Skip to main content

Full text of "El triunfo del amor : sainete en un acto, dividido en cuatro cuadros, en prosa"

See other formats


110  2  5 
CARLOS  DÍAZ  VALERO  y  JOSÉ  DÍAZ  PLAZA 


£1  triunfo  del  Amor 


Música  de  Alvira  y  F.  Pacheco    H     Copyright,  by  Díaz  Valero  y  Díaz  Plaza,  1913 


Digitized  by  the  Internet  Archive 

in  2012  with  funding  from 

University  of  North  Carolina  at  Chapel  Hill 


http://archive.org/details/eltriunfodelamor1419alvi 


EL  TRIUNFO  DEL  AMOR 


Esta  obra  es  propiedad  de  sus  autoies,  y  nadie  po- 
drá, sin  su  permiso,  reimprimirla  ni  representarla  en 
España  ni  en  los  países  con  los  cuales  se  hayan  cele- 
brado, ó  se  celebren  en  adelante,  tratados  internacio- 
nales de  propiedad  liteiaria. 

Los  autores  se  reservan  el  derecho  de  traducción,  el 
de  la  propiedad  de  los  cantables  y  el  consignado  en 
R.  D.  de  5  de  Abril  de  1913,  modificando  el  art.  112 
del  Reglamento  de  3  de  Septiembre  de  1880,  dictado 
para  la  ejecución  de  la  ley  de  10  de  Enero  de  1879. 

Los  comisionados  y  representantes  de  la  Sociedad  de 
Autores  Españoles  son  los  encargados  exclusivamente 
de  conceder  ó  negar  el  permiso  de  representación  y 
del  cobro  de  los  derechos  de  propiedad  en  todo  su 
alcance  y  manifestaciones. 

Dioits  de  representation,  de  traduction  et  de  repro 
duction  reserves  pour  tous  les  pays,  y  compris  la  Sué- 
de,  la  Norvége  et  la  Hóllande. 


Queda  hecho  el  depósito  que  marca  la  ley. 


EL  TRIUNFO  DEL  AMOR 


SAÍNETE 

EN  UN  ACTO,  DIVIDIDO  EN  CUATRO  CUADBOS,  EN  PROSA 

original  de 

Carlos  Díaz  valero  y  mi  Díaz  plaza 

música  de  los  maestros 

JOSÉ  M.a  ALVIRA  y  JOSÉ  F.  PACHECO 


Estrenado  con  extraordinario  éxito  en  el  TEATRO  DE  NOVEDADES  de  Ma 
drid,  el  20  de  Mayo  de  1913 


*- 


MADRID 

S,  VELASOO,  ÍMPBB80B,   MAB'JCáS   DB  8AHTA   ABA,  11  D5JP." 

Teléfono  .-número  651 
19(3 


Al  notable  primer  actor  Y  director 
D.  Gtníortio  García  Sbáñez. 

Dedican  esta  obra, 

L^auoJ     Jjíat     l/aieió. 

2ód¿     Jjíat  *.Jia6a. 


602618 


REPARTO 


PERSONAJES 
GLORIA 

Sea. 
Seta 

Sea. 

Seta 

Se. 

camar 
bailen 

ACTORES 

FüEBTES. 

PAZ 

,  Otebo. 

SEÑORA  POLONIA i 

UNA  CAÑAMONERA í 

MADi  ME  DÜBOIS 

MAD^MOISELLE  GAILLARD... 

SOLEDAD 

Senba. 

.  Quinos. 
Alvaekz. 
Alba. 

POVEDANO. 

PLANCHADORA  1.a 

Opellón. 

Catalán. 

CIRILO . 

Gabcía  Ibáñez. 

RAFAEL 

PUIGGBÓS. 

UN  BORRACHO 

ROMEEO. 

Lloeens. 

EL  CONSERJE  DEL  COLEGIO. 

AZNAEES. 

Gayo. 
Alabes. 

Alyabez. 

VENDEDOR  1  ° 

Vega. 

ÍDEM  2.o 

Toha. 

v  en  u  o. .   ••••••  •  •       /No  hablan.) 

UN  CAMARERO..  1   v                   ; 

Cuatro  bailarinas,  planchadoras, 
criados,  señoras  y  ca 

eros,  heraldos, 

18 

La  acción  en  Madrid  los  dos  primeros  cuadros  y  en   Parí& 
los  dos  últimos 


Por  derecha  é  izquierda,  las  del  actor 


'J.ILJL^'T-MU'LlljOLlLJLILItJLIlJ^^^ 


ACTO  ÚNICO 


CUADRO  PRIMERO 

Decoración  de  calle.  A  la  derecha  y  último  término,  bastidor  figu- 
rando una  casa  con  puerta  practicable  y  portería  á  la  vista.  Bal- 
cón en  el  piso  principal  con  un  cartelón  que  diga:  «Corredora  de 
alhajas.»  A  la  izquierda,  en  último  término,  otro  bastidor  de  casa, 
en  cuya  planta  baja  habrá  una  pastelería  con  un  rótulo  de  "Paste- 
lería moderna»,  y  puerta  practicable.  En  el  centro,  ó  sea  al  fon- 
do, pue  ta  practicable  y  sobre  ella  un  letrero  que  diga:  «Tren  de 
planchado.»  Bastidores  de  calle  á  derecha  é  izquierda  primeros  tér- 
minos. Al  levantarse  el  telóu  aparece  Cirilo  á  la  puerta  de  su 
casa  (fondo)  y  algo  á  un  lado,  sentado  en  una  silla  baja,  con  un 
soplillo  de  esparto  soplando  en  un  anafre  de  planchadora,  en  el 
que  habrá  colocados  en  dos  filas  varias  planchas.  Se  ha  de  ver 
desde  el  público  el  taller  de  plancha,  en  el  que  habrá  algunas 
planchadoras  (coristas)  planchando  ropa  blanca.  Soledad  en  el 
balcón. 


ESCENA  PRIMERA 

CIRILO    y   CORO 

Música 

Cir.  No  está  la  maestra, 

que  fué  por  carbón; 
venid  y  prestadme 
algo  de  atención. 


Plan.  1.»  ¿Qué  quiere  usté? 

¿Qué  quiere  usté? 

Pero  hable  y  no  nos  toque. 
Cir.  No  os  tocare. 


Hace  mucho  tiempo,  chicas, 
que  estoy  en  observación 
y  he  notado  muchas  cosas 
que  han  llamado  mi  atención. 
Yo  quiero  saber,  muchachas, 
qué  pasa  en  la  vecindad. 
Porque  me  pica  la  picara, 
picara  curiosidad. 


Coro  Pues  sepa  usté, 

pues  sepa  usté, 

pero  oiga  y  no  nos  toque. 
Cir.  JSIo  os  tocaré. 


Coro  Dicen  que  vive  en  la  casa, 

en  el  cuarto  principal 
una  señora  que  tiene 
de  alhajas  un  capital. 
Dicen  que  compra  y  que  vende, 
pero  vaya  usté  á  saber, 
porque  algunas  corredoras 
corren  mucho  más  que  el  tren. 


Que  suben,  que  bajan, 
que  mandan  cafés. 
Que  traen  grandes  cenas, 
que  almuerzan  bistés. 
Que  hay  coches  con  gomas 
y  autos  con  bocina 
que  apestan  la  calle 
con  la  gasolina, 
y  vienen  señores 
de  mucho  postín, 
y  que  corren  juergas 
que  no  tienen  fin. 


CIRILO.— Sr.  García  Ibanez 


—  11  — 

Cir.  [   Es  preciso  que  sepamos 

Coro  |    qué  pasa  en  la  vecindad, 

porque  nos  pica  la  picara. 

picara  curiosidad. 
Cir.  ¡Que  viene  la  maestral 

Coro  Pues  vamos  á  planchar. 

Hay  que  saber  qué  ocurre. 

Tenemos  que  observar. 
Todos  ¡A  trabajar! 

(Vanse  las  planchadoras  por   la  tienda  de  planchado.}» 


ESCENA    II 

CIRILO;  después  PAZ,  que  viene  por  primera  derecha 

Hablado 

Paz  (Entrando  )  ¿Qué  haces  ahí? 

Cir.  Pues  mira,  soplando. 

Paz  Ya  habrás  estado  con  las  chicas  pasando  eí 

rato. 

Cir.  ¿Yo?  Ahí  dentro  están  las  pobrecitas  traba- 

jando sin  levantar  cabeza. 

Paz  Bueno,  bueno. 

Cir.  No  te  enfades.  Si  te  quiero  más  que  á  las 

niñas  de  mis  ojos. 

Paz  ¡Zalamero! 

Cir.  Dame  un  abrazo. 

Paz  No  tengo  ganas  de  bromas.  Hasta  luego,  (se- 

entra  en  la  tienda.) 

i 

ESCENA  III 

CIRILO;  después  SOLEDAD,   por    si    balcón,  y  PLANCHADORA  l.ar 
por  la  puerta  de  la  tienda 

Cir.  (soplando.)  ¡Demóstenes  con  la  lumbrecita! 

¡Y  luego  dirá  mi  mujer  que  salgo  aquí  por 
pasar  el  rato! 

Sol.  (Por  el  balcón.)  ¡Cirilo! 

Cir.  ¿Qué  quiere  usted? 

Sol.  Di  á  Paz  que  si  están  las   enaguas  plancha- 

das y  el  cubrecorsé,  que  corren  prisa. 
Cir.  Bueno,  se  lo  diré. 


—   12   — 


Sol.  Adiós.  (Se  entra.) 

C¡r.  Vaya  USted  Con  Dios.  (Soplando  con  fuerza.) 

Plan.  1.a      (saliendo  por  la  tienda.)  Maestro;  que  si  hay  al- 
guna caliente... 

C¡r.  Quizá,    quizá.  (Viendo  que    la  muchacha   coge  una 

plancha  de  las  de  abajo.)  Por  ahí  no,  hija.  Están 

más  calientes  las  de  arriba,  (ai  mismo  tiempo 

dirige  una  mirada  al  piso  principal.) 

Plan.  1.a      Bueno,  dejaré  esta  otra  fría.... 

Cir.  Dile  á  la  maestra  que  las  señoritas  del  prin- 

cipal necesitan  el  cubrecorsé  y  las  enaguas. 

Plan.  1.a      Vaya  unas  horitas. 

Cir.  Escucha;  ¿á  ti  no  te  llama  la  atención? 

Plan.  1.a      Ya  lo  creo. 

Cir.  Porque   para  saber    cosas    interiores,  nos- 

otros los  que  planchamos... 

Plan.  1.a      Verdá. 

Cir.  Díme   qué   ropa  interior  gastas  y  te  diré 

quién  eres... 

Plan.  1.a      Y  que  es  la  efetiva. 

€ir.  Y  éstas,  ¿qué? 

Plan.  1.a      Vaya  usted  á  saber;  pero  lo  que  es  la  ropa.. 

Cir.  Y  el  cubrecorsé  es  de  abrigo. 

Plan.  1.a      Un  metro  veinticinco  centímetros... 

Cir.  Por  lo  ancho. 

■Plan.  1.a      Esta  (por  la  plancha.)  ya  se  me  ha  enfriado. 

Cir.  Pues  toma  la  de  abajo,  que  está  en  su  punto, 

y  no  te  se  vaya  á  enfriar  de  nuevo. 

Plan.  1.a      Es  usté  muy  guasón. 

Cir.  Y  tú  muy  hermosa.  (Va  á  abrazarla.) 

Plan.  1.a      (poniendo  la  plancha.)  Que  le  caliento. 
€ir.  ¿Más? 

(Vase  la  Planchadora  por  la  tienda.) 


ESCENA  IV 

CIRILO;  la  SEÑORA  POLONIA  quitando  el  llamador  de  la  puerta 
de  la  derecha 


Pol.  Buenas  noches,  Cirilo. 

Cir.  Muy  buenas,  seña  Polonia.  ¿Va  usted  á  qui- 

tar el  timbre? 

Pol.  Si,  vamos  á  descansar,  que  ya  es  hora.* 

Cir.  Dichosa  usted.  Nosotros  velamos.  Oiga  us- 

ted, ¿qué  pasa  con  la  corredora  de  alhajas? 


—  13  — 

Pol.  No  sé  nada. 

Cir.  Usted  no  sabe  lo  que  no  quiere. 

Pol.  Yo  sé  que  es  corredora  de  alhajas. 

Cir.  ¿Ha  dicho  usted...  de  alhajas? 

Pol.  Sí. 

Cir.  Con  dientes.  Y  usted  sabe  quién  es  el  den- 
tista. 

Pol.  ¿Pero  es  que  la  has  tomao  conmigo? 

Cir.  ¿Yo? 

Pol.  Bueno:  se  acabó  la  conversación.  No  quiero 

que  nOS  igualen.  (Vase  por  la  derecha.) 


ESCENA  V 

CIRILO;  después  RAFAEL  por  primera  izquierda 

Cir.  Habráse  visto  la  sota  de  bastos  en  puerta..- 

Raf.  ¿Qué  es  eso,  Cirilo? 

Cir.  Caramba,  Rafael;  ¿tú  por  aquí? 

Raf.  Necesito  hablar  contigo. 

Cir.  Por  tí  dejo  yo   el  soplillo   y  el   estableci- 

miento. 

Raf.  ¿Eres  un  buen  amigo? 

Cir.  Ya  sabes  que  nuestra  amistad  data  desde  la 

infancia. 

Raf.  Bueno...  yo  estoy  perdidamente  enamorado. 

Cir.  Es  una  desgracia... 

Raf.  Y  muy  grande,  porque  mi  padre  se  opone  á 

que  me  case  con  Gloria. 

Cir.  El  sabrá  por  qué. 

Raf.  Tenemos  un  hijo.  Yo  he  hecho  lo  que  hace 

un  hombre  honrado:  le  he  reconocido. 

Cir.  Bien  hecho. 

Raf.  Pero  voy  creyendo  que  mi  padre  tiene  razón. 

Dudo  de  Gloria.  Me  han  dicho  que  frecuen- 
ta esa  casa,  y  en  esa  casa  .. 

Cir.  Hay  de  todo. 

Raf.  Y  que   viene  á  ver  á  una   corredora  de 

alhajas. 

Cir.  |Ay! 

Raf.  ¿Sospechas  tú  también? 

Cir.  Te  diré.  Como  afirmar,  yo  no  afirmo  nada, 

pero... 

Raf.  Es  bastante.   Yo  vengo  á  cerciorarme,..  Y 


~     14   - 

además,  no  quiero  que  se  trate   con   esa 

mujer,  ni  con  su  prima... 
Cir.  Bueno,  pues  te  metes  en  casa  Yo  estaré  al 

cuidado.  Pero  dame  las  señas. 
Raf.  Rubia,  buenos  ojos,  esbelta...  (Aquí  se  dan  las 

señas  de  la  artista  que  haya  de  desempeñar  el  perso- 
naje de  Gloria.) 

•Cir.  Basta.  Entra  en  casa,  y  cuando  venga  te 

avisaré.  Pero  llamaré  á  mi  mujer  para  que 

OS    Conozcáis.  Paz.  (Asomándose  á  la  puerta  de  su 

casa.)  Sal  un  momento. 

Paz  (Dentro.)  Voy. 

Raf.  Se  molestará  porque... 

Cir.  Mi  mujer  no  tiene  más  gusto  que  compla- 

cer á  su  marido.  Está  de  non.  Es  más  infe- 
liz que  una  esponja. 


ESCENA  VI 

DICHOS  y  PAZ  que  sale  por  la  tienda  de  plancha 

faz  ¿Qué  quieres? 

Cir.  Tengo  el  gusto  de  presentarte  á  mi  amigo 

Rafael  Acero. 

Paz  Pues  aquí  tiene  usted  una  servidora. 

Raf.  Gracias. 

Cir.  El  señor  necesita  esconderse  en  casa.  Cuan- 

do yo  llame,  que  salga  en  seguida. 

Paz  Usted  manda. 

-Cir.  Adentro...  y  sal  en  seguida,  (a  Paz.)  que  te- 

nemos que  hablar. 

PaZ  Al  momento...  Pase  USted.  (Entran  Rafael  y  Paz 

en  la  tienda.) 

ESCENA  VII 

CIRILO,  á  poco  PAZ  por  donde  entró 

€ir.  ¡Valiente  lío!  Y  cuando  la  mujer  viene  á  ver 

á  la  corredora...  ¡Tufa,  tufa!  Y  tiene  un  chi- 
co... y  reconocido...  ¡En  qué  berengenales  se 
meten  estos  señoritos! 


—  15   - 

Paz  (saliendo.)  Ya  estoy  aquí...  ¡Ah!  Y  el  hornillo 

puede  meterse  dentro,  porque  la  lumbre  no 
da  tufo  y  así  se  gastará  menos  carbón. 

Cir.  ¡Qué  mujer  tengo! 

Paz  Jesusa. .  Paquita. .  (salen  dos  planchadoras.)  Lle- 

varse esto  dentro. 

Plan.  1  .a        Está  bien.  (Las  dos  planchadoras  recogen  el  hornillo 
y  la  silla  y  lo  meten  dentro.) 

Paz  ¿Qué  cuestión  has  tenido  con  la  portera? 

Cir.  Nada,  cuatro  palabras  vulgares. 

Paz  No  hagas  caso...  es  una  envidiosa. 


ESCENA  VIH 

DICHOS  y  SEÑORA  POLONIA  que  ha  estado  acechando   durante   la 
escena  anterior  en  la  puerta  del  portal  de  su  casa 

Pul.  ¿Envidiosa  yo?  (Saliendo.) 

Paz  ¿Me  ha  oído  usted?  Pues  lo  siento,  porque 

no  he  querido  ofender. 

Pol.  ¡Miá  la  inclusera!... 

Cir.  Oiga  usté,  so... 

Paz  No  hagas  caso.  Y  á  mucha  honra,  señora. 

Así  me  ha  querido  mi  marido  y  así  somos 
felices. 

Cir.  Bueno.  Contesta  tú  que  tienes  más  labia. 

Paz  !No  me  injurie  usled,  porque  si  soy  fruto  del. 

vicio  ó  de  la  casualidad,  yo  no  tengo  la 
culpa. 

Pol.  Es  que... 

Paz  Si  usted  ha  tenido  el  calor  de  una  madre, 

no  debe  ofender  á  las  madres  ajenas;  que 
bastante  desgracia  tenemos  las  que  somos 
hijas  del  placer.  Si  me  tiró  al  arroyo,  yo  la 
disculpo.  Pero  ni  usted  ni  yo  debemos  juz- 
garla: usted,  puesto  que  ignora  por  qué  lo 
hizo,  yo  ..  ¡por  ser  su  hija! 

Pol.  Tiene  usted  razón. 

Paz  Y  piense  usted  en  que  todos  venimos  al 

mundo  por  ley  del  amor.  Ame  usted  á  sus 
semejantes  y  no  diga  de  este  agua  no  bebe- 
ré, porque  todo.*  estamos  en  el  mundo... 

Cir.  Y  todos  tenemos  nuestros  tropiezos. 

Paz  Y  á  lo  mejor  resbala  uno... 

Cir.  Y  se  hace  un  chichón...  en  cualquier  parte. 


16 

Pol.  Conque,  ¿me  perdona  usted? 

Paz  Dios  nos  manda  perdonar. 

Cir.  ¿Ve  usted  cómo  todo  el  mundo  me  tiene  en- 

vidia? 

Pol.  Con  una  mujer  así,  ya  lo  creo. 

Cir.  Y  eso  por  la  parte  sensible,  que  es  la  cuerda 

de  esta,  pero  por  el  otro  lado,  el  que,  como 
yo,  se  casa  con  una  inclusera,  no  sabe  la 
ganga  que  tiene. 

PaZ  (Muy  cariñosa.)  Cirilo.  . 

Cir.  Aunque  sea  un  dicho  vulgar,  como  esta  no 

tiene  familia,  pues  no  tengo  con  quién  rega- 
ñar... ¿Que  hay  suegras  buenas?  Puede  que 
puede.  Pero  ¿y  si  me  toca  una  de  caballería, 
que  las  hay? 

Pol.  Verdá. 

Cir.  ¿Y  á  qué  podía  yo  aspirar?  A  una  mujer 

honrada,  pero  de  padres  pobres,  que  llegan- 
do á  la  vejez  no  podrían  trabajar..  ¡Y  á  mi 
costa!  Pero  me  casé  con  esta...  y  no  tendrá 
madre  conocida,  pero  las  señoras  de  la  Jun- 
ta la  protejen;  en  fin,  que  me  llevé  con  ella 
el  premio  gordo  y  además  (Abrazándola.)  las 
aproximaciones. 

Paz  ¡Cirilo! 

Cir.  ¡Inclusera!  (con  mucho   cariño.)  ¿Ve  usted?  La 

llamo  inclusera...  y  me  abraza,  (se  abrazan.) 

Pol.  Tiene  usted  razón...  No  se  puede  ofender  á 

nadie... 

Paz  Señora  Polonia:  no  se  vaya  usted  con  pena; 

también  hay  un  abrazo  para  usted. 

Pol.  Sí,  ¡hija  de  mi  alma!  (Vase  llorando    por  la  dere- 

cha y  cierra  la  puerta.) 

Paz  Me  ha  llamado  hija;  ¿dónde  estará  la  pobre 

que  pueda  llamármelo?  (vase  sollozando  por  la 

puerta  de  la  tienda.) 


ESCENA  IX 

CIRILO 

Bueno...  Pues  si  seguimos  así,  voy  á  llorar 
yo  también...  ¿Y  quién  será  esa  Gloria?  La 
seña  Polonia  ha  cerrado  ya  la  puerta  de  la 
calle,  de  manera  que  para  entrar  tiene  que 


PAZ.-Srta.  Otero 


—  17  — 


llamar  al  sereno.   Me  pondré  á  la  puerta  de 
la  pastelería,  que  es  mejor  garita  para  hacer 

Centinela.  (Se   acerca    á  la  puerta  de    la  pastelería.) 


ESCENA  X 

CIRILO,  un  SERENO  por  primera  izquierda 

Ser.  Buenas  noches,  maestro. 

Cir.  Hola,  Argos  municipal...  y  del  comercio. 

Ser.  Chirigotas,  no. 

Cir.  ¿Ves  lo  que  tiene  el  carecer  de  ilustración? 

Argos  es  una  figura  retórica  que  significa  vi- 
gilar, porque  Argos  era  un  Rey  moro  que  te- 
nía seis  ojos  como  el  pueate  de  Triana. 

Ser.  Lo  que  sabe  usted. 

Cir.  ¿Quieres  tomar  una  copa? 

Ser.  Hombre  por  no  despreciar... 

Cir.  Pasa  y  tómala  por  mi  cuenta.  (Desde  la  puerta.) 

Lo  que  consuma  el  sereno  apúntamelo  á  mí. 

Ser.  (Entrando.)  Gracias. 

Cir.  Para  mí  que  es  ella.  El  sereno  se  entretiene 

y  yo  la  hablo. 

ESCENA  XI 

CIRILO  y  GLORIA,  que  viste    muy    bien.    Entra  por  la  primera    iz- 
quierda mirando  con  precaución  á  todas  paites  y  se  dirije  al  portal, 
pero  Cirilo  la  sale  al  encuentro 

Cir.  Perdone  usted,  señorita,  pero  no  se  la  ha  po- 

dido mandar  la  ropa. 

Glor.  ¿Qué  dice  usted? 

Cir,  ¡Ay!  usted  dispense.  Creí  que  era  una  pa- 

rroquiana... porque  yo  soy,  para  servir  á  us 
ted,  el  dueño  de  ese  establecimiento. 

Glor.  Me  alegro...  Pero  déjeme  usted  el  paso. 

Cir.  No  puede  ser,  cielo;  digo,  Gloria. 

Glor.  (Contrariada    al    ver    que    la   han    conocido.)    Usted 

está  equivocado. 

Cir.  No   señora    (Cogiéndola   de  una  mano   y  llevándola 

á  un  extremo  y  hablándola  en  voz  baja.)  Estoy  en- 
terado de  todo. 

Glor.  ¿Eh? 


-    18    - 

Cir.  Rafael  es  amigo  mío  y  usted  no  entra  en 

esa  casa. 

Glor.  (Resuelta.)  ¡Pues  yo  entro! 

Cir.  Me  da  el  corazón  que  no. 

Glor.  1.a  corredora  de  alhajas  será  lo  que  usted 

quiera... 
"Cir.  Entonces... 

Glor.  Pero  voy  á  cumplir  un  deber  de  gratitud. 

Mi  prima  Nieves  es  hija  de  ía  mujer  que  me 
recogió  cuando  mis  padies  murieron  y  yo 
debo  asistirla,  esté  donde  esté. 

Cir.  Pues  si  tanto  la  quieie,  llévesela  á  su  casa. 

Glor.  Su  enfermedad  no  lo  permite,  ni  su  modo 

de  vivir  tampoco. 

Cir.  Pues  habérselo  dicho  á  Racael. 

Glor.  El  se  ha  opuesto  á  que  venga  y  yo  se  lo 

oculto. 

Cir.'  Mal  hecho. 

Glor.  Yo  soy  honrada,  quiero  á  Rafael  y  no  le  fal- 

to, ni  le  faltaré. 

Cir.  Pero  las  apariencias... 

Glor.  Basta;  primero  es  mi  deber  y  suceda  lo  que 

Dios  quiera. 

Cir.  Muy  bien. 

Glor.  Sereno... 

Cir.  El  sereno  está  ahí  dentro.    (Gloria  se  acerca  á  la 

pastelería  y  mientras  tanto  Cirilo  se  acerca  á  su  casa  y 

dice:)  ¡Rafael! .. 


ESCENA  XII 

CIRILO,  GLORIA  y  RAFAEL,  este  por  la    puerta  de  la    tienda,  des- 
pues  SERENO  y  PAZ 

Glor.  ¡Sereno! 

Ser.  (saliendo  de  la  pastelería.)  Va...  (Al  ver  á  Gloria,  muy 

ceremonioso.)  ¡Ay,  señorita,   usted   dispense. 
¿La  he  entretenido? 
Glor.  Abra  usted. 

Ser.  Con  mucho  gUSto.  (Sereno  y  Gloria  van    hacia   la 

puerta  de  la  deiecha  pero  se  les  interpone  Rafael.) 

Raf.  ¿Dónde  vas? 

Glor.  (Señalando  la  casa.)  ¡Allí! 

Raf.  ¡Sin  mi  permiso,  no! 

Glor.  Con  él  v  sin  él,  entraré. 


—  19  — 

Raf.  No  seas  terca.  Hasta  ahora  te  he  considerado 

como  una  mujer  honrada... 
Olor.  Y  lo  soy. 

Raf.  Pues  por  tu  nombre  te  pido  que  te  vuelvas 

á  casa. 
Glor.  Sube  conmigo. 

Cir.  Sube,  Rafael. 

Paz  Suba  usted. 

Raf.  ¿También  ustedes? 

Glor.  La  pobre  Nieves  está  muy  enferma.  Yo  debo 

velarla.  Se  lo  juré  á  su  madre. 
Raf.  Por  última  vez.  ¿Te  vuelves  á  casa? 

Glor.  ¡Por  Dios,  Rafael!  Mira  que  no  te  falto:  sube 

conmigo. 
Cir.  Yo  subiré  si  no. 

PaZ  (Cogiendo  á  su  marido.)  No,  tú,  no. 

Cir.  Era  un  sacrificio  á  la  amistad. 

Raf.  Decídete. 

Glor.  ¡Sereno,  abra  usted! 

Raf.  Terminamos  para  siempre. 

Glor.  Tú  lo  quieres.  (EL  Sereno  abre  la  puerta.) 

Raf.  No:  tú.  (suplicando.)  ¡Por  favor,  Gloria! 

Glor.  Me  ofende  el  que  dudes  de  mí. 

Raf.  Pues  hemos  terminado... 

Glor.  ¡Para  siempre! 

Raf.  ¡Infame!  (Va  á  cogerla  por  el  cuello.) 

Cir.  Déjala. 

Paz  Violencias  no. 

Raf.  Es  verdad...  una  mujer  así,  no  merece  que 

un  hombre  se  pierda  por  ella.  Haz  tu  gusto. 

Glor.  ¡Mi  deber!  (Duda  un  momento  pero  al  fin  entra.) 

Raf.  ¡Por  fin!...  ¡Qué  desgraciado  soy!  ¡En  ella  te- 

nía puesto  todo  mi  cariño! 
Paz  ¡Y  aun  dicen  que  los  hombres  no  quieren! 

(Cirilo  y  Paz  cogen  á  Rafael  que  lleno  de  pena  y  mi- 
rando con  rabia  y  dolor  la  casa  donde  entra  Gloria  va 
con  aquellos  para  entrar  en  la  tienda  de  plancha.  An- 
tes de  terminar  la  escena,  han  salido  de  la  tienda  las 
planchadoras  y  de  la  pastelería  algunos  parroquianos 
que  comentan  los  sucesos.  Telón  'lento.) 


MUTACIÓN 


—  2)  — 


CUADRO  SEGUNDO 

Telón  corto.  Representa  la  vista  exterior  de  la  Inclusa  de  Madrid.  Al 
foro  en  primer  término  derecha,  un  torno;  sobre  él  un  letrero  que 
dice:  «Abandonado  por  mis  padres  la  caridad  me  recoge».  Un  poco 
más  á  la  izquierda,  una  puerta  grande,  no  practicable,  que  figura 
ser  la  entradt  de  la  iglesia.  Cerca  del  bastidor  del  fondo  de  la  iz- 
quierda, un  farol  que  iluminará  la  escena. 


ESCENA  PRIMERA 

Al  levantarse  el  telón,  cruzará  la  escena  VENDEDOR  1.°  de  izquierda 
a  derecha  y  á  poco  "VENDEDOR  2.°  de  derecha  á  izquierda.  El  pri- 
mero llevará  una  cesta  al  brazo.  El  segundo  un  capacho  largo  de 
esparto,  forrado  de  arpillera  y  un  farol  en  la  mano.  También  pue- 
den dar  las  voces  dentro,  sin  salir  á  escena 

Vend.  1.°      ¡Patatas  asas  calientes!  ¡Chuletas  de  huerta! 

(\7ase,) 

Vend  2.°  Cacahuets...  calentetes,  toarraetes...  ¡Aut!  ¡El 
alcagüesero!  Cacahuets...  torraetes...  calente- 
tes...  ^Vase.) 


ESCENA  II 

Uu  BORRACHO  y  GUARDIAS  1.°  y  2.°  El  Borracho  estará    desde    el 

principio  del  cuadro,    tendido    en  el  suelo    junto  á  la   fachada  de  la 

Inclusa 

(Dándole  con  el  pie  al  Borracho.)  ¡Eh,  amigo! 

¿Quién? 
La  autoridad. 

(Haciendo  por  levantarse.)  ¿Y  qué  quiere  la  au- 
toridad? 

Que  se  levante  inmediatamente.  (Ayudándole.) 
Estoy  en  mi  casa. 
Vamos,  fuera  de  ahí. 

¿Traen  ustedes  mandamiento  judicial  para 
echarme  de  mi  domicilio? 
Guar.  I.o      Arriba. 


Guar.  1 

0 

Bor. 

Guar.  1, 

o 

Bor. 

Guar.  1. 

p 

Bor. 

Guar.  2. 

0 

Bor. 

—  2.  — 
BOP.  (Levantándose  ayudado  por  los  Guardias.)  Ya  estoy. 

¿Qué  pasa? 
Guar.  1.°      ¿Quién  es  usted? 

BOI*.  ¿No  lo  ve  USted?  (Porque  se  le  cae  la  capa.)  ¡Men- 

dizábal! 

Guar.  I.o     Pues  ande  pa  alante. 

Bor.  ¿A  dónde  me  van  á  llevar? 

Guar.  1  .o  A  la  Plaza  del  Progreso  donde  está  su  pedes- 
tal. 

Guar.  2.°     Vamos  allá. 

Bor.  Guardias...  señores  guardias... 

Guar.  1.°     ¿Qué? 

Bor.  Amoniaco  no,  amoniaco  no. 

(Vanse    los   Guardias  por  la  derecha    llevándose  al  Bo- 
rracho.) 


ESCENA  III 

PAZ;  CIRILO,  que  salen  por  la  derecha.  El  va  embozado  en  su  capa 
ó  llevará  una  pelliza  y  ella  va  con  mantón 

Cir.  Me  parece  muy  temprano. 

Paz  No  me  gusta  hacerme  esperar,  (se  queda  miran- 

do la  casa.)  ¡Qué  pena  y  qué  alegría  me  da  el 
ver  esta  santa  casa! 

Cir.  Abandonada  por  tus  padres,  la  caridad  te 

recogió...  y  te  entregó  al  amor,  á  estos  brazos 
que  te  estaban  esperando. 

Paz  ¿Te  acuerdas  de  nuestras  relaciones? 

Cir.  ¡No  me  he  de  acordar!  Mi  amigo  Faustino 

se  había  casado  con  una  de  la  casa  y  me 
puso  los  dientes  más  largos  que  si  me  hu- 
biese desayunado  con  un  limón.  Y  me  dije: 
Cirilo,  tú  estás  solo  en  el  mundo,  tú  necesi- 
tas una  compañera.  Y  entré  ahí. 

Paz  Y  el  señor  cura  de  San  Lorenzo  dio  buenos 

informes  de  ti. 

Cir.  Salisteis  un  porción  de  muchachas  y  en  se- 

guida me  fijé  en  ti. 

Paz  ¡Cirilo! 

Cir.  Y  dije:   «esa»,  señalando  á  este  cacho  de 

gloria.  Y  tú  te  quedaste  y  miraste  por  el 
suelo. 

Paz  Hacía  como  que  miraba  al  suelo,  pero  te 

miraba  á  ti. 


—  22  — 

Cir.  Y  dijiste  así  como  con  vergüenza...  Bueno. 

Paz  ¿Qué  iba  á  decir? 

Uir.  Y  las  otras  se  marcharon  acharas. 

Paz  No  es  para  tanto. 

Cir.  Adiarás,  porque  Cirilo  Abajo  y  Abades...  no 

es  precisamente  un  Adornis... 

Paz  Adonis. 

Cir.  Es  lo  mismo.  Pero  tiene  sus  miajitas  de  za- 

ragatero y  ganaba  sus  dieciséis  reales  de 
jornal  en  su  oficio  de  pintor  y  papelista. 

Paz  Es  verdad. 

Cir.  Bueno;  pues  te  hice  el  amor  allí  sentaos  en 

aquel  banco,  debajo  de  la  escalera;  y  cada 
ocho  días  teníamos  nuestra  media  horita  de 
conversación. 

Paz  ¡Y  qué  cosas  me  decías! 

Cir.  Tú  creías  que  eran  pecados,  pero  ya  has  vis- 

to después  que  no  eran  pecados. 

Paz  Cirilo...  que  me  da  vergüenza. 

Cir.  Mira  la  tonta,  ¡y  de  noche! 

Paz  Bueno,  pero  yo  tengo  vergüenza  á  todas  ho- 

ras... Y  tú  eres  un  fresco... 

Cir.  ¿Fresco,  dices,  y  á  tu  lado  estaba  al  rojo? 

Paz  Como  que  un  día  te  propasaste... 

Cir.  Si  era  para  examinarte,  así  al  descuido,  por- 

que creí  que  había  algo  postizo. 

Paz  Yo  no  uso  esas  cosas. 

Cir.  Ya  lo  he  visto. 

Paz  I-o  que  no  está  bien  visto,  es  que  andes  tam- 

bién por  tientos  con  las  chicas  del  obrador. 

Cir.  ¿Yo?  Será  una  distracción...  Pues  mira,  rica, 

si  lo  hago  no  es  por  mal  hacer. 

Paz  Pero  no  me  gusta. 

Cir.  Pues  no  lo  volveré  á  hacer  (cuando  me  veas). 

Paz  ¿Sabes  que  tarda  Rafael? 

Cir.  ¿Quieres  que  nos  acerquemos  al  café  á  ver 

si  está? 

Paz  Bueno. 

Cir.  Lo  malo  es  si  mientras  tanto  viene  esa  gam- 

berra. 

Paz  No  tengas  cuidado.   Está  bien  vigilada  por 

las  chicas  de  casa. 

Cir.  Miá  que  es  mala. 

Paz  Bastante  desgracia  tiene.  Vamos  al  café. 

Cir.  ¿Quieres  que  vayamos   del  brazo  como  los 

señores? 


—  2  i  — 

Paz  Como  quieras,  rico. 

Cir.  ¿Rico?  Permíteme  que  te  dé  un  beso. 

Paz  Vamos,  hombre. 

Cir.  Uno  solo. 

Paz  ¿En  la  calle? 

Cir.  Así  sabrá  mejor. 

Paz  Haz  lo  que   quieras.    (Va  á  ciarle  un  beso  y  al  mis- 

mo tiempo  sale  una  Vendedora.) 


ESCENA  IV 

DICHOS.  Una   CAÑAMONERA  por  la  derecha 

Vend.  La  cañamonera...  tostaítos. 

Cir.  ¡Qué  oportunidad! 

Vend.  ¿Quieren  agujas  pa  enhebrar  vino? 

Cir.  ¿Por  quién  nos  ha  toniao  usted? 

Paz  ¿Nos  habrá  visto? 

Cir.  ¡Al  café!  (Vanse  del  brazo  por  la  derecha.) 

Vend.  (Yéndose  por  la  izquierda.)  La  cañamonera...  ¡ca- 

lentitos!  (con  malicia.)  ¡Calentitos!  ¡Ja,  ja! 

ESCKNA  V 

GUARDIAS   1.°   y   2.°   que    vienen   por   la    derecha 

Guar.  1.°      Bueno  le  han  puesto  los  morros  con  el  amo- 
niaco. 
Guar.  2.°      Pero  se  le  ha,  pasao  la  cogorza. 
Guar.  1.°      Y  le  ha  dao  por  dormir. 
Guar.  2.°      ¿Tomamos  un  vasito  de  recuelo? 
Guar.  1.°      Es  una  idea. 

Guar.  2.°       Vamos.  (Vanse  por  la  derecha.) 

ESCENA  VI 

Pausa.  GLORIA,  que  viene  por  la  derecha  muy  envuelta  la   cara   en 
una  toquilla  oscura  y  arropada  con  un  gran  mantón,  también   oscu- 
ro. Debajo  del  mantón  figura  llevar  un  niño  de  pecho  escondido 

Me  siguen,  he  visto  unas  mujeres  detrás  de 
mí.  Ahora  no  hay  nadie.  ¡Dios  mío!  ¿Qué 
voy  á  hacer?  ¡Esto  es  un  crimen!  ¿Pero  que 


—  ¿4  — 

hago  yo  sola  con  esta  criatura?  (Mirando  por 
la  derecha.)  Bien  me  lo  decía.  Me  siguen... 

No,  yo  no  tengo  Valor.  (Vase  deprisa    por    la    iz- 
quierda.) 


ESCENA  Vil 

PLANCHADORAS  1.a  y  2.a,  que  vienen  por  la  derecha 

Plan.  1.»      ¿No  te  lo  dije?  Es  ella. 

Plan  2.a      Sí  que  es. 

Plan.  1.a       Como  que  la  he  visto  salir  de  casa  de  su 

prima. 
Plan.  2.a      No  la  perdamos  de  vista. 

(Vanse  por  la  izquierda.) 

ESCENA  VIII 

CIRILO,  PAZ  y  RAFAEL,  que  vienen  por  la  derecha.  Rafael  irá  con 
gahán  oscuro 

Raf.  Dispense  usted,  Paz,  que  no  les  haya  deja- 

do llegar  hasta  el  café.  No  podemos  perder 
de  vista  esta  casa. 

Paz  Nosotros  íbamos  por  encontrar  á  usted. 

Raf.  ¿De  quién  será  el  anónimo? 

Cir.  Como  no  tiene  firma... 

Paz  Si  la  tuviera,  no  sería  anónimo,  Cirilo. 

Cir.  Sabes  más  que  un  libro. 

Raf.  Y  hasta  ahora  sale  todo  lo  que  dice,  (sacando 

un  papel  que  lee  á  la  luz  de  un  farol.  Cirilo  y  Paz  se 

acercan  á  él.  Leyendo.)  «Gloria  va  á  hacer  un 
viaje  á  Bayona. 

Cir.  Es  lo  único  que  le  faltaba. 

Paz  Si  es  una  capital  francesa. 

Cir.  Pero  es  la  patria  de  los  chalecos. 

Raf.  (Leyendo.)  «Se  ha  quedado  sin  clavos  por  su 

prima.  No  te  tomaba  el  dinero  que  la  en- 
viabas, porque  dice  que  no  quiere  nada 
tuyo.  Va  á  echar  el  chico  á  la  Inclusa.  Le 
va  á  llevar  ella  misma  con  su  partida  de 
bautismo,  para  que  tú  ó  ella  lo  saquéis  cuan- 
do queráis.» 


-   25  — 

Cir.  Menos  mal. 

Raf.  (sigue  leyendo.)  «Y  si  no  le  ha  llevado  á  tu 

casa  es  porque  no  tengas  un  disgusto  con  tu 
padre  » 

Paz  Ya  sé  de  quien  es  el  anónimo. 

Raf.  ¿De  quién? 

Paz  De  ella  misma. 

Cir.  Puede  que  puede... 

Raf.  (sigue  leyendo.)  «Esta  noche  después  de  las 

diez  sacará  el  niño  de  casa  de  su  prima.  Si 
quieres,  quítasele,  y  si  no  vas  al  estableci- 
miento y  le  reclamas.  Adiós,  Rafael,  perdo- 
na á  esa  mujer  que  tanto  te  ha  querido.  — 
Una  amiga.» 

Cir.  Y  sí  que  es  de  ella  el  anónimo. 

Raf.  Creo  lo  mismo. 

Cir.  Chica,  eres  más  lista  que  Rornanones. 

Raf.  Pues  hay  que  estar  al  acecho  para  evitar 

que  lo  eche  al  torno. 

Cir.  Y  por  el  chupen  no  hay  que  apurarse. 

Paz  Está  todo  prevenido. 

Cir.  Tenemos  un  ama  de  cría  de  satisfacción. 

Paz  Yo  la  he  buscado. 

Cir.  Tú  no  sabes  quien  es  la  señora  de  Abajo? 

Raf.  ¿Cómo? 

Cir.  Esta:  es  mi  apellido. 

Raf.  Pues  á  ocultarnos,  no  sea  que  venga. 


ESCENA  IX 

PAZ,  CIRILO  y  RAFAEL;  después  GLORIA,   que    viene    por    la    iz- 
quierda con  grandes  precauciones.  CORO  interno 

Cir.  ¡Callad! 

Paz  ¿Qué? 

Cir.  ¿Si  no  es  ella,  por  ahí  viene  otra  como  ella. 

Raf.  Nos  ocultaremos. 

Cir.  Esta  y  yo  cerca  del  torno. 

(Paz  y  Cirilo  se  ocultan  en  él  útimo  término   derecha. 
Rafael  en  primer  término.) 

Paz  Vamos. 

Glor.  No  hay  nadie.  Ahora  es  la  ocasión  (se  acerca 

ai  torno  y  lee:)  «Abandonado  por  mis  padres 

la  caridad  me  recoge.» 


-    20  — 


Música 


Glor  ¡Abandonarle  así!... 

¡¡Qué  es  lo  que  voy  á  hacer! 
Raf.  (¡Ay,  de  ti  si  le  dejas! 

Prudencia,  Rafael...) 


COTO  (interno  de  incluseras.) 

Santo  Dios  de  las  alturas, 
te  imploramos  con  fervor 
por  las  tiernas  criaturas 
que  no  tienen  otro  amor. 

(Al  oir  e!  canto  de  las  incluseras  Gloria  se  conmueve 
y  se  marcha  vacilante  por  la  izquierda.  Paz  y  Cirilo 
salen  de  su  escondite,  atraviesan  la  escena  y  llegan 
hasta  la  izquierda,  sin  salir  del  escenario.  Después, 
cuando  lo  indica  el  diálogo,  vuelven  y  se  colocan  en 
el  punto  de  donde  salieron.  Gloria  después  vuelve.) 

Cir.  Se  marcha. 

Paz  ¡Dios  la  habrá  tocado  en  el  corazón! 

Cir.  Por  ahí  va. 

Paz  Sí. 

Cir.  Parece  que  dobla  la  esquina. 

Paz  No;  vuelve  aquí. 

Cir.  A  nuestro  puesto. 

(Gloria  se  decide  y  vuelve   al    torno    resuelta.   En    ese 
momento  salen  Paz  y  Cirilo  y  le  arrebatan  de  los  bra- 
zos el  niño  diciéndole:) 
(Hablado.) 

Paz  ¡Mala  madre! 

Cir.  ¡Mala  entraña! 

Glor.  ¡Mi  hijo! 

Cir.  ¡No  es  tuyo  ya! 

Paz  La  caridad  le  recoge 

y  no  le  abandonará. 

(Durante  estas  palabras  continúa   la  música  en   la    orr . 
questa.  Rafael  sale  violentamente  y  dirigiéndose  á  Glo-. 
ria,  airado,  le  dice.) 
(Música.) 

Raf.  No  sé  que  me  contiene 

ante  tan  vil  acción 
y  rugiendo  de  ira 
estalla  el  corazón. 


GLORIA  y  RAFAEL.— Sra.  Fuertes  y  Sr.  Pniggrós 


29  - 


Tú  pretendes  en  vano 
la  deshonra  ocultar, 
porque  el  niño  tu  nombre 
juro  que  ha  de  llevar. 


Glor.  ¡Rafael!  ¡Rafael! 

cállate  por  favor, 
no  me  hables  de  él 
no  aumentes  mi  dolor; 
ten  compasión  de  mí, 
recuerda  que  mi  amor 
sólo  fué  para  ti 
que  manchaste  mi  honor 
y  no  debes  hacer 
mi  tormento  mayor. 

Raf.  Mentira  solo  fué 

tu  vehemente  pasión. 

Glor.  ¡Cállate,  Rafael! 

Raf.  No  mereces  perdón. 

Glor.  Por  quererte,  no  más 

hoy  me  veo  así  yo, 
tu  palabra  de  miel 
trastornó  mi  razón 
y  hoy  lloro  arrepentida 
tan  cruel  situación. 

Raf.  Basta  ya.  Cállate. 

Glor.  Oyéme,  por  favor. 

Óyeme,  Rafael. 


De  rodillas 
perdón  te  imploro, 
tu  cariño 
quiero  otra  vez 
y  el  triste  fruto 
de  mis  amores, 
¡por  Dios  te  pido! 
no  me  lo  niegues, 
porque  de  pena 

¡mi  vida! 

me  moriré. 


—   iO     ■ 

A  dúo 

Gloria  Rafael 

Por  Dios  te  pido  Cállate  pérfida, 

no  me  lo  niegues,  no  he  de  creerte, 

porque  de  pena  esos  instantes 

¡mi  vida!  sin  duda 

yo  moriré.  no  han  de  volver. 

Coro  Virgen  santa  del  Carmelo, 

te  rogamos  con  fervor 
•  que  protejas  desde  el  cielo 

á  los  hijos  del  amor. 


(Durante  el  Coro  sostienen  Gloria  y  Rafael  el  siguiente 
diálogo.) 

Glor.  (¡Mi  hijo!  ¡Mi  hijo!  ¡sí! 

Raf,  Cuando  seas  digna  de  él 

ven  á  buscarle. 
Glor.  ¡Perdóname,  Rafael! 

¡Que  Dios  te  perdone!) 

'Rafael  la  deja  sola,  vnse  por   la    derecha,  y  ella  dice 
con  desesperación  las  siguientes  frases.) 

¡Hijo  de  mis  entrañas! 

te  quise  abandonar 

y  ahora  que  te  he  perdido, 

¡hijo  querido! 
ahora  que  te  he  perdido 

muero  de  pena, 

¡no  puedo  más! 
¡Soy  una  mala  madre! 

(Cae  sollozando  junto  á  la  iglesia.  El  telón  bajará  len- 
tísimamente.) 


MUTACIÓN 


31  — 


CUADRO  TERCERO 

La  escena  representa  una  sala  de  espera  en  un  colegio  de  pensión  de 
internos  en  Neuilly,  cerca  de  Paris.  La  decoración  ha  de  venir  á 
primer  término.  A  la  derecha,  puerta  que  se  supone  es  la  entrada 
al  colegio.  A  la  izquierda,  otra  puerta  que  figura  dar  á  las  habita- 
ciones interiores. 

ESCENA  PRIMERA 

Al  levantarse  el  telón,  se  oye  el  toque  de  una  campana  que  figura  es 
la  de  llamada  al  edificio.  Al  poco  rato  entra  por  la  puerta  de  la  derecha 
el  CONSERJE  en  traje  de  mañana,  delantal,  en  mangas  de  camisa  y 
con  un  plumero  en  la  mano.  A  continuación  entra  por  la  puerta  de 
la  izquierda  MLLE.  GAILLARD  en  traje  de  casa,  vestida  modesta- 
mente, pero  bien  cuidada  en  sus  ropa° 

Mlle.  (Entrando.)  ¿Quién  ha  Llamado? 

Cons.  Esta  carta  para  la  señora  Directora.  (Le  entre- 

ga una  carta.) 

Mlle.  ¿Quién  la  ha  traído? 

Cons.  Un  cochero. 

Mlle.  Bueno.  Espere  un  momento,  (vase  por  ia  iz- 

quierda. El  Conserje  figura  que  mientras  tanto  limpia 
el  polvo  á  las  puertas  con  el  plumero.  A  poco  vuelve 
Mlle.  Gaillard.) 

Cons.  ¿Qué  digo? 

Mlle.  Dice  la  señora  Directora  que  haga  usted  pa- 

sar al  portador  de  la  Carta.  (Vase  por  la  iz- 
quierda.) 

ConS.  Está  bien.  (Vase  por  la  derecha.) 

ESCENA  II 

Pausa.  A  poco  CIRILO  que  entra  por  la  derecha.  Viene  vestido  de 
cochero  de  alquiler  de  París.  Usa  unos  bigotes  largos  y  lacios;  á  la 
mano  lleva  un  sombrero  de  copa  de  hule  blanco,  sombrero  que  al 
mirar  que  está  solo,  se  pone;  viste  con  levita  de  color  salmón  claro, 
chaleco  encarnado  y  pantalones  anchos  oscuros 

Cir.  (Entrando.)  ¿Se  puede?  No  hay  nadie,  (se  pone 

el  sombrero.  Pequeña  pausa.)  Cualquiera  que  me 

i  vea  con  este  trajecito,  que  es  de  abrigo,  y 

estos  bigotes,  que  también  son  de  abrigo,  no 


-   ;2  — 

podrá  decir  que  este  cochero  de  París  es  el 
mismo  Cirilo  Abajo,  que  tenía  el  taller  de 
plancha  en  la  calle  de  Embajadores.  Pues 
soy  el  mismo.  La  señorita  Gloria  tuvo  á 
bien  de  robarnos  el  niño  y  tras  ella  nos  vi- 
nimos á  este  París,  que  es  mucho  París.  Y 
la  verdad  es  que  á  mí  me  va  muy  bien.  Por- 
que eso  de  la  egalité  y  de  la  fraternité,  es  un 
poco  problemático.  Pero  lo  que  es  la  liber- 
té... la  liberté  que  hay  aquí  para  el  bello 
sexo,  descoyunta.  Y  eso  que  he  venido  con 
mi  mujer.  Las  ducas  que  hemos  pasado  no 
tienen  traducción  posible.  Gracias  á  que 
Paz  sabía  un  poquito  de  francés  Yo  he  fre- 
gado suelos.  Yo  he  tirado  de  un  carro.  Yo 
he  servido  de  anunciadora  ambulante.  Pero, 
por  fin,  pude  aprender  la  lengua  francesa, 
gracias  á  las  lecciones  de  mi  mujer  y  á  las 
que  yo  me  buscaba  por  ahí,  y  después  de 
examinarme  de  cochero,  pues  conozco  París 
mejor  que  la  guía  de  Baedeker,  me  dieron 
ese  puesto.  No  quiero  decir  á  ustedes  la  ale- 
gría que  experimenté  un  día  que  venía  del 
Bosque  de  Bolonia  con  el  libre  para  arriba 
y  haciendo  las  señas  propias  del  oficio,  que 

parecen  Otra  COSa.  (Hase  la  seña  con  el  dedo  índice 
de  la  mano  izquierda    y    guiñando  un    ojo.)  Cuando 

en  un  francés  muy  malo  me  dicen  unas  pa- 
labras que  no  entendí.  ¿Quest  que  ca?  Pre- 
gunté. A  esto  un  guasón  me  dice:  Baja  el 
alquila  y  tira  p' alante.  Yo  le  contesté  en  es- 
pañol puro  con  tres  ó  cuatro  chirigotas  ..  y 
corrimos  la  gran  juerga.  A  los  cuatro  días 
regresé  á  la  cochera,  sin  una  linda  perra, 
pues  todo  nos  lo  habíamos  gastado  aquellos 
señores,  que  por  cierto  eran  de  la  calle  de 
Toledo,  y  yo,  y  volví  con  el  coche  y  el  caba- 
llo por  un  milagro...  A  todo  esto  venga  bus- 
car al  chico  y  á  Gloria,  porque  más  que  nada 
por  eso  me  he  hecho  cochero,  y  por  fin  pude 
saber  que  el  niño  está  en  este  colegio.  Rafael 
ha  hecho  todas  las  andanzas  necesarias  para 
llevársele  y  ya  tiene  todos  los  papeles  el 
Maire  de  Neuill}'.  Ahora  nos  llevamos  al 
chico  y  á  Madrid.  ¡Ay,  qué  ganas  tengo  de 
volverte  á  ver! 


—  3,3    - 

ESCENA  III 

CIRILO,  MADEMOISELLE  GAILLARD  por  la  izquierda 

Mlle.  ¿Es  usted  el  portador  de  la  carta? 

Cir.  Para  servir  á  usted,  serrana  de  mi  alma. 

Mlle.  ¿Qué  es  eso  de  serrana? 

Cir.  Que  es  usted  más  bonita  que  un  billete  de 

cinco  mil  francos. 
Mlle.  Usted  exagera. 

Cir.  (Aquí  hay  que  aprovecharse  y  no  perder  el 

tiempo.)  ¿Exagerar  yo?  Vida  de  mi  vida. 

ÍVa  á  abrazarla. ) 

Mlle.  Quieto,  señor  cochero. 

Cir.  ¿Está  siempre  encerrada  en  este  convento, 

doña  Inés  del  alma  mía? 

Mlle.  No;  salgo  á  las  siete  todas  las  tardes. 

Cir.  ¿Y  puede  un  cochero  español  bajar  el  alqui- 

la á  esa  hora? 

Mlle.  Venga   Usted...    y    Veremos.    (Con  mucha  coque- 

tería.) 

Cir.  ¡Oh!  Es  mucho  París. 

ESCENA  IV 

DICHOS,  MADAME    DUBOIS  por  la  izquierda 

Mlle.  La  señora  Directora. 

Mad.  ¿Es  usted  el  portador  de  la  carta? 

C  i  r.  Para  servir  á  usté  d . 

Mad.  Mlle.  Gaillard;  déjenos  solos. 

Mlle.  Está  bien,  señora.  A  las  siete.  (Aparte  á  Cirilo.) 

Cir.  Muy  bien,  (ei  mismo  juego.) 

Mad.  ¿Qué  dice  usted? 

Mlle.  Que  á  las  siete  se  cierra  el  colegio,  y  tiene 
este  señor  que  hacer  las  diligencias  antes. 

Cir.  Se  harán.  (Vase  Mlle.  Gaillard  por  la  izquierda  y  se 

hacen  siguos  de  inteligencia  ó  se  tiran   besos  Cirilo    y 
ella  á  escondidas  de  Madame  Dubois.) 


—  34  — 

ESCENA  V 

CIRILO  y  MADAME  DUBOIS 

Mad.  Esta  carta  me  dice  que  vienen  al  asunto  ef 

padre  del  niño  y  una  señora. 

Cir.  La  mía. 

Mad.  ¿Es  usted  casado? 

Cir.  Sí,  señora. 

Mad.  ¡Qué  lástima! 

Cir.  ¿Por  qué? 

Mad.  Porque  en  el  colegio  hacía  falta  un  cochero 

que  conociera  París  y  supiera  español,  pero 
tenía  que  ser  soltero. 

Cir.  Por  usted  soy  capaz  yo  de  matar  á  mi  sue- 

gra. 

Mad.  ¡Oh,  qué  bromista!  Bien  se  conoce  que  es 

usted  español 

Cir.  De  ole  y  á  la  créme. 

Mad.  Pues  diga  á  esa  señora  y  á  esos  señores  que 

pasen. 

Cir.  La  señora  pasará,  pero  el  señor  no,  porque 

está  en  la  Mairie.  (Qué  lástima  no  poder 
mandar  también  á  mi  mujer  á  la  Mairie.) 
Pero  ¿la  corre  á  usted  mucha  prisa,  serrana 
de  mi  alma? 

Mad.  ¿Qué  es  eso  de  serrana? 

Cir.  Un  timo  que  me  traigo  yo,  para  mi  uso  per- 

sonal. Quiere  decir,  que  es  usted  más  boni- 
ta que  el  puente  de  Alejandro,  y  que  para 
echar  á  usted  las  flores  que  se  merece,  son 
pequeños  los  jardines  de  las  Tullerías  y  los 

de  Versalles.  (Pretende  abrazarla.) 

Mad.  Muchas   gracias,    pero    no   se    expansione 

tanto. 

Cir,  Es  que  en  España  no  sabemos  declamar  sin 

accionar.  ¿Y  á  qué  hora  sale  la  señora  Di- 
rectora para  que  pueda  traerla  el  coche  á  la 
puerta  un  cochero  español  que  conoce  bien 

París...  (Con  gran  malicia.)  todo  París? 

Mad.  A  las... 


MADAME  DUBOIS  —  Srta.  Quirós 


—  37     - 
ESCENA  VI  ■     :-'í 

DICHOS  y  el  CONSERJE  por  la  derecha 

Cons.  Dice  la  señora  que  está  en  el  coche,  que  si 

puede  pasar,  que  se  está  quedando  fría... 
Mad.  ¿Fría? 

Cir.  Nunca  estamos  de  acuerdo. 

Mad.  Dígale  que  pase  al  momento. 

ConS.  Está  bien.  (Sale  por  la  derecha.) 

Cir.  Con  que  á  las... 

Mad.  A  las  siete. 

Cir.  ¡Como  la  otra! 

Mad.  ¿Qué  dice  usted? 

•Cir.  Nada.  (Me  han  estropeado  la  combina.) 

ESCENA  VII 

MADAME  DUBOIS,  CIRILO  y  PAZ.    Esta    bien    vestida,    tocada  coa 

sombrero.  El  conjunto  ha  de  ser  elegante  sin  lujo,    como    una  joven 

burguesa  de  Paris.  Entra  por  la  puerta  de  la  derecha 

Paz  (Entrando.)  ¡Ave  María  Purísima! 

Mad.  Sin  pecado.  Adelante.  (En  esta  escena  ha  de  dar 

Madame  Dubois  muestras  de  hipocresía  religiosa,  pero 
cuando  puede,  mira  significativamente  á  Cirilo  ) 

Paz  ¿La  señora  Directora? 

Mad.  ¡Servidora. 

Paz  Ya  la  habrá  dicho  mi  marido... 

Mad.  Todo.  (Con  malicia  y  mirando  á  Cirilo.) 

Cir.  (Con  malicia.)  Casi   todo. 

Paz  Pues  nosotros  venimos  por  el  niño. 

Mad.  Lo  siento  mucho,  pero  no  puedo  entregarlo. 

Paz  ¿Ni  al  Mairie? 

Mad.  Ni  al  Mairie. 

Cir.  ¡Anda  la  mar!  ¿Por  qué? 

Mad.  Porque  la  madre  tiene  derecho  á  reclamar 

contra  el  acuerdo  de  entregar  el  niño  y  por 
lo  tanto,  sin  que  ella  lo  consienta  ó  se  la  no- 
tifique en  persona,  no  es  posible. 

"Cir.  ¡Pero  si  no  sabemos  donde  vive  la  madre! 

Mad.  Por  eso  no  se  apuren. 

Paz  Constará  en  los  libros  del  colegio. 


—  38  — 


Mad.  Naturalmente. 

Cir.  (Qué  talento  tiene  mi  mujer.) 

Mad.  (Desde  la  puerta    de   la    izquierda.)    Mademoiselle 

Gaillard. 


ESCENA  VIH 

DICHOS  y  MADEMOISELLE  GAILLARD  por  la  izquierda 

Mlle.  ¿Qué  desea? 

Mad.  El  domicilio  de  la  señorita  Gloria  Molina. 

Mlle.  Avenida  Trudaine,  5. 

Cir.  Pero  cualquiera  encuentra  en  su  casa  en 

París  á  una  joven  que  vive  sola...  porque 
vivirá  sola... 

Mlle.  Creo  que  sí,  aunque  no  es  lo  corriente. 

C|r.  ¿Y  dónde  va  á  comer? 

Mlle.  Donde  la  parece. 

Cir.  Entonces... 

Mlle.  Pero  lo  más  seguro  para  encontrarla  es  en 

el  Bal  Tabarin. 

Cir.  Le  conozco  bien. 

Paz  ¿Cómo? 

Cir.  Por  fuera  nada  más. 

Mlle.  Trabaja  allí  como  cupletista. 

Cir.  Pues  entonces  ¡al  Bal  Tabarin! 

Paz  Y  en  cuanto  la  encontremos,  la  presentare- 

mos aquí. 

Mad.  ¿Y  el  padre? 

Paz  Vendrá  también. 

Cir.  Y  satisfará  todos  los  gastos  y  dejará  un  re- 

galo espléndido  al  Colegio. 

Mad.  ¿Es  joven? 

Cir.  Y  guapo. 

Mlle.  ¿Es  rico? 

Cir.  Sí. 

Mlle.  ;Que  venga! 

Mad.  ¡Que  venga  á  la  hora  que  quiera! 

Paz  Forzosamente  había  de  venir. 

Mad.  ¿Y  cómo  han  averiguado  ustedes  que  el 

niño  estaba  aquí? 

Cir.  Como  veníamos  á  París  con  el  dinero  de  la 

tienda  y  con  el  que  nos  dio  Rafael,  solo  nos 
dedicamos  á  buscar  á  Gloria...  y  claro,  ae 
nos  fué  el  dinero  en   seguida.  No  quisimos 


MADEMOISELLE  GAILLARD.-Srta.  Álvarez 


—  41  — 

pedir  más  á  Rafael  y  así  es  que  en  cuanto 
pude  ser  cochero,  me  entendí  con  mis  com- 
pañeros. Por  fin,  uno  de  ellos,  que  trabaja 
en  la  Porte  Maillot  me  dijo  que  muchos  días 
traía  á  una  joven  española  á  este  colegio  y 
que  después  regresaba  con  ella  hasta  la  es- 
tación del  metropolitano.  Con  esas  noticias 
estuve  varios  días  en  aquel  sitio  y  por  fin  vi 
á  Gloria.  En  una  ocasión,  yo  mismo  la  traje 
aquí. 

fl/lad.  Es  usted  muy  listo. 

Cir.  La  necesidad,  señora. 

Mad.  Pues  ya  lo  saben.  Vengan  con  ella... 

Cir.  Pero  antes  una  palabra. 

Mad.  ¿De  honor? 

Cir.  Que  el  niño  no  ha  de  salir  de  aquí,  aunque 

la  madre  venga  por  él. 

Mad.  ¡Palabra  de  honor! 

Paz  Hágame  el  favor,  de  aceptar  este  luis  para 

flores.  ¡Le  da  una  moneda  de  veinte  francos.) 

Mad.  Gracias. 

Paz  Y  usted,  ese  otro  luis  para  dulces.  (Le  da  otra 

moneda.) 

Mlle.  Muchas  gracias. 

Cir.  Mira,  Paz.  Bien  me  podías  dar  otro  luis  á 

mí  también. 

Paz  ¡En  el  nombre  del  padre! 

Cir.  ¡O  del  hijo! 

Paz  Si  es  una  exclamación:  no  hay  luises. 

Cir.  Para  tabaco. 

Paz  Nada.  Conque...  hasta  la  primera. 

Mad.  Hasta  cuando  quiera.    (Sale  Paz  delante  y  detrás 

se  queda  Cirilo,  el  cual  al  pasar  por  junto  á  Madame 
Dubois  y  Mademoiselle  Gaillard  le  dicen  en    voz   baja.) 

Mad.  A  las  siete. 

Mlle.  A  las  siete. 

Cir.  ¡Me  planto! 

Paz  ^Volviendo.)  ¿Vamos?... 

Cir.  ¡Al  Bal  Tabarin! 


MUTACIÓN 


—  42  — 


CUADRO   CUARTO 

La  escena  representa  la  sala  del  Bal  Tabarin  en  París,  vista  desde  li» 
entrada  de  la  calle  de  Víctor  Massé.  Al  fondo  y  en  el  centro,  un 
pequeño  espacio  donde  ha  de  estar  eu  plano  algo    elevado,    como 

'  en  piso  entresuelo,  la  orquesta  de  Tziganes.  Estos  visten  de  ame- 
ricana encarnada  y  traje  negro,  excepto  el  primer  violin  que  ha 
de  vestir  de  frac  negro.  Todos  los  músicos  están  sentados,  menos 
el  primer  violin  que  ha  de  estar  de  pie,  mientras  figura  que  la 
orquesta  toca  la  música.  Delante  de  la  orquesta,  una  barandilla 
de  hierro  y  en  ella  se  han  de  poner  tarjetones  que  en  letras  muy 
visibles  anuucien  los  diferentes  números  del  cuadro.  El  primer 
-.lurnero  con  que  éste  comienza  es  una  polka  y  así  habrá,  al  le- 
vantarse el  telón,  un  tarjetón  que  diga  Polka.  A  derecha  é  iz- 
quierda mesas  pequeñas  y  junto  a  ellas  sillas  volantes.  Los  coris- 
tas y  comparsas  han  de  vestir  lo  más  decentemente  posible,  pre- 
dominando el  frac  y  el  smokin  y  las  señoras  todas  con  sombrero; 
cuando  no  tomen  parte  en  la  representación,  han  de  estar  senta- 
das junto  á  esas  mesas,  figurando  que  consumen  vinos,  refrescos, 
cervezas,  etc.,  que  piden  á  los  Camareros  sin  llamarlos  con  pal- 
madas, porque  no  es  costumbre  en  París,  sino  por  señas  con  las 
manos.  Han  de  estar  animados,  figurando  que  los  caballeros  ob- 
sequian á  las  señoras  y  estas  los  corresponden  con  abrazos,  pal- 
maditas  en  los  hombros  y  en  la  cara  y  figurando  á  veces  como 
que  se  besan.  Cuando  los  personajes  no  toman  parte  en  la  repre- 
sentación, pero  figuran  en  escena,  han  de  sentarse  también  junto 
á  esas  mesas  ó  pasear  por  el  salón.  El  cuadro  debe  tener  mucha 
animación,  mucha  alegría  y  mucha  luz.  Los  Camareros  han  de  ir 
y  venir  con  frecuencia  de  las  mesas  al  fondo  que  se  supone  da 
paso  al  despacho  del  café.  Monsieur  Bosc,  el  Director,  ha  de  pasar 
con  frecuencia  por  el  salón,  pero  sin  sentarse  nunca,  dando  dis- 
posiciones, hablando  con  los  concurrentes  y  buscando  á  los  per- 
sonajes que  han  de  salir.  Mr.  Bosc  es  un  hombre  correctamente 
vestido  de  frac  ó  de  smokin,  como  de  cuarenta  años  rubio,  con 
bigote  muy  cuidado  y  el  pelo  hacia  atrás.  Al  levantarse  el  telón, 
los  coristas  y  comparsas  bailan  la  polka  que  la  orquesta  de  Tzi- 
ganes figura  tocar  en  el  sitio  destinado  para  ellos.  El  baile  ha  de 
ser  elegante,  pero  con  algunas  reminiscencias  del  baile  chulo  es- 
pañol. Se  deja  al  cuidado  del  Director  de  escena  el  ocuparse  muy 
especialmente  de  este  cuadro.  El  salón  está  alfombrado. 


—  4*  — 
ESCENA  PRIMERA 

MR.  BOSC,  CAMAREROS,  SEÑORAS  y  CABALLEROS 

Música 

(Los  caballeros  y  señoras  bailan  una  polka.) 

ESCENA  II 

DICHOS.  CIRILO  y  PAZ,  que    entran    por    la    derecha.    Cirilo   viene 

vestido  de  americana  y  traje  negro.  Ya  no    usa    bigote.    Paz    con    el 

mismo  traje  que  en  el  cuadro  anterior 

Cir.  Mira,  mujer,  esto  no  es  precisamente  el  Co- 

legio de  la  Paz,  ni  mucho  menos;  así  es  que 
veas  lo  que  veas,  no  te  asombres  de  nada. 
Este  Bal  Tabarin  es  el  sitio  más  regocijado 
de  París.  Aquí  es  donde  uno  se  divierte  más. 

Paz  ¿Y  cómo  sabes  tú  todas  esas  cosas? 

Cir.  Un  cochero  en  París  debe  conocer  todos  los 

rincones. 

Paz  ¡Lo  que  voy  á  tener  que  sufrir! 

Cir.  ¿Pues  y  yo?  Mira,  ahí  viene  el  director. 

Paz  ¡Qué  simpático  esl 

Cir.  Es  la  gran  persona.  Yo  le  he  servido  muchas 

veces  y  me  ha  dado  buenos  pourboires,  pro- 
pis,  que  decimos  en  Madrid.  Ahora  puede 
que  no  me  conozca  porque  estoy  transfor- 
mado, pero  yo  le  recordaré  ciertos...  detalles. 
Mira,  siéntate  ahí,  junto  á  esa  mesa,  (Por- 

una  de  las  primeras,    cerca    de    la    embocadura  y  á  la 

derecha.)  y  pide  lo  que  quieras. 
Paz  ¡A  ver  si  haces  como  otras  veces  la  procesión 

del  niño  perdido! 
Cir.  Más    perdido    que   estoy  ahora...   (Por  tu 

causa.) 

ESCENA  III 

DICHOS  y  el  DIRECTOR 

Paz  Qué  ganas  tengo  de  volver  á  Madrid,  porque 

lo  que  es  aquí.. 
Cir.  Buenas  noches,  monsieur  Bosc. 


—  44   - 

Dir.  Buenas  noches,  señor. 

Cir.  Usted  no  tiene  el  honor  de  conocerme  ahora 

Dir.  No  recuerdo. 

■Cir.  Soy   el  cochero  que  servía  á  la  señorita 

Rene... 

DÍP.  (Tapándole  la  boca  con  la  mano.)  Hahle  bajo. 

Cir.  Ya  no  soy  del  oficio  y  me  vuelvo  á  España. 

Dir.  Muy  bien. 

Cir.  Muy  mal,  porque  yo  estaba  aquí  la  mar  de 

á  gusto.  Bueno;  pues  traigo  una  comisión. 
Aquella  infeliz  que  está  allí,  es  mi  mujer. 

Dir.  ¡Oh!  Es  guapa  madame  En  bas.  r 

Cir.  Y  necesita  hablar  un  momento  con  la  seño- 

rita Gloria  Molina. 

Dir.  Con  mucho  gusto.  Es  el  último  número.  Su- 

pongo que  se  quedarán  á  la  fiesta  de  la .  no- 
che 

■Cir.  Sí;  ya  sé  que  es  sábado,  pero  la  parienta, 

madame,  no  me  va  á  dejar. 

Oir.  Bueno;  pues  voy  á  presentar  mis  saludos  á 

madame  y  en  seguida  vendré  con  Gloria. 

Cir.  No  es  por  nada,  pero  de  aquello  del  restau- 

rant  azul  de  Saint-Cloud  no  necesita  ente- 
rarse mi  mujer. 

Dir.  Pierda  cuidado. 

Cir.  (Presentando  al  Director.)  Mr.  BoSC,  el  director  de 

este  baile. 

Oir.  Encantado,  señora. 

Cir.  (presentando  á  Paz.)  La  señora  de  Abajo. 

Paz  Muy  señor  mío. 

Oir.  Ya  me  ha  dicho  su  marido  lo  que  desea  y 

al  momento  vendrá  la  señorita  Gloria. 

Paz  Pero  no  la  diga  quién  la  espera.  Ni  siquiera 

que  somos  españoles. 

<5ir.  Se  podría  escamar  y.. 

Oir.  ¡Ah!  bueno. 

Cir.  Y  en  caso  de  que  no  quiera  salir,  rogamos  á 

usted  que  no  la  permita  marcharse.  Se  trata 
de  un  negocio  de  la  mayor  importancia. 

Oir.  Descuide,  no  se  irá.  Además,  yo  la  acompa- 

ño todas  las  noches. 

Cir.  ¡Hola!  'Con  malicia.) 

Dir.  Nada  de  sospechas.  La  señorita  Gloria  es 

una  mujer  honrada. 
Cir.  (Menos  mal.) 

Oír.  Con   SU   permiso.    (Vase  por  la  derecha  al  fondo.) 


—  45  — 


ESCENA  IV 

PAZ,  CIRILO,  MADEMOISELLE  GAILLARD  que  entra  muy  bien  ve* 
tida  por  la  izquierda  cerca  de  la  embocadura  y  pasea  por  el  salón 

Paz  Cirilo. 

Cir.  ¿Qué? 

Paz  ¿No  conoces  á  aquella? 

Cir.  (Viendo  á  Miie.  Gaiiiard.)  (¡Arrea,  la  del  colegio!) 

No... 

Paz  Juraría  que  era  la  del  colegio. 

Cir.  ¡Quiá,  tonta!  Es  que  las  francesas  se  pare- 

cen mucho.  (Yo  no  la  pierdo  de  vista.) 


ESCENA  V 

DICHOS.  Una  CANTAORA.  En  el  sitio  de  la  orquesta  se  pone  el  tar- 
jetón    "Tango» 

Paz  ¿Qué  espectáculo  veremos  ahora? 

Cir.  Nada  de  particular. 

Música 

Trini  ¡Mire  usted  este  cuerpo  gitano! 

¡Mire  usted,  que  da  gloria  mirarlo! 

Toda  la  sal  de  este  mundo 

se  la  llevó  mi  persona, 

y  como  yo  %m  marcarse 

fíjese  que  no  hay  otra. 
Mire  usté,  mire  usté,  mire  usté 
como  ciño  la  falda  á  mi  cuerpo, 
porque  así,  porque  así,  porque  así 
voy  marcando  mejor...  el  compás. 
Mire  bien,  mire  bien,  mire  bien 
y  no  pierda  el  más  leve  detalle 
porque  todos  son  interesantes 
para  el  que  mi  tango  pretenda  admirar. 
Coro  Mire  usted,  mire  usted,  mire  usted 

cómo  ciñe  la  falda  á  su  cuerpo, 
porque  así,  porque  así,  porque  así 
.•.¡..  va  marcando  mejor...  el  compás. 

Mire  bien,  mire  bien,  mire  bien 


—  46  — 

y  no  pierda  el  más  leve  detalle, 

porque  todos  son  interesantes 

para  el  que  su  tango  pretenda  admirar. 

(Trini  en  tanto  baila  el  tango,  termina  y  se  dirige  al 
fondo,  reuniéndose  con  algunos  de  los  caballeros  con- 
currentes.) 


ESCENA  VI 

CIRILO,    PAZ.     Después    GLORIA    por    el    fondo,    acompañada    de 

MR.  BOSC,  que  la  deja  con  Paz  y  se  retira.  Gloria  vestirá  bien,  pero 

no  con  traje  llamativo  ni  de  coupletista.  MLLE.  GAILLARD 

Hablado 

Paz  Ella  es.  Para  que  podamos  hablar  con  más 

confianza,  déjanos  solas. 

Cir.  Ya  que  te  empeñas...  (Allí  está  la  del  cole- 

gio.) (Vase  hacia  donde  está  Mlle.  Gaillard  y  se  sienta 
con  ella  junto  á  una  mesa  en  sitio  donde  Paz  no  puede 
verlos,  pero  sí  á  vista  del  público.) 

Paz  ¡Formalidad! 

GIOP.  (Acercándose  á  la  mesa  donde  está  Paz.)    ¿Es  Usted 

la  señora  que  desea  hablarme? 

Paz  ¡Gloria! 

Glor.  ¿Usted  me  conoce? 

Paz  81  señora. 

Glor.  (Que  ai  fin  recuerda  á  Paz.)  ¡  Ah!  Usted  es  la  plan- 

chadora... 

Paz  ¿Le  parece  á  usted  bien  lo  que  ha  hecho  con 

nosotros? 

Glor.  El  cariño  de  una  madre  todo  lo  disculpa. 

Usted  lo  sabe. 

Paz  ¡Ojalá  lo  supiera!  pero  no  puede  disculpar 

que  nos  haya  dado  tantos  disgustos.  Aban- 
donar mi  casa,  vender  malamente  aquellos 
trastos,  muy  pobres,  pero  que  eran  los  pri- 
meros que  tuve  en  mi  vida.  Mi  primer  casi- 
ta, mis  primeras  ilusiones.  Y  luego  venir  á 
París,  á  pasar  tantas  privaciones  y  expuesta 
á  cada  momento  á  perder  á  mi  marido  en 
este  derroche  continuo  de  alegría... 

Glor.  Tiene  usted  razón.  Yo  la  indemnizaré. 

Paz  Los  daños  morales  no  se  indemnizan  nunca. 

Pero  no  perdamos  tiempo. 


GLORIA.  -3ra.  Fuertes 


—  49   — 

Glor.  Dice  usted  bien.  Yo  estoy  muy  agradecida 

á  usted  porque  ha  criado  á  mi  hijo  como 
una  madre.  El  niño  adora  á  usted. 

Paz  ¡Ángel  míol 

Glor.  ¿Qué  puedo  hacer  yo  por  ustedes? 

Paz  Volverse  á  España  con  nosotros. 

Glor.  ¡Imposible!  Rafael  no  me  quiere. 

Paz  Está  usted  muy  equivocada.  Rafael  está  loco 

por  usted.  Murió  su  padre  y  heredó  una 
gran  fortuna.  Pues  bien:  estoy  segura  de  que 
no  ha  vuelto  á  mirar  á  ninguna  mujer. 

Glor.  Yo  le  tengo  siempre  en  la  memoria. 

Paz  Y  él  llora  por  usted.  Por  eso  he  venido.  So 

mos  dos  mujeres.  Confiésese  usted  conmiga 
y  dígame  lo  que  no  diría  ni  al  sacerdote.  Yo, 
que  soy  hija  de  la  culpa,  la  perdono  de  ante- 
mano. Lo  que  haya  de  callar,  lo  callaré;  pero 
dígamelo  todo.  ¿Lo  entiende  usted  bien? 
¡todo!  Y  sin  engaños,  porque  en  cuanto  vea 
en  su  cara  la  primer  mentira,  la  conoceré. 

Glor.  La  verdad.  No  he  sido  mala.  ¡Por  mi  hijo!; 

Estuve  en  un  gran  almacén  de  Bayona,  des- 
de donde  vine  á  París.  Un  pobre  bohemio 
español,  artista  de  Montmartre,  me  recogió 
en  su  casa,  respetándome  como  á  su  madre. 
Me  dio  lecciones  de  música;  me  enseñó 
unas  cuantas  canciones  y  él  y  otros  compa- 
ñeros del  restaurant  español  de  la  calle  de 
Montyon  me  hicieron  debutar.  Hoy  soy 
una  estrella;  he  trabajado  en  Parisiana,  Fo- 
lies Bergere,  Olimpia.  Soy  rica. 

Paz  ¿Cantando  nada  más? 

Glor.  Cantando  solamente...  y  dejándome  asediar,, 

pero  sin  rendirme.  La  mujer  que  no  quiere,. 
no  cae. 

Paz  ¿Me    lo    asegura    USted?    (Gloria  junta  las  manos 

como  para  jurar,  j  Sin  juramentos.  Me  basta  con 
que  me  mire  á  la  cara,  así,  á  los  ojos,  y  me 
diga:  Paz,  he  sido  siempre  buena. 

Glor.  Paz...  ¡he  sido  siempre  buena! 

Paz  Lo  creo.  Usted  será  la  esposa  de  Rafael. 

Glor.  Pero  él... 

Paz  No  conoce  usted  á  los  hombres.    Cuando 

quieren,  quieren  de  veras.  (Llama  á  un  mozo  y 

le  dice  en  voz  baja  que  avise  á  Cirilo.) 

Glor.  ¡Qué  buena  es- usted  I 


—  60  - 

Paz  Buena,  no;  es  que  quiero  amar,  por  los  qué 

no  me  han  amado.  Y  no  hablemos  más.  Ka- 
fael  va  á  venir,  y  no  canta  usted  aquí  esta 
noche.  En  mi  casa  lo  arreglaremos  todo. 

Glor.  ¡Oh,  no!  no  falto  á  mi  deber. 

Paz  Hace  usted  bien.  Cirilo. 

Cir.  ¿Qué  quieres?  (¿Me  habrá  visto?) 

Paz  Acércate.  Sin  preámbulos  ni  conversaciones 

inútiles.  Te  presento  á  Gloria...  ya  sabes. 

Cir.  ¿CStá  Usted  bien?  (Con  finura  afectada  y   dándole, 

la  mano.) 

Paz  Bien,  amigo  Cirilo. 

Cir.  Ya  lo  habrán  ustedes  hablado  todo;  de  modo 

que  no  digo  una  palabra  más.  Lo  que  ha  di- 
cho mi  mujer  lo  ratifico  yo...  y  usted  perdo- 
ne, pero  está  usted  la  mar  de  bonita. 

Glor.  Gracias. 


ESCENA  VII 

DICHOS  y  MR.  BOSC 

Dir.  Con  permiso  de  los  señores.  Señorita  Gloria. 

Monsieur  Lajaunic  desea,  presentar  á  usted 
á  unos  periodistas... 

Glor.  Voy  al  momento. 

Dir.  Y  en  tanto,  deseo  saber  qué  número  quiere 

usted  cantar  esta  noche. 

Glor.  La  canción  de  la  madre... 

Oir.  Está  tan  oída... 

Glor.  Pero  la  inspiré  yo.  Es  obra  de  mi  pobre  bo- 

hemio de  Montmartre...  de  aquel  artista  á 
quien  mataron  mis  desvíos...  y  el  ajenjo. 

Oir.  Cuando  usted  quiera.  (Dándole  el  brazo.) 

Glor.  Vamos.  No  se  marchen.  Espérenme  aquí. 

(Vase  del  brazo  de  Mr.  B.osc  hacia  el  fondo  izquierda.) 

ESCENA  VIH 

CIRILO  y  PAZ.  MLLE.  GAILLARD,  derecha 

Cir.  Cuidado  que  está  guapa.  Oye,  y  de  lo  pasa- 

do, ¿qué? 
Paz  Es  una  mujer  honrada 


-  63  — 

'Cir.  Más  vale  así.  ¿Te  parece  que  nos  sentemos 

allí  con  !a  señorita  aquella? 
Paz  Tú  siempre  lo  mismo. 

Cir.  Es  por  galantería.  Pues  tenías  razón,  es  la 

auxiliar  del  colegio  y  ha  venido  aquí  por 

distraerse. 
Paz  ¡Ya,  ya! 

Cir.  Es  muy  amable.  (Gachó  con  la  Mademoise- 

lle.  Cualquiera  cree  que  con  una  cara  tan 

delgadita...)  (Esto  lo  dice  mientras  Paz  paga    al  Ca- 
marero.) 

Paz  Vamos,  hombre. 

Cir.  De   bracete.  (Van   y  se  sientan   con  Mlle.  Gaillard.) 


ESCENA  IX 

DICHOS.  CUATRO  BAILARINAS  que  bailan   una  quadrille;  en  el  si- 
tio de  la  orquesta  se  pone  el  cartel  de  'Quadrille» 

Música 

(Terminado  el  número,  las  bailarinas  se  sientan  junto 
á  las  mesas  ó  pasean,  agarrándose  del  brazo  de  cual- 
quier caballero.) 


ESCENA   X 

DICHOS.  GLORIA 

Cir.  ¡Qué  número  más  bonito. 

Paz  Un  poco...  ligero. 

Mlle.  Es  el  número  obligado  del  baile,  (ai  ver  que 

ponen  el  tarjetón  de  "Gloria  Molina.») 

Cir.  Ahora  viene  lo  bueno.  Vea  usted  cómo  la 

gente  se  agolpa.  El  público  se  sabe  el  núme- 
ro y  le  corea. 

(El  público  aplaude  la  aparición   de  Gloria,  que   viene 
precedida  de  cuatro  criados  de  frac  y  calzón  corto.) 


—   64     - 


Música 


Glor.  Un  rnonaica  desgraciado 

no  creía  en  el  amor 
y  al  salir  de  su  palacio 
oyó  un  día  esta  canción. 
«Niño  de  cara  de  rosa, 
el  de  Jos  rubios  cabellos, 
duerme  tranquilo  en  la  cuna; 
tu  madre  vela  tu  sueño.» 

No  temas  á  nada, 

ni  temas  al  Rey 

porque  mi  cariño 

es  oro  de  ley. 

Mi  sangre  y  mi  vida 

daré  yo  por  ti; 

no  temas  á  nadie 

que  yo  t  stoy  aquí. 
Glor.  I  No  temas  á  nada, 

Coro  |  ni  temas  ai  Rey. 

Porque     \        cariño 

es  oro  de  ley; 

mi  j  i  mi     • , 

su  j  ^ngre  y  |  ^    vida 

daré  yo     )  ,  ■ 

•    dará  ella  \  " 

No  temas  á  nadie  f 
Que  yo  estoy  ;  aquí. 

Porque  ella  está     l 
Glor.  Y  entonces  aquel  Monarca 

con  alegría  exclamó: 
«¡Cómo  sabiendo  que  hay  madres 
pude  dudar  del  amor! » 

•    .  (Conjunto  y  final  con  el  Coro.    Al  terminar,    Oloria  se- 

va  por  el  fondo  izquierda  y  el  público    (de  la  escena > 
aplaude. ) 

ESCENA  XI 

DICHOS    menos    GLORIA.   RAFAEL    que  viene  por  la  izquierda  se 
gundo  término 

Paz  Ahí  está  Rafael. 

Raf.  (Acercándose.)  No  he  tenido  valor  para  estar 


to 


—  57  — 

en  el  salón  mientras  ella  cantaba,  pero  sur 

voz  me  ha  conmovido. 
Cir.  Está  todo  arreglado.  Se  ha  confesado  con 

Paz  y  es  una  mujer  honrada. 
Raf.  ¿Lo  crees  tú? 

Cir.  Me  lo  ha  dicho  mi  mujer,  y  no  es  que  me 

ciegue  el  cariño,  que  sí  que  me  ciega. 
Paz  ¡Embustero! 

Cir.  Pero  Paz  tiene  una  brutalidad  de  talento. 

Raf.  ¡Cuánto  la  quieres! 

Cir.  Como  tú  á  Gloria. 

Paz  Algo  más  usted. 

Raf.  Será  mi  sino. 

Cir.  (Haciendo  las  presentaciones.)  Mademoiselle  Gai~ 

llard. 

Raf.  Señorita... 

Cir.  El  padre  del  niño. 

Mlle.  Caballero...  (Me  gusta,  pero  el  cochero  es 

más  chirigotero.) 

Paz  Yo  le  respondo  de  que  es  una  mujer  hon- 

rada. 


ESCENA  XII 

DICHOS  y  GLORIA  que  viene  por  el  fondo  izquierda 

Glor.  (Después  de  vacilar,  se  dirige  á  Rafael.)   ¡Rafael! 

Raf.  ¡Gloria    de  mi  vida!    (En  un  arranque    de   cariño- 

va  hacia  ella,  pero  arrepentido  se  vuelve.)  ¡Vete! 

Glor.  ¿Por  qué  me  rechazas? 

Cir.  Rafael...  No  desprecies  ese  cacho  de  Gloria. 

Paz  Hágalo  usted  por  nosotros. 

Raf.  ¿Por  ustedes?  No;  por  mi  cariño,  porque  sin 

ella  no  puedo  vivir.  (Se  abrazan,) 
Paz  Oye:  y  ahora  re  llevarán  el  niño. 

Cir.  Tienes  razón:  tanto  trabajar  por  laíelicidad 

de  ellos...  y  nosotros...   ¡Ah,  tengo  una  idea! 
Paz  ¿Cuál? 

Cir.  Oye.  (La  habla  al  oído.) 

Paz  (Rechazándole.)  ¡Qué  bruto  eres! 

Raf.  Juntos  para  siempre. 

Glor.  Y  ustedes  con  nosotros  toda  la  vida.  Es. 

el  símbolo  de  la  fiesta  de  esta  noche.  Ha. 
;     triunfado  el  amor. 


—  68  — 

(En  ese  momento  ponen  en  la  orquesta  el  cartelón 
'Fiesta  de  la  noche.  El  Triunfo  del  amor».  Del  fondo 
salen  unos  heraldos  con  dalmáticas.  Detrás  de  unas 
andas  llevadas  por  cuatro  homhres,  tobre  un  cogín 
que  figura  una  rosa  encarnada,  una  figura  represen- 
tando á  Venus;  un  niño  vestido  de  Cupido  la  dispara 
flechas.  El  niño  va  detrás  de  estas  mismas  andas.  Ve- 
nus todo  lo  posiblemente  desnuda  con  arte  inclinada  á 
un  lado  y  como  vencida  por  el  amor.)  (1) 
"Cír.  (Abrazando  á  su  mujer  y  Mademoiselle  Gaillard.)   ¡Es 

verdad  1  ¡El  Triunjo  del  amor! 

(Telón  lento  al  son  de  una  marcha.) 


FIN    DE    LA    OBRA 


(l)  En  los  teatros  en  que  no  sea  posible  presentar  una  buena 
figura  de  Venns,  ó  no  lo  crean  conveniente  los  Directores  de  escena, 
puede  suprimirse  esa  figura  y  terminar  la  obra  con  unos  compases 
de  la  quadrille,  bailados  por  las  cuatro  bailarinas,  ó  por  todos  los 
.artistas,  menos  Gloria,  Paz,  Cirilo  y  Rafael. 

NOTA    DE    LOS   AUTORES. 


OBRAS  DE  CARLOS  DÍAZ  VALERO 


En  la  botica,  pasillo  cómico  en  un  acto  y  en  verso. 

Los  niños  y  los  pájaros,  monólogo  en  verso. 

Lo  legal  y  lo  justo,  drama  en  un  prólogo  y  tres  actos,  en 
prosa. 

Un  cuadro  de  Velázquez,  pasillo  cómico  en  un  acto  y  en 
verso. 

Satán  doublé,  zarzuela  en  un  acto  y  en  prosa. 

Teatro  Bodelgo,  apropósito  en  un  acto  en  prosa  y  verso. 

La  fuerza  de  la  costumbre,  comedia  en  tres  actos  y  en 
verso.  (1) 

Cambio  de  suerte,  juguete  cómico  en  un  acto  y  en  pro- 
sa. (2) 

El  Lobato,  ensayo  dramático  en  un  acto,  en  prosa  y 
verso.  (3) 

María  del  Mar,  zarzuela  en  un  acto  y  en  prosa.  (4) 

Cielo  y  tierra,  viaje  fantástico  en  un  acto,  en  prosa  y 
verso.  (5) 

Maravillas  del  progreso,  gran  fantasía  cómico-lírico- 
bailable  en  un  prólogo,  cinco  cuadros  y  una  apoteosis, 
original,  en  prosa  y  verso.  (6) 

El  triunfo  del  amor,  saínete  en  un  acto,  dividido  en  cua- 
dros, en  prosa.  (7) 


(1)  Refundición  de  una  obra  de  Guillen  de  Castro. 

(2)  En  colaboración  con  D.  Manuel  Vigo. 

(3)  ídem  con  D.  León  Navarro,  música  de  los  Sres.  San  Felipe  y 

Vela 

(4)  ídem  con  D.  Carlos  Afán  de  Ribera,  música  de  los  Sres.  García 

Alvarez  y  Carbonell. 

(5)  Música  de  D,  Jesús  Aroca. 

(6)  En  colaboración  con  D  León  Navarro  y  D.  Pedro  Baños,  mú- 

sica de  los  Sres.  San  Felipe  y  Vela. 

(7)  ídem  con  D.  José  Díaz  Plaza,  música  de  los  Sres.  M.a  Alvira  y 

F.  Pacbeco. 


Precio:  UNA  peseta