición  de  las  provincias. — Nú- 
mero 149  — Viernes  26  de  Setiembre  de  1834. 

(54)  Don  Alvaro  ó  la  fuerza  del  sino.  Drama  original  en  cinco  jor- 
nadas y  prosa  y  verso,  original  de  don  Ángel  Saavedra,  estrenado  en  el 
teatro  del  Príncipe  el  22  de  Marzo  de  1835. — Madrid.  Imprenta  de  Kepu- 
llés  etc.  1835. 


—  173  — 

Folleto  en  8 ":  regular  papel  é  impresión  en  rústica:  cubierta  de 
color. 

Blanca  de  Borbon.  Tragedia  original  en  cinco  actos.  Su  autor  don 

Antonio  Gil  y  Zcárate.— E-epresentada  por  primera  vez  en  el  teatro  del 
Príncipe  el  dia  7  de  Junio  de  1835. — Madrid:  1835.  Imprenta  de  Repullos'. 
Librería  de  Cuesta. 

Un  folleto  en  8.^  mayor:  papel  hilo:  regular  impresión.  IV-90  pá- 
ginas. 

— El  Trovador.  Drama  Histórico  caballeresco,  en  cinco  jornadas,  en 
prosa  y  verso,  por  don  Antonio  Grarcía  Gutiérrez. — Madrid  1836, — Un  fo- 
lleto en  8.^ 

(55)  Maclas.  Drama  histórico  en  cuatro  actos  y  en  verso  por  don 
Mariano  José  de  Larra  (adorno). — Madrid:  Imprenta  de  Repullos:  año  de 
1835. 

Folleto  en  8.":  baen  papel  é  impresión:  VIII  páginas  de  preliminares 
y  108  de  texto;  en  rústica:  cubierta  de  color.  Contiene:  Anteportada. — Por- 
tada.— «Dos  palabras»  «Personas». — «Acto  primero»  (de  la  página  1  á  la 
26).  —  «Acto  segundo»  (de  la  27  á  la  55). — «Acto  tercero»  (de  la  56  á  la 
89). — «Acto  cuarto»  (de  la  90  á  la  108). — Las  acotaciones  van  al  pie  de  las 
páginas  en  forma  de  notas. 

Este  drama  se  estrenó  en  el  teatro  del  Príncipe  la  noche  del  24  de 
Setiembre  de  1834.  Los  principales  personajes  los  representaron  los  acto- 
res siguientes:  «Macías»  don  Carlos  Latorre,  «Don  Enrique  de  Villena» 
González  Mate  y  «Elvira»  Concepción  Rodríguez. 

Conozco  también  la  edición  siguiente: 

— Maclas.  Drama  histórico  en  cuatro  actos  y  en  verso,  por  don  Ma- 
nuel José  de  Larra. — «Segunda  Edición». — Madrid:  1837.  Imprenta  de  los 
hijos  de  doña  C.  Piñuela  — Librería  de  Cuesta. 

Folleto  en  8.*^  mayor:  regular  papel  é  impresión,  84  páginas:  cubierta 
de  color:  en  rústica. 

(5tt)  El  Arte  de  Conspirar.  Comedia  en  cinco  actos  y  en  prosa. — 
Traducida  del  francés  por  don  Ramón  de  Arríala. — Madrid:  1835.  Impren- 
ta de  J.  M.  Repullos. 

Un  tomo  en  8.*^  buen  papel  é  impresión:  120  páginas:  en  rústica 
Esta  comedia  escrita  por  el  popular  y  aplaudido  autor  tan  en  boga  en 
su  época  Mr.  Eugenio  Scribe,  se  estrenó  en  París  en  1833  y  traducida  por 
Larra,  en  el  teatro  de  la  Cruz  de  Madrid, la  noche  del  17  de  Enero  de  1835 


—  4  74  — 

siendo  en  ella  muy  aplaudido  el  famoso  actor  don  José  García  Luna,  que 
interpretó  el  papel  de  «Rantzan». 

Después  de  esta  primera  edición  de  1835  se  hicieron  dos  más  y  la  úl- 
tima que  conozco  es  la  siguiente: 

— El  Arte  de  Conspirar.  Comedia  en  cinco  actos  y  en  prosa,  tradu- 
cida del  francés  por  don  Ramón  de  Arríala. — «Cuarta  Edición»  1843,  Ma- 
drid: Imprenta  de  Yenes. 

Folleto  en  8,°:  regular  papel  é  impresión. 

Va  incluido  este  drama  en  la  colección  del  Teatro  Selecto  de  don  Ca- 
yetano Vidal  y  Valenciano, 

(57)  Partir  á  tiempo, — Pieza  en  un  acto  del  célebre  Scribe,  tradu- 
cida por  «don  Ramón  de  Arríala.» — Madrid  1835.  Imprenta  de  Repullés, 
Librería  de  Cuesta, 

Folleto  en  8.*,  buen  papel  é  impresión:  II — 38  paginasen  rústica, 
cubierta  de  color. 

(58)  ¡Tu  amor  ó  la  muerte!  — Comedia  en  un  acto  y  en  prosa,  de 
Mr.  Scribe,  traducida  por  don  Ramón  Arríala. — Madrid  1833.  Imprenta 
de  Repullés,  Librería  de  Cuesta. 

Folleto  en  8.",  papel  hilo,  regular  impresión,  46  páginas. 
Esta  obra  se  encuentra  en  «La  Calería  Dramática  » 

(59)  Un  desafío  ó  dos  horas  de  favor.— Drama  en  tres  actos  y 
prosa,  arreglado  al  teatro  español,  por  don  Mariano  José  de  Larra. — 
Segunda  edición. — Madrid  1840:  Imprenta  de  Repullés,  librería  de  Cuesta. 

Folleto  en  8.^  mayor,  regular  papel  é  impresión:  42  páginas. 
Figura  en  «La  Galería  Dramática.» 

(60)  El  Conde   Fernán   González  y   la  Excencion  de  Castilla.— 

Drama  histórico  original  en  cinco  actos  y  en  verso,  por  don  Mariano  José 
de   Larra. 

Personajes. — Fernán  González,  conde  de  Castilla.— Doña  Sancha,  su 
muger. — Don  Sancho  el  Gordo,  rey  de  León  y  Oviedo. — Doña  Teresa  San- 
cha, su  madre. — El  conde  don  Ñuño  Ansurez,  privado  del  rey. — Don  Gon- 
zalo Diaz,  privado  de  Fernán  González. — Don  Osorio,  conde  Monzón. — 
Sisebuto,  secretario  de  Fernán  González. — Don  Diego  Laines,  rico-hom- 
bre de  Castilla. — Don  Ñuño  Laines. — El  Alcaide  de  la  torre  de  León. — 
Un  heraldo. — Ricos-hombres  de  Castilla, — Ricos-hombres  de  León  y  Ovie- 


-   (75  - 

do. — Soldados  Castellanos. — Soldados  de  León. — Un  criado  de   Palacio. — 
Pueblo  de  León. 

La  escena  es  en  León,  corte  del  rey  don  Sancho. 

(61)  «Cuentan  que  Sancho,  rey  de  León,  prendóse  de  un  hermoso 
caballo  y  de  un  halcón  muy  hábil  que  Fernan-Gonzalez  tenía  y  no  querien- 
do admitirlo  en  conceptos  de  regalo,  aunque  el  Conde  se  empeñó  en  ello, 
los  adquirió  en  precio  elevadísimo,  comprometiéndose  de  no  pagarlos  el 
dia  que  se  designó,  á  satisfacer  doble  cantidad  por  cada  dia  que  trascu- 
rriese. El  rey  no  satisfizo  la  deuda  en  el  plazo  señalado,  y  al  cabo  de  siete 
años,  resentido  el  Conde  de  Castilla  con  el  monarca  leonés,  por  los  malos 
tratamientos  que  había  recibido,  reclamó  el  pago  do  la  deuda;  y  como  se 
halló  entonces  que  la  suma  había  subido  tanto,  que  no  había  en  el  tesoro 
Real  dinero  para  satisfacerlo,  Sancho  indemnizó  á  Fernán  Gfonzalez,  con- 
cediéndole la  independencia  de  Castilla.»  (Lafuente. — «Historia  Greneral 
de  España.) 

(63)  Fígaro:  Colección  de  artículos  dramáticos,  literarios,  políticos 
y  de  costumbres,  publicados  en  los  años  1832,  1833  y  1834  en  «El  Pobrecito 
Hablador,»  «La  Revista  Española»  y  «El  Observador,»  por  don  Mariano 
José  de  Larra.  Tomo  piñmero. — Madrid:  Imprenta  de  Repullés.  Año 
de  1835. 

En  8.",  buen  papel  é  impresión,  XIL193  páginas,  una  en  blanco,  otra 
de  índice  y  la  ú'tima  en  blanco  también:  contiene  Anteportada,  Portada, 
Lema,  Introducción,  índice  (23  artículos). 

Fígaro:  colección  de  artículos  dramáticos,  literarios,  políticos  y  de 
costumbres,  publicados  en  los  años  1832,  1833  y  1834  en  «El  Pobrecito 
Hablador,»  «La  Revista  Española»  y  «El  Observador,»  por  don  Mariano 
José  de  Larra.  Tomo  segundo. — Madrid:  Imprenta  de  Repullés:  Año  1835. 

En  8.",  buen  papel  é  impresión  VII  pág.  (sin  numerar)  133,  y  la  últi- 
ma en  blanco:  contiene  Anteportada,  Portada,  Lema,  índice,  33  arríenlos 
(los  4  últimos  inéditos.) 

Fígaro:  colección  de  artículos  dramáticos,  literarios,  políticos  y  de 
costumbres,  publicados  en  los  años  1832,  1833  y  1835  en  «El  Pobrecito 
Hablador,»  «La  Revista  Española»  y  «La  Revista  Mensagero»  por  don 
Mariano  José  de  Larra. — Tomo  tercero,' — Madrid:  Imprenta  de  Repullés-, 
Año  1835. 

En  8.**,  buen  papel  é  impresión,  VIII  pág.  (sin  numerar),  192  nume- 
radas: contiene  Anteportada,  Portada,  índice.   Lema,    Texto,  lista  de  los 


—  Í76  — 

suscritores  ala  obra,  en  Madrid,  Valencia,  Clrnnada,  Barcelona,  Vallado- 
lid,  Cádiz,  Zaragoza,  Salamanca,  Málaga,  Ferrol,  Murcia,  Sevilla,  Cór- 
doba, Jerez.— Puntos  de  venta  en  Madrid  y  provincia. 

Fígaro:  colección  do  artículos  dramáticos,  literarios,  políticos  y  de 
costumbres,  publicados  en  los  años  1832,  1833,  1834,  1835  y  1836  en  «El 
Pobrecito  Hablador^»  «La  Revista  Española,»  «El  Observador,»  «La  Re- 
vista Mensajero»  y  «El  Español,»  por  don  Mariano  José  de  Larra. — To- 
mo cuarto. — Madrid;  Imprenta  de  don  José  M.  Repullés,  1837. 

En  8.",  buen  papel  é  impresión,  VI  páginas  (sin  numerar),  182  nume- 
radas y  las  dos  últimas  sin  número:  contiene  Portada,  Lema,  índice, 
Texto. — Puntos  de  venta. — Anuncio  de  otras  obras  del  autor,  (120  ar- 
tículos.) 

Fígaro:  colección  de  artículos  dramáticos,  literarios,  políticos  y  de 
costumbres,  publicados  en  los  años  1832,  1833,  1834,  1835,  1836  y  1837, 
en  «El  Pobrecito  Hablador,»  «La  Revista  Española,»  «El  Observador,» 
«La  Revista  Mensagero,»  «El  Español»  y  «El  Mundo,»  por  don  Mariano 
José  de  Larra. — Tomo  quinto.— Madrid:  Imprenta  de  don  José  M.  Repu- 
llés, 1837. 

En  8.^,  buen  papel  é  impresión,  IV  pág.  (sin  numerar),  193  numeradas 
y  dos  sin  numerar  también:  contiene  Portada,  Lema,  índice  (22  artículos.) 

(63)  Véase  la  lista  de  suscritores  que  vá  inserta  al  fin  del  tomo  3.^ 
de  los  artículos  de  Fígaro. — (Madrid:  1835). 

(04)  «Los  suscritores  de  la  obra  titulada  Fígaro,  por  don  Mariano 
José  de  Larra,  acudirán  á  la  librería  de  Escamilla  á  recoger  el  segundo 
tomo  que  contiene  además  de  los  artículos  ya  citados,  cuatro  más  inéditos 
cuyos  títulos  son:  «La  calamidad  europea»,  «Tercera  carta  de  un  liberal 
de  acá  á  un  liberal  de  allá»,  «Lo  que  no  se  puede  decir  no  se  debe  decir», 
«Revista  del  año  1835».  La  favorable  acogida  que  ha  merecido  al  público 
esta  obra,  ha  estimulado  al  editor  á  publicar  un  tercer  tomo  que  contendrá 
varios  artículos  inéditos  del  mismo  autor.  Los  suscriptores  entregarán  su 
importe  al  recoger  el  tomo  segundo.» 

«Graceta  de  Madrid»  23  Abril  de  1835. 

(65)  «D.  José  M.  de  Negrete  Cepeda  y  Adorno,  5.^  Conde  del  Cam- 
po de  Alange,  4.^  marqués  de  Torre-Manzanal,  nacido  en  el  Corral  de 
Almaguer  en  1812,  elevado  á  la  grandeza  de  España  de  1.*  clase  por  la 
Reina  Grobernadora  en  real  cédula  de  25  de  Noviembre  de  1835:   en  lo  me- 


—  177  — 

jor  de  su  edad,  siendo  coronel  de  milicias  provinciales  y  ayudante  de  cam- 
po del  general  en  jefe,  fué  gravemente  herido  en  el  sitio  de  Bilbao  el  5 
de  Diciembre  de  188G,  ganando  la  cruz  de  San  Fernando  laureada  y  de 
resultas  de  cuya  herida  falleció  en  Portugalete  el  12  inmediato.» 

(J.  Fernandez  de  Bethencourt.  «Anales  de  la  Nobleza  de  España». — 
Anuario  de  1890.  X  Madrid.  Librería  de  los  señores  Liñan  y  Compañía, 
Infantas  18  (plaza  de  Bilbao)  1890  Páginas  G2  á  64). 

(66)  Voyage  pittoresque  en  Espagne,  en  Portugal  et  sur  la  cote 
d'Afrique  de  Tánger  á  Tetouan;  par  J.  Taylor,  Ohevalier  de  l'ordee  royal 
de  la  Legión  d'Honneur,  et  l'un  des  auteurs  des  voj-agos  pittoresques  dans 
L'ancienue  France  — Planches  deuxieme  partie.— P^.ris.— Libraire  de 
Gide  Fils,  Rué  Saint-Marc  N.  20  MDCCCXXXII.  p 

Tres  tomos  en  folio:  magnífico  papel  y  esmerada  impresión;  láminas 
grabadas  en  acero.  Tomo  I  Texto. — Tomo  II  Láminas  y  explicación. — To- 
mo III  Láminas  y  explicación. 

Posee  el  ejemplar  que  he  visto  de  esta  obra  el  marqués  de  Jerez  de  los 
Caballeros. 

Las  láminas  dicen  al  pié:  «F.  Taylor  det— W  Cook^  scidijt.  A  Paris, 
choz  Gride.— London. — R.  Jennings.» 

(67)  Me  voy  de  Madrid,  comedia  en  tres  actos.  — Representada  por 
primera  vez  en  el  teatro  de  la  Cruz  el  dia  21  de  Diciembre  de  1835. — 
(«Obras  de  don  Manuel  Bretón  de  los  Herreros»  Madrid:  imprenta  de  Mi- 
guel Ginesta,  calle  de  Campomanes  número  8. —  IH^o  1884. — Tomo  I,  pá- 
ginas 323  á  354.) 

Personajes:  Tomasa. — Manuela. — Amparo. — D.  Joaquín. — D.  Hipóli- 
to.— D,  Serapio. — Lucas. — La  escena  es  en  Madrid:  el  acto  primero  en  ca- 
sa de  D.  Fructuoso;  el  segundo  en  el  jardín  de  la  de  D.  Hipólito  y  el  ter- 
cero en  la  de  D.  Joaquín. 

Acto  primero:  XII  escenas  Acto  segundo:  X  escenas.  Acto  tercero: 
XXI  escenas.  , 

# 
(68  y  6S>)  D.  Manuel  Bretón  de  los, Herreros  tenía  ya  escritas  y  es- 
trenadas en  los  teatros  de  Madrid  24  obras,  entre  dramas,  comedias  y  pie- 
zas á  fines  de  1835,  la  mayoría  de  las  cuales  se  habían  recibido  con  gene- 
ral aplauso;  había  redactado  en  varios  periódicos  y  dado  á  luz  diversos 
folletos.de  poesías  satíricas  como  el  titulado  «Contra  el  furor  filarmónico», 
que  mereció  la  mejor  acogida  de  la  gente  de  letras. 

23 


-  178  - 

Ferrer  del  Río  habla  del  estreno  del  «Me  voy  de  Madrid»,  en  la  bio- 
grafía que  escribió  de  Bretón  de  los  Herreros,  en  la  «Galería  de  la  litera- 
tnra  española  (páginas  132  á  1B4,) 

(70)  El  Español.— Madrid,  Imprenta  de  «El  Español»  y  en  la  Com- 
pañía Tipográfica  á  cargo  de  C.  Wood  durante  la  primera  época. — Comen- 
zó en  1.^  de  Noviembre  de  1835,  continuó  en  varios  tamaños  hasta  el  31 
de  Diciembre  de  1837, — La  segunda  época  comenzó  en  1845  y  terminó  en 
1848. 

Directores:  D.  Andrés  Borrego,  luego  don  Juan  E.  Izaga,  don  Joa- 
quín Francisco  Pacheco  y  don  José  García  Villalta. 

Redactores:  D.  Mariano  José  de  Larra,  don  Ignacio  Escobar,  don 
Luis  Bravo  Murillo,  don  Manuel  Pérez  Hernández,  don  José  Zorrilla  y 
otros  muchos. 

Texto:  Artículos  políticos,  Teatros,  Toros,  Actualidades,  Artículos  li- 
terarios. Tribunales,  Noticias,  etc. 

Los  principales  artículos  que  publicó  «El  Español»,  son  los  si- 
guientes: 

1836. 

—«Fígaro  de  vuelta».— 5  Enero  1836. 

— «Buenas  noches». — 30  Enero  183G. 

—«Dios  Nos  asista».— 3  Abril  1836. 

— «Literatura». — 18  Enero  1836. 

—«García  de  Castilla». — 22  Enero  1836. 

—«Teresa». — 5  Febrero  1836. 

—«Carta  de  Fígaro  á  don  Pedro  Pascual  Oliver».  — 27  Febrero    1836. 

—«Teatros».— 1.^  Marzo  1836. 

— «De  la  sátira  y  de  los  satíricos». — 2  Marzo  1836 

—«El  Trovador».— 4  y  5  de  Marzo  1836. 

— «Las  fronteras  de  Saboya». — 10  Marzo  1836. 

—  «De  las  traducciones».  — 11  Marzo  1836, 

—  «Catalina  Howard». — 23  Marzo  1836. 

— «Beneficio  del  señor  López».— 26  Marzo  1836.    « 

— «Los  Barateros».  — 19  Abril  1836. 

— «Fígaro  al  director  de  «El  Español».— 23  Mayo  1836. 

—  «Aben  Humeya^.  — 12  Junio  1836. 

— «Está  loca.» — Drama  nuevo  en  dos  actos,  &  &. — Núm.  230  — 17  de 
Junio  de  1836. 

—  «Panorama  matritense».- 19  Junio  1836  (art.  I.^),20  Junio  (art  2  *^) 


—  179  — 

—  «Antony».— 23  Junio  183G  (art.  1.^),  25  Junio  (art.  2.^) 

—  «Hernani». — 20  Agosto  1836. 

— «Memorias  originales  del  príncipe  de  la  Paz».  — 22  Setiembre  1836 
(art.  1."),  24  Setiembre  1836  (art.  2  "") 

—  «Margarita  de  Borgoña». — 5  Octubre  1336. 

—  «El  dia,de  Difuntos». — 2  Noviembre  1836. 

—  «El  Pilluelo  de  París».— 17  Noviembre  1836. 

—  «Felipe  II».— 20  Diciembre  1336. 

— «Horas  de  invierno», — 25  Diciembre  1836. 
1837. 

—  «Necrología». — 16  Enero  1837. 

— «Los  amantes  de  Teruel». — 22  Enero  1837. 
—«Todo  por  mi  padre». — 29  Enero  1837. 

(71)  A  más  de  los  que  dicen  las  historias  generales,  pueden  conocer- 
se con  detalles  minuciosos  los  sucesos  de  Barcelona,  en  el  siguiente  folleto 
bastante  raro: 

— Historia  de  la  conmoción  de  Barcelona  en  la  noche  del  25  al 
26  de  Julio  de  1835,  causas  que  la  produjeron  y  sus  efectos  hasta  el  dia 
de  la  publicación  por  don  Francisco  Raull. — Con  licencia.— Barcelona: 
Imprenta  de  A.  Bergues,  calle  Escudillers  núm.  36-1835  (en  la  segunda 
página).  «Es  propiedad  del  autor.  Todos  los  ejemplares  están  rubricados 
por  él  mismo  » 

Folleto  en  8.^  mayor:  papel  hilo,  buena  impresión:  encuadernado  en 
tela. — (dQ  páginas. 

Encierra  este  raro  impreso  gran  número  de  noticias  muy  curiosas 
apuntadas  con  proligidad  y  que  merecen  bastante  crédito,  no  solo  por  es- 
tar escritas  en  los  mismos  dias  que  se  desarrollaron  los  lamentables  sucesos 
que  empezando  por  una  mala  corrida  de  toros,  terminaron  con  la  muerte 
de  Basa  y  el  incendio  de  los  conventos,  sino  por  ser  el  autor  espectadoj 
de  cuanto  narra.  El  mérito  literario  es  escaso. 

{72}  El  Ministerio  Isturiz  que  estuvo  en  el  poder  desde  15  de  Mayo 
hasta  13  de  Agosto  de  1836,  lo  forman  los  señores  siguientes: 

Presidencia:  D.  Francisco  Javier  Isturiz.— Estado:  el  mismo. — Gra- 
cia y  Justicia:  D.  Manuel  Barrio  Ayuso. — Hacienda:  D.  Ventura  Aguirre 
Solarte,  D.  Mariano  Egea  (interino),  D.  Félix  D'Olhaberriague  y  Blanco 
(interino).  — Guerra:  D.  Antonio  Seoane.  — Marina:  D.  Antonio  Alcalá  Ga- 
liano.— Fomento;  D.  Ángel  Saavedra  Duque  Eiyas. 


—  180  — 

(73)  Fígaro  de  vuelta. — Primera  carta  de  Fígaro  á  su  correspon- 
sal en  París  (Lema:  cita  del  «Curioso  Parlante». — Madrid:  Imprenta  de 
Repullés  1830. 

Folleto  en  8/^:  papel  hilo:  regular  impresión:  IG  páginas  en  rústica. 
Contiene:  Portada. — Notas. — Texto 

En  la  segunda  página  hay  una  «Nota»  del  autor: 

— Buenas  Noches. — Segunda  carta  de  Fígaro  á  su  corresponsal  en 
París  acerca  de  la  disolución  de  las  Cortes  y  de  otras  varias  cosas  del  dia. 
— Madrid:  Imprenta  do  Repullés:  año  1836. 

Folleto  en  8.'*:  papel  hilo:  buena  impresión:  23  páginas  numeradas  y 
la  última  con  las  obras  del  autor,  de  venta  en  la  librería  de  Escamilla.— 
Contiene:  Portada. — Texto. — Lista  de  obras 

— Dios  nos  asista. — Tercera  carta  de  Fígaro  á  su  corresponsal  en 
París. — Madrid:  Imprenta  de  Repullés  1836. 

Folleto  en  8.^:  papel  hilo:  buena  impresión:  24  páginas  en  rústica. — 
Contiene:  Portada. — Notas.— Texto. 

Las  «notas»  que  aparecen  en  la  segunda  página  dicen: 

«Habiendo  solicitado  los  compradores  de  estas  cartas,  la  primera  im- 
presa solo  en  «El  Español'^  sin  duda  con  objeto  de  reunir  la  colección,  el 
editor  se  ha  decidido  á  reimprimirla:  pero  no  teniendo  extensión  en  bas- 
tante para  llenar  un  folleto  igual  en  dimensiones  á  los  demás,  saldrá  au- 
mentada con  la  primera  contestación  de  «Andrés  Niporesas»  corresponsal 
de  Fígaro  en  París;  verá  la  luz  en  el  más  breve  tiempo  posible.» 

— «Estas  cartas  son  propiedad  legítima  de  su  editor  el  que  perseguirá 
ante  la  ley  á  quien  las  reimprima.» 

— «Se  halla  con  la  anterior  y  las  demás  obras  de  su  autor  en  Madrid 
en  la  librería  de  Escamilla  calle  Carretas  frente  al  Correo.» 

(74)  De  1830á  1836  ó  la  España  desde  Fernando  VII  hasta 
Mendizábal. — Resumen  histórico  crítico,  publicado  recientemente  en  Pa- 
rís. Lo  da  á  luz  en  castellano  con  las  variaciones  que  ha  creído  oportunas 
don  Mariano  José  de  Larra. 

«Se  hallará  á  4  reales  en  Madrid  en  la  librería  de  Escamilla,  calle  de 
Carretas,  y  á  5  en  las  provincias,  en  cuyos  puntos  se  encuentran  las  de- 
más obras  de  Fígaro.» — (A  la  vuelta). — Madrid,  imprenta  de  Repu- 
'llés:1836. 

Follet:)  en  8.*^;  buena  impresión;  48  páginas:  en  rústica;  cubierta  de 
color.  Contiene:  Portada.  Advertencia,  Parte  primera.  Parte  segunda. 


—  181  — 

(?'5)  El  Ministerio  Mendizábal.=(Lema:  «Aquí  llaman  á  esto  un 
gobierno  representativo...  yo  llamo  á  esto  un  hombre  representativo.» 
«Dios  nos  asista»,  carta  3.''''  de  Figaro)  por  don  José  de  Espronceda,-  - 
Madrid,  imprenta  de  E-epullés;  año  1836. 

Folleto  en  8,^:  papel  hilo:  buena  impresión:  24  páginas:  en  rústica. 

(76)  El  abate  Hugo  Felicitas  Robert  de  Lamennais  nació  en  Saint- 
Malo  (Francia)  en  19  de  Julio  de  1782;  fué  hijo  de  una  familia  noble,  pero 
de  escasos  bienes  de  fortuna.  Se  hizo  sacerdote  y  escribió  algunas  obras 
sobre  religión  que  fueron  prohibidas.  Emigró  de  Francia  pasando  á  Ingla- 
terra donde  permaneció  durante  el  gobierno  de  los  cien  días.  En  1824  hizo 
un  viaje  á  Roma  y  León  XII  le  ofreció  el  capelo  cardenalicio.  Sus  ideas 
liberales  suscitaron  muchos  anatejiias  y  dice  un  biógrafo  que  cuando  en 
el  periódico  «El  Porvenir»  «expuso  el  fondo  de  sus  pensamientos  procla- 
mando todas  las  libertades  en  su  forma  más  absoluta  bajo  el  amparo  de  la 
Iglesia,  ésta  fué  la  primera  qao  la  rechazó  condenando  sus  doctrinas  por 
medio  de  una  encíclica  de  Grregorib  XVI  y  obligándole  á  firmar  una  so- 
lemne retractación  de  sus  escritos.»  Lamonnais  se  separó  de  la  Iglesia  ca- 
tólica y  se  dedicó  á  escribir  conforme  á  sus  ideas.  En  1848  Lamennais  fué 
individuo  de  la  Asamblea  y  habiendo  sido  nombrado  de  la  comisión  de  re- 
dactar el  có-iigo  fundamental  presentó  un  proyecto  desechado  por  ra- 
dical 

Falleció  en  Paris  el  27  de  Febrero  de  1854,  sin  que  sus  enemigos  lo- 
graran que  llegase  á  retractarse  de  las  firmes  ideas  que  con  varonil  entere- 
za sostuvo  durante  toda  su  vida. 

El  abate  Lamennais  escribió  en  multitud  de  periódicos  como  «El  Por- 
venir», «El  Pueblo  Constituyente»,  «La  Bandera  Blanca»,  «El  Memorial 
Católico»,  «El  Defensor»,  &.,  }'■  publicó  gran  número  de  obras,  entre  las 
que  sobresalen  «Ensayo  sobre  la  indiferencia  religiosa»,  «Bosquejo  de  una 
filosofía»,  «El  libro  del  pueblo»,  «Una  voz  de  la  pi-ision»,  «De  la  familia  y 
de  la  propiedad»,  «El  pais  y  el  gobierno»  y  las  «Palabras  de  un  creyente» 
que  tradujo  Larra.  Conozco  otra  traducción  española  de  este  libro  muy  in- 
ferior á  la  de  Figaro. 

(^77)  Hé  aquí  el  acta  de  la  elección  de  Larra  para  diputado  por 
Avila. 

(Sello  de  oficio  año  183G).  —  «Don  Domingo  Ruiz  de  la  Vega,  Cxober- 
nador  civil  de  la  provincia  de  Avila,  presidente,  y  don  Juliano  Navarro 
y  Manso,  don  Pedro  SaÍHz  Cano,  don   Sebastiam  Canuto    Corriendo   y  don 


—  182  — 

Antonio  Sánchez  Bula,  Señores  escrutadores  de  la  Junta  electoral  de  esta 
provincia,  para  el   escrutinio   general    de    la   segunda    elección    para    el 
único  Diputado  que  faltaba  para  el  completo  de  los  de    su  cupo,    certifica- 
mos: que  el  acta  del  referido  escrutinio  general    de   votos    sacados    de  los 
distritos  de  la  misma  provincia  es  del  tenor  siguiente:  En    ciudad  de  Avi- 
la, capital  de  la  provincia  de  su  nombre,  hoy   dia   6    de  Agosto    de    183G, 
señalado  por  el  Grobernador  civil  para  el  escrutinio  general  de  votos  en  la 
segunda  elección  á  efecto  de  nombrar  el  único    diputado  que   faltaba  para 
el  completo  de  los  de  esta  provincia  y  siendo  ya  dada  la    hora  de  las    9  de 
la  mañana,  publicada  de  antemano,  parala  celebración   de   dicho    acto  se 
reunieron  en  el  salón  de  las  casas  de  la  Diputación  provincial  los   señores 
don  Domingo  E,uiz  de  la  Vega,  Grobernador  civil;    presidente,  don  Fausti- 
no Balboa,  intendente  interino;  don  Domingo  Prim  Mela,   don   Luis  Arra- 
bal, don  Andrés  Bernaldo  de  Quirós,  don  Genaro  Ocaña  y    don   José  Kuiz 
Cermeño,  individuos  de  la  Diputación  provincial:    don   Estébano    Gómez, 
comisionado  por  el  distrito  de  Avila;  don  Juan   Manuel   de  Torres,    por  el 
de  Muñana;  don  José  Joaquín  Delgado,  por  el  de  Veluejos;    don    Valenti- 
no Garralda,  por  el  de  Arévalo;  don  Pedro  Sainz  Cano,  por  el  de  Fontiferos; 
don  Antonio  Sánchez  Bula,  por  el   de  Arenas;    don  Sebastian   Canuto  Co- 
rriendo, por  el  de  Casavieja;    don   Julián   Navarro   y    Manso,   por   el   de 
Monveltran;  don  Salvador  Blasco,  por  el  de  Barco  de  Avila;   don  Francis- 
co Ramos  Pérez,  por  el  de  Cebreros;  don  Ange!   Ariño,  por  el  de  Piedrahi- 
ta,  y  don  Pedro  Martin  Cerrajero,  por  el  de   Navarredonda,    no    habiendo 
comparecido  el.  respectivo    comisionado  del   distrito    electoral   de   Cabeza 
del  Villar,  y  habiéndose   leido    en    alta    voz   por    el   señor  Presidente  los 
artículos  del  Real  Decreto  de  24  de  Mayo  del    corriente  año,  relativos  á  la 
formación  de  la  mesa  electoral  para  este  acto,    se  procedió,  en  su    virtud, 
á  designar  por  suerte  cuatro  de  los  dichos  comisionadas  para  que  hicieran 
de  secretarios  y  resultaron  serlos  don  Judian  Navarro  y  Manso,  don  Pedro 
Sainz  Cano,  don  Sebastian  Canuto  Corriendo  y  don  Antonio  Sánchez  Bula, 
quienes  ocuparon  luego  sus  respectivos  asientos  en   la  mesa  y   habiéndose 
.  leido  en  alta  voz  por  uno  de  dichos  secretarios  y  de  orden  del  señor  Presi- 
dente, la  real  convocatoria  á  Cortes  por  S.  M  ,    así  como   los   Reales  De- 
cretos y  Ordenes  relativas  á  la  materia  y  asunto  del  acto  y  la  convocatoria 
del  señor  Gobernador    civil  circulada   al    mismo    efecto,    se    declaró    acto 
continuo  por  dicho  señor  Presidente  la  mesa  legítimamente  constituida  de 
la  Junta  electoral  de  la  provincia    de    Avila. — Enseguida  y    teniéndose  á 
la  vista  así  las  copias  certificadas  de  las  actas  de  elección    de  los  respecti- 
vos distritos  electorales,  como  las  mismas   actas  originales  á  que  se  refie- 


—  183  - 

ran,  se  practicó  un  escruploso  cotejo  de  unas  con  otras,  y  habiéndose 
liallado  conformes,  se  procedió  acto  continuo  con  el  ma3^or  esmero  y 
paracion  al  escrutinio  general  de  que  resultó  que  el  número  total  de  los 
electores  de  esta  provincia,  según  las  mismas  actas,  es  de  893  y  que  de 
ellos  han  tomado  parte  efectiva  en  la  votación  para  esta  segunda  elección 
760  electores,  sin  incluir  los  correspondientes  al  distrito  electoral  de  Ca- 
beza de  Villar,  cuyo  comisionado  como  queda  dicho,  no  ha  comparecido, 
y  cuyo  número  total  de  electores,  según  las  listas  originales  formadas  por 
la  Diputación  provincial  que  se  tienen  presentes  es  de  35;  de  cuyo  número 
de  760  votos  efectivos  que  resultan  haber  tomado  parte  en  esta  segunda 
elección,  se  hizo  el  resumen  prevenido  por  la  ley,  del  que  aparece  que  de 
los  tres  candidatos  señalados  por  la  Junta  electoral  de  esta  provincia  en  la 
primera  celebrada  en  23  de  Julio  próximo  pasado  y  anunciados  al  siguien- 
te en  la  convocatoria  de  este  gobierno  civil  para  citar  segundas  eleccio- 
nes, la  ha  obtenido  don  Mariano  José  de  Larra  (477  votos),  don  Juan  Mar- 
tin Carramolino  (254)  y  don  José  Somoza  (29).  Y  visto  que  don  Mariano 
José  de  Larra  no  solo  obtenía  la  mayoría  relativa  que  en  este  caso  se  re- 
quiere por  la  ley,  sino. aun  más  de  la  absoluta  del  total  de  los  electores  de 
la  provincia,  aun  cuando  hubiesen  votado  todos,  se  declaró  en  alta  voz 
por  dicho  señor  presidente  que  el  referido  don  Mariano  José  de  Larra 
queda  legítimamente  elegido  diputado  á  Cortes  por  la  provincia  de  Avila 
y  completo  con  su  nombramiento  el  número  total  de  diputados  que  por  la 
ley  señala  para  la  representación  de  la  misma  en  las  Cortes  á  que  se  refie- 
re la  Real  Convocatoria  de  S.  M.  de  24  de  Mayo  del  corriente  año.  Con  lo 
cual  se  dio  por  concluido  este  acto,  declarándose  por  el  señor  presidente 
disuelta  la  Junta  electoral  de  la  provincia  de  Avila  y  así  lo  firmamos  los 
infrascritos  secretarios,  &  — Sigilen  las  firmas.» 

Debo  la  copia  de  este  documento  tan  curioso  como  interesante  y  hasta 
ahora  inédito,  al  señor  don  Luis  Mariano  de  Larra,'  hijo  del  insigne  Fí- 
S;ai'0. 

[7H)  El  ministerio  Calatrava  subió  al  poder  en  14  de  Agosto  de  1836 
y  lo  abandonó  en  18  del  mismo  mes  de  1837,  lo  formaron  durante  este  tiem- 
po los  señores  siguientes: 

Presidencia:  D.  José  María  Calatrava  — Kstado:  el  mismo  y  el  conde 
de  Almodóvar  (interino). =Grracia  y  Justicia;  D.  José  Landero  y  Cochado. 
Hacienda:  D.  Mariano  Egea  (interino),  don  Joaquin  María  Ferrer,  don 
Juan  Alvarez  Mendizábal. — Guerra:  D,  Andrés  García  Camba  (interino) 
tres  veces;  don  José  Ramón  Rodil,  don  Francisco  Javier  Rodríguez   (inte- 


—  184  — 

riño),  el  conde  de  Almodóvar  (interino),  don  Facundo  Infante  (interino), 
don  Baldomcro  Espartero  (ausente),  don  Pedro  Chacón  (interino). — Mari- 
na: D.  Miguel  Moreno  (interino),  don  Andrés  Grarcía  Camba  (interino), 
don  E-amon  Gil  de  la  Cuadra,  don  Juan  Alvarez  Mendizábal  (interino). — 
Gobernación  del  Reino  ó  Fomento  ó  Interior:  D.  Ramón  Gil  de  la  Cuadra 
(pasó  á  Marina),  don  Joaquin  María  López,  don  Joaquin  Armendariz  (in- 
terino), don  Pío  Pita  Pizarro,  don  Pedro  Antonio  Acuña, 

(79)  «Hallábase  Bretón  á  fines  de  1836  reñido  con  Larra  á  consecuen- 
cia de  ciertas  acerbas  críticas  de  este  é  injustificadas  pretericiones  á  las 
cuales  había  contestado  con  una  comedia  titulada  «La  redacción  de  un  pe- 
riódico», cuando  el  marqués  de  Molins,  secundado  por  varios  amigos  ávi- 
dos de  que  cesasen  tales  rencillas,  reunió  á  los  dos  adversarios  en  un  ban- 
quete celebrado  en  el  «Jardín  de  Apolo»,  situado  al  extremo  de  la  calle  de 
Fuencarral.  Al  comenzar  los  brindis  levantóse  el  marqués  y  dijo  mirando 
alternativamente  á  los  dos  escritores: 

«Amigos,  hermanos,  brindo 
por  que  Dios  en  este  dia 
colme  la  esperanza  mia 
y  trueque  en  el  sacro  Pindó 
el  rencor  en  simpatía.» 

Quedaron  los  comensales  asombrados  y  en  silencio,  mirando  también  á 
Larra  y  á  Bretón,  que  mudos  y  confusos  no  acertaban  ni  siquiera  afijar  la 
vista  en  ninguna  parte.  De  pronto  Ventura  de  la  Vega  con  arrebatada  ex- 
presión de  afecto  entrañable  dijo  levantándose  de  su  asiento,  colocado  á  la 
derecha  de  Larra: 

•   «Dios  oiga  tu  voz  Mariano 

todo  rencor  se  deseche; 

el  vate  es  del  vate  hermano, 

si  hay  quien  alargue  una  mano 

yo  sé  que  habrá  quien  la  estreche.» 

Y  como  refiere  el  mismo  Molins,  narrador  de  la  escena,  aun  no  se  ha- 
bía sentado,  cuando  Bretón  temblando  de  emoción  exclamó  mirando  á  Fí- 
garo: 

No  aguardaré  á  que  comiences, 
todo  rencor  so  deseche,,.  &. 


—  <85  — 

(Enrique  Corrales  y  Sánchez  — «La  Ilustración  Artística»,  año  XíV, 
número  717. — Barcelona.  13  Setiembre  1895). 

El  señor  Corrales  y  Sánchez  cita  equivocadamente  la  comedia  «La 
Redacción  de  un  periódico»,  como  causa  de  la  enemistad  de  Larra  y  Bre- 
tón; esta  obra  no  se  estrenó  hasta  5  de  Junio  de  1836,  y  al  ponerse  en  es- 
cena debió  estar  arrepentido  el  segundo  de  lo  ocurrido  con  su  obra  «Me 
voy  de  Madrid»,  pues  escribió  en  el  cartel  que  anunciaba  aquella  produc- 
ción estas  líneas: 

«El  autor  no  prevendrá  el  juicio  del  público  acerca  del  mérito  ó  des- 
mérito de  la  composición  que  anuncia;  pero  séale  permitido  advertir,  para 
evitar  toda  alusión  personal,  que  no  se  ha  propuesto  hacer  el  retrato  y 
aun  menos  la  caricatura  de  nadie,  si  bien  ha  procurado  que  haya  verosi- 
militud en  los  sucesos  y  en  los  caracteres.  En  una  palabra,  no  ha  tratado 
de  escribir  «un  drama  histórico»  sino  una  «comedia».  (Gaceta  de  Madrid). 

(80)  Hé  aquí  el  contrato  entre  Larra  y  los  periódicos  «El  redactor 
general»  y  «El  mundo»  en  1836:  documento  inédito. 

«La  empresa  de  los  periódicos  que  ven  la  luz  en  esta  corte  con  los  tí- 
tulos «El  Redactor  general»  y  «El  Mundo»  y  el  señor  don  J.  de  Larra  se 
obligan  al  cumplimiento  de  las  siguientes  estipulaciones: 

1.*  D.  M.  J.  de  Larra  procurará  al  periódico  titulado  «El  redactor 
general»  seis  artículos  al  mes  firmados  Fígaro,  no  pudiendo  usar  de  esta 
firma  en  ningún  otro  periódico  sino  en  «El  Mundo»  y  dos  artículos  al  mes 
de  fondo  con  firma  ó  sin  ella. 

2.^  D.  M.  J.  de  Larra  procurará  al  periódico  titulado  «El  Mundo» 
un  artículo  por  semana. 

S."-  La  empresa  proporcionará  sujeto  responsable  que  firme  los  artí- 
culos de  don  M.  J.  de  Larra. 

4.*  Dicha  empresa  procurará  que  los  artículos  que  dé  el  señor  de 
Larra  á  «El  Redactor  general»  con  la  firma  de  Fígaro,  sean  impresos  en 
letra  clara  de  regular  tamaño  y  al  pie  del  periódico, con  entera  separación 
de  las  demás  materias  y  en  el  sitio  que  los  franceses  llaman  «feulleton». 
Habrá  de  salir  á  la  luz  sin  la  menor  alteración  en  el  texto,  enteramente 
conforme. con  el  manuscrito  del  autor. 

5.^  La  empresa  se  obliga  á  dar  al  señor  de  Larra  por  los  empeños 
que  este  contrae,  el  sueldo  de  40.000  reales  al  año, pagados  mensualmente^ 
es  á  saber:  36.000  por  los  artículos  que  procure  á  «El  Redactor  General»  y 
4.000  por  los  que  dé  á  «El  Mundo». 

6.*     La  empresa  de  los  periódicos  titulados  «El   Redactor  general»  y 

24 


—  186  — 

«El  Mundo>  remitirá  al  señor  de  Larra  dos  ejemplares  de  cada  uno  de  di- 
chos periódicos. 

7.*  La  misma  empresa  procurará  al  señor  de  Larra  un  billete  de  en- 
trada en  las  Cortes  y  en  la  tribuna  de  los  taquígrafos  si  puede  ser. 

8.*  En  caso  de  que  á  cualquiera  de  las  partes  que  contratan  convi- 
niere algún  dia  rescindir  este  empeño,  que  comenzará  á  ser  válido  desde 
1.**  de  Diciembre  próximo,  deberá  avisar  á  la  otra  con  un  mes  lo  menos  de 
anticipación,  sujetándose  de  no,  á  indemnizar  los  perjuicios  que  resulten, 
así  como  en  el  caso  de  faltar  cualquiera  de  ellas  á  lo  estipulado.  Y  para 
resguardo  de  entrambas  partes  lo  firman  por  duplicado  en  Madrid  á  28  de 
Noviembre  de  1836.— Mariano  José  de  Larra.  —Por  la  empresa. — Tomás 
Jordán.» 

— El  Mundo. -^Diario  del  pueblo  — Madrid:  Imprenta  de  T.  Jordán  y 
en  la  de  «El  Mundo».  Comenzó  en  1.^  de  Junio  de  183G  con  4  páginas,  au- 
mentó de  tamaño  en  Abril  de  1838,  disminuyó  en  Marzo  de  1839  y  terminó 
en  Febrero  de  1840. 

Fundador:  D.  Santos  López  Pelegrin. 

Redactores:  D.  Mariano  José  de  Larra^  don  J.  López  Peñalver,  don 
E,amon  Sánchez,  don  Antonio  María  Segovia,  don  Manuel  Valdés  Alguer, 
don  N.  Valero  y  otros  muchos. 

Don  José  Zorrilla  dice  en  sus  «Recuerdos  del  tiempo  Viejo»,  que  «El 
Mundo»  era  uno  de  los  periódicos  mejor  escritos  que  en  Madrid  se  han 
publicado.» 

Los  articules  que  conozco  hasta  ahora, publicados  por  Fígaro  en  «El 
Mundo»  son  los  siguientes: 

—Fígaro  dado  al  mundo  — 10  Diciembre  183G. 

—Fígaro  á  los  redactores  de  «El  Mundo». — 27  Diciembre  1836. 

—Fígaro  al  Estudiante.— 3  Enero  1837. 

—Fígaro  á  los  redactores  de  «El  Mundo».— 29  Enero  1837. 

— El  Redactor  General. — Periódico  político. — (Lema:  «Isabel  II», 
«Gobierno  representativo»  y  «Libertad  legal.») — Madrid.— Comenzó  en  15 
de  Noviembre  de  1836.— Terminó  en  1837.— Se  publicaba  en  números  de  4 
páginas  en  folio:  buen  papel  é  impresión. 

(81)  Entre  otras  anécdotas  que  algunos  autores  han  relatado  para 
pintar  el  carácter  de  Larra,  copiaré  esta   de  Ferrer  del  Rio. 

«A  Fígaro  escéptico  le  consumía  el  orgullo,  y  este  defecto  no  lo 
podía  disimular  en  ningún  caso:  hacía  traición  á  su  urbanidad,  á  sus  estu- 
diados modales,  y  á  pesar  suyo  le  arrancaba  la  máscara  con  que   cubría  su 


—  487  — 

índole  aviesa  y  ponzoñosa.  Nos  ocurren  muchos  ejemplos  en  corroboración 
de  nuestro  dicho  y  escogemos  el  que  se  refiere  al  suceso  mas  insignificante 
para  que  se  vea  hasta  qué  estremo  cegaba  á  Fíjg^aro  la  pasión  primera- 
mente castigada  por  el  Dios  en  el  mundo.  Ya  hemos  indicado  como  Larra 
asistía  á  las  primeras  sociedades  de  la  corte;  jugaba  cierta  noche  al 
billar  con  un  amigo  suyo  en  casado  un  embajador  extranjero,  mientras 
se  bailaba  en  los  salones:  Larra  hacía  poco  mas  que  dar  bola:  nadie 
presenciaba  su  falta  de  habilidad  y  seguía  jugando.  Mas  al  concluirse  un 
rigodón,  entraron  en  la  pieza  de  billar  varios  concurrentes:  Larra  soltó  el 
taco  ofreciéndoselo  á  alguno  de  los  que  habían  llegado. — Acabamos  la 
mesa,  dijo  sencillamente  su  contrincante.  A  esta  insinuación  quiso  do- 
minar su  enojo  y  pudo  reprimirse  hasta  perder  la  mesa  sin  hacer  un  tanto. 
Al  salir  de  aquel  recinto  apostrofaba  á  su  amigo  con  voz  iracunda, 
reconviniéndole  por  «haber  abusado  de  su  paciencia.»  Su  amor  propio 
había  sufrido  una  terrible  punzada  con  evidenciar  su  poca  destreza  en  un 
juego;  y  nunca  toleraba  con  resignación  ver  contrariados  sus  gustos  ó 
caprichos.» 

(H2)  El  anuncio  publicado  en  la  «Gaceta  de  Madrid»  dando  aviso 
del  estreno  de  «Los  Amantes  de  Teruel,»  dice  así. 

«Jueves  19  Enero  1837. — Príncipe. — A  las  seis  y  media  de  la  noche 
gran  función  extraordinaria  á  beneficio  del  primer  actor  D.  Carlos  Lato- 
rre.  Se  dará  principio  con  la  celebrada  sinfonía  de  la  ópera  titulada  cSe- 
miramis»  del  maestro  Rossini. 

A  continuación.— «Los  Amantes  de  Teruel,»  drama  nuevo  original 
en  cinco  actos,  escrito  en  prosa  y  verso. 

Se  terminará  con  el  baile  de  la  sinfonía  característica  española  del 
maestro  Mercadante.» 

(83)  Don  Mariano  Roca  de  Togores  en  su  artículo  «El  último  paseo 
de  Fi|;aro»  es  quien  nos  ha  dejado  las  mas  curiosas  noticias  del  comen- 
zado drama  Quevedo,  como  colaborador  que  fué  de  él. 

Véanse  las  obras  de  don  Mariano  Roca  de  Togores,  Marqués  de  Mo- 
lins,  déla  Academia  Española:  4  tomos:  Madrid  1881-1882. 

(84)  Diccionario  de  Sinónimos. — En  la  edición  de  la  obra  comple- 
tos de  Larra  publicados  en  1886  en  Barcelona  (Montaner  y  Simón  edito- 
res), se  encuentran  algunos  fragmentos  de  esta  obra  que  el  autor  no  llegó 
á  concluir.  ^ 


—  488  — 

Su  hijo  don  Luis  Mariano  de  Larra  conserva  también  porción  de 
apuntes  sin  ordenar,  que  permanecen  aun  inéditos  y  no  son  propios  para 
ver  la  luz  pública. 

(85)  Ni  por  esas. — Verdadera  contestación  Andrés  á  Fígaro. — 
(Lema:  «Yo  rogaré  á  Santa  Eita,  abogada  de  imposibles,  por  la  prosperi- 
dad de  nuestra  patria. — «Andrés  Niporesa  » — Muerte  del  «Pobrecito  Ha- 
blador,» folleto  publicado  por  el  autor  en  Marzo  de  1833,  bajo  el  ministro 
Cea)» — Madrid,  Imprenta  de  don  José  María  E-epuUés,  1837. 

Folleto  en  8.",  papel  hilo,  impresión  en  rústica,  cubierta  de  color,  16 
páginas. 

Contiene:  Portada — (vuelta). — Esta  carta  es  propiedad  legítima  de 
su  editor,  el  que  perseguirá  ante  la  ley  al  que  la  reimprima.»  «Se  hallará 
á  dos  reales  en  Madrid  en  la  librería  de  Escamilla,  calle  de  Carretas, 
frente  al  Correo  »— Texto. — (Fechada  la  carta  en  «París  á  1.°  de  Mayo 
1836). — Al  final  de  la  página  15  hay  ésta  nota. — «Esta  carta  es  la  última 
producción  original  de  este  célebre  autor.» — En  la  librería  de  Escamilla 
se  encuentran  también  en  venta  las  siguientes  obras  del  autor.  — «Ma- 
clas,» drama  histórico  en  cuatro  actos  en  verso. — «El  Doncel  de  don  En- 
riquecí Doliente,  novela. — «El  Pobrecito  Hablador,»  15  folletos. — Fígaro, 
colección  de  artículos  dramáticos,  políticos  y  de  costumbres,  publicados 
en  los  años  1832,  1833,  1834,  1835,  1836  y  1837  en  «Pobrecito  Hablador,» 
«La  Revista  Española,»  «El  Observador,»  «La  Revista  Mensajero,»  «El 
Español»  y  «El  Mundo.» — Cinco  tomos. — Primera,  segunda  y  tercera  car- 
tas de  Fígaro,  tres  folletos.  —  «Felipe,»  comedia  en  dos  actos. — «El  Arte 
de  Conspirar,»  idem  en  cinco  actos. — «Partir  á  tiempo,»  idem  en  un  acto. 
— «Un  desafío,»  drama  en  tres  actos  — «Roberto  Dillon,»  idem  en  tres  ac- 
tos.— «Don  Juan  de  Austria,»  comedia  en  cinco  actos. 

(86)  «...Entre  las  personas  con  quienes  un  dia  tropezamos  en  la 
Biblioteca  acertó  á  ser  la  de  un  italiano  al  servicio  del  infante  don  Sebas- 
tian, llamado  Joaquín  Massard....  y  nos  dio  de  repente  la  noticia  de  que 
Larra  se  había  suicidado  al  anochecer  del  dia  anterior.  Dejónos  estuper- 
facto  semejante  noticia  y  asombróle  á  él  que  ignorásemos  lo  que  todo  Ma- 
drid sabía  é  invitónos  á  ir  con  él  á  ver  el  cadáver  de  Larra  depositado  en 
la  bóveda  de  Santiago.  Aceptamos  y  fuimos.  Bajamos  á  la  bóveda,  con- 
templamos al  muerto,  á  quien  yo  veia  por  primera  vez,  á  todo  nuestro 
despacio,  admirándonos  la  casi  imperceptible  huella  que  había  dejado 
junto  á  su  oreja  derecha  la  bala  que  le  dio  muerte.   Cortóle  Alvarez  (Mi- 


—  189  - 

guel  de  los  Santos)  un  mechón  de  cabellos  y  volvimos  á  la  Biblioteca  bajo 
la  impresión  indefinible  que  dejaban  en  nosotros  la  vista  de  tal  cadáver  y 
el  relato  de  tal  suceso. 

A  nuestra  vuelta  (á  la  Biblioteca)  hálleme  allí  con  un  condiscípulo  del 
colegio,  quien  enterado  de  mi  posición  me  dio  una  carta  para  su  hermano 
don  Antonio  Mariano  Segovia  propietario  y  director  de  «El  Mundo»,  uno 
de  los  periódicos  mejor  escritos  que  en  Madrid  se  han  publicado, rebosando 
de  ingenio,  de  oportunísima  vis  cómica.  En  aquella  carta  pedía  para  mí  á 
su  hermano  mi  condiscípulo,  la  plaza  de  un  empleado  que  acababa  de  des- 
pedirse, diciéndole  quien  yo  era,  la  educación  que  había  recibido  y  lo  útil 
que  yo  podía  ser,  atendida  la  módica  retribución  del  empleo  que  para  mí 
solicitaba...  Joaquín  Massard,  que  en  todo  pensaba  y  de  todo  sacaba  par- 
tido, me  dijo  al  salir: 

— Sé  por  Pedro  Madrazo  que  V.  hace  versos. 

— Sí  señor,  le  respondí. 

— ¿Querrá  V.  hacer  unos  á  Larra?  repuso  entablando  su  cuestión  sin 
rodeos:  y  viéndome  vacilar  añadió: 

— Yo  los  haré  insertar  en  un  periódico  y  tal  vez  pudieran  valer  algo... 

Pensé  yo  al  anochecer  en  los  prometidos  versos  y  fuíme  temprano  al 
zaquizamí  donde  mi  cestero  me  albergaba  con  su  mujer  y  dos  chicos  que 
eran  tres  harpías  de  tres  distintas. edades.  No  me  acuerdo  si  cenamos;  pe- 
ro después  de  acostados, metíme  yo  en  mi  mechinal  con  una  vela  que  apro- 
pósito  había  comprado.  En  aquella  casa  no  se  sabía  lo  que  era  papel,  plu- 
ma ni  tinta;  pero  había  mimbres  puestos  en  tinta  azul  y  tenía  yo  la  carte- 
ra del  capitán  con  su  libro  de  memorias.  Hice  un  Kalam  de  un  mimbre  co- 
mo lo  hacen  los  árabes  de  un  carrizo,  y  tomando  por  tinta  el  tinte  azul  en 
que  los  mimbres  se  teñían... 

Hé  aquí  cómo  se  hicieron  aquéllos  versos  cuya  copia  trasladé  á  un 
papel  en  casa  de  Miguel  Alvarez  á  la  mañana  siguiente  y  partí  á  entregar 
mi  carta  al  director  de  «El  Mundo». 

Salió  á  recibirme  á  una  antecámara:  presentóle  la  carta...  Cuando 
aquél  me  dijo  con  los  más  atentos  modales  que  sentía  no  necesitarme  por- 
que acababa  de  dar  á  otro  la  plaza  que  su  hermano  le  pedía,  me  marché 
cabizbajo  y  cariacontecido...  y  di  conmigo  en  la  Biblioteca.  No  estaba  en 
ella  Joaquín  Massard,  pero  me  había  dejado  en  ella  una  tarjeta  en  la  que 
me  dicía:  «¿Puede  V.  traerme  los  versos  á  casa  á  las  tres?  Comerá  V.  con 
nosotros.» 

A  los  tres  cuartos  para  las  tres,  eché  hacia  la  plaza  del  Cordón:  los 
Massard  habían  comido  á  las  dos;  la  hora  del  entierro   que   era  la  de  lag 


—  190  — 

cinco  se  había  adelantado  á  la  de  las  cuatro.  Los  Massard  me  dieron  café: 
Joaquin  recogió  mis  versos  y  salimos  para  Santiago.  La  iglesia  estaba  lle- 
na de  gente:  hallábanse  en  ella  todos  los  escritores  de  Madrid  menos  Es- 
pronceda  que  estaba  enfermo...  El  repentino  y  general  movimiento  de  la 
gente  me  separó,  avanzó  el  féretro  hacia  la  puerta;  ordenóse  la  comitiva; 
ingirióme  Joaquín  Massard  en  la  fila  derecha  y  dos  larguísimas  de-  in- 
numerables enlutados  nos  dirigimos  por  la  calle  Mayor  y  la  de  la  Mon- 
tera al  cementerio  de  la  puerta  de  Fuencarral.  .  Llegamos  al  cemente- 
rio: pusieron  en  tierra  el  féretro  y  á  la  vista  el  cadáver;  y  como  se  trataba 
del  primer  suicida  á  quien  la  revolución  abría  las  puertas  del  campo  san- 
to, tratábase  de  dar  á  la  ceremojiia  fúnebre  la  mayor  pompa  mundana  que 
fuera  capaz  de  prestarla  el  elemento  laico,  como  protesta  á  las  viejas  pre- 
ocupaciones que  venía  á  derrocar  la  revolución.  Don  Mariano  Roca  de  To- 
gores  que  aun  no  era  marqués  de  Molins  y  que  ya  figuraba  entre  la  juven- 
tud ilustrada,  levantó  el  primero  la  voz  en  pro  del  narrador  ameno  del 
doncel  de  don  Enrique,  del  dramático,  creador  del  enamorado  Macías,  del 
hablista  correcto,  del  inexorable  crítico  y  del  desventurado  amador. 

El  concurso  inmenso  que  llenaba  el  cementerio  -quedó  profundamente 
conmovido  con  las  palabras  del  señor  E-oca  Togores  y  dejó  aquel  funeral 
escenario  ante  un  público  preparado  para  la  escena  imprevista  que  iba  en 
él  á  representarse.  Tengo  una  idea  confusa  de  que  hablaron,  leyeron  y  di- 
jeron versos  algunos  otros;  confundo  en  este  recuerdo  al  conde  de  las  Na- 
vas, á  Pepe  Diaz...  no  sé,  pero  era  cuestión  de  prolongar  y  dar  importan- 
cia al  acto  que  no  fué  breve. 

Iba  ya  por  fin  á  cerrarse  la  caja  para  dar  tierra  al  cadáver,  cuando 
Joaquin  Massard.,.  metióse  entre  los  que  presidíanla  ceremonia,  advirtió- 
les de  que  aun  había  otros  versos  que  leer,  y  como  me  había  llevado  por 
delante,  hízome  audazmente  llegar  hasta  la  primera  fila,  púsome  entre  las 
manos  la  desde  entonces  famosa  cartera  del  capitán,  y  hálleme  yo  repen- 
tina é  inconscientemente  á  la  vera  del  muerto  y  cara  á  cara  con  los  vivos 
El  silencio  era  absoluto:  el  público,  el  más  apropósito  y  mejor  preparado: 
la  escena  solemne  y  la  ocasión  sin  par.  Tenía  j'o  entonces  una  voz  juvenil 
fresca  y  argentinamente  timbrada  y  una  manera  nunca  oida  de  recitar  y 
rompí  á  leer...  pero  según  iba  leyendo  aquellos  mis  tan  mal  hilvanados 
versos,  iba  leyendo  en  los  semblantes  de  los  que  absortos  me  rodeaban  el 
asombro  que  mi  aparición  y  mi  voz  les 'causaba...  5^  se  me  embargó  la  voz 
y  se  me  arrasaron  los  ojos  de  lágrimas  y  Roca  de  Togores,  junto  á  quien 
me  hallaba,  concluyó  de  leer  mis  versos...  Cuando  volviendo  de  aquel  éx- 
tasis aparté  el  pañuelo  de  mis  ojos,  el  pobre  Larra  había  ya  entrado  en  el 


r*^ 


seno  de  la  madre  tierra  y  la  multitud  de  amigos  y  conocidos  que  me  abra- 
zaban no  tuvieron  gran  dificultad  en  explicar  quién  era  el  hijo  de  un  Ma- 
gistrado tan  conocido  en  Madrid  como  mi  padre». — Zorrilla;  «Recuerdos 
del  tiempo  viejo»,  tomo  I,  páginas  27  á  34. — 1882. 

«La  muerte  de  Larra  fué  el  origen  de  mis  versos  leidos  en  el  cemente- 
rio. Su  cadáver  llevó  allí  aquel  público  dispuesto  á  ver  en  mí  un  genio  sa- 
lido del  otro  mundo  á  este  por  el  hoyo  de  su  sepultura;  sin  las  extrañas 
circunstancias  de  Su  muerte  y  de  su  entierro,  hubiera  yo  quedado  proba- 
blemente en  la  obscuridad,  y  tal  vez  muerto  en  la  más  abyecta  miseria,  y 
apenas  me  vi  famoso  me  descolgué  diciendo  un  dia: 

Nací  como  una  planta  corrompida 
al  borde  de  la  tumba  de  un  malvado. 

He  aquí  un  insensato  que  insulta  á  un  muerto;  que  intenta  deshonrar 

la  memoria  de  un  muerto  á  quien  debe  el   vivir  honrado   y   aplaudido 

Aprovecho  la  primera  aunque  tardía  ocasión  que  á  la  pluma  se  me  viene 
para  dar  una  satisfacción  expontánea  y  jamás  por  nadie  exigida  á  quien 
corresponde,.,  quiero  decir...  á  los  hijos  de  Larra.» 

(«Recuerdos  del  tiempo  viejo»  por  don  José  Zorrilla.  Madrid:  Eduar- 
do Menjíbar,  editor;  23,  Caballero  de  Gracia  23;  1882;  segunda  edición; 
tipografía  de  Gutenberg;  calle  Villalar  núm.  5,  Tres  tomos  en  4.^  prolon- 
gado; papel  común;  al  final  varias  poesías.  Prólogo  de    don  José  Velarde.) 

(87)  La  tumba  de  Fígaro  se  encuentra  en  el  cementerio  de  San  Ni- 
colás (calle  Sur  núm,  18),  cementerio  donde  hace  más  de  catorce  años  no 
se  hacen  nuevos  enterramientos. 

Pasado  el  jardín  de  entrada  en  el  primer  patio  á  la  derecha,  el  nicho 
número  792  de  la  fila  cuarta  tiene  una  lápida  de  mármol  negro  con  letras 
doradas  y  cubiertas  por  un  cristal: 

PÍGARO 

«La  Amistad» 

A  LA  MEMORIA  DE  D.  MARIANO  J08É  DE  LarRA 

Muerto  el  13  de  Febrero  de  1837 

A  L08  27  Años  de  edad 

R.  P.  I. 

Renovada  por  su  hijo. 

La  antigua  lápida  que  primero  cubrió  los  restos  de  Larra  la  conserva 
su  hijo,  quien  la  sustituyó  por  la  actual,  copiando  exactamente  lo  que  de- 
cía la  primitiva. 


—  192  — 

Era  aquella  de  color  plomizo;  la  corona  que  rodeaba  el  seudónimo  del 
escritor,  era  de  pasta  y  las  letras  grabadas. 

En  el  cementerio  de  San  Nicolás  están  enterrados  también  Espronce- 
da,  Rodríguez  Caos,  Arguelle»,  Mendizábal,  &.  &. 

(88)  Las  ediciones  que  conozco  de  obras  de  Larra,  ya  completas  ó 
yá  su  mayoría  son  las  siguientes: 

—Obras  completas  de  Fígaro  (don  Mariano  José  de  Larra), — Madrid 
1843:  Imprenta  de  Yenes,  Librería  de  Cuesta. 

Cuatro  tomos  en  8/^  mayor,  papel  liilo,  buena  impresión.  Al  frente 
del  primero  va  un  retrato  del  autor  y  una  biografía  por  Cayetano  Cortés. 

— Obras  completas  de  Fígaro  (don  Míiriano  José  de  Larra). — París 
1848;  Imprenta  de  E.  Thuot  et  C.^  26,  calle  Racine;  Librería  de  Bau- 
dry,  &  &. 

Dos  tomos  en  8.^  mayor  prolongado,  buena  impresión,  papel  algodón, 
en  pasta,  tomo  1.*^,  contiene:  Anteportada,  Portada,  Retrato  de  Larra, 
grabado  en  acero  — Biografía  de  don  Mariano  José  de  Larra  por  C.  Cortés. 
— «El  Pobrecito  Hablador,»  «El  Doncel,»  Colección  de  artículos,  tomo  2.**, 
«Colección  de  artículos^  «El  Dogma  de  los  hombres  libres.» — Teatro,  ín- 
dice. (Pertenece  esta  edición,  á  los  tomos  XLVII  y  XLVIII  de  la  «Colec- 
ción de  los  mejores  autores  españoles). 

— Obras  completas  de  Fígaro,  (don  Mariano  José  de  Larra.  Nueva 
edición  precedida  de  la  vida  del  autor  y  adornada  con  su  retrato. — París, 
Librería  de  Garnier  Hermanos,  calle  des  Saints  Pires  6,  1870. 

Cuatro  tomos  en  8  ^,  buen  papel  é  impresión,  en  pasta,  contienen: 

Tomo  I,  anteportada,  portada,  retrato  del  autor,  grabado  por  Dela- 
moy. — Prólogo  de  la  edición  madrileña  de  1843;  Vida  de  Larra  por  don 
C.  Cortés:  «El  Pobrecito  Hablador  (20  artículos);  «El  Doncel»  de  don  En- 
rique el  Doliente,  novela,  índice,  584  páginas;  Tomo  II,  anteportada, 
portada,  76  artículos  dramáticos,  literarios,  políticos  y  de  costumbres; 
índice,  471  páginas;  Tomo  III,  anteportada,  portada,  37  artículos. — «El 
Dogma  de  los  hombres  libres»  por  M.  F.  Lamennais,  traducción. — «No 
mas  mostrador»  (comedia). — «Roberto  Dillon»  melodrama:  índice,  492 
páginas:  tomo  IV.,  anteportada,  portada.  —  «Don  Juan  de  Austria  (come- 
dia.)—  «El  Arte  de  Conspirar  (comedia). — «Un  desafío»  (drama). — «Ha- 
cías» (drama  histórico),  — «Felipe»  (comedia.) — «Partir  á  tiempo»  (come- 
dia.)— «¡Tu  amor  á  la  muerte!»  (comedia),  índice,  458  páginas. 

— Fígaro. — Colección  selecta  de  artículos  de  don  Mariano  José  de 
Larra.  Sevilla,  Eduardo  Perié,  editor,  1873.  (Oficina   tipográfica   de   esta 


-  193  — 

Biblioteca,  Castellar  23).— Dirección  y  administración,  Guadiana  10.  Im- 
prenta y  encuademación.  Castellar  28. 

Un  tomo  en  8.^,  en  rústica;  papel  común. — XMI — 31G  páginas  y  dos 
sin  numerar  de  índice,— Contiene:  Anteportada.— Portada. — D.  Mariano 
José  de  Larra.- -31  artículos,— índice.  (Esta  edición  pertenece  á  la  «Bi- 
blioteca Hispano-sur-americana»  ) 

— Artículos  de  Costumbres. — Por  don  Mariano  José  de  Larra  (Fí- 
garo)... Madrid:  Dirección  y  Administración,  calle  de  las  Hileras  número 
14.  — 187-1-1875.— Madrid:  Imp.  Est  y  Galv.  de  Aribau  y  G.'^  Sucesores  de 
Rivadeneyra,  calle  Duque  de  Osuna  núm  3. 

Dos  tomos  en  8.^  menor:  papel  común:  regular  impresión  en  rústica. 
Contiene:  Tomo  I,  Anteportada.— Portada. — Artículos. — índice. — Tomo 
II.  Anteportada.— Portada. — Artículos  — índice. — («Biblioteca  Univer- 
sal», «Colección  de  los  mejores  autores  antiguos  y  modernos,  nacionales 
y  extranjeros».— Tomos  XIV  y  XV). 

— Mariano  José  de  Larra.  —Colección  de  artículos  escogidos,  con 
un  prólogo  por  J.  Yxart.— Artículos  de  costumbres  y  filosóficos-crítica-li- 
teraria,  artículos  políticos. — Barcelona:  «Biblioteca  Clásica  Española» 
Daniel  Cortezo  y  C.'^  Ausias  March,  95,  1885,  (escudo).  Establecimiento 
tipográfico-editorial  de  Daniel  Cortezo  y  C.^, 

Un  tomo  en  S.''  mayor:  buena  impresión:  papel  común,  en  tela.  XIV, 
331  páginas.  Contiene:  Anteportada. — Portada  — Larra  por  J.  Yxart. — 
Artículos  de  costumbres  y  ñlosóficos. — Crítica  literaria. — Artículos  políti- 
cos.— índice. 

— «Biblioteca  Salvatella». — Fígaro. — Colección  de  artículos  satíri- 
cos, políticos,  dramáticos  y  de  costumbres,  &  por  don  Mariano  José  de 
Larra  — (Primera  edición  ilustrada.) — Barcelona:  Administración,  Nueva 
de  San  Erancieco  N.  11  y  13  —1883, 

Un  tomo  en  4.*'  mayor:  buen  papel  é  impresión:  grabados  intercalados 
en  el  texto  y  el  retrato  del  autor. — Contiene  una  breve  noticia  biográfica 
y  los  artículos  publicados  en  «El  Pobrecito  Hablador»,  «La  Revista  Espa- 
ñola», «El  Español»,  «El  Mundo»,  &. 

— Obras  Completas,  de  don  Mariano  José  de  Larra  (Fígaro)  ilustra- 
das con  grabados  intercalados  en  el  texto,  por  J.  Luis  Pellicer  (Viñeta) — 
Barcelona:  Montaner  y  Simón:  Editores  calle  de  Aragón,  números  309  y 
311.— 188G. 

Un  tomo  en  folio:  buen  papel:  esmerada  impresión:  en  tela:  959  pági- 
nas y  la  última  en  blanco.  Contiene:  Anteportada. — Escudo  de  los  edito- 
res.— Portada. — «Vida  de  don  Mariano  J.  de  Larra»,  por  C.  Cortés. — «El 

2& 


-  194  - 

Pobrecito  Hablador»  (XIX  artículos  y  dos  poesías).  — «El  Doncel  de  Don 
Enrique  el  Doliente»  (40  capítulos),  —  «Colección  de  artículos»  (112  artícu- 
los)— «La  España  desde  Fernando  VII  hasta  Mendizábal». — «El  Dogma 
délos  hombres  libres»,  7  comedias. — «Obras  inéditas».  —  «Artículos». — 
«Tratado  de  sinónimos»  (Fragmentos) — «Poesías»  (24  composiciones). — 
«El  Conde  Fernán  González»  (drama). — índice. 

A  más  de  estas  ediciones  existen  otras  hechas  en  América,  algunas  de 
las  cuales  contienen  alteraciones  de  bulto. 


APÉNDICE  I. 


Varios  escritos  de  Don  Mariano  José  de  Larra,  que  no  figuran 
coleccionados  en  las  ediciones  de  sus  obras 


í  lí  ElNMi  PRIIEIH  lE  US  MIES  ESPllUS 


ODA. 

Dormía  España  entre  recientes  lauros, 

Y  el  brazo  fatigado  descansaba 

Que  en  la  cruel  contienda  al  torpe  Galo 
Rechazara  con  fuerza  vengadora. 
Alzó  por  fin  el  rostro, 
En  derredor  miró,  y  el  ancho  campo 
De  su  dominio  inmenso  recorriendo. 
Vio  escombros  derruidos, 

Y  en  sangre  aleve  los  miró  teñidos. 

De  sangre  vio  sus  campos  empapados. 
Sobre  ellos  espirantes  vio  sus  hijos; 
Del  tirano  esparcidas  las  cohortes 
Jjas  vio  el  polvo  morder  de  sus  campiñas, 


—  196  -- 

Y  rota  la  coyunda 

Alzó  el  cuello  orgulloso  que  acabara 
De  quebrantar  el  yugo,  y  triunfante 
Libre  esclamó  en  su  gloria, 

Y  enarboló  el  pendón  de  la  victoria. 
La  paz  le  tremoló  desde  el  Olimpo, 

Y  Minerva  lo  vio:  confuso  Marte 

En  su  asiento  tembló,  y  entonces  Jove 

En  la  diestra  el  olivo  cimbreando, 

«Vuela,  Minerva,  dijo, 

»A  la  región  dichosa  que  venciera, 

»Planta  el  vastago  fértil;  que  sus  ramos 

»Anancien  a  la  España 

»Que  su  gloria  empezó,  pasó  mi  saña.» 

Dice,  y  veloz  la  Diosa  hendiendo  el  aire 
Cien  climas  atraviesa  y  ya  domina 
De  Gades  victoriosa  las  almenas, 

Y  en  pos  de  las  ciencias  y  las  artes  fueron. 
Alzóse  el  noble  Ibero, 

Y  del  Betis  al  Ebro,  resonaron 

Las  voces  de  «victoria;  ya  vencimos, 

«Resistiendo  al  tirano, 

»A1  mundo  dio  el  ejemplo  el  suelo  hispano  » 

Minerva  entonces  convocó  á  Jas  artes. 
Sonó  la  hueca  trompa  por  la  Hesperia, 

Y  plácidos  los  pueblos  la  escucharon: 
Barcino  sonrió,  se  alegró  Mantua; 

Y  allí,  donde  esforzados 
Ostentaron  denuedo  los  valientes, 
Dó  los  brazos  blandieron  los  aceros. 
Allí  mismo  las  artes. 

Vieron  en  los  guerreros  sus  baluartes. 
La  mano  que  incansable  combatiera 
Hoy  oprime  la  esteva,  y  aquel  brazo 
Que  su  tierra  regó  con  sangre  odiosa 
A  producir  con  su  sudor  la  obliga. 
Ansiosos  los  Iberos, 

Cuál  las  mi  eses  cultiva  y  las  simientes, 
Cuál  bate  el  metal  tosco,  cuál  despoja 


—  197  — 

Al  animal  lanudo, 

Y  el  cuerpo  cubre  del  mortal  desnudo. 
Todo  corre,  y  se  afana,  y  suda,  y  vence, 

Ya  se  esparcen  las  artes  industriosas, 

Y  á  su  voz  obedecen  los  Hesperios; 

El  Valenciano  astuto ,  el  de  Cantabria, 
El  Catalán  constante, 
El  noble  Castellano,  el  fiel  Navarro, 
El  fuerte  Aragonés  y  Astur  fornido, 

Y  el  que  bebe  del  Betis, 

Y  el  que  en  torno  incansable  baña  Tetis. 
Oyese  al  lejos  el  golpear  continuo 

Del  hierro  sobre  el  hierro,  y  á  Vulcano 
En  grueso  yunque  descargando  el  brazo 
Tiznado  hundir  el  hueco  pavimento. 
La  bulla  en  los  talleres 
Anuncia  los  trabajos  presurosos, 

Y  la  lima,  la  rueda  y  el  martillo, 

Y  el  rechinar  del  horno 

Llenan  de  alegre  ruido  su  contorno. 

Lo  vio  la  España  leda,  y  sonriendo 
Kasgó  el  seno  y  abrió  su  augusto  manto, 
De  su  centro  arrojó  los  ricos  frutos 

Y  se  cubrió  de  flor  y  de  riqueza. 
En  maternal  anhelo 

Su  faz  miró  estendida;  por  sus  campos 
Vio  la  Paz  animando  á  los  artistas, 

Y  el  augusto  Monarca 
Desafiar  inmortal  la  cruda  Parca. 

Tú  fuiste  Rey  de  Paz;  iel  regio  pecho 
Salió  tu  voz  clemente,  y  luego  el  aura 
De  pueblo  en  pueblo  la  llevó  sonora: 
En  pos  Mercurio  convidó  á  los  pueblos, 

Y  agitados  corrieron: 

Tú  brindaste  á  tus  hijos  á  hacer  muestra 
De  lus  riquezas  pingües,  y  los  vimos 
De  su  industria  cargados 
A  tus  pies  ostentar  ricos  brocados. 

España  entera  se  arrojó  hacia  Mantua, 


—  198  — 

El  templo  de  Minerva  abrió  sus  puertas, 
Tembló  el  francés  sumido  en  sus  talleres; 
Sus  máquinas  rompieron  despechados, 
Bramó  el  maligno  isleño; 
El  holandés  nos  vio  con  torvos  ojos; 

Y  en  tanto  Iberia  ufana  presentaba 
De  sus  artes  nacientes 

Las  acabadas  muestras  esplendentes. 

Aquí  Ezcarai,  Tarrasa,  Alcoy,  Manresa, 
Rinden  el  fino  paño  que  no  ha  mucho 
En  rústicas  vedijas  repartido 
Trashumante  cubrió  la  tierna  oveja, 

Y  al  lujo  destinado 

En  luengas  telas  de  Sedan  envidia 

Y  de  Louvié,  los  nombres  publicando 
De  Gali,  de  Tejada 

Por  siempre  los  arranca  de  la  nada. 

De  allí  el  papiro,  rústico  en  un  tiempo, 
Despojo  no  pulido  de  la  planta, 
Ha  visto  sucederle  terso  y  limpio 
Depósito  eternal  del  pensamiento; 

Y  Genova  y  Holanda 

No  de  su  industria  ya  las  finas  muestras 
Nos  enviarán  cruzando  inmensos  mares, 
Mientra  admire  la  tierra 
De  Grimaud  los  trabajos  y  de  Serra. 

Así  cual  viento  insano  en  la  tormenta 
Cruza  el  espeso  bosque  y  silba,  y  brama, 

Y  si  el  roble  resiste  á  su  violencia 

Se  indigna  y  vá  doblando  sus  esfuerzos, 

Y  á  su  furor  tronchando 

Logra  el  árbol  robusto  ver  por  tierra; 
Así  venciendo  ostáculos  se  arroja, 

Y  muestra  altiva  frente 

De  Iza  el  genio  creador  y  ardiente. 

Sus  máquinas  ostenta  complicadas. 
El  hombre  mira  en  artificio  inmenso 
Mil  resortes  mover,  y  agradecido 
El  labrador  postrarse  9/1  ^o^lbre  «Iza», 


-  ^99  - 

Y  Céres  tierna  madre 

Cual  otro  Triptolemo  le  enseñara, 

Y  de  espigas  tejiendo  su  corona, 
Ciñóla  en  la  cien  pura 

E  Iza  resonó  por  la  natura. 

Y  tú,  Bilbao,  cuya  gloria  ensalza. 

Tú  que  en  tus  muros  ves  sus  maravillas, 

Alza  la  frente  erguida  y  á  la  Europa 

Disputa  de  tu  puente  la  hermosura: 

El  ambiente  oprimido 

Al  elemento  manda;  y  al  romano, 

Al  griego,  al  noble  godo  y  al  egipcio, 

Y  al  árabe  en  belleza 

Y  en  gusto  se  adelantó  y  en  firmeza. 
Mas  puebla  el  aire  repetido  un  nombre, 

Martinez  se  oye  en  torno,  y  estendidos 

El  Genio  me  señala  con  el  dedo 

Nuestro  oro  y  nuestra  plata  engalanados; 

El  Genio  y  la  natura 

Disputan  sus  ventajas  afanosos; 

¿Fué  mas  criar  hermoso  el  metal  puro, 

O  darle  nueva  vida, 

Una  mano  puliéndole  atrevida? 

Mas  ¿dónde  los  productos  de  su  industria 
Oculta  la  ciudad  que  baña  el  Tajo? 
¿Dónde  el  templado  acero  que  algún  dia 
Los  miembros  cercenó  de  los  guerreros, 
Cuando  del  metal  duro 
La  firmeza  venció  con  ronco  estruendo, 
Fornido  el  brazo  martillando  el  yunque, 
A  la  candente  fragua 
Debiendo  el  filo  que  templara  el  agua? 

Y  tú,  provincia  noble,  cuyo  esfuerzo 
Vio  la  patria  brillar  en  contra  el  galo 
¿Dó  tu  labrar  ocultas  esas  bocas 

Que  la  muerte  entre  pólvora  vomitan? 
¿Por  qué  el  gallego  firme 
Los  frutos  de  su  industria  en  sus  telares 
Esconde  perezoso?  ¿Por  qué  osado 


—  200  — 

Caminando  á  la  gloria 

Rehusa  eternizarse  en  la  memoria? 

Corred  ansiosos,  sí,  corred,  y  á  España 
De  Aranjaez  á  la  par  y  de  Valencia 

Y  de  Esbilía,  de  Mantua  y  de  Barcino, 
Ceñid  cual  nobles  hijos  de  laureles. 

En  vidrio  transparente 

Ved  la  arena  menuda  convertida 

Del  gusano  cambiados  los  capullos 

En  gayos  terciopelos, 

En  suaves  tules  y  modestos  velos. 

Ved  la  púrpura  hermosa  sus  colores 
De  Málaga  ostentar  en  los  nopales; 
A  Fernandez  mirad  y  vedle  activo 
Pulimentar  del  árbol  las  entrañas; 
Con  ellas  la  armonía 
Vistió  las  trompas  bélicas  de  Marte; 

Y  el  guerrero  arrastrado  á  la  victoria 
Suspenso  en  noble  pasmo 

Sintió  crecer  al  eco  el  entusiasmo. 

Así  cual  al  nacer  de  abril  florido 
Un  ejambre  de  abejas  numeroso 
Se  arroja  activo,  se  disparce  y  vaga 
De  la  colmena  al  prado,  y  á  sus  flores 
E,oba  el  sabroso  jugo; 

Y  cuando  el  sol  trasmonta  ya  las  cumbres 
En  la  madre  colmena  le  atesora; 

Asi  el  Ibero  ansioso 

Te  ofrece,  Mantua,  su  trabajo  honroso. 

Y  tú,  querida  patria,  en  cuyos  campos 
La  riqueza  nació,  que  el  fuerte  pecho 
Al  peligro  opusiste,  y  victoriosa 
Siempre  en  la  lid  te  vieron  los  tiranos; 
Al  mundo  que  se  observa 
Prueba  que  un  dia  si  vencer  supiste 
Las  imperiales  águilas  hollando. 
También  cuando  trabajas 
En  genio  al  orbe  todo  te  aventajas. 

Cese  en  tu  seno  la  facción  horrible, 


—  204   - 

Rompan  tus  hijos  fratricida  el  hierro, 
De  Jano  cierren  las  ferradas  puertas; 
Si  al  hermano  el  hermano  en  el  combate 
Hostil  encuentra  un  dia, 
Haz  que  á  tu  nombre  arroje  el  arma  odiosa, 
Tiemble  al  crimen  y  grite  «de  una  madre 
Todos  el  ser  tenemos, 
Nuestra  sangre  en  nosotros  perdonemos.» 
Si  el  extranjero  acaso  en  hora  infausta 
Tu  poQer  olvidase  y  tu  denuedo, 
De  nuevo  aprenda  en  tu  venganza  cierta 
Que  el  que  al  león  despierta  adorme3Ído 
En  sus  garras  perece: 
Mas  no,  que  al  relumbrar  de  vuestro  acero 
Todo  tiembla,  españoles:  á  las  ciencias 
Firme  la  Paz  os  guia, 

Y  á  tu  gloria  caminas.  Patria  mia. 
Pronto  Mercurio  alígero  á  cien  climas 

Impávido  en  veleros  bastimentos 
VTu  imperio  llevará,  y  á  entrambos  mundos 
Nuestras  cadenas  de  oro  irá  rodeando; 

Y  entonces  para  España 

No  habrá  ponerse  el  astro  refulgente, 
Ni  mares  fragorosos,  que  sus  quillas 
La  inmensa  mole  hendiendo 
Leyes  irán  á  Tetis  imponiendo. 

Las  espumosag  ondas  rebramando 
Sus  iras  calmarán:  feroces  vientos 
Eolo  en  las  cavernas  snbmontanas 
Aherrojados  tendrá;  y  en  valde  opreso 
Retemblaran  furiosos. 
Si  de  Colon  perdimos  las  fatigas 
Con  un  mundo,  á  las  artes  deberemos 
Desde  el  rosado  Oriente 
De  nuevo  dominar  hasta  el  Poniente. 

Todo  os  ofrece  un  campo  á  vuestra  industria; 
Los  despojos  que  al  hombre  le  tributa 
Del  Canadá  el  cuadrúpedo  arquitecto, 

Y  las  cruentas  pieles  que  á  feroces 
Tigres,  leones,  leopardos 

?6 


—  202  — 

B-obais  en  los  desiertos  de  la  Libia; 
Del  toro  mugidor  el  asta  aguda, 

Y  el  que  veis  arrogante 
Colmillo  defensor  del  elefante. 

Y  aquel  dúctil  marisco  que  las  gracias 
Con  su  mano  ablandaron  y  pulieron, 
Portátil  casa  del  que  el  onda  habita, 

Y  los  preciosos  jugos  de  Pomona; 
El  vinoso  raeimo, 

El  árbol  derrocado;  3^  de  la  abeja 
La  alba  cera  y  las  pieles  trabajadas 
Que  el  bridón  espumoso 
Rinde  ufano  el  ginete  presuntuoso. 

Y  el  arte  de  fijarse  los  momentos 
En  el  fiel  medidor  del  tiempo  alado, 
Emblema  de  Saturno,  que  las  Horas 
Al  derrocado  Padre  arrebataran; 
De  la  soberbia  Granja 

El  trasparente  cuerpo  que  burlando 
En  el  plateado  azogue  bullicioso, 
Que  al  Almadén  robara 
La  verdad  enojada  nos  forrara. 

Y  el  hecho  primoroso  que  á  Himeneo 
Amor  volviendo  el  rostro  regalaba; 
Firme  sosten  del  delicado  enlace 

Que  en  tresdoblada  seda  al  sol  lu  2.ente 

Robó  el  pudor  celoso: 

Dó  la  copa  se  liba  y  se  derrama 

Ddl  placer  abundoso;  que  aforrando 

Fernandez  en  caoba 

Al  luciente  metal  su  brillo  roba. 

La  áurea  vena,  las  minas  carbonosas. 
La  piedra  sujetada  al  hombre  activo, 
El  mármol  en  mil  formas  disfrazado, 

Y  la  chinesca  cincelada  loza: 
Todo  os  anima,  Hesperios; 

Salud  constantes,  que  la  aurora  llega 
En  que  ufanos  sus  hijos  miraremos 
A  la  nación  Ibera 
Industriosa  crear,  vencer  guerrera. 


Correspondencia  del  Duende 


Gv.erra  declaro  á  todo  monigoÍG, 
y  pues  sobran  jvsíisiinos  ¡yretestos, 
palo  habrá  de  los  pies  hasta  el  cogote. 
Jorge   Pitillas,  Sát 

Al  señor  Papel-útil,   alias  Guindilla,  del  gremio  de   Zurradores   de   esta 
Corte, 

El  inútilísimo  Duende, 

Señor  Papel-útil:  ho  leido,  y  lo  que  es  peor,  comprado  el  elegante  zu- 
rrador de  Vd.,y  nadie  puede  figurarse  el  mal  reto  que  me  ha  dado  el  haber 
podido  disgustar  á  su  papel- utilidad  zurrona  en  mi  primer  cuaderno;  casi 
desanimado  iba  á  callar,  cuando  varios  amigos  me  han  inducido  á  respon- 
derle siquiera  por  política,  y  en  consecuencia  he  creído  que  podría  darle 
mi  voto  sobre  sus  zurras  con  la  misma  franqueza  que  pasa  á  darme  el  su- 
yo sin  habérsele  pedido,  sobre  mis  críticas. 

De  esta  hecha  bien  puede  Vd.  vanagloriarse  de  haber  acabado  con  los 
malos  escritores:  los  ha  metido  debajo  de  un  zapato;  y  el  público  de  aquí 
en  adelante  se  mirará  muy  bien  en  su  boKrillo  antes  de  proceder  á  comprar 
nada  sin  consultarle;  no  es  decir  esto  que  deba  empezar  por  Vd  :  nada  de 
eso,  antes  muy  al  contrario;  Vd.  ':olo  sera  el  comprado  y  el  vendido,  y 
mucho  mas  si  haciéndose  cargo  siempre  de  lo  mal  parado  que  anda  el  di- 
nero, y  de  que  nuestro  fin  es  sacarle  al  público,  le  da  gratis  todos  sus 
petardos  y  amonestaciones  caritativas,  así  como  la  primera.  A  propósito  de 


—  ¿04  — 

esto,  un  quídam  mal  hablado  me  vino  á  decir  que  le  parecía  que  lo  que 
Vd.  quería  no  era  que  el  |,úblico  no  gastare  su  dinero,  sino  que  no  lo  gas  - 
lase  con  otro  que  no  fuese  Vd.;  pero  yo  rechacé  esta  calumni.i,  y  no  tuvo 
que  responderme  cuando  le  convencí  diciendo  que  era  prueba  de  lo  con- 
trario el  haber  puesto  doce  hojas  á  dos  reales,  cuando  el  Duende  pone 
veinte  á  tres;  y  además  le  esplique  que  en  un  principio  pensó  ponerlo  á 
real;  luego  enmendó  de  mano  poniéndolo  á  dos  reales,  para  manifestar  aun 
mas  desinterés,  y  que  después  de  haber  despach  ido  unos  cuuilos  á  este 
precio  pensó  rebajarle  otra  vez,  diciendo  que  había  sido  una  equivocación 
(mejor  diremos  una  contraequivocacion);  en  lo  cual  ha  pensado  Vd.  bien, 
pues  el  que  tuviera  prisa  para  leerlo  debía  pagar  el  privilegio  de  leerlo 
pronto:  ¿y  qué  no  es  nada  para  el  púb  ico  la  ventaja  de  gastar  su  dinero 
para  leerle  á  Vd.  en  Jueves  Santo?  Debe  pagarla;  es  mui  bien  hecho:  ade- 
más le  añadí  que  yo  estaba  bien  seguro  de  que  al  memento  de  que  se  in  - 
demnizase  del  gasto  de  impresión,  si  llega  nunca  este  caso,  ó  daría  de  val- 
de  los  demás  ejemplares,  ó  devolvería  el  dinero  sobrante,  porque  tampoco 
hay  una  razón  para  que  zurre  y  dé  palos  á  nadie  de  valde,  poniendo  de  su 
bolsillo  su  hiél  y  su  guindilla:  ya  ve  Vd.  que  yo  me  comprometo  á  salir 
ñador  para  con  el  público  de  su  desinterés,  y  espero  que  no  será  cosa  de 
dejarme  mal,  puesto  que  le  parece  tan  ridículo  que  todos  los  escritores  no 
escriben  gratis. 

Pero,  amigo,  con  qué  modestia  se  esplica  su  «papel-utilidad.»  ¿Dónde 
ha  aprendido  ese  modo  tan  particular  de  camelar  á  las  gentes?  ¡Qué  de 
rodeos  gasta,  qué  de  piropos,  y  qué  disimulo  para  llamar  borricos  de  bue  - 
ñas  á  primeras  á  toda  clase  de  escritores,  buenos  y  malos!  ¿Dónde  ha  ido 
á  buscar  aquellas  perífrasis  para  decir  que  se  les  vá  á  formar  el  pienso? 
Vamos,  yo  estoy  atónito  de  ver  su  finura,  su  delicadeza,  y  hasta  el  respeto 
con  que  trata  á  las  gentes;  confieso  que  no  podía  Vd.  haber  hallado  un 
modo  mas  terminante  de  bautizarlos  de  bestias;  solo  sí  opino  que  debiera 
haberlo  dejado  para  lo  último,  porque  puesto  tan  al  principio  no  parece 
que  queda  masque  hablar,  ni  conduce  á  nada  el  pasar  adelante,  pues  es 
la  recopilación  mas  enérgica  de  cuanto  queda  que  decir. 

Me  han  gustado  mucho  las  reformas  que  han  hecho  en  la  ortografía,  y 
debe  proponerlas  á  la  Academia:  es  verdad  que  no  faltará  quien  critique; 
pero  ese  es  el  grande  escollo  que  tienen  que  arrostrar  los  que  quieren 
hacer  innovaciones  buenas;  hay  quien  dice  que  habrá  pasado  entre  los 
verbos  «haber»  y  «echar;»  quieren  decir  que  Vd.  le  ha  quitado  la  «h»  al 
primero  para  adjudicársela  al  segundo,  porque  pone  dos  veces  «étele,»  y 
otra  «hechándola;»  y  que  no  es  justo  que  una   «h»  que  ha  tenido  legítima^ 


—  205  — 

mente  el  verbo  de  «haber»  desde  su  fundación,  se  le  quite  ahora  en 
el  año  28  sin  alegar  una  razón  fundada:  lo  mismo  dicen  de  quitar- 
le la  «a»  al  «ainda  mai-»  (esto  es  portugués);  que  es  un  usurpador,  y  que 
se  queda  con  el  tanto  por  ciento  de  las  palabras;  que  se  le  pega  algo  de 
cuanto  pasa  por  sus  manos;  y  que  tampoco  hay  razón  para  mudar  en  «U 
la  «n»  de  Vandoma,  diciendo  V.tlloma,  como  la  gente  ordinaria;  y  á  esto 
añaden  ¡qué  disparate!  que  se  debe  \'d.  haber  criado  entre  zurradores  ó  en 
las  Maravillas,  y  que  no  sabrá  quién  es  ese  Señor:  por  Dios,  señor  Papel- 
útil,  no  se  sofoque  Vd.;  no  hagj  caso  de  las  malas  lenguas,  porque  enton- 
ces sería  nunca  acabar;  eso  se  desprecia,  y  se  les  envía  á  comer  pienso 
llamándolos  borricos,  que  eso  poco  cuesta,  ni  hay  que  revolver  muchos 
libros  para  decirlo. 

Añaden  que  no  sabe  el  francés,  porque  en  lugar  de  poner  «point  da- 
vantage,»  que  quiere  decir  «nada  mas,»  lo  que  también  podía  haber  dicho 
en  español,  y  se  ahorraba  ahora  estas  r>íconvcnciones,  ha  puesto  «point 
d'avantage.»  que  quier*^  decir  «ninguna  ventaja;©  que  es  Vd.  un  pedante, 
y  que  por  querer  dar  á  entender  que  sabe  francés  sin  venir  á  pelo  con 
una  cosa  que  por  estir  en  francés  no  tiene  iias  gracia,  si  no  lo  es  el  que 
no  se  entienda,  lo  ha  echado  á  perder  mas  manifestando  su  ignorancia,  y 
le  aplican  aquellos  versos  que  dijeron  según  el  P.  Isla  á  una  niña  llamada 
Rosa,  la  que  habiendo  sid)  sorprendida  en  el  acto  de  evacuar  una  de 
aquellas  diligencias  que  la  decencia  no  permite  nombrar,  por  ocultar  sus 
secretas  gracias  se  manchó 

«¿Para  qué  es  encubrirla  cosicosa. 
Si  así  te  ensucias  mas,  querida  Rosa?» 

Pero,  amigo  á  lo  que  no  pueden  decir  nada  es  á  la  escelente  y  opor- 
tuna traducción  de  la  voz  «pelit-tnaitre,»  que  quiere  decir  «señorito,»  y 
que  Vd.  traduce  tan  superabundantemente  «señorito  presumido,»  ponien  - 
do  de  suyo  la  presunción,  y  fundadamente,  pues  que  dos  palabras  france- 
sas requieren  indis[)ensablemente  otras  dos  españolas,  sean  cuales  fueren. 
Lo  que  sí  tachan  es  escribir  «Palais  Royale»  con  el  aditamento  de  esta  «e» 
última,  porque  «P.ilais,»  que  quierj  decir  en  castellano  «Palacio,»  no  es 
hembra,  ni  femeniíio,  ni  cosa  que  se  lo  parezca,  que  es  masculino  y  muy 
masculino  en  entrambos  ivJiom.is.  ¡Admírese  V,!  Murmuran  si  le  ha  tocado 
á  Vd.  Dios  en  el  corazón,  y  se  trata  de  restituir  las  letras  robadas  ..las 
arriba;  pero  aun  en  este  caso  debía  haberlas  vuelto  á  dejar  allí  de  doodj 
las  quitó 

Hay  gente  viperina  y  mal  entretenida,  que  n)0vida  de  la  envidia  dice 
que  ya  que  no  sabe  üd   el  francés,  en  indemnización    tampoco  sabe  el  cas- 

r 


—  206  — 

Icllano:  ¿y  por  qué?  Todo  (para  que  üd.  lo  sepa)  por(]uo  dice  «seliiia  de  dis- 
parales; decir  mamarrachos»  (que  solo  so  pintan)  etc.  Vea  üd.  qué  repro- 
ches, como  si  para  escribir  al  público  fuese  tan  indispensal)le  saber  la  len- 
iíua  en  que  se  le  escril)e;  á  pesar  de  eso,  como  no  he  sabido  modo  de  defen- 
derle de  esto  último,  bueno  será  me  envíe  el  diccionario  que  gasta  para  sus 
petardos,  que  quiero  dar  á  lodo  el  mundo  en  ojos  con  él,  pues  por  mi  parte 
«non  ego  paucis  oíendar  m  culis.» 

Otra  burrada  digna  del  pienso  de  IJd.;  opinan  muchos  que  se  ha  dejado 
un  petardo  literario  en  su  picantísimo  tintero,  como  es  el  que  nos  ha  dado 
á  lodos  con  su  folleto,  que  sin  duda  h  \  sido  por  modestia  y  per  no  hablar 
de  sí  mismo,  y  que  debía  estar  después  del  sexto  y  antes  del  de  cochino, 
como  Ud.  dice  «sin  perdón»;  y  efectivamente  no  le  perdonan  todos  el  haber 
introducido  esta  anécdota  del  matadero  del  rastro,  por  sustancial  que  sea, 
porque  si  es  de  invención  suya  es  fea  é  inoportuna,  y  si  cierta  no  se  puede 
negar  que  es  indecente,  señor  Papel  útil  y  Zurrador,  con  perdón  del  lector, 
el  ofrecer  al  público  personalidades,  ¡Ba!  ¡ba!  ¡ba!  á  donde  va  á  parar  lo 
que  dicen  estob  menguados. 

No  responda  Ud.  á  eso,  que  al  buen  callar  l'aman  Sancho:  eso  se  des- 
precia y  se  le  echa  pienso. 

Un  amigo  mió  añade  á  todo  esto  que  es  extraño  que  me  haya  mordido 
también  á  mí,  pues  que  en  resumidas  cuentas  viene  UJ.  á  apoyar  mis  crí- 
ticas, y,  asegura  que  no  comprende  como  puedo  yo  ser  inútil  y  Ud.  tan  útil 
cuando  repite  lo  que  yo  digo  valiéndose  casi  en  una  que  otra  ocasión  de 
mis  palabras;  además  que  camina  de  mala  fé  suponiendo  que  yo  digo  como 
cosa  buena  y  mia  lo  propio  que  critico,  pues  en  mi  primer  cuaderno  yo  ri- 
diculizaba los  títulos  que  me  apropia,  por  lo  que  (le!)e  acudir  á  él  y  leerle 
más  despacio,  y  verá  que  digo,  hablando  de  ellos  «si  bien  son  malos  &.»  no 
sea  que  alguno  diga  que  es  exIrafiO  haya  pasado  á  escribir  sin  saber  leer,  lo 
que  resultará  en  mengua  del  uiaestro  que  le  enseñó. 

Por  supuesto  yo  no  creo  nada  de  esto  que  dicen,  antes  me  rio,  y  creo 
que  al  fin  la  nación  que  le  ha  visto  nacer  vendrá  á  hacer  justicia  á  los  pe- 
lardos  que  le  dá,  cuando  ios  tiros  de  la  envidia  hayan  agotado  su  rencor: 
no  se  puede  hacer  bien  á  nadie,  después  de  haber  hecho  al  público  el  favor 
de  que  no  gasten  su  dinero,  vea  Üd.  qué  agradecimiento,  y  cómo  lo  paga; 
deje  usted  esas  ideas  filantrópicas,  y  cada  uno  que  haga  de  su  capa  un  sa- 
yo, que  al  fin  ellos  ganan  su  dinero,  es  muy  suyo,  y  üd.  no  se  lo  dá.  ¡Píca- 
ra ingratitud! 

Por  ell.i  susurran  también  de  aquella  consecuencia  que  saca  cuando 
dice  que  no  soy  erudito,  porque  no  me  gusta  irá  perder  el  tiempo  al  billar^ 


—  907  — 

yo  no  hallo  el  por  i]\iá  se  susurre  de  oslo,  pues  que  yo  también  me  inclino 
á  creer  como  Ud.  (juc  todos  los  hombres  de  genio  han  jugado  mucho  y  muy 
l)¡en  á  eso  juego,  y  que  se  debe  inferir  que  nadie  puede  ser  erudito  si  no 
sabe  dar  empellones  í\  una  bola;  y  asimismo  concibo  que  la  mejor  prueba 
de  que  no  soy  pagano  es  el  no  jugar  al  mismo  juego  por  razones  muy  pa  • 
recidas 

¡Que  nunca  hayamos  de  concluir!  A  todo  esto  me  han  añadido  que  no 
debe  Ud.  ser  muy  erudito  cuando  llama  al  diario  Enciclopedia,  ignorando 
que  es  voz  griega  «En»,  en,  «Kuclos»,  círculo,  «paideia»,  ciencia,  y  que  los 
sabios  han  convenido  en  Uamir  así  á  la  reunión  de  las  ciencias  y  artes,  y 
no  á  los  avisos  de  nadie:  esto  es  griego;  y  cuando  dice  «el  alcorau"  al  modo 
del  vulgo,  en  vez  de  decir  «el  coran»,  con  lo  cual  basta,  pues  aal  curan» 
quiere  decir  el  libro  en  árabe,  lo  mismo  que  «to  biblion»  en  griego,  y  «al» 
y  «to»  son  los  artículos;  y  en  ninguna  lengua  hacen  falta  á  los  nombres  dos 
artículos:  con  este  motivo  dicen  que  no  sabe  Ud.  griego,  ni  árabe  ni  nada: 
bachillerías;  ¿pero  á  Ud.  qué  le  importa?  Maldita  de  Dios  la  cosa;  no  es  pre- 
ciso saber  lenguas  ni  para  zurrador  ni  para  echar  pienso,  y  para  escribir 
obras  tampoco,  porque  deja  Fray  Gerundio  los  esludios  y  se  mete  á  predi- 
cador. Vamos,  yo  no  sé  cómo  puede  usted  sufrir  tanto  insulto.  Qué  pacien- 
cia debe  tener:  toda  la  que  se  necesita  para  ser  escritor;  es  preciso  confe- 
sar que  es  un  santo  varón. 

Yo  no  le  escribo  á  Vd.  todo  esto  porque  piense  que  no  lo  sabe;  esloi 
persuadido  que  lo  sabe  mejor  que  yo,  y  creo  que  si  lo  ha  pueslo  así  ha  sido 
ó  por  disimular  su  erudición  dando  una  prueba  de  su  modestia, ó  por  yerros 
de  imprenta:  solo  si  lo  escribe  para  que  llame  Vd.  borricos  á  agrüo  pelado» 
á  todos  estos  charlatanes. 

Ha  de  saber  Vd.  además,  amigo  Papel-útil,  que  hay  otra  impugnación 
aun  más  rara;  leíale  yo  á  una  señora  amiga  mia,  con  el  placer  y  enlusias 
mo  que  Vd.  se  puede  figurar,  su  papel,  realzando  sus  bellezas,  y  admiran- 
do su  delicadj  y  bien  cortada  pluma  (á  propósito  quisiera  saber  si  la  corta 
Vd.  mismo,  ó  si  la  da  á  corlar,  porque  no  sería  estiaño  que  un  zurrador  no 
se  hubiese  dedicado  nunca  á  esas  bagatelas);  pero  á.  pesar  de  todo  no  pue- 
de evitar  que  aquella  persona,  que  piensa  malamente  que  los  zurradores  y 
guindillas  se  parecen  en  algo  á  las  personas,  y  que  cree  que  cada  uno  es 
uno  solo,  y  está  acostumbrada  á  tralar  á  cada  persona  en  singular,  aunque 
no  sabe  gramática,  me  dijese  á  pocos  renglones:  «pare  Vd.  de  leer,  amigo, 
wqucsi  no  me  equivoco  Vd.  leyó  al  principio  que  lo. escribía  un  zurrador, 
»y  de  una  página  á  otra  se  nos  hi  convertido  en  dos,  porque  habla  de 
«nos,»  dice  «estamos,  compramos,  etc.»:  vuelva  Vd.  á  mirarlo,   y  vea   si  es 


—  208  — 

»et'ectivamente  uno  solo,  ó  si  esos  señores  van  apareados,  porque  á  lo  que 
»yo  imagino  pudiera  ser  mui  bien  Zurrador  y  compañía;»  reimo  de  su  sim- 
plesa,  y  la  contesté  como  debía;  ha  de  saber  Vd.,  señora,  que  desde  que 
un  hombre  es  autor,  se  da  el  trato  de  un  Principe;  y  sepa  que  á  los  Reyes  y 
á  los  autores  les  es  común  hablar  uno  solo  como  si  hablaran  muchos,  así 
como  el  tutear  al  lector  y  otras  cosas  semejantes,  etc. 

Lo  que  me  gustaba  más  ([ue  todo  por  su  inesplicable  gracejo  son  los 
contrapetardos;  qué  de  sal,  qué  de  atenciones,  qué  retención  en  el  decir, 
qué  liento  para  no  insultar,  qué  de  lisonjas,  y  sobre  todo,  qué  de  sales: 
perdone  Vd.,  amigo,  si  le  adulo;  no  lo  hago  con  el  fin  de  que  me  propor- 
cione ningún  cochino,  ni  por  pagárselo  en  «duendes^:  nada  de  eso,  solo  el 
agradecimiento  me  pone  en  esta  obligación,  y  mi  dolor  es  verme  precisado 
á  concluir. 

En  fin,  señor  Papel-útil,  creo  que  conocerá  Vd.que  siempre  (he  tomado 
su  partido,  y  que  si  no  he  podido  rechazar  á  los  habladores,  no  ha  dependi- 
do de  mí,  sino  de  que  estos  son,  como  Vd.  dice,  unos  borricos:  convencido 
de  esto  no  me  volveré  á  meter  en  defensas  de  nadie,  y  valga  esta  por 
tedas. 

Por  lo  demás  tiene  Vd.  mi  permiso  para  seguir  hablando  hasta  que 
guste,  y  contestar  cuando  quiera,  bien  seguro  de  que  yo  hablé  una  vez  pa  - 
ra  toda  la  siega,  y  de  que  me  propongo  de  aquí  en  adelante  escuchar  y  reir; 
y  en  prueba  del  efecto  que  en  el  público  y  en  mí  han  hecho  sus  petardos, 
publicar  cuanto  antes  el  cuarto  cuaderno  de 

El  Duende  satírico  del  dia, 
(Tercer  cuaderno.  Mayo  1828). 


—  209   -. 

Con  motivo  de  hallarse  en  cinla  nuestra  muy  amada  reina  doña 
María  Cristina  de  Borbon. 

(1830) 

SONETO 

Guarda  ya  el  seno  de  Cristina  hermosa 
\áslago  incierto  de  alta  dinastía, 
y  ya  la  patria  conocer  ansia 
de  quien  ha  de  ser  madre  cariñosa. 

Tú,amor,(jue  al  pie  del  ara  religiosa 
á  los  esposos  enlazaste  un  dia, 
recuerda  que  el  ibero  te  pedía 
directa  sucesión,  'arga  y  dichosa. 

Y  hoy  que  anuncia  el  alegre  clamoreo 
el  don  felice,  que  esperando  queda 
vive  también  al  general  deseo 

Tú,  desde  ahora,  sobre  el  regio  fiuto 
vela  incesante,  pjrque  España  pueda 
rendirle  pronto  de  su  fé  tributo. 


•o««>«aOC^C»-4»»- 


&onsrETO 


Salve,  Infanta  Real,  por  quien  cotifia 
ver  su  esplendor  España  recobrado 
y  en  quien  promete  el  cielo  que  hermanado 
será  el  poder  de  la  hermosura  un  dia  . 

No  ambicionaba  más  la  patria  mia, 
que  cual  un  pueblo  de  héroes,  anegado 
solo  á  amar  y  vencer,  don  tan  preciado, 
tan  gran  favor  desconocer  podía. 

Yo  que  adorando  vivo  la  belleza, 
el  primero  en  tu  honor  el  aura  hendiendo, 
haré  sonar  mi^ira  jubilosa 

Que  es  gloria  el  rendimiento  y  no  flaqueza, 
y  es  dichoso  el  que  puede  obedeciendo 
obedecer  al  menos  á  una  hermosa. 

X830  J.  M,  Larra 

27 


—  210  — 

(Relación  de  las  funciones  ejecutadas  en  esta  corte  á  la  publicación  del 
embaraz  de  la  Reyna  Nuestra  Señora  Doña  María  de  Cristina  de  Borbon  en 
8  de  Mayo  de  1830  y  á  su  feliz  alumbramiento  en  10  de  Octubre  del  mismo 
año,  con  las  composiciones  [);jóticas  circuladas  con  tan  plausible  motivo 
por  don  Pedro  José  Trota. — Madrid  1830. — Manuscrito  inédito  de  la  época 
que  posee  el  marqués  de  Jerez  do  los  Caballeros. — 1 17  págmas  en  4.°  ma- 
yor, con  una  lámina  dibujada  á  lápiz  é  iluminada  representando  un  carro 
triunfal). 

ELEGÍA 
(A  la  muerto  de  la  Duquesa  de  Frias) 

Tornó  á  lucir,  tornó  la  infausta  Aurora    (I) 
de  amarga  adel'a  y  lívida  enlutada, 
pálidas  rosas  al  dormido  mundo 
de  su  frente  vertiendo, 
y  la  alba  nieve  del  diciembre  helada 
con  débil  rjyo  precursor  tiñendo, 
conocióla  Fileno,  y  un  suspiro 
tristísimo  exhaló,  y  en  lo  profundo 
de  su  pecho  tembló.  Si,  triste  esposo 
es  ella,  es  ella;  entre  punzante  hielo 
mírala  descoger  las  blondas  trenzas 
de  su  dorada  cabellera,  mira 
cual  la  sacude  sobre  el  mustio  suelo 
en  yermador  rocío, 

y  cual  la  tala,  y  no  de  amantes  brazos, 
el  mundo  oprime  con  sus  yertos  lazos. 
Ella  es  la  misma  que  en  tu  pecho  amante 
clavó  el  puñal.  Pero  ¡ahí  qué  h;irto  hondo  llega 
en  él  dejó  sangrienta  y  humeante, 
para  no  conocerla  joh!  ¡cuál  te  amarga 
encapotada  y  íiera 
con  nueva  desventura, 
más  acerbo  dolor  más  amargura, 

o  7 


(i    Alude  á  la  notable  coincidencia  del  fallecimiento  de  la  Condesa  de  ílaro,  primera  mujer  del 
Excmo.   Sr-   Üucjue  de  Frias   que  ocurrió  en  el  mismo  día  i7  de  Enero.— (N.  del  A.) 


—  211    — 

herida  más  atroz  que  la  primera  I 
Luego  la  Muerte  al  verla 
de  funerales  galas  adornada 
la  conoció  también  regocijada 
y  feroz  sonrió — ¿Qué?  ¡siempre,  dijo 
la  frente  altiva  del  ilustre  vate 
veré  de  rosas  y  laurel  orlada! 
¡Nunca  bañada  en  el  dolor  sombrío 
ceñir  guirnaldas  de  ciprés  funesto 
y  ¿qué?¿á  enlutiir  el  artesón  dorado 
no  alcanza  ya  mi  eterno  poderío? 
L'ore  también  el  que  tan  dulce  pulsa 
el  suave  plectro  de  oro 
no  es  es  insensible,  no;  que  caiga,  caiga 
su  amor,  y  llorará.  Digno  holocausto 
será  á  mis  años  su  doliente  lloro. 
Y  señalo  su  víctima,  implacable, 
y...  tente,  tente,  despiadada,  torna 
el  rostro  á  ver  de  la  que  herir  pretendes 
si  no  sus  rosas  su  apacible  encanto 
pueden  contigo  tanto. 
Muévete  al  menos  el  mirar  que  nunca 
otra  heriráís  más  bella, 
y  mírala  y  aguarda...  y  hunde  Juego 
si  puedes  ya,  cruel,  tu  acero  en  ella. 
Si  hermosas  buscas,  ¡en  mi  patria  hay  tantas! 
pídele  á  Amor,  y  le  dará  sin  cuento. 
Si  pechos  departir  enamorados 
quieres,  á  ellos  tu  puñal  sangriento 
hunde,  que  todos  aman. 
¿Pechos  nobles  pretendes?  en  mi  patria 
no  busques,  lo  son  todos...  ¡Pero  en  balde 
su  frente  excelsa  entre  el  laurel  funesto 
á  la  encumbrada  cima, 
de  do  contempla  á  los  humildes  hombres, 
á  llorar  más  que  todos  fué  allí  puesto! 
¡Y  solo  á  tanto  precio  galardona 
a  frente  al  h  ombre  la  clernal  corona! 
ISuelta  el  Ibnto,  Fileno;  de  esos  fufste 


-  212  — 

que  al  infausto  destino 

del  que  te  anima,  espíritu  divino, 

el  sacrificio  de  tu  dicha  hiciste. 

Desde  climas  lejanos 

él  la  trajo  cruel  á  que  lloraras, 

y  á  dejar  con  la  vida  entre  tus  manos 

la  eterna  fé  que  le  juró  en  las  aras. 

Suéltale  y  también  mira 

al  Carnoens  y  al  Pelrarcí 

triste  juguete  el  uno  de  fortuna 

mecido  el  otro  en  su  fulgente  cuna 

el  raudal  acrecer  de  Gange  y  Sarga, 

allí  empapado  en  su  dolor  la  tierra, 

sobre  la  tumba  do  su  amor  encierra. 

i  Y  es  dulce  al  corazón!  ¡ay  de  aquel  triste 

que  en  el  dolur  no  goza, 

y  que  en  la  insensatez  de  su  alegría 

nunca  esciló  el  placer  de  la  tristeza 

la  virtud,  el  amor,  en  balde  unidos 

por  la  inocente  víclima  á  tí  claman. 

Que  así  timbien  el  aquilón  rabioso 

entra  en  el  bosque  silvador,  y  escoge.  . 

Triunfos  cortos  desdeña, 

y  al  alto  cedro,  al  roble  poderoso 

que  su  ancha  copa  en  el  Olimpo  escuden, 

su  gran  poder  enseña, 

ni  ya  sus  galas  mira:  su  hermosura 

es,  y  su  esbelto  talle 

lo  que  él  aun  más  en  derribar  se  empeña; 

nunca  empleó  su  furibunda  saña 

en  el  flexible  mirto 

nunca  en  la  débil  y  sonante  caña. 

Cayó,  cayó:  su  sombra  bienhechora 

con  él  despareció.  ¡Y  hasta  en  el  pecho 

que  de  candor  y  de  l)ondad  velado 

presenta  á  su  furor,  quedó  por  siempre 

el  santo  lazo  del  amor  deshecho! 

¡Roto  (  or  siempre!  Llora, 

llorar:  tal  fué  de  aquellos  el  destino 


213 


que  á  ennoblecer  nacieron 

el  siglo  vcnluroso  en  que  vivieron. 

¡Oh!  triste  sel  o  que  consigo  lleva 

quien  tuvo  el  fuego  inspirador  del  genio. 

¡lil  que  embelesa  el  mundo,  el  que  sublima 

en  sus  instantes  he'l  s 

dulce  melancolía! 

Ni  hombre  es,  ni  digno  de  vivir  entre  ellos. 

¡Oh,  cual  te  miro  en  tu  dolor  cebarle, 

y  re[)ugnar  consuelo, 

abriendo  el  pecho  con  placerían  solo, 

ansioso  de  llorar,  al  triste  duelo! 

y  blando  el  pecho  i  ccibirle,  como 

la  bella  maravilla  de  las  flores 

á  las  tinieblas  de  la  noche  fria 

abre  ansiosa  su  cáliz 

que  adusta  cierra  al  resplandor  del  dia. 

Y  halagas  tu  dolor,  y  otra  vez  tornas 

á  derramar  de  nuevo  acerbo  llanto 

como  e!  león  que  herido  en  el  desierto, 

víctima  tiiste  del  ardor  que  siente, 

lame  la  11.  ga  que  el  arpón  le  ha  abierto. 

Vuelve,  vuelve  á  mirar  en  torno  tuyo: 

vuelve  los  ojos  á  tu  c-niante  hija 

que  con  la  faz  llurcsa, 

y  alzando  en  alto  las  dolientes  palmas 

su  madre  al  cielo  pide  congojosa. 

¡Oh!  tu  dolor  milig', 

no  el  suyo  acrecías  con  tu  llanto  eterno, 

que  es  iiun  paia  la  pena 

su  blando  y  joven  cor..zon  muy  tierno; 

el  cielo  te  la  dio  compadecido; 

«Piedad»  en  ella  te  dejó  espirante 

de  un  nuevo  amor  el  manantial  fecundo, 
dulce  remedio  de  s-u  amor  perdido 

á  1.1  enram.uia  ti  iste, 

así  la  fl.  r  en  la  estación  querida 

tras  sí  un  tierno  botón  deja,  muriendo, 

carmen  futuro  de  abundante  vida. 


-  214  -- 

A  la  callada  losa 

mírala  de  esplendor  b;ijar  bañada, 

conio  el  mundo  nació,  pura  y  hermosa; 

y  cual  suele  bajar  al  occeano 

en  su  ardiente  lucero 

la  diosí  del  amor,  llevando  en  torno 

los  amores  consigo:  el  son  terrible, 

el  batallar  furioso 

templa  y  su  rabia  suma 

al  recibirla  la  sonante  espuma, 

de  gloria  y  de  hermosura  centellante, 

como  nació  de  entre  sus  ondas  bravas 

más  que  el  Olinipo  puto  y  rutilante. 

Mira,  detrás  cual  deja 

un  surco  inmenso  de  su  luz  hermosa 

ella  despareció;  más  largo  espacio 

su  fulí^or  ilumina 

la  ancha  espalda  de  Tetis  espumosa, 

la  alta  cumbre  de  /Ulanle,  allí  vecina 

hasta  morir  del  todo.  Vendrá  el  tiempo 

así  tu  duelo  á  devorar  profundo, 

y  solo  un  rayo  dejará  en  tu  mente. 

y  bañaranla  entonces 

dulces  recuerdos  del  dolor  presente; 

que  en  la  memoria  el  náufrago  se  agrada 

de  la  antigua  tormenta  ya  pasada. 

Y  ya  no  llorarás,  que  luengos  dias 

vendrán  á  helar  en  tu  tranquilo  pecho 

el  fuego  al  sentimiento;  y  el  deshecho 

tumultuoso  huracán  de  las  pasiones 

calmará  su  furor.  Tu  plectro  de  oro 

conservarás  entonces,  que  sonoro. 

sobre  las  ruinas  del  amor,  del  tiempo 

su  triunfo  cantará;  no  ya  cual  suele 

impelido  del  Bóreas  ó  del  Noto, 

la  llama  el  bosque  devorar  remoto. 

Si  como  el  blando  sol  que  anima  suave 

en  el  octubre  el  f)ámpano  florido, 

y  el  dulce  fruto  hinchendo,  solo  ardiente 

de  tiempo  en  tiempo  á  su  pujante  brio 

torna  tal  veza  demostrar  al  mundo 

que  aun  es  el  mitmc  que  abrasó  en  eslío. 


215 


EMPEÑOS  Y  DESEMPEÑOS 


(Feagmento.) 

El  arlículo  «Empeños  y  desempeños»  no  se  ha  publicado  íntegro  en 
ninguna  de  las  ediciones  que  conozco  de  las  obras  de  Fígaro,  únicamente 
en  el  número  7  del  aPobrecito  Ilabladoi*»  (Noviembre  1832),  donde  por 
primera  vez  se  dio  á  luz,  aparece  entero.  Los  párrafos  suprimidos  siguen 
al  que  empieza  «Hijo...  desesperación...»  y  termina  «para  mejor  ocasión 
le  tengo  r«?servado»  y  dicen  así: 


«Réstame  ahora  saber  si  este  arlículo  conviene  h  este  [)aís  y  si  el  vulgo 
de  lectores  está  en  el  caso  de  aprovecharse  de  esta  trillo  anécdota.  ¿Serán 
mas  bien  las  ideas  contrarias  á  las  funestas  consecuencias  que  de  este  fatal 
acontecimiento  se  deducen  las  que  deben  propalarse?  No  lo  sabem  is  solo. 
Solo  sabemos  que  muchos  creen  por  desgracia  que  basta  una  ilustración 
superficial,  cuatro  chanzas  de  sociedad  y  una  educación  falsamente  des- 
preocupad.i  para  hacer  filiz  una  nación.  Nosotros  «declaramos»  positiva- 
mente que  nuestra  intención  al  pintar  ios  funestos  esfeclos  de  la  pocí  soli- 
dez de  la  instrucción  de  los  jóvenes  del  dia  ha  sido  persuadir  á  todos  los 
españoles  que  debemos  tomar  del  extranjero  lo  bueno,  y  no  lo  malo,  que 
está  al  alcance  de  nuestras  fuerzas  y  costumbres,  y  no  lo  que  le  es  superior 
todavía. 

Religión  verdadera,  bien  entendida,  virtudes,  energí  i,  amor  al  orden, 
aplicación  á  lo  últil  y  menos  desprecio  de  muchas  cualidades  buenas  que 
nos  distinguen  aun  de  otr.is  naciones,  son  en  el  dia  las  cosas  que  mas  nos 
pueden  aprovechar.  Hasta  ahora  una  masa,  que  no  es  ciertamente  la  mas 
numerosa,  quien  marcha  á  la  par  de  las  mas  adelantadas  de  los  países  ci- 
vilizados; pero  esta  masa  que  marcha  de  esta  manera,  no  ha  seguido  los 
mismos  p.isos  que  sus  maestros;  sin  robustez,  sin  aliento  suficiente  para 
poder  seguir  la  marcha  rápida  de  los  paises  civilizados,  se  detiene  ja 
deando,  y  se  atrasa  continuamente;  dá  de  cuando  en  cuando  una  carrera 
para  igualarse  de  nuevo;  caminando  á  brincos  como  haría  quien  saltase- 
con  los  pies  travados,  y  semejante  á  un  mal  taquígrafo,  que  no  pudiendo 
seguir  la  viva  voz,  deja  en  el  papel  in  ensas  lagunas,  y  no  alcanza  ni  escri- 
be nunca  mas  que  la  última  palabra.  Esta    masa,  que  se  llama  despreocu- 


—  ^l()  - 

pada  en  nuestro  país  no  es  pues  noas  que  el  eco,  la  última  palabra  de  Fran  - 
cia  no  más. 

Para  esta  clase  hemos  escrito  nuestro  artículo:  hemos  pintado  los  re- 
sultados de  esta  despreocupación  superficial  de  querer  tomar  simplemente 
los  efectos  sin  acordarse  de  que  es  preciso  empez.ir  por  las  causas;  de  in- 
tentar á  fin  sul)ir  la  escalera  á  tramos:  subámosla  tranquilos  escalón  por 
escalón  si  queremos  llegar  arriba, 

¡Que  otros  van  á  llegar  antes!  nos  gritan. 

¿Que  mucho  les  responderemos  si  tan»bien  ecb  ¡ron  á  andar  antes?  De 
jadlos  que  lleguen;  nosotros  llegaremos  después,  pero  llegaremos.  Más  si 
nos  rompemos  en  el  sallo  l.i  cabeza,  ¿qué  recurso  nos  quedará?  Deje,  pues, 
esta  masa, la  loca  pretensión  de  ir  á  la  p<ír,  con  qui.  n  tantas  ventajas  le  lle- 
va; empiece  por  el  principio:  edacacion,  instrucción  Sobre  estas  grandes 
y  sólid.s  bases  se  ha  de  levantar  el  edificio.  Mar(  he  esa  otra  masa,  esa  in  - 
mensa  mayoría  que  se  sentó  hace  tres  siglos;  deténgase  para  dirigirla  la 
arrogante  minoría,  á  quien  engaña  su  corazón  y  sus  grandes  desees  y  en  - 
tonces  había  una  remota  vislumbre  de  esperanza. 

Entre  tanto  nui^stra  misión  es  bien  peligrosa:  los  que  pretenden  mar- 
char adelante  y  la  echan  de  ilustrados  nos  llamarán  acaso  del  «orden  del 
apagador»  á  que  nrs  gloriamos  de  no  pertenecer  y  los  contrarios  no  estarán 
tampoco  muy  satisfechos  de  nosotros.  Estos  son  los  inconvenientes  que  tie- 
ne que  arrostrar  quien  piensa  marchar  igualmente  distante  de  los  extre- 
mos: lili  rstá  la  razón,  nllí  1j  verdad;  pero  allí  el  peligro.  En  fin,  algún  dia 
haremos  nuestra  profesión  de  fé:  en  el  entre  tanto,  quisiéramos  que  nos 
hubieran  entendido.  ¿Lo  conseguiremos?  Dios  sea  con  nosotros:  y  si  lo  lo- 
grásemos, prometemos  escribir  otro  dia  para  todos.» 

«Pobrecito  Hablador».     N,  7,  página  26  á  29. -(Noviembre  1832  ) 


ROBOS  DECENTES 


Hánsenos  comunicados  las  siguientes  cartas: 

«Señor  Munguía>):  soy  aficionado  á  leer  y  además  gusto  de  comprar  li- 
bros cosa  bastante  rara  en  este  pais,  que  Vd.  con  su  acostumbrada  amabi- 
lidad suele  llamar  Batuecas,  tenía  pues  una  pequeña  biblioteca  que  me  di- 
vertía no  poco  en  mis  r.itos  perdidos  y  en  la  cual  me  miraba   como   en   un 


~  '211  — 

fispojo;  pero  es  el  caso  qae  tengo  por  mi  desgracia  más  amigos  que  libros 
tenía.  ¿Cómo  se  niega  un  libro  á  un  amigo?  En  una  palabra,  yo  ho  prestado 
mis  libros  con  la  mejor  voluntad  del  mando,  pero  si  vá  decir  verdad  con 
poco  entendimiento:  mis  amigos  que  no  deben  tener  mucha  memoria  y  sí 
mucha  adiccion  á  todas  mis  cosas, no  mí  han  devuelto  mis  libros.  Hánseme 
quedado  unas  obras  descabaladas,  otras  han  des¿q)arecido  enteras  y  si  al- 
guno me  las  ha  restituido  después  de  largas  súplicas  al  efecto  y  luengos 
plazos  halas  traído  llenas  de  aceite,  dobladas  las  hojas,  rayadas  las  pastas  y 
varios  garrapatos,  palotes  y  monitos  del  niño  de  la  casa  que  esl<á  aprendien- 
do á  escribir  ¡Libros  de  mi  alma  y  amigos  de  todos  los  diablos!  me  ha  di- 
cho que  en  las  Batuecas  no  soy  yo  el  único  á  quien  esto  surede,  porque  es 
costumbre  no  comprar  libros  mientras  halla  amigos  que  1í»s  tengan  y  más 
costumbre  no  hacer  escrúpulo  de  quedarse  con  los  que  á  uno  le  prestan. 
¿Es  cierto,  señor  Bachiller,  porque  me  escandaliza  solo  el  pen.sarlu?¿De  qué 
puede  nacer  esa  falta  general  de  delicadeza? 

Sírvase  Vd.  dar  estos  renglones  al  público  para  ver  si  lo  leen  mis  ami- 
gos, aunque  sea  de  prestado  como  acostumbran  y  mirándose  de  pundono- 
roso vuelvo  á  encajinar  mis  tomos  en  sus  nichos  de  los  cuales  yo  les  asegu- 
ro, que  no  volverán  á  salir. 

De  usted  señor  don  Juan,  atento  servidor. — Mateo  Pierdes. 

Las  pers  ñas  que  no  han  adoctado  todavía  el  sistema  de  devolver  los 
libros  que  les  prestan,  darán  á  esta  carta  una  contestación  mas  satisfacto- 
ria que  la  que  nosotros  pudiéramos  dar. 

Señor  Hablador:  Soy  dueño  de  un  café  de  los  mas  acreditados  de  esta 
Corte,  y  lleno  de  los  mejores  deseos,  he  querido  imitar  á  muchos  de  mis 
cofrades,  procurando  tener  siempre  á  disposición  de  mis  parroquianos  los 
muchos  y  buenos  periódicos,  que  en  esta  ilustrada  capital  se  dan  á  la  luz 
pública.  ¿Querrá  Vd.  creer  señor  Hablador  que  no  se  ha  verificado  un  solo 
mes  reunir  el  dia  30  todos  los  números?  Pues  no  se  le  figure  á  Vd.  que  les 
tengo  tirados  por  esas  mesas  ala  merced  de  todo  advenedizo:  no  señor; 
léngolos  atados  como  locos  y  sujetos  á  una  tabla  con  su  correspondiente 
candado;  pues  así  los  arrancan  y  no  diré  que  me  los  roben;  nada  de  eso, 
sino  que  se  los  llevan  y  nunca  mas  los  vuelven  á  traer,  ¿Es  posible  que 
sean  los  periódicos  tan  buenos  ó  los  hombres  tan  malos? 

Sírvase  Vd.  insertar  esta  mera  preguntilla  en  ese  folleto,  ó  libelo,  ó 
periódico,  ó  lo  que  sea,  si  es  que  se  sabe  lo  que  es.— íFrasco  Botiller. 

aSeñor  Bachiller:»  soy  muy  amigo  de  ir  al  teatro,  y  muy  raro  por  con- 
siguiente el  dia  que  á  las  diez  de  la   mañana  no   tengo   ya  mi  luneta    en  el 

bolsillo.  ¿Querrá  Vd.  creer  que  no  me   acontece  un   solo   dia   encontrar  mi 

i8 


—  2Í8  — 

asiento  desocupado?  Todus  las  noches  tengo  que  desalojar  al  enemigo.  Go- 
mo soy  algo  malicioso,  he  dado  en  observar  y  he  echado  de  ver,  que  hay 
una  baraja  de  Batuceos  que  entran  en  el  teatro  sin  billete,  se  sientan  en 
una  luneta  con  la  esperanza  de  que  aquella  ó  la  del  lado,  ó  alguna  en  fin, 
no  tendrá  dueño:  van  viendo  á  buena  cuenta  la  función  se  salen  poco  antes 
de  recoger  ios  billetes  y  vuelven  á  entrar  después  de  haberlos  recogido. 
¡Y  si  Vd.  viera  que  bien  puestos  y  que  galantes! 

¿De  qué  podrá  provenir  esta  especie  de  franqueza?  ¡Yo  estoy  aturdido 
de  ver  las  economías  que  adoptan  algunas  personas  en  su  modo  de  vivirl 
Tenga  Vd.  la  bondad  de  hablar  algo  á  cerca  de  esto,  para  ver  si  puede  usted 
ahorrarme  el  trabajo  de  sonrojar  todas  las  noches  á  un  hombre  «de  honor» 
y  verificar  el  número  y  otras  impertinencias  de  esta  especie.  Su  afectísimo 
amigo. — Simón  Sismo. 

Piensan  estos  buenos  Batuceos  que  se  corrigen  aquí  las  cosas  con  de- 
cirio,  ni  de  ninguna  otra  manera.  ¡País  incorregib'e!  Los  más  no  lo  leen. 
Los  menos  se  contentan  con  esclamar:  ¡Es  verdad!  ¡Tiene  razón!  ¡Es  mucho 
Bachiller!  A  nadie  deja  en  paz;  Pero  enmendarse,  que  se  enmienden  los 
«demás  que  yo  no  soy  mas  que  uno.»  Todos  quieren  ser  esta  excepción. 
¡Bien  haya  la  impenitencia! 

(El  «Pobrecito  Hablador.»  Núm.  8,  página  28  á  32.  Diciembre  1832,) 
No  se  han  reproducido  luego   en  las  reimpresiones  de  dicho  periódico. 


LA  EDUCACIÓN  DE  ENTONCES 


«¿Tan  fácil  les  parece  á  vuesas  mercedes  hinchar  un  perro?»,  decía  el 
loco  de  Cervantes  y  ¿tan  fácil  les  parece  á  vuesas  mercedes  hinchar  dos 
columnas  de  la  Revista  todos  los  domingos?  puedo  decir  yo  con  más  razón. 

No  todo  ha  de  ser  «Teatro»,  no  ha  de  ser  «Facciosos»  todo.  ¡Costum- 
bres, pues.  Costumbres!  He  aquí  una  exigencia  más  difícil  de  satisfacer 
de  lo  que  parece.  ¿Tiene  en  el  dia  nuestro  pueblo  y  tienen  sus  costumbres, 
un  carácter  fijo  y  determinado  ó  tiene  cada  familia'siis  costumbres,  según 
la  posición  que  ha  ocupado  en  este  medio  siglo  anterior?  Mucho  me  temo 
que  sea  esta  la  verdad  y  que  nos  hallemos  en  una  de  aquellas  transiciones 
en  que  suele  mudar  un  gran  pueblo  de  ideas,  de  usos  y  de  costumbres:  el 
observador  más  perspicaz  puede  apenas  distinguir  las  casi  imperceptibles 


-  219  - 

líneas  que  separan  al  pueblo  español  del  año-  ocho  del  del  año  veinte,  y  á 
este  del  del  treinta  y  tres.  Paréceme,  por  otra  parte,  que  esta  gran  revo- 
lución de  idas  y  esta  marcha  progresiva  se  hace  solo  por  secciones:  des- 
cártese hacia  adelante  en  cada  época  marcada  una  gran  porción  de  la  fa- 
milia española.  ¿Queda  sin  embargo  algún  descarte  que  hacer?  A  esta 
pregunta  pueden  responder  las  gavillas  que  perturban  todavía  nuestra 
tranquilidad,  en  representación  del  tiempo  antiguo.  Cerca  está  el  dia  sin 
embargo,  en  que  volveremos  atrás  la  vista  y  no  veremos  á  nadie:  en  que 
nos  asombraremos  de  vernos  todos  de  la  otra  parte  del  rio  que  estamos  en 
la  actualidad  pasando. 

He  aquí  las  ideas  que  revolvía  en  mi  cabeza  uno  de  estos  dias  en  que 
el  mal  humor,  que  habitualmente  me  domina,  me  daba  todo  el  aspecto  de 
un  filósofo,  y  me  había  sacado  á  pasear  maquinalmente  por  la  ronda. 

Paseaban  delante  de  mí  dos  figuras,  de  las  cuales  no  tardé  por  su  ves- 
tido en  deducir  la  opinión  y  el  partido.  Los  dos  llevaban  peluca  rubia;  ca- 
ñas de  Indias  por  bastón;  calzón  y  zapato  con  hebillas  ..  Poco  se  vé  de 
esto  ya,  pero  se  vé. 

— Buen  tiempo  hemos  alcanzado,  y  bravo  siglo;  Sr.  D.  Lope  de  Anta- 
ño!, decía  el  uno  cuando  yo  llegué  á  poderlos  oir. 

— ¿Quién  nos  lo  había  de  decir,  Sr.  D.  Pedro  Josué  de  Arrieran?  res- 
pondía el  otro.  ¡Qué  furor  de  educación,  y  de  luces  y  reformas!  ¡Válgame 
Dios!  ¡Qué  de  ideitas  nuevas  de  quita  y  pon,  qué  poca  estabilidad  en  las 
cosas!... 

— ¡Ya!  si  hay  hombres  que  tratan  de  persuadirnos  á  que  no  se  puede 
vivir  sin  todos  esos  alifafes... 

—  Ahí  está  Sr.  D.  Pedro.  Se  les  figura  á  estos  hombres  de  ahora  que 
hasta  que  ellos  han  venido  á  abrirnos  los  ojos  no  había  en  nuestra  patria 
cosa  con  cosa.  Yo  no  me  comprometeré  á  decir  lo  que  había;  pero  yo  me 
acuerdo,  porque  no  hace  tantos  años,  que  no  había  en  este  pais  caminos, 
ni  diligencias,  ni  barullos;  había  menos  arte  todavía  que  ahora,  sí  cabe,  y 
me  tenía  usted  á  mí  y  á  otros, con  nuestros  destinos  en  regla  rebosando  sa- 
lud y  alegría.  Se  distinguían  las  clases,  hasta  en  el  vestir,  que  ahora  no 
parece  sino  que  todos  somos  hijos  de  un  mismo  padre.  No  había  esa  ilus- 
tración, ni  esa  industria...  ¡Mire  usted  qué  pedrada!  No  había  más  fabri- 
cas que  la  de  medias  de  Toledo,  y  la  de  navajas  prohibidas  de  Albacete, 
como  quien  dice;  pero  éramos  españoles,  aunque  quieran  decir  que  éramos" 
más...  ¡Qué  tiempos  aquellos!  Yo  quiero  referirle  á  usted  la  vida  que  ha 
cía.  En  primer  lugar  tenía  yo  veinte  años  y  sabía  leer,  escribir  y  las  cua- 
tro cuentas:  5'a  era  un  hombre:  pues  no  había  que  pensar  que  yo   hubie^§ 


—  no  — 

visto  risueña  la  cara  de  mi  padre;  le  tenía  más  miedo  que  á  una  tempes- 
tad: raro  era  el  dia  que  no  llevara  yO  un  par  de  zurras  por  cualquier  frio- 
lera, por  lo  cual  andaba  tan  en  punto  que  más  parecía  lana  vareada  que 
cuerpo  de  persona. 

¡Qué  tiempos  aquellos!  Así  me  entró  el  lalin.  ¿ir  yo  h  lerlul*as?  ¿ehl 
Como  ahora, que  cuenta  un  mocoso  apenas  dos  lustros  y  se  entra  de  rondón 
en  el  mundo,  y  enamora  á  las  muchachas  como  si  tuviera  sesenta  años!  ¡No 
señor!  l-^ln  una  ocasión  se  me  antojó  gdfantear  á  una  criada  que  enfrente  de 
mi  casa  vivía,  porque  al  fin  los  muchachos  siempre  han  de  ser  muchachos; 
¿y  sabe  usted  lo  que  hacía?  Gomo  estaba  recogido  y  encenaüo  ya  á  las  ocho 
de  la  noche,  tenía  que  atar  mis  sábanas  y  mi  manta  y  por  la  vetítana  de  mi 
habitación,  me  iba  boniticamente  descolgando  hasta  la  calle,  donde  habla- 
bamos  y  tal.  Sí  señor.  Como  que  una  noche  se  soltó  la  sábana  y  me  rompí 
este  pié:  desde  entonces  ni  él  ha  vuelto  á  entrar  en  caja,  ni  he  dejado  yo 
un  soIj  momento  de  ser  cojo.  Tal  porrazo  me  grangeo  la  vigilancia  de  mi 
padre.  ¡Qué  tienipos  aquellos,  y  cuanto  tengo  que  agradecerles!  ¿Había  yo 
de  haber  hablado  á  sabiendas  suyas  con  una  joven?  ¡Jesús!  Mire  usté  I.  A 
los  treinta  años  me  casé.  ¿Querrá  usted  creer  que  nunca  le  había  visto  la 
cara  á  la  novia,  ni  e  la,  que  tan  recogida  vivía  como  yo,  me  la  había  visto 
á  mí?  iNi  conocíamos  nuestro  carácter,  ni... Nos  lo  dieron  todo  hecho;  así  fu- 
que  después  nos  llevábamos  siempre  muy  mal  mi  muger  y  yo.  Por  supues 
to  que  luego  que  me  casé  sucedía  en  mi  casa  lo  propio  que  en  la  de  w.\  pa  - 
dre;  si  viera  usted  qué  tundas  le  pego  á  mi  chico!  La  letra  con  sangre  entra; 
él  podrá  no  salir  bien  enseñado,  pero  saldrá  bien  apaleado.  E^o  es  cariño, 
lo  demás  es  cuento;  nunca  pude  llevar  en  paciencia  la  inconstancia  del  si- 
glo. Una  sola  oficina  he  tenido  en  toda  mi  vida,  una  sola  peluca,  un  mismo 
sastre,  un  zapatero  no  más,  una  propia  tertulia.  Y  he  leido,  sí  señor;  he  si  • 
do  muy  aficionado  á  leer,aquí  donde  usted  me  vé:  en  casa  tengo  el  «Viage- 
ro  Universal»,  á  no  ser  once  tomos  que  me  faltan,  y  todos  los  ^Mercurios» 
desde  el  año  70,  y  las  gacelas  y  los  diarios  muy  bien  encuadernados,  (jue 
nunca  los  dejaba  de  la  mano,  como  no  fuese  para  reñir  a'gun  rato  coi  mi 
Angelita:  porque  eso  sí;  no  era  uno  como  esos  maridos  de  ahora  que  se  de 
jan  los  dias  y  las  noches  solas  á  sus  mugeres  á  merced  del  primei*  boqui- 
rrubio que  pasa  y  entra:  en  eso  consistía  el  reñir,  poique  como  no  nos  po- 
díamos ver.  . 

— Esa  es,  señor  don  Lope,  esa  es  la  vida  arreglada  que  hay  que  hacer, 
y  no  la  barabúnda  ni  la  educación  de  ahora.  Yo  lo  que  sé  decir  á  usted  es, 
que  me  acuerdo  también  de  un  tiempo  en  que  no  se  encontraba  un  libro 
por  un  ojo  de  la  cara,  como  no  fuese  el  Astete.  el  «Observatorio  Rústico»  de 


—  221  - 

Salas,  que  es  todo  un  libro,  y  otras  cosilhis  sanas  é  inslruólivas  al  mismo 
tiempo;  pues  no  se  movía  una  pají  eii  toda  la  monarquía.  ¡Y  qué  enseñan 
zn!  En  aqueil  iS  tiempos  ponía  usted  á  su  muchactío,  si  lo  tenía,  en  la  es- 
cuela Pia  ó  cosa  semejante,  y  saliía  usted  que  le  enseñ  iban  su  latín  y  su 
buen  c.irácter  de  letra,  que  era  nn  primor:  y  ho  le  parezca  á  usted,  todo 
esto  en  menos  de  diez  ó  doce  .ño..  Ya  vé  ust'Ml  .  ¿Pues  ahora?  ¿eh?  Hi  de 
saber  el  niño  en  un  abrir  y  cerrar  do  ojos,  francés,  inglés,  italiano,  mate- 
máticas, historia,  geografía,  baile,  esgrima,  equitación,  dibujo,  ¡qué  sé  yo! 
Sin  conocer  que  eso  no  es  par.i  nuestro  carácter.  Sin  ir  más  lejos:  yo  tengo 
un  sobi'ino,  cuyo  p;ulre  dio  t<imbien  en  la  llor  de  las  relorinas  y  de  las  ideas 
nuevas.  Le  puso  al  muchacho  tanto  divino  ayo,  y  maestro  y  pedadogo,  que 
no  tenía  un  momento  en  el  día  para  rebullirse.  ¿Y  qué  sucedió?  ¿Qué  liabía 
de  suceder?  Se  quedó  el  muchacho  pálido,  seco  corno  un  esparto...  dab.i 
lástima  verle...  Y  d.irle  que  había  de  estudiar  y  que  había  de...  pues  estu- 
dio fué  que...  en  fin...  dos  meses  hace  no  más  que  murió... 

—  ¿Qué  dice  usted?  ¡Angelito!  ¿Y  murió  de  estudiar? 

— No  señor,  murió  de  un  cólico;  pero  voy  á  lo  que  es... 

—  Por  supuesto.  ¡Qué  lástima! 

—  Es  claro.  ¿Y  para  qué  es  toda  esa  prisa?  Para  que  el  niño  sepa  y  al- 
terne en  una  sociedad,  en  cu  .nto  le  apunte  el  bozo,  y  brille  y  hable  con  el 
tiempo  en  público,  y.  . 

—  ¡Bravo!  Sr.  D.  Ptdro,  bravo!  No  se  puede  decir  mas... 

— Pms  y  las  muchachas  que  recogidas  se  criaban,  en  un  santo  temor 
de  Dio?,  sin  novclicas,  ni  óperas,  ni  zarandajas.  Verdad  es  que  eran  un  po- 
co mas  hipócritas;  pero  ¡mire  usted  que  malo!  A  lo  menos  no  daban  que 
decir.  En  el  dia  los  libricos  empiezan  á  alborotarles  los  cascos,  se  acaloran 
y  al  primer  querido,  concluye  la  obra  que  empezaren  los  libros,  ¡paf! 
holo  el  diablo  sabe  lo  cjue  ¡inda;  se  le  casan  á  nsted,  si  es  que  se  le  casan, 
poco  menos  que  sin  pediile  licencia.  Verdad  es  que  yo  conocí  aunen  aque- 
llos tiempos  mas  de  cuatro  ..  de  las  í:uales  una  se  escapó  con  un  mozalvete 
á  quien  quería,  porque  la  tenían  oprimida  sus  padres:  otra  cogió  una  pul- 
monía que  la  echó  al  hoyo  en  pocos  dias,  de  ver  al  suyo  á  deshora  por  la 
rf'j»,  porque  no  se  eiilrab  n  los  hond)ie3  en  las  casas  de  honor,  con  la  fa- 
cilidad (jue  ahora;  oira  que  se  aficionó  del  criado  d3  su  casa  mas  de  lo  que 
á  su  recalo  y  buen  nombie  convenía,  porque  no  vía  otra  alma  nacida,  hubo 
lo  que  Dios  fué  servido  y  se  murieron  sus  padres  de  pesadumbre;  y  otra 
por  fin  se  murió  ella  ¡.  isnia  de  trisuza  en  un  convento,  donde  la  metieron 
poi  fuerza  sus  padres  llenos  de  prudencia,  por  miedo  de  que  se  perdiese 
en  el  siglo.,,  Si   señor,  esto   es  verdad,  porque  la  carne  siempre  ha  sido 


—  222  — 

flaca;  pero  tenía  usted  á  lo  menos  el  gusto  de  saber  que  no  habían  sido  los 
libros  los  que  le  habían  pervertido  á  aquellas  inocentes  criaturas. 

¡Oh!  y  que  bien  dice  usted,  señor  don  Pedro.  Yo  le  juro  á  usted  por  la 
verídica  pintura  que  ante  los  ojos  me  acaba  de  poner,  que  he  de  emplear 
lo  poco  que  valgo, en  hacer  porque  no  sigm  adelante  estas  ideas  nuevas  que 
que  se  apoderan  sin  remedio  de  todas  las  cabezas,  trastornando  nuestras 
costumbres  y  nuestro  moJo  de  vivir:  sino  que  volvamos  á  nuestro  primitivo 
estado. 

—  A  bien,  Sr.  D.  Lope, que  el  pandero  está  en  buenas  manos.  ¿Le  pa- 
rece á  usted  que  nuestros  :  migos  se  dormirán  en  las  pajas?..  Como  ellos 
puedan.. 

— Dios  lo  quiera,  señor  don  Pedro,  como  usted  y  yo  se  lo  regaremos 
para  paz  nuestra,  aumento  de  nuestro  sueldo,  educación  de  nuestras  fami- 
lias y  bien  general  de  nuestros  compatriotas,  por  cuya  verdadera  felicidad, 
entendida  de  este  modo,  y  no  de  otro  alguno,  me  dejaría  yo  arrancar  una  á 
una  todas  las  muelas;  aunque  no  me  han  quedado  en  la  boca  sino  dos,  de 
resultas  de  las  fluxiones  que  me  han  acometido  desde  estas  malditas  re- 
formas  

Llegaba  aquí  el  diálogo  y  nosotros  insensiblemente,  ellos  hablando  y 
yo  escuchando,  llegábamos  ya  á  las  puertas  del  convento  de  Atocha;  á  este 
punto  fuéme  imposible  seguir  oyendo  porque  se  entraron  devotamente  en 
él  mis  dos  interlocutores,  y  yo  volvíme  hacia  Madrid,  diciendo  para  mí: 
«¡H(3  aquí  los  hombres  de  entonces!  ¡Hé  aquí  los  viejos  materiales  con  quo 
quieren  hacerse  casas  nuevas!  jllé  aquí,  en  fin,  un  artículo  de  costumbres, 
mejor  que  todos  los  que  yo  acertara  á  hacer!!!!» 

(Este  artículo  lo  he  visto  publicado  primero  como  inédito  en  «El  Labe- 
rinto» (semanario  de  Cádiz  1847),  y  luego  en  «El  Correo  Sevillano»  núme- 
ros 'iy5,  196  y  197  de  Mayo  de  1852  y  en  «La  Enciclopedia»  N.  25,  Año 
V.~  Sevilla  ll  Julio  de  \m.) 


—  223 


RECUERDOS 


(LISBOA,    MAYO    DE    1835.) 

Ya  es  la  noche  bien  cerrada 
Y  entre  las  oscuras  sombras, 
Del  bravo  viento  impelidas 
Se  ven  reluchar  las  ondas. 

En  el  inquieto  elemento 
De  la  bahía  anchurosa 
Solo  el  balance  alternado 
Del  surto  buque  se  nota: 

Que  ni  bergantin  velero 
La  rauda  corriente  corta. 
Ni  á  la  gaviota  se  siente 
Buscar  abrigo  en  las  rocas. 

Solo  al  lejos  se  divisan 
Columpiándose  las  cofas 
De  una  ligera  falúa 
Que  presta  al  viento  su  lona; 

Y  lejos,  tras  sí  dejando 
Las  peninsulares  costas, 
Confusamente  aparece 
Vuelta  á  los  mares  la  proa. 

Tal  vez  la  rápida  llama 
De  un  relámpago  colora 
La  vacilante  cubierta 
De  la  nave  nadadora; 

Y  el  delineado  contorno 
De  una  misteriosa  sombra 
Entonces  á  ver  se  acierta 
Puesta  en  pié  sobre  la  popa, 

Nube  de  dolor  envuelve 
Su  frente  altiva  y  rugosa, 
Y  en  firme  actitud  parece 
Ser  el  genio  de  las  olas. 

Ora  en  la  ciudad  de  Ulises 
Clavando  la  vista  torva^ 


—  224  — 

Ora  contemplando  triste 
La  marejada  espumosa. 

Ten  presto  an  hondo  suspiro 
De  su  corazón  rebosa, 
Como  á  sus  trémulos  labios 
Sonrisa  amarga  se  asoma. 

Al  ün  lanza  de  su  pecho 
La  voz  destemplada  y  ronca, 

Y  así  al  Tajo,  que  le  escucha. 
Con  triste  acento  apostrofa: 

«Eio  Tajo,  rio  Tajo 
El  de  la  corriente  undosa, 
El  de  las  arenas  de  oro, 
El  que  padre  España  nombra; 

»Tú  me  viste  más  felice 
Que  infeliz  me  ves  ahora; 
Aun  no  pasaron  seis  lunas 

Y  pasó  mi  dicha  toda 
«Risas  y  juegos  y  amores 

Me  tejían  la  corona; 
Mas  era  de  flores  leves 
Que  un  leve  soplo  deshoja. 

»Y  hoy  mas  lágrimas  ardientes 
De  mis  pobres  ojos  brotan 
Que  turbias  cndas  revuelves 
Contra  el  muro  de  Lisboa; 

»Que  amor,  como  tu,  en  su  origen 
A  vogar  manso  provoca 
Al  i-n cauto  navegante 
En  sus  agu  ¡s  humildosas; 

))Y,  á  su  fin,  crecido  y  fuerte 
y  caudaloso  le  ahoga, 
De  sus  esfuerzos  burlando 
En  la  barra  procelosa. 

»Lleva  á  los  mares  mis  quejas. 
Ya  que  lu  corriente  loca 
No  te  consiente  tornarlas 
A  donde  está  mi  Señora. 

A) Tal  vez  ora  con  tus  aguas 


—  225  — 

Mezcla  lágrimas  copiosas, 

Y  tu  al  mar  llevas  con  ellas 
Al  mismo  que  las  provoca. 

»Tú  que  fecundante  bañas 
Las  regiones  españolas, 
Desde  el  alcázar  de  Reyes 
Que  Aranjuez  rico  decora, 

«Hasta  las  playas  de  Luso, 
Archivo  de  tantas  glorias, 
Deja  un  punto  para  oirme 
Sus  venerandas  memorias 

»Que  harto  sin  tí  de  los  Gam-is 
Los  altos  hechos  pregona 
El  mundo  todo,  asombrado 
Desde  el  Brasil  hasta  Goa. 

))Si,  en  tu  curso  hasta  los  mares, 
A-lgun  alma  generosa 
llallas  á  enjugar  propicia 
Mis  lágrimas  abundosas; 

dSí  lusitanas  bellezas 
Mi  muda  lira  provocan. 
Si  el  tributo  le  demandan 
De  admiración  amorosa; 

»Diles  ¡ay!  que  ya  tan  solo 
Ecos  de  dolor  entona 
Para  amores  y  placeres; 
Que  sus  cuerdas  yacen  rotas; 

«Diles,  que  errante  y  perdido 
El  vate  infeliz  se  arroja 
Al  mar,  maldiciendo  acaso 
La  misma  patria  que  adora; 

aQue  busca  paz  en  el  golfo 

Y  sepultura  en  las  olas. 
Que  su  musa  es  la  desgracia 
Que  las  tormentas  invoca; 

»Que  no  heredó  de  Canioes 
Sino  la  desdicha  loca, 
Mas  no  con  el  plectro  dulce 
La  inspiración  que  le  endiosa; 


29 


-  ^20  — 

ȟiles  que  tan  solo  un  voto 
La  amistad  para  ellas  forma: 
¡Plegué  á  Dios  que  no  amen  nunca 
Las  que  aun  el  amor  ignoran! 

» ¡Plegué  al  cielo  que  en  su  vida 
Las  baga  el  amor  dichosas! 
Que  son  del  amor  las  dichas 
Mas  amargas  que  las  ondas. 

wGomo  ellas  también  volubles, 
Gomo  ellas  alhagadoras, 
Pérfidas  también  como  ellas 

Y  como  ellas  azarosas. 
«Esto  diles,  y  en  tu  curso 

Si  ha  de  ser  mi  última  hora, 
Haz  que  tus  ondas  me  traigan 
El  nomhi^e  de  mi' Señor  a  r 
Aun  sonaban  los  acentos 
De  la  sombra  misteriosa, 

Y  ya  apenas  se  estrellaban 
En  los  muros  de  Lisboa. 

Lejos  de  la  playa  amiga 
El  batel  humilde  voga; 
Tal  vez  se  hunde  en  los  abismos, 
Tal  vez  en  las  nubes  toca. 

Arrecia  el  viento  irritado 
Sacudiendo  la  ancha  lona: 
Un  punto  negro  es  el  barco 
Entre  la  espuma  furiosa. 

Montes  de  agua  lo  combaten, 
Vientos  opuestos  le  azotan, 
Ardientes  rayos  le  abruman. 
Continuos  truenos  lo  asordan, 

Y  con  la  tormenta  el  vate 
Confunde  su  voz  sonora, 

Y  en  su  último  acento  se  oye. 
El  nombre  de  su  Señora. 

(«La  Enciclopedia».— Revista  científica  literaria— Sevilla   21    Julio  de 
1881.— Año  V  N.^  26.  p.  205  y  206.) 


~  227  — 


— Está  loca,  drama  nuevo  en  dos  actos  representado  en  francés  estas 
noches  pasadas  en  el  llamado  teatro  del  Príncipe,  por  la  que  se  dice  compa- 
ñía de  verso, 

Víimos  á  cuentas:  ¿Quién  eslá  loca?  Sepamos  de  quien  vamos  hablando. 
Ella:  ¿quién  es  ella?  ¿Es  la  Empresa  la  que  está  loca?  Pero  la  Empresa  no  es 
ella  sino  que  son  ellos.  A  pesar,  pues,  de  las  apariencias,  no  es,  pues,  la 
Empresa  la  que  eslá  loca;  menos  puede  ser  el  traductor,  porque  el  traduc- 
tor es  él.  ¿Es  la  gente  que  había  de  ir  al  drama  la  que  está  loca?  Esa  bien 
podrá  ser  eila,  pero  no  ha  ido,  con  que  tampoco  es  ella. 

No  pudiendo  dar  con  quien  ha  perdido  la  cabeza  en  este  asunto,  inter- 
némonos en  el  drama,  y  veamos  siquiera  si  podemos  dar  con  quien  ha  per- 
dido el  tiempo. 

«Elle  est  folie»,  comedia  original,  es  uno  de  esos  cuentos  caseros  que 
se  dan  á  cierto  público  de  París  en  los  teatros  secundarios  para  dormirle: al 
pasir  los  Piíineos,  no  solo  no  ha  perdido  su  patria  ni  su  viso,  sino  que  ha 
quedado  cada  vez  más  francés  y  cada  vez  más  soporífero.  Es  de  presumir 
que  si  se  le  pudiese  dar  otra  mano  de  traducción  y  en  eso  no  vemos  dificul- 
tad mayor,  sería  cosa  de  dormirse  los  mismos  actores  que  lo  representan. 

Es  parto  de  la  imaginación  de  Mr,  Melesville,  uno  de  los  vaudevillis- 
tas  más  furiosos  y  sentimentales  de  París,  y  fué  representado  por  primera 
vez  en  el  teatro  de  Yaudeville  en  Enero  de  1835:  si  otra  cosa  no  saben  en 
contrario  los  carteleirJ  de  la  empresa,  que  en  esto  de  saber  lo  que  en  la  ca- 
pital de  la  Francia  acontece,  rayan  muy  alto.  Ya  hemos  apuntado  varias 
veces  las  razones  por  qué  son  semejantes  frioleras  bien  admitidas  en  Fran- 
cia; allí  hay  público,  actores,  autores  y  teatro  para  todo:  aquí  noliay  nada 
para  nada,  y  están  además  en  armonía  con  las  costumbres  del  pais  los 
largos  diáb  gos  y  las  medias  tintas  de  la  conversación  fútil,  pero  aguda  y 
chistosa  de  semejantes  producciones  Llamólo  el  autor  comedia;  y  el  tra- 
ductor, mucho  más  entendido  que  aquel,  al  dejar  todo  el  lance  en  francés, 
mudólo  solo  el  género.  En  Lisboa,  en  Londres  y  en  otras  capitales  de  Eu- 
ropa ha  solido  haber  teatro  francés:  en  Madrid  ni  sería  ana  novedad,  ni 
haría  efecto  ninguno  semejante  establecimiento. 

Ya  ha  tiempo  que  estamos  á  él  acostumbrados,  ni  luxcc  falta  para  que 
continúe  más  gastos  que  eldé  uij  par  de  traductores  de  los  que  en  el  di^."^ 


—  52S  — 

se  están  usando,  y  que  felizmente  cuestan  poco.  Retirados  nosotros  com- 
pletamente del  teatro,  por  ahora  no  sabemos  si  tienen  los  ingenios  motivos 
para  quejarse  de  la  longanimidad  de  la  empresa:  pero  sería  grave  injusti- 
cia, sobre  todo,  si  paga  estas  meras  copias  como  traducciones:  si  tal  hace, 
no  solo  la  declaramos  generosa,  sino  que  habremos  de  convenir  en  que  tie- 
ne mucho  dinero  de  más,  y  no  sabe  qaé  hacerse  de  él. 

Comenzamos  á  tener  fundadísimas  esperanzas  de  que  la  intervención 
francesa  se  ha  de  verificar  por  fin  en  toda  la  acepción  de  la  palabra.  Nos- 
otros la  declaramos  ya  existente  en  el  teatro  del  Príncipe;  no  le  falta  más 
que  trasladarse  al  teatro  de  la  guerra:  teatro  por  teatro,  bueno  sería  sin 
embargo  que  hubiera  empezado  al  revés. 

Para  prueba  délo  que  asentamos  solo  una  muestra  daremos:  «et  cri- 
mine ab  uno  disce  omnes»:  dice  Mr.  Melesville: 

«Mon  vieux  David  vous  attendrá 
au  bout  de  l'avenue» 
y  creé  traducir  el  traductor 

«Mi  viejo  David  os  esperará 
en  la  avenida  del  parque  » 
Esto  es:  que  cuando  los  franceses  escriben  «le  bout  de  ravenue»  quie- 
ren decir  que  un  parque  (de  artillería  por  ejemplo)  se  sale  de  madre  por  el 
deshielo  sin  duda  de  las  nieves,  y  produce  una  avenida,  en  medio  de  la 
cual  (escelente  parage  para  una  cita)  espera  el  viejo  David.  ¡Pobre  viejo 
y  pobre  rey  de  Israel! 

Bravo,  señor  traductor:  ¿como  cuánto  le  ha  costado  á  V.  el  dicciona- 
rio de  que  usa,  y  hasta  qué  punto  cuenta  V.  con  la  paciencia  pública  de 
que  abusa?  Bien  pudiera  respondernos  el  traductor  que  el  publico  pasa 
por  esas  cosas  sin  dar  señales  de  vida.  Así  es  la  verdad,  y  desgraciada- 
mente desde  que  asistimos  á  teatro  no  hemos  visto  recaer  sobre  disparates 
de  esta  especie  la  menor  señal  de  reprobación:  no  hace  mucho  que  otro 
traductor,  hermano  de  padre  y  madre  del  de  este  drama,  y  discípulo  sin 
duda  del  mismo  maestro,  escribía  más  feo  que  Caco,  creyendo  que  Caco 
era  un  superlativo  aplicado  á  toda  cosa  que  fuese  mucha;  es  lo  mismo  que 
si  hubiese  dicho  que  tenía  un  frió  cerval;  pues  el  auditorio  no  se  dio  por 
entendido,  tanto  que  hasta  el  dia  nosotros  no  nos  hemos  atrevido  á  decir 
de  este  caso  una  palabra,  temerosos  de  que  tuviese  razón  el  traductor. 

El  argumento  de  «Está  loca»  es  singular.  Han  de  saber  Vds.  que  en 
Inglaterra  están  tan  adelantados  que  la  mayor  ignominia  que  puede  suce- 
der á  una  familia,  no  es  tener  en  ella  á  un  ladrón  ó  á  un  cobarde,  ú  otra 
Qosa  semejante,  sino  el  haberse  visto  acometido  uno  de  esos  individuos  de 


—  Í29  — 

una  enfermedad,  como  la  locura.  Así  lo  asegura  el  autor,  y  cuando  tal  co- 
sa sucede,  se  esconde  todo  el  mundo  y  huye  de  la  casa  como  si  en  ella  vi- 
viera un  traductor  del  teatro  de  iMadrid. 

Guiada  de  este  principio  LaJy  Anna,  vive  escondida  con  su  marido  y 
una  sobrina  en  una  quinta  cerca  de  Londres,  donde  nadie  sabe  que  viven 
retirados,  sino  los  periódico  .  V  gúrense  Vds.  si  la  cosa  está  callada.  Pero 
no  es  porque  ellj  esté  loca,  como  que  un  pase  de  muleta  hecho  al  público; 
pero  ella,  la  que  está  loca,  es  él,  es  decir,  el  marido.  ¿Y  de  qué  está  loco  el 
marido?  El  marido  está  loco  porque  un  hombre  enamorado  de  su  sobrina 
seguía  á  la  familia  á  todas  partes,  incluso  Ñápeles,  en  cuya  ciudad  el  hom- 
bre yo  amost.izndo,  y  creyendo  que  el  muchacbo  se  las  había  con  su  rauger, 
coge  y  se  sacude  la  mosca  echándole  al  mar  lodo  él,  menos  un  pañuelo 
b  anco  que  se  quedó  sobre  el  agua,  como  era  natural,  y  que  fué  lo  que  á  él 
lo  trastornó.  El  estratagema  de  echar  al  agua  todo  el  que  le  ronde  á  uno  la 
muger  no  puede  ser  mas  ingenioso,  y  es  desuna  moralidad  profunda,  y  mas 
si  el  agua  es  el  mar:  y  si  no  hubiera  sido  por  el  pañuelo,  la  cosa  hubiera 
quedado  ahí.  Pero  súbesele  al  celoso  el  pañuelo  á  la  cabeza,  y  ya  lo  tene- 
mos loco. 

Hé  aquí  como  se  vale  muchas  veces  la  Providencia  de  los  medios  mas 
pequeños  para  castigar  á  los  homicidas.  Pero  Sir  Harleipg  tiene  por  carác- 
ter especial  de  su  locura  el  creer  que  la  loca  es  su  muger,  circunstancia 
que  nunca  ven  tan  clara  los  maridos,  sino  cuando  es  falsa  como  en  este 
caso;  y  llama  para  ponerla  en  cura  á  un  famoso  doctor  de  Londres,  que  es 
el  señor  Azcona;  por  consiguiente  la  ilusión  es  perfecta. 

Un  pariente  del  loco,  sabedor  por  los  periódicos  del  secreto  de  su  locu- 
ra, viene  á  reclamar  sus  bienes,  y  cuando  ya  nadie  sabe  como  salir  del 
aj-  rielo,  salvo  el  loco  que  quiere  echarle  al  agua  como  al  otro,  sin  averiguar 
si  tiene  ó  nó  pañuelo  blíinco,  se  aparece  el  joven  enamorado  de  la  sobrina, 
cuya  muerte  por  lo  visto  se  redujo  á  un  baño  de  mar.  El  médico  saca  parti- 
do de  esta  circunstancia,  y  después  de  una  pequeña  farsa  bastante  ridícu 
la,  el  loco  sana  de  repente,  reconoce  la  virtud  de  su  muger,  la  cual  es  &in 
duda  una  Lucrecia,  supuesto  que  el  galán  obsequiaba  á  la  sobrina,  y  no  á 
ella,  y  casando  á  los  muchachos,  aprende  á  no  dejarse  llevar  nunca  de 
pañuelos  blancos  y  otras  apari?ncios  tales,  sobre  todo  para  un  negocio  tan 
serio  como  volverse  loco:  este  es  el  objeto  moral  del  drama,  útilísimo  para 
las  personas  casadas  que  tienen  sobrinas  y¡  celos  de  galanes  que  gastan 
pañuelo  blanco. 

El  Sr.  Lombia,  encargado  de  hacer  el  loco,  lo  ha  hecho  con  tal  verdad 
y  desatino,  que  muchas  veces  hemos  llegado  á  dudar  de  veras  si  sabía  lo 


—  230  — 

que  se  hacía.  Pero  el  Sr.  Azcona  en  el  papel   de   médico  inglés  se  ha  exce- 
dido á  sí  mismo;  no  liemos  vislo  una  cosa  más   parecida  ó  un  cirujano  lali 
no  de  Getafe  ó  de  Carabanchel  de  abajo. 

Nada  decimos  de  la  buena  idea  de  haber  dado  el  papel  de  un  calavera 
inglés  y  fashionable  al  Sr.  Campos:  estos  papeles  ligeros  de  calavera  de  la 
Grai)  Brelaña  los  borda  el  Sr.  Campos,  y  la  empresa  ha  conocido  por  tin  su 
verdadera  cuerda.  El  galanteador  se  presentó  un  poco  mal  parado,  lacayos 
hemos  vislo  en  Londres  que  no  quisieran  vestirse  de  la  misma  suerte;  pero 
ya  sabemos  á  qué  excesos  conduce  uu.»  pasión  y  lo  que  desgasta  el  amor, 
sobre  todo  la  ropa.  Es  una  pasión  terrible;  le  dá  otro  corle  á  una  casaca,  la 
desfigura  enteramente.  Vióse  después  de  «Está  loca,»  el  «Califa  de  Bagdad,» 
que  el  Sr.  Luna  desempeñó  como  no  lo  hubiera  desempeñado  ningún  califa 
\erdadero.  Parecía  que  iba  ó  (jue  volvía  de  los  toros:  no  le  fallaba  »más  que 
un  puro  en  la  boca,  y  un  calesín  por  allí  cerca.  Nos  hizo  un  Califa  del  Ava- 
pies  con  una  perfección  admirable.  lín  cambio  cantó  la  Sra.  Juan;i  Pérez 
una  cancioncita  habanera  de  mucho  efecto  en  B^igdad.  El  Califa  estaba 
asombrado  de  este  destello  do  sal  española,  de  quien  nadie  le  había  dado 
idea  hasta  la  presente  Pero  tenía  un  estribillo  la  cancioncita  de  lo  más  si- 
nificalivo  y  picaresco  qut^  en  canción  alguna  hemos  oido  jamás. 

Tu  me  haces  riqui,  riqui, 
Vo  le  hago  riqui  raca. 

Es  muy  raro  que  habiendo  cenáura  se  permita  cantar  cosa  de  tanta 
malicia  y  de  una  aplicación  tan  poco  rebosada.  Eso  no  puede  conducirnos 
sino  á  la  anarquía,  ó  por  lo  menos  á  la  confusión. 

La  noche  fué  completa;  dominados  sin  duda  por  el  título  del  drama 
nuevo,  confesamos  que  mas  que  teatro  nos  pareció  aquello  hospital  de  lo- 
cos. Con  todo,  el  poco  público  que  había  no  silbó,  sin  duda  de  lástima. 

Fígaro. 

(«El  Español»  diario  de  las  doctrinas  y  de  los  intereses  sociales.  -  Ivla- 
drid.-  Viernes  17  de  Junio  1836.  -  N."  23o'  p.  3 />) 


APÉNDICE  II 


Notas  bibliográficas  de  autores  que  tratan  de  Larra 

José  Zorrilla. 
1837. — «A  la  memoria  desgraciad  >  del  joven  literato   Mari:ino   José  de  La 
rra.»  -Poesía  por  D.  José  Zorrilla. ^«Poesías  do  Zorrilla»,   tomo  pri- 
mero I8;n. 
Manuel  Alberto  Benito, 
1837.  =((Sonelo  á  la  muerte  de  D.  Mariano  José   de   Larra.»   por  D.  Manuel 
Alberto  Benito. — «Las  Musas»  perióilico,    Madrid,    Imp.    do  V.  Her- 
nández, 23  Julio  1837.  N."  3,  año  I ." 
Anónimo. 
1837.— «Octava   Real  á  la  muerte  de  «Fígaro,»  por    «Un   Suscritor. o  — «Las 
Musas»  periódico   Madrid  etc.,  ^0  de  Agosto  1837.  N  "  1 1 ,  ano  1."" 
Anónimo. 
1837. —Noticia  de  la  muerte  de  Lirra.— «El  Español»,    Madrid    15   Febrero 
de  1837. 
El  conde  las  Navas. 
1837. — «Artículo  necrológico»  por  el  Conde  de   las   Navas.— «El    Mundo». 
Madrid  i7  Febrero  1837. 
R,  C. 
1837. — or Electores  de  la  provincia  de  Avila»,  por  R   C.  (artículo   necrológi- 
co).—«El  Mundo»,  11  de. Febrero  1837. 
Jacinto  Salas,  Quiroga. 
1837.  -  «Suicidio  de  don  Mariano  José  de  Larra»,  por   don   Jacinto   Salas  y 
Quiroga.— «La  Revista  Española».  Madrid  15  de  Febrero  de  1837. 
M. 
1837.  -  «El  Suicidio»,  artículo  neci'ológico,  por  M.-  «La  Revista  Española», 
15  de  Febrero  de  1^37. 
Anónimo. 
i837.— «Necrología:  Larra,   artículo  crítico   biográfico  anónimo.— «Gacela 
de  Madrid»,  I  de  Marzo  de  1837.  N.  820,  p.  I." 
Anónimo. 
183y. — «Don  Mariano  José  de  Larra»  (Fígaro),  artículo  crítico    biográfico.— 
«    ervantes  y  Velazquez»,  publicación  española  literaria  y   artística. 
Madrid  1839.  Imp.  de  F.  de  P.  Mellado.  Folleto  en  i."  Tomo  1,    pági 
ñas  7  á  10. 


—  232  — 

Anónimo. 
184'-^.— «Noticia  biográfica  y  crítica,  Panorama  Español,  Ciencia  contempo- 
ránea, Obra  pintoresca,  etc.»,  por  una  reunión  de  amigos   colabora  • 
dores  etc.,  Madrid  184^-1845.  Cuatro  tomos  folio.  Tomo  III,    páginas 
250  y  25!  (Un  grabado  en  madera  de  escaso  mérito  que  representa  á 
Larra  muerto  en  su  habitación). 
Jerónimo  Borao. 
1845. — «Larra»,  artículo  biográfico  y  crítico,    por   don   Jerónimo   Borao.— 
«El  Suspiro»,  periódico  de  literatura,  ciencia  y  arte,  Zaragoza  8  Ju- 
nio 1845.  N.  17. 
Carolina  Coronado. 
•1846. — «A  Larra»,  poesía,  por  doña  Carolina    Coronado.— «Poesías»   de   la 
autora.  Madrid  1846.  (Vá  fechada  la  composición  en  Badajoz). 
José  Jacinto  xMilanés. 
1846.  -  «A  Lirra»,  poesía  por  don  José  Jacinto  Milanos.  Obras  del  autor  et- 
cétera. Habana,  imprenta  del  Faro  Industrial,  1816.   Cuatro   lomos, 
páginas  I47á  149. 
Anónimo. 
1849. — «Lirra»  (extracto  biográfico  y   retrato.)— «El  Laberinto»  etc.,   obra 
universal.  Cádiz  1849.  página  5  á  7,  Un  tomo  en  4." 
Luis  M.  de  Larra. 
1852. — «Prologo  á  la  tercera  edición  de  «El  Doncel»,  por  don   Luis  Mariano 
de  Larra,  «El  Doncel»,  Madrid  1853-1854.  Tomo  1,  páginas  Vil  á  IX. 
Wenceslao  Agüal  de  Izco. 
1853.— «Larra»  (Mariano  José  de),  por  don -Wenceslao  Agüjl  de  Izco.— Pan- 
teón Universal,  Diccionario  histórico...  en  colaboración  de  varios  au- 
tores. Madrid  1853,  p  ^gina  352.  Letra  L, 
Luis  M.  de  Larra. 
1856.— «Mi  cementerio»,  por  don  Luis  Mariano  de  Larra  (artículo).  «Museo 
de  las  Familias»:  25  Octubre  1856,  Madrid.  Tomo  X,  página  237. 
Anónimo. 
1857.--«Espronceda  y  Larra».— Artículo. — «El  Museo  Universal».  Periódi- 
co de  ciencias,  literatura,  arles,  etc.  Madrid,   30  Junio  1857.   N.  \2. 
Año  I,  páginas  93  y  94. 
Javier  Ramírez. 
1862. — «A  la  memoria  de  don  Mariano  José  de  Larra»,  por  Javier  Ramírez. 
Dedicatoria  al  libro  «La  Caja  de  Pandora»,  Madrid,  1862.  Tomo  I,  pá- 
gina VI. 


—  ^233  — 

Anónimo. 
1873.  — «lí'ígaro». — Artículo  biográfico.— Colección  selecta  de  artículos  de 
I).  Mariano  José  de  Larra,  &.  — Sevilla,  1H73    Eduardo    Peré,   edi- 
tor. Tomo  en  8.'^  Biblioteca  hispano-sur-americana 
Nicolás  María  Serrano. 
1878,-  «Fígaro  Españoi«  (El),  por  don   Nicolás   María  Serrano  —Diccio- 
nario Universal  enciclopédico  bajo  el  plan  de  D.  N.  M.    Serrano. — 
Madrid,  1878.  Tomo  VI,  página  216. 
Luis  Gregoire. 
1879.  —  «Larra  Mariano  José  de»,  biografía  por  don  Luis  Gregoire.  —  «Dic- 
cionario enciclopédico    de    historia,    biografía,    mitología  y  geolo- 
gía» — París,  Garnier  hermanos,  editores,  1879.  Tomo  II,    letra  L. 
J.  García. 
1879. — «13  Forero  1837». — «Efemérides  científicas,  literarias  y  artísticas» 
por  don  J.  García. — «La  Enciclopedia»,  revista  científica  literaria. 
Sevilla,  15  Febrero  1879.  N.  58.  Año  V,  página  470. 
Arturo  Vela. 

1879.  —  «D.  Mariano  José  de  Larra»,    estudio    biográfico    por   don  Arturo 

Vela. — «Escritores  ilustres  madrileños»,    apuntes    para  un   álbum 
biográfico  literario  &.  Madrid,  1879,  folleto  1.**,  páginas  67  á  70. 

Alfonso  Moreno  Espinosa. 
1880. — «13  Febrero»  «Larra  (Fígaro)». — Extracto  biográfico   por  don  Al- 
fonso  Moreno  Espinosa. — «El   Año   Biográfico,    ó   semblanzas   de 
367  personajes  célebres  hechas  y  ordenadas  para  todos   los  dias  del 
año». — Cádiz,  1880.  Un  tumo  folio,  páginas  87  y  88. 

Kamon  de  Mesonero  Romanos. 

1880.  —  «Memorias  de  un  setentón  natural  y  vecino  de   Madrid». — Capítu- 

lo V.  Madrid,  1880.  I.  Hivadeneyra   Un  tomo  en  4.^ 
Juan  Valera. 
1882. — Juicio  sobre  Larra,  por   don   Juan   Valera. — Continuación   de   la 
«Historia  general   de   España»    de    Lafuente. — Barcelona,    1882. 
Montaner  y  Simón,  editores.  Seis  tomos  en  folio.  Tomo   VI. 
El  marqués  de  Molins. 
1882.— «El  último  paseo  de  FigaTo»,  por  el  marqués  de   Molins. — Artícu- 
lo,— Obras  de  don  Mariano  Roca  de  Togores,  marqués  de  Molins. — 
Madrid,  1881-1882.  Tomo  IV.  Opúsculos. 
Marcelino  Menendez  y  Pelayo. 
1883. — Juicio  acerca  de  Larra  por  don  Marcelino  M'^nendez  Pelayo, — Adi- 
ciones á  la  historia  «Nuestro  Siglo»,  por  Otto  Ven  Leixner. — Bar- 

30 


—  231   - 

celona  1883,  Montaner  y  Sinion  editores.    Un    tomo    en   íolio,    pági- 
na 294. 
Eduardo  Lustanó. 

18í^3. — Fígaro,  por  don  Eduardo  de  Lustanó,  artículo  biográfico,  «La  Ilus- 
tración», revista  semanal  de  literatura,  artrs   y    ciencia  — Barcelo- 
na.   Luis   Tono   editor,    1883.    N.  119.    Año  III,  páginas  138  y  139. 
(Retrato  de  Larra). 
X. 

1883. — Larra,  extracto  biográfico. — Fígaro,  colección  de   articubs. — Bar- 
celona 1883.  Biblioteca  Salvatella.  (Retrato de  Larra). 

José  Ixart. 
1885. — Larra,  artículo  de  don  José  Ixart. — Fígaro,  colección  de    artículos 
de  Tcirra  &    Biblioteca  clásica. — Bjrcelona  1885.  Tomo  en  8.^ 
Carlos  Frontaura. 
1885. — Mariano  José  de  Larra.  1809-1837,  artículo  biográfico  por  don  Car- 
los Frontaura.  Biblioteca   Infantil-Histórico    biográfica.  Barcelona: 
Juan  y  Antonio  Bastines  editores,  1885,  folleto    en    8.°,   páginas  23 
á  28.  (Retrato  de  L-^rra). 
Luis  P.  Ramón. 
1888  — Larra  (Mariano  José  de).  Biografía,  por  don  Luis  P.   Ramón     Dic« 
cionario  popular  universal. — Barcelona,  1888.  Tomo  V,  página  359. 
Fernando  Fernandez  de  Córdoba, 
188^^. — Anécdota  de  Larra. — aMis  memorias  íntimas»,   por  el  teniente  ge- 
neral  D.    Fernando  Fernandez   de  Córdova,    marqués  de  Mendigo- 
rría.  — Madrid,    1883  1888-1889.  Tomo  I  y  II.   (Retrato  de  Larra). 
1891. — «Larra».  Discurso  por  don  Fernando  de  Antón  (Hijo),    leido   en   el 
Ateneo  de  Sevilla.  — Sevilla.  Tipografía  de  «El   Cronista»    &,    189L 
Folleto  en  8  ^:  en  rústica,  23  páginas  (fechado  1890), 
Manuel  Chaves. 
1892.  —  «Fígaro»,  artículo  por  M.  Chaves. — Bocetos   de   una   época,    1820- 
1840).— Sevilla  1892.  Un  tomo  en  8.^-  páginas  533  á  2G0. 
Anónimo. 
1892  -  «Larr<u)  (Mariano  José  de).  Biografía.  Diccionario  Enciclopédico  his- 
pano americano  &  &. — Barcelona  1887-1898.  Montaner  y  Simen  edi- 
tores. XXII I  Ionios  en  folio.  Tomo  Xí,  páginas  621  y  622  (Año  1892). 
Julio  Biirell. 
1894.  — «Fígaro»,  artículo  por  don  Julio  Burell.  «Oro  y  Azul»,   revista    ¡lus- 
trada.— Madrid,  Marzo  1894.  N   1."  (Retrato  de  Larra). 


—  235  — 

Anónimo. 
181)í. — «Mariano    José    de    Lana». — Anónimo. — «l1  Ijberal». — Madrid  12 
Setiembre  1801.  N.  5.457.  Año  XVI    (Kelr'.Uo  de  Larra). 
Felipe  Pérez  y  (lonz.ilez. 
1895.  — «El  año  profano»:  24  Mayo:  «Fígaro»,  Exlracto    bio¡:^ráíico   por  don 
Felipe  Porez  y  González  (Tello  Tellez). — «El  Liberal»,  Madrid    21  de 
Marzo  de    895.  N.  5.651    Año  XVIL  (Retrato  de  Larra). 
M.muel  Chaves. 
1897. — «Fígaro»  Í809-I8.J7,  arlículo  por  don  Manuel  Chaves.    Número   ex 
Iraordinario  do  «Fl  Orden». —Sevi, la  i8  Febrero  1897. — Número  14. 
AñolL 

AFÉNDICE   III 


poesías  dedicadas  a  larra 


De  IJ.  José  Zorrilla. 

A  la  incinoria  ílesg^raciacla  del  joven  literato 
Mariano  Jo^é  de  l^arra. 

Ese  vago  clamor  que  rasga  el  viento 
es  la  voz  funeral  de  una  campana; 
vano  remedo  del  postrer  lamento 
de  un  cadáver  sombrío  y  macilento 
que  en  sucio  polvo  dormirá  mañana. 

Acabó  su  misión  sobre  la  tierra, 
y  dejó  su  existencia  carcomida, 
como  una  virgen  al  placer  perdida 
cuelga  el  proLmo  velo  en  el  altar. 

Miró  en  el  tiempo  el  porvenir   vacío, 
vacío  ya  de  ensueños  y  de  gloiia 
y  se  entregó  á  ese  sueño  sin  memoria 
ípie  nos  lleva  á  otro  mundo  á  despertar. 

Fra  una  ílor  que  marchitó  el  estío; 
era  una  fuente  (jue  agotó  el  verano; 
ya  no  se  siente  su  murmullo  vano, 
ya  está  quemado  el  tallo  de  la  ílor; 


—  236  — 

todaM'a  su  ;  roma  se  percibo, 
y  CSC  verde  color  de  la  llanura, 
ese  manto  de  hierba  y  de  frescura 
hijos  son  del  arroyo  creador. 
Que  el  poeta  en  su  misión 
sobre  Li  tierra  que  habita, 
es  una  planta  maldita 
con  frutos  de  bendición. 

Duerme  eti  paz,  en  la  tumba  solitaria, 
donde  no  llei^ue  l\  tu  cegado  oído 
más  que  la  triste  y  funeral  plegiria 
que  otro  poeta  cantará  por  tí. 

Esta  será  una  ofrenda  de  cariño 
mas  grotii,  si,  que  la  omcion  de  un  hombre, 
pura  como  la  lágrima  de  un  niño, 
memoria  del  poeta  que  perdí 

Si  existe  un  remolo  cielo 

de  los  poetas  mansión, 

y  solo  le  queda  al  suelo 

ese  retrato  de  hielo 

fetidez  y  corrupción; 

¡Digno  presente  por  cierto 

se  deja  á  la  amarga  vid.i! 

jA.bandonar  un  desierto 

y  darle  á  la  despedida 

la  fea  prenda   de  un  muerto! 

Poeta,  si  en  el  «no  ser» 

hay  un  recuerdo  de  ayer, 

una  vida,  como  aquí, 

detrás  de  ese  firmamento.... 

conságrame  un  pensamiento 

como  el  que  tengo  de  tí. 

•I  4  de  Febrero  1837.  José  Zorirlla. 


-  237  — 
Do  don  Jl.inuel  Alberto  Pcnilo. 

á  laniaerte  de  don  Mariano  José  de  Larra. 

Una  tumba,  un  cipróy  \  ilcstempluda 
una  lira  también,  lúiíijbre  ardía 
lámpara  funeral,  la  tiranía 
murmuraba  en  secreto:  «estoy  vengada.» 

El  teatro  de  Iberia  iralhadada 
amariío  llanto  con  rubor  vertía, 
lloraba  la  virtud,  la  patria  mia 
lamentaba  una  pluma  malograda. 

—  Omnipotente  soy,  dijo  una  hermosa, 
este  lúgubre  grupo  legó  á  España 
una  sílaba  mía  desdeñosa. 
Fígaro  yace:  que  de  amor  la  saña 
^  no  la  resiste  un  alma  generosa 

si  el  desden  y  el  orgullo  le  acompaña. 

Maiíuel  Alberto  Benito. 
«Las  Musas»  (periódico)  Madrid    Número  3,  página  22.- 23  de  Julio 
de  183:. 


De  un  Süscritor. 

OCTAVA 

á  la  niaerte  de  Fígaro. 

Sagrado  canto  eleva  en  el  santuario 
la  voz  del  hombre  tjue  por  otro  pide 
una  caja  y  un  paño  funerario 
y  un  ser  que  en  ella  ¡miserol  reside, 
y  que  por  siempre  llevan  al  osario. 
Un  momento  después  ya  solo  vide 
una  tumba,  un  ciprós,  un  mármol  yerto 
y  un  genio  que  decía  o  Larra  es  muerto». 
Un  Süscritor. 
«Las  Musas»  (periódico)  Madrid.  Número  33,-20  de  Agosto  de  1837. 


—  238  - 
De  doña  Cí<roliii;i  Coronado. 

A  LARRA. 

¿Que  vos  pobre  Mariano, 
de  mofa,  de  sarcasmo,  de  amari^ura 
al  que  le  ofrezco  humano 
recuerdo  de  ternura 
darás  rienda  en  tu  morada  oscura? 
Si  la  mujer  que  llora  . 
fué  blanco  del  rii^or  de  tu  garganta, 
¿qué  pensarías  ahora 
de  la  mujer  que. cania 
¡ay!  qué  dijeras  de  la  «nueva  planta»? 
Al  ver  á  la  poetisa 
tu  contemplaras  su  cabeza  atento 
y  entre  cruel  sonrisa 
prorrumpiera  tu  acento 
«Aquí  yace  el  juicio  y  el  talento». 
Porque  estás  muerto  canto 
vivo,  Mariano  de  tu  pluma  el  vuelo 
diérame  tal  espanto 
que  no  osara  del  suelo 
mi  lira  levantarse  de  recelo. 
¿Qué  digo?  En  este  instante 
juzgo  escuchar  desde  el  profundo  hueco 
tu  voz  agria  y  punzante, 
que  aun  en  tu  labio  seco 
para  rasgar  b-s  almas  tiene  un  eco. 
— Mujer,  ¿á  que  has  venido 
al  romántico  yugo  sujetada? 
¿Ens.tyas  tu  gemido 
en  mi  tumba  olvidada 
por  ser  luego  del  mundo  celebrada? 
El  nombre  de  Mariano 
¿es  que  presta  sonoro  consonante 
á  tu  numen  profano, 
ó  vienes  insultante 
á  escarnecer  aun  mi  soinbra  errante;^ 
•—Ateo  desgraciado 


—  ín  — 

¡víbora  de  las  bellas  ilusiones! 

¡Genio  desesperado! 

que  al  mundo  no  perdone 

ni  aun  las  que  eleva  á  tí  santas  canciones. 

Venido  piadosa  y  triste 

no  íi  escarnecer  tu  nombre,  respetado 

aun  luego  que  moriste 

vengo,  escritor  amado, 

el  libio  á  agradecer  que  nos  has  dado. 

Si  fué  como  tu  vida 

horrible  tu  morir,  de  Dios  es  cuenta, 

tu  historia  dolorida 

dos  páginas  presenta 

una  que  el  mundo  aplauda,  otra  que  sienta. 

Lástima  para  el  hombre, 

corona  para  el  genio  esclarecido, 

yo  al  invocar  tu  nombre 

al  criminal  olvido 

para  cantar  al  escritor  querido. 

Mira  si  el  mundo  es  bueno 

que  en  tu  risueña  pluma  á  las  criaturas 

nos  das  hiél  y  veneno 

y  nuestras  bocas  puras 

gracias  le  dan  por  tales  amarguras. 

La  risa  convulsiva, 

en  que  á  tu  hablar  rompemos,  nos  quebranta 

¡oh  guadaña  festival 

y  en  pago  á  pena  tanta 

mira  si  el  mundo  es  bueno,  que  aun  te  canta. 

Pero  de  nuevo  suena 

á  interrumpir  mi  voz  tu  voz  burlona. 

— «Engañosa  sirena, 

guárdale  esa  corona 

que  ofrece  el  mundo  necio  á  mi  persona 

Sírvate  de  prendido, 

que  más  le  cuadra  á  tu  cabeza  lisa 

que  á  mi  cráneo  «partido» 

coronas  que  mi  risa 

excitan  como  tu  vana  poetisal 


—  m  — 

¡01)  basta,  adiós,  poela 

pues  desdeñas  mi  ofrenda  de  armonía, 

hasta  en  la  tumba  quieta 

tu  genio  desconfía 

liielas  la  pobre  flor  de  mi  poesía! 

¡Que  en  los  ángeles  crea 

(juien  duda  así  de  los  humanos  seres: 

que  del  cielo  te  sea 

la  gloria  que  tuvieres 

más  grata  que  del  mundo  los  plnceres. 

Carolina  Coronado. 


Badajoz  1846. 


De  D.  José  Jacinto  Milanés. 

A    LARR^ 

Cuan  triste  es  ver  nublarse  algún  buen  dia 
ver  mustia  al  sol  la  florecilla  agreste, 
ó  hallar  envuelta  en  funeraria   veste, 
la  \írgen  pura  y  liel  que  uno  quería! 
pero  cuanto  mas  triste  es,  á  fé  mia, 
que  un  joven  de  alma  grande  y  voz  celeste 
corle  en  agraz  sus  años  y  se  acueste 
cansado  al  fin  sóbrela  tumba  fria! 

Porque  el  hombre  del  pueblo  en  cuya  mente 
infinidad  de  errores  hormiguea 
al  punto  mismo  en  que  rompida  vea 
por  bala  audaz  la  pensadora  frente 
dice  con  mofa  al  cielo—  el  sabio  miente;» 
no  hay  Dios;el  hombre  es  monstruo  y  su  alma  es  fea 
la  humana  perfección  es  vana  idea, 
se  mi  antorcha,  interés,  tú  solamente. 

Perdona,  pues,  si  mi  indignado  grito 
suena  en  tu  pompa  fúnebre;  poeta: 
cuando  Dios  te  hizo  don  de  un  alma  inquieta 
esperanza  inmortal  era  tu  rito. 

Si  ese  torpe  instrumento  del  delito 


—  2il   — 

rompió  Ui  sien  á  padecer  sujeta, 
¡Piensas  quo  hizo  tu  íin,  postrado  atleta 
eco  mayor  que  un  soplo  en  lo  infinito! 
¿Ni  como  puede  ser  que  el  patriotismo 
delante  del  suicida  admire  y  calle? 
¿Cómo  será  posible  que  en  él  halle 
moral,  magnificencia  ni  heroísmo? 
¿Quién  le  dijo  al  poeta:  sal  tu  mismo, 
sal  de  ese  oscuro  y  lagrimoso  valle? 
¿No  ha  de  ser  el  poeta  el  que  batalle 
para  sacar  al  pueblo  de  su  abismo? 

¿No  ha  de  pulirle  siempre  el  alma  basta? 
¿no  ha  de  tender  su  indómita  porfía 
á  que  le  encuentre. helada  la  ironía 
y  la  hermosa  virtud  vivo  entusiasta? 
Mísero  el  trovador  que  no  contrasta 
los  empujes  del  mal  con  valentía, 
y  en  ser  de  su  nación  apoyo  y  guia 
lo  mejor  del  vivir  no  seca  y  gasta. 

Si  el  sello  abrumador  de  la  costumbre 
daba  al  vate  hasta  óquí  tan  baja  estima, 
hoy  la  opinión  del  siglo  le  sublima 
á  noble  y  d)gna  y  lespetable  cutnbre. 
Ya  no  irá,  no,  la  inmensa  muchedumbre 
ciega  á  dar  de  cabeza  en  la  honda  sima; 
si  tiene  un  putblo  triste  quien  le  oprima 
tiene  un  vate  también  que  al  pueblo  alumbre» 

Ved  al  mostrarse  el  sol,  verdear  el  monte, 
el  aire  brilla,  el  éter  azulea: 
insecto  no  se  ve,  por  vil  que  sea, 
que  al  sol  himnos  de  gracia  no  remonte 
sol  es  el  vate:  e-1  mundo  su  horizonte 
¿Será  grande  tal  vez  mi  hermosa  idea, 
que  cuando  más  da  vida  y  centellea 
pierda  su  luz  de  súbito  y  trasmonte? 

(Obras  de  D.  José  J.  Milanés  etc.,  etc.  Habana,  1846.) 


56 


OBRAS  DE  MANUEL  CHAVES 


PUBLICADAS 


Constancia.— Novela.— Imp.  de  «El  Cronista»  1891— «El  Posibilisla»  ]89'r. 
Sevilla. 

Hablar  por  hablar.— Colección  de  artículos  liteivirios,  satíricos  y  de  eos 
tumbres,  publicados  de  1890  á  1891.  — Sevilla 

Bocetos  de  una  época.— (1820-1840). — Carta-prólogo  de  don  Manuel  (io- 
mez  Imaz.  — Madrid  1892.  Librería  de  Fernando  Fé.  — Imprenta  de  Fran- 
cisco Leal  &  Sevilla.—  ün  tomo  en  8.'*  270  páp.inas. 

Pro  Patria. — Uomenage  á  los  heroicos  hijos  de  Sevilla  don  José  González 
Cuadrado  y  don  Bernardo  Palacios  Mal-ver:  Sevilla:  Primera  edición. 
Tipografía  de  Díaz  y  Carballo  &  1893. — Segunda  edición:  Tipografía  de 
de  Leal  y  C.^  1894.— Folleto  en  4.°  Una  lámina. 

Páginas  Sevillanas. — Sucesos  históricos,  personajes  célebres,  monumen- 
tos notables,  tradiciones  popu'ares,  cuentos  viejos,  leyendas  y  curiosi- 
dades, con  una  carta-prólogo  de  don  José  Gestóse  y  Pérez. — Sevilla: 
Imprenta  de  E.  Rasco,  ^'  1894.— l^n  tomo  en  8,"  352  páginas. 

Pepe-Illo.— Ensayo  biográfico,  histórico  y  biblio,^raíico.=Sevilla:  Resuche 
impresor  &    894. — Folleto  en  8."  Dos  láminas. 

Una  carta  del  rey  neto  y  algunas  menudencias  para  ilustrar  un  capítulo 
de  la  historia.— Sevilla:  Imprenta  de  Ángel  Resuche  ¿t  1894.  — Folleto 
en  8.°  Con  un  retrato  y  un  facsímil. 

La  Semana  Santa  y  las  Gofradias  de  Sevilla  de  1820  á  1  823. — Carta 
al  Excmo.  Sr.  Duíjue  de  T'Serclaes.  — Sevdla:  Imprenta  de  E.  Rasco 
1895.  Cuaderno  en  folio:  8  peinas. 

Don  Bernardo  Márquez  de  la  Vega. — Memorias  de  la  reacción  absclutis- 
la.— Sevilla:  Imprenta  de  «El  Porvenir»  &  1896. — Folleto  en  8." 

Perder  el  tiempo.  — (Versos.)  Con  una  carta  de  don  Francisco  Rodríguez 
Marín.-  Sevilla:  Imprenta  de  «El  Porvenir»  &  1896. — Folleto  en  8." 

Historia  y  bibliografía  de  la  Prensa  Sevillana. — Prólogo]  del  señor  don 
Joaquín  Guichot  y  Parody,  Cronista  oficial  ile  la  ciudad. — Sevilla: 
Imprenta  de  E.  Rasco  &  1896.  Un  volumen  íólio:  XLIL=380  páginas. 


—   -¿'i  i    — 

Discurso   de  recepción  leido  ante  la  Real  Academia  Sevillana  de  Buenas 
Letras  el  día  11  de  Abril  de  1899. — Sevilla:   Tipoíirafía   Monsalves  l~ 
1899.  Folleto  en  8."— L2  páginas 

Don  Mariano  José  de  Larra  (Fígaro). — Su  tiempOj  su  vida,  susobras  . 
— Estudio  hisiórico,  biográfico,  crítico  y  bibliográfico.— Sevilla:  1898- 
1S99,— Imprenta  de  La  Andalucía,  &.— Un  tomo  en  1."  con  244  pági- 
nas y  un  retrato. 

PRÓXIMO  Á  PÜBMCARSE. 

Diccionario  biográfico,  critico  y  bibliográfico  de  escritores  y  poetas  se- 
villanos del  siglo  XIX. — Parte  primera,— Historia  de  la  literatura  se- 
villana de  1800  á  1899,     Parte  segunda.— Diccionario. 


¡W/            ^^£  DATE: 
—  ^    APRmnn